Buscar Poemas con Dejo


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 54 poemas con la palabra dejo

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Mario Benedetti

chau número tres

-- de Mario Benedetti --

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

Poema chau número tres de Mario Benedetti con fondo de libro

Amado Nervo

si tú me dices «¡ven!»

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡oh cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!

Poema si tú me dices «¡ven!» de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Si tú me dices: ¡Ven!

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices: "¡ven"!, Lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada,
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo,

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta en el más intimo recodo,
del ser, levante el alma de su lodo,
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices: "¡ven!", Todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;

mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome, ¡oh, Cristo!, Como un nardo
de perfume sutil, ¡ante tu altar!

Poema Si tú me dices: ¡Ven! de Amado Nervo con fondo de libro

Meira Delmar

dejo este amor aquí

-- de Meira Delmar --

Dejo este amor aquí
para que el viento
lo deshaga y lo lleve
a caminar la tierra.
No quiero
su daga sobre mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de espinas en la frente
de mis sueños.
Que lo mire mis ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de golondrina
en los espejos frágiles
del mar...
Trémula lluvia
repetida sin fin sobre los árboles.
Tal vez un día, tú,
que no supiste
retener en las manos
su júbilo perfecto,
conocerás su rostro en un perfume,
o en la súbita muerte de una rosa.



Amado Nervo

los muertos mandan

-- de Amado Nervo --

Los muertos mandan. ¡Sí, tú mandas, vida mía!
si ejecuto una acción, digo: ¿le gustaría?
hago tal o cual cosa pensando: ¡ella lo hacía!
busco lo que buscabas, lo que dejabas dejo,
amo lo que tú amabas, copio como un espejo
tus costumbres, tus hábitos... ¡Soy no más tu reflejo!



Amado Nervo

El retorno (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Vuelvo, pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.

Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como esta, desmayada
en un lecho de lilas e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.

Vuelvo a ti con mis dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo,
como siempre, y mis labios, no cansados
de alabarte ¡y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!

Recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el dejo suave de una hermana;
murmura un apacible: «Te perdono»,
y déjame dormir con abandono
en tu noble regazo hasta mañana...



Amado Nervo

La puerta

-- de Amado Nervo --

Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!



Amor, déjame; Amor, queden perdidos

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Amor, déjame; Amor, queden perdidos
tantos días en ti, por ti gastados;
queden, queden suspiros empleados,
bienes, Amor, por tuyos, ya queridos.

Mis ojos ya los dejo consumidos
y en sus lágrimas propias anegados;
mis sentidos, ¡oh Amor!, de ti usurpados
queden por tus injurias más sentidos.

Deja que sólo el pecho, cual rendido,
desnudo salga de tu esquivo fuego;
perdido quede, Amor, ya lo perdido:

¡Muévate (no podrá), cruel, mi ruego!
Más yo sé que te hubiera enternecido
si me vieras, Amor, ¡mas eres ciego!



Manuel del Palacio

Despedida

-- de Manuel del Palacio --

Cual deja el ruiseñor la enamorada
Doncella de quien fué cautivo un día,
Trocando por el valle en que vivía
Tiernos halagos y prisión dorada:

Tal dejo yo vuestra amistad preciada,
Dulce consuelo de la pena mia,
Mi libertad buscando y mi alegría,
Únicos bienes de mi edad cansada.

Pronto entre brumas al perder el puerto
Soñaré con el puerto suspirado
De las iras del mar término incierto:

¡Voy á partir! Los que me habeis amado
Recibid estas lágrimas que vierto;
¡No tiene más que dar el desterrado!



Jaime Sabines

boca del llanto

-- de Jaime Sabines --

Boca del llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman, tus labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!

sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!
¡cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!

no lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.

Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 4

-- de Jorge Manrique --

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
a aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.



Delmira Agustini

Luz púrpura con tu retrato

-- de Delmira Agustini --

Yo no sé si mis ojos o mis manos
encendieron la vida en tu retrato;
nubes humanas, rayos sobrehumanos,
todo tu Yo de emperador innato.

¡Amanece a mis ojos, en mis manos!
Por eso, toda en llamas, yo desato
cabellos y alma para tu retrato,
y me abro en flor. Entonces, soberanos

de la sombra y la luz, tus ojos graves
dicen grandezas que yo sé y tú sabes.
Y te dejo morir. Queda en mis manos

una gran mancha lívida i sombría.
Y renaces en mí melancolía
formado de astros fríos y lejanos.



Dulce María Loynaz

la marcha

-- de Dulce María Loynaz --

Camino hacia la sombra.
Voy hacia la ceniza mojada-fango de
la muerte...-, Hacia la tierra.
Voy caminando y dejo atrás el cielo,
la luz, el amor... Todo lo que nunca fue mío.

Voy caminando en línea recta; llevo
las manos vacías, los labios sellados...
Y no es tarde, ni es pronto,
ni hay hora para mí.

El mundo me fue ancho o me fue estrecho.
La palabra no se me oyó o no la dije.
Ahora voy caminando hacia el polvo,
hacia el fin, por una recta
que es ciertamente la distancia
más corta entre dos puntos negros.

No he cogido una flor, no he tocado una piedra.
Y ahora me parece que lo pierdo
todo, como si todo fuera mío...

¡Y más que el sol que arde el día entero
sobre ella, la flor sentirá el frío
de no tener mi corazón que apenas tuvo!..

El mundo me fue estrecho o me fue ancho.
De un punto negro a otro
-negro también...-Voy caminando...



Efraín Huerta

buenos días a diana cazadora

-- de Efraín Huerta --

Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.

Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.Flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.



Pedro Bonifacio Palacios

Como los bueyes

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano
y concilia deber, altruismo y gusto:
con el que pasa lejos, casi adusto,
con el que viene a mi, tierno y humano.
Hallo razón al triste y al insano,
mal que reviente mi pensar robusto;
y en vez de andar buscando lo más justo
hago yunta con otro y soy su hermano.
Sin meterme a Moisés de nuevas leyes,
doy al que pide pan, pan y puchero;
y el honor de salvar al mundo entero
se lo dejo a los genios y a los reyes:
Hago, vuelvo a decir, como los bueyes,
mutualidad de yunta y compañero.



Rafael de León

y sin embargo te quiero

-- de Rafael de León --

I
me lo dijeron mil veses,
mas yo nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hasía;
lo más que te preguntaba
era que si me querías.
Y bajo tus besos en la madrugá,
sin que tú notaras la cruz de mi angustia
solía cantá:

estribillo

te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vía,
más que al aire que respiro
y más que a la mare mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de queré,
que las campanas me doblen
si te farto arguna ve.
Eres mi vía y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte,
no debía de quererte
y sin embargo te quiero.

Ii

vives con unas y otras
y na se te importa de mi soledá;
sabes que tienes un hijo
y ni el apellido le vienes a da.
Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día;
¡mi niño no tiene pare...
Qué pena de suerte mía!
anda, rey de españa, vamos a dormí...
Y, sin darme cuenta, en ve de la nana
yo le canto así:

(al estribillo) ...Y fin.



José Ángel Buesa

lied

-- de José Ángel Buesa --

Mi corazón se queda aunque mi amor se vaya,
porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una playa;
mi amor es inestable como el viento y el mar.
Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz que encendí:
tu amor es una playa , mi amor es una ola,
y necesariamente yo he de volver a ti...



Garcilaso de la Vega

SONETO XXX

-- de Garcilaso de la Vega --

Sospechas, que en mi triste fantasía
puestas, hacéis la guerra a mi sentido,
volviendo y revolviendo el afligido
pecho, con dura mano noche y día;

ya se acabó la resistencia mía
y la fuerza del alma; ya rendido
vencer de vos me dejo, arrepentido
de haberos contrastado en tal porfía.

Llevadme a aquel lugar tan espantable,
que, por no ver mi muerte allí esculpida,
cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya, que concedida
no es tan larga defensa al miserable;
colgad en vuestro carro mis despojos.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXVI

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Garcilaso de la Vega

Siento el dolor menguarme poco a poco

-- de Garcilaso de la Vega --

Siento el dolor menguarme poco a poco,
no porque ser le sienta más sencillo,
más fallece el sentir para sentillo,
después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,
antes voy tan ufano con oíllo,
que no dejaré el sello y el sufrillo,
que si dejo de sello, el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;
prívame éste de sí por ser tan mío;
mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío
preciarme de este mal, do me destruyo:
y lo tengo por única ventura.



Garcilaso de la Vega

Sospechas que en mi triste fantasía

-- de Garcilaso de la Vega --

Sospechas, que, en mi triste fantasía
puestas, hacéis la guerra a mi sentido,
volviendo y revolviendo el afligido
pecho con dura mano, noche y día;

ya se acabó la resistencia mía
y la fuerza del alma; ya rendido,
vencer de vos me dejo, arrepentido
de haberos contrastado en tal porfía.

Llevadme a aquel lugar tan espantable
que, por no ver mi muerte allí esculpida,
cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya, que concedida
no es tan larga defensa al miserable;
colgad en vuestro carro mis despojos.



