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Se han encontrado 87 poemas con la palabra crece

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Diego Hurtado de Mendoza

Gasto en males la vida, y amor crece

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Gasto en males la vida, y amor crece,
En males crece amor y allí se cría,
Esfuerza el alma, y á hacer se ofrece
De la pena costumbre y compañía.

No me espanto de vida que padece
Tan brava servidumbre y que porfía;
Mas espántome cómo no enloquece
Con el bien que ve en otros cada dia.

En dura ley, en conocido engaño,
Huelga el triste, Señora, de vivir,
Y tú, que le persigas la paciencia.

¡Oh cruda tema! Oh áspera sentencia!
Que por fuerza me fuerzas á sufrir
Los placeres ajenos y mi daño.

Poema Gasto en males la vida, y amor crece de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Tiempo vi yo que amor puso un deseo

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Tiempo vi yo que amor puso un deseo
Honesto en un honesto corazón;
Tiempo vi yo, que ahora no lo veo,
Que era gloria, y no pena, mi pasion.

Tiempo vi yo que por una ocasion,
Dura angustia y congoja, y si venia,
Señora, en tu presencia, la razon
Me faltaba y la lengua enmudecia.

Mas que quisiera he visto, pues amor
Quiere que llore el bien y sufra el daño,
Mas por razon que no por accidente.

Crece mi mal, y crece en lo peor,
En arrepentimiento y desengaño,
Pena del bien pasado y mal presente.

Poema Tiempo vi yo que amor puso un deseo de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Ernesto Cardenal

epigrama XIX

-- de Ernesto Cardenal --

De pronto suena
en la noche una sirena
de alarma, larga,
larga,
el aullido lúgubre
de la sirena
de incendio o de
la ambulancia
blanca de muerte,
como el grito
de la cegua
en la noche,
que se acerca y
se acerca sobre las calles
y las cosas
y sube, sube,
y baja
y crece, crece,
baja y se aleja
creciendo y bajando.
No es incendio ni muerte:
es somoza

Poema epigrama XIX de Ernesto Cardenal con fondo de libro

Octavio Paz

silencio

-- de Octavio Paz --

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.



Pedro Antonio de Alarcón

Los siete dolores de María

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

De Simeón la triste profecía
anúnciale una vida de dolores,
y huye a Egipto, temiendo los furores
con que Herodes al Cristo perseguía.

Crece su pena y crece su agonía,
cuando pierde a la luz de sus amores,
y su duelo y su luto son mayores,
al hallarle del Gólgota en la vía.

Se aumenta su pesar cuando la muerte
dobla la frente del Crucificado,
añadiendo amargura a su amargura

el abrazar después su cuerpo inerte,
y más y más su pecho es angustiado
al dejarle en la yerta sepultura.



Juan de Arguijo

La tempestad y la calma

-- de Juan de Arguijo --

Yo vi del rojo sol la luz serena
Turbarse, y que en un punto desparece
Su alegre faz, y en torno se oscurece
El cielo con tiniebla de horror llena.

El austro proceloso airado suena,
Crece su furia, y la tormenta crece,
Y en los hombres de Atlante se estremece
El algo olimpo y con espanto truena;

Mas luego vi romperse el negro velo
Deshecho en agua, y á su luz primera
Restituirse alegre el claro dia,

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
Miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
Igual mudanza á la fortuna mia?



Juan de Arguijo

Narciso

-- de Juan de Arguijo --

Crece el insano amor, crece el engaño
Del que en las aguas vió su imágen bella;
Y él, sola causa en su mortal querella,
Busca el remedio y acrecienta el daño.

Vuelve á ver en la fuente ¡caso extraño!
Que della sale el fuego; mas en ella
Templario piensa, y la enemiga estrella
Sus ojos cierra al fácil desengaño.

Fallecieron las fuerzas y el sentido
Al ciego amante amado; que á su suerte
La belleza fatal cayó rendida;

Y ahora, en flor purpúrea convertido,
La agua, que fué principio de su muerte,
Hace que crezca, y prueba á darle vida.



Rosalía de Castro

Ansia que ardiente crece

-- de Rosalía de Castro --

Ansia que ardiente crece,
Vertiginoso vuelo
Tras de algo que nos llama
Con murmurar incierto.
Sorpresas celestiales,
Dichas que nos asombran;
Así cuando buscamos lo escondido,
Así comienzan del amor las horas.

Inacabable angustia,
Hondo dolor del alma,
Recuerdo que no muere,
Deseo que no acaba,
Vigilia de la noche,
Torpe sueño del día
Es lo que queda del placer gustado,
Es el amargo fruto de la vida.

Aunque mi cuerpo se hiela
Me imagino que me quemo,



Meira Delmar

soneto en el amor

-- de Meira Delmar --

Estoy, amor, en ti y en el dorado
desvelo de tu clima deleitoso,
con el ardido corazón gozoso
de su vivo tormento enamorado.
Y te nombro mi día iluminado.
Y te digo mi tiempo jubiloso.
Alto mar de hermosura sin reposo
a la cima del sueño levantado.
Estoy, amor, en ti. Bajo tu cielo
lejanamente mío, crece el duelo
y crece la sonrisa, dulcemente.
Y el canto va subiendo, sostenido
por tu mano, azahar desvanecido,
a la orilla del alba transparente.
!--Img



Julio Arboleda

A la mudanza de la fortuna

-- de Julio Arboleda --

Yo vi del rojo sol la luz serena
turbarse y que en un punto desparece
su alegre faz, y en torno se oscurece
el cielo, con tiniebla de horror llena.

El Austro proceloso airado suena,
crece su furia, y la tormenta crece,
y en los hombros d e Atlante se estremece
el alto Olimpo, y con espanto truena.

Mas luego vi romperse el negro velo
deshecho en agua, y a su luz primera
restituirse alegre el claro día.

Y de nuevo esplendor ornado el cielo
miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
igual mudanza a la fortuna mía?



