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Se han encontrado 34 poemas con la palabra desea

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Jorge Manrique

canción quien tanto veros desea

-- de Jorge Manrique --

I
quien tanto veros desea,
señora, sin conoceros,
¿qué hará después que os vea,
cuando no pudiere veros?
ii
gran temor tiene mi vida
de mirar vuestra presencia,
pues amor en vuestra ausencia
me hirió de tal herida;
aunque peligrosa sea,
deliro de conoceros,
y si muero porque os vea,
mi victoria será veros.

Poema canción  quien tanto veros desea de Jorge Manrique con fondo de libro

Alberto Lista

Del amor

-- de Alberto Lista --

Alcino, quien los ásperos rigores
de una ingrata beldad vencer procura,
ni encantos a la tésela espesura,
ni a la remota Colcos pida flores.

Amar es el hechizo, que en amores
la victoria y las dichas asegura,
y somete el pudor y la hermosura,
y corona al amante de favores.

Mas si el vil seductor quiere que sea
una impura pasión amor hermoso,
no se admire de verla desdeñada.

Que no es amante el que gozar desea,
sino el que sacrifica generoso
su bien y su placer al de su amada.

Poema Del amor de Alberto Lista con fondo de libro

Amado Nervo

renunciación

-- de Amado Nervo --

¡oh, siddharta gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
quien bebe como el cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
Y no hay paz comparable con su perenne paz!

Poema renunciación de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Si amare cosa yo que Dios no sea

-- de Lope de Vega --

Si amare cosa yo que Dios no sea,
y de lo que su amor también procede,
que en odio al cielo y la tierra quede,
que sí estaré, como sin Él me vea
¿Y qué de mucho que el alma, que desea
el centro, donde sólo parar puede,
ame aquel bien que todo excede,
pues no hay descanso que sin Dios posea?
Tú, Rey del cielo, que mi amor procuras,
serás el centro de las ansias mías,
de aquel eterno bien prendas seguras.
Son las del mundo breves tiranías
que no merecen nombre de hermosuras,
sujetas al imperio de los días.



Lope de Vega

Siempre te canten santo Sabaot

-- de Lope de Vega --

Siempre te canten, santo Sabaot,
tus ángeles, gran Dios, divino Hilec;
mi vida excede ya la de Lamec,
huir deseo como el justo Lot.

Cayó en viéndote el ídolo Behemot,
sacerdote mayor Melchisedeq;
no ha tocado a mi alma Abimelec,
ni Jezabel la viña de Nabot.

Profetas falsos dan la muerte a Acab,
David desea ya el agua de Bet,
por la paciencia con que espera Job.

Cruel está con Absalón Joab,
salga del arca a ver el sol Jafet,
y el cielo de la escala de Jacob.



Góngora

Dilatándose una pensión que pretendía

-- de Góngora --

Camina mi pensión con pies de plomo,
el mío, como dicen, en la huesa;
a ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
por dar más luz al mediodía la tomo.

Merced de la tijera a punta o lomo
nos conhorta aun de murtas una mesa;
«Ollay» la mejor voz es portuguesa,
y la mejor ciudad de Francia, Como.

No más, no, borceguí; mi chimenea,
basten los años que ni aun breve raja
de encina la perfuma, o de aceituno.

¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
del comer tarde al acostarse ayuno.



Jaime Sabines

los he visto en el cine

-- de Jaime Sabines --

Frente a los teatros,
en los tranvías y en los parques,
los dedos y los ojos apretados.
Las muchachas ofrecen en las salas oscuras
sus senos a las manos
y abren la boca a la caricia húmeda
y separan los muslos para invisibles sátiros.
Los he visto quererse anticipadamente, adivinando
el goce que los vestidos cubren, el engaño
de la palabra tierna que desea,
el uno al otro extraño.
Es la flor que florece
en el día más largo,
el corazón que espera,
el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio.
Esa niña que hoy vi tenía catorce años,
a su lado sus padres le miraban la risa
igual que si ella se la hubiera robado.
Los he visto a menudo
a ellos, a los enamorados
en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,
encontrarse en la carne,
sellarse con los labios.
Y he visto el cielo negro
en el que no hay ni pájaros,
y estructuras de acero
y casa pobres, patios,
lugares olvidados.
Y ellos, constantes, tiemblan
se ponen en sus manos,
y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,
igual que un viejo abuelo desengañado.



Jorge Manrique

esparza pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Jorge Manrique

Esparza: Pensando, señora, en vos

-- de Jorge Manrique --

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa

a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.



Diego Hurtado de Mendoza

Si fuese muerto ya mi pensamiento

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

¡Si fuese muerto ya mi pensamiento,
Y pasase mi vida así durmiendo
Sueño de eterno olvido, no sintiendo
Pena ó gloria, descanso ni tormento!

Triste vida es tener el sentimiento
Tal, que huye sentir lo que desea.
Su pensamiento á otros lisonjea;
Yo enemigo de mí siempre lo siento.

Con chismerías de enojo y de cuidado
Me viene, que es peor que cuanto peno;
Si algun placer me trae, con él me va,

Como á madre con hijo regalado,
Que si llorando pide algun veneno,
Tan ciega está de amor, que se le da.



Pedro Soto de Rojas

Fénix, sol de amor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Con manos de oro la neutral cortina
corre el gran sumiller del cuarto cielo
y, descubriendo su esplendor al suelo,
las extranjeras formas avecina.

El vulgo todo de la luz se inclina,
cediendo a su mayor con santo celo,
que dar al sol la luz y al ave el vuelo
la justicia constante determina.

Sol es, Fénix, de amor vuestro semblante,
sol que dudas aclara y hermosea,
sol que forma los años del amante;

exhalación mi alma, que os desea
y por derecho natural constante
en vos la luz de vos por vos emplea.



Félix María Samaniego

La mercadera y el tuno

-- de Félix María Samaniego --

En un día muy festivo

estaba una mercadera

sentada en silla poltrona

a la puerta de su tienda.

Su postura era chocante

porque tenía ambas piernas

demasiado separadas,

y así con razón se lleva

la atención de los que pasan.

Entre todos uno llega

que le dice: -Señorita,

cierre usté luego la puerta,

que hoy no se puede vender

porque es de precepto fiesta.

Conociendo la tal dama

dónde el dicho se endereza,

porque era bien advertida,

respondió: -Señor Babieca,

usted no sea ignorante,

y para adelante sepa

que estos postigos se abren

tan sólo para las fiestas.

Y el tunante la replica:

-Si eso es lo que usted desea,

avise y se las haré

de la suerte que las quiera.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXI

-- de Garcilaso de la Vega --

Clarísimo marqués, en quién derrama
el cielo cuanto bien conoce el mundo;
si el gran valor en que el sujeto fundo,
y al claro resplandor de nuestra llama

arribare mi pluma, y do la llama
la voz de vuestro nombre alto y profundo,
seréis vos solo eterno y sin segundo,
y por vos inmortal quien tanto os ama.

Cuanto del largo cielo se desea,
cuanto sobre la tierra se procura,
todo se halla en vos de parte a parte;

y, en fin, de solo vos formó natura
una extraña y no vista al mundo idea.
Y hizo igual al pensamiento el arte.



Garcilaso de la Vega

Clarísimo Marqués, en quien derrama

-- de Garcilaso de la Vega --

Clarísimo Marqués, en quién derrama
el cielo cuanto bien conoce el mundo;
si al gran valor en que el sujeto fundo,
y al claro resplandor de vuestra llama

arribare mi pluma, y do la llama
la voz de vuestro nombre alto y profundo,
seréis vos sólo eterno y sin segundo,
y por vos inmortal quien tanto os ama.

Cuanto del largo cielo se desea,
cuanto sobre la tierra se procura,
todo se halla en vos de parte en parte;

en fin, de sólo vos formó natura
una estraña y no vista al mundo Idea.
Y hizo igual al pensamiento el arte.



Gaspar María de Nava Álvarez

Pintura del cruel estado de un celoso

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

enhiesta la cerviz, el polvoroso
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta
y vive con sospechas alarmado.

Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?
y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?



Gutierre de Cetina

en la muerte de la princesa doña maría

-- de Gutierre de Cetina --

La gran dea de los partos invidiosa
de ver que haya en el cielo alguna estrella
de mayor resplandor y beldad que ella,
del marido y hermano está quejosa.
Júpiter que agradar desea a la esposa,
si bien conoce injusta su querella,
«traigamos acá dijo otra más bella
y así venus será menos hermosa».
Por el mundo la va juno buscando,
y en pincia, por común desaventura,
de una princesa al parto se destina.
Mas no tan presto la ha mirado, cuando
al cielo se llevó su hermosura.
¡Ay, invidia crüel, fiera lucina!



Gutierre de Cetina

luz que en el fuego vivo, en el tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Mayor que se haya visto entre mortales,
ardéis mi corazón con ansias tales
que en medio de su mal vive contento;
si las partes que en vos escribo y siento
a vuestro merescer no son iguales,
excúsenme con vos mis propios males,
que embarazan el flaco entendimiento.
Y si no puede haber cosa que sea
igual a lo que sois, ¿cómo podría
mostraros comparando al que no os vea?,
salvo pintando un bien la fantasía
con la imaginación, cual lo desea
y cual os pinta agora el alma mía.



Gutierre de Cetina

crüel y venturosa gelosía

-- de Gutierre de Cetina --

Si de humano sentido alcanzas parte,
¿por qué enemiga así quieres mostrarte
al mundo, a mí y a la señora mía?
cuanta el mundo beldad mirar podría,
celas con importuna e invidiosa arte;
a mí causas dolor con tu cerrarte
y a mi señora ofende tu porfía.
Ella quiere ser vista porque vea
la tierra el mayor bien que puede verse,
y el cielo la beldad que allá desea.
¡Aquel fuego que en mí pudo encenderse
te abrase! pero no, porque no sea
tu encenderte ocasión de su esconderse.



Gutierre de Cetina

notorio es en el mundo aquel tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Que en el infierno tántalo padece,
do el agua y el manjar le desfallece,
teniendo entre los dos perpetuo asiento.
Yo en el infierno acá que el sentimiento
a un alma triste, enamorada, ofrece,
de un fiero desear, que le parece,
infernalmente atormentar me siento.
Mas, ¡ay!, ¿qué digo yo? ¡quédesvarío!:
que su tormento es pena de pecado
y el mío injusto mal no merecido.
Y de tanto es más grave el daño mío,
que él desea el manjar que no ha probado
y yo el que solía gozar y he ya perdido.



Gutierre de Cetina

en el gozo mayor, en el contento

-- de Gutierre de Cetina --

De mayor calidad que se desea,
en el bien que no hay bien que igual le sea,
y en la gloria mayor de mi tormento,
me sale de través un pensamiento,
¡ay dios, qué gran error, qué cosa fea!,
y me hace creer que nos lo crea.
¡Ved cuál queda con esto el sentimiento!
me dice que es ficción, que es una sombra,
cierto disimular, falsa apariencia,
que no viene de amor tales afectos.
Y el alma que de tal visión se asombra,
tanto le amarga al gusto esta dolencia
que apenas siente el bien de estos efectos.



Gutierre de Cetina

señora, si es amor, como se entiende

-- de Gutierre de Cetina --

Deseo de gozar la cosa amada,
¿de dó viene que esta alma enamorada
en el gozo mayor su fuego enciende?
si tanto dura amor cuanto contiende
al desear la cosa deseada,
pues la causa de amor es ya acabada
¿cómo dura el efecto y se defiende?
no es amor tal amor, mas desconcierto;
no es el favor el fin de esta porfía,
aunque muestra ser fin de los amores.
Amor nace del alma; el alma es cierto
que en parte es voluntad, y así la mía
desea la voluntad, no los favores.



Hernando de Acuña

Amor y un gran desdén, que le guerrea

-- de Hernando de Acuña --

Amor y un gran desdén, que le guerrea,
han ya venido a singular combate;
no hay quien entre ellos de concierto trate,
por do fuerza será que el fin se vea.

Mas mi razón vencida, que desea
que el fiero vencedor se desbarate,
para que tanto mal no se dilate,
de nuevo armada, en mi favor pelea.

Ya Amor con dos contrarios se congoja,
y en su poder, do tanto confiaba,
no se asegura ya ni se confía.

Del arco tiene ya la cuerda floja,
ya vuelve las saetas a su aljaba,
ya de mi libertad se acerca el día.



Hernando de Acuña

Pastora en quien mostrar quiso natura

-- de Hernando de Acuña --

Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria de este bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla oscura,

si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuanto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,

desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, más cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,

debe sentir la misma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.



Vital Aza

Cuento

-- de Vital Aza --

Ayer hallé a un cesante
de rostro macilento,
que frente a un panecillo
tan duro como un hierro,
–pues que quizás tuviera
dos meses por lo menos,–
contábale afligido
dolores y tormentos,
vertiendo cada lágrima
que era un dolor el verlo.
Tomele por un loco
y a él me acerqué con miedo,
diciéndole: –Amiguito,
perdone si molesto;
pero saber quisiera
por qué tan triste y serio
le encuentro conversando
con ese pan tan seco.
Y respondiome el hombre
al punto, y muy atento:
–¿Desea usted, amigo,
saber lo que pretendo?
La cosa es muy sencilla,
y aunque a las claras veo
que usted me juzga loco,
verá que soy muy cuerdo.
¡Seis días han pasado!
¡Seis días, caballero,
sin que un bocado solo
entrara en este cuerpo!
Y como el tiempo pasa
y el hambre va creciendo,
con este pan me encaro,
–porque es fuerza comerlo,–
mas como está tan duro
y así con él no puedo,
le cuento mil desgracias
y horrores mil le cuento
¡a ver si de este modo
consigo enternecerlo!



Juan Meléndez Valdés

A don Eugenio de Llaguno

-- de Juan Meléndez Valdés --

Alivia el peso, soberana Astrea;
déjame una hora de feliz reposo;
el crudo afán de tu servicio honroso
ceda una vez a más feliz tarea.

Santa amistad en celebrar se emplea
del claro Elpino galardón glorioso,
merced justa de un rey que poderoso
su mérito y saber honrar desea.

Vosotras, Musas, si a mi ruego un día
cedisteis gratas, y mi tierno acento
oyó afable por vos mi dulce Elpino,

prestas volad, decidle mi alegría,
del pueblo hispano el general contento,
de la virtud el júbilo divino.



Juan Meléndez Valdés

La humilde reconvención

-- de Juan Meléndez Valdés --

Dame, traidor Aminta, y jamás sea
tu cándida Amarili desdeñosa,
la guirnalda de flores olorosa
que a mis sienes ciñó la tierra Alcea.

¡Ay!, dámela, cruel; y si aún desea
tomar venganza tu pasión celosa,
he aquí de mi manada una amorosa
cordera; en torno fenecer la vea.

¡Ay!, dámela, no tardes, que el precioso
cabello ornó de la pastora mía,
muy más que el oro del Ofir luciente,

cuando cantando en ademán gracioso
y halagüeño mirar, merecí un día
ceñir con ella su serena frente.



Fernando de Herrera

Desea descansar de tanta pena

-- de Fernando de Herrera --

Desea descansar de tanta pena,
conociendo ya tarde el desengaño,
mi alma, hecha a su dolor extraño,
y del perdido tiempo se condena.

Ve su triste esperanza de ansias llena,
poco bien, mucho mal, perpetuo daño,
y las glorias debidas cierto engaño,
que el su dulce tirano al fin ordena.

Siente sus fuerzas flacas y sin brío,
y su deseo vano y peligroso,
y medrosa levanta apena el vuelo.

Amor, porque no crezca en ella el frío,
el fuego aviva do arde, y sin reposo
busca y gime, hallando luz del cielo.



Francisco de Quevedo

muestra el error de lo que se desea

-- de Francisco de Quevedo --

Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
mirad el ciego error en que he vivido!
con mis aumentos proprios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.



Francisco Sosa Escalante

En el baile (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No de tu hechizo virginal las flores
A marchitarse expongas en las salas
Del baile tentador; tiende tus alas
A otros cielos más puros y mejores.

Aquí luces encantos seductores,
Y belleza sin par; vistosas galas,
Y, de la orquesta al resonar, resbalas
Entre suspiros y jurar de amores.

Es cierto, dulce niña; tu hermosura
Forma del baile la mejor presea
Y todo á fascinarte se conjura;

Pero si eterno galardón desea
Tu alma, huye de aquí; modesta y pura
La gloria del hogar tu gloria sea.



José Asunción Silva

Las noches del hogar

-- de José Asunción Silva --

Regresar fatigado del trabajo
de la diaria faena
e ir a mirarse en lo hondo retratado
de sus pupilas negras
cerca del rico piano —mientras vaga
sobre las blancas teclas
su mano de marfil— soñar despierto
felicidad eterna.
A la luz de la lámpara brillante
ver las rubias cabezas
de los risueños niños— de infantiles
ilusiones llenos.
¡La mirada tender sobre la cuna
que cual flor entreabierta
entre sus hojas perfumadas guarda
una existencia nueva!
¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
cariñosa y risueña,
cuando en el paso por el falso mundo
ancha herida sangrienta,
el desengaño abrió, cuando sentimos
caer mustias y secas
de la primera juventud las rosas,
qué mortal no desea
dejar en tu silencio venturoso
deslizar la existencia
y guardar lo divino y delicado
que el alma herida encierra
en tu seno feliz —¡como la concha
lejos de las tormentas
guarda en el fondo del movible océano
las nacaradas perlas!



José Martí

¡vivir en sí, qué espanto!

-- de José Martí --

¡vivir en sí, qué espanto!
salir de sí desea
el hombre, que en su seno no halla modo
de reposar, de renovar su vida,
en roerse a sí propia entretenida.
La soledad ¡qué yugo!
del aire viene al árbol alto el jugo:
de la vasta, jovial naturaleza
al cuerpo viene el ágil movimiento
y al alma la anhelada fortaleza.
¡Cambio es la vida! vierten los humanos
de sí el fecundo amor: y luego vierte
la vida universal entre sus manos
modo y poder de dominar la muerte.
Como locos corceles
en el cerebro del poeta vagan
entre muertos y pálidos laureles,
ansias de amor que su alma recia estragan
de anhelo audaz de redimir repleto
buscar en el aire bueno a su ansia objeto
y vive el triste, pálido y sombrío,
como gigante fiero
a un negro poste atado,
con la ración mezquina de un jilguero
por mano de un verdugo alimentado.
¡Fauce hambrienta y voraz, un alma amante!
y aquí, enredado entre sus hierros, rueda
y el polvo muerde, el aire tasca y queda
atado al poste el mísero gigante.



José Martí

cuba nos une...

-- de José Martí --

Cuba nos une en extranjero suelo,
auras de cuba nuestro amor desea:
cuba es tu corazón, cuba es mi cielo,
cuba en tu libro mi palabra sea.



Carlos Pellicer

recinto. fin del nombre amado

-- de Carlos Pellicer --

xv
un soneto de amor que nunca diga
de quién y cómo y cuándo, y agua dé a
quien viene por noticia y en sí lea
clave caudal que sin la voz consiga.
Que en cada verso pierda y gane y siga
ritmo a la cifra en luz que el agua arquea,
y suba el espendor que así desea
música lengua y tacto a flor de espiga.
Ya la línea sandalia del terceto
abre camino al alma del objeto
que adoro y cuyo nombre dicen todos.
Nadie sabe el valor de su grandeza,
pero al decirlo de inconscientes modos
me transfiguran, pues me dan belleza.



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Ariiba