Buscar Poemas con Derrota


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 20 poemas con la palabra derrota

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Lope de Vega

señoras musas, pues que siempre mienten

-- de Lope de Vega --

Señoras musas, pues que siempre mienten
señoras musas, pues que siempre mienten,
aunque de menosine hermosas hijas,
sepan que se han quebrado las clavijas:
ya no hay que euterpizar, chanzas inventen.
De las horas perdidas se lamenten,
que al sol de la opinión miraron fijas;
desgreñen del cabello las sortijas,
y de moños donados se contenten.
Miren que llevo errada la derrota,
por ser a la grandeza lisonjeras,
pues donde espero siete me dan sota.
Dejemos metafísicas quimeras;
vuesas mercedes garlen en chacota:
que no está el mundo para hablar de veras.

Poema señoras musas, pues que siempre mienten de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Reliquias ya de navegante flota

-- de Lope de Vega --

Reliquias ya de navegante flota
entre los pies de un empinado risco,
burla del mar, colmena de marisco,
dorada tablazón, descansa rota.

Sin estayes, sin brújula y escota,
picada de un pequeño basilisco,
la que fue de las nubes obelisco
perdió del rumbo la feliz derrota.

En este, pues, deshecho anfiteatro
que entre las siete maravillas nombro,
triste voz repitió por partes cuatro:

«Yo soy aquella cómica de asombro,
reina de las acciones del teatro,
que hoy beso el pie de quien pisaba el hombro.»

Poema Reliquias ya de navegante flota de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Riechmann

17

-- de Jorge Riechmann --

Para silvia
la esperanza ya ausente de un rostro libre:
el cielo ensangrentado se agacha y lo besa.
La larga caravana de los carros
atestados con enseres inmemoriales, urgentes
apunta hacia una estepa donde se ignoran los nombres.
La derrota tiene latidos quebradizos.
El pasado es ya una casa donde la nieve
va cubriendo las colchas y la mesa.
Un rostro libre, ya bruñido de éxodo.
Yo no lamento
haberle sostenido la mirada
diecisiete años antes de mi nacimiento.

Poema 17 de Jorge Riechmann con fondo de libro

Jorge Riechmann

15

-- de Jorge Riechmann --

He perdido la partida.
Me confié, subestimé las fuerzas
de mi adversario. ¿Cómo no hacerlo?
grande era cual fronda de destrucción, profundas
sus raíces invisibles; pero tamaño goce en la muerte
desafiaba la imaginación.
Los primeros intercambios de golpes
fueron casi un juego, un modo apenas hostil del conocimiento.
¿Queríamos estrangularnos o abrazarnos?
la situación parecía abierta y los momentos decisivos
aún por venir. No me daba cuenta
de que habían pasado ya y cada minuto perdido
redundaba en beneficio suyo
sumaba hierro y cieno a mi derrota.
Mi implacable adversario
economista del tiempo
feroz equilibrista de lo irreversible.
Estoy perdido.
La falta de imaginación me condenó.
Ya todo el tiempo restante se lo descuento a la muerte.



Emilio Bobadilla

Horas fatídicas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Ni un momento de paz! El sueño, inquieto,
y la vigilia, de temores llena:
todo, amenaza, furibundo reto
que el vivir por minutos envenena!

Batallas sin cuartel en que a pedazos
sucumbe el hombre y en el mar que brota
purpúreo de la riña, abiertos brazos,
—armisticio que pide la derrota! —

Horas cardiacas de violencia y odio:
el bravo, el pusilánime y el fuerte,
rodando van en tumultuoso brodio.

¡Instantes de estupor y horror supremos:
el aire huele a pólvora y a muerte
y sabe a sangre el agua que bebemos...!



Julián del Casal

a un dictador

-- de Julián del Casal --

Noble y altivo, generoso y bueno
apareciste en tu nativa tierra,
como sobre la nieve de alta sierra
de claro día el resplandor sereno.
Torpe ambición emponzoñó tu seno
y, en el bridón siniestro de la guerra,
trocaste el suelo que tu polvo encierra
en abismo de llanto, sangre y cieno.
Mas si hoy execra tu memoria el hombre,
no del futuro en la extensión remota
tus manes han de ser escarnecidos;
porque tuviste, paladín sin nombre,
en la hora cruel de la derrota,
el supremo valor de los vencidos.



Pedro Salinas

sin voz, desnuda

-- de Pedro Salinas --

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana»y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.



Rafael María Arízaga

Brasilia

-- de Rafael María Arízaga --

I

A la lumbre amorosa del Crucero,
fulgente en gemas de riqueza ignota,
una tarde estival, en la derrota
se cruzó de feliz aventurero.

A admirar su belleza el mundo entero
de sus hijos le envió múltiple flota,
y en sus venas vertió gota por gota
sangre de nueva estirpe: el brasilero.

De Iberia conoció los campeadores,
de Albión los libres y severos lores,
de la Galia gentil, la inmortal gesta;

y, madre ya de Ledos y de Andrades,
heroína de sus propias libertades,
¡alzó ante el Orbe la laureada testa!

II

La señora del Austro, soberana,
que en magno imperio dilatarse pudo,
no asió la lanza ni embrazó el escudo,
como soberbia Juno americana.

Soñó con la república romana
de la gloriosa edad; y en verbo agudo
execró de la fuerza el cetro rudo,
baldón eterno de la historia humana.

El mundo de los Arios, desde el Orto,
la miró entonces, en su nobleza absorto,
y en honor a sus ínclitas acciones.

De sus Sorbonas le franqueó la entrada
y la hizo presidir, de mirto orlada,
en la gran Sociedad de las Naciones.



José Ángel Buesa

la rama rota

-- de José Ángel Buesa --

Vengo de tu jardín de altos aromas,
con esta flor que embriaga como un vino.
Quizás por eso fue que en el camino
me siguió una bandada de palomas.
Y ahora, en mi huerto, en esta entristecida
paz del que nada odia y nada ama,
me tropiezan los pies con una rama
seca y rota, lo mismo que mi vida.
Y, como quien regresa del olvido
y se hermana al dolor de otra derrota,
pongo la flor sobre la rama rota
para hacerle creer que ha florecido.



Santiago Montobbio

memorial para mi único agravio

-- de Santiago Montobbio --

Memorial para mi único agravio
haber perdido la vida ya muy pronto,
y en cualquier esquina; haber sentido
cómo escapaba poco a poco
el agua de los ojos,
haber tenido tanto miedo y tanto frío
como para acabar siendo nada más
que miedo y frío. Haber tenido
sombra y garganta seca, haber
tenido o no haber tenido
y no haber sido nunca nada fuera de unos dedos,
no haber, no, no haber conseguido jamás salir
de esta ciudad oscura y siendo sólo
que de la derrota el heredero
únicamente arrepentirme por no haber compuesto,
cuando sobraba el tiempo, un poema que no tuviera
cristal en exceso, un poema sencillo y sin motivo
pero en el cual vaciara el agua su sentido
y que una vez enviado por el invisible correo de los huesos
pudieras para siempre ya tenerlo como olvidado amigo
o azulado perro que te diera
buenas noches con la irreprochable
puntualidad de las ausencias.



Al propio asunto

-- de El Solitario --

Un cachidiablo toro, el vil Patillas,
a un alma salva atájale el camino,
tizón en asta, en furia torbellino,
por ojos y narices cuatro hornillas.

El aire troncha en átomos y astillas,
según derrota en fiero desatino,
mas el genio tremola en blanco lino,
con púrpuras orladas las orillas.

Gallea a lo galán de arrastre y vuelo,
y Patillas con él un rudo topo;
lo tronza, lo quebranta y rinde al suelo.

«Cáscaras -dijo el diablo alzando el hopo-,
este es Montes, me cuco y vaya al cielo,
que temo más su capa que un hisopo.»



Mario Benedetti

sonata para adiós y flauta

-- de Mario Benedetti --

Te vas tan sola como siempre
te echaremos de menos
yo y los abrazos de la tarde
yo y mi alma y mi cuerpo
tu larga sombra se resiste
a abandonarnos pero
has decidido que se fuera
contigo a todo riesgo
de todos modos no querría
que enterraras tu sueño
aquel en que tu amor de nadie
era como un estreno
te vas de nuevo no sé a dónde
y tu adiós es un eco
que se prolonga y nos alude
como un último gesto
nunca guardaste la ternura
como pan para luego
estoy seguro de encontrarla
liviana entre tus pechos
te vas con paso de derrota
pero no me lo creo
siempre has vencido en tu querella
contra el odio y el miedo
quién sabe allá lo que te aguarda
ese allá tan desierto
que se quedó sin golondrinas
todo erial todo invierno
mas si una tarde te extraviaras
entre el mar y el espejo
recuerda siempre que aquí estamos
yo y mi alma y mi cuerpo



Meira Delmar

huésped sin sombra

-- de Meira Delmar --

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos, renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
!--Img



Meira Delmar

soneto insistente

-- de Meira Delmar --

Cuando presiente el corazón la gloria
de ser libre por gracia del olvido,
me llega entre la noche, como el ruido
del mar en la distancia, tu memoria.
Con ella viene la tenaz historia
de lo que pudo ser y nunca ha sido.
Arduo amor ni ganado ni perdido,
batalla sin derrota y sin victoria.
Cada vez que en mi mano reverdece
la rama del olivo y aparece
después de la tormenta la alegría,
algo tuyo regresa de la nada
y de nuevo destruye la dorada
esperanza fugaz de un claro día.
!--Img



Julio Herrera Reissig

El ama (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Erudita en lejías, doctora en la compota
y loro en los esdrújulos latines de la misa,
tan ágil viste un santo, que zurce una camisa,
en medio de una impávida circunstancia devota...

