Buscar Poemas con Diamantes


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Se han encontrado 42 poemas con la palabra diamantes

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Alfonsina Storni

El sueño

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

introito

-- de Amado Nervo --

¡oh, las rojas iniciales
que ornáis las salmos triunfales
en breviarios y misales!
¡oh, casullas que al reflejo
de los cirios, en cortejo
vais mostrando el oro viejo!
¡oh, vitrales policromos
fileteados de plomos,
que brilláis bajo los domos!
¡oh, custodias rutilantes,
con topacios y diamantes!
¡oh, copones rebosantes!
¡oh, dies irae tenebroso!
¡oh, miserere lloroso!
¡oh, tedëum glorïoso!
me perseguís cuando duermo,
me rodeáis si despierto...
Tenéis mi espíritu yermo,
muy enfermo... Muy enfermo...
Casi muerto..., Casi muerto...

Poema introito de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Amado Nervo

reparación

-- de Amado Nervo --

¡en esta vida no la supe amar!
dame otra vida para reparar,
¡oh dios!, mis omisiones,
para amarla con tantos corazones
como tuve en mis cuerpos anteriores;
para colmar de flores,
de risas y de gloria sus instantes;
para cuajar su pecho de diamantes
y en la red de sus labios dejar presos
los enjambres de besos
que no le di en las horas ya perdidas...
Si es cierto que vivimos muchas vidas
(conforme a la creencia
teosófica), señor, otra existencia
de limosna te pido
para quererla más que la he querido,
para que en ella nuestras almas sean
tan una, que las gentes que nos vean
en éxtasis perenne ir hacia dios
digan: ¡como se quieren esos dos!
a la vez que nosotros murmuramos
con un instinto lúcido y profundo
(mientras que nos besamos
como locos): ¡quizá ya nos amamos
con este mismo amor en otro mundo!



Amado Nervo

Tibi Regina

-- de Amado Nervo --

¡Oh! Divina, son tus formas de una ingénita realeza;
de tus golas a la Médicis se desprende tu cabeza
como aurífero pistilo de una exótica corola.

¡Oh! Deidad, tus ojos tienen lejanías de horizontes
y tu lánguida hermosura, cual la nieve de los montes,
brilla sola, intacta y pura,
brilla pura, intacta y sola.

Ante ti puesto de hinojos, yo te juro Reina y Dama
y te rindo el vasallaje que tu orgullo me reclama...

Oh magnífica señora,
para ti el rondel hidalgo que a los próceres recrea,
los herretes de diamantes con su luz titiladora,
los sedeños escarpines y la grácil hacanea.



Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Lope de Vega

Formando Batüel castillos de oro

-- de Lope de Vega --

Formando Bathüel castillos de oro
en los camellos árabes gigantes,
y sobre los asirios elefantes
de las doncellas el honesto coro.
Parte Rebeca por mayor tesoro
que plata y oro y índicos diamantes,
ganados y pastores circunstantes
desde la blanca oveja al rubio toro.
Isaac adelantándose al camino
viole la honesta virgen, y del manto
hizo rebozo al rostro peregrino.
Ejemplo para el alma, esposo santo,
que cuando vos venís en pan divino,
se cubra de humildad a favor tanto



Lope de Vega

Las águilas de Carlos soberano

-- de Lope de Vega --

Las Águilas de Carlos soberano,
al gran Filipo en cielo convertido,
quieren sobre un castillo hacer su nido
en la mitad del corazón hispano.

Ya de Clemente la sagrada mano
el cuello tiene al yugo de oro asido,
y con su bendición divina ungido
para columnas del valor cristiano.

Ya de diamantes, perlas y esmeraldas
cetro imperial adorna su alta frente,
que España ofrece en sus preciosas faldas.

Pero queda el blasón tan diferente
que sus águilas siempre están de espaldas,
y éstas han de mirarse eternamente.



Lope de Vega

Pusieron los armígeros gigantes

-- de Lope de Vega --

Pusieron los armígeros gigantes
un monte en otro por subir al cielo,
que la soberbia, que produce el suelo,
engendra pensamientos semejantes.
Mas cuando de sus fúlgidos diamantes
tocar pensaron el celeste velo,
cayeron con Nembrod, y el fuego en hielo
sepultó sus cervices arrogantes.
Vos, Gigante divino, de otro modo
subís al cielo, sin que el paso os tuerza
para alcanzarle, la que más le impide;
pues le tenéis sobre los hombros todo,
que aunque el Reino de Dios padece fuerza
no la consiente a quien sin Dios le pide.



Manuel del Cabral

negro sin nada en tu casa

-- de Manuel del Cabral --

Yo te he visto cavar minas de oro
-negro sin tierra-.

Yo te he visto sacar grandes diamantes de la tierra
-negro sin tierra-.

Y como si sacaras a pedazos tu cuerpo de la tierra,
te vi sacar carbones de la tierra.

Cien veces yo te he visto echar semillas en la tierra
-negro sin tierra-.

Y siempre tu sudor que no termina
de caer en la tierra.

Tu sudor tan antiguo, pero siempre tan nuevo
tu sudor en la tierra.

Agua de tu dolor que fertiliza
más que el agua de nube.

Tu sudor, tu sudor. Y todo para aquél
que tiene cien corbatas, cuatro coches de lujo,
y no pisa la tierra.

Sólo cuando la tierra no sea tuya,
será tuya la tierra.



Manuel del Palacio

Los diamantes de la corona

-- de Manuel del Palacio --

Que hubo en Palacio joyas es sabido,
Y aun se sabe también que eran muy bellas:
Solamente se ignora qué fué de ellas,
Pues, como ustedes saben, se han perdido.

Quién dice que Isabel las ha vendido,
Quién que se las llevó Pepe Botellas,
Quién que las han limpiado las doncellas,
Quién que al partir las empeñó el marido.

En esta confusión pasan las horas,
Crecen las dudas, los insultos crecen,
Hablan de honor cien voces seductoras,

Y al fin ¿qué resultado nos ofrecen?
Que hay muchos caballeros y señoras,
Pero que las alhajas no parecen.



Jaime Sabines

si hubiera de morir

-- de Jaime Sabines --

Palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo, cocacola, zonite,cruz gamada. Y me echaría a llorar.
Uno puede llorar hasta con la palabra «excusado» si tiene ganas de llorar.
Y esto es lo que hoy me pasa. Estoy dispuesto a perder hasta las uñas,a sacarme los ojos y exprimirlos como limones sobre la taza de café.(«Te convido a una taza de café con cascaritas de ojo, corazónmío»).
Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de quese raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero,quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por este hígadoestupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entréa tu jardín oculto sin que nadie me viera.
Lo recuerdo. Me llené el corazón de diamantes que sonestrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra y lo anduvesonando como una sonaja mientras reía. No tengo otro rencor queel que tengo, y eso porque pude nacer antes y no lo hiciste.
No pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto.



Delmira Agustini

La sed

-- de Delmira Agustini --

-Tengo sed, sed ardiente- dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares-. Eso no: ¡me empalaga!-
Luego una rara fruta, con sus dedos de maga
exprimió en una copa, clara como una estrella;

y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé.- ¡Es dulce, dulce! Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga-.
Vi pasar por los ojos del hada una centella.

Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamantes.
-¡Bebe!- dijo. Yo ardía; mi pecho era un fragua.

Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh frescura!, ¡oh pureza!, ¡oh sensación divina!
-Gracias, maga; y bendita la limpieza del agua.



Delmira Agustini

La musa

-- de Delmira Agustini --

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja;
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y pañales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila libre, tugre, paloma en un instante.

Que el universo quepa en sus ansias divinas;
tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!



Delmira Agustini

Ofrendando el libro

-- de Delmira Agustini --

Porque haces tu can de la leona
más fuerte de la Vida, y la aprisiona
la cadena de rosas de tu brazo.

Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
esencial de los troncos discordantes
del placer y el dolor, plantas gigantes.

Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
como en broche de míticos diamantes
el más embriagador lis de la Muerte.

Porque sobre el espacio te diviso,
pueste de luz, perfume y melodía,
comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...



Julián del Casal

camafeo

-- de Julián del Casal --

¿quién no le rinde culto a tu hermosura
y ante ella de placer no se enajena,
si hay en tu busto líneas de escultura
y hay en tu voz acentos de sirena?
dentro de tus pupilas centelleantes,
adonde nunca se asomó un reproche,
llevas el resplandor de los diamantes
y la sombra profunda de la noche.
Hecha ha sido tu boca purpurina
con la sangre encendida de la fresa,
y tu faz con blancuras de neblina
donde quedó la luz del sol impresa.
Bajo el claro fulgor de tu mirada
como rayo de sol sobre la onda,
vaga siempre en tu boca perfumada
la sonrisa inmortal de la gioconda.
Desciende en negros rizos tu cabello
lo mismo que las ondas de un torrente,
por las líneas fugaces de tu cuello
y el jaspe sonrosado de tu frente.
Presume el corazón que te idolatra
como a una diosa de la antigua grecia,
que tienes la belleza de cleopatra
y la virtud heroica de lucrecia.
Mas no te amo. Tu hermosura encierra
tan sólo para mí focos de hastío...
¿Podrá haber en los lindes de la tierra
un corazón tan muerto como el mío?



Manuel José Othón

el rio

-- de Manuel José Othón --

Triscad, oh linfas, con la grácil onda,
gorgoritas, alzad vuestras canciones.
Y vosotros, parleros borbollones,
dialogad con el viento y con la fronda.

Chorro garrulador, sobre la honda
cóncava quiebra, rómpete en jirones
y estrella contra riscos y peñones
tus diamantes y perlas de golconda.

Soy vuestro padre el río. Mis cabellos
son de la luna pálidos destellos,
cristal mis ojos del cerúleo manto.

Es de musgo mi barba trasparente,
ópalos desleídos son mi frente
y risa de las náyades mi canto.



Pablo Neruda

soneto lxxxvi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Oh cruz del sur, oh trébol de fósforo fragante,
con cuatro besos hoy penetró tu hermosura
y atravesó la sombra y mi sombrero:
la luna iba redonda por el frío.
Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantes
de escarcha azul, serenidad del cielo,
espejo, apareciste y se llenó la noche
con tus cuatro bodegas temblorosas de vino.
Oh palpitante plata de pez pulido y puro,
cruz verde, perejil de la sombra radiante,
luciérnaga a la unidad del cielo condenada,
descansa en mí, cerremos tus ojos y los míos.
Por un minuto duerme con la noche del hombre.
Enciende en mí tus cuatro números constelados.



Rafael de León

triniá

-- de Rafael de León --

I
al museo de sevilla
iba a diario juan miguel
a copiar la maravillas
de murillo y rafael.
Y por las tardes, como una rosa
de los jardines que hay en la entrá,
pintaba a trini, pura y hermosa,
como si fuera la inmaculá.
Y decía el chavalillo:
pa que voy a entrar ahí,
si es la virgen de murillo
la que tengo frente a mí .

Estribillo

triniá, mi triniá,
la de la puerta real,
carita de nazarena,
con la virgen macarena
yo te tengo compará;
algo tu vida envenena,
qué tienes en la mirá
que no me pareces buena,
triniá, mi trini, ay... Mi triniá.

Ii

el museo sevillano
un mal día visitó
un banquero americano
que de trini se prendó.
Y con el brillo de los diamantes
la sevillana quedó cegá
y entre los brazos de aquel amante
huyó de españa la triniá.
Y ante el cuadro no acabao
así decía el pintor:
tú me has hecho desgraciao,
sin ti qué voy a hacer yo .

(Al estribillo)



José Ángel Buesa

madrigal de la lluvia de abril

-- de José Ángel Buesa --

Ya no sé bien el sitio ni la hora,
ni por qué fuiste mía, ni por qué te perdí.
Sé que llovía como llueve ahora,
aunque ahora es más triste porque llueve sin ti.
Y sé que, de repente, cayeron dos diamantes
sobre tus zapaticos de charol...
Y era dulce aquel llanto de tus ojos radiantes,
como esos mediodías en que llueve con sol.