Fernando de Herrera

Voy siguiendo la fuerza de mi hado

-- de Fernando de Herrera --

Voy siguiendo la fuerza de mi hado
por este campo estéril y ascondido;
todo calla y no cesa mi gemido
y lloro la desdicha de mi estado.

Crece el camino y crece mi cuidado,
que nunca mi dolor pone en olvido;
el curso al fin acaba, aunque estendido,
pero no acaba el daño dilatado.

¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartarse y huir, si en la memoria
se estampa y muestra frescas las señales?

Vuela Amor en mi alcance y no consiente,
en mi afrenta, que olvide aquella historia
que descubrió la senda de mis males.



Ricardo Güiraldes

El nido (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Donde más alto trepa la sierra, un pico agudo y liso apunta al cielo su puñalada de piedra.

El sol y el viento se astillan entre sus riscos.

Y si la nieve, en su base, le circunda con regio fulgor de pureza, emerge más frío, más puro; severo e inconmovible, en su negrura lustrosa.

Cuando la amenaza de enorme cilindro rojizo rueda del horizonte, como un toldo que se corriese sobre el mundo, las cosas todas se quejan, en terror de espera; la tierra empalidece a la amenaza brutal de la tormenta. Entonces un punto negro aparece en el espacio, crece y crece, mientras, en impetuosas curvas, viene ampliando la espiral de su vuelo.

Es el Cóndor.

El viento chirría en sus rehacias plumas. Y súbitamente, cerrando las alas, desciende en perpendicular hacia la cima, como un pedazo de infinito que cayera sobre tierra.

París, 1912.



Alfonsina Storni

El hombre

-- de Alfonsina Storni --

No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.

Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.

Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.

Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro, se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.



Alfonsina Storni

El hombre (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.

Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.

Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.

Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro, se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.



Amado Nervo

a némesis

-- de Amado Nervo --

Tu brazo en el pesar me precipita,
me robas cuanto el alma me recrea,
y casi nada tengo: flor que orea
tu aliento de simún, se me marchita.
Pero crece mi fe junto a mi cuita,
y digo como el justo de idumea:
así lo quiere dios, ¡bendito sea!
el señor me lo da, él me lo quita.
Que medre tu furor, nada me importa:
puedo todo en aquel que me conforta,
y me resigno al duelo que me mata;
porque, roja visión en noche oscura,
cristo va por mi vía de amargura
agitando su túnica escarlata.



Amós de Escalante

Con ruda saña el padecer se encona

-- de Amós de Escalante --

Con ruda saña el padecer se encona
en el doliente pecho que fallece,
y mi lozana juventud parece,
marchita y deshojada su corona.

En vano altivo el corazón blasona
de ilusorio valor, su angustia crece
y el porvenir incierto se oscurece
y la esperanza amiga me abandona.

Si el alma mía decretaba el cielo
que en prematura ancianidad perdiera
su ardiente fuego y generoso brío,

que como planta de infecundo suelo
su triste amor sin florecer muriera,
¡por qué me hiciste amar, por qué, Dios mío!



Lope de Vega

antes que el cierzo de la edad ligera

-- de Lope de Vega --

Antes que el cierzo de la edad ligera
seque la rosa que en tus labios crece
y el blanco de ese rostro, que parece
cándidos grumos de lavada cera
estima la esmaltada primavera,
laura gentil, que en su beldad florece,
que con el tiempo se ama y se aborrece,
y huirá de ti quien a tu puerta espera.
No te detengas en pensar que vives,
oh laura, que en tocarte y componerte
se entrará la vejez, sin que la llames.
Estima un medio honesto, y no te esquives,
que no ha de amarte quien viniere a verte,
laura, cuando a ti misma te desames.



Lope de Vega

Albania yace aquí, Fabio suspira

-- de Lope de Vega --

Albania yace aquí, Fabio suspira,
matóla un parto sin sazón, dejando
la envidia alegre, y al Amor llorando;
pues ya cualquiera fuerza le retira.

El Tajo crece por mostrar su ira
y corre, de la Muerte murmurando;
párase el sol, el túmulo mirando,
temiendo en sí, lo que en Albania mira.

Mas él, si se eclipsare, volver puede,
y Albania no, que, de volver ajeno,
a Fabio deja en el postrero parto.

Venganza fue para que ejemplo quede
que quien fue basilisco en dar veneno,
muriese como víbora en el parto.



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



Lope de Vega

Cuando la madre antigua reverdece

-- de Lope de Vega --

Cuando la madre antigua reverdece,
bello pastor, y a cuanto vive aplace;
cuando en agua la nieve se deshace
por el sol, que el Aries resplandece,

la hierba nace, la nacida crece,
canta el silguero, el corderillo pace,
tu pecho, a quien su pena satisface,
del general contento se entristece.

No es mucho mal la ausencia, que es espejo
de la cierta verdad, o la fingida;
si espera fin, ninguna pena es pena.

¡Ay del que tiene por su mal consejo
el remedio imposible de su vida
en la esperanza de la muerte ajena!



Lope de Vega

Padre de los humanos, Amor ciego

-- de Lope de Vega --

Padre de los humanos, Amor ciego,
de quien nació la vida de dos vidas,
y por quien tantas fueron consumidas,
destierro de la paz y del sosiego.

Amor, que a un tiempo eres troyano y griego,
breve placer, tesoro del rey Midas,
divino ensalmador de tus heridas,
luna, que porque crece, mengua luego,

¿por qué te llaman padre, si no eres
como Saturno que sus hijos come?
Que, en efeto, aborreces lo que quieres.

Amor, pues no hay quien residencia tome
a la poca verdad de tus placeres,
mi muerte será Alcides que te dome.



Lope de Vega

Ardese Troya, y sube el humo escuro

-- de Lope de Vega --

Ardese Troya, y sube el humo escuro
al enemigo cielo, y entretanto,
alegre, Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!

