Buscar Poemas con Descender


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra descender

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Adelardo López de Ayala

A una bañista

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Quién fuera el mar, que enamorado espera
que tu cuerpo interrumpa su llanura
y rodear tu espléndida hermosura
de un abrazo y a un tiempo toda entera!

Si yo en tus aguas infundir pudiera
el alma ardiente que adorarte jura,
en muestra de mi amor y mi ventura
te alzara en triunfo a la celeste esfera.

Y, al descender con mi tesoro, ufano,
convirtiendo la líquida montaña
en olas que anunciaran mi alegría,

en las costas del reino lusitano,
y en áfrica, y América, y Bretaña,
mi grito de placer resonaría.

Poema A una bañista de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Agustina Andrade

Lágrima

-- de Agustina Andrade --

Del Uruguay a la orilla
en una noche de estío,
una rosada azucena
vi bordada de rocío.

Que ruborosa inclinaba
su cáliz hacia otra flor,
para dejarle una gota
de rocío temblador.

Ya la flor que había quemado
con su ardiente rayo el sol,
la halló alegre y sonriente
el vespertino arrebol.

Así en las almas que lloran,
tan tristes como esa flor,
suele descender un día
una lágrima de amor.

Y como despierta el ave
cuando ruge el aquilón,
despierta el alma dormida
temblando de inspiración.

Poema Lágrima de Agustina Andrade con fondo de libro

Luis Cernuda

como una vela sobre el mar

-- de Luis Cernuda --

Resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.

Poema como una vela sobre el mar de Luis Cernuda con fondo de libro

Gabriela Mistral

vergüenza

-- de Gabriela Mistral --

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!



Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



Antonio Machado

En el entierro de un amigo

-- de Antonio Machado --

Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.



Juan Nicasio Gallego

En los campos de Vergara

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué inusitada aclamación festiva
convierte el gozo de mi patria en duelo?
¿Por qué de mar a mar con raudo vuelo
suena sin fin centuplicado el viva?

La Paz, sí: ¿no la veis, de fresca oliva
la sien ordena, descender del cielo,
en su diestra agitar cándido velo,
y ahuyentar la Discordia vengativa?

¡Oh momento feliz! Su horrible tea
de la nación magnánima española
maldita siempre y execrada sea;

y anuncie el blanco lino que hoy tremola
y en que la cifra de Isabel campea,
un grito, un pensamiento, un alma sola.



Francisco de Quevedo

parnaso español 46

-- de Francisco de Quevedo --

Solar y ejecutoria de tu abuelo
es la ignorada antigüedad sin dolo;
no escudriñes al tiempo el protocolo,
ni corras al silencio antiguo el velo.
Estudia en el osar de este mozuelo,
descaminado escándalo del polo:
para probar que descendió de apolo,
probó, cayendo, descender del cielo.
No revuelvas los huesos sepultados;
que hallarás más gusanos que blasones,
en testigo de nuevo examinados.
Que de multiplicar informaciones,
puedes temer multiplicar quemados,
y con las mismas pruebas, faetones.



Francisco Sosa Escalante

A Laura

-- de Francisco Sosa Escalante --

Avaro, Laura, soy de tu ventura,
Y al mirar tu belleza soberana
Me atribula pensar que ciega ó vana
Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,
Te habrá de prometer la cortesana
Juventud que te sigue y que se afana
Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores
Aspid ocultan de fatal veneno
Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,
Tras el sueño falaz de los amores
Su negra infamia te hundirá en el cieno.



Roberto Juarroz

degradación sin rebajas

-- de Roberto Juarroz --

Degradación sin rebajas,
sin parihuelas de suspiros disecados con esmero
como especies aparte de las taxonomías,
sin tiendas violáceas donde cultivar las congojas,
sin altibajos de ubres
repletas con el jugo
de fermentar acoplados
en imponderables desniveles.
Tu último velo está en mi sangre.
Lo rasgaremos juntos
para descender desnudos por la fuente que baja,
sin la esgrima venal con que ascendía.
Una rotonda agreste nos separa del mundo,
de la playa de estacionamiento de los besos,
de los domicilios para caricias portátiles,
de la fúnebre virtud de los espejos con horario.
La piel de los que esperan
es demasiado clara.
La mentira de la mentira es darla vuelta.
Toda nuestra verdad es no tenerla.
La incongruencia de estar solos
toma el tren más puntual
hacia las emergencias del olvido.



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