Buscar Poemas con Delira


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra delira

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Jorge Luis Borges

a un viejo poeta

-- de Jorge Luis Borges --

Caminas por el campo de castilla
y casi no lo ves. Un intrincado
versículo de juan es tu cuidado
y apenas reparaste en la amarilla
puesta del sol. La vaga luz delira
y en el confín del este se dilata
esa luna de escarnio y de escarlata
que es acaso el espejo de la ira.
Alzas los ojos y la miras. Una
memoria de algo que fue tuyo empieza
y se apaga. La pálida cabeza
bajas y sigues caminando triste,
sin recordar el verso que escribiste:
y su epitafio la sangrienta luna.

Poema a un viejo poeta de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Rafael María Baralt

A un ingenio de estos tiempos

-- de Rafael María Baralt --

Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:
adoro la verdad, que el bien inspira,
y contra el vicio de falaz mentira
hay en mi corazón firme baluarte.

Ernesto, Ernesto, el corazón me parte
tu inútil afanar: rompe la lira
de tus cuerdas flojas «tu razón delira;
te falta inspiración; no tiene arte.»

Pero sírvate al menos de consuelo
que, si ascender no puedes la escabrosa
cumbre del Pindo en tu cansado vuelo,

tienes en tus escritos una cosa
mira si de franqueza soy modelo,
peor aún que tus versos... Y es tu prosa.

Poema A un ingenio de estos tiempos de Rafael María Baralt con fondo de libro

Rafael María Baralt

A una tonta

-- de Rafael María Baralt --

Nadie lo niega, Elisa, y yo el primero,
si alguno lo negara, lo diría:
todo en tu cara hermosa es simetría;
cada cual de tus ojos un lucero.

Y nada excede en garbo al hechicero
talle gentil, ni en noble bizarría
la cadera, que al sesgo se desvía
y columpia amoroso el pie ligero.

Nadie lo niega, hermosa, y quien delira
por tu albo seno que al placer provoca:
quien, tu cuello al mirar, tiembla y suspira,

pero hay dos gracia sen tu linda boca
que el mundo sabio, sobre todo admira:
tu charla eterna, y tu reír de loca.

Poema A una tonta de Rafael María Baralt con fondo de libro

Gerardo Diego

revelación

-- de Gerardo Diego --

Revelación
a blas taracena
era en numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.
La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.
Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, delira,
flota en la cima de su fiebre aguda.
Vivo latir de dios nos goteaba,
risa y charla de dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.



Medardo Ángel Silva

Un cuento

-- de Medardo Ángel Silva --

Está Lisete, la Infantina,
cerca del mar,
escuchando la sonatina
crepuscular.

Y una azafata dice: Dueña
te contaré
una leyenda, alba risueña,
que yo me sé.

Responde la niña con leve,
dulce mohín,
y ya impaciente mueve el breve,
rojo chapín.

—El viejo Rey de la Isla de Oro
poseía
un rubio y cándido tesoro
—luz y ambrosía—.

Y ese divino tesoro era
una hija linda;
celosa estaba la Primavera
de la Princesa Rosalinda.

Mil Príncipes iban a verla
y enloquecían
apenas su faz color de perla
rosa veían...

Pero la niña era curiosa
y, cierta vez, quiso mirar
la espuma que el Alba sonrosa
del viejo mar.

Y sola fuese hasta la orilla...
Mejor no fuera,
porque al mirar tal maravilla
en la ribera,
robósela un monstruo marino
y Poseidón
guardó a la niña en submarino
terreón.

¡Y cuando la negra mar delira,
se pone a llorar,
como una vaga y dulce lira
crepuscular!



Miguel Hernández

primero de mayo de 1937

-- de Miguel Hernández --

No sé qué sepultada artillería
dispara desde abajo los claveles,
ni qué caballería
cruza tronando y hace que huelan los laureles.
Sementales corceles,
toros emocionados,
como una fundición de bronce y hierro,
surgen tras una crin de todos lados,
tras un rendido y pálido cencerro.
Mayo los animales pone airados:
la guerra más se aíra,
y detrás de las armas los arados
braman, hierven las flores, el sol gira.
Hasta el cadáver secular delira.
Los trabajos de mayo:
escala su cenit la agricultura.
Aparece la hoz igual que un rayo
inacabable en una mano oscura.
A pesar de la guerra delirante,
no amordazan los picos sus canciones,
y el rosal da su olor emocionante
porque el rosal no teme a los cañones.
Mayo es hoy más colérico y potente:
lo alimenta la sangre derramada,
la juventud que convirtió en torrente
su ejecución de lumbre entrelazada.
Deseo a españa un mayo ejecutivo,
vestido con la enterna plenitud de la era.
El primer árbol es su abierto olivo
y no va a ser su sangre la postrera.
La españa que hoy no se ara, se arará toda entera.



Julio Flórez

Flor dañina

-- de Julio Flórez --

Poem

¡Ah, me parece mentira que haya mi boca libado en esa flor de granado, en esa flor que suspira!

No es cierto, mi alma delira, pues si la hubiese besado, se habría esa flor secado de mis labios en la pira!

Pero, es verdad, niña amada, que mi boca hizo su nido en esa flor escarchada.

Mi labio, está dolorido tiene una herida adorada! Mira: esa flor me ha mordido!



Julio Herrera Reissig

Exhalación suprema

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo el regio crepúsculo de oro azul y grosella,
Títiro en la dulzaina solemniza su cuita,
mientras Lux, taciturna de idilio en la hora aquella,
bajo los abedules, sólo por él palpita...

Lux delira. En su alma ha nacido una estrella,
aspirando esa música tan honda y exquisita,
que evapora un suspiro de la tarde infinita,
con todo lo que calla de más sublime en ella.

En su seno de virgen, late Amor un impronto
de ansiedad que le asfixia... Es ya noche. De pronto,
la dulzaina solloza un adiós mortecino,

y silencia ante el éxtasis de los lagos azules.
Ha muerto un alma blanca bajo los abedules...
Voces intermitentes zumban en el camino.



Esteban Echeverría

el desamor

-- de Esteban Echeverría --

Acongojada mi alma
día y noche delira,
el corazón suspira
por ilusorio bien;
mas las horas fugaces
pasan en raudo vuelo,
sin que ningún consuelo
a mi congoja den.

Entre mis venas corre
sutil, ardiente llama,
que sin cesar me inflama,
y llena de dolor.
Pero una voz secreta
me dice: ¡infortunada!
vivirás condenada
a eterno desamor.

Como muere la antorcha
escasa de alimento,
así morir me siento
en mi temprano albor:
ningún soplo benigno
da vigor a mi vida,
pues vivo sumergida
en triste desamor.

Como fatuo destello
que brilla y se evapora,
se disipó en su aurora
el astro de mi amor:
fuese con él mi dicha,
fuese con él mi calma;
quedóle sólo a mi alma
perpetuo desamor.

V



Rubén Darío

J. J. Palma

-- de Rubén Darío --

Ya de un corintio templo cincela una metopa,
Ya de un morisco alcázar el capitel sutil;
Ya, como Benvenuto, del oro de una copa
Forma un joyel artístico, prodigio del buril.

Pinta las dulces Gracias, o la desnuda Europa,
En el pulido borde de un vaso de marfil,
O a Diana, diosa virgen de desceñida ropa,
Con aire cinegético, o en grupo pastoril.

La musa que al poeta sus cánticos inspira
No lleva la vibrante trompeta de metal,
Ni es la bacante loca que canta y que delira,

En el amor fogosa, y en el placer triunfal:
Ella al cantor ofrece la septicorde lira,
O, rítmica y sonora, la flauta de cristal.



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