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Se han encontrado 39 poemas con la palabra cubierto

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Vital Aza

Duda histórica

-- de Vital Aza --

–Dígame usted, don Vicente,
usted que es tan competente...
–Pregunte usted, don Facundo.
–¿Cómo es nuevo un continente
que es ya tan viejo en el mundo?

–Era nuevo; no lo es ya.
Como creado por Dios
existía, claro está,
antes del año mil cua-
trocientos noventa y dos.

Pueblo inculto lo habitaba;
pero aquella pobre gente
ni sé cómo respiraba,
pues el Nuevo mundo estaba
cubierto completamente.

–¿Cubierto?
–¡No hay discusión!
–¡Hombre, venga una razón!
–Lo dice la Historia y basta.
Estuvo cubierto, hasta
que lo descubrió Colón.

Poema Duda histórica de Vital Aza con fondo de libro

Jaime Sabines

tlaltelolco - cubierto de hojas de periódicos

-- de Jaime Sabines --

Cubierto de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.

El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
Alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.

Poema tlaltelolco - cubierto de hojas de periódicos de Jaime Sabines con fondo de libro

Salvador Díaz Mirón

Rimas (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Al ver mi honda aflicción por tus desvíos,
fijas en mi tu angelical mirada
y hundes tus dedos pálidos y fríos
en mi oscura melena alborotada.

¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?
¿Por qué, si soy el fuego, no te fundo?

Me aproximo... Y te tiñes de escarlata
y huyes... ¡Oh niña pudorosa y bella!
¡Sensitiva que tiembla y se recata
hasta de sospechar que pienso en ella!

Te llamo, abro los brazos... Y no vienes...
Inútilmente solicito y lloro.
¡Tú no alientas pasión! por eso tienes
ojos de cielo y cabellera de oro.

Tu mano espiritual y transparente,
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcán cubierto de ceniza y lava.

¡Tu mano espiritual y transparente
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcán cubierto de ceniza y lava.

Poema Rimas (Salvador Díaz Mirón) de Salvador Díaz Mirón con fondo de libro

Amado Nervo

El metro de doce

-- de Amado Nervo --

El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa...

Eximia cuadriga de casco sonoro
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan...

¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa...



Lope de Vega

sufre la tempestad el que navega

-- de Lope de Vega --

Sufre la tempestad el que navega
el enojoso mar, y el viento incierto
con la esperanza del alegre puerto,
mientras la vista a sus celajes llega.
En la libia calor, hielo en noruega,
de sangre, de armas y sudor cubierto,
sufre el soldado; el labrador despierto
al alba el campo cava, siembra y riega.
El puerto, el saco, el fruto, en mar, en guerra,
en campo, al marinero y al soldado
y al labrador anima y quita el sueño.
Pero triste de aquel que tanto yerra,
que en mar y en tierra, helado y abrasado,
sirve sin esperanza ingrato dueño.



Lope de Vega

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras

-- de Lope de Vega --

¿qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡qué extraño desvarío
si de mi ingratitud de hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡cuántas veces el ángel me decía:
«alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»
¡y cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Lope de Vega

Pasando un valle escuro, al fin del día

-- de Lope de Vega --

Pasando un valle escuro, al fin del día,
tal que jamás, para su pie dorado,
el sol hizo tapete de su prado,
llantos crecieron la tristeza mía.

Entrando, en fin, por una selva fría,
vi un túmulo de adelfas coronado,
y un cuerpo en él vestido, aunque mojado,
con una tabla, en que del mar salía.

Díjome un viejo de dolor cubierto:
«Éste es un muerto vivo, (¡extraño caso!),
anda en el mar, y nunca toma puerto».

Como vi que era yo, detuve el paso:
que aun no me quise ver después de muerto.
Por no acordarme del dolor que paso.



Lope de Vega

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día

-- de Lope de Vega --

Tiraban Dios y el hombre al blanco un día
flechas de amor y de crueldad tirana,
por ver quien de los dos el premio gana,
que atado a un árbol el rigor tenía.
Dios, que del blanco lo que Dios sabía,
tiraba con destreza soberana;
erraba el hombre con malicia humana,
porque la mira contra Dios ponía.
Era de entrambos Sebastián el cierto
blanco en un tronco, donde ramas hechas
las flechas le dejaron tan cubierto.
Que puesto que a matarle iban derechas,
quedó de Dios, y no del hombre muerto:
que en las flechas de Dios rompió sus flechas.



Lope de Vega

Todos te pintan encarnado y blanco

-- de Lope de Vega --

Todos te pintan encarnado y blanco,
esposo de las almas; yo te veo
blanco no más, que amor a mi deseo
quiere dejar con este blanco en blanco.
Pero con viva fe tirando al blanco,
que está cubierto lo encarnado creo,
y en este blanco, en que la vista empleo,
te considero más galán y franco.
Aquí los blancos accidentes cubren
el color encarnado de la rosa,
que tú cogiste del jardín sellado.
Pero como a la fe se le descubren,
conoce el alma, que te vio, la esposa,
pues dijo que eras blanco y encarnado.



Lope de Vega

Ardese Troya, y sube el humo escuro

-- de Lope de Vega --

Ardese Troya, y sube el humo escuro
al enemigo cielo, y entretanto,
alegre, Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!

El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye, cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto,
y viene a tierra el levantado muro.

Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.

Y la dura ocasión de tanto daño,
mientras vencido Paris muere ardiendo,
del griego vencedor duerme en los brazos.



Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

-- de Lope de Vega --

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!, ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!



Góngora

De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado

-- de Góngora --

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.



Manuel del Palacio

De gustos no hay nada escrito

-- de Manuel del Palacio --

Otros envidien el dorado sólio
Donde el poder reside soberano,
Ó del guerrero la robusta mano
Que le puede llevar al Capitolio.

Envidie el erudito el raro infólio
Que guarda su pariente el escribano;
Y el pobre que fortuna buscó en vano
Envidie á los que medran del espólio.

Yo, que al pisar del mundo los umbrales
Ni soñé con los lauros de Belona,
Ni tuve más herencia que mis males,

Envidio solamente á la persona
que digiere el cubierto de ocho reales
Que sirven en la fonda de Perona.



Manuel del Palacio

Super Fluminem

-- de Manuel del Palacio --

Burlándose del piélago bravío
Y de joyas magníficas cargado,
Con viento en popa y pabellón izado
Ví romper las espumas un navío.

No léjos de él inútil y vacío,
De cuatro tablas á lo más formado,
Débil esquife contemplé llevado
Por un remero sin vigor ni brio.

Súbito ruge el huracan furioso,
Y en la costa el esquife ya á cubierto
Mira estrellarse el buque poderoso:

Tal es de la fortuna el fallo cierto;
El bumilde se salva; el orgulloso
Tan sólo por milagro gana el puerto.



Jacinto Verdaguer

A orillas del mar

-- de Jacinto Verdaguer --

Snbir me place al alto promontorio
Que el piélago domina,
A meditar mientras el sol radiante
Desde el zenit declina.

A la luz de esa antorcha miro el cielo,
Y cubierto de espuma
El dilatado mar; grandeza tanta
Mi pequeñez abruma.

Hablo, y escucho á las galanas ondas,
Y en mágico espejismo
Gozóme en festejar muertos ensueños
Que evoco del abismo.

¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento
Con sus torres y cúpulas altivas
De oro, y cristal, y argento.



Manuel José Othón

el ruiseñor

-- de Manuel José Othón --

Oid la campanita, cómo suena,
el toque del clarín, cómo arrebata,
las quejas en que el viento se desata
y del agua el rodar sobre la arena.

Escuchad la amorosa cantilena
de favonio rendido a flora ingrata
y la inmensa y divina serenata
que pan modula en la silvestre avena.

Todo eso hay en mis cantos. Me enamora
la noche; de los hombres soy delicia
y paz, y entre los árboles cubierto,

sólo yo alcé mi voz consoladora,
como una blanda y celestial caricia,
cuando jesús agonizó en el huerto.



Oliverio Girondo

¡todo era amor... amor! no había nada más que amor

-- de Oliverio Girondo --

¡todo era amor... Amor! no había nada más que amor.En todas partes se encontraba amor. No se podía hablarmás que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos.Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche... Lleno de prevenciones,de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran m, con una m mayúscula, chorreado de merengue,cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas depuntualidad, de ortografía; con sus interrupcionescardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de losbomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, quearranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y deensalada.
Amor impostergable y amor impuesto. Amor, incandescente y amorincauto.
Amor indeformable. Amor desnudo. Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡Y nada más que amor!



Pablo Neruda

soneto vi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

En los bosques, perdido, corté una rama oscura
y a los labios, sediento, levanté su susurro:
era tal vez la voz de la lluvia llorando,
una campana rota o un corazón cortado.
Algo que desde tan lejos me parecía
oculto gravemente, cubierto por la tierra,
un grito ensordecido por inmensos otoños,
por la entreabierta y húmeda tiniebla de las hojas.
Pero allí, despertando de los sueños del bosque,
la rama de avellano cantó bajo mi boca
y su errabundo olor trepó por mi criterio
como si me buscaran de pronto las raíces
que abandoné, la tierra perdida con mi infancia,
y me detuve herido por el aroma errante.



Pedro Antonio de Alarcón

El viernes santo

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Solo, negado, escarnecido, muerto,
enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!
la frente inclinas sobre el mundo impío,
en la cumbre del Gólgota desierto.

Ebrio, entre tanto, y de baldón cubierto,
el mortal, en su infame desvarío,
adora una beldad de aliento frío,
pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora
la majestad de tu dolor ultraja
e ingrato y loco tu pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora
por sacudir del cuerpo la mortaja...
Y vive en él como enterrado en vida!



José María Eguren

el bote viejo

-- de José María Eguren --

Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.

Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.

Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.

Apareció en la bruma
y en la armonía de la aurora;
trajo de los rompientes
doradas conchas.

A sus bancos remeros,
a sus amarillentas sogas,
viene los cormoranes
y las gaviotas.

Los pintorescos niños,
cuando dormita la marea
lo llenan de cordajes
y de banderas.

Los novios, e la tarde,
en su alta quilla se recuestan;
y a los vientos marinos,
de amor se besan.

Mas el bote ruinoso
de las arenas del estuario,
ansía los distantes
muelles dorados.

Y en la profunda noche,
en fino tumbo abrillantado,
partió el bote muriente
a los botes lejanos.



Gutierre de Cetina

a don juan de rojas sarmiento, enviándole a pedir ciertos papeles que le pidió

-- de Gutierre de Cetina --

Cuando oro bajo y de grosera mina
suele hallar tal vez minero experto,
si con otro metal sale cubierto,
al fuego lo consagra y lo destina;
allí se purifica, allí se afina,
allí descubre su valor más cierto;
si del acaso está dudoso, incierto,
el fuego lo quilata y determina.
Yo, que a pesar de febo y de parnaso,
de helicona hallé, no digo vena,
mas cierto humor peor que de locura,
para saber si debo dar más paso
en seguirla, o dejar tan loca pena,
consagro al fuego vuestro esta escriptura.



Gutierre de Cetina

en medio de mi mal vino cubierto

-- de Gutierre de Cetina --

Un tan hermoso bien, tan dulce engaño,
que el alma enamorada de su daño
fue luego con el seso de concierto.
A tiempo vi el peligro descubierto,
que pudiera valerme del engaño
si consintiera amor que en bien tamaño
tuviera la razón discurso cierto.
Si pudiera apartar del pensamiento
un temor peligroso, obscuro y triste,
¿con quién trocara yo mi buena suerte?
mas no quiere el vencido sentimiento,
porque el alma que tal hábito viste,
no lo puede dejar salvo por muerte.



Salvador Díaz Mirón

Copo de nieve

-- de Salvador Díaz Mirón --

Para endulzar un poco tus desvíos
fijas en mí tu angelical mirada
y hundes tus dedos pálidos y fríos
en mi oscura melena alborotada.

¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?
¿Por qué, si soy el fuego, no te fundo?

Tu mano espiritual y transparente,
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcán cubierto de ceniza y lava.



Vicente Gallego

soliloquio

-- de Vicente Gallego --

Y si no nos aguardas, dios prófugo de ti,
donde un sueño promete desde que sueña el hombre,
¿dónde el sueño del hombre purgará susoberbia,
dónde tanta pasión
encontrará venganza para su fe humillada?
y si no estás ahí, agazapado
en la segura tierra que seremos,
¿quién le dará consuelo a nuestra muerte,
quién un sentido al daño y la alegría,
quién al canto su entraña de esperanza?
de tu no ser la milagrosa sombra
nos mantiene a cubierto, nos edifica fuertes.
Tu indemostrable ausencia nos acoge y nos salva
en el reino sin ti del amor por lo nuestro.



Vicente Gallego

el sueño verdadero

-- de Vicente Gallego --

En el cenit del día
un derrumbe se escucha silencioso:
es el ínfimo estruendo
de la nube que quiebra su lograda figura
para ser de sí misma sólo un eco en lo alto.
Todo está en su solsticio,
en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa.
Y a la herida del hombre su latido le presta
el frágil corazón de la que cree su hora
en la burla del tiempo.
Todo vive muriendo y, sin embargo,
qué arraigado saberse cierto y hondo
en la misma raíz del desarraigo,
qué morada a cubierto en la brusca intemperie,
qué verdad este sueño
cristalino de agosto.



Vicente Huidobro

Me alejo en silencio

-- de Vicente Huidobro --

Me alejo en silencio como una cinta de seda
Paseante de arroyos
Todos los días me ahogo
En medio de plantaciones de plegarias
Las catedrales de mis ternuras cantan a la noche bajo el agua
Y esos cantos forman las islas del mar

Soy el paseante
El paseante que se parece a las cuatro estaciones

El bello pájaro navegante
Era como un reloj envuelto en algodón
Antes de volar me ha dicho tu nombre

El horizonte colonial está cubierto todo de cortinajes
Vamos a dormir bajo el árbol parecido a la lluvia



Vicente Wenceslao Querol

A un árbol

-- de Vicente Wenceslao Querol --

El día en que yo vi la luz primera,
plantó mi padre en su risueño huerto
ese árbol que admiráis en primavera,
de tiernas hojas y de flor cubierto.

Yo entré en la sociedad, donde hoy batallo,
con la esperanza audaz de los mancebos,
cuando él ennoblecía el fuerte tallo
cada nueva estación con ramos nuevos.

Yo abandoné, buscando horas felices,
mi pobre hogar por la mansión extraña,
y él, inmutable, ahondaba sus raíces
junto al arroyo que sus plantas baña.

Hoy, rugosa la frente y seca el alma,
cuando hasta el eco de mi voz me asombra,
vengo a encontrar la apetecida calma
del tronco amigo a la propicia sombra.

Y evoco las memorias indecisas
de la edad juvenil, sueños perdidos,
mientras juegan sus ramas con las brisas
y al alegre rumor cantan los nidos.

Mi vida agosta ese dolor interno
con que los ojos y la frente enluto:
él abre en mayo su capullo tierno
y da en octubre el aromado fruto.



Antonio Machado

Siempre fugitiva y siempre...

-- de Antonio Machado --

Siempre fugitiva y siempre
cerca de mí, en negro manto
mal cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.
No sé adónde vas, ni dónde
tu virgen belleza tálamo
busca en la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de quién haya entreabierto
tu lecho inhospitalario.
...............................
Detén el paso belleza
esquiva, detén el paso.
Besar quisiera la amarga,
amarga flor de tus labios.



Antonio Ros de Olano

El simoún

-- de Antonio Ros de Olano --

La soledad lo aborta sin destino
sobre el páramo inmenso del desierto;
a su presencia duélese el mar muerto
y gime triste el campo palestino.

Con polvorosa crin borra el camino,
y a su bochorno el caminante incierto,
el cuerpo tiende, el hábito cubierto
del raudo y abrasante remolino.

¡Pasó!... Y el tigre bota en la candente
arena, en que el león ruge erizado
y silba y se retuerce la serpiente...

¡Pasó!... Y en la quietud del despoblado
la ciudad solitaria del Oriente
llora con el Profeta su pecado.



Manuel María de Arjona

Al amor (Arjona)

-- de Manuel María de Arjona --

Sufre las nieves, sin temor al frío,
el labrador que ocioso no pudiera
de la dorada mies cubrir su era
a la llegada del ardiente estío.

No recela el furor del Noto impío,
ni la saña del Ponto considera
el mercader que en la ocasión espera
descanso lisonjero, aunque tardío.

Mujer, hijos y hogar deja y cubierto
el soldado de sangre, en suelo extraño
el honor de su afán contempla cierto.

Solo yo, crudo amor, busco mi daño,
sin esperar más fruto, honor ni puesto
que un costoso y estéril desengaño.



Manuel Reina

A media noche (Reina)

-- de Manuel Reina --

Choca tu dulce boca con la mía,
mujer deslumbradora;
y brotará la ardiente poesía
que mi mente atesora.

Deja, deja que rompa ese lujoso
traje de terciopelo
que oculta, como amante cariñoso,
de tu belleza el cielo.

Quiero una bacanal regia y grandiosa;
que el dios de los amores
en ella cubra tu cabeza hermosa
de perfumadas flores.

Un banquete de dioses, una orgía
tan rica y deslumbrante,
que exceda a la más bella fantasía
del genio más gigante.

Que esté el salón cubierto de brocados,
y telas suntuosas;
la mesa, de manjares delicados
y de divinas rosas.

Y que haya esos licores deliciosos
coronados de llamas,
que engendran en la mente luminosos
y bellos panoramas.

Los generosos vinos espumantes
dejemos al olvido;
¡quiero beber en copa de brillantes
el oro derretido!

Y cuando de estos goces y delicias
esté mi pecho lleno,
expirar entre besos y caricias,
reclinado en tu seno.



Rosalía de Castro

A la luna (Castro)

-- de Rosalía de Castro --

A LA LUNA

I

¡Con qué pura y serena transparencia
Brilla esta noche la luna!
A imagen de la candida inocencia,
No tiene mancha ninguna.

De su pálido rayo la luz pura
Como lluvia de oro cae
Sobre las largas cintas de verdura
Que la brisa lleva y trae.

Y el mármol de las tumbas ilumina
Con melancólica lumbre,
Y las corrientes de agua cristalina
Que bajan de la alta cumbre.

La lejana llanura, las praderas,
El mar de espuma cubierto,
Donde nacen las ondas plañideras,
El blanco arenal desierto.



Juan Gelman

lamento por los pies de carmichael o'shaughnessy

-- de Juan Gelman --

Carmicahel o'shaughnessy mi dios
con el camino en la mano era un planeta
girando y girando en la mañana cerrada
como cubierto de lirios y de trigos
¡ah carmichael!
qué grandes fierros le crecían en los pies
cuando se andaba al gallo primo cantor
y al segundo callado
a carmichael se le caían pedazos
de rabia pura de la cara
que iba dejando como árboles
que crecieron como árboles al costado del camino
no pájaros no vientos no señoras
les movían las ramas sino
años de mal amor y desgracia
años en que el amor viene mal
o mal y triste y destrozado como
la margarita que besó el león
a la solombra del atardecer
donde carmichael lloró un poco
por abajo por arriba por la ventanita
que nadie abre iba carmichael
con el camino en la mano como
paquete del dolor
hasta que un día los pies se le pusieron verdes
áhi carmichael paró
ya rojo ya mitad ya parecido
y dulce fue su desventaja
toda la sombra que cae de carmichael o'shaughnessy
pega en el suelo y se va al sol
pero antes canta como dos pechos de mujer
o sea canta canta



Julio Flórez

viii

-- de Julio Flórez --

¿has contemplado, a lo lejos,
al sol que, paso a paso,
va descendiendo al ocaso
con su manto de reflejos,
cómo por lúgubres huellas
deja, en su triunfal descenso,
cubierto el espacio inmenso
de crespones y de estrellas?
así, niña, es el amor:
como el sol, paso entre paso,
cuando desciende a su ocaso
y no da luz ni calor,
en el corazón herido,
nos deja, en triste quebranto,
¡por astros, gotas de llanto,
y por tinieblas, olvido!
julio flórez



Fernando de Herrera

Hondo Ponto, que bramas atronado

-- de Fernando de Herrera --

Hondo Ponto, que bramas atronado
con tumulto y terror, del turbio seno
saca el rostro de torpe miedo lleno,
mira tu campo arder ensangrentado,

y junto en este cerco y encontrado
todo el cristiano esfuerzo y sarraceno,
y cubierto de humo y fuego y trueno,
huir temblando el impío quebrantado.

Con profundo murmullo la victoria
mayor celebra, que jamás vio el cielo
y más dudosa y singular hazaña,

y di que sólo mereció la gloria,
que tanto nombre da a tu sacro suelo,
el joven de Austria y el valor de España.



Francisco Javier Salazar Arboleda

Werther

-- de Francisco Javier Salazar Arboleda --

La Aurora.
Yo le miré; cual húmedo rocío
bañaba sus mejillas flébil llanto,
el ¡ay! de la agonía era su canto,
y su albor el pesar triste y sombrío.

El Mediodía.
Yo lo miré; inextinguible fuego
su corazón y su alma devoraba;
el rayo del dolor su faz surcaba.
Mi luz era para él la luz del ciego.

La Tarde.
Yo le miré de palidez cubierto,
de la tristeza envuelto en el sudario.
Anheloso buscando y solitario
la flor de la esperanza en el desierto.

La Noche.
Yo le miré cual sombra fugitiva,
deslizarse veloz por el panteón,
y vi que del amor la llama activa
ardía en su enlutado corazón.



Francisco Sosa Escalante

A un amigo (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En sueño eterno, por su bien, dormido
Se encuentra el niño que formó tu encanto;
La muerte le ha cubierto con su manto,
Ya no su voz deleitará tu oído.

Así lo quiso Dios! cese el gemido
Del alma triste, y el acerbo llanto;
Ya el niño es ángel que al Eterno y Santo
Por tí hoy implora y por tu hogar querido.

Del mundo miserable en los abrojos,
El hombre arrastra la fatal cadena
De dudas, de tormentos y de enojos.

¡Dichoso aquel que párte a la serena
Region do nunca nublará sus ojos
El llanto inextinguible de la pena!



Francisco Sosa Escalante

La palma (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Encuentra alguna vez el peregrino
Al cruzar las arenas del desierto,
Gentil osis de verdor cubierto
Que tregua brinda á su fatal camino.

Al verlo, del rigor de su destino
Se olvida el caminante y siente abierto
Su pecho á la esperanza, como el puerto
Tras negra tempestad mira el marino.

Entónces en el tronco de la erguida
Palma que hermosa en el desierto crece
Y que al descanso y á la paz convida,

Su nombre graba y con ternura ofrece
No olvidarla jamás.... Así en mi vida
Tú eres la palma que gentil se mece.



José Joaquín de Olmedo

El árbol

-- de José Joaquín de Olmedo --

La sombra de este
árbol venerable

donde se quiebra y calma,
la furia de los vientos formidable
y cuya ancianidad inspira á mi alma
un respeto sagrado y misterioso;
cuyo tronco desnudo y escabroso
un buen asiento rústico me ofrece;
y que de hojosa magestad cubierto



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Ariiba