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Se han encontrado 22 poemas con la palabra cristiana

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Amós de Escalante

En Monte Carceña

-- de Amós de Escalante --

En tus quebrados senos, oh Carceña,
retoña el roble que robusta quilla
dio a las cántabras naves, y en Sevilla
plantó, hace siglos, la cristiana enseña.

¡Oh, si de nuevo en tu cerrada breña
hallaren presa el hacha y la cuchilla,
aún lograran los mares de Castilla
lucir hazañas que la mente sueña!

Sóbrale jugo a la silvestre rama;
fáltales sangre a los mortales pechos
que a esfuerzos nuevos y a grandezas guíe;

sangre que el hielo trueque en viva llama,
ociosas quejas en fecundos hechos,
y a la loca fortuna desafíe.

Poema En Monte Carceña de Amós de Escalante con fondo de libro

Lope de Vega

Oh, nunca fueras, África desierta

-- de Lope de Vega --

Oh, nunca fueras, África desierta,
en medio de los trópicos fundada,
ni por el fértil Nilo coronada
te viera el alba cuando el sol despierta;

nunca tu arena inculta descubierta
se viera de cristiana planta honrada,
ni abriera en ti la portuguesa espada
a tantos males tan sangrienta puerta.

Perdióse en ti de la mayor nobleza
de Lusitania una florida parte,
perdióse su corona y su riqueza.

Pues tú que no mirabas su estandarte,
sobre él los pies, levantas la cabeza
ceñida en torno del laurel de Marte.

Poema Oh, nunca fueras, África desierta de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.

Poema sabado de gloria de Luis Palés Matos con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: X

-- de Manuel del Palacio --

Comióse los dineros de una dama,
Fué partidario ardiente del progreso,
Quemó de sus errores el proceso,
Y hoy moral y católico se llama.

De orador elocuente ganó fama
Porque mueve con arte la sin hueso,
y siempre epigramático y travieso
En tocando á reñir se va á la cama.

Nada hay que en su concepto no peligre,
Ni fe que no se venda en un barato,
Ni esperanza cristiana que no emigre;

Pero su orgullo ciégale insensato:
Tiene el instinto y el rugir del tigre,
Mas Dios no le hizo tigre, sino gato.



Félix María Samaniego

La melindrosa

-- de Félix María Samaniego --

Señor don Juan, quedito, que me enfado.
¿Besar la cara? Es mucho atrevimiento.
¿Abrazos? ¡Ay Jesús!, no lo consiento.
¿Cosquillas? No las hay por ese lado.

¿Remangarme? ¡Ay, Juanito!, ¿y el pecado?
¡Qué malos sois los hombres!... Pasos siento.
¿No es nadie? Pues, bien, vaya en un momento;
mas ¡cuidado!, no venga algún criado.

¡Jesús!, que loca soy! ¡Quién lo diría
que con un hombre yo!... ¿Cómo cristiana?,
que ya de puro gusto... ¡Ay, alma mía!

¡Traidor, déjame, vete...!, ¿Aún tienes gana?
Pues cuando tú lo logres otro día...
Pero, Juanito, ¿volverás mañana?



Gerardo Diego

giralda

-- de Gerardo Diego --

Giralda
giralda en prisma puro de sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples ay, narcisa, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.



Tomás de Iriarte

El mismo

-- de Tomás de Iriarte --

Señor Don Juan, quedito, que me enfado:
besar la mano es mucho atrevimiento;
abrazarme... No, Juan, no lo consiento.
Cosquillas... Ay Juanito... ¿Y el pecado?

Qué malos son los hombres... Mas, cuidado
que me parece, Juan, que pasos siento...
No es nadie... Despachemos un momento
¡Ay, qué placer... Tan dulce y regalado!

Jesús, qué loca soy, quién lo creyera
que con un hombre yo... Siendo cristiana
mas... Que... De puro gusto...¡Ay, alma mía!

Ay, qué vergüenza, vete... ¿Aún tienes gana?
Pues cuando tú lo pruebes otra vez...
Pero, Juanito, ¿volverás mañana?



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Antonio Ros de Olano

El conde don Julián

-- de Antonio Ros de Olano --

Dentro el alcázar de doblado muro,
frontero al campo de Tarik, leía
en letra de Florinda, y repetía,
aún de sus mismos ojos mal seguro:

«Cerró mi boca con su labio impuro...
¡Hembra débil, su fuerza me oprimía!
Por vos fiada a quien su guarda os fía,
mi afrenta acusa al forzador perjuro...»

Y, al sacudir la gótica melena,
león que yerra el salto carnicero,
subió al adarbe, descolló en la almena;

Padre ofendido, desciñó el acero;
tendió la puente; y la cristiana arena
manchó la planta del traidor primero.



Anónimo

Romance de Valdovinos

-- de Anónimo --

Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla.
Por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga',
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga.
Mas vos mora y yo cristiano
hacemos muy mala vida,
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía,
siete años había, siete,
que yo misa no la oía;
si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.



Miguel Unamuno

O cruz u oro!

-- de Miguel Unamuno --

Sobre el pecho, colgada de tu cuello,
una cruz de oro refulgente llevas
dando así al mundo acrisoladas pruebas
de cristiana. En tu rostro un día bello

los afeites é insomnios triste sello
de amor venal dejaron. ¡Pobres Evas
que del pecado en las hediondas cuevas
de la imagen de Dios el fiel destello



Julio Herrera Reissig

Dominus vobiscum

-- de Julio Herrera Reissig --

Bosteza el buen Domingo, zángano de semana...
El trapero del burgo ronda las callejuelas;
y enluta el Seminario, en dos sordas estelas,
su desfile simétrico, de una misma sotana.

Junto a la fuente, donde chocan sus castañuelas
los sapos, el "elenco" debuta en la tartana;
y beato, sobre tantas mansedumbres abuelas,
el cielo inclina un gesto de bendición cristiana.

Dos turistas, muñecos rubios de rostro inmóvil,
maniobran la visita de un fogoso automóvil...
Con su lente y sus frascos y su equipo de viaje,

investiga el zootécnico, profesor de lombrices,
y a su vera, dos chicos, en un gesto salvaje,
atisban, con los húmedos dedos en tas narices.



Julio Herrera Reissig

Invierno

-- de Julio Herrera Reissig --

El invierno embalsama, con sugestión de faustos
emolientes, las cosas... Ebria por el ventisco,
la luna sesga en postuma decrepitud su disco
de azogue, que hipnotiza los predios inexhaustos.

La casa se reposa... Se oye el balar arisco,
como una pesadilla de clamores infaustos,
en duelo de quién sabe qué antiguos holocaustos
que lloran en el alma cristiana del aprisco.

Riendo ante la bella Neith que su prez modula,
el viejo una gloriosa lágrima disimula...
Por fin, la besa y luego que solemne la escruta,

úngela de tabaco, y su dicha completa
picándola en su barba las mejillas de fruta,
que aterciopela un vello brumoso de violeta...



Francisco Sosa Escalante

¡Bendita seas!

-- de Francisco Sosa Escalante --

En el sagrario del hogar, tranquilas
Las gratas horas de tu vida ruedan,
Sin que los propios sinsabores puedan
Nunca el llanto arrancar de tus pupilas.

Jamás el bien al practicar vacilas,
Porque tus nobles sentimientos vedan
Pensar que hay séres que el dolor remedan
Y pasan del mendigo entre las filas.

¡Cuánto es modesta la virtud, señora,
De tu benigno corazon, ajeno
A torpe vanidad embriagadora!

Bendígate el Señor cuando á su seno
Partas radiante en tu postrera hora,
De fé cristiana al resplandor sereno.



Francisco Sosa Escalante

El mendigo (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Ya no piedad sino temor abrigo,
(No porque lleve corazon de roca),
Si oigo que santa caridad invoca
Envuelto en sus harapos el mendigo.

En él oculto encuentro al enemigo
De la familia y del taller; provoca
Al incauto holgazán á vida loca.
Que es de su infame proceder testigo.

Si un asilo benéfico le ofrece
La hermosa y noble caridad cristiana,
Al nombre del asilo se enardece.

¿Trabajo le brindais? con furia insana
Os mira, y al instante desparece
Para volver á mendigar mañana.



Francisco Sosa Escalante

Fragilidad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No así te admire que la vida humana
Tal como el vidrio por lo frágil sea;
Que un soplo la formó dice la hebrea
Leyenda, fuente de la fé cristiana.

El vaso cristalino que engalana
El mármol de tu rica chimenea,
Tuvo origen igual, ¿y á quién la idea
De su breve durar nunca le afana?

Si á leve soplo nuestro ser debemos,
¿Qué extraño que otro soplo nos consuma
Y en polvo miserable nos tornemos?

¿Qué extraño que la vida, cual la bruma
Se disipe fugaz, y que duremos
Lo que la pompa de rizada espuma?



Francisco Sosa Escalante

La tarde (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

La esmeralda del mar fulgente brilla
Al recibir del sol la luz postrera,
El nido busca el ave placentera,
Cantando el pescador deja la orilla.

En la humilde cabaña la sencilla
Y cristiana oración sube á la esfera
Como el sagrado incienso, porque espera
En el Señor y á su poder se humilla.

La vespertina estrella misteriosa
Diamante finge que sujeta el velo
Allí en la frente de la casta esposa;

La noche se aproxima en tardo vuelo,
Mece la flor la brisa rumorosa,
Todo es quietud en la extensión del suelo.



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita I

-- de Francisco Villaespesa --

El ritmo, el gran rebelde, me rinde vasallaje,
y cuando quiero ríe, y cuando quiero vuela,
y he domado a mi estilo como a un potro salvaje,
a veces con el látigo y a veces con la espuela.
Conozco los secretos del alma del paisaje,
y sé lo que entristece, y sé lo que consuela,
y el viento traicionero y el bárbaro oleaje
conocen la invencible firmeza de mi vela.
Amo los lirios místicos y las rosas carnales,
la luz y las tinieblas, la pena y la alegría,
los ayes de las víctimas y los himnos triunfales.
Y es el eterno y único ensueño de mi estilo
la encarnación del alma cristiana de maría
en el mármol pagano de la venus de milo.



Carlos Pezoa Véliz

Cuerdas heridas

-- de Carlos Pezoa Véliz --

Semejante al fulgor de la mañana,
en las cimas nevadas del oriente,
sobre el pálido tinte de tu frente
destácase tu crencha soberana.

Al verte sonreír en la ventana
póstrase de rodillas el creyente
porque cree mirar la faz sonriente
de alguna blanca aparición cristiana.

Sobre tu suelta cabellera rubia
cae la luz en ondulante lluvia.
Igual al cisne que a lo lejos pierde

su busto en sueños de oriental pereza,
mi espíritu que adora la tristeza
cruza soñando tu pupila verde.



Ramón López Velarde

hermana, hazme llorar...

-- de Ramón López Velarde --

Hermana, hazme llorar...
Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.
Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán sobre la tierra juntos.
Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
El tiempo amargo de mi vida inútil.
Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo,
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...



Ramón López Velarde

Hermana, hazme llorar

-- de Ramón López Velarde --

Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.

Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán juntos.

Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
El tiempo amargo de mi vida inútil.

Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
Dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...



Ramón María del Valle Inclán

Milagro de la mañana

-- de Ramón María del Valle Inclán --

AÑÍA una campana
En el azul cristal
De la santa mañana.

Oración campesina
Que temblaba en la azul
Santidad matutina.

Y en el viejo camino
Cantaba un ruiseñor,
Y era de luz su trino.

La campana de aldea
Le dice con su voz,
Al pájaro, que crea.

La campana aldeana
En la gloria del sol
Era alma cristiana.

Al tocar, esparcía
Aromas del rosal
De la Virgen María.

Esta santa conseja
La recuerda un cantar
En una fabla vieja:

Campana, campaniña
Do Pico Sagro,
Toca por que floreza
A rosa de milagro.

Ramón del Valle Inclán.



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