Por cuanto el señor cura es más que un hombre, flota
en el naufragio unánime su continencia lisa...
Y un tanto regañona, es a la vez sumisa,
con los cincuenta inviernos largos de su derrota.

Hada del gallinero. Genio de la despensa.
Ella en el paraíso fía la recompensa...
Cuando alegran sus vinos, el vicario la engríe

ajustándole en chanza las pomposas casullas...
Y en sus manos canónicas, golondrinas y grullas
comulgan los recortes de las hostias que fríe.



Julio Herrera Reissig

el despertar

-- de Julio Herrera Reissig --

Alisia y cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restréganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana

la inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta...

Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota

de grillo de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.



Fernando de Herrera

A la derrota de Castelnovo

-- de Fernando de Herrera --

Esta desnuda playa, esta llanura
de astas y rotas armas mal sembrada,
do el vencedor cayó con muerte airada,
es de España sangrienta sepultura.

Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura
negó el suceso y dio a la muerte entrada,
que rehuyó dudosa y admirada
del temido furor la suerte dura.

Venció otomano al español ya muerto;
antes del muerto el vivo fue vencido,
y España y Grecia lloran la victoria.

Pero será testigo este desierto
que el español, muriendo no rendido,
llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria



Fernando de Herrera

A la derrota del duque de Sajonia por Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Do el suelo horrido el Albis frío baña
al sajón, que oprimió con muerta gente
y rebosó espumoso su corriente
en la esparcida sangre de Alemaña;

al celo del excelso rey de España,
al seguro consejo y pecho ardiente,
inclina el duro orgullo de su frente,
medroso, y su pujanza, a tal hazaña.

La desleal cerviz cayó, que pudo
sus ondas con semblante sobrar fiero
y sus bosques romper con osadía,

Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
«¡Oh gran Emperador, gran caballero!
¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!»



Francisco Villaespesa

lucha

-- de Francisco Villaespesa --

A emilio fernández vaamonde
de la vida me lanzo en el combate
sin que me selle filiación alguna,
y atrás no he de volver, hasta que ate
a mi triunfante carro la fortuna!
contra mis enemigos, terco y rudo,
esgrimiré en la lid, que no me apoca,
por lanza mi razón y como escudo
mi carácter más firme que una roca!
ni el desengaño pertinaz me arredra,
ni ante los golpes del dolor me humillo:
¡la estatua surge de la tosca piedra
a fuerza de cincel y de martillo!
¡combatir es vivir!... La luz sublime
entre las sombras de la noche crece:
¡espada que en la lucha no se esgrime,
colgada en la panoplia se enmohece!
mi razón en peligros no repara.
O subir a la cúspide consigo,
o muero, sin volver atrás la cara,
despreciando, al caer, a mi enemigo!
ni la derrota en mi valor rehuyo...
Mas, antes de rendirme fatigado,
me encerraré en la torre de mi orgullo,
y en sus escombros moriré aplastado!...



Carlos Pellicer

recinto X

-- de Carlos Pellicer --

xi
la primera tristeza ha llegado. Tus ojos
fueron indiferentes a los míos. Tus manos
no estrecharon mis manos.
Yo te besé y tu rostro era la piedra seca
de las alturas vírgenes. Tus labios encerraron
en su prisión inútil mi primera amargura.
En vano tu cabeza puse en mi hombro y en vano
besé tus ojos. Eras el oasis cruel
que envenenó sus aguas y enloqueció a la sed.
Y se fue levantando del horizonte una
nube. Su tez morena voló a color. De nuevo
fue oscureciendo el tono de los días de antes.
Yo abandoné tu rostro y mis manos
ausentaron las tuyas. Mi voz se hizo silencio.
Era el silencio horrible de los frutos podridos.
Oí que en mi garganta tropezó la derrota
con las piedras fatales.
Yo me cubrí los ojos
para no ver mis lágrimas que huían hacia mí.
Luego tú me besaste, dijiste algo. Yo oía
llorar mis propias lágrimas en el primer silencio
de la primer tristeza. El alma de ese día
llegó de lejos tu alma y se quedó en mi pecho.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba