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Se han encontrado 87 poemas con la palabra deja

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Alfonso Reyes

el llanto

-- de Alfonso Reyes --

Al declinar la tarde, se acercan los amigos;
pero la vocecita no deja de llorar.
Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos,
pero sigue cayendo la gota de pesar.
No sabemos de donde viene la vocecita;
registramos la granja, el establo, el pajar.
El campo en la tibieza del blando sol dormita,
pero la vocecita no deja de llorar.
¡La noria que chirría! dicen los más agudos
pero ¡si aquí no hay norias! ¡que cosa tan singular!
se contemplan atónitos, se van quedando mudos
porque la vocecita no deja de llorar.
Ya es franca desazón lo que antes era risa
y se adueña de todos un vago malestar,
y todos se despiden y se escapan de prisa,
porque la vocecita no deja de llorar.
Cuando llega la noche, ya el cielo es un sollozo
y hasta finge un sollozo la leña del hogar.
A solas, sin hablarnos, lloramos un embozo,
pero la vocecita no deja de llorar.

Poema el llanto de Alfonso Reyes con fondo de libro

Alfonsina Storni

Piedra miserable

-- de Alfonsina Storni --

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra...

Poema Piedra miserable de Alfonsina Storni con fondo de libro

Catalina Clara Ramírez de Guzmán

Al temor

-- de Catalina Clara Ramírez de Guzmán --

Deja vivir, Temor, a mi esperanza,
que apenas nace cuando a penas muere;
y si no ha de lograr, deja que espere,
ya que está el bien del mal en la tardanza.
No tengo en sus promesas confianza,
mas le agadezco que adularme quiere;
no estorbes que me engañe si pudiere,
fingiendo que en mi mal habrá mudanza.
Si esperar la esperanza me entretiene,
deja tan orto alivio a mi tormento
que por lisonja el gusto lo previene.
No me nieges,Temor, tan corto aliento;
ya sé que el concederte me conviene,
que es seguir la esperanza asir el viento.

Poema Al temor de Catalina Clara Ramírez de Guzmán con fondo de libro

Alfonso Reyes

consejo poético

-- de Alfonso Reyes --

La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras.
¿La emoción? pídela al número
que mueve y gobierna al mundo.
Templa el sagrado instrumento
más allá del sentimiento.
Deja al sordo, deja al mudo,
al solícito y al rudo.
Nada temas, al contrario,
si en el rayo de una estrella
logras calcinar la huella
de tu sueño solitario.



Amado Nervo

diálogo

-- de Amado Nervo --

El desaliento
¡por qué empeñarse en buscar
a quién se quiere esconder!
si dios no se deja ver,
alma, ¿cómo les has de hallar?
y aún pretendes lograr
que esa esfinge que se esconde
y calla, te diga dónde
recobrarás a tu muerta.
¡Ilusa, llama a otra puerta,
que en ésta nadie responde!
la esperanza
hay que empeñarse en buscar
a quien se quiere esconder.
Si dios no se deja ver,
alma, le tienes que hallar
por fuerza.
Y has de lograr
que esa esfinge que se esconde
y calla, te diga dónde
recobrarás a tu muerta.
¡Si la fe llama a una puerta,
el amor siempre responde!



Lope de Vega

Matilde, no te espantes que Felino

-- de Lope de Vega --

Matilde, no te espantes que Felino
ame a Valeria en público y secreto,
que el albedrío no ha de estar sujeto
y cada cual lo vive a su destino.

¿Qué nombre pierdes? ¿qué valor divino?
¿qué estimación? ¿qué prendas? ¿qué conceto?
¿quién fue tu fundador? ¿quién tu arquitecto?
¿qué Alejandro? ¿qué Rómulo? ¿qué Nino?

Así naciste, así es razón que seas,
deja que goce lo que más le agrada;
y si vivir sin él no te conviene,

mátate como Elisa la de Eneas,
que aunque Felino no te deja espada,
basta el dolor para quien honra tiene.



Lope de Vega

Quiero escribir y el llanto no me deja

-- de Lope de Vega --

Quiero escribir, y el llanto no me deja;
pruebo a llorar, y no descanso tanto;
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto:
todo me impide el bien, todo me aqueja.
Si el llanto dura, el alma se me queja;
si el escribir, mis ojos; y si en tanto
por muerte o por consuelo me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja.
Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra
el centro deste pecho que enciende
le di (si en tanto bien pudieres verte)
que haga de mis lágrimas la letra,
pues ya que no lo siente, bien entiende:
que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.



Luis Gonzaga Urbina

madrigal efusivo

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Déjame amar tus claros ojos. Tienen
lejanías sin fin, de mar y cielo,
y sus fulgores apacibles vienen
hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen
mis viejas sombras y se vuelvan flores;
deja que con tus ojos se fascinen,
como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos,
que en ellos sueñe inexplorados mundos
que en ellos bañe mi melancolía...
Son tristes, luminosos y profundos,
como puestas de sol, amada mía.....



Líber Falco

La moneda

-- de Líber Falco --

Mira cómo los niños,
en un aire y tiempo de otro tiempo,
ríen.
Cómo en su inocencia,
la Tierra es inocente
y es inocente el hombre.
Míralos cómo al descubrir la muerte
mueren, y ya definitivamente
ya sus ojos y dientes
comienzan a crecer junto a las horas.

Deja que ellos guarden sin saberlo,
el secreto último de su inocencia
nuestro último sueño, ya olvidado.

Cuando todo termine,
deja que un niño lleve
nuestra única y última
moneda.



César Vallejo

quién hace tanta bulla, y ni deja

-- de César Vallejo --

i
quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando.
Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.
Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
de los más soberbios bemoles.
Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.



Diego Hurtado de Mendoza

Hoy deja todo el bien un desdichado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Hoy deja todo el bien un desdichado
A quien quejas ni llanto no han valido;
Hoy parte quien tomara por partido
Tambien de su vivir ser apartado.

Hoy es cuando mis ojos han trocado
El veros por un llanto dolorido;
Hoy vuestro desear será cumplido,
Pues voy do he de morir desesperado.

Hoy parto y llego á la postrer jornada,
La cual deseo ya mas que ninguna,
Por verme en alguna hora descansada.

Y porque con mi muerte mi fortuna
Os quite á vos de ser importunada,
Y á mi quite el vivir, que me importuna.



Pablo Neruda

soneto xciii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xciii
si alguna vez tu pecho se detiene,
si algo deja de andar ardiendo por tus venas,
si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,
si tus manos se olvidan de volar y se duermen,
matilde, amor, deja tus labios entreabiertos
porque ese último beso debe durar conmigo,
debe quedar inmóvil para siempre en tu boca
para que así también me acompañe en mi muerte.
Me moriré besando tu loca boca fría,
abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,
y buscando la luz de tus ojos cerrados.
Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo
iremos confundidos en una sola muerte
a vivir para siempre la eternidad de un beso.



Pablo Neruda

el viento en al isla

-- de Pablo Neruda --

El viento es un caballo:
óyelo cómo corre
por el mar, por el cielo.
Quiere llevarme: escucha
cómo recorre el mundo
para llevarme lejos.
Escóndeme en tus brazos
por esta noche sola,
mientras la lluvia rompe
contra el mar y la tierra
su boca innumerable.
Escucha como el viento
me llama galopando
para llevarme lejos.
Con tu frente en mi frente,
con tu boca en mi boca,
atados nuestros cuerpos
al amor que nos quema,
deja que el viento pase
sin que pueda llevarme.
Deja que el viento corra
coronado de espuma,
que me llame y me busque
galopando en la sombra,
mientras yo, sumergido
bajo tus grandes ojos,
por esta noche sola
descansaré, amor mío.



Rafael María Baralt

A Sevilla

-- de Rafael María Baralt --

Deja los juegos ya; deja de amores
la liviana canción que te adormía
con blando arrullo en la ribera umbría
del Betis claro, entre galanas flores.

Ya probaste del arte los ardores
y al ronco son de bélica armonía
lidiar supiste en temeroso día,
ganar laureles, merecer loores.

Ciñe pues, a tu frente la corona
de inmarcesible lauro con que el cielo
de potente y de justo en ti blasona.

Y ya libre del yugo el patrio suelo
por tu esfuerzo feliz, lleva a Helicona
de más noble cantar el raudo vuelo.



José Ángel Buesa

canción del amor que pasa

-- de José Ángel Buesa --

M'apporte le parfum et te laisse la rose...
H. De regnier
yo soy como un viajero que no duerme
más de una vez en la misma casa.
Dame un beso y olvídame. No intentes retenerme:
soy el amor que pasa...
Yo soy como una nube que da sombra un instante;
soy una hoguera efímera que no deja una brasa.
Yo soy el buen amor y el mal amante.
Dime adiós y sonríeme: soy el amor que pasa...
Soy el amor que olvida, pero que nunca miente,
que muere sonriendo porque nace feliz.
Yo paso como un ala,fugazmente;
y, aunque se siembre un ala, nunca tendrá raíz.
No intentes retenerme: déjame que me vaya
como el agua de un río, que no vuelve a pasar...
Yo soy como una ola en una playa,
pues las olas se acercan, pero vuelven al mar...
Soy el amor de amar, que nadie odia lo inerme,
que se lleva el perfume, pero deja la flor...
Dime adiós, y no intentes retenerme:
soy el amor que pasa... ¡Pero soy el amor!



Gutierre de Cetina

el cielo de sus altos pensamientos

-- de Gutierre de Cetina --

Con las alas de amor ledo subía
vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.
Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:
«si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de faetón el caso fiero,
»consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero».



Sor Juana Inés de la Cruz

al que, ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja busco amante;
y al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quién mi amor maltrata;
maltrato a quién mi amor busca constante.

Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata;
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a áquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo;
de quién no quiero ser violento empleo;
que de quien no me quiere, vil despojo.



Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Cuéntame tu pena

-- de Vicenta Castro Cambón --

CUÉNTAME tu pena,
porque aunque lo calles
yo sé que en el alma,
hondo, donde nadie
llega con los pobres
ojos de la carne,
tienes una herida,
una herida grande.
Con fibras de mi alma
yo haré venda suave;
de tu herida déjame
restañar la sangre;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
yo sé que abundantes
serian tus lágrimas
si las derramases.
Llora sobre mi alma;
que en mis lagrimales
las lágrimas tuyas
sus crisoles hallen;
y si amargas quejas
a Dios has de darle
deja que tus quejas
por mis labios pasen;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
tengo sed, tengo hambre
de las amarguras
que llenan tu cáliz;
pero séme dócil
cual niño a su madre.
Deja que la copa
de tu mano arranque:
temo que tu mano
sea —no te enfades—
la que en esa copa
hiel pone y vinagre.



Manuel Reina

A media noche (Reina)

-- de Manuel Reina --

Choca tu dulce boca con la mía,
mujer deslumbradora;
y brotará la ardiente poesía
que mi mente atesora.

Deja, deja que rompa ese lujoso
traje de terciopelo
que oculta, como amante cariñoso,
de tu belleza el cielo.

Quiero una bacanal regia y grandiosa;
que el dios de los amores
en ella cubra tu cabeza hermosa
de perfumadas flores.

Un banquete de dioses, una orgía
tan rica y deslumbrante,
que exceda a la más bella fantasía
del genio más gigante.

Que esté el salón cubierto de brocados,
y telas suntuosas;
la mesa, de manjares delicados
y de divinas rosas.

Y que haya esos licores deliciosos
coronados de llamas,
que engendran en la mente luminosos
y bellos panoramas.

Los generosos vinos espumantes
dejemos al olvido;
¡quiero beber en copa de brillantes
el oro derretido!

Y cuando de estos goces y delicias
esté mi pecho lleno,
expirar entre besos y caricias,
reclinado en tu seno.



Rosalía de Castro

Tiemblan las hojas, y mi alma tiembla

-- de Rosalía de Castro --

I

Tiemblan las hojas, y mi alma tiembla,
Pasó el verano...
Y para el pobre corazón mío,
Unos tras otros ¡pasaron tantos!

Cuando en las noches tristes y largas
Que están llegando
Brille la luna, ¡cuántos sepulcros
Que antes no ha visto verá a su paso!

Cuando entre nubes hasta mi lecho
Llegue su rayo,
¡Cuan tristemente los yermos fríos
De mi alma sola, no irá alumbrando!

II

Pobre alma sola, no te entristezcas,
Deja que pasen, deja que lleguen
La primavera y el triste otoño,
Ora el estío y ora las nieves.



Medardo Ángel Silva

El precepto

-- de Medardo Ángel Silva --

Deja la plaza pública al fariseo, deja
la calle al necio y tú enciérrate, alma mía,
y que sólo la lira interprete tu queja
y conozca el secreto de tu melancolía.

En los brazos del Tiempo la juventud se aleja,
pero su aroma nos embriaga todavía
y la empañada luna del Recuerdo refleja
las arrugas del rostro que adoramos un día.

Y todo por vivir la vida tan de prisa,
por el fugaz encanto de aquella loca risa,
alegre como un son de campanas pascuales,

por el beso enigmático de la boca florida,
por el árbol maligno cuyas pomas fatales
de empozoñadas mieles envenenan la Vida.



Julio Flórez

viii

-- de Julio Flórez --

¿has contemplado, a lo lejos,
al sol que, paso a paso,
va descendiendo al ocaso
con su manto de reflejos,
cómo por lúgubres huellas
deja, en su triunfal descenso,
cubierto el espacio inmenso
de crespones y de estrellas?
así, niña, es el amor:
como el sol, paso entre paso,
cuando desciende a su ocaso
y no da luz ni calor,
en el corazón herido,
nos deja, en triste quebranto,
¡por astros, gotas de llanto,
y por tinieblas, olvido!
julio flórez



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 95

-- de Francisco de Quevedo --

Vinagre y hiel para sus labios pide,
y perdón para el pueblo que le hiere:
que como sólo por que viva, muere,
con su inmensa piedad sus culpas mide.
Señor que al que le deja no despide,
que al siervo vil que le aborrece quiere,
que porque su traidor no desespere,
a llamarle su amigo se comide,
ya no deja ignorancia al pueblo hebreo
de que es hijo de dios, si, agonizando,
hace de amor, por su dureza, empleo.
Quien por sus enemigos, expirando,
pide perdón, mejor en tal deseo
mostró ser dios, que el sol y el mar bramando.



Francisco Sosa Escalante

A una flor (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Deja que imprima de ternura lleno,
Mis labios en tus pétalos de grana,
Ya que luciste tu esplendor, galana
Sobre la nieve de su blanco seno.

Deja que al llanto y al dolor ajeno
Celebre tu ventura soberana,
Encantadora flor que en la mañana
Gentil brillaras en el prado ameno.

¡Ay! ya marchita al trascurrir las horas
He de venir á hallarte al nuevo día,
Sin las tintas brillantes que atesoras!

Y así te guardaré! que el alma mía
Por tí ha de recordar las seductoras
Frases del ángel que hasta mí te envía.



Abraham Valdelomar

Los pensadores vencidos

-- de Abraham Valdelomar --

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora...
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas...

Pasan sátiros, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles...

En la Puerta Nomentana y en el viejo Capitolio
el eco de un himno eolio,
deja una nota sonora.

...Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...



Adelardo López de Ayala

Al oído

-- de Adelardo López de Ayala --

Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y en el rincón más hondo de tu pecho
deja que labre mi amoroso nido.

Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo satisfecho...
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!

Yo no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...

Quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.



Adelardo López de Ayala

Dos madrigales en uno

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo a Enriqueta le diría
que su gracia me subyuga,
que me encanta su talento,
y hasta su nombre me gusta...

Mas temo que Margarita,
al escucharme, presuma
que la agravio, y el respeto
me deja la lengua muda.

Yo también a Margarita,
en más feliz coyuntura,
de sus muchas perfecciones
pudiera elogiarle algunas...

Pero temo que Enriqueta
me diga con faz adusta,
que requiebros duplicados
no tienen gracia ninguna.

Niñas: ¿queréis que un momento,
para hablaros, os desuna?
Dos tórtolas en un árbol
están muy bonitas juntas...;
Pero, al volar, si son libres,
toman diferente ruta...

Y no es mucho mirar luego
cómo encuentra cada una
su dulce compaña, y cómo
se dan el pico y se arrullan.



Alberti

A FEDERICO GARCÍA LORCA

-- de Alberti --

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.



Alberti

elegía del niño marinero

-- de Alberti --

Marinerito delgado,
luis gonzaga de la mar,
¡qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!

te fuiste, marinerito,
en una noche lunada,
¡tan alegre, tan bonito,
cantando, a la mar salada!

¡qué humilde estaba la mar!
¡él cómo la gobernaba!
tan dulce era su cantar,
que le aire se enajenaba.

Cinco delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles marineros,
invisibles, la guiaban.

Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola en su red plateada.

¡Qué negra quedó la mar!
¡la noche qué desolada!
derribado su cantar,
la barca fue derribada.

Flotadora va en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la noche cerrada!

¡ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!

¿qué harás pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme al cielo
de los peces y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar.



Alberto Lista

La duda (Alberto Lista)

-- de Alberto Lista --

¿Si será de amistad, Filis hermosa,
la grata llama que en el pecho siento;
que como propio tu dolor lamento,
y soy feliz, cuando eres venturosa?

¿O será amor? Tu imagen deliciosa
grabada está en el alma, y el momento,
que obligado la deja el pensamiento,
me es ingrato el pensar, la vida odiosa.

Amor es. Este ardor de verte, este
inefable placer cuando te veo,
¿quién sino el dulce amor puede inspirarlo?

Mas ¡ay! es como tú puro y celeste;
e ignorando los fuegos del deseo,
halaga el corazón sin abrasarlo.



Alfonsina Storni

Melancolía

-- de Alfonsina Storni --

Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.



Alfonsina Storni

Melancolía (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.



Alfonso Reyes

visitación

-- de Alfonso Reyes --

Soy la muerte me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.
Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.
¡Y pensar confesé, que de mil modos
quise disimularte con apodos,
entre miedos y errores confundida!
«más tienes de caricia que de pena».
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.



Alfonso Reyes

para un mordisco

-- de Alfonso Reyes --

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.
Así es que prefiriera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.
Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que stendhal.
Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)
se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de newton exhibe otras iguales.
Es muy de juan ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.
Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una primavera amarilla ,
con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de ulises.
¡Ulises yo, que apenas de caribdis a escila
de un vértice a un escollo saciaba la pupila!
porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,
y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.
Y se acabó la historia tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.



Amado Nervo

su trenza

-- de Amado Nervo --

Bien venga, cuando viniere,
la muerte: su helada mano
bendeciré si hiere...
He de morir como muere
un caballero cristiano.
Humilde, sin murmurar,
¡oh muerte!, me he de inclinar
cuando tu golpe me venza;
¡pero déjame besar,
mientras expiro, su trenza!
¡la trenza que le corté
y que, piadoso guardé
(impregnada todavía
del sudor de su agonía)
la tarde en que se me fue!
su noble trenza de oro:
amuleto ante quien oro,
ídolo de locas preces,
empapado por mi lloro
tantas veces..., Tantas veces...
Deja que, muriendo, pueda
acariciar esa seda
en que vive aún su olor:
¡es todo lo que me queda
de aquel infinito amor!
cristo me ha de perdonar
mi locura, al recordar
otra trenza, en nardo llena,
con que se dejó enjugar
los pies por la magdalena...



Amado Nervo

ródeuse

-- de Amado Nervo --

Si te toman pensativa los desastres de las hojas
que revuelan crepitando por el amplio bulevar;
si los cierzos te insinúan no sé qué vagas congojas
y nostalgias imprecisas y deseos de llorar;
si el latido luminoso de los astros te da frío;
si incurablemente triste ves al sena resbalar,
y el reflejo de los focos escarlatas sobre el río
se te antoja que es la estela de algún trágiconavío
donde llevan los ahogados de la morgue a sepultar;
¡pobrecita! ven conmigo: deja ya las puentes yermas.
Hay un alma en estas noches a las tísicas hostil,
y un vampiro disfrazado de galón que busca enfermas,
que corteja a las que tosen y que, a poco que te duermas,
chupará con trompa inmunda tus pezones de marfil.



Amado Nervo

¡puella mea!

-- de Amado Nervo --

Muchachita mía,
gloria y ufanía
de mi atardecer,
yo sólo tenía
la santa alegría
de mi poesía
y de tu querer.
¿Por qué te partiste?
¿por qué te me fuiste?
mira que estoy triste,
triste, triste, triste,
con tristeza tal
que mi cara mustia
deja ver mi angustia
como si fuera de cristal.
Muchachita mía,
¡qué sola, qué fría
te fuiste aquel día!
¿en qué estrella estás?
¿en qué espacio vuelas?
¿en qué mar rielas?
¿cuándo volverás?
¡nunca, nunca más!



Amós de Escalante

Al Cristo de mi cabecera

-- de Amós de Escalante --

Tú velas en la Cruz, donde clavado
te deja y vergonzoso y dolorido,
más que el odio de un pueblo fementido,
la pesadumbre inmensa del pecado.

Tú velas en la Cruz, y descuidado
duerme a tus pies mi espíritu rendido
en brazos del silencio y del olvido,
de un sueño en otro sueño transportado.

No sabe si hallará cuando despierte
los dolores y halagos de la vida
o el juicio y resistencia de la muerte.

Si tú, Señor, le compadeces, cuida
de hacerle amar tu hora, la de verte,
si esperada quizás, siempre temida.



Leopoldo Lugones

la cachila

-- de Leopoldo Lugones --

Un gemidito titila.
Por el aire, donde en vilo,
como colgada de un hilo
va subiendo la cachila.

Allá cerca ha hecho su nido,
de la huella que en el barro
deja la mula del carro
al pasar cuando ha llovido.

Y así el pajarillo blando,
entre el riesgo y el estruendo,
vive volando y gimiendo,
muere gimiendo y volando.



Leopoldo Lugones

El amor eterno

-- de Leopoldo Lugones --

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echará en la llama.



Leopoldo Lugones

El nido ausente

-- de Leopoldo Lugones --

Sólo ha quedado en la rama
un poco de paja mustia
y, en la arboleda, la angustia
de un pájaro fiel que llama.
Cielo arriba y senda abajo,
no halla tregua a su dolor,
y se para en cada gajo
preguntando por su amor.
Ya remonta con su queja,
ya pía por el camino
donde deja en el espino
su blanda lana la oveja.
Pobre pájaro afligido
que sólo sabe cantar
y, cantando, llora el nido
que ya nunca ha de encontrar.



Lope de Vega

Albania yace aquí, Fabio suspira

-- de Lope de Vega --

Albania yace aquí, Fabio suspira,
matóla un parto sin sazón, dejando
la envidia alegre, y al Amor llorando;
pues ya cualquiera fuerza le retira.

El Tajo crece por mostrar su ira
y corre, de la Muerte murmurando;
párase el sol, el túmulo mirando,
temiendo en sí, lo que en Albania mira.

Mas él, si se eclipsare, volver puede,
y Albania no, que, de volver ajeno,
a Fabio deja en el postrero parto.

Venganza fue para que ejemplo quede
que quien fue basilisco en dar veneno,
muriese como víbora en el parto.



Lope de Vega

Cesen tus aguas, conjurado cielo

-- de Lope de Vega --

Cesen tus aguas, conjurado cielo,
que está doliente por tu causa el mío;
sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,
cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
que será su Faetón con mayor brío:
¡ay rompan los suspiros que te envío
de tantas nubes el oscuro velo!

Deja reinar a la serena boca
cuyos dientes esconden los enojos
de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

Amaina el tiempo que su mal provoca,
salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.
Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.



Lope de Vega

Cuando lo que he de ser me considero

-- de Lope de Vega --

Cuando lo que he de ser me considero,
¿cómo de mi bajeza me levanto?
Y si de imaginarme tal me espanto,
¿por qué me desvanezco y me prefiero?
¿Qué solicito, qué pretendo y quiero,
siendo guerra el vivir y el nacer llanto?
¿Por qué este polvo vil estimo en tanto,
si dél tan presto dividirme espero?
Si en casa que se deja, nadie gasta,
pues pierde lo que en ella se reparte,
¿qué loco engaño mi quietud contrasta?
Vida breve y mortal, dejad el arte:
que a quien se ha de partir tan presto, basta
lo necesario, en tanto que se parte.



Lope de Vega

Deja los judiciarios lisonjeros

-- de Lope de Vega --

Deja los judiciarios lisonjeros,
Lidia, con sus aspectos intrincados,
sus opuestos, sus trinos, sus cuadrados,
sus planetas benévolos o fieros;

las hierbas y carácteres ligeros
a Venus vanamente dedicados:
que siempre son sus dueños desdichados,
y recíproco amor, cuando hay Anteros.

Sin duda te querrán, si eres hermosa;
la verde edad es bella geomancía;
si sabes, tú sabrás si eres dichosa.

Toma un espejo al apuntar del día;
y si no has menester jazmín ni rosa,
no quieras más segura astrología.



Lope de Vega

Engaño es grande contemplar de suerte

-- de Lope de Vega --

Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir; el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte, al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta:
el tiempo, antes de nacer, y el sueño.



Lope de Vega

La clara luz, en las estrellas puesta

-- de Lope de Vega --

La clara luz en las estrellas puesta
del fogoso León por alta parte
bañaba el sol, cuando Acidalia y Marte
en Chipre estaban una ardiente siesta.

La diosa por hacerle gusto y fiesta
la túnica y el velo deja aparte,
sus armas toma y de la selva parte,
del yelmo y plumas y el arnés compuesta.

Pasó por Grecia, y Palas viola en Tebas
y díjole: «Esta vez tendrá mi espada
mejores filos en tu blanco acero».

Venus le respondió: «Cuando te atrevas
verás cuanto mejor te vence armada
la que desnuda te venció primero».



Lope de Vega

¡Oh corazón más duro que diamante!

-- de Lope de Vega --

¡Oh corazón más duro que diamante!,
¿qué repugnancia es ésta que te oprime?
¿No basta que con viva voz te anime
aquel lince del alma penetrante?
¿Qué importa el apetito repugnante
contra el objeto que su luz te imprime,
si la eficaz razón que le reprime,
no deja que del suelo se levante?
Ánimo, pues, que la vitoria es tuya,
no pierdas tiempo, si el perdido sobra,
antes que mi proceso se concluya.
Pon los deseos, pues te importa, en obra,
no des lugar que la ocasión se huya,
que el último fin tan mal se cobra.



Lope de Vega

Sangrienta la quijada, que por ellas

-- de Lope de Vega --

Sangrienta la quijada, que por ellas
Adán comenzó a ser inobediente,
Caín deja mil bocas en la frente
del tierno Abel, para formar querellas.

Tiran del manto de Josef las bellas
manos de una mujer, y, de impaciente,
por adúltero prende al inocente
que cegó con la capa las estrellas.

Allí los padres muerto al mártir vieron;
allí al vendido, en carro de oro, el año
estéril, los hermanos piden trigo.

Muere Abel, Josef triunfa, porque fueron
Caín hermano y faraón extraño,
y no hay cuchillo como el propio amigo.



Lope de Vega

Cual engañado niño que, contento

-- de Lope de Vega --

Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;

y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,

contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.

Llevóse el viento el pájaro y mi gloria,
y dejóme el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.



Lope de Vega

Suelta mi manso, mayoral extraño

-- de Lope de Vega --

Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verásle si a mi choza viene,
que aun tienen sal las manos de su dueño.



Amor, déjame; Amor, queden perdidos

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Amor, déjame; Amor, queden perdidos
tantos días en ti, por ti gastados;
queden, queden suspiros empleados,
bienes, Amor, por tuyos, ya queridos.

Mis ojos ya los dejo consumidos
y en sus lágrimas propias anegados;
mis sentidos, ¡oh Amor!, de ti usurpados
queden por tus injurias más sentidos.

Deja que sólo el pecho, cual rendido,
desnudo salga de tu esquivo fuego;
perdido quede, Amor, ya lo perdido:

¡Muévate (no podrá), cruel, mi ruego!
Más yo sé que te hubiera enternecido
si me vieras, Amor, ¡mas eres ciego!



Góngora

Suspiros tristes, lágrimas cansadas

-- de Góngora --

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a Alcides consagradas;

más del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.



Góngora

A Don Antonio Venegas, obispo de Pamplona

-- de Góngora --

¡Oh, de alto valor, de virtud rara,
sacro esplendor, en toda edad luciente,
cuya fama los términos de Oriente
ecos los hace de su trompa clara!

Vuestro cayado pastoral, hoy vara,
dará flores, y vos gloriosamente,
del pellico a la púrpura ascendiente,
subiréis de la mitra a la tiara.

No es voz de fabulosa deidad ésta,
consultada en oráculo profano,
sino de la razón muda respuesta.

Deja su urna el Betis, y lozano,
cuantos engendra toros la floresta
por vos fatiga el hábito africano.



Luis Gonzaga Urbina

la agonía blanca

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Blanca como esta noche no he visto cosa alguna:
ni el mármol, ni la nieve, ni el armiño. Semeja
el cielo, un gran abismo de plata, que refleja
su luz, en otro abismo de cristal: la laguna.

Sólo, de tarde, en tarde, pasa, pequeña y bruna,
la góndola, que efímero surco ondulante deja;
y cuando, hacia las brumas rutilantes, se aleja,
todo es latir de astros; todo, fulgor de luna.

¿Donde están los colores? en uno se han fundido.
El negro huyó a esconderse. El azul se ha dormido.
El blanco, puro y virgen, sus imperios rescata.

Y en silencio vasto, sideral y profundo,
parece que esta noche se va a morir el mundo
con una inmensa muerte de cristal y de plata.



Luis Gálvez de Montalvo

Si a tanto llega el dolor

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si á tanto llega el dolor
De sospechas y recelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Dolor que siempre está verde,
Aunque vos mas no os sequeis,
Y adonde quiera que esteis,
Veis presente á quien os muerte:
Mal que para su rigor
Se conjurar hoy los cielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Pues derriba una sospecha
La vida mas poderosa,
Y una presunción celos
Deja una gloria deshecha,
Y á fuerza de su furor
Se aborrecen los consuelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

No valen fuerzas ni mañas
Contra mal tan inhumano,
Porque el hambriento gusano
Que se ceba en las entrañas
Alli vierte á su sabor
Sus centellas y sus hielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Si de este diente tocado
Debe un corazon rabiar,
Nadie lo podrá juzgar
Sino aquel que lo ha probado.
Yo que en medio del favor
Gusté tan enormes duelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.



Luis Rosales

la transfiguración

-- de Luis Rosales --

Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.



Luis Rosales

memoria del tránsito

-- de Luis Rosales --

Herido de amor huido
f. García lorca
abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
Me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.



Líber Falco

El abismo

-- de Líber Falco --

Estoy debajo de mis sueños.
Ya ni estrellas ni pájaros nocturnos
levantarán mi canto.

Puente de plata y oro es el amor.

Amada, tú eras el único asidero
pero yo he mirado al abismo
donde ondula (libre de nosotros)
el limo de mis sueños y tus sueños.

Desde entonces ah!
qué solo estoy en la tierra.
Y tú, qué sola.
No lo sabes y disuelves tus lágrimas en risas.
Desde entonces,
cuando apoyo mi frente
en el tibio regazo de tu seno,
algo quiero olvidar que no conozco todavía.
Y crece mi ternura para ahuyentar el miedo.

Lejana erra mi alma
y en sus flancos llueve la tristeza.
Deja que te llore y que me llore allá...



Líber Falco

El viaje (Falco)

-- de Líber Falco --

Desde este tren de ensueño,
ferrocarril, humo negro, vía,
mirad a las gallinas picoteando en la tierra.
El rancho en la hondonada.
La vaca triste.
Y el alma mía que les canta.
La vaca triste. El rancho en la hondonada.
Desde este tren de ensueño,
nada...

He de cantarle entonces
a las tinas solas.
Se fueron las lavanderas
hacia una eterna siesta.

He de cantarle a las tinas solas.
Junto a las cachimbas,
las tinas solas.

Desde este ferrocarril de ensueño,
he de cantarle a las muchachas de las estaciones.
¿Quién dijo que las muchachas
en los andenes,
no lloran y ríen
viendo pasar los trenes,
en los andenes?
Yo he visto a Pancha Pérez,
secarse una lágrima con el puño de la bata,
y decir adiós con el pañuelo.
–Ah, no, muchacha, óyeme.
Este ferrocarril es un ferrocarril de hierro.
Este ferrocarril escupe un humo negro.
Y va hacia la ciudad,
y la ciudad tiene también
un corazón de hierro.

Ah, no.
Deja que te sueñe en los andenes.
Viendo pasar los trenes,
en los andenes.



Líber Falco

Última cita

-- de Líber Falco --

Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina.
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de sus sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un aterdecer de mar y olvido.



Manuel Acuña

La ausencia del olvido

-- de Manuel Acuña --

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores."

Que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella".
Oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"
Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya no gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.



Manuel de Zequeira

Contra el amor

-- de Manuel de Zequeira --

Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:

es un néctar que quema y da quebrantos,
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores
es jardín que se riega con los llantos:

Es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,
donde el más racional pierde su instinto:

Jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.



Manuel de Zequeira

El destino

-- de Manuel de Zequeira --

Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,
haciendo venturoso al delincuente;

y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.



Manuel del Palacio

A Ernesto Rossi

-- de Manuel del Palacio --

Gloria y honor de la italiana escena,
Grato tu nombre para mi resuena
Cuando á tu inmensidad remonto el vuelo.

Ya del crímen arrastres la cadena,
Siempre en el alma de emociones llena
Deja tu inspiración dulce consuelo.

Do quier te sigue como yo te sigo,
Acudiendo á tu voz como yo acudo:

De dar en un aplauso y un saludo
Galardon al artista y al amigo.



Manuel del Palacio

Despedida

-- de Manuel del Palacio --

Cual deja el ruiseñor la enamorada
Doncella de quien fué cautivo un día,
Trocando por el valle en que vivía
Tiernos halagos y prisión dorada:

Tal dejo yo vuestra amistad preciada,
Dulce consuelo de la pena mia,
Mi libertad buscando y mi alegría,
Únicos bienes de mi edad cansada.

Pronto entre brumas al perder el puerto
Soñaré con el puerto suspirado
De las iras del mar término incierto:

¡Voy á partir! Los que me habeis amado
Recibid estas lágrimas que vierto;
¡No tiene más que dar el desterrado!



Manuel del Palacio

En el ferro-carril

-- de Manuel del Palacio --

Volar me siento por el ancho valle,
Y de la inmensidad rompo la valla;
De nubes mil la trasparente malla
Abre á mis ojos dilatada calle.

¿Qué mucho que mi sien ardiente estalle,
Si con nubes y vientos en batalla
Miro del hombre la gigante talla
Que casi deja á Dios corto de talle?

Do quier las flores inclinando el tallo
Saludan tiernas al prodigio bello
que es de la industria y del saber orgullo.

Feliz vive el Sultán en su Serrallo,
Y más yo cuando montes atropello
De una locomotora al dulce arrullo.



Manuel Gutiérrez Nájera

A un Triste

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¿Por qué de amor la barca voladora
con ágil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamándote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crótalos agitan las mujeres.

¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!



Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Ignacio María de Acosta

Consejos a Fileno

-- de Ignacio María de Acosta --

Lloras Fileno? y de Dorina ausente
doblas la cuita que tu pecho aqueja
porqué a los ruegos vislumbrar no deja
un solo rayo que tu amor aliente...?

Quiéres que débil, a tu ardor presente
su altivo pecho a tu primera queja
cuando el que pide, el desamor semeja
atras volviendo la cobarde frente...?

Calma ese llanto: los pesares calma
y ese temor que por tu mal mantiene
turbada la razón, sin fuerza el alma.

Vuelve a Dorila y tu pasión previene,
pide, insta, ruega, y te dará la palma
que lleva siempre el que constancia tiene.



Jacinto de Salas y Quiroga

El ingrato (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

(Música de Romagnesi.)

Ese ingrato que tanto quieres
imita al fin tu ligereza;
él te abandona, y tú prefieres
su veleidad a mi firmeza.
¡Ay! El que te hace así penar
no merece, no, tu ternura;
a mí, que adoro tu hermosura,
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Amable Rosa, ¿por qué lloras?
Ese cruel que te entristece,
al ver cuan firme tú le adoras,
de ti se ríe y se envanece.
¡Ah! Más valiera despreciar
al que tus penas ha causado;
yo nunca olvido lo pasado;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.

Si largo tiempo en mi dolor
tu alevosía he repetido;
si fuiste ingrata con mi amor,
padeces ya... Todo lo olvido.
Bella Rosa, vuelve a tomar
mi corazón y mi fortuna;
deja el rubor... Amor nos una;
vuélveme a amar, vuélveme a amar.



Jaime Sabines

no es nada de tu cuerpo

-- de Jaime Sabines --

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.



Jaime Torres Bodet

nocturno ii

-- de Jaime Torres Bodet --

Ii
principia, pues, aquí, tu obra futura,
noche, y con lengua libre de falacia
explícame la edad, el sol, la acacia,
el río, el viento, el musgo, la escultura...
De los colores adjetivos cura
esta instantánea flor, póstuma gracia
de un idioma que fue con pertinacia
retórica guirnalda a la hermosura.
Brújula sin piedad, tiniebla pura,
orienta, noche, mis sentidos hacia
las torres de tu intrépida estructura
y deja que, en racimos de luz dura,
se apague esta inquietud que nada sacia
sino el error de ser tiempo y figura.



Jaime Torres Bodet

música

-- de Jaime Torres Bodet --

Amanecía tu voz
tan perezosa, tan blanda,
como si el día anterior
hubiera
llovido sobre tu alma...
Era, primero, un temblor
confuso del corazón,
una duda de poner
sobre los hielos del agua
el pie
desnudo de la palabra.
Después,
iba quedando la flor
de la emoción, enredada
a los hilos de la voz
con esos garfios de escarcha
que el sol
desfleca en cintillos de agua.
Y se apagaba y se iba
poniendo blanca,
hasta dejar traslucir,
como la luna del alba,
la luz
tierna de la madrugada.
Y se apagaba y se iba,
¡ay! haciendo tan delgada
como la espuma de plata
de la playa,
como la espuma de plata
que deja ver, en la arena,
la forma de una pisada.



Jorge Cuesta

no para el tiempo , sino pasa; muere

-- de Jorge Cuesta --

No para el tiempo, sino pasa; muere
la imagen de sí, que a lo que pasa aspira
a conservar igual a su mentira.
No para el tiempo; a su placer se adhiere.

Ni lleva al alma, que de sí difiere,
sino al sitio diverso en que se mira.
El lugar de que el alma se retira
es el que el hueco de la muerte adquiere.

Tan pronto como el alma el cambio habita,
no la abandona el cambio en lo que deja
ni de la vida incierta la separa;

se aventura y su riesgo sólo imita
al tiempo entonces su razón perpleja,
pues goza la razón, más no se para.



Jorge Luis Borges

la prueba

-- de Jorge Luis Borges --

Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano
elevará esta noche una plegaria
a su curioso dios, que es tres, dos, uno,
y se dirá que es inmortal. Ahora
oye la profecía de su muerte
y sabe que es un animal sentado.
Eres, hermano, ese hombre. Agradezcamos
los vermes y el olvido.



Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.



Jorge Luis Borges

una rosa y milton

-- de Jorge Luis Borges --

De las generaciones de las rosas
que en el fondo del tiempo se han perdido
quiero que una se salve del olvido,
una sin marca o signo entre las cosas
que fueron. El destino me depara
este don de nombrar por vez primera
esa flor silenciosa, la postrera
rosa que milton acercó a su cara,
sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
o blanca rosa de un jardín borrado,
deja mágicamente tu pasado
inmemorial y en este verso brilla,
oro, sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.



Jorge Riechmann

8

-- de Jorge Riechmann --

Renuncia al centro.
El sol succiona la sangre de los muertos; la acuña
en monedas de luz con que engaña a los vivos.
La gran ciudad diluye tanto el sueño
que éste deja de reparar fuerzas y purificar el sudor;
en la gran ciudad el pan supura arena;
los ojos de las mujeres se vidrian de mudez.
Renuncia al centro.
Un punto que no existe imanta todas las miradas:
mientras tanto se siegan cuerpos
los árboles pierden la memoria
las parturientas mastican cristal.
Renuncia al centro.
Puedes buscar las manos fértiles de los ancianos
las manos inventoras de los niños
el gozoso misterio en las manos de tus hermanos y hermanas:
renuncia al centro.



Josefina Pla

el amor realizado

-- de Josefina Pla --

Realizado

xii
el amor realizado es un sorbo de muerte
que nos pasa los labios, que se filtra en las venas.
El alma que nos cambia es más ancha y vacía:
más triste y más sedienta, la boca que nos deja.

Dentro del corazón, alárgase una sombra
cada vez que los labios su antiguo vaso llenan.
El amor realizado aguza en nuestros ojos
del imposible anhelo la trémula saeta,
y es paso que prolonga, en cruel hechizo mágico,
ante la planta laxa la cansadora meta...

Amor: perfecto guía para ir al encuentro
del dolor apostado al fin de cada senda...



Josefina Pla

déjame ser

-- de Josefina Pla --

Deja llevarme mi última aventura.
Déjame ser mi propio testimonio,
y dar fe de mi propia
desmemoria.
Déjame diseñar mi último rostro,
apretar en mi oído los pasos de la lluvia
borrándome el adiós definitivo.

Déjame naufragar asida
a un paisaje, una nube,
al vuelo humilde de un gorrión,
a un brote renaciente,
o siquiera al relámpago
que abra en dos mi último cielo.

Sujétame los brazos.
Engrilla mis tobillos,
empareda mis párpados.
Pero tatuada una flor en la pupila,
crucificada un alba debajo de la frente,
acurrucado un beso en la raíz de la lengua,
déjame ser mi propio testimonio.



César Vallejo

Trilce: I

-- de César Vallejo --

Quién hace tanta bulla y ni deja
Testar las islas que van quedando.

Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea grupada.

Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.

Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.



César Vallejo

Avestruz

-- de César Vallejo --

Melancolía, saca tu dulce pico ya;
no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;
yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;
hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...
Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer...!



César Vallejo

Para el alma imposible de mi amada

-- de César Vallejo --

Amada: no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega e impalpable,
como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más
por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor!
Quédate en el seso,
y en el mito inmenso
de mi corazón!

Es la fé, la fragua donde yo quemé
el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir.
Quédate en la eterna
nebulosa, ahí,
en la multicencia de un dulce no ser.

Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción de amor,
deja que me azote,
como un pecador.



Delmira Agustini

Toque de oración

-- de Delmira Agustini --

Un pedazo de luna que no brilla
sino con timidez. Canta un marino,
y su triste canción, tosca y sencilla,
tartamudea con sabor de vino...

El mar, que el bíceps de la playa humilla,
tiene sinuosidades de felino,
y se deja caer sobre la orilla
con la cadencia de un alejandrino.

Pienso en ti, pienso que te quiero mucho
porque me encuentro triste, porque escucho
la esquila del pequeño campanario

que se queja con un sollozo tierno,
mientras los sapos cantan el invierno
con una letra del abecedario...



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