El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye, cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto,
y viene a tierra el levantado muro.

Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.

Y la dura ocasión de tanto daño,
mientras vencido Paris muere ardiendo,
del griego vencedor duerme en los brazos.



Luis Cañizal de la Fuente

padre de todas las crismas

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Padre de todas las crismas
(paisaje pasoliniano)
se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.



Luis Cernuda

donde habite el olvido

-- de Luis Cernuda --

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueñoa imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



Líber Falco

Delmira Agustini (Falco)

-- de Líber Falco --

Debajo está la Tierra y gime;
tiemblan los minerales y se buscan.
Se ciñen las parejas, se emparejan,
canta la vida y canta
Y Delmira canta del mundo su destino.

Erguida, inquieta, golpeada en sus costados,
sorbida por abismos donde la muerte espera
-donde una lenta lava negra espera-
iba Delmira hacia su luz perdida.

Oh visionaria! como una sombra
resbala entre las sombras
y entre las sombras crece
la más alta, la más dolorida,
la más hondamente marcada por la vida!

Mujer mordida
por un áspid caliente que da vida
-y que acerca a la muerte-,
iba Delmira hacia su luz perdida.

Mas, qué hondo es el abismo!
Y qué oscura es la muerte!

Mira Delmira y canta.
Sobre el vórtice, canta Delmira
el vértigo incierto de la vida!



Líber Falco

El abismo

-- de Líber Falco --

Estoy debajo de mis sueños.
Ya ni estrellas ni pájaros nocturnos
levantarán mi canto.

Puente de plata y oro es el amor.

Amada, tú eras el único asidero
pero yo he mirado al abismo
donde ondula (libre de nosotros)
el limo de mis sueños y tus sueños.

Desde entonces ah!
qué solo estoy en la tierra.
Y tú, qué sola.
No lo sabes y disuelves tus lágrimas en risas.
Desde entonces,
cuando apoyo mi frente
en el tibio regazo de tu seno,
algo quiero olvidar que no conozco todavía.
Y crece mi ternura para ahuyentar el miedo.

Lejana erra mi alma
y en sus flancos llueve la tristeza.
Deja que te llore y que me llore allá...



Manuel del Cabral

negro manso

-- de Manuel del Cabral --

Negro manso,
ni siquiera
tienes la inutilidad
de los charcos con cielo.

Só1o
con tu sonrisa rebelde
sobre tu dolor,
como un lirio valiente que crece
sobre la tierra del pantano.

Sin embargo,
negro manso,
negro quieto:
hoy la voz de la tierra te sale por los ojos,
(tus ojos que hacen ruido cuando sufren).



Manuel Gutiérrez Nájera

a salvador díaz mirón

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Tienes en tu laúd cuerdas de oro
que el soplo del espíritu estremece,
y tu genio, como un alto sicomoro,
entre borrascas y huracanes crece.
No te brinda la musa sus favores
entre mirtos y rojas amapolas:
cuando quieres gozar de sus amores
la acechas, la sorprendes y la violas.
Tu verso no es el sonrosado efebo
que en la caliente alcoba se afemina:
vigoroso como hércules mancebo
acomete, conquista y extermina.
El mar es como tú: con su rüido
de tus estrofas la cadencia iguala;
refleja el cielo cuando está dormido
y en sus momentos de furor lo escala.
Manuel gutiérrez nájera, 1886



Jaime Sabines

adán y eva xv

-- de Jaime Sabines --

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave,infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo;bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.
Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti,redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto,lejos.
Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil.Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para quemadures en paz.



Jaime Sabines

tlaltelolco - habría que quitarles los ojos a los que vimos

-- de Jaime Sabines --

Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.

La bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.



Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



César Vallejo

aniversario

-- de César Vallejo --

¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¡qué créditos con bruma, en una esquina!
¡qué diamante sintético, el del casco!
¡cuánta más dulcedumbre
a lo largo, más honda superficie:
¡cuánto catorce ha habido en tan poco uno!
¡qué deber,
qué cortar y qué tajo,
de memoria a memoria, en la pestaña!
¡cuanto más amarillo, más granate!
¡cuánto catorce en un solo catorce!
acordeón de la tarde, en esa esquina,
piano de la mañana, aquella tarde;
clarín de carne,
tambor de un solo palo,
guitarra sin cuarta ¡cuánta quinta,
y cuánta reunión de amigos tontos
y qué nido de tigres el tabaco!
¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¿qué te diré ahora,
quince feliz, ajeno, quince de otros?
nada más que no crece ya el cabello,
que han venido por las cartas,
que me brillan los seres que he parido,
que no hay nadie en mi tumba
y que me han confundido con mi llanto.
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!



Diego Hurtado de Mendoza

Gracias te pide, amor; no las merece

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Gracias te pide, amor; no las merece
Quien las pide, ni tanto bien espera,
Sea limosna ó sea piedad siquiera,
Y sea á la ocasion que ahora se ofrece.

Cualquiera beneficio mengua ó crece
Con el lugar, el tiempo y la manera;
Pero la diferencia verdadera
Es dar y socorrer á quien padece.

Lo que una vez la fuerza ó la destreza
No pueden acabar, aquella mismo
Acaba una palabra descuidada.

Señora, considera tu grandeza
Y el tiempo; que ahora puedes con nonada
Levantarme del hondo del abismo.



Diego Hurtado de Mendoza

Vuelve el cielo, y el tiempo huye y calla

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Vuelve el cielo, y el tiempo huye y calla,
Y despierta callando tu tardanza;
Crece el deseo y mengua la esperanza
Tanto mas cuanto mas léjos te halla.

Mi alma es hecha campo de batalla,
Combaten el recelo y confianza,
Asegura la fe toda mudanza,
Aunque sospechas andan por mudalla.

Yo sufro y mueto, y díjete, Señora:
«¿Cuándo será aquel dia que estaré
Libre desta contienda en tu presencia?»

Respóndeme tu saña matadora:
«Juzga lo que ha de ser por lo que fué,
Que menos son tus males en ausencia.»



Dulce María Loynaz

la mujer de humo

-- de Dulce María Loynaz --

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.
Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando...

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio...
Levantaste un muro
¡yo me fui volando!...

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso...

Mano que sujeta,
pie que escapa blando...
¡Flecha que se tira!...
(El espacio es ancho...)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado...

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa... En tus manos.

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido...

Hombre que me besas,
tu beso es en vano...
Hombre que me cines:
¡nada hay en tus brazos!



Julián del Casal

medioeval

-- de Julián del Casal --

Monstruo de piedra, elévase el castillo
rodeado de coposos limoneros,
que sombrean los húmedos senderos
donde crece aromático el tomillo.
Alzadas las cadenas del rastrillo
y enarbolando fúlgidos aceros,
seguido de sus bravos halconeros
va de caza el señor de horca y cuchillo.
Al oír el clamor de las bocinas,
bandadas de palomas campesinas
surgen volando de las verdes frondas,
y de los ríos al hendir las brumas
dibujan con la sombra de sus plumas
cruces de nieve en las azules ondas.



Octavio Paz

en uxmal

-- de Octavio Paz --

1
la piedra de los días
el sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
2
Mediodía
la luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
3
Más tarde
se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.
4
Pleno sol
la hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
5
Relieves
la lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.
6
Serpiente labrada sobre un muro
el muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.



Octavio Paz

niña

-- de Octavio Paz --

Niña
a laura elena
nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y la nubes pelean con el viento
y el espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y la ola amarilla;
la marea del sol,
en su cresta nos alza,
en los cuatro horizontes nos dispersa
y nos devuelve, intactos,
en el centro del día, a ser nosotros.



Oliverio Girondo

porque me cree su perro

-- de Oliverio Girondo --

Porque me cree su perro
y sacaréme la niebla
el turbio zumo oscuro del traspienso
la pulpa
la soborra de mente
toda su gris resaca me sacaré hasta el meollo
antes de que se asiente
la áspera espera arena que taté teté yo y lamí
y tragué yo en la sed
a trago tardo largo
lo hueco
lo plenamente hueco y que no es más que hueco
pero crece
sin fin ni sino o causa o pauta o pausa me sacaré yo el lastreque no lastra
por no saber a piedra
por no saber saber
ni saber no saber
los decesos del seso y sus desechos me sacaré yo de pie
junto con tanta sombra sórdida que sobra de cuanto fue y nofue
o fue fue
y no se fue
aunque retorne al árbol del primo primo simio me sacaréyo sin tino la maraña
demasiadísimo humana
y mil y miles vueltas y revueltas y contras y recontras
y sus colas
y sus entelequitas y emocioncitas nómadas
y más y más
de cuajo me sacaré el obtuso yo zurdo absurdo burdo que aúnbusca ser herido aunque sonría
entre otros obvios sordos escombros naturales
y restos casi muertos de algún yo otro propio que todavíaulula
porque me cree su perro



Oliverio Girondo

el uno nones

-- de Oliverio Girondo --

El uno total menos
plenicorrupto nones consentido apenas por el cero
que al ido tiempo torna con sus catervas súcubos sexuales ysu fauna de olvido
el uno yo subánima
aunque insepulto intacto bajo sus multicriptas con trasfondos de arcadas
que auto nutre sus ecos de sumo experto en nada
mientras crece en abismo
el uno solo en uno
res de azar que se orea ante la noche en busca de sus límitesperros
y tornasol lamido por innúmeros podres se interllaga lo oscurode su yo todo uno
crucipendiente sólo de sí mismo



Pablo Neruda

fantasma

-- de Pablo Neruda --

Cómo surges de antaño, llegando,
encandilada, pálida estudiante,
a cuya voz aún piden consuelo
los meses dilatados y fijos.
Sus ojos luchaban como remeros
en el infinito muerto
con esperanza de sueño y materia
de seres saliendo del mar.
De la lejanía en donde
el olor de la tierra es otro
y lo vespertino llega llorando
en forma de oscuras amapolas.
En la altura de los días inmóviles
el insensible joven diurno
en tu rayo de luz se dormía
afirmado como en una espada.
Mientras tanto crece a la sombra
del largo transcurso en olvido
la flor de la soledad, húmeda, extensa,
como la tierra en un largo invierno.



Pablo Neruda

el tigre

-- de Pablo Neruda --

El tigre
soy el tigre.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.
El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.
Desnuda te sumerges.
Espero.
Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.
Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.



Pablo Neruda

soneto lxxxv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxv
del mar hacia las calles corre la vaga niebla
como el vapor de un buey enterrado en el frío,
y largas lenguas de agua se acumulan cubriendo
el mes que a nuestras vidas prometió ser celeste.
Adelantado otoño, panal silbante de hojas,
cuando sobre los pueblos palpita tu estandarte
cantan mujeres locas despidiendo a los ríos,
los caballos relinchan hacia la patagonia.
Hay una enredadera vespertina en tu rostro
que crece silenciosa por el amor llevada
hasta las herraduras crepitantes del cielo.
Me inclino sobre el fuego de tu cuerpo nocturno
y no sólo tus senos amo sino el otoño
que esparce por la niebla su sangre ultramarina.



Pablo Neruda

soneto lxxiv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxiv
el camino mojado por el agua de agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.



Pablo Neruda

soneto lxvii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

La gran lluvia del sur cae sobre isla negra
como una sola gota transparente y pesada,
el mar abre sus hojas frías y la recibe,
la tierra aprende el húmedo destino de una copa.
Lalma mía, dame en tus besos el agua
salobre de estos mares, la miel del territorio,
la fragancia mojada por mil labios del cielo,
la paciencia sagrada del mar en el invierno.
Lalgo nos llama, todas las puertas se abren solas,
relata el agua un largo rumor a las ventanas,
crece el cielo hacia abajo tocando las raíces,
y así teje y desteje su red celeste el día
con tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,
una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.



Pablo Neruda

10

-- de Pablo Neruda --

10
esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!
soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,
y en él despunta mi alma como una estrella fría.
Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.
Mi propio latigazo cae sobre mi vida.
Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.
Junto a mí, pero dónde? lejos, lo que está lejos.
Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.
El eco de la voz más allá del silencio.
Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.



Pedro Antonio de Alarcón

Fuego y nieve

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Duro es tu corazón como el granito;
mi corazón como la cera tierno:
verano ardiente soy; tú helado invierno;
tú nieve eterna; fuego yo infinito.

Yo me acerco a tu nieve, y no tirito;
antes crece la furia de este infierno;
y hiélate a ti más mi fuego eterno,
y ni me apagas ¡ay! ni te derrito.

¿Cómo encuentro calor donde no hay llama?
¿Cómo no da calor la llama mía?
¿Cómo mi incendio tu esquivez no inflama?

¿Cómo tu hielo mi pasión no enfría?
¡Oh! ¿por qué no nos hizo el hado aleve,
o de fuego a los dos, o a ambos de nieve?



Pedro Antonio de Alarcón

La palma

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

La palma audaz que en el desierto crece
hospitalaria acoge al caminante:
grata sombra le presta, y abundante,
sabroso fruto pródiga le ofrece.

Al son del huracán fiera se mece,
y cuanto recia más, más arrogante
resiste, y más hermosa y elegante
en los azares de la lid parece.

Premio de la virtud es cada rama
del árbol inmortal, don a que aspira
el que trueca su paz por la victoria.

Y ese don eres tú, perfecta dama,
para el esposo que en tu amor se inspira,
viendo en ti misma a tu rival la Gloria.



Rafael Carvajal

Una esperanza

-- de Rafael Carvajal --

¿Cómo queda, no ves, querida esposa,
la blanca helena que, a tu lado crece,
cuando el riego le falta que le ofrece
tu mano, cada vez más cariñosa?

Inclínase marchita y congojosa
al blando soplo que sus hojas mece,
sus pétalos desgreña, y desparece
del verde tallo que adornó graciosa.

De pena igual tu ausencia lastimera
me llena el corazón y triste, mustia,
mi faz se muestra de dolor transida,

¡Ay! morir cual la flor también debiera,
y si vivo, sólo es porque en mi angustia
la esperanza de verte me da vida.



José María Hinojosa

campo siembra

-- de José María Hinojosa --

Sobre la tierra,
cae la simiente,
que lleva en su cuerpo,
el germen
de la vida,
latente.
La tierra
se mueve.
En el ovario
de dánae ardiente,
zeus,
deposita el semen,
que transforma
el grano en verde.
Y la tierra
crece.



José Tomás de Cuellar

La flor y el sol

-- de José Tomás de Cuellar --

CRECE gallarda flor en la pradera;
Y púdica, velando el albo seno,
Desdeña del amor dulce veneno.
Casta y hermosa en su virtud austera.

Se encumbra el rojo sol y reverbera
Su lumbre pura en el zenit sereno;
Y un rayo nada más de vida lleno
Abre la flor que á amar se resistiera.

Así tu corazón, cerrado un día,
Esquivaba la luz de mis amores
Y el tierno afán que mi alma enloquecía;
Pero mi amor, con vivos resplandores.
Abrió tu pecho á la ventura mía,
Como abre el sol el cáliz de las flores.



José Ángel Buesa

poema nocturno

-- de José Ángel Buesa --

Muchacha de una noche de viento y hojas secas,
que una sonrisa tuya pobló de mariposas,
como si aún recordaras tus últimas muñecas
junto a un hombre lejano que olvidó tantas cosas...
Muchacha de una noche de cigarrillos lentos,
cuando quedó en la mesa la flor de tu corpiño:
tú eras la pastorcita de los libros de cuentos,
y yo fui el niño triste que no supo ser niño.
Muchacha de una noche par ael amor errante,
cuando crece el otoño con su vaho profundo,
y el alma es el navío de un solo tripulante
que despliega sus lonas al viento de otro mundo.
Muchacha de un noche: yo pienso todavía
que hubiera sido hermoso que nunca amaneciera,
ahora que, fatalmente, comienza un nuevo dia,
que ha de ser, para tantos, otro dia cualquiera...



José Ángel Buesa

soneto del caminante

-- de José Ángel Buesa --

No, no despiertes jamás para vivir tu sueño
porque el sueño es un viaje más allá del olvido.
Tu pie siempre es más firme después de haber caído.
Sólo es grande en la vida quien sabe ser pequeño.
El amor llega y pasa como un dolor risueño,
como una rama seca donde retoña un nido.
Sólo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido.
Nadie es dueño de nada sin ser su propio dueño.
La vida será tuya si sabes que es ajena,
que es igual ser montaña que ser grano de arena,
y que a veces lo menos vale más que lo más;
y sabrás, finalmente, cansado caminante,
que el tiempo es un camino que crece hacia delante
mientras se va borrando, poco a poco, hacia atrás.



José Ángel Buesa

el pequeño dolor

-- de José Ángel Buesa --

Mi dolor es pequeño,
pero aún así bendigo este dolor,
que es como no soñar después de un sueño,
o es como abrir un libro y encontrar una flor.
Déjame que bendiga
mi pequeño dolor,
que no sabe crecer como la espiga,
porque la espiga crece sin amor.
Y déjame cuidar como una rosa
este dolor que nace porque sí,
este dolor pequeño, que es la única cosa
que me queda de ti.



Juan de Arguijo

Orfeo (1-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

«Desiertas selvas, monte yerto y frío,
Ródope, que en el cielo tocar osas;
Vosotras, de Estrimon ondas hermosas,
A quien vencer presume el llanto mio,

»Seréis testigos largo tiempo, fio,
De mi dolor y quejas lastimosas,
Que en vano esparzo al aire, y con piadosas
Voces al rey del lago obscuro envio.»

Así cantando llora el tracio amante;
Y á sus blandos acentos enmudece
El viento, y la agua su corriente enfrena;

Y enternecidas truecan el semblante
Las fieras ¡corto alivio! mientras crece
Del ya perdido bien la justa pena.



Gabino Alejandro Carriedo

honestidad y cometido del arquitecto antonio miró

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Miró miró la arquitectura
con las lentes de su bondad
lento mirar hacia la altura
que el edificio crece sin cesar
miró miró la gente dura
parapetada en su vanidad
la vio pequeña de estatura
genitiva negativa letal
miró miró la regla pura
para su cálculo racional
reglamentando la textura
de esta función fundamental
miró miró con voz oscura
desde su telescopio catalán
y vio la vida por ventura
como es: arte y oficio de cristal



Gabriela Mistral

canción de pescadoras

-- de Gabriela Mistral --

Que con viento y olas puedes,
duerme pintada de conchas,
garabateada de redes.
Duerme encima de la duna
que te alza y que te crece,
oyendo la mar-nodriza
que a más loca mejor mece.
La red me llena la falda
y no me deja tenerte,
porque si rompo los nudos
será que rompo tu suerte...
Duérmete mejor que lo hacen
las que en la cuna se mecen,
la boca llena de sal
y el sueño lleno de peces.
Dos peces en las rodillas,
uno plateado en la frente,
y en el pecho, bate y bate,
otro pez incandescente...



Gaspar Melchor de Jovellanos

a enarda

-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --

Quiero que mi pasión, ¡oh enarda!, sea,
menos de ti, de todos ignorada;
que ande en silencio y sombras embozada,
y ningún necio mofador la vea.
Sea yo dichoso, y más que nadie crea
que es con tu amor mi fe recompensada;
que no por ser de muchos envidiada,
crece la dicha a más sublime idea.
Amor es un afecto misterioso,
que nace entre secretas confianzas,
mas muere al soplo de mordaz censura;
y sólo aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus esperanzas,
colma su gozo y fija su ventura.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como nota de lejana música,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
¿en qué piensas? , me dijo:
en nada... ¿En nada y lloras? es que tengo alegre la tristeza y triste el vino .



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se difunde
en ardiente explosión de claridad.
La brilladora lumbre es la alegría;
la temerosa sombra es el pesar;
¡ay!, en la oscura noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xcii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Tu aliento es el aliento de las flores,
tu voz es de los cisnes la armonía;
es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color.
Tú prestas nueva vida y esperanza
a un corazón para el amor ya muerto:
creces de mi vida en el desierto
como crece en un páramo la flor.



Gutierre de Cetina

padre me llama el sol del alegría

-- de Gutierre de Cetina --

A mí la vista del más entristece;
apenas alejándose anochece
cuando muero por ver venido el día.
Todo cuanto en la tierra el cielo cría
reposa con la noche, en mí parece
que con fuerza mayor a la par crece
también la obscuridad del alma mía.
Y si del que mal hace es deseada,
que no querría ver luz en todo el año,
¿por cuál razón a mí me desagrada?
que demás de tratar de día mi daño,
en la noche, al descanso aparejada,
soy más cierto ministro de mi engaño.



Gutierre de Cetina

sobre un verso de ovidio que dice: «fit quoque longus amor, quem diffidentia nutrit»

-- de Gutierre de Cetina --

Escrito, aunque imposible al fin parece,
misterio es muy sabido y muy tratado,
que el amor en el firme enamorado
con los celos se aviva y se engrandece.
Cuanto dura el amor el ansia crece
y el deseo de verse asegurado,
sin que pueda aflojar un tal cuidado
mientras vive el recelo y prevalece.
Ni el furor, ni el más blando tratamiento,
ni aquel dulce gozar de cosa amada,
aseguran un alma temerosa.
No basta discreción ni sufrimiento,
ni esperanza en ajeno mal probada,
porque no cura amor ninguna cosa.



Gutierre de Cetina

por los ojos amor entra y derrama

-- de Gutierre de Cetina --

En el alma un ardor que la enflaquece;
el ansia de gozar, fuego parece;
templada obstinación su fuerza trama.
De un hijo que amor tiene, el cual se llama
deseo, la esperanza nace y crece;
mas contra el hijo y nieta el hado ofrece
un bastardo temor que los desama.
El fin que amor pretende es ser amado;
temor, que a ningún bien del padre alcanza,
viene contra los dos acompañado
de enojos, de sospechas, de mudanza,
desdén, ingratitud, celos, cuidado,
armado de mortal desconfianza.



Gutierre de Cetina

dama, tan claro en vos amor me muestra

-- de Gutierre de Cetina --

De su cautela la experiencia clara
que si el alma engañar no se dejara,
en vuestro gesto vio la clara muestra.
La culpa de amor fue, la gloria vuestra,
la pena mía, y tal, que me bastara
sin que os sacara el mal todo a la cara
el ciego que por vos mi vida adiestra.
El calor de esta fiebre que os ofende
ha hecho en mi dolor efecto extraño,
muy contrario de aquél que yo temía.
A vos os hiela el fuego, a mí me enciende;
en vos crece beldad, en mí el engaño
hace el deseo mayor que ser solía.



Gutierre de Cetina

solía cantar de amor dulces clamores

-- de Gutierre de Cetina --

Ahora lloro triste, y de año en año
se seca la esperanza y crece el daño,
falta seguridad, sobran temores.
Vosotros, que al frescor de los favores
vivís alegres, sin temor de engaño,
sabed que nuevo mal, tormento extraño,
se os apareja al fin de los amores.
¡Dichoso aquél a quien concede el cielo
medir con su fortuna sus cuidados
y vive en un estado satisfecho!
las altas esperanzas vanse a vuelo
con el humo del mundo y los estados,
y pierde más quien más aquesto ha hecho.



Gutierre de Cetina

como está el alma a nuestra carne unida

-- de Gutierre de Cetina --

En los miembros las partes igualmente,
y como cada miembro el alma siente
entera en sí y en todos repartida,
y como si una parte es dividida
del cuerpo por algún inconveniente,
el alma queda entera y tan potente
cual siempre, sin que pueda ser partida,
así el amor en mí no se acrecienta
por más favor, ni cuanto más padece
el triste corazón muda el estado.
Muéstrase amor en mí como tormenta
de mar, que cuando más con furia crece,
su término, no pasa limitado.



Gutierre de Cetina

de la contemplación del pensamiento

-- de Gutierre de Cetina --

Crece la voluntad mi fantasía;
del dulce imaginar del alma mía
hace el amor en mí firme cimiento;
del pensar nace en mí el contentamiento
que da más viva fuerza a mi porfía;
tanto mi desear las alas cría
cuanto nacen de más conocimiento.
Las partes que de vos esta alma entiende,
mientra que más las voy considerando
mayor ardor al corazón envío:
como fuego que tanto más se enciende
cuanto más leña en él irán echando.
¡Ved, pues, si es inmortal el fuego mío!



Hernando de Acuña

Demóclito y Heráclito

-- de Hernando de Acuña --

De tu tristeza, Heráclito, me espanto,
y de nuevo me admiro cada hora
que, viendo el mundo y lo que pasa ahora,
ya no hayas convertido en risa el llanto.

Heráclito

Yo me admiro, Demócrito, que cuanto
en este triste siglo que empeora
crecen más las miserias de hora en hora,
más crece tu placer tu risa y canto.

Demócrito

¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra,
el gobierno del mundo y del consejo
es todo desconciertos y locura?

Heráclito

Lo que a ti te da risa a mí me aterra,
eso me tienen ya doliente y viejo,
y eso me llevará a la sepultura.



Hernando de Acuña

En qué puedo esperar contentamiento

-- de Hernando de Acuña --

¿En qué puedo esperar contentamiento,
si tras todo mi mal, señora mía,
consiente mi fortuna que a porfía
me venga ahora a dañar cada elemento?

Mis esperanzas se las lleva el viento,
el fuego crece donde arder solía,
llevóme el agua cuanto bien tenía
y la tierra me hará el apartamiento.

Vos juntaréis con esto el olvidarme,
pues quedar no merezco asegurado
del continuo temor de vuestro olvido;

y no me quejaré por no aliviarme,
que no es justo que quede en otro estado
el que vivo quedó y os ha perdido.



Hernando de Acuña

Respuesta

-- de Hernando de Acuña --

De Amor se hace, y por él mismo es hecha
la red de amor que tanta gente prende,
y como la refuerza el que la tiende,
no está ni puede estar rota o deshecha.

Hermosura es el arco que Amor flecha;
del cual ninguna fuerza se defiende,
y el gusto humano es quien le da y le vende
de diversos metales tanta flecha.

Nace niño, y por horas crece y viene
a ser más que gigante y, siendo ciego,
vuélvese en Argos al tomar la mira

y un monstruo tan extraño, que, aunque tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
con mil tiende la red y con mil tira.



Vicente García de la Huerta

Temores justos y continuos

-- de Vicente García de la Huerta --

¿Qué es esto, amante corazón rendido?
¿De qué te sirve tan dichos estado,
si tus penas parece se han doblado
de que empezaste a ser favorecido?

La imagen horrorosa del olvido
turba mi gloria y crece mi cuidado,
y aun al alma confieso, a penetrado
(no celos) un recelo mal nacido.

¡Ay, Lisa mía, en qué mortal quebranto
despedazado el corazón me siento
de un temor a la rústica violencia!

Y si sólo un temor me aflige tanto,
¡cuánto será, bien mío, mi tormento,
si a ser este temor llega a evidencia!



Angel González

mientras tú existas

-- de Angel González --

Mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luzcualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.



José Alcalá Galiano

En el álbum de la señorita de Gaviria

-- de José Alcalá Galiano --

En el salón dorado resplandece
en tiesto lindo de soberbia china,
rica en gala y olor, flor peregrina
que al pasmo universal su dueño ofrece.

Y allá distante pobrecilla crece
en el prado que el sol claro ilumina
entre la hierba inculta y tosca espina,
bella aunque humilde flor que el aire mece.

Laura, del salón regio que admiramos
en hora buena gocen los primores,
pues suyos son sus opulentos amos.

Pero amemos al prado con sus flores
si nuestro fue y entre ellos nos criamos
gozando sus perfumes y colores.



Antonio Machado

Canción

-- de Antonio Machado --

Ya va subiendo la luna
sobre el naranjal.
Luce Venus como una
pajarita de cristal.
Ámbar y berilo,
tras de la sierra lejana,
el cielo, y de porcelana
morada en el mar tranquilo.
Ya es de noche en el jardín
—¡el agua en sus atanores!—
y sólo huele a jazmín,
ruiseñor de los olores.
¡Cómo parece dormida
la guerra, de mar a mar,
mientras Valencia florida
se bebe el Guadalaviar!
Valencia de finas torres
y suaves noches, Valencia,
¿estaré contigo,
cuando mirarte no pueda,
donde crece la arena del campo
y se aleja la mar de violeta?



Antonio Machado

Crece en la plaza en sombra

-- de Antonio Machado --

Crece en la plaza en sombra
el musgo, y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.
Sube muy lento, en las mañanas frías,
por la marmórea grada,
hasta un rincón de piedra... Allí aparece
su mano seca entre la rota capa.
Con las órbitas huecas de sus ojos
ha visto cómo pasan
las blancas sombras en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas.



Anónimo

Tiempo es, el caballero...

-- de Anónimo --

-Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.



