Buscar Poemas con Crecer


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 26 poemas con la palabra crecer

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

José Ángel Buesa

la enredadera

-- de José Ángel Buesa --

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.
Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.
Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.

Poema la enredadera de José Ángel Buesa con fondo de libro

Alfonsina Storni

Y la cabeza comenzó a arder

-- de Alfonsina Storni --

Sobre la pared
negra
se abría
un cuadrado
que daba
al más allá

Y rodó la luna
hasta la ventana;
se paró
y me dijo:
“De aquí no me muevo;
te miro.

No quiero crecer
ni adelgazarme.

Poema Y la cabeza comenzó a arder de Alfonsina Storni con fondo de libro

Lope de Vega

Yo pagaré con lágrimas la risa

-- de Lope de Vega --

Yo pagaré con lágrimas la risa
que tuve en la verdura de mis años,
pues con tan declarados desengaños
el tiempo, Elisio, de mi error me avisa.
«Hasta la muerte» en la corteza lisa
de un olmo, a quien dio el Tajo eternos baños,
escribí un tiempo, amando los engaños
que mi temor con pies de nieve pisa.
Mas, ¿qué fuera de mí, si me pidiera
esta cédula Dios, y la cobrara,
y el olmo entonces el testigo fuera?
Pero yo con el llanto de mi cara
haré crecer el Tajo de manera
que sólo quede mi vergüenza clara.

Poema Yo pagaré con lágrimas la risa de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

periódico

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Periódico
no quiero ver más fotos de estropicios de guerra,
sino, a lo sumo, lo que les ha hecho el temporal
a los troncos de pino:
mandarlos crecer en bucle,
dejarlos astillados hasta media cepa
para que giman cautelosamente al acercarme
y pueda yo mecerme sobre tal cautela;
descuajarlos para que aromen a tierra humanitaria;
tronchar un fuste para que perfume
en forma de cabeza tonsurada,
un olor hemisférico a trasquileo humano.
En vez de ramas, sus sombras con que ceñir la carretera
para que vaya pulsando humanamente hacia lo lejos.
Contar la mitología metamórfica
del raigón de pino que era torso humano
y confundido fue por la divinidad
en escamosa grupa de marino monstruo
que ladraba a los pinos.
(Acabado el relato,
sueltan todos a una la leyenda
dígase cabellera
y me sellan el juicio largamente
con bufanda de ovas. Inefable.)
(Sentado en la linde del pinar, entre una luz antigua, a leer el periódico.



Góngora

Al tramontar del sol la ninfa mía

-- de Góngora --

Al tramontar del sol la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale, el viento que corría,
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
(término puesto al oro y a la nieve),

juraré que lució más su guirnalda,
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.



Líber Falco

La moneda

-- de Líber Falco --

Mira cómo los niños,
en un aire y tiempo de otro tiempo,
ríen.
Cómo en su inocencia,
la Tierra es inocente
y es inocente el hombre.
Míralos cómo al descubrir la muerte
mueren, y ya definitivamente
ya sus ojos y dientes
comienzan a crecer junto a las horas.

Deja que ellos guarden sin saberlo,
el secreto último de su inocencia
nuestro último sueño, ya olvidado.

Cuando todo termine,
deja que un niño lleve
nuestra única y última
moneda.



Jaime Sabines

primera parte. xii

-- de Jaime Sabines --

Xii
morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.
Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.



Jaime Sabines

adán y eva iv

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva iv
ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembrasson más tersas, más suaves y más dañinas. Antesde entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué?te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndotecuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía seencienden a diferentes horas?
ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiraciónes tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podríasdecirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos distintos? ¿no te hicieron, pues, de micostado, no me dueles?
cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y meenvuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemosalgo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? todas lasnoches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezoa crecer como el día.
Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eresy que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? me haces falta para andar, paraver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé quetuve.



Jorge Cuesta

de otro fue la palabra antes que mía

-- de Jorge Cuesta --

De otro fue la palabra antes que mía
que es el espejo de esta sombra, y siente
su ruido, a este silencio, transparente,
su realidad, a esta fantasía.

Es en mi boca su substancia, fría,
dura, distante de la voz y ausente,
habitada por otra diferente,
la forma de una sensación vacía.

Al fin es la que hoy, obscura y vaga,
otra prolonga en mí, que no se apaga,
sino igual a sí misma oye su sombra

al hallarla en el ruido que la nombra
y en el oído hacer crecer su hueco
más profundo cavándose en el eco.



Pablo Neruda

ii

-- de Pablo Neruda --

Años tuyos que yo debí sentir
crecer cerca de mí como racimos
hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra
a mis manos de piedra te hubieran destinado,
hasta que uva con uva hubieras hecho
cantar en mis venas el vino.
El viento o el caballo
desviándose pudieron
hacer que yo pasara por tu infancia,
el mismo cielo has visto cada día,
el mismo barro del invierno oscuro,
la enramada sin fin de los ciruelos
y su dulzura de color morado.
Sólo algunos kilómetros de noche,
las distancias mojadas
de la aurora campestre,
un puñado de tierra nos separó, los muros
transparentes
que no cruzamos, para que la vida,
después, pusiera todos
los mares y la tierra
entre nosotros, y nos acercáramos
a pesar del espacio,
paso a paso buscándonos,
de un océano a otro,
hasta que vi que el cielo se incendiaba
y volaba en la luz tu cabellera
y llegaste a mis besos con el fuego
de un desencadenado meteoro
y al fundirte en mi sangre, la dulzura
del ciruelo salvaje
de nuestra infancia recibí en mi boca,
y te apreté a mi pecho como
si la tierra y la vida recobrara.



Pablo Neruda

el amor del soldado

-- de Pablo Neruda --

El amor del soldado
en plena guerra te llevó la vida
a ser el amor del soldado.
Con tu pobre vestido de seda,
tus uñas de piedra falsa,
te tocó caminar por el fuego.
Ven acá, vagabunda,
ven a beber sobre mi pecho
rojo rocío.
No querías saber dónde andabas,
eras la compañera de baile,
no tenías partido ni patria.
Y ahora a mi lado caminando
ves que conmigo va la vida
y que detrás está la muerte.
Ya no puedes volver a bailar
con tu traje de seda en la sala.
Te vas a romper los zapatos,
pero vas a crecer en la marcha.
Tienes que andar sobre las espinas
dejando gotitas de sangre.
Bésame de nuevo, querida.
Limpia ese fusil, camarada.



José Ángel Buesa

el pequeño dolor

-- de José Ángel Buesa --

Mi dolor es pequeño,
pero aún así bendigo este dolor,
que es como no soñar después de un sueño,
o es como abrir un libro y encontrar una flor.
Déjame que bendiga
mi pequeño dolor,
que no sabe crecer como la espiga,
porque la espiga crece sin amor.
Y déjame cuidar como una rosa
este dolor que nace porque sí,
este dolor pequeño, que es la única cosa
que me queda de ti.



José Ángel Buesa

ah, si, ya abrí mi casa

-- de José Ángel Buesa --

Ah, sí, ya abrí mi casa
para todo el que llega, para todo el que pasa.
Sobran salud y pan, y, sin embargo,
hay algo en esta miel con sabor amargo.
Y desdeño mis bienes,
estos bienes ganados con sangre y con lamentos,
y envidio el hombre sucio que despide los trenes
viendo crecer sus hijos alegremente hambrientos.



José Ángel Buesa

último poema

-- de José Ángel Buesa --

Otra vez tus caminos me llevan hacia el alba,
cuando ya en mi sonrisa murió el último niño.
Otra vez esa flecha clavándose en la noche,
y esa lluvia de otoño para soñar contigo.
Otra vez esas manos alzándose hacia el sueño,
y estas sordas raices sedientas de rocío.
Y el profundo desastre de crecer en la sombra,
con los ojos cerrados y los brazos vacíos.
Otra vez esa antorcha que extenúa mi sangre,
y ese silencio oscuro que alarga su latido.
Oh, corazón de fiebre en la floresta negra,
muriendo lentamente y eternamente vivo.
Oh, si, otra vez y siempre, morir en cada estrella,
y encender esa lámpara que se apagó de frío.
¡Oh, si, otra vez y siempre, hasta morir la vida;
otra vez hacia el alba por todos los caminos!



Juan de Arguijo

Casandra

-- de Juan de Arguijo --

Cuando en horror medroso y ciego espanto
Por los teucros discurre Alecto airada,
Y el impío acero de la griega espada
Hace crecer con frigia sangre el Janto,

Entre los gritos y confuso llanto
De la mísera gente descuidada
Alza la voz Casandra, arrebatada
De profético aliento y furor santo.

«En tus cenizas, dice, ¡oh patria cara!
Se guarda el fuego cuya llama ardiente
Hará costosa á Grecia esta vitoria.

»Otra renacerá de tí mas clara
Troya, por quien tu nombre eternamente
Vuelva á vivir en mas dichosa historia.»



Garcilaso de la Vega

SONETO XIII

-- de Garcilaso de la Vega --

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!



Garcilaso de la Vega

A Dafne ya los brazos le crecían

-- de Garcilaso de la Vega --

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!



Gutierre de Cetina

si contra amor, señora, andáis armada

-- de Gutierre de Cetina --

De aquel frío saber que amor contiende,
si os guía la razón, si ella os defiende,
no es gran caso no estar enamorada.
De poco amor, amor se desagrada;
no puede amor crecer do el seso entiende;
si el juicio gobierna, amor se ofende;
do no hay pasión, amor no puede nada.
Pero si permitiese el hado mío,
cosa que podría ser, que amor hallase
entrada en ese pecho de diamante,
a pagar de mi alma aquel desvío
en blando consentir se transformase,
¿qué freno hay que tener pueda un amante?



La soberbia

-- de El Solitario --

Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.

Yo vi el oro del sol con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:

Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto:

La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.



Vicente Aleixandre

las manos

-- de Vicente Aleixandre --

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño
mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.
No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.
Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.
Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.



Antonio-Plaza-Llamas

a baco

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A baco
salud, ¡oh baco! tu poder insólito,
es en la tierra talismán vivífico;
quien ha probado tu licor magnífico,
se vuelve siempre tu constante acólito...
Por ti, en las jaulas el glorioso hipólito
maldicen el idiota y el científico
al mundo artero, que sonríe pacífico
de sus pesares, con cinismo insólito,
pero tú en cambio con bondad magnánima
cuando enardeces mi cerebro escuálido
haces vivir mi lacerada ánima
haces crecer mi corazón inválido:
y juro, por san juan y la verónica,
pasar la vida en borrachera crónica.
Antonio plaza llamas



Julio Herrera Reissig

el cura

-- de Julio Herrera Reissig --

Es el cura... Lo han visto las crestas silenciarías,
luchando de rodillas con todos los reveses,
salvar en pleno invierno los riesgos montañeses
o trasponer de noche las rutas solitarias.

De su mano propicia, que hace crecer las mieses,
saltan como sortijas gracias involuntarias;
y en su asno taumaturgo de indulgencias plenarias,
hasta el umbral del cielo lleva a sus feligreses...

El pase del hisopo al zueco y la guadaña;
él ordeña la pródiga ubre de su montaña
para encender con oros el pobre altar de pino;

de sus sermones fluyen suspiros de albahaca;
el único pecado que tiene es un sobrino...
Y su piedad humilde lame como una vaca.



Fernando de Herrera

Al mar desierto en el profundo estrecho

-- de Fernando de Herrera --

Al mar desierto en el profundo estrecho
entre las duras rocas, con mi nave
desnuda tras el canto voy suve,
que forçado me lleva a mi despecho.

Temerario deseo, incauto pecho,
a quien rendí de mi poder la llave,
al peligro m' entregan fiero y grave;
sin que pueda apartarme del mal hecho.

Veo los uesos blanquear, y siento
el triste son de la engañada gente;
y crecer de las ondas el bramido.

Huir no puedo ya mi perdimiento;
que no me da lugar el mal presente,
ni osar me vale en el temor perdido.



Fernando de Herrera

Lloré y canté de amor la saña ardiente

-- de Fernando de Herrera --

Lloré y canté de amor la saña ardiente,
y lloro y canto ya la ardiente saña
de esta cruel, por quien mi pena extraña
ningún descanso al corazón consiente.

Esperé y temí el bien tal vez ausente,
y espero y temo al mal que me acompaña,
y en un error, que en soledad me engaña,
me pierdo sin provecho vanamente.

Veo la noche antes que huya el día,
y la sombra crecer, contrario agüero.
¿Mas qué me vale conocer mi suerte?

La dura obstinación de mi porfía
no cansa ni se rinde al dolor fiero,
mas siempre va al encuentro de mi muerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 10

-- de Francisco de Quevedo --

¿ves con el polvo de la lid sangrienta
crecer el suelo y acortarse el día
en la celosa y dura valentía
de aquellos toros que el amor violenta?
¿no ves la sangre que el manchado alienta;
el humo que de la ancha frente envía
el toro negro, y la tenaz porfía
en que el amante corazón ostenta?
pues si lo ves, ¡oh lisi!, ¿por qué admiras
que, cuando amor enjuga mis entrañas
y mis venas, volcán, reviente en iras?
son los toros capaces de sus sañas,
¿y no permites, cuando a bato miras,
que yo ensordezca en llanto las montañas?



Ramón López Velarde

El sueño de la inocencia

-- de Ramón López Velarde --

Soñé que comulgaba, que brumas espectrales
envolvían mi pueblo, y que Nuestra Señora
me miraba llorar y anegar su Santuario.

Tanto lloré, que al fin mi llanto rodó afuera
e hizo crecer las calles como en un temporal;
y los niños echaban sus barcos papeleros,
y mis paisanas, con la falda hasta el huesito,
según se dice en la moda de la provincia,
cruzaban por mi llanto con vuelos insensibles,
y yo era ante la Virgen, cabizbaja y benévola,
el lago de las lágrimas y el río de respeto...

Casi no he despertado de aquella maravilla
que enlazará mis Ultimos óleos con mi Bautismo;
un día quise ser feliz por el candor,
otro día, buscando mariposas de sangre,
mas revestido yo con la capa de polvo
de la santa experiencia, sé que mi corazón
hinchado de celestes y rojas utopías,
guarda aun su inocencia, su venero de luz;
¡el lago de lágrimas y el río del respeto!



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba