Buscar Poemas con Cumbres


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Se han encontrado 32 poemas con la palabra cumbres

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Evaristo Ribera Chevremont

ellos

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.

Poema ellos de Evaristo Ribera Chevremont con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Rumbo mejor, licino,
seguirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad oscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
alcázar, de oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.

Poema oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Más seguro ¡oh! licino
vivirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad obscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
albergue en oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en su aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora
febo animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente
y si el viento tu nave
sopla serenamente
la hinchada vela cogerás prudente.

Poema oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Lope de Vega

Al doctor Francisco de Quintana

-- de Lope de Vega --

Nacieron en Madrid el docto Herrera;
Velasco, Eclesiastés; Márquez, Cirilo;
Francisco Sánchez, que, fecundo Nilo,
inunda el coro de la sacra esfera;

Montero, luz en monte, primavera;
Soria, Basilio; y, en florido estilo,
Hortensio Fénix, que al eterno asilo
huyó los ojos de la invidia fiera.

Entre estas luces coronada sale,
Quintana, de esplendor tu nueva aurora,
porque si no los vence, los iguale.

Que ya tu ingenio que las cumbres dora,
y por el sol más encendido vale,
honra la patria y la virtud decora.



Delmira Agustini

Por campos de ensueño

-- de Delmira Agustini --

Pasó humeante el tropel de los potros salvajes,
feroces los hocicos, hirsutos de pelajes,
las crines extendidas, bravías, tal bordones,
pasaron como 'pasan pamperos y aquilones.

Y luego fueron águilas de esplendidos plumajes
trayendo de sus cumbres magníficas visiones,
con el sereno vuelo de las inspiraciones
augustas, con soberbias de olímpicos linajes.

Cruzaron hacia Oriente la limpidez del cielo,
tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,
una paloma blanca como la nieve asoma.

Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
pensando que en los cielos solemnes de la Idea
a veces es muy bella, muy bella una paloma.



Puro y Luciente sol

-- de Dionisio de Solís --

Puro y Luciente sol, ¡oh, qué consuelo
al alma mía en tu presencia ofreces,
cuando con rostro cándido esclareces
la oscura sombra del nocturno velo!

¡Oh, cómo animas el marchito suelo
con benéfica llama! Y ¡cómo creces
inmenso y luminoso, que pareces
llenar la tierra, el mar, el aire, el cielo!

¡Oh sol! Entra en la espléndida carrera
que te señala el dedo omnipotente,
al asomar por las etéreas cumbres;

y tu increado Autor piadoso quiera,
que desde oriente a ocaso eternamente
pueblos felices en tu curso alumbres!



Enrique González Martínez

el sembrador de estrellas

-- de Enrique González Martínez --

Y pasarás, y al verte se dirán: ¿qué camino
va siguiendo el sonámbulo?.... Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.

Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . . .Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: esperemos que vuelva.

Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.

Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
es un ladrón de estrellas... Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas. . . .



Pablo Neruda

soneto xxvi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxvi
ni el color de las dunas terribles en iquique,
ni el estuario del río dulce de guatemala,
cambiaron tu perfil conquistado en el trigo,
tu estilo de uva grande, tu boca de guitarra.
Oh corazón, oh mía desde todo el silencio,
desde las cumbres donde reinó la enredadera
hasta las desoladas planicies del platino,
en toda patria pura te repitió la tierra.
Pero ni huraña mano de montes minerales,
ni nieve tibetana, ni piedra de polonia,
nada alteró tu forma de cereal viajero,
como si greda o trigo, guitarras o racimos
de chillán defendieran en ti su territorio
imponiendo el mandato de la luna silvestre.



Rafael María Arízaga

Orellana

-- de Rafael María Arízaga --

Ni el áspid con que el trópico abrasado
defiende de sus frondas la maraña,
ni el abrupto peñón de la montaña,
en hirientes jarales erizado;

ni la eterna ventisca del nevado
que en las cumbres graníticas se ensaña;
nada frustró la temerosa hazaña
que en la historia tu nombre ha perpetuado.

Cual de Alighieri por la selva oscura
descendiste del monte a la llanura,
por círculos de endriagos y gorgonas.

Y cruzando infinitas soledades,
te engolfaste en el mar sin tempestades,
el mar del porvenir: ¡el Amazonas!...



La durmiente (Somoza)

-- de José Somoza --

La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



La luna mientras duermes te acompaña

-- de José Somoza --

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



Juan de Arguijo

Orfeo (2-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

A tí en los versos dulce y numeroso
¡Oh primer padre de la lira, Orfeo!
Lloró por largo tiempo de Nereo
Cuanto contiene el término espacioso;

A tí lloró Estrimon, á tí el fragoso
Ródope y altas cumbres de Pangeo,
A tí las ninfas del sagrado Alfeo,
Obligadas del canto generoso.

Tus divididos miembros, no estimados
Del bacanal furor, que osadamente
Los esparció por el ingrato suelo,

Como á precioso don en sus sagrados
Senos Ebro recoge, y la prudente
Cabeza Lésbos, y la lira el cielo.



Hernando de Acuña

Cuál doloroso estilo bastaría

-- de Hernando de Acuña --

¡Cuál doloroso estilo bastaría,
en el común dolor que nos aterra,
a mostrar parte, o lamentar la guerra
que al mundo le hizo muerte en sólo un día,

cuando dispuso de quien disponía
del mundo, con valor tal, que se encierra
muerto, más inmortal, en poca tierra
el que todo le amaba y le temía!

Y como otro dolor no se ha igualado
al de este triste y lamentable caso,
así debe llorar eternamente;

y el nombre justamente tan nombrado
del Vasto, por las cumbres del Parnaso
celebrándose irá de gente en gente.



Hernando de Acuña

De oliva y verde yedra coronado

-- de Hernando de Acuña --

De oliva y verde yedra coronado,
cuando el rayo de sol es más caliente,
vueltos los ojos a una clara fuente,
y al pie de un alto pino recostado,

sin acuerdo de sí ni del ganado,
que de pacer dejaba al son que siente,
así soltó la voz suavemente
de amores un pastor apasionado:

«Las ondas cesarán del mar profundo,
por latas cumbres subirán los ríos,
sin hoja verde nos vendrá el verano

y oscuro hará el sol antes el mundo
que, aunque refuerce Amor los males míos,
a Silvia deje de adorar Silvano».



Horas de delirio

-- de Vicenta Castro Cambón --

YO quisiera al espacio los ojos
alzar y poder
embriagarme de azul un instante.
Mi alma ¡ay! mi alma de azul tiene sed.

Yo quisiera del mar a la orilla
llegar una vez
y al medirlo con ávidos ojos
lejano horizonte por límite ver.

Yo quisiera de selvas inmensas
el verde dosel
contemplar una vez tan siquiera,
no importa a mi noche tornase después.

Yo quisiera en llanuras extensas
la vista tender,
o elevarla a esas cumbres nevadas
que con las estrellas de cerca se ven.

Son delirios mis ansias, comprendo;
yo nunca podré
¡ay! borrar la impresión de lo estrecho
que el mundo paréceme en torno a mi ser.

Solo sé que es el mundo muy grande
cuando oigo a través
de distancias inmensas las quejas
de seres hermanos que sufren también.

Son delirios mis ansias, comprendo...
Destino crüel! (sic)
Cielos, mares, llanuras y selvas,
montañas y estrellas ¡yo nunca os veré!...



Antonio Machado

¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo

-- de Antonio Machado --

¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?
Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Camino de Balsaín, 1911



Antonio Machado

Mariposa de la sierra

-- de Antonio Machado --

¿No eres tú, mariposa,
el alma de estas sierras solitarias,
de sus barrancos hondos
y de sus cumbres agrias?
Para que tú nacieras,
con su varita mágica
a las tormentas de la piedra, un día,
mandó callar un hada,
y encadenó los montes
para que tú volaras.
Anaranjada y negra,
morenita y dorada,
mariposa montés, sobre el romero
plegadas las alillas o, voltarias,
jugando con el sol, o sobre un rayo
de sol crucificadas.
¡Mariposa montés y campesina,
mariposa serrana,
nadie ha pintado tu color; tú vives
tu color y tus alas
en el aire, en el sol, sobre el romero,
tan libre, tan salada! ...
Que Juan Ramón Jiménez
pulse por ti su líra francíscana.
Sierra de Cazorla, 28 de mayo de 1915



Mario Benedetti

estados de ánimo

-- de Mario Benedetti --

Canciones de amor y desamor
a veces me siento
como un águila en el aire
(de unacanción de pablo milanés)
unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas
unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano
a veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces
sereno en mi confianza
confiado en que una tarde
te acerques y te mires
te mires al mirarme.



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Miguel Ángel Corral

Un vuelo de mi alma

-- de Miguel Ángel Corral --

Sopla el austro. Las cumbres despejadas
lucientes se alzan tras dorado velo,
y las plantas y flores en el suelo
a los rayos del sol están dobladas.

En tanto que las nubes incrustadas
en el inmenso azul del claro cielo,
montañas fingen de escarpado hielo
por las manos de un Dios acá lanzadas.

Y yo volviendo mi tostada frente
miro el mundo en la bóveda vacía,
del sur a septentrión, de ocaso a oriente;

pero al cruzarle audaz el alma mía
con desprecio le ve, porque se siente
más grande aun que el mundo todavía.



Juan Meléndez Valdés

El ruego encarecido

-- de Juan Meléndez Valdés --

Deja ya la cabaña, mi pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.

Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.

Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando.



Julio Flórez

Sus ojos se entornaron

-- de Julio Flórez --

Poem

Sus ojos se entornaron; sobre los blancos hielos de las altivas cumbres agonizaba el sol; y de las densas brumas tras de los amplios velos quedó flotando, a solas, inmóvil, en los cielos, el lívido cadáver del último arrebol.

La luna, como un arco de nívea luz cuajada, subió con lento paso del infinito en pos; y entonces, reclinando la frente inmaculada sobre mi pecho -¡mira!- me dijo mi adorada- ¡qué barca tan hermosa para bogar los dos!

Hoy..."Ella" ya no existe! Bajo un rosal florido descansa la que un día me dió luz y calor; mas desde aquella tarde, contemplo, entristecido, la luna, cuando sóla, como un bajel perdido en el azul derrama su gélido fulgor.



Julio Herrera Reissig

La casa de la montaña

-- de Julio Herrera Reissig --

Ríe estridentes glaucos el valle; el cielo franca
risa de azul; la aurora ríe su risa fresa;
y en la era en que ríen granos de oro y turquesa,
exulta con cromático relincho una potranca...

Sangran su risa flores rojas en la barranca;
en sol y cantos ríe hasta una oscura huesa;
en el hogar del pobre ríe la limpia mesa,
y allá sobre las cumbres la eterna risa blanca...

Mas nada ríe tanto, con risas tan dichosas.
Como aquella casuca de corpino de rosas
y sombrero de teja, que ante el lago se aliña...

¿Quién la habita...? Se ignora. Misteriosa y huraña
se está lejos del mundo sentada en la montaña,
y ríe de tal modo que parece una niña.



Julio Herrera Reissig

la vuelta de los campos

-- de Julio Herrera Reissig --

La tarde paga en oro divino las faenas...
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja en los umbrales.
Zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas serenas.
Un suspiro de arcadia peina los matorrales...

Cae un silencio austero... Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales lampos,

las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas...
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.



Julio Herrera Reissig

iluminación campesina

-- de Julio Herrera Reissig --

Alternando a capricho el candor de sus prosas,
ruth sugiere a la cítara tan augustos momentos!
y fanor en su oboe de aterciopelamientos
plañe bajo el ocaso de oro y de mariposas...

Ante el genio enigmático de la hora, sedientos
de imposible y quimera, en el aire de rosas,
ponen largo silencio sobre los instrumentos,
para soñar la eterna música de las cosas.

Largas horas, en trance de eucarísticos miedos,
amortiguan los ojos y se enlazan los dedos...
«¡Dulce amigo!» ella gime. Y fanor: «¡oh mi amada!»

y la noche inminente lame sus mansedumbres...
De pronto, como bajo la varilla de un hado,
fuegos, por todas partes, brotan sobre las cumbres.



Francisco de Quevedo

enseña a morir antes

-- de Francisco de Quevedo --

Senor don juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad, desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas;
pues que de nieve están las cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas,
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento;
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco Sosa Escalante

13 de agosto de 1521

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del bello Anáhuac la gentil señora,
La gran Tenoxtitlan que en oro y flores
La frente reclinaba á los fulgores
Del sol radiante que sus cumbres dora,

Ya es presa de Cortés; ya la invasora
Hueste que siembra por doquier horrores,
Los templos profanó, y en sus furores
Nada respeta, ni a mujer que llora.

Cayó el imperio que Tenoch un dia
Fundó á la orilla del sereno lago,
Y Cuauthemoc heroico defendía.

Callad! no importa! pues el aire vago
Difunde la tremenda profecía:
.



Francisco Sosa Escalante

A la ciencia (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo no te admiro, no, cuando la prora
Del hermoso bajel los mares hiende,
Ni cuando altiva y poderosa asciende
Las cumbres la veloz locomotora.

No ensalzo tu poder porque señora,
Eres del rayo que á tu voz desciende,
Ni me asombra saber cómo sorprende
Secretos, tu mirada indagadora.

Mas si del torpe error y la mentira
Tu luz al hombre por su bien redime
Y en la razon y en la verdad le inspira,

Entónces tu grandeza en mí se imprime,
Y el alma, ¡oh Ciencia! con fervor admira
Tu excelsa gloria y tu poder sublime.



Francisco Villaespesa

por tierras de sol y sangre ix. el generalife

-- de Francisco Villaespesa --

ix. El generalife
en las aristas de las altas cumbres
la última brasa de la tarde humea.
Un silencio de paz duerme en la aldea,
que eleva entre los huertos sus techumbres
y al corazón aquieta una saudade
de beatitud, mientras la sombra oscura,
con su mudo oleaje de pavura,
la soledad de mi aposento invade.
Entre un fresco perfume de jazmines
surtidor de cristal se eleva una
voz, que es como la voz de los jardines,
donde la luna su fulgor destella...
¡Y el ruiseñor y el rayo de la luna
me hicieron sollozar, pensando en ella!



José Hierro

el mar en la llanura

-- de José Hierro --

¿estarás siempre de mi parte,
adormecida entre mis brazos,
primaveral y musical,
afirmándote y afirmándonos?
¿a centenares de kilómetros,
a millares de encinas y álamos,
a millones de horas, de ríos,
de cumbres de piedra, de páramos?
esta mañana te ha teñido
el recuerdo de vinos pálidos.
En las ramas de acacia, otoño
puso a dorar su seco manto.
Hojas crujían con la música
con que embistes acantilados.
La llanura fingió latidos,
temblores, fuegos oceánicos.
¿Tu compañía? ¿tu nostalgia?
¿tu esperanza?... ¿Siempre a mi lado
estarás, mar, primaveral,
afirmándote y afirmándonos?
mar mía, ¿pase lo que pase,
aun después de lo que ha pasado?



José Martí

áraba

-- de José Martí --

Sin pompa falsa ¡oh árabe! saludo
tú libertad, tu tienda y tu caballo.
Como se ven desde la mar las cumbres
de la tierra, tal miro en mi memoria
mis instantes felices: sólo han sido
aquellos en que, a solas, a caballo
vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte,
y al volver, como tú, fiero y dichoso
solté las bridas, y apuré sediento
una escudilla de fragante leche.
Los hombres, moro mío,
valen menos que el árbol que cobija
igual a rico y pobre, menos valen
que el lomo imperial de tu caballo.
Sombra da el árbol, y el caballo asiento:
el hombre, como el guao,
padre a los que se acogen a su sombra.
Oh, ya no viene el verso cual solía
corno un collar de rosas, o a manera
de caballero de la buena espada
toda de luz vestida la figura:
viene ya corno un buey, cansado y viejo
de halar de la pértiga en tierra seca.



Clemente Althaus

Viajando por la costa

-- de Clemente Althaus --

Áridos cerros que ni el musgo viste,
cumbres que parecéis a la mirada
altas olas de mar petrificada,
¡cuánto me halaga vuestro aspecto triste!

¡Cuánto descansa el ánimo angustiado
en contemplaros, al fulgor sombrío
de un cielo oscuro, nebuloso y frío,
conforme, cual vosotros, a mi estado!

Que en el mar y en la tierra y en el cielo
a un afligido corazón le agrada
encontrar donde quiera retratada
la fiel imagen de su propio duelo.



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