Buscar Poemas con Desdicha


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Se han encontrado 34 poemas con la palabra desdicha

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Juan Boscán

Ha tanto ya que mi desdicha dura

-- de Juan Boscán --

SONETO LIV

Ha tanto ya que mi desdicha dura,
que en esto solo tuve mi esperanza;
esperé de fortuna su mudanza,
que por mí no negara su natura.

Entendióme, yo pienso, la ventura,
y ha tornado al revés mi confianza;
que por tenerme siempre so la lanza,
firme se ha hecho, y de su ser no cura.

Para bien destruirme, se destruye;
deja de ser, por ser contra mí fuerte;
sus leyes naturales en mí vence.

Pensé do no hay razón, que hubiera suerte;
agora sé que el mundo ya me huye;
y es fuerza que otro mundo se comience.

Poema Ha tanto ya que mi desdicha dura de Juan Boscán con fondo de libro

Antonio García Gutiérrez

Carta a Filena

-- de Antonio García Gutiérrez --

Aunque siempre fuí cobarde
Contigo, amoroso alarde
Hacer de un recuerdo quiero:
Era á mitad de Febrero;
Era á mitad de una tarde.

Con el alma de amor llena,
Buscando alivio á la pena
Que mi corazón traspasa,
Llamé á tu puerta, Filena,
Y estabas solita en casa.

No sé si aliviar quisiste
Mis amantes desvarios:
Ello es que viéndome triste
Enternecida pusiste
Tus labios sobre los mios.

Sin duda fué caridad:
Sin duda fué solo un medio
De mostrarme tu piedad;
Pero ¡ay! que ha sido el remedio
Peor que la enfermedad.

Mira, Filena querida,
Si hay desdicha parecida
A esta mi desdicha fuerte:
Lo que á tantos da la vida
A mi me ha dado la muerte.

Poema Carta a Filena de Antonio García Gutiérrez con fondo de libro

José Martí

de mi desdicha espantosa

-- de José Martí --

xxxiii
de mi desdicha espantosa
siento, oh estrellas, que muero:
yo quiero vivir, yo quiero
ver a una mujer hermosa.
El cabello, como un casco,
le corona el rostro bello:
brilla su negro cabello
como un sable de damasco.
¿Aquélla?... Pues pon la hiel
del mundo entero en un haz,
y tállala en cuerpo, y ¡haz
un alma entera de hiel!
¿esta?... Pues esta infeliz
lleva escarpines rosados,
y los labios colorados,
y la cara de barniz.
El alma lúgubre grita:
«¡mujer, maldita mujer!»
¡no sé yo quién pueda ser
entre las dos la maldita!

Poema de mi desdicha espantosa de José Martí con fondo de libro

Lope de Vega

si gasta el mar la endurecida roca

-- de Lope de Vega --

Si gasta el mar la endurecida roca
con el curso del agua tierna y blanda,
si el español, que entre los indios anda,
con largo trato a su amistad provoca;
si al ruego el áspid la fiereza apoca,
si el fuego al hierro la fiereza ablanda,
no yerra amor, cuando esperar le manda
un imposible a mi esperanza loca.
Que el tiempo que las rocas enternece,
indios, áspides, hierros, bien podría
sirviendo, amando cuanto amor concede,
por más que mi desdicha os endurece,
señora, enterneceros algún día,
que un inmortal amor todo lo puede.



Lope de Vega

A la primera luz que al viento mueve

-- de Lope de Vega --

A la primera luz que al viento mueve,
trágico ruiseñor en la ribera,
joven almendro erró la primavera,
y, anticipado, a florecer se atreve.

Pero trocando en átomos de nieve
el blando soplo al céfiro, la fiera
mano del austro, en turbulenta esfera,
las flores desmayó fímera breve.

Así mozo infeliz, cuando le advierte
el valle, el prado en flor anticipada,
desmaya ramas y pimpollos vierte.

Siendo de aquella fábrica dorada
tan breve el fin, que aun ignoró la Muerte
si fue con la desdicha o con la espada.



Lope de Vega

Pluma, las musas, de mi genio autoras

-- de Lope de Vega --

-Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. -Alto; a escribillos!
-Yo solo escribiré, señor Burguillos,
estas que me dictó rimas sonoras.

-¿A Góngora me acota a tales horas?
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímese dos musas cantimploras.

Dejemos la campaña, el monte, el valle,
y alabemos señores. -No le entiendo.
¿Morir quiere de hambre? -Escriba y calle.

-A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.



Alto estoy, tanto que me niega el velo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Alto estoy, tanto que me niega el velo
pardo el suelo a mis ojos, por airado,
en mirar que por nubes le he trocado
o porque niega, en fin, humano cielo.

Águila en vista fui, águila en vuelo,
mas como ajena salas he volado
temo me falten: miro que han parado
en ejemplos, mis émulos, del suelo.

Desprecio, altivos, dieron a su suerte,
al tiempo, a la fortuna: si han caído,
sus manos dieron puertas al mal suyo.

Conozco mi verdad, merezco acierte.
¡Desdicha, si me humillas, habrá sido
no por mi mal o culpa: por ser tuyo!



Venus (Valdés)

-- de Ignacio Valdés y Machuca --

Ya que fue inevitable mi infortunio,
y que no hubo remedio a mi desgracia,
haz que los males que me martirizan,
y las penas acerbas que traspasan

mi cariñoso pecho, se mitiguen,
y cese mi desdicha tan infausta:
transfórmame a mi Adonis amoroso
en la flor más preciosa, en la más rara,

en la más olorosa y más risueña
que pueda de tus manos ser formada,
y en ella encontraré cuando la mire

aquella seductora y dulce gracia,
aquellas perfecciones y atractivos,
que mis ojos amantes cautivaban.



Pablo Neruda

soneto lv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lv
espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto
asedian día y noche la miel de los felices
y no sirve la torre, ni el viaje, ni los muros:
la desdicha atraviesa la paz de los dormidos,
el dolor sube y baja y acerca sus cucharas
y no hay hombre sin este movimiento,
no hay natalicio, no hay techo ni cercado:
hay que tomar en cuenta este atributo.
Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados,
profundos lechos lejos del pestilente herido,
o del que paso a paso conquista su bandera.
Porque la vida pega como cólera o río
y abre un túnel sangriento por donde nos vigilan
los ojos de una inmensa familia de dolores.



Pedro Antonio de Alarcón

Te miro, y lloro porque no me miras

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Te miro, y lloro porque no me miras:
me miras, y suspiro
al hallar el desdén en tu mirada:
suspiro, y lloro porque no suspiras,
suspiras ¡ay! y acongojado miro
que no es por mí... Y así, mujer amada.
No sé si flores son o son abrojos
esos suspiros de tus labios rojos,
ignorando también en mi desdicha
si mi vida o mi muerte son tus ojos.



José María Eguren

el andarín de la noche

-- de José María Eguren --

El oscuro andarín de la noche
detiene el pasa junto a la torre,
y al centinela
le anuncia roja, cercana la guerra.

Le dice al viejo de la cabaña
que hay batidores en la sabana;
sordas linternas
en los juncales y oscuras sendas.

A las ciudades capitolinas
va el pregonero de la desdicha;
y en la tiniebla
del extramuro, tardo se aleja.

En la batalla cayó la torre;
siguieron ruinas, desolaciones;
canes sombríos
buscan los muertos en los caminos.

Suenan los bombos y las trompetas
y las picotas y las cadenas;
y nadie ha visto, por el confín;
nadie recuerda
al andarín.



Juan de Arguijo

El triste fin, la suerte infortunada

-- de Juan de Arguijo --

El triste fin, la surete infortunada
(Ajeno premio de la fe constante)
Del uno y otro miserable amante,
A quien perdió una noche y una espada,

Oculta en sombre obscura esta labrada
Piedra. Tú, peregrino caminante,
Repara el grave caso, y con semblante
Pio suspende el curso á tu jornada;

Que darás tiernas lágrimas no dudo
A estas cenizas, donde aun dura ardiente
El fuego que causó desdicha tanta;

Debida composión al mal que pudo
Mudar color en la cercana fuente,
Y el de su fruto en la silvestre planta.



Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.



Gutierre de Cetina

contento con el mal de amor vivía

-- de Gutierre de Cetina --

Habiendo el alma en él hábito hecho;
su daño principal ni su provecho
no me alteraba ya, ni lo sentía.
Hora ha querido la desdicha mía
con otro nuevo mal herirme el pecho;
éste me desbarata y me ha deshecho,
mientra menos del otro me temía.
Como enfermo que está ya confiado
que no puede morir de un mal que tiene,
por haberse en el uso así guardado,
cualquier nuevo accidente que le viene,
diferente de aquel que había pensado,
le hace recelar más que conviene.



Gutierre de Cetina

ay, dulce tiempo por mi mal pasado

-- de Gutierre de Cetina --

En el cual me vi yo de amor contento!
¡cómo se fue volando con el viento
y sola la memoria en mí ha quedado!
¡ay, triste tiempo lleno de cuidado
de dolor y pesar, pena y tormento!
¿quién hace así tardar tu movimiento?
¿cómo vas tan despacio y tan pesado?
si tanto bien no mereció mi suerte,
¿cuál desdicha ordenó que lo gustase?
y si era bien, ¿por qué fue mudable?
y si había de venir un mal tan fuerte
tras él, para que más me lastimase,
¿por qué es mi mal más que mi bien estable?



Gutierre de Cetina

remorder de dolor el alma siento

-- de Gutierre de Cetina --

Mil veces un temor de cosa incierta;
un nuevo sobresalto en mí despierta
de venidero daño el sentimiento.
¡Oh desaventurado pensamiento,
tan pronto siempre a abrir al mal la puerta!
¿no basta que al entrar la halle abierta
sin que entre antes el miedo que el tormento?
si por desdicha duermo, a despertarme,
helado, sin color, llega el recelo,
pronosticando algún inconveniente;
y es tan familiar en visitarme,
que tengo, porque así lo ordena el cielo,
siempre el mal por venir ya por presente.



Gutierre de Cetina

de error en error, de daño en daño

-- de Gutierre de Cetina --

De una desdicha en otra desventura,
de un desvío en otra gran locura,
de un viejo engaño en otro viejo engaño,
de un grave mal en otro mal extraño,
de una necesidad a otra yactura,
me ha traído el amor y mi ventura
a que huya mi propio desengaño.
Conozco que me ofende el pensamiento,
y sólo de pensar me pasmo y vivo;
en él hallo el descanso y el tormento.
¡Oh nuevo padecer extraño, esquivo,
que nacen de una causa el mal que siento
y el bien que me hace ir soberbio, altivo!



El despecho (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

Ya que no puedo, por desdicha mía,
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,
anudando tu talle con el lazo
que teje amor en su feliz porfía,

quieran los cielos, por oculta vía,
en árbol trasformarme a breve plazo
convirtiendo en corteza mi regazo,
y mi cabello en verde lozanía.

Y múdeme también en yedra amante
que ensortije mi tronco de contino,
confundiendo tus hojas con mi rama:

que así mi amor, por fiel y por constante,
al fin conseguirá contra el destino
templar en ti lo ardiente de su llama.



Vicente García de la Huerta

En la ausencia

-- de Vicente García de la Huerta --

Si es muerte, si es infierno, Lisi mía,
el punto que me roba a tu presencia,
del vulgo la mordaz impertinencia
o de mi hado infeliz la tiranía,

¡cuánta habrá sido, Lisi, mi agonía,
mi confusión, mi pena, mi dolencia,
considerada bien la eterna ausencia
de las eternas horas de este día!

¡Ay, dulce prenda mía, si el no verte
un breve tiempo tiene tanta parte
de sentimiento, que me da la muerte!

¡cuánta será mi pena al contemplarte
capaz, por mi desdicha, de perderte,
incapaz por mi mal, de recobrarte!



Anónimo

Romance de la duquesa de Berganza

-- de Anónimo --

Un lunes a las cuatro horas,
ya después de mediodía,
ese duque de Berganza
con la duquesa reñía;
lleno de muy grande enojo,
de aquesta suerte decía:
-Traidora sois, la duquesa,
traidora, fementida.
La duquesa muy turbada,
de esta suerte respondía:
-No soy yo traidora, el duque,
ni en mi linaje lo había,
nunca salieron traidores
de la casa do venía.
Yo me lo merezco, el duque,
en venirme de Castilla,
para estar en vuestra casa
en tan mala compañía.
El duque con grande enojo
la espada sacado había;
la duquesa con esfuerzo
en un punto a ella se asía.
-Suelta la espada, duquesa,
cata que te cortaría.
-No podéis cortar más, duque,
harto cortado me había.
Viéndose en este aprieto,
a grandes voces decía:
-Socorredme, caballeros,
los que truje de Castilla.
Quiso la desdicha suya
que ninguno parecía,
que todos son portugueses
cuantos en la sala había.



Anónimo

Romance del rey de Aragón

-- de Anónimo --

Miraba de Campo-Viejo
el rey de Aragón un día,
miraba la mar de España
cómo menguaba y crecía;
miraba naos y galeras,
unas van y otras venían:
unas venían de armada,
otras de mercadería;
unas van la vía de Flandes,
otras la de Lombardía;
esas que vienen de guerra
¡oh, cuán bien le parecían!
Miraba la gran ciudad
que Nápoles se decía,
miraba los tres castillos
que la gran ciudad tenía:
Castel Novo y Capuana,
Santelmo, que relucía,
aqueste relumbra entre ellos
como el sol de mediodía.
Lloraba de los sus ojos,
de la su boca decía:
-¡Oh ciudad, cuánto me cuestas
por la gran desdicha mía!
Cuéstasme duques y condes,
hombres de muy gran valía,
cuéstasme un tal hermano,
que por hijo le tenía;
de esotra gente menuda
cuento ni par no tenía;
cuéstame ventidós años,
los mejores de mi vida,
que en ti me nacieron barbas,
y en ti las encanecía.



Anónimo

Romance del rey don Juan de Navarra

-- de Anónimo --

Los aires andan contrarios,
el sol eclipse hacía,
la luna perdió su lumbre,
el norte no parecía,
cuando el triste rey don Juan
en la su cama yacía,
cercado de pensamientos,
que valer no se podía.
-¡Recuerda, buen rey, recuerda,
llorarás tu mancebía!
¡Cierto no debe dormir
el que sin dicha nacía!
¡Quién eres tú, la doncella?
dímelo por cortesía.
-A mí me llaman Fortuna,
que busco tu compañía.
-¡Fortuna, cuánto me sigues,
por la gran desdicha mía,
apartado de los míos,
de los que yo más quería!
¡Qué es de ti, mi nuevo amor,
qué es de ti, triste hija mía?
que en verdad hija tú tienes,
Estella, por nombradía.
¿Que es de ti, Olite y Tafalla?
¿qué es de mi genealogía?
¡Y ese castillo de Maya
que el duque me lo tenía!
Pero si el rey no me ayuda,
la vida me costaría.



Mario Benedetti

enamorarse y no

-- de Mario Benedetti --

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Julio Flórez

Al Tequendama

-- de Julio Flórez --

Poem

Ah, yo soy como tú también fui río, me deslicé por sobre blanda arena, bajo un cielo de bóveda serena, y recorrí la vega y el plantío!

Más tarde la fatiga y el hastío y más que todo la desdicha ajena, al repletar mi corazón de pena, me sentí desplomado en el vacío!

Y estoy cayendo en el abismo oscuro de mi dolor, letal, sordo, infinito como tú, del peñón inmoble y duro.

Voy, como tú, tras negra lontananza, lanzando siempre, como tú, mi grito; ay!... Pero sin un iris de esperanza!



Eusebio Blasco

La razón más poderosa

-- de Eusebio Blasco --

Di, bella Clori,
¿por qué tormento
das a mi alma
con terco empeño?
¿Por qué a mis quejas
y tristes ruegos
no das oídos?
—Porque no quiero.

Yo, enamorado
de tu gracejo.
Sigo tus pasos,
contigo sueño:
pues ¿por qué ¡ingrata!
no das consuelo
a mi desdicha?
—Porque no quiero.

No te retires,
óyeme al menos...
¿Te marchas? ¡Vamos!
¡es mucho empeño...!
¿Por qué no esperas,
Clori, un momento?
¿Por qué te callas, di?
—Porque quiero.

¡Que cruel eres!
Responde al fiero
dolor que mata
a éste mi pecho.
¿Por qué no quieres
responder?

¡Necio!
¿No te lo he dicho?
¡Porque no quiero!



Fernando de Herrera

Voy siguiendo la fuerza de mi hado

-- de Fernando de Herrera --

Voy siguiendo la fuerza de mi hado
por este campo estéril y ascondido;
todo calla y no cesa mi gemido
y lloro la desdicha de mi estado.

Crece el camino y crece mi cuidado,
que nunca mi dolor pone en olvido;
el curso al fin acaba, aunque estendido,
pero no acaba el daño dilatado.

¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartarse y huir, si en la memoria
se estampa y muestra frescas las señales?

Vuela Amor en mi alcance y no consiente,
en mi afrenta, que olvide aquella historia
que descubrió la senda de mis males.



Francisco Sosa Escalante

Elodia

-- de Francisco Sosa Escalante --

Era tan dulce, cariñosa y buena,
En el paterno hogar, la hermana mia,
Y tanta su piedad, que ella tenia
Por suya propia la desdicha ajena.

En su mirada angelical, serena,
Su noble corazón resplandecía
Y el eco de su voz era armonía
De dulce encanto y de ternura llena.

Junto á la madre de mi amor, callada
Sufria de sus penas la amargura,
A una temprana muerte resignada;

Y al ver llegar su fin, clavó en la altura
De sus serenos ojos la mirada,
Llena de fé, con la conciencia pura.



José Alonso y Trelles

Vidalitas

-- de José Alonso y Trelles --

Yo tenía un espejo,
Vidalita,
Donde me miraba
Y eran los ojitos
Vidalita,
De la que me amaba.

Ya no veo su imagen
Vidalita,
Donde la veía;
Me robó el espejo,
Vidalita,
La desdicha mía.

Los ojitos negros,
Vidalita,
De pupila ardiente,
Se han ido cerrando,
Vidalita,
Perezosamente;

Porque aquella llama,
Vidalita,
Que en ellos ardía
La apagó el aliento,
Vidalita,
De otra simpatía.

Ojos hechiceros,
Vidalita,
Que yo quise tanto,
Hoy al recordaros,
Vidalita,
Os envío mi llanto.



José Martí

canto religioso

-- de José Martí --

La fatiga y las sábanas sacudo:
cuando no se es feliz, abruma el sueño
y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo
a ver la luz que alumbra su desdicha
resístense los ojos, y parece
no que en plumones mansos se ha dormido
sino en los brazos negros de una fiera.
Al aire luminoso, como al río
el sediento peatón, dos labios se abren:
el pecho en lo interior se encumbra y goza
como el hogar feliz cuando recibe
en año nuevo a la familia amada;
y brota, frente al sol, el pensamiento!
más súbito, los ojos se oscurecen,
y el cielo, y a la frente va la mano
cual militar que el pabellón saluda:
los muertos son, los muertos son, devueltos
a la luz maternal: los muertos pasan.
Y sigo a mi labor, como creyente
a quien unge en la sien el sacerdote
de rostro liso y vestiduras blancas
practico: en el divino altar comulgo
de la naturaleza: es mi hostia el alma humana.



José Martí

yo puedo hacer...

-- de José Martí --

Yo puedo hacer, puedo hacer
de esta desdicha una joya;
¡pero me la habrán de ver!
no, vive dios: ¡paso atrás!
mi pena es mi hija: ¡mi hija
no me la han de ver jamás!
son cómicos del dolor,
son llorones de su entierro,
son mercaderes de amor,
son indignos de placer
de sufrir y de querer
los que enseñan y venden
en libros y salas
su goce o dolor.



Baltasar del Alcázar

La mujer celosa

-- de Baltasar del Alcázar --

Ningún hombre se llame desdichado
aunque le siga el hado ejecutivo,
supuesto que en Argel viva cautivo,
o al remo en las galeras condenado.

Ni el propio loco por furioso atado,
ni el que perdido llora estado altivo,
ni el que a deshonra trujo el tiempo esquivo,
o la necesidad a humilde estado.

Sufrir cualquiera pena es fácil cosa,
que ninguna atormenta tan de veras
que no la venza el sufrimiento un tanto.

Mas el que tiene la mujer celosa,
ese tiene desdicha, Argel, galeras,
locura, perdición, deshonra y llanto.



Carolina Coronado

en otro II

-- de Carolina Coronado --

¿verdad que es triste que en el mundo todo
ceda a la ley de su exterminio fija;
no es verdad que es muy triste que se acaben
la juventud y la pasión, la vida
que la beldad perezca y los amores
y que la gloria al fin también se rinda?
¿qué cosa mirarán los ojos nuestros
que no tenga a su lado la ruina,
siquiera tronos esplendentes sean,
siquiera rocas de eminente cima?
solamente los álbumes, señora,
esa calamidad de nuestros días;
los álbumes tan sólo son eternos
¡y eterna del poeta la desdicha!



Clemente Althaus

Dafne y Apolo

-- de Clemente Althaus --

Al Céfiro venciendo en ligereza,
del impaciente enamorado Apolo
huye la ninfa con artero dolo.
Para encenderlo más con su esquiveza:

al fin alcanza el dios a la belleza,
que el Amor con sus alas socorriolo;
mas ¡ay! que al abrazarla, abraza sólo
de un árbol la durísima corteza.

Dafne es toda mujer: oh ciego amante,
que ves de Apolo la funesta suerte,
teme, teme desdicha semejante.

¡En huir la hermosura se divierte,
y al abrazarla el pecho palpitante,
en insensible tronco se convierte!



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