Gutierre de Cetina

tiéneme en duda amor, por más tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Si será o no será lo que deseo;
del sí casi ningún camino veo,
del no dejo engañarme el pensamiento;
del sí le viene esfuerzo al sufrimiento,
del no mayor terneza en lo que creo;
con el sí me regalo y me recreo
cuando del no me asombra el sentimiento.
Mi cuidado, que más tal duda piensa,
dice que un cierto no, no me conviene,
y del incierto sí se desagrada.
Y el alma que entre el sí y el no suspensa
dudando vive, por mejor lo tiene
que el peligro de ser desengañada.



Gutierre de Cetina

como la simplecilla mariposa

-- de Gutierre de Cetina --

A torno de la luz de una candela
de pura enamorada se desvela,
ni se sabe partir, ni llegar osa;
vase, vuelve, anda, torna y no reposa,
y de amor y temor junto arde y hiela,
tanto que al fin las alas con que vuela
se abrasan con la vida trabajosa.
Así, mísero yo, de enamorado,
a torno de la luz de vuestros ojos
vengo, voy, torno y vuelvo y no me alejo;
mas es tan diferente mi cuidado
que en medio del dolor de mis enojos
ni me acaba el ardor, ni de arder dejo.



Idea Vilariño

el olvido

-- de Idea Vilariño --

Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.

Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...

Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.



Salvador Díaz Mirón

La canción del paje

-- de Salvador Díaz Mirón --

Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.



Salvador Díaz Mirón

Vigilia y sueño

-- de Salvador Díaz Mirón --

La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!



Santiago Montobbio

huecograbado

-- de Santiago Montobbio --

Huecograbado
igual que no es ningún genio quien sospecha
que la lentitud venenosa de un otoño
tiene por testigo final a cualquier calle
la tinta de este papel también es la tinta última
y en la improbable forma con que consiga
abrazarme a su mentira jamás podrá
ser más cierta la vida. Pues no
porque se repitan hasta la fatiga
dejo de saber que mis poemas no son más
que los retratos de unos penúltimos suicidios,
el puño que si se abre todas las llagas
de la sombra tiene y también el corazón que suspira
por la sigilosa huida que se transfigura en las ventanas.
Que juntos quizá forman un instante solo y tenso
en lo rojo o en la noche, un pobre tiempo fiero
en el que el corazón aprieta y muerde para que después
la vida se descanse y con igual tristeza
retome mi cintura; instantes de derrotas
y de muros, desangelados arañazos o torpes ensayos
que con insistente timidez anuncian despedidas
estos mis ocres versos en silencio sabedores
de que si de la noche salgo no estoy
en ningún sitio.



Sor Juana Inés de la Cruz

al que, ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja busco amante;
y al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quién mi amor maltrata;
maltrato a quién mi amor busca constante.

Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata;
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a áquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo;
de quién no quiero ser violento empleo;
que de quien no me quiere, vil despojo.



Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Anónimo

La mora Moraima

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima

morilla de un bel catar.

Cristiano vino a mi puerta

cuitada, por me engañar:

hablóme en algarabía

como quien la sabe hablar:

«ábrasme las puertas, mora,

sí, Alá te guarde de mal.»

«Cómo te abriré, mezquina,

que no sé quién te serás?»

«Yo soy el moro Mazote

hermano de la tu madre,

que un cristiano dejo muerto

y tras mí viene el alcalde:

si no me abres tú, mi vida,

aquí me verás matar.»

Cuando esto oí, cuitada,

comencéme a levantar,

vistiérame un almejía

no hallando mi brial,

fuérame para la puerta

y abríla de par en par.



Marilina Rébora

acatamiento

-- de Marilina Rébora --

Acatamiento
he querido morir, señor, pero he vivido
y confieso ante ti mi aleve cobardía.
¿Qué dejo para aquellos semejantes que han sido
probados en dolor a punto de agonía?
y por querer morir, señor, he revivido
puesto que tú dispones que pase al nuevo día,
retornada a mí misma, tras haber pretendido
ordenar mi existencia como si fuera mía.
Ya no habré de volver contra ti aunque padezca
ni habré de lamentarme en la misma desgracia.
Si no es tu voluntad que mi vida perezca,
acepto de buen grado, señor, tu santa gracia
y todos los misterios con que la tierra animas,
que para nuestro bien, lo que haces, estimas.



Miguel Hernández

8

-- de Miguel Hernández --

8
por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.
A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.
Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.



Miguel Unamuno

Me destierro a la memoria

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma-libro,
hombre-mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Miguel Unamuno

Me destierro

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma?libro,
hombre?mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Juan Pablo Forner

Definición de una niña de moda

-- de Juan Pablo Forner --

Yo soy de poca edad, rica y bonita;
tengo lo que suelen llamar salero,
y toco, y canto, y bailo hasta el bolero,
y ando que vuelo con la ropa altita;

si entro en ella, revuelvo una visita,
y más si hay militar o hay extranjero;
voy a tertulia, y hallo peladero;
a paseo, y me llevo la palmita;

soy marcial: hablo y trato con despejo;
a los lindos los traigo en ejercicio,
y dejo y tomo a mi placer cortejo;

visto y peino con gracia y artificio...
Pues ¿qué me falta?... Oyola un tío viejo,
y le dijo gruñendo: «Loca, el juicio.»



Julio Flórez

De viaje

-- de Julio Flórez --

Poem

Siempre aturdido entre el tumulto ignaro voy con mi carga de dolor a cuestas, olas salvando y empinadas crestas en tierra, sin bordón, y en mar sin faro.

Aquí y en todas partes sin amparo, con los labios repletos de protestas, tras horas desoladas y funestas, a bajar la pendiente me preparo.

Ruinas no más, desolación y luto dejo en mi senda lúgubre; a mi vista se abre la eternidad y no me inmuto.

¡Sólo seguir viviendo me contrista, pues tengo para el último minuto el alma pronta y la materia lista!



Evaristo Ribera Chevremont

a una cubana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Cubana de caña de azúcar,
cubana de rosa y clavel,
cubana de río y palmera,
con sol y salina en la piel.

Especias que pican y encienden
son menos que tú en el danzón,
cubana de dientes preciosos,
precioso y febril corazón.

Cubana, guajira y meneo
con rítmico y rápido pie,
la falda incendiada de sexo,
la boca olorosa a café.

El seno apretado y mordiente,
de brusco y carnoso temblor,
cortado de beso y mordisco,
quemado de sangre y sudor.

Cubana caliente y bonita,
bonita y caliente eres tú,
suave de hierbas y erguida
en tallo de fino bambú.

Y el dejo en la voz cariciosa,
untada de tórtolas
y sedosa de plumas y espumas
al darme los mimos a mí.

Cubana en la espesa manigua
con negro, mosquito y calor,
sonidos de huecas maracas
y truenos de congo tambor.

Cubana, guajira y refresco
de piña y de coco, y el son
batido, el tabaco veguero
y el vaso amarillo de ron.



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



Francisco Sosa Escalante

Apariencia engañosa

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ah! no es la tuya, Rosa, la alegría
Que inunda al alma con su amor dichosa:
Es la máscara no más con que afanosa
Ocultas la tenaz melancolía.

Como la luz al espirar el día
Es la luz de tus ojos, misteriosa,
Y hasta el acento de tu voz, ¡oh Rosa!
El dejo tiene de tristeza impía.

El beso de tus labios no es el beso
Que al sueño dulce del amor provoca;
La frente quema donde fuera impreso.

En vano buscas anhelante y loca
La dicha, del festin en el exceso:
La muerte allí tu corazon invoca.



Francisco Sosa Escalante

En un álbum (Sosa Escalante I)

-- de Francisco Sosa Escalante --

De mi cariño fraternal en prenda
Mis versos dejo aquí; tal vez un dia
Salvar consigan la memoria mia
Cuando a la oscura eternidad descienda.

Si tú los guardas, niña, como ofrenda
De mi pura amistad y simpatía,
En vano del olvido la onda fría
Querrá extenderse por mi triste senda.

Amores, ilusiones, cuanto adora
El triste corazón, todo perece
Del tiempo con la marcha destructora.

La amistad nada más, al hombre ofrece
Bálsamo dulce si sus penas llora,
Y en su nublado cielo resplandece.



Francisco Villaespesa

adiós a cuba

-- de Francisco Villaespesa --

Con ternuras de madre y piedades de hermana
me ofreciste un oasis de paz en esta guerra,
por eso al alejarse la errante caravana,
tu recuerdo en el fondo del corazón encierra;
y con él las tristezas de su otoño engalana...
Pupila que la muerte sin mirarte se cierra
no sabrá qué es belleza, porque tú eres, habana,
la ciudad más hermosa que floreció en la tierra.
¡En mi adiós, como ofrenda, te dejo el alma mía!...
¡Que los dioses te amparen, ciudad de encantamiento,
y que siempre contemple la pupila viajera
sobre el maravilloso cristal de tu bahía
fulgurar ondulante a la gloria del viento
la estrella solitaria que brilla en tu bandera!...



José Cadalso

renunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de filis

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tu admiraste,
al punto sin imperio en mi te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

muerta filis renuncia el poeta al amor y a la poesía

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas ¡ay! que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi talía.
Pues no borra su ley la parca dura,
a quien el mismo jove no resiste,
olvido el pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



José Cadalso

A la muerte de Filis I

-- de José Cadalso --

Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

Mas, ay, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.



Blanca Andreu

extraño no decirlo y hablar hidras pensadas

-- de Blanca Andreu --

Extraño no decirlo y hablar hidras pensadas
o hacer poesía y cálculo,
extraño no contarte que el cianuro cifran viene sobre las diez,
o viene rilke el poeta
a contarme que sí, que de veras tú pasas a mi sangre
pero de qué nos sirve.
Veneno y sombra extraña, extraño no decirlo, de metales muy fríos
y faltos de latido:
amor, es eso, yo bebo violas rotas,
pienso cosas quebradas,
en verdad yo me bebo la infancia del coñac,
bebo las locas ramas virginales,
bebo mis venas que se adormecen para querer morir,
bebo lo que me resta cuando dejo mi cuello
bajo la luna de guillotina,
bebo la sábana de los sacrificios y bebo el amor que salpica sueño
pero de qué nos sirve.



Blas de Otero

en castellano en castellano (1959)

-- de Blas de Otero --

Aquí tenéis mi voz
alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz apedreando las puertas de la muerte
con cantos que son duras verdades como puños.
Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
hermosa como un viaje alrededor del mundo.
Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
en pie contra el crepúsculo.
Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.



Carolina Coronado

oración a la virgen que cantan los niños en una escuela

-- de Carolina Coronado --

Hazme buena, madre mía,
dame paciencia y virtud,
porque tú santa maría
has de ser la mejor guía
que tenga mi juventud.
Del corazón inocente
protege tú los amores,
y antes que empañen mi frente,
que me cieguen de repente
tus divinos resplandores.
Consuélame, madre mía,
cuando a tus plantas me veas,
porque yo no dejo un día
de decir «santa maría»
«¡bendita en el cielo seas!»



Carolina Coronado

última réplica a otra contestación a la anterior

-- de Carolina Coronado --

¡extremada bizarría!
¡rendimiento cortesano!
¡bondad la del castellano
consumadísima es,
pues con una dama altiva
mueve altivo una querella,
por que logre el triunfo ella
de que se rinda a sus pies!
a quien vencido se aclama
con tan noble gallardía,
no tiene la musa mía
nada, señor, que añadir;
si no es que a vos mucho estima
el sacrificio costoso
del empeño generoso
que os obliga a desistir.
Tal hazaña en vos excede
a una cumplida victoria,
que a veces está la gloria
más que en triunfar, en ceder;
triunfo alcanzáis en rendiros
con galán comedimiento,
mayor que el merecimiento
que lograrais en vencer.
Básteos, señor, esto y dejo
que desdeñados garzones
formen grandes coaliciones
en sus odios contra mí,
pues el odio es tan amargo
para el alma que lo siente,
que odiándome injustamente
la pena llevan en sí.



Clemente Zenea

En un álbum (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

Tú vas hacia una orilla
de donde triste vengo,
lo que tú buscas ahora
es ¡ay! lo que yo dejo!

Tú vas a ver un alba
que baña de oro el cielo,
y yo a ver un sol mustio
que ya se está poniendo.

Tú vas a sembrar flores
en fértiles terrenos,
yo voy a alzar mi tienda
en áridos desiertos.

Vas a lanzar tu barca
sobre un océano inmenso,
vas a aplicar al labio
la copa de los sueños.

¡Que duerma entre las velas
la cólera del viento,
que amor rompa las ondas
al golpe de sus remos!

¡Que como yo, no tengas
que suplicar al cielo,
que encuentres ¡ay! almíbar
donde yo hallé veneno!



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



Rosario Castellanos

parábola de la inconstante

-- de Rosario Castellanos --

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
si yo soy lo que soy
y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
suceda ese proceso
que la semilla le permite al árbol
y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
a asirme a una pared como el enamorado
se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
en solidez de roble,
la rumorosa soledad, la sombra
hospitalaria y daba al caminante
- a su cuchillo agudo de memoria -
el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
y otras el arrebato,
la gracia o el furor, siempre los dos contrarios
prontos a aniquilarse
y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
me iba de algún mesón desmantelado
en el que no encontré ni una mala bujía
y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
no sé qué cara le daré a la muerte.



Rubén Darío

de invierno

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de alençón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de parís.
Regresar a azul



Rubén Darío

De invierno (Darío)

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba