Buscar Poemas con Decid


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Se han encontrado 14 poemas con la palabra decid

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Amado Nervo

gótica

-- de Amado Nervo --

Para balbino dávalos.
Solitario recinto de la abadía;
tristes patios, arcadas de recias claves,
desmanteladas celdas, capilla fría
de historiados altares, de sillería
de roble, domo excelso y obscuras naves;
solitario recinto: ¡cuántas pavesas
de amores que ascendieron hasta el pináculo
donde mora el cordero, guardan tus huesas...!
Heme aquí con vosotras, las abadesas
de cruces pectorales y de áureo báculo...
Enfermo de la vida, busco la plática
con dios, en el misterio de su santuario:
tengo sed de idealismo... Legión extática,
de monjas demacradas de faz hierática,
decid: ¿aún vive cristo tras el sagrario?
levantaos del polvo, llenad el coro;
los breviarios aguardan en los sitiales,
que vibre vuestro salmo limpio y sonoro,
en tanto que el poniente nimba de oro
las testas de los santos en los vitrales...
¡Oh claustro silencioso, cuántas pavesas
de amores que ascendieron hasta el pináculo
donde mora el cordero, guardan tus huesas...!
Oraré mientras duermen las abadesas
de cruces pectorales y de áureo báculo...

Poema gótica de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

La nueva juventud gramaticanda

-- de Lope de Vega --

La nueva juventud gramaticanda
(llena de solecismos y quillotro,
que del Parnaso mal impuestos potros
dice que Apolo en sus borrenes anda)

por escribir como la patria manda
(elementos los unos de los otros),
de la suerte se burlan de nosotros
que suelen de un católico en Holanda.

Vos, que los escribís limpios y tersos
en vuestra docta y cándida poesía,
de toda peregrina voz diversos,

decid (si lo sabéis) ¿qué valentía
puede tener, leyendo ajenos versos,
copiar de noche y murmurar de día?

Poema La nueva juventud gramaticanda de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Retrato mío, mientras vivo ausente

-- de Lope de Vega --

Retrato mío, mientras vivo ausente,
guardad la puerta, asido de la llave,
que haré a Guzmán que este bosquejo acabe,
con lo que me pusieron en la frente.

Laurel decía la engañada gente,
no le afrentéis con otra rama grave,
porque si Midas el remedio sabe,
la tierra no lo sufre ni consiente.

Mi bien es de las Indias combatido;
decid si el alma consintió en mi daño;
que el alma no la compra mortal precio.

Y pues Guzmán no os acabó el vestido,
yo os le daré por este desengaño;
aunque cualquiera desengaño es necio.

Poema Retrato mío, mientras vivo ausente de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Céfiro blando que mis quejas tristes

-- de Lope de Vega --

Céfiro blando, que mis quejas tristes
tantas veces llevaste; claras fuentes,
que con mis tiernas lágrimas ardientes
vuestro dulce liquor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcites,
ásperos montes a mi mal presentes,
ríos, que de mis ojos siempre ausentes,
veneno al mar como tirano distes:

pues la aspereza de rigor tan fiero
no me permite voz articulada,
decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada
en el laurel, que por dureza espero,
de ella veréis mi frente coronada.



Jorge Manrique

pregunta entre dos fuegos lanzado

-- de Jorge Manrique --

Entre dos fuegos lanzado,
donde amor es repartido,
del uno soy encendido,
del otro cerca quemado;
y no sé yo bien pensar
cuál será mejor hacer;
dejarme más encender
o acabarme de quemar:
decid qué debo tomar.



Jorge Manrique

Pregunta: Entre dos fuegos lanzado

-- de Jorge Manrique --

Entre dos fuegos lanzado,
donde amor es repartido,
del uno soy encendido,
del otro cerca quemado;

y no sé yo bien pensar
cuál será mejor hacer;
dejarme más encender
o acabarme de quemar:
decid qué debo tomar.



Pedro Soto de Rojas

Favor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Bien venidos seáis, rubios cabellos,
verde listón, seáis muy bien venido;
haya vuestro viaje sucedido
cual merecéis y cual merecen ellos.

Pues vistes -ay- aquellos ojos bellos,
luz objeto del sol esclarecido,
cómo quedan decid: sienta el oído,
pues que mis ojos no merecen vellos.

¿Se desatan en llanto -dulce suerte-
en esta ausencia que con sangre lloro?
Hablad, cabellos, pues de Fénix fuistes.

Muertos estáis, mas vuestro fin me advierte
en verde campo con señales de oro
que alegres los espere, aunque están tristes.



Pedro Soto de Rojas

Jazmines, esperanza en blanco

-- de Pedro Soto de Rojas --

Blancos jazmines, que en el blanco pecho
de mi cándida Fénix reposastes,
a quien color, a quien olor hurtastes
con ancha mano, si por tiempo estrecho,

puesto que ya por natural derecho
parece que gozáis lo que usurpastes,
¿cómo -decid- a tanto bien llegastes
que estoy de envidia, cual de amor, deshecho?

Volved las hojas ya lenguas risueñas,
así no le paguéis a la mudanza
el censo a que os obliga haber nacido;

pero no las volváis, que, pues por señas
muestran agora en blanco mi esperanza,
dirán mi muerte y, tras mi muerte, olvido.



Gabriela Mistral

promesa a las estrellas

-- de Gabriela Mistral --

Abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.



Tirso de Molina

Alamicos del prado

-- de Tirso de Molina --

Alamicos del prado,
fuentes del Duque,
despertad a mi niña
porque me escuche;
y decid que compare
con sus arenas
sus desdenes y gracias,
mi amor y penas;
y pues vuestros arroyos
saltan y bullen,
despertad a mi niña
porque me escuche.



Anónimo

Bodas hacían en Francia...

-- de Anónimo --

Bodas se hacían en Francia,
allá dentro de París
¡Cuán bien que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba
el buen conde don Martín!
-¿Qué miráis aquí, buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis vos a mí.
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar a mí.
-Si bien os parezco, conde,
conde, saquéisme de aquí,
que el marido la tengo viejo
y no puede ir tras de mí.



Anónimo

Romance del conde Alemán

-- de Anónimo --

A tan alta va la luna
como el sol a mediodía,
cuando el buen conde Alemán
con esa dama dormía.
No lo sabe hombre nacido
de cuantos en la corte había,
si no sólo era la infanta,
aquesa infanta su hija.
Así su madre le hablaba,
desta manera decía:
-Cuanto viéredes tú, infanta,
cuanto vierdes, encobridlo;
daros ha el conde Alemán
un manto de oro fino.
-¡Mal fuego queme, madre,
ese manto de oro fino,
cuando en vida de mi padre
tuviese padrastro vivo!
De allí se fuera llorando;
el rey su padre la ha visto:
-¿Por qué lloráis, la infanta?
decid ¿quién llorar os hizo?
-Yo me estaba aquí comiendo,
comiendo sopas en vino,
entró el conde Alemán,
y echólas por el vestido.
-Calléis, mi hija, calléis,
no toméis de eso pesar,
que el conde es niño y muchacho,
hacerlo ha por burlar.
-¡Mal fuego quemase, padre,
tal reír y tal burlar!
Cuando me tomó en sus brazos,
conmigo quiso holgar.
-Si él os tomó en sus brazos
y con vos quiso holgar,
en antes que el sol salga
yo lo mandaré matar.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 62

-- de Francisco de Quevedo --

O dulces, frescas aguas, transparentes,
que vuestra claridad a celia hurtaste,
cuando otra vez mis glorias murmuraste,
haciéndote dicho entere las gentes.
Si acaso, río ufano, acaso sientes
mi mal, y vos, o flores escuchaste
mis quejas, y algún tiempo acompañaste
vergonzosas mi fe con las corrientes.
Decid, pues sois testigos, este río
a mí, y a celia todo en un momento
no representa con dibujo raro:
murmurando decís a favor mío,
que a ella se parece en movimiento,
y a mí tan solamente en el ser claro.



Cristóbal de Castillejo

sonetos - si las penas que dais son verdaderas

-- de Cristóbal de Castillejo --

1

si las penas que dais son verdaderas,
como bien lo sabe el alma mía,
¿por qué no me acaban? y sería
sin ellas el morir muy más de veras;

y si por dicha son tan lisonjeras,
y quieren retoçar con mi alegría,
decid, ¿por qué me matan cada día
de muerte de dolor de mil maneras?

mostradme este secreto ya, señora,
sepa yo por vos, pues por vos muero,
si lo que padezco es muerte o vida;

porque, siendo vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder alegar tal homicida.

2



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