Buscar Poemas con Desatado


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra desatado

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De esas rojas mejillas, envidioso

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

De esas rojas mejillas, envidioso,
más sangriento el rubí, de más corrido,
afrenta, que del hurto ha convencido
el nácar, Celia, de tu rostro hermoso.

El cristal desatado, de lloroso,
tu blanca frente aqueja, que ha podido
robar —-dícelo él—- de lo escondido
de sus senos espejo tan lustroso.

Más blanca de enojada, blanca nieve,
hurtos gime en tu cuello; de esos ojos
el sol se queja o pide su hermosura.

Mas no cesan aquí, no, tus enojos,
que, si esto negar puedes, que me debe
tu rostro un alma que robó, es locura.

Poema De esas rojas mejillas, envidioso de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Manuel de Zequeira

el valor

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
terror infunda el lóbrego nublado
montes desquicie el bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

con hórrido estallido el negro velo
júpiter rompa de la nube airado:
quede el etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en mongibelo:

la máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano
como temas a dios, a nada temas.

Poema el valor de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Manuel de Zequeira

El valor (Arango)

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado:
Montes desquicie el Bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

Con hórrido estallido el negro velo
Júpiter rompa de la nube airado:
quede el Etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en Mongibelo:

La máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

Por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano anida,
como temas a Dios, a nada temas.

Poema El valor (Arango) de Manuel de Zequeira con fondo de libro

Jaime Sabines

adán y eva iv

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva iv
ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembrasson más tersas, más suaves y más dañinas. Antesde entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué?te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndotecuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía seencienden a diferentes horas?
ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiraciónes tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podríasdecirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos distintos? ¿no te hicieron, pues, de micostado, no me dueles?
cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y meenvuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemosalgo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? todas lasnoches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezoa crecer como el día.
Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eresy que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? me haces falta para andar, paraver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé quetuve.



Pablo Neruda

soneto li cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto li
tu risa pertenece a un árbol entreabierto
por un rayo, por un relámpago plateado
que desde el cielo cae quebrándose en la copa,
partiendo en dos el árbol con una sola espada.
Sólo en las tierras altas del follaje con nieve
nace una risa como la tuya, bienamante,
es la risa del aire desatado en la altura,
costumbres de araucaria, bienamada.
Cordillerana mía, chillaneja evidente,
corta con los cuchillos de tu risa la sombra,
la noche, la mañana, la miel del mediodía,
y que salten al cielo las aves del follaje
cuando como una luz derrochadora
rompe tu risa el árbol de la vida.



Pablo Neruda

en ti la tierra

-- de Pablo Neruda --

Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.



Rafael María Baralt

A una señorita con motivo de haber entrado en religión

-- de Rafael María Baralt --

En la cándida frente el sacro velo
muestras como señal de la victoria
que sobre el mundo y su falaz memoria
consiguió tu virtud, hija del cielo.

Así burlaste mi amoroso anhelo
palma inmortal labrándote de gloria;
cuando, ausente de ti, será mi historia
llamarte en vano y sin cesar con duelo.

¡Espíritu feliz! de la clausura
del cuerpo desatado, alegre, altivo,
libre de tu prisión miras la altura;

Mientras con mi pasión el alma enclavo
en este oscuro suelo, donde vivo
del ya imposible amor mísero esclavo.



Antonio Ros de Olano

En la tribulación

-- de Antonio Ros de Olano --

Antes que fuese el Tiempo en la medida,
era la Eternidad en el vacío;
y Tú en la Eternidad eras, Dios mío,
ser increpado, Verbo de la vida.

«¡Sea!» dijiste; y fue de Ti nacida
la Creación cual desatado río;
que, a tanta potestad de tu albedrío,
nació la muerte a la existencia unida.

Ahora dime, Señor (para que sienta
fecundo mi pesar, y espere en calma
a que se rompa la fatal concordia),

Si este algo del no ser que me atormenta
es mi esencia inmortal, ¡el yo del alma!
Que ha de encontrar en Ti misericordia.



Fernando de Herrera

Betis, que en este tiempo solo y frío

-- de Fernando de Herrera --

Betis, que en este tiempo solo y frío
escuchas mi dolor, del hondo asiento,
acoge en tu quieto movimiento
los últimos suspiros que yo envío;

y, si tiene valor tu sacro río,
dame que en árbol verde mi tormento
lamente transformado, que ya siento
débil la voz, cual cisne, al canto mío;

porque con nuevas ramas tu corriente
cercaré coronando, y destilado
iré en tu luengo curso y extendido;

que mi luz ceñirá su bella frente
de mis hojas, o en llanto desatado,
seré en sus blancas manos recogido.



Fernando de Herrera

Quién debe, sino yo, acabar el llanto

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién debe, sino yo, acabar el llanto;
que de mis esperanzas derribado,
me veo en tal miseria y apartado
de aquella luz que ausente alabo y canto?

Mi alma no soporta pesar tanto,
y el nudo que la estrecha desatado,
ligera ira con vuelo acelerado,
sin descansar siguiendo su ardor santo.

Si esta indigna corteza la retarda,
y lenta engaña el gozo de su gloria,
corta, Amor, corta presto el flaco aliento;

que sólo el bien que en mi dolor me guarda,
por la vida que pierdo tal victoria
dará, que en precio exceda a mi tormento.



José Cadalso

A la primavera, después de la muerte de Filis

-- de José Cadalso --

No basta que en su cueva se encadene
el uno y otro proceloso viento,
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene;

ni que Amaltea el fértil campo llene
de fruta y flor, ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento,
ni que el arroyo desatado suene.

En vano anuncias, verde primavera,
tu vuelta de los hombres deseada,
triunfante del invierno triste y frío.

Muerta Filis, el orbe nada espera,
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y susto como el pecho mío.



Abate Marchena

Así cuando el alcázar del Olimpo

-- de Abate Marchena --

Así cuando el alcázar del Olimpo,
el soberbio Mimante y los Titanes,
hórridos hijos de la dura tierra,
escalar intentaron, y de Atlante
el grave Pelïón agobió el hombro;
cuando cien lanzas blandeó Briareo,
de Encélado la mano poderosa,
arranca sierras y montañas lanza
contra el sagrado cielo, y ni el tremendo
rayo que Jove por los aires vibra
no le amedrenta, ni el feroz bramido
del Noto por Eolo desatado,
ni las olas que heridas del tridente
de Neptuno las tierras anegaban;
no el reluciente casco de Mavorte,
no le asustan de Apolo las saetas;
de Apolo que a la sierpe en otro tiempo
traspasó el cuerpo duro con mil flechas,
y en angustia rabiosa exhaló el alma
en negra podre y en veneno envuelta.
Tres veces tiembla la morada augusta
de las deidades: Venus y las Gracias
a lo último del cielo huyen medrosas;
las otras diosas siguen: los amores
se acogen a sus brazos, o en sus senos
se esconden, temerosos del peligro.



Roque Dalton García

mi dolor

-- de Roque Dalton García --

conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah, queridos,
mi dolor, ah, querida,
mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar
mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.



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