Manuel Machado

La Sonrisa de Franco resplandece

-- de Manuel Machado --

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de paz la tierra que conquista.

Sabe vencer y sonreír. Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y para hacer Historia
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana, que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!



Mario Benedetti

vaya uno a saber

-- de Mario Benedetti --

Amiga
la calle de sol tempranero
se transforma de pronto
en atajo bordeado demuros vegetales
el rascacielos da la visión despiadada
de un acantilado de poder
los colectivos pasan raudos
como benignos rinocerontes
y en un remoto bastidor de cielo
las nubes son sencillamente nubes
la muchacha cargada de paquetes
es una hormigademasiado obvia
y en consecuencia la descarto
pero el lisiado de noble rostro
ése sí avanza como un cangrejo
la monjita joven de mejillas ardientes
crece como un hongo sin permiso
el hollín va siendo lentamente rocío
y el olor a petróleo se convierte en jazmín
y todo eso por qué
sencillamente porque
en la primera línea
pensé en vos
amiga



Meira Delmar

soneto para decir adiós al mar

-- de Meira Delmar --

Undívago país, ancha y dorada
frente en vivo ejercicio de poesía,
comarca donde piensa luz el día
y la noche sirenas olvidadas.
Sabe a sal la blancura derramada
de tu voz, donde crece la alegría,
y en tu orilla de agua y melodía
se detiene la tierra, enamorada.
Yo grabé tu paisaje de veleros
y tus frágiles cantos repetidos
en mi altísimo escudo marinero.
Y aunque ya tus perfiles he perdido,
hoy te siento en mi sangre, verdadero
capitán de mi sueño desmedido.
!--Img



Nicolás Guillén

a veces...

-- de Nicolás Guillén --

A veces tengo ganas de ser un cursi
para decir: la amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡la quiero tanto!
a veces tengo ganas de ser un niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor rompiéndome el pecho,
una flor, y decir: esta flor,
para usted.



Juan Gelman

tanguito I

-- de Juan Gelman --

Yo
no
sé qué hacer
para que salgas de mí y por fin te vayas
al diablo al sufrimiento que
me crece por verte y por no verte y
no seas más que eso sufrimiento
en vez de ser temblor ser esperanza
silencio bajo el sol
otro sol además



Juan Gelman

en la carpeta

-- de Juan Gelman --

Tomé mi amor que asombraba a los astros
y le dije: señor amor,
usted crece de tarde, noche y día,
de costado, hacia abajo, entre las cejas,
sus ruidos no me dejan dormir perdí todo apetito
y ella ni nos saluda, es inútil, inútil.
De modo que tomé a mi amor,
le corté un brazo, un pie, sus adminículos,
hice un mazo de naipes
y ante la palidez de los planetas
me lo jugué una noche lentamente
mientras mi corazón silbaba, el distraído.



Juan Gelman

ahora

-- de Juan Gelman --

Ahora miguel ángel cruza la noche del país
va en un caballito de fuego
se le caen palabras que tiemblan como el sur
tira balazos de esperanza
¿es verdad que te hicieron pedazos en la tortura militar?
¿te caíste a pedacitos? ¿y qué
crece de cada pedacito tuyo? ¿acaso otro ángel miguel?
¿los demás? ¿un vagabundo? ¿una triste?
¿un viejo sentimiento inmortal? ¿santa teresa
la obrera que montaba un caballo de fuego para vivir cada vez?
¿cómo el olor de tu alma?
pedazos de la amadora escaparon a las uñas del tiempo
pregunto estas cosas para saber cómo me va
envuelto estás en pólvora y horrores
tus poemas cruzan la noche del país
tu ternura trabaja obrera delicada
andás por plazas y por calles con la memoria en la mano
llega la luz del alba torpemente
aquí ninguno da perdón
te deshacés miguel juntando cielo
pero me acuerdo de cuando vas a volver
pegado a tu destino como una roca
limpiándole la muerte a cada noche
montado en un caballito de fuego



Juan Meléndez Valdés

Al señor don Mariano Luis de Urquijo

-- de Juan Meléndez Valdés --

La lira de marfil que tierno un día
pulsar, Musas, osé con diestra mano
cuando de Otea en el florido llano
joven Lusindo suspirar me oía,

atempladme, volved; la amistad mía
hoy el timbre celebra soberano
con que su cuello resplandece ufano,
merced a un rey de buenos alegría.

Rayos de luz el vellocino de oro
despide, ornando el generoso pecho
de alta prudencia y pundonor morada.

Veló la envidia con amargo lloro,
pero el nombre feliz a su despecho
crece y sube a la bóveda estrellada.



Juan Meléndez Valdés

El propósito inútil

-- de Juan Meléndez Valdés --

Tiempo, adorada, fue cuando abrasado
al fuego de tus lumbres celestiales,
osé mi honesta fe, mis dulces males
cantar sin miedo en verso regalado...

¡Qué de veces en lágrimas bañado
me halló el alba besando tus umbrales,
o la lóbrega noche, siempre iguales
mi ciego anhelo y tu desdén helado!

Pasó aquel tiempo, mas la viva llama
de mi fiel pecho inextinguible dura,
y hablar no puedo aunque morir me veo.

Huyo, y muy más mi corazón se inflama;
juro olvidarte y crece mi ternura,
y siempre a la razón vence el deseo.



Juan Meléndez Valdés

La fuga inútil

-- de Juan Meléndez Valdés --

Tímido corzo, de cruel acero
el regalado pecho traspasado,
ya el seno de la yerba emponzoñado,
por demás huye del veloz montero;

en vano busca el agua y el ligero
cuerpo revuelve hacia el doliente lado;
cayó y se agita, y lanza congojado
la vida en un bramido lastimero.

Así la flecha al corazón clavada,
huyó en vano la muerte, revolviendo
el ánima a mil partes dolorida;

crece el veneno, y de la sangre helada
se va el herido corazón cubriendo,
y el fin se llega de mi triste vida.



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