Buscar Poemas con Desvarío


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Se han encontrado 52 poemas con la palabra desvarío

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Alberto Lista

A Delia

-- de Alberto Lista --

Si vi tus ojos, Delia, y no abrasaron
mi corazón en amorosa llama;
si en tus labios, que el abril inflama
de ardiente rosa, y no me enajenaron;

si vi el seno gentil, do se anidaron
las gracias; do el carmín, que Venus ama,
sobre luciente nieve se derrama,
e inocentes mis ojos lo miraron;

no es culpa, no, de tu beldad divina,
culpa es del infortunio que ha robado
la ilusión deliciosa al pecho mío.

Mas si en el tuyo la bondad domina,
más querrás la amistad que un desgraciado
que de un dichoso el tierno desvarío.

Poema A Delia de Alberto Lista con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Las horas doradas

-- de Leopoldo Lugones --

Cuatro bellezas tiene el año,
Cuatro bellezas como tú,
Que me enumera el bonzo extraño
Con su puntero de bambú.

Es la primera, al desperezo
De un amor todavía leve,
La temprana flor del cerezo
Que se mezcla a la última nieve.

La segunda es el sol del estío,
Que en el kaki de fuego y miel,
Pinta al amante desvarío
La mordedura dulce y cruel.

Cuando el amor se acendra en lloro
Y el otoño agobia la rama,
La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.

Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.

Mas se equivoca el bonzo extraño
Con su doctrina y su bambú.
Cuatro bellezas tiene el año,
Pero ninguna como tú.

Poema Las horas doradas de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras

-- de Lope de Vega --

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡qué extraño desvarío
si de mi ingratitud de hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡cuántas veces el ángel me decía:
«alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»
¡y cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

Poema ¿qué tengo yo, que mi amistad procuras de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

¡Ay cuantas horas de contento llenas

-- de Lope de Vega --

¡Ay cuántas horas de contento llenas
pensé tener, oh alegre prado mío!
mas, ¡quién se gobernó por desvarío
que las gozase de menguante ajenas?

Nazcan en vos claveles y azucenas
al seco fin del sagitario frío,
pues que pasaste del olvido el río,
volviendo en gloria un Ángel vuestras penas.

Que estén tan juntos una vega y prado,
yo en nieve y vos en flor, ¿a quién no ofende?
¡oh qué distinto, aunque es un propio estado!

¿Mas qué milagro, si su margen tiende
de aquellos pies angélicos pisado,
y que me hiele a mí quien no me enciende?



Lope de Vega

¿Cómo podré, Señor, querer quereros

-- de Lope de Vega --

¿Cómo podré, Señor, querer quereros
cuánto deseo por poder serviros?
¿Qué lágrimas, qué afectos, qué suspiros
derramaré, tendré, daré por veros?
¿Qué requiebros diré para moveros
y de tantas ofensas divertiros?
¿Cómo podrá mi alma recebiros,
siendo tan imposible mereceros?
¿Cómo las tiernas quejas que os envío,
podrán, Jesús dulcísimo, obligaros?
Mas ¿que os pregunto yo? ¡Qué desvarío!
Amaros quiero ya, no preguntaros,
porque el modo de amaros, Jesús mío
Bernardo dice que es sin modo amaros.



Lope de Vega

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo

-- de Lope de Vega --

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.
Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a Amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.
Pero él responde: «Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío».
Yo, triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper; ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.



Lope de Vega

Estos los sauces son y ésta la fuente

-- de Lope de Vega --

Estos los sauces son y ésta la fuente,
los montes éstos y ésta la ribera
done vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.
Éste es el río humilde y la corriente,
y ésta la cuarta y verde primavera
que esmalta alegre el campo y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.
Árboles, ya mudó su fe constante,
Mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano,
entonces monte le dejé sin duda.
Luego no será justo que me espante,
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.



Lope de Vega

Marcio, yo amé y arrepentíme amando

-- de Lope de Vega --

Marcio, yo amé, y arrepentíme amando
de ver mal empleado el amor mío;
quise olvidar, y del olvido el río
huyóme como a Tántalo, en llegando.

Remedios vanos sin cesar probando,
venció mi amor, creció mi desvarío;
dos veces por aquí pasó el estío,
y el sol, nunca mis lágrimas secando.

Marcio, ausentéme; y, en ausencia, un día
miráronme unos ojos y mirélos;
no sé si fue su estrella, o fue la mía.

Azules son; sin duda son dos cielos
que han hecho lo que un cielo no podía:
vida me da su luz; su color, celos.



Lope de Vega

¿Quién no se muere de tu amor si mira

-- de Lope de Vega --

¿Quién no se muere de tu amor si mira
con la piedad que escuchas y respondes?
¿Cómo es posible que las puertas rondes
de un alma, que te trata con mentira?
Mas eres Dios, Señor, ¿de qué me admira
el mirar que ofendido no te escondes?
A quien te quiere y ama correspondes,
y con quien te ofendió, templas la ira.
Cuando consideré mi desvarío,
temblaba yo tus iras y desdenes,
y hallé tu pecho fácil, tierno y pío.
¡Qué condición tan generosa tienes!
¿Quién es ingrato con tu amor, Dios mío,
pues apenas te llaman, cuando vienes?



Lope de Vega

Tened piedad de mí, que muero ausente

-- de Lope de Vega --

Tened piedad de mí, que muero ausente,
hermosas ninfas deste blando río;
que bien os lo merece el llanto mío,
con que suelo aumentar vuestra corriente.

Saca la coronada y blanca frente,
Tormes famoso, a ver mi desvarío,
así jamás te mengüe el seco estío,
y esta montaña tu cristal aumente.

Mas, ¿qué importa que el llanto mío recibas,
si no vas a morir al Tajo, adonde
mis penas pueda ver la causa de ellas?

Tus ninfas en tus ondas fugitivas
y tu cabeza coronada esconde:
que basta que me escuchen las estrellas.



Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

-- de Lope de Vega --

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Luis Cernuda

en soledad. no se siente

-- de Luis Cernuda --

El mundo, que un muro sella;
la lámpara abre su huella
sobre el diván indolente.
Acogida está la frente
al regazo del hastío.
¿Qué ausencia, qué desvarío
a la belleza hizo ajena?
tu juventud nula, en pena
el blanco papel vacío.



Manuel del Palacio

A un reo

-- de Manuel del Palacio --

Odio, miseria, estupidez, codicia,
Pusieron el puñal entre tus manos,
Y por lavar tu crimen los humanos
Otro cometen que tu juez inicia.

— ¡La sangre pide sangre! en su malicia
Gritan los que blasonan de cristianos,
Y fuertes con el débil y tiranos
Muerte le dan con bárbara delicia.

¡Tú al patíbulo vas! Cortejo impío
Sigue tus huellas y á admirar se lanza
Ese cuadro patético y sombrío:

Reo, ¡valor, dulzura y esperanza!
Dios perdona del hombre el desvarío,
Y allí es justicia lo que aquí venganza!



Manuel del Palacio

A una niña

-- de Manuel del Palacio --

Si un ave fuera yo le celebrara
En dulcísimos cantos noche y día:
Si fuera flor colores pediria
A los lindos colores de tu cara.

Si blanda brisa fuera, siempre avara
De tu frente en redor ondularía,
Y si fuera perfume, vertería
Donde pisaras tú mi esencia rara.

Demostrarle pretendo á dónde llega
De mi entusiasmo juvenil el brio
Que en amoroso fuego me consume:

Mas, ¡ay! ¡el brillo de tu luz me ciega!
Y no soy en mi ardiente desvarío
Ni ave, ni flor, ni brisa, ni perfume.



Emilio Bobadilla

Destrucción conciente

-- de Emilio Bobadilla --

¡Alemania, Alemania, destructora conciente
de pueblos que tu orgullo caquéxicos juzgaba!
Tus huestes desatadas cual hórrido torrente,
cayeron sobre Europa, de incandecente lava!

¡Y sojuzgaste a Bélgica, mutilando sus villas,
a polvo reduciendo sus grandes bibliotecas;
bombardeando sus templos —de arte maravillas-,
y arrancando a sus gentes de dolor crueles muecas!

¡Y la Francia del Norte, la laboriosa Francia,
cayó bajo tu fuego, maltrecha, no sumisa,
y en su agonía retándote con bélica arrogancia!

¡Y en tu fiebre imposible de brutal desvarío,
le cuajaste en los labios a París la sonrisa
y al gigantesco Londres le diste escalofrío!



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad i

-- de Octavio Paz --

A rafael vega albela,
que aquí padeció
devora el sol restos ya inciertos;
el cielo roto, hendido, es una fosa;
la luz se atarda en la pared ruinosa;
polvo y salitre soplan sus desiertos.
Se yerguen más los fresnos, más despiertos,
y anochecen la plaza silenciosa,
tan a ciegas palpada y tan esposa
como herida de bordes siempre abiertos.
Calles en que la nada desemboca,
calles sin fin andadas, desvarío
sin fin del pensamiento desvelado.
Todo lo que me nombra o que me evoca
yace, ciudad, en ti, yace vacío,
en tu pecho de piedra sepultado.



Rafael Obligado

Pensamiento

-- de Rafael Obligado --

A bañarse en la gota de rocío
Que halló en las flores vacilante cuna,
En las noches de estío
Desciende el rayo de la blanca luna.
Así, en las horas de celeste calma
Y dulce desvarío,
Hay en mi alma una gota de tu alma
Donde se baña el pensamiento mío.



Pablo Neruda

soneto liv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Espléndida razón, demonio claro
del racimo absoluto, del recto mediodía,
aquí estamos al fin, sin soledad y solos,
lejos del desvarío de la ciudad salvaje.
Cuando la línea pura rodea su paloma
y el fuego condecora la paz con su alimento
tú y yo erigimos este celeste resultado!
razón y amor desnudos viven en esta casa.
Sueños furiosos, ríos de amarga certidumbre
decisiones más duras que el sueño de un martillo
cayeron en la doble copa de los amantes.
Hasta que en la balanza se elevaron, gemelos,
la razón y el amor como dos alas.
Así se construyó la transparencia.



Pedro Antonio de Alarcón

El viernes santo

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Solo, negado, escarnecido, muerto,
enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!
la frente inclinas sobre el mundo impío,
en la cumbre del Gólgota desierto.

Ebrio, entre tanto, y de baldón cubierto,
el mortal, en su infame desvarío,
adora una beldad de aliento frío,
pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora
la majestad de tu dolor ultraja
e ingrato y loco tu pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora
por sacudir del cuerpo la mortaja...
Y vive en él como enterrado en vida!



Pedro Antonio de Alarcón

La hija del poeta

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Como, en verano, inútil el rocío
truécase en nube que disipa el viento;
así del noble vate el sentimiento
espiraba sin eco en el vacío.

Y cual la nube en lluvia y ésta en río
trueca de abril el generoso aliento,
tal, realizado en celestial portento,
miró el cantor su vago desvarío.

Tú, gentil Isabel, tierna y piadosa,
tú del paterno amor, tú de su alma,
de sus dolores tú fuiste nacida:

y eres amor en que su fe reposa,
dulce tristeza que las suyas calma,
numen del arte, ensueño de su vida.



Pedro Soto de Rojas

Amistad de arroyo correspondida en llanto

-- de Pedro Soto de Rojas --

Ya de cristales de tu curso bello,
clara verdad de las vecinas flores,
murmuran sin recato mis amores
cuando más tiernamente me querello;

ya me descubren la coyunda al cuello
mis mejillas surcadas con dolores,
marchitas de sus campos las colores
y nevados los montes del cabello.

Bien claro, amigo arroyo, me has mostrado
-mas qué mucho- mi loco desvarío,
si doctrinas los troncos de aquel prado;

pues hoy harás emulación al río
con la paga que ofrezco a tu cuidado
en las corrientes de este llanto mío.



José Tomás de Cuellar

Sol de amor

-- de José Tomás de Cuellar --

NO sé por qué vacila tu albedrío
Entre una sombra negra y mis amores;
Hay un crespón que vela los albores
De tu pasión al entusiasmo mío,

No marchite tu loco desvarío
Con torva duda, de ilusión las flores,
Ni me ofrezcas un cáliz de dolores
Cuando en amarte mi ventura fío.

¿Por qué mostrarse tu pasión recela,
Si tu mirar en sus divinas llamas
Todo un mundo de amores me revela?

Pues si eres sol de amor, y tanto me amas,
Rompe el celaje que tu luz me vela
Y abrásame en el fuego en que te inflamas.



José Tomás de Cuellar

Ven a gozar

-- de José Tomás de Cuellar --

VEN á gozar la fresca sombra
Del álamo frondoso,
Ven á gozar delicias á mi lado;
Aquí de grama en la mullida alfombra
Oirás el regalado
Murmurio del arroyo presuroso.

Ven á gozar: mil músicas suaves
Escucharás, bien mío;
El eco de paloma gemidora,
El dulce trino de parleras aves,
Y la canción sonora
Que entone en mi amoroso desvarío.

¡Ah! ¿No lo ves? la soledad me inspira
Cántigas de ternura;



Juan Boscán

Si el corazón de un verdadero amante

-- de Juan Boscán --

Si el corazón de un verdadero amante,
y un continuo morir por contentaros,
y un extender mi alma en desearos,
y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,
satisfecho y contento con miraros,
y un derramar mis pasos por buscaros,
preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,
en hablándoos, sin más, luego turbarme,
con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme
con público pregón a morir presto,
la culpa es vuestra y el dolor es mío.



Juan de Tassis y Peralta

de cera son las alas cuyo vuelo

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Gobierna incautamente el albedrío,
y llevadas del propio desvarío
con vana presunción suben al cielo.
No tiene ya el castigo, ni el recelo
fuera eficaz, ni sé de qué me fío,
si prometido tiene el hado mío
hombre a la mar como escarmiento al suelo.
Mas si a la pena, amor, el gusto igualas,
con aquel nunca visto atrevimiento
que basta a acreditar lo más perdido,
derrita el sol las atrevidas alas,
que no podrá quitar el pensamiento
la gloria, con caer, de haber subido.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXII

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXVI

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Garcilaso de la Vega

Mi lengua va por do el dolor la guía

-- de Garcilaso de la Vega --

Mi lengua va por do el dolor la guía;
ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir, con puro tino;
cada uno a parar do no querría;

yo, porque voy sin otra compañía,
sino la que me hace el desatino,
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacerla decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,
que aunque inocencia siempre en mí conoce,
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío
de mi lengua, si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?



Garcilaso de la Vega

Siento el dolor menguarme poco a poco

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Gutierre de Cetina

si no fuese juzgado atrevimiento

-- de Gutierre de Cetina --

Si vuestra crueldad lo comportase,
que vuestro servidor llamar osase,
de solo el nombre viviría contento.
Tal os pinta en mi alma el pensamiento
que no os miré jamás que no juzgase
temeridad el bien que desease,
y de tal desvarío me arrepiento.
Enójome de haber más deseado,
y acusando a mí mismo mi locura,
de cuanto deseé no quiero nada.
Sólo en veros consiste mi ventura;
todo lo por venir me desagrada;
el bien presente es más que el mal pasado.



Gutierre de Cetina

si mientra el hombre al sol los ojos gira

-- de Gutierre de Cetina --

Ciego del resplandor, busca un desvío,
¿cómo un flaco mirar ante el sol mío,
cuanto se ciega más, tanto más mira?
si una sola gloria un alma aspira,
puesto que mi deseo es desvarío,
visto un suave mirar, honesto y pío,
¿adónde el desear me lleva y tira?
si de lo que ha de ser certeza tengo,
de mil almas que arder en vivo fuego
he visto, ¿para qué busco otro indicio?
¿a qué me trae el amor? ¿dó voy, dó vengo,
haciendo de mi vida, al vulgo juego
del alma, lastimero sacrificio?



Gutierre de Cetina

si de amor y de vos tan poco fío

-- de Gutierre de Cetina --

Del amor y de vos nace este celo;
de vuestra honestidad nada recelo;
menor es contra vos mi desvarío.
Que vuestra voluntad me dé un desvío
hace que tema amor, del nace un celo
tal que vengo a temer si amáis al cielo.
¡Ved hasta dónde llega el dolor mío!
jamás tuve de vos una sospecha,
ya que tenerla cierta es imposible,
ni otra cosa deseé que otros desean.
Que con mi voluntad la vuestra estrecha
estuviese deseo, y, si es posible,
tan juntas que las dos una alma sean.



Gutierre de Cetina

gran señal es el ver que me arrepiento

-- de Gutierre de Cetina --

Para pensar que ya conozco el daño;
pues me quiero apartar de un mal tamaño,
señal es que lo entiendo y que lo siento.
Mas ¿quién me dará, amor, atrevimiento?
¿quién me dará un esfuerzo tan extraño
que aquel gesto sabroso del engaño
pueda desarraigar del sentimiento?
tanta luz de razón, razón me ha dado,
que conozco el error y el desvarío
del que pretende amando se amando;
mas tiene tanta fuerza el ardor mío
que aunque conozco bien que voy errado,
del camino que voy no me desvío.



Hernando de Acuña

Cuando contemplo el triste estado mío

-- de Hernando de Acuña --

Cuando contemplo el triste estado mío
y se me acuerda mi dichoso estado,
hallo mi ser en todo tan trocado,
que pensar tuve bien es desvarío.

Con mi memoria por mi mal porfío,
pues, sino es esperanza en bien pasado,
y en ella con razón fui confiado,
con muy mayor ahora desconfío.

Ausencia, de pasiones padre y fuente
junta con el temor de vuestro olvido,
del cual aun en presencia me temía,

hacen con fuerza del dolor presente
parecerme, según ya estoy perdido,
que ni fue ni vi entonces lo que vía.



Hernando de Acuña

En medio del placer que el pensamiento

-- de Hernando de Acuña --

En medio del placer que el pensamiento
me causa con mostrárseme presente,
Amor, que por ser bien no lo consiente,
le vuelve por usanza al mal que siento.

Yo al gusto del primer contentamiento
le esfuerzo para el bien do me contente,
mas no me vale, que absolutamente
Amor en sólo el mal le tiene atento.

Y aunque Amor todo su poder me diese,
no vale contra el vuestro, en siendo mío,
ni quiero yo que valga, aunque pudiese.

Mi bien y mal podéis, de vos lo fío:
bástame el mal, si yo lo mereciese,
que pensar en el bien es desvarío.



Vicente García de la Huerta

Descripción de la hermosura de Lisi

-- de Vicente García de la Huerta --

Es tan grande mi amor, oh Lisi mía,
que no podré explicarle aunque más quiera,
porque si en voces mi pasión cupiera,
ni de ti ni de mí digna sería.

A tu mérito, Lisi, y gallardía
amor se debe de más alta esfera,
y, si acaso adorarte alguien pudiera
como mereces, sólo yo podría.

No es soberbia, mi bien, no desvarío
del juicio perturbado al miserable
estado en que hoy se advierte mi albedrío.

Verdad es cierta y hecho incontrastable,
pues, si bien se examina el amor mío,
a sola tu belleza es comparable.



Vicente García de la Huerta

Reflexiones amantes

-- de Vicente García de la Huerta --

Si nadie puede verte sin amarte,
dulce bien mío, y nadie puede verte
sin que le abrase con rigor de muerte
ardentísimas ansias de agradarte;

quien logra tan de cerca contemplarte, 5
y tanto como yo sabe quererte,
difícil es que a contenerse acierte
en los límites sólo de mirarte.

Abrásome a tu vista, dueño mío,
pretendo triunfos, pero al conocerte
repugnante, desisto en mis trofeos;

que a mi ciego furioso desvarío
refrena más el miedo de ofenderte,
que le mueve el tropel de mis deseos.



Marilina Rébora

con mis viejos retratos...

-- de Marilina Rébora --

Con mis viejos retratos...
Señor, quiero ser yo, y sólo con lo mío,
por humilde que sea, aun pobre y pequeño;
nada de adornos vanos ni lujoso atavío
ni aquello que deslumbra en ambicioso sueño.
No quiero en devaneo, tampoco en desvarío,
lo que no corresponda, aunque sea halagüeño;
es triste lo ficticio, y mucho de vacío
disponer como propio de lo que no se es dueño.
Quedar con nuestras cosas, lo que en verdad motiva
y es razón de vivir en el cabal sentido
unos viejos retratos, tal lámpara votiva
y la talla minúscula del antiguo san roque,
y conmigo ser yo es lo que quiero y pido,
dentro de lo que fuera y lo que al fin me toque.



Julio Flórez

Apocalíptica

-- de Julio Flórez --

Y me senté en el carro de la sombra,
presa del más horrendo paroxismo,
y comencé a rodar sobre una alfombra
formada con el cosmos del abismo.

Y abarqué el infinito en una sola
mirada, llena de fulgor intenso
Y vi del tiempo la gigantë ola
rodar al precipicio de lo inmenso!

Y vi la eterna procesión de mundos,
a través de mi loco desvarío,
rodar por los ignotos y profundos
senos inescrutables del vacío!

Y llamé a Dios, con penetrante acento,
con un acento penetrante y hondo,
que atravesó, rasgando el firmamento,
sin encontrar del firmamento el fondo!

Mas nadie respondiome en mi agonía,
—en dónde estás?... —Grité de nuevo— en dónde? .
Pasó la pesadilla. Hoy todavía
lo llamo y todo inútil no responde!



Fernando de Herrera

Acabe ya el lamento grande mío

-- de Fernando de Herrera --

Acabe ya el lamento grande mío,
con quien inundo, Betis, tu corriente;
que mi dolor acerbo no consiente
perpetuo estado a tanto desvarío.

Este fuego en quien ardo gaste el frío,
rompa este yugo estrecho ya mi frente,
y amor en sus rendidos no me cuente;
que del a luengo paso me desvío.

No me tendrá en confuso error su olvido,
su desdén, su rigor y su tormento,
que tanto se cansaron en mi pena.

Mas yo ¿qué digo, ausente y ofendido,
si el impío ofrece siempre al pensamiento
de mi astro fatal la luz serena?



Fernando de Herrera

Del fiero Marte el canto numeroso

-- de Fernando de Herrera --

Del fiero Marte el canto numeroso
y de la selva olvido, y verde prado
la avena, porque vuelvo al fin cuitado,
en gloria de quien turba mi reposo;

de aquel cruel, que fuerte y poderoso,
terror de hombres y dioses y cuidado,
me forzó a tolerar el mal de grado,
y en mi pasión me agrada estar lloroso.

El silencio, el semblante descontento
y el confuso gemido es muestra abierta
de mi penoso y luengo desvarío.

No me duele aunque inmenso, mi tormento;
duéleme que mi pena, a todos cierta,
no conozca quien causa el error mío.



Fernando de Herrera

El fuego que en mi alma se alimenta

-- de Fernando de Herrera --

El fuego que en mi alma se alimenta,
y consume al estéril duro frío,
da vida al casi muerto pecho mío,
y en virtud de sus llamas me sustenta.

Justo es que muera y viva en él y sienta
la gloria de mi dulce desvarío,
porque de mis trabajos yo confío
la esperanza del premio en quien me alienta.

Como en inmenso frío junta espira
inmensa oscuridad, cuya tristeza
ocupa el corazón con grave pena:

Así con el excelso ardor conspira
excelsa luz, que deja en su belleza
mi alma de alegría y de bien llena.



Fernando de Herrera

En vano error de dulce engaño espero

-- de Fernando de Herrera --

En vano error de dulce engaño espero,
y en la esperanza de mi bien porfío,
y aunque veo perderme, el desvarío
me lleva del Amor a donde muero.

Ojos de mi deseo, fin postrero,
sola ocasión del alto furor mío,
tended la luz, romped aqueste frío
temor, que me derriba en dolor fiero;

porque mi pena es tal que tanta gloria
en mí no cabe, y desespero cuando
veo que el mal no debo merecello,

pues venzo mi pasión con la memoria
y con la honra de saber penando,
que nunca a Troya ardió fuego tan bello.



Fernando de Herrera

Flaca esperanza en todas mis porfías

-- de Fernando de Herrera --

Flaca esperanza en todas mis porfías,
vano deseo en desigual tormento,
y inútil fruto del dolor que siento,
lágrimas sin descanso y ansias mías.

Una hora alegre en tantos tristes días
sufrid que tenga un triste descontento,
y que pueda sufrir tal vez contento
la gloria de fingidas alegrías.

No es justo, no, que siempre quebrantando
me oprima el mal y me deshaga el pecho
nueva pena de antiguo desvarío.

Mas, ¡oh! que temo tanto el dulce estado,
que como al bien no esté enseñado y hecho,
abrazo ufano el grave dolor mío.



Fernando de Herrera

Lloro solo mi mal, y el hondo río

-- de Fernando de Herrera --

Lloro solo mi mal, y el hondo río
en sus turbadas ondas lleva el llanto;
ya es tiempo, digo, Amor, en triste canto,
que pongas justo fin al dolor mío;

que sigo ausente sin tu desvarío,
y en tu vana esperanza me levanto,
y en este paso desamparas cuanto
de tu promesa y tu valor confío.

Ya es tiempo, Amor, que el áspero tormento
acabe, o que mi vida se deshaga,
la esperanza, el deseo y osadía;

que en tanto mal ya falta el sufrimiento,
y el crudo golpe de esta acerba llaga
al íntima llegó del alma mía.



Fernando de Herrera

Pensé, mas fue engañoso pensamiento

-- de Fernando de Herrera --

Pensé, mas fue engañoso pensamiento,
armar de duro ielo el pecho mío;
porqu' el fuego d' Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.

Procuré no rendir m' al mal que siento;
y fue todo mi esfuerço desvarío.
Perdí mi libertad, perdí mi brío;
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.

El fuego al ielo destempló en tal suerte,
que, gastando su umor, quedó ardor hecho;
y es llama, es fuego, todo cuanto espiro.

Este incendio no puede darme muerte;
que, cuanto de su fuerça más deshecho,
tanto más de su eterno afán respiro.



Fernando de Herrera

Pienso en mi pena atento y mal presente

-- de Fernando de Herrera --

Pienso en mi pena atento y mal presente,
y procuro algún medio al daño instante;
pero soy en mi bien tan inconstante,
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.

Cuando me aparto y cuido estar ausente,
menos de mi peligro estoy distante;
voy siempre con mis culpas adelante,
sin que de tantos yerros escarmiente.

Noble vergüenza mía, que el perdido
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho
y vence tu virtud mi desvarío?

Si del error y sombra del olvido
me sacas, diré, en honra de este hecho,
que sólo debo a ti poder ser mío.



Fernando de Herrera

Viví gran tiempo en confusión perdido

-- de Fernando de Herrera --

Viví gran tiempo en confusión perdido
y todo de mi mismo enajenado;
desesperé de bien, que en tal estado
perdí la mejor luz de mi sentido.

Mas cuando de mí tuve más olvido,
rompió los duros lazos al cuidado
de Amor el enemigo más honrado,
y ante mis pies lo derribó vencido.

Ahora que procuro mi provecho
puedo decir que vivo, pues soy mío,
libre, ajeno de Amor y de tus daños.

Pueda el desdén, Antonio, en vuestro pecho
acabar semejante desvarío
antes que prevalezcan sus engaños.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cuando marchite tus galanas flores
El que es de la beldad fiero enemigo,
Y en vano pidas protección y abrigo
A los que fueron, Lélia, tus amores;

Cuando todos te olviden; cuando llores
En triste soledad, sin un amigo
Que de tu pena ruda al ser testigo
Anhele disipar tus sinsabores,

Entónces ven á mí; conserva el pecho
Puro el recuerdo de su afecto santo
Y olvida tu pasado desvarío.

Entónces, Lélia, ven; mi hogar estrecho
Contigo partiré, que no lo es tanto
Que en él no quepan tu dolor y el mío.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante V)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh causa de mi triste desvarío,
Casto sueño de amor y de ventura!
¿Por qué, ingrata, á la voz de mi ternura
Fué así tu pecho, como el mármol, frío?

¿Por qué corresponder con el desvío
Que del dolor es fuente, y de amargura,
A quien tanto ensalzara tu hermosura,
Mitad del corazón, ídolo mío?

¡Qué vida tan feliz, acariciada
Con los arrullos de pasion ardiente,
Mi amor tenia para tí guardada!

¡Qué corona más pura y refulgente
Que la corona excelsa, Lélia amada,
Del maternal amor, para tu frente!



José Asunción Silva

A Adriana

-- de José Asunción Silva --

Mientras que acaso piensa tu tristeza
en la patria distante y sientes frío
al mirar donde estás, y el desvarío
de la fiebre conmueve tu cabeza,

yo soñando en tu amor y en tu belleza,
amor jamás por mi desgracia mío
de la profundidad de mi alma, envío
a la pena un saludo de terneza.

Si cuando va mi pensamiento errante
a buscarte en parejas de otro mundo
con la nostalgia se encontrara a solas

sobre las aguas de la mar gigante
entre el cielo purísimo y profundo
y el vaivén infinito de las olas.



Clemente Althaus

Al Rímac

-- de Clemente Althaus --

I

En muda calma la ciudad reposa:
y yo, de codos en tu vasto puente,
miro brillar tu rápida corriente,
que al mar se precipita bulliciosa,
hoy del placer la taza deleitosa
bebió de Lima la festiva gente,
y yo la del dolor, que eternamente
de hiel amarga para mí rebosa.
Y ahora, Rímac, tu raudal sonoro
su sueño arrulla bajo puro cielo,
azul dosel con lentejuelas de oro:
¡y yo tan solo, con perenne duelo,
de la ciudad en la alegría lloro,
de la ciudad en el reposo velo!

II
¡Cuánto crecieron con el llanto mío
Arno y Betis y Támesis y Sena,
testigos todos de mi larga pena
y de mi insano amor y desvarío!
Y hoy también a tus ondas, patrio río,
mezclan mis ojos su encendida vena;
que en la tierra natal como en la ajena,
tenaz me sigue mi recuerdo impío.
Y en vano busco junto a ti reposo,
y el alivio del mal que me atormenta
al refrigerio de tus ondas pido:
¡Ah! sólo del Leteo silencioso
beber puedo en el agua soñolienta
la paz profunda der eterno olvido.



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