Buscar Poemas con Deshecho


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Se han encontrado 48 poemas con la palabra deshecho

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Lope de Vega

Por ver si queda en su furor deshecho

-- de Lope de Vega --

Por ver si queda en su furor deshecho,
Leandro arroja el fuego al mar de Abido,
que el estrecho del mar, al encendido
pecho, parece mucho más estrecho.

Rompió las sierras de agua largo trecho,
pero el fuego, en sus límites rendido,
del mayor elemento fue vencido,
más por la cantidad, que por el pecho.

El remedio fue cuerdo; el amor loco:
que como en agua remediar espera
el fuego que tuviera eterna calma,

bebióse todo el mar, y aún era poco:
que si bebiera menos, no pudiera
templar la sed desde la boca al alma.

Poema Por ver si queda en su furor deshecho de Lope de Vega con fondo de libro

César Vallejo

Trilce: XXVI

-- de César Vallejo --

El verano echa nudo a tres años
que, encintados de cárdenas cintas, a todo
sollozo,
aurigan orinientos índices
de moribundas alejandrías,
de cuzcos moribundos.

Nudo alvino deshecho, una pierna por allí,
más allá todavía la otra,
desgajadas, y
péndulas.
Deshecho nudo de lácteas glándulas
de la sinamayera,
bueno para alpacas brillantes,
para abrigo de pluma inservible
¡más piernas los brazos que brazos!

Así envérase el fin, como todo,
como polluelo adormido saltón
de la hendida cáscara,
a luz eternamente polla.
Y así, desde el óvalo, con cuatros al hombro,
ya para qué tristura.

Las uñas aquellas dolían
retesando los propios dedos hospicios.
De entonces crecen ellas para adentro,
mueren para afuera,
y al medio ni van ni vienen,
ni van ni vienen.

Las uñas. Apeona ardiente avestruz coja,
desde perdidos sures,
flecha hasta el estrecho ciego
de senos aunados.

Al calor de una punta
de pobre sesgo ESFORZADO,
la griega sota de oros tórnase
morena sota de islas,
cobriza sota de lagos
en frente a moribunda alejandría,
a cuzco moribundo.

Poema Trilce: XXVI de César Vallejo con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

de amor y de discreción

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

En que satisface un recelo con la retórica del llanto.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

Poema de amor y de discreción de Sor Juana Inés de la Cruz con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

Esta tarde, mi bien

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



Carolina Coronado

se ha deshecho el alma mía

-- de Carolina Coronado --

Brillaba el sol aquel día
con luz clara, pura, hermosa;
yo no sé qué presentía,
pero estaba el alma mía
agitada y recelosa.
Antes de ver la tormenta
el alción la pronostica:
así una emoción violenta
que se siente y no se explica
a veces nos amedrenta.
¡Tempestad!... Y recia que era
la que aguardaba a mi vida,
cuando por la vez primera
tu mirada placentera
vino a anunciar su venida.
«Alma noble, dije al verte,
corazón osado y fuerte
en amor y odio extremado,
has de ser muy estimado
de la que llegue a quererte».
Harto bien lo presagiaba,
¡mas, por dios, no sospechaba
aquélla que lo decía
que la idólatra sería
del corazón que juzgaba!
¿por qué tu mirada era
tan dulce? ¿por qué tu ruego
quisiste una vez que oyera?...
Con una chispa de fuego
se enciende una inmensa hoguera.
Dice alguno en su porfía
que es mi alma dura roca;
mas, por la virgen maría,
que a un acento de tu boca
se ha deshecho el alma mía.



Lope de Vega

quien dice que en mujeres no hay firmeza

-- de Lope de Vega --

Quien dice que en mujeres no hay firmeza,
no os puede haber, señora, conocido,
ni menos el que dice que han nacido
de un parto la crueldad y la belleza.
Un alma noble, una real pureza
de un cuerpo de cristal hicieron nido;
el mismo ser está con vos corrido,
y admirada de sí naturaleza.
Firme sois, y mujer, si son contrarios,
hoy vuestro pecho con victoria quede,
de que es sujeto que los ha deshecho.
Bronce, jaspe, metal, mármoles parios,
consume el tiempo; vuestro amor no puede:
que es alma de diamante en vuestro pecho.



Lope de Vega

Reliquias ya de navegante flota

-- de Lope de Vega --

Reliquias ya de navegante flota
entre los pies de un empinado risco,
burla del mar, colmena de marisco,
dorada tablazón, descansa rota.

Sin estayes, sin brújula y escota,
picada de un pequeño basilisco,
la que fue de las nubes obelisco
perdió del rumbo la feliz derrota.

En este, pues, deshecho anfiteatro
que entre las siete maravillas nombro,
triste voz repitió por partes cuatro:

«Yo soy aquella cómica de asombro,
reina de las acciones del teatro,
que hoy beso el pie de quien pisaba el hombro.»



Lope de Vega

Silvio en el monte vio con lazo estrecho

-- de Lope de Vega --

Silvio en el monte vio con lazo estrecho
un nudo de dos áspides asidas,
que así enlazadas a furor movidas
se mordían las bocas, cuello y pecho.

«Así -dijo el pastor-, que están, sospecho,
en el casado yugo aborrecidas
dos enlazadas diferentes vidas,
rotas las paces, el amor deshecho».

Por dividir los intrincados lazos,
hasta la muerte de descanso ajenos,
alzó el cayado y prosiguió diciendo:

«Siendo enemigos, ¿para qué en los brazos?
¿Para qué os regaláis, y os dáis venenos?
Dulce morir, por no vivir muriendo».



Góngora

A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto

-- de Góngora --

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano,
que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones

le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?



Manuel del Palacio

En un calabozo

-- de Manuel del Palacio --

¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
Vivir en este sucio asilo estrecho,
Sintiendo sin cesar dentro del pecho
De la airada conciencia el justo cargo!

¡Cuántas horas de angustia y de letargo
Ofrecerá al culpable el duro lecho,
Y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
De su existencia el fin hallará largo!

Pero á mí ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
Reclino en tu tarima mi cabeza;

La culpa, no el castigo, es lo que abruma,
Y rompe mi virtud toda vileza
Como el alto bajel rompe la espuma.



Ignacio María de Acosta

Mi temor

-- de Ignacio María de Acosta --

No me espanta el rigor ni la porfia
del secreto poder de adversa suerte;
ni la cadena que con mano fuerte
en el cuello me ató su tiranía.

No me aterra pensar que llega el día
que impasible vendrá la torva muerte
y a su voz funeral, en polvo inerte
caeré deshecho ante su faz sombría:

Avezado a sufrir de mi fortuna
la dura mano y el rigor extremo
con que oprime mi ser desde la cuna,

qué puedo ya temer...? ¡Oh bien supremo!
de la tropa infernal que me importuna,
Iselia, solo tus enojos temo.



Julián del Casal

salomé

-- de Julián del Casal --

En el palacio hebreo, donde el suave
humo fragante por el sol deshecho,
sube a perderse en el calado techo
o se dilata en la anchurosa nave,
está el tetrarca de mirada grave,
barba canosa y extenuado pecho,
sobre el trono, hierático y derecho,
como dormido por canciones de ave.
Delante de él, con veste de brocado
estrellada de ardiente pedrería,
al dulce son del bandolín sonoro,
salomé baila y, en la diestra alzado,
muestra siempre, radiante de alegría,
un loto blanco de pistilos de oro.



Julián del Casal

mi ensueño

-- de Julián del Casal --

Cuando la ardiente luz de la mañana
tiñó de rojo el nebuloso cielo,
quiso una alondra detener el vuelo
de mi alcoba sombría en la ventana.
Pero hallando cerrada la persiana
fracasó en el cristal su ardiente anhelo
y, herida por el golpe, cayó al suelo,
adiós diciendo a su quimera vana.
Así mi ensueño, pájaro canoro
de níveas plumas y rosado pico,
al querer en el mundo hallar cabida,
encontró de lo real los muros de oro
y deshecho, cual frágil abanico,
cayó entre el fango inmundo de la vida.



Pedro Soto de Rojas

Jazmines, esperanza en blanco

-- de Pedro Soto de Rojas --

Blancos jazmines, que en el blanco pecho
de mi cándida Fénix reposastes,
a quien color, a quien olor hurtastes
con ancha mano, si por tiempo estrecho,

puesto que ya por natural derecho
parece que gozáis lo que usurpastes,
¿cómo -decid- a tanto bien llegastes
que estoy de envidia, cual de amor, deshecho?

Volved las hojas ya lenguas risueñas,
así no le paguéis a la mudanza
el censo a que os obliga haber nacido;

pero no las volváis, que, pues por señas
muestran agora en blanco mi esperanza,
dirán mi muerte y, tras mi muerte, olvido.



Rafael María Baralt

Al señor Conde de San Luis

-- de Rafael María Baralt --

Sublima al cielo la sagrada frente
el poderoso; a su anhelar estrecho
es el ámbito patrio; al pie del lecho
encadenada la fortuna siente.

Vuelo a mirar... Y el héroe prepotente
por tierra está como ídolo deshecho
al gran soplo de Dios, y el áureo techo
guarida es de traición y odio furente.

¡Oh mengua del poder y su pujanza!
hoy sella el labio, en su defensa mudo,
el que ayer le ensalzó de zona en zona.

Y muriera sin gloria y sin venganza,
si amigo el Arte no le diera escudo
y de oro y lauro su inmortal corona.



Juan de Arguijo

La tempestad y la calma

-- de Juan de Arguijo --

Yo vi del rojo sol la luz serena
Turbarse, y que en un punto desparece
Su alegre faz, y en torno se oscurece
El cielo con tiniebla de horror llena.

El austro proceloso airado suena,
Crece su furia, y la tormenta crece,
Y en los hombres de Atlante se estremece
El algo olimpo y con espanto truena;

Mas luego vi romperse el negro velo
Deshecho en agua, y á su luz primera
Restituirse alegre el claro dia,

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
Miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
Igual mudanza á la fortuna mia?



Gabriela Mistral

el amor que calla

-- de Gabriela Mistral --

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto en alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Al sol (Avellaneda)

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

En un día del mes de diciembre

Reina en el cielo, Sol! reina e inflama
con tu almo fuero mi cansado pecho:
sin luz, sin brio, comprimido, estrecho,
un rayo anhela de tu ardiente llama.

A tu influjo feliz brote la grama,
el hielo caiga a tu fulgor deshecho;
Sal! del invierno rígido a despecho,
Rey de la esfera, sal! mi voz te llama.

De los dichosos campos, do mi cuna
recibió de tus rayos el tesoro,
alejóme por siempre la fortuna.

Bajo otro cielo, en otra tierra lloro...
Esta nieve luciente me importuna...
¡El invierno me mata!... ¡Yo te imploro!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En una tarde tempestuosa

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Del huracán espíritu potente
que hoy libre dejas la región precita,
¡ven, con el tuyo mi furor escita!
¡ven con tu fuego a coronar mi frente!

Deja que el rayo con fragor reviente,
mientras cual hoja seca, o flor marchita,
tu fuerte soplo al robre precipita
roto y deshecho al bramador torrente.

Ven a librarme de la pena extraña
que a un alma altiva con baldon devora
y el brillo puro a la razón empaña.

Ven! y al inerte pecho que te implora
da tu poder y tu iracunda saña,
y el llanto seca que cobarde llora.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima viii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos
a través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo,
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
obscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ella
en lumbre encendido
fundirme en un beso
en el mar de la duda en que bogo
ni aún sé lo que creo:
¡sin embargo, estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro!



Gutierre de Cetina

contento con el mal de amor vivía

-- de Gutierre de Cetina --

Habiendo el alma en él hábito hecho;
su daño principal ni su provecho
no me alteraba ya, ni lo sentía.
Hora ha querido la desdicha mía
con otro nuevo mal herirme el pecho;
éste me desbarata y me ha deshecho,
mientra menos del otro me temía.
Como enfermo que está ya confiado
que no puede morir de un mal que tiene,
por haberse en el uso así guardado,
cualquier nuevo accidente que le viene,
diferente de aquel que había pensado,
le hace recelar más que conviene.



Gutierre de Cetina

cuál fiera tempestad, cuál accidente

-- de Gutierre de Cetina --

Mi tan sereno mar ha vuelto airado?
¿qué es del fuego, señora, en que abrasado
fue vuestro corazón tan dulcemente?
si en el perpetuo olvido amor consiente
que así se haya deshecho y apagado,
¿qué fue, si no fue amor, mi bien pasado?
y si fue amor, ¿qué es de él, dóestá presente?
ya que justa ocasión de mí os partiese,
¿cómo puede hora ser que en solo un hora
tanto amor, si era amor, de vos se fuese?
sombra de amores fue, no amor, señora:
mostrásteme la luz por que sintiese
mayor obscuridad sin ella agora.



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli IX

-- de Gutierre de Cetina --

Lavinio, si el hallarme el alma ajena
del ardor en que había hábito hecho,
te hace de mi fe mal satisfecho,
sin saber la ocasión que el hado ordena,
la historia de disculpa y razón llena,
que me tiene ya en lágrimas deshecho,
podrás leer, do hallarás que el pecho
el objeto mudó, mas no la pena.
Baste, pues, un recaudo, el más honrado:
la más justa ocasión para mudarme
que pudo un corazón mudar cuidado.
Sola una razón hay para culparme:
que las alas de bajo vuelo usado
no debieran tan alto levantarme.



Gutierre de Cetina

en el paso más duro y más estrecho

-- de Gutierre de Cetina --

En el más peligroso, en el más fuerte,
en el que temo más que no la muerte,
y en el que más deseé por mi provecho,
me tiene puesto amor, que amor lo ha hecho,
en el dudoso arbitrio de la suerte,
a que viva contento en que se acierte,
o que no, y muera en lágrimas deshecho.
Solía el alma ya vivir segura,
confiada del bien sin merescello,
esperando ese trance en que ha de verse.
Mas quien tiene su vida en aventura,
colgada, como dicen, de un cabello,
ved si tiene razón para temerse.



Gutierre de Cetina

llorando vivo y si en el fiero pecho

-- de Gutierre de Cetina --

De la enemiga mía pudiese el llanto
cuanto pudo en su tiempo el dulce canto,
seríame el llorar honra y provecho.
Mas quien me tiene ya casi deshecho,
de mi bien o mi mal no cura tanto,
y así conviene a mi pesar que cuanto
fue el bien, sea ahora el mal de que sospecho.
Y porque en mi llorar más dolor halle,
quiso ordenar amor, que era enemigo,
que lo que más querría decir, más calle.
Ved cuál estoy, qué extremo es el que sigo:
que llorando mi mal, para contalle,
la causa callo y los efectos digo.



Hernando de Acuña

En extrema pasión vivía contento

-- de Hernando de Acuña --

En extrema pasión vivía contento
por vos, señora, y cuánto más sentía
sólo un mirarme o veros deshacía,
o al menos aliviaba, mi tormento.

Hora quisiste que de fundamento
cayese en tierra la esperanza mía
con declararme lo que no entendía,
de torpe hasta mi entendimiento.

De esto nació un desdén por cuya mano
en término muy corto se ha deshecho
la fábrica que Amor hizo en mil años.

Yo miro, ya seguro desde el llano,
el risco en que me vi y el paso estrecho,
quedando ya seguro de mis daños.



Antonio Almendros Aguilar

La cruz

-- de Antonio Almendros Aguilar --

Muere Jesús del Gólgota en la cumbre,
con amor perdonando al que le hería,
siente deshecho el corazón María
del dolor en la inmensa pesadumbre.

Se aleja con pavor la muchedumbre
cumplida ya la Santa Profecía,
tiembla la tierra, el iluminar del día
cegando a tal horror, pierde su lumbre.

Se abren las tumbas, se desgarra el velo,
y a impulsos de un amor grande y fecundo
parece estar la cruz, signo de duelo,

cerrando augusta con el pie el profundo,
con la excelsa cabeza abriendo el cielo
y con los brazos abarcando el mundo.



Manuel Machado

Ocaso

-- de Manuel Machado --

Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,

para mi amarga vida fatigada...
¡El mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!



Manuel Reina

Morendo

-- de Manuel Reina --

Hermosa, ya tus pupilas
que soles radiantes fueron,
perdiendo van sus fulgores,
su viveza van perdiendo;
tu provocativa boca,
trono del amor y el beso,
palidece, y huyen de ella
la gracia, el clavel y el fuego;
ya en la cascada de oro
de tus brillantes cabellos,
algunos rayos de luna
aparecen indiscretos,
y en tu nacarada frente
de nítido terciopelo,
un hada un surco ha trazado
con su alabastrino dedo;
las flores de tu semblante
se han marchitado y deshecho,
y las flores de tu alma,
hermosa, también han muerto.



Nicolás Guillén

rosa tú melancolía

-- de Nicolás Guillén --

El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
va el campo humedeciendo,
y el día es como un niño
que despierta en el cielo,
rosa tú, melancólica,
ojos de sombra llenos,
desde mi estrecha sábana
toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
ardió con su alto fuego,
cuando la tarde cae
del ocaso deshecho,
yo en mi lejana mesa
tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
de ardoroso silencio,
rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo,
dorada, viva y húmeda,
bajando vas del techo,
tomas mi mano fría
y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
pero siempre te veo
clavada allí, clavando
tu mirada en mi pecho,
larga mirada fija,
como un puñal de sueño.



Juan Meléndez Valdés

El remordimiento

-- de Juan Meléndez Valdés --

Perdona, bella Cintia, al pecho mío,
si evita cauto tu adorable llama;
que Fili solo su fineza inflama,
y él la idolatra aun en el mármol frío.

Si amarte intento, del silencio umbrío
su voz infausta por venganza clama:
«¿Así, me dice, ¡oh pérfido!, se ama?
¡Ay!, ¡tiembla mi furor, impío!

Vuélveme a mi inocencia y a mi pura
candidez virginal; tú de mi pecho,
¡aleve, aleve!, has la virtud lanzado.

Vuélveme a mi virtud...» Su sombra oscura
me sigue así; y en lágrimas deshecho,
me hallo en el duro suelo desmayado.



Julio Arboleda

A la mudanza de la fortuna

-- de Julio Arboleda --

Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse y que en un punto desparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo, con tiniebla de horror llena.

El Austro proceloso airado suena,
crece su furia, y la tormenta crece,
y en los hombros d e Atlante se estremece
el alto Olimpo, y con espanto truena.

Mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y a su luz primera
restituirse alegre el claro día.

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?



Julio Flórez

¿quién oye

-- de Julio Flórez --

De noche, bajo el cielo desolado,
pienso en tu amor y pienso en tu abandono,
y miro, en mi interior, deshecho el trono
que te alcé como a un ídolo sagrado.
Al ver mi porvenir despedazado
por tu infidelidad, crece mi encono;
mas, como sé que sufres, te perdono.
¡Oh!... ¡Tú, jamás me hubieras perdonado!
mis lágrimas, en trémulo derroche,
ruedan al fin.. Y al punto, en inaudito
arranque, a dios elevo mi reproche.
Pero se pierde, entre el negror mi grito
y sólo escucho, en medio de la noche,
del silencio el monólogo infinito.
Julio flórez



Julio Flórez

¿Quién oye?

-- de Julio Flórez --

Poem

De noche, bajo el cielo desolado, pienso en tu amor y pienso en tu abandono, ¡y miro en mi interior deshecho el trono que te alcé como a un ídolo sagrado!

¡Al ver mi porvenir despedazado por tu infidelidad, crece mi encono! Mas, como sé que sufres, te perdono... ¡Oh, tú jamás me hubieras perdonado!

Mis lágrimas, en trémulo derroche, ruedan al fin, y luego, en inaudito arranque, a Dios elevo mi reproche...

¡Pero se pierde entre el negror mi grito y sólo escucho, en medio de la noche, del silencio el monólogo infinito!



Evaristo Carriego

La viejecita

-- de Evaristo Carriego --

Sobre la acera, que el sol escalda,
doblado el cuerpo — la cruz obliga —
lomo imposible, que es una espalda
desprecio y sobra de la fatiga,
pasa la vieja, la inconsolable,
la que es, apenas, un desperdicio
del infortunio, la lamentable
carne cansada de sacrificio.
La viejecita, la que se siente
un sedimento de la materia,
deshecho inútil, salmo doliente
del Evangelio de la Miseria.
Luz de pesares, propios o ajenos,
sobre la pena de su faz mustia
dejan estigmas, de dolor llenos,
entristeciendo su misma angustia;
su misma angustia que ha compartido,
como el mendrugo que no la sacia,
con esa niña que ha recogido,



Fernando de Herrera

Pensé, mas fue engañoso pensamiento

-- de Fernando de Herrera --

Pensé, mas fue engañoso pensamiento,
armar de duro ielo el pecho mío;
porqu' el fuego d' Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.

Procuré no rendir m' al mal que siento;
y fue todo mi esfuerço desvarío.
Perdí mi libertad, perdí mi brío;
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.

El fuego al ielo destempló en tal suerte,
que, gastando su umor, quedó ardor hecho;
y es llama, es fuego, todo cuanto espiro.

Este incendio no puede darme muerte;
que, cuanto de su fuerça más deshecho,
tanto más de su eterno afán respiro.



Fernando de Herrera

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho

-- de Fernando de Herrera --

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho
ufano dulcemente con mi pena,
y que anudarnos pudo en su cadena
el ya cortés amor con lazo estrecho.

Yo veo el bien que tuve ya deshecho,
y mi segura fe de cuitas llena,
y que el ingrato en impío afán condena
a quien halla en su agravio satisfecho.

Yo vi que no fui indigno de la gloria
que en su rigor me usurpa la mudanza,
y en sombra del olvido ya me veo.

Entristézcome siempre en la memoria,
desfallezco medroso en la esperanza,
y al fin pierdo la vida en el deseo.



Francisco de Quevedo

parnaso español 33

-- de Francisco de Quevedo --

Arroja las balanzas, sacra astrea,
pues que tiene tu mano embarazada;
y si se mueven, tiemblan de tu espada:
que el peso y la igualdad no las menea.
No estás justificada, sino fea;
y, en vez de estar igual, estás armada;
feroz te ve la gente, no ajustada:
¿quieres que el tribunal batalla sea?
ya militan las leyes y el derecho,
y te sirven de textos las heridas
que escribe nuestra sangre en nuestro pecho.
La parca eres, fatal, para las vidas:
pues lo que hilaron otras has deshecho
y has vuelto las balanzas homicidas.



Francisco de Quevedo

parnaso español 9

-- de Francisco de Quevedo --

Escondido debajo de tu armada
gime el ponto, la vela llama al viento,
y a las lunas de tracia con sangriento
eclipse ya rubrica tu jornada.
En las venas sajónicas tu espada
el acero calienta, y, macilento,
te atiende el belga, habitador violento
de poca tierra, al mar y a ti robada.
Pues tus vasallos son el etna ardiente
y todos los incendios que a vulcano
hacen el metal rígido obediente,
arma de rayos la invencible mano:
caiga roto y deshecho el insolente
belga, el francés, el sueco y el germano.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 35

-- de Francisco de Quevedo --

Más solitario pájaro ¿en cuál techo
se vio jamás, ni fiera en monte o prado?
desierto estoy de mí que me has dejado
mi alma propia en lágrimas deshecho.
Lloraré siempre mi mayor provecho;
penas serán y hiel cualquier bocado;
la noche afán, y la quietud cuidado,
y duro campo de batalla el lecho.
El sueño, que es imagen de la muerte,
en mí a la muerte vence en aspereza,
pues que me estorba el sumo bien de verte.
Que es tanto tu donaire y tu belleza,
que, pues naturaleza pudo hacerte,
milagro puede hacer naturaleza.



Francisco Villaespesa

canciónd el recuerdo

-- de Francisco Villaespesa --

viii
yo te he deshecho, ¡oh muerta cabellera,
para que recatases, destrenzada,
el pudor de una virgen desposada
que desnuda se vio por vez primera!
la ágil caricia de tus sedas era
como una primavera perfumada...
Serviste a mis ensueños de almohada,
y serás mi sudario cuando muera.
Sueltos tus rizos, en el aire ondean;
mis manos con amor por ellos vagan
temblorosas de afán, llenas de miedos,
pues teme mi ilusión que acaso sean
telarañas de sol, y se deshagan
al menor movimiento de mis dedos.



José Martí

me han dicho, buen florencio...

-- de José Martí --

Me han dicho, buen florencioque deseas
ver un grano de trigo,
luego que sobre él cruza y recruza
la rueda corpulenta del molino:
¡pues, ven! ábreme el pecho:
que traigo en él un grano bien deshecho.



José Martí

a un clasicista que habló de suicidarse

-- de José Martí --

A un anciano abatido
avive el buen cristiano
el seso adormecido,
ponga al hierro mortífero la mano,
mas no a la sien insano,
sino a tierra, en arado convertido.
Mírese por el suelo
el vasto cráneo roto,
tinto en su sangre el pudoroso velo
de sus hijas, y al soto
el cuerpo echado, el alma opaca al cielo.
Y mire al reluciente
señor, de ira vestido,
y de luz de relámpagos, la frente
nublar de oro encendido
y cielo abajo echar al impaciente.
Y corno desraigado
roble del alto erebo
mírese por los vientos arrastrado
y deshecho, y de nuevo
por prófugo a la vida condenado.
Pues ¿cómo en el remanso
sabroso de la muerte
derecho igual al plácido descanso
tendrán el alma fuerte
y la cobarde, el réprobo y el manso?



Carolina Coronado

por bajo de una lámina que representaba a la virgen

-- de Carolina Coronado --

escucha, madre mía,
la de el velo de estrellas; bienhechora,
dulce y bella maría.
Escucha la que implora
dolorido y mortal; madre y señora.
Si a mi débil acento
romper los aires y turbar es dado
allá del firmamento
el azul sosegado,
escucha, virgen pura, mi cuidado.
La sola voz que el pecho
pudiera ya exhalar, a ti revela
el corazón deshecho,
que tu piedad anhela
y hasta tu trono arrebatado vuela.
¡Oh tu dulce señora
de la esfera eternal!... La tierra mira
y al infeliz que llora
y al triste que suspira
resignación y fe y amor inspira.
De tu sagrada mano
piadoso manantial brote a raudales
donde beba el humano
alivios celestiales,
donde se apague el fuego de los males.
Y lleva hacia tu seno
a los dolientes hijos que te amaron:
¡no más gima ya el bueno
en grillos que forjaron
los que rebeldes contra ti se alzaron!



Clemente Althaus

A mi tío el varón don Augusto Althaus

-- de Clemente Althaus --

No expresa mi placer lenguaje humano:
al fin antiguo anhelo he satisfecho,
y entre mis brazos vuestro cuello estrecho,
¡oh de mi padre idolatrado hermano!

Pero de tanto júbilo a un insano
dolor pasa de súbito mi pecho;
y, en encendidas lágrimas deshecho,
pienso en mi padre, y le apellido en vano.

Pienso que, como a vos en este instante,
nunca abrazarle a su hijo dio la suerte
ni conocer su voz y su semblante;

pienso que, como vos, anciano fuerte,
aún hoy, consuelo de su prole amante,
¡burlar pudiera la terrible muerte!



Clemente Althaus

Ansia del cielo

-- de Clemente Althaus --

Tal vez el cielo, que por noble patria
confiesa el alma, y sin cesar la llora,
doloroso contemplo y pensativo,
desde este triste valle de miseria
do prisionero vivo;
cual desde orilla mora,
en encendidas lágrimas deshecho,
mirar solía el Español cautivo
os verdes campos de su dulce Iberia,
al otro lado del hercúleo estrecho;
y, cual sus lazos destrozar ansiaba
para volver nadando a sus hogares,
las cadenas romper de la materia
así entonces anhela el alma esclava,
desnudándose fuerte
del natural espanto de la muerte.



Ramón López Velarde

Como en la salve

-- de Ramón López Velarde --

¡Oh bienaventuranza fértil de los que saben
ir gimiendo y llorando despreciativamente,
como en la Salve, que es un óleo y una fuente!

Yo también supe antaño de la bondad del cielo
que en mis acerbos pésames llovía,
y compuse mi Salve, con la fe de un cruzado
bajo los muros de Antioquía.

Mas hoy es un vinagre
mi alma, y mi ecuménico dolor un holocausto
que en el desierto humea.
Mi Cristo, ante la esponja de las hieles, jadea.
Con la árida agonía de un corazón exhausto.

¡Señor, Tú que colocas
resina en la corteza impenitente
y agua entrañable en las adustas rocas,
hazme casto y humilde para poder llorar
la bienaventuranza de aquel llanto deshecho
que fertiliza lava el pecho,
y verás cómo mi alma se atavía
y trueca su congoja en alborozo
par escalar los muros de Antioquía!



Ricardo Güiraldes

Póstuma

-- de Ricardo Güiraldes --

Fue grande. La muerte empero le cayó encima.

Como una cima,

que se derrumba

sobre su tumba.

Fue genio. Sus concepciones desertaron su cráneo.

Como el estaño,

que se derrama,

bajo la llama.

Fue hombre. Amor pulsó dentro su pecho.

Ahora deshecho

por la ponzoña

de su carroña.

Blanco será y puro

cuando sus huesos, duros,

solos estén.

Y su alma de grande,

su cráneo de genio,

su forma de hombre,

yazcan sin nombre,

santificados por el olvido.

Eterno nido,

de eterna gloria,

fuera de historia.

Buenos Aires, 1915.



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