José Ángel Buesa

tercer poema del río

-- de José Ángel Buesa --

El agua del río pasaba indolente,
reflejando noches y arrastrando días
tú, desnuda en la fresca corriente,
reías
yo te contemplaba desde la ribera,
tendido a la sombra de un árbol sonoro;
y resplandecía tu áurea cabellera,
desatada en el agua ligera,
como un remolino de espuma de oro
y pasaban las nubes errantes,
mientras tú te erguías bajo el sol de estío,
con los blancos hombros llenos de diamantes,
en la rumorosa caricia del río.
Y tú te reías
y mirando mis manos vacías,
pensé en tantas cosas que ya fueron mías,
y que se me han ido, como tú te irás
y tendí mis brazos hacia la corriente,
hacia la corriente cantarina y clara,
porque tuve miedo, repentinamente,
de que el agua feliz te arrastrara
y ya no reías
bajo el sol de estío,
ni resplandecías de oro y de rocío.
Y saliste corriendo del río,
y llenaste mis manos vacías
y al sentir tu cuerpo tan cerca y tan mío,
al vivir en tu amor un instante
más allá del placer y del hastío,
vi pasar la sombra de una nube errante,
de una nube fugaz sobre el río



Juan Abel Echeverría

El árbol (Echeverría)

-- de Juan Abel Echeverría --

Árbol de flores vestido,
de cantoras aves solio,
auras bullendo en la copa,
al pie cantando el arroyo.

Le ornó el alba con diamantes,
el mediodía con oro,
la tarde le dio su estrella,
la noche amor y reposo.

Cubriose el suelo de luto,
retumbaron truenos roncos.
¡Brilló la lumbre del rayo
y el árbol humeó en despojos!

¡Ay, mitad del alma mía!
¡Ay, mitad que ausente lloro!
¡Lástima de la llanura,
quedó el malherido tronco!



Juan de Tassis y Peralta

pasé los golfos de un sufrir perdido

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Y piélagos de ofensas he surcado,
de enemigos impulsos agitado,
de poderosas olas impedido.
Hoy, pues, menos quejoso que advertido,
de esperanza las velas he animado,
y debo a mi noticia haber tomado
en mar de sinrazón puerto de olvido,
donde ya en dar benéficos alientos
a la violenta fuerza me libraron
del tiempo airado y de contrarios vientos.
Ya engañosas sirenas me dejaron
porque la falsa voz de sus acentos
mis diamantes oídos no escucharon.



Salvador Díaz Mirón

Cleopatra

-- de Salvador Díaz Mirón --

La vi tendida de espaldas
entre púrpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo, escarchado
de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza;
y como un ojo de tigre,
un ópalo daba en ella
vislumbres de fuego y sangre
el oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
y los dos como azucenas;
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso triángulo
de rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
como cinta de centellas,
un áspid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.

A menudo suspiraba;
y sus altos pechos eran
cual blanca leche, cuajada
dentro de dos copas griegas,
y en alabastro vertida,
sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! Yo hubiera dado entonces
todos mis lauros de Atenas,
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.



Salvador Rueda

coplas 20

-- de Salvador Rueda --

A tu pecho, dueño mío,
voy buscando por las ramas
los diamantes del rocío.



Tomás de Iriarte

Al ver yo mil poetas zalameros

-- de Tomás de Iriarte --

Al ver yo mil poetas zalameros
que a sus damas llamaban serafines,
claveles, azucenas y jazmines,
diamantes, perlas, soles y luceros,

al ver cómo sus versos lisonjeros
de nácares llenaban y carmines,
los llamaba salvajes y rocines,
los trataba de locos y embusteros.

Hoy Cupido esta burla vengar quiere
mandando que de Orminta me apasione,
y con las armas que yo herí me hiere.

Que hable yo igual idioma ya dispone;
mas si hay quien mi flaqueza vitupere,
Amor, haz que de Orminta se aficione.



Manuel Reina

La Perla

-- de Manuel Reina --

Contemplaban tus ojos centelleantes
la palma de cristal, la linfa
pura del surtidor que vierte en la espesura,
su polvo de zafiros y diamantes,

cuando enferma, con pasos vacilantes,
se acercó una mujer, todo tristura,
y te pidió limosna con dulzura
fijando en ti miradas suplicantes.

La perla que en tu mano refulgía
diste a aquella mujer pobre y doliente,
que se alejó, llorando de alegría.

Yo, entonces, conmovido y reverente,
no te besé en los labios cual solía,
¡sino en la noble y luminosa frente!



Manuel Reina

El pañuelo

-- de Manuel Reina --

(ORIENTAL)
La sultana Amina llora,
llena de horror y tristeza,
porque en una pica mora
ve clavada la cabeza
del hombre a quien ella adora.
Sus sedas, gasas y tul,
rasga, iracunda y furiosa;
tira su turbante azul
y su diadema preciosa
que vale más que Stambul.
Pisa joyas y diamantes,
destroza su rico velo,
y las de color de cielo
telas, que adornan brillantes,
su lecho de terciopelo.
Llega Mahomet ultrajado;
a la llorosa sultana
mira con rostro irritado,
y echa en su falda de grana
un pañuelo ensangrentado.
«¡Es su sangre!», dice Amina;
y con una damasquina
daga, su garganta hiere;
la hermosa cabeza inclina,
nombra a su amador... Y muere.



Meira Delmar

instante

-- de Meira Delmar --

Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.
Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.
!--Img



Miguel Hernández

22

-- de Miguel Hernández --

22
vierto la red, esparzo la semilla
entre ovas, aguas, surcos y amapolas,
sembrando a secas y pescando a solas
de corazón ansioso y de mejilla.
Espero a que recaiga en esta arcilla
la lluvia con sus crines y sus colas,
relámpagos sujetos a olas
desesperando espero en esta orilla.
Pero transcurren lunas y más lunas,
aumenta de mirada mi deseo
y no crezco en espigas o en pescados.
Lunas de perdición como ningunas,
porque sólo recojo y sólo veo
piedras como diamantes eclipsados.



Julio Flórez

Fue en tiempo de borrascas...

-- de Julio Flórez --

Poem

Fuë en tiempo de borrascas, en una selva oscura bajo una vieja acacia, somnífera y hojosa; tus grandes ojos verdes sufrían la tortura quemante de los besos de mi boca golosa: Tus ojos, impregnados de miedo y de ternura, tus ojos, esmeraldas que me robó la fosa!

Se ennegrecía el cielo; ¡cómo olvidar las horas que pasaron entonces, cuando en mis brazos presa, al morderte los labios —no másque me devoras!— decías, y agregabas: —me has hecho sangre!besa más pasito!— y sangraban como picadas moras tus labios, ¡ay!...Rubíes que me robó la huesa.

Después, lloraste muchoLa borrasca rugía; de pronto vibró un trueno y —¿oyes cómo retumba la voz de Dios? —dijiste, y agregaste: —¡alma mía! es que el cielo indignado sobre mí se derrumba! ¡Perdón! ¡Perdón! —yo en tanto tus lágrimas bebía, tus lágrimas, diamantes que me robó la tumba!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 96

-- de Francisco de Quevedo --

¿ves que se precia dios de juez severo,
que no admite personas ni semblantes,
que iguala los tiranos fulminantes
con la pobreza vil del jornalero?
¿ves que desprecia el oro y el dinero,
y el centellear metido en los diamantes?
pues como tiene hijos mendicantes
se deja cosechar del limosnero.
Si al juez que la soberbia del oriente
desprecia, los rigores lisonjeas,
con migajas que admite en el doliente,
da al pobre un jarro de agua, si deseas
que dios te sea deudor, no juez ardiente,
pues por tan poco precio le granjeas.



Francisco Sosa Escalante

Trasformaciones

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del seno de la tierra desprendido
Impalpable vapor subió á la nube,
Como en las ondas de los vientos sube
De los pobres el ruego bendecido.

Flotó en el éter de esplendor vestido
Semejando las alas de un querube,
Y luego descendió, y entónces hube
De mirarlo ya en perlas convertido.

Las perlas en diamantes se trocaron
Cuando en el cáliz de la flor cayeron
Y fúlgida corona le formaron.

Brilló despues el sol; palidecieron
Sus besos al sentir; se evaporaron,
Y á formar otra nube se volvieron.



Francisco Villaespesa

junto al mar

-- de Francisco Villaespesa --

Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Torna a la flor la abeja, el ave al nido,
y a dormir nos invita la cigarra.
La madreselva que al balcón se agarra,
vierte como un suave olor a olvido;
y a lo lejos escúchase el quejido
de una pena andaluza, en la guitarra.
Del mar de espigas en las áureas olas
fingen las encendidas amapolas
corazones de llamas rodeados...
¡Y el sudor, con sus gotas crepitantes,
ciñe a tus bucles, como el sol dorados,
una regia corona de diamantes!



Clemente Althaus

A Flérida

-- de Clemente Althaus --

¿Qué has hecho, ingrata Flérida, que has hecho?
¡Así a tu amante dejas, y a un anciano
por un vil interés vendes tu mano
a que solo el amor tiene derecho!

¡Ay! ¡qué vida te aguarda! en mesa, en lecho,
do quier al lado de ese espectro humano,
tu dulce amante extrañarás en vano,
que no se vende con la mano el pecho.

No marmóreo palacio, áurea carroza,
claros diamantes, ni real boato
la pena aliviarán que te destroza:

mas que tal vida y el continuo trato
de tu odiado consorte, en pobre choza
con tu amante vivir te fuera grato.



Clemente Althaus

A un reloj (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¡Oh dulce y triste presente!
¡Oh más preciado reloj,
que si fúlgidos diamantes
te ornaran en derredor!
Dulce eres por las queridas
manos de que fuiste don,
y el sincero y puro afecto
que a las mías te ofreció!
Y eres triste porque mides
a mi pena y mi dolor
las pausadísimas horas
que lejos pasando voy
de los que a mí te ofrecieron,
y a quienes el mutuo amor
y la pronta simpatía
aún más que el deudo me unió!
¡Ah! ¡cuán tardo al ansía mía
es tu acero medidor!
Las horas son días, y horas
los breves minutos son.
En tu círculo callado
huya el tiempo más veloz;
y adelántame esos días
en que sueña mi dolor,
Cuando, unido a aquellos seres
que adora mi corazón,
tan raudo las horas midas
cuan lento las mides hoy.



Rubén Darío

abrojo vi

-- de Rubén Darío --

Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de golconda,
los tesoros de bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un nabad.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.



Rubén Darío

abrojo v

-- de Rubén Darío --

Bota, bota, bella niña,
ese precioso collar
en que brillan los diamantes
como el líquido cristal
de las perlas del rocío
matinal.
Del bolsillo de aquel sátiro
salió el oro y salió el mal.
Bota, bota esa serpiente
que te quiere estrangular
enrollada en tu garganta
hecha de nieve y coral.



Rubén Darío

A Cervantes

-- de Rubén Darío --

HORAS de pesadumbre y de tristeza
Paso en mi soledad. Pero Cervantes
Es buen amigo. Endulza mis instantes
Ásperos, y reposa mi cabeza.

Él es la vida y la naturaleza;
Regala un yelmo de oro y de diamantes
A mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso y caballero
Parla como un arroyo cristalino.
Así le admiro y quiero.

Viendo cómo el destino
Hace que regocije al mundo entero
¡La tristeza inmortal de ser divino!



Rubén Darío

Abrojo V (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Bota, bota, bella niña,
ese precioso collar
en que brillan los diamantes
como el líquido cristal
de las perlas del rocío
matinal.
Del bolsillo de aquel sátiro
salió el oro y salió el mal.
Bota, bota esa serpiente
que te quiere estrangular
enrollada en tu garganta
hecha de nieve y coral.



Rubén Darío

Abrojo VI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Puso el poeta en sus versos
todas las perlas del mar,
todo el oro de las minas,
todo el marfil oriental;
los diamantes de Golconda,
los tesoros de Bagdad,
los joyeles y preseas
de los cofres de un Nabad.
Pero como no tenía
por hacer versos ni un pan,
al acabar de escribirlos
murió de necesidad.



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