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Se han encontrado 42 poemas con la palabra costumbre

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Mario Benedetti

rescates

-- de Mario Benedetti --

Muriendo de costumbre
y llorando de oído
césar vallejo
este regreso no era obligatorio
sin embargo
la mano encuentra su cuchara
el paso su baldosa
el corazón su golpe de madera
el abrazo su brazo o su cintura
la pregunta su alguien
los ojos su horizonte
la mejilla su beso o su garúa
el orgullo su dulce fundamento
el pellejo su otoño
la memoria su rostro decisivo
los rencores su vaina
el reloj su lujuria tempranera
el dolor su no olvido o su neblina
el paladar sus uvas
el loor su desastre
la nostalgia su lecho
o sea
perdón vallejo
aquí estoy otra vez
viviendo de costumbre
celebrando de oído

Poema rescates de Mario Benedetti con fondo de libro

Lope de Vega

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre

-- de Lope de Vega --

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre,
y en eclipse mortal las más hermosas
estrellas, nieve ya las puras rosas,
y el cielo tierra, en desigual costumbre.

Tierra, forzosamente pesadumbre,
y así, no Atlante, a las heladas losas
que esperan ya sus prendas lastimosas,
Sísifo sois, por otra incierta cumbre.

Suplícoos me digáis, si Amor se atreve
¿cuándo pesó con más pesar, Fernando,
o siendo fuego, o convertida en nieve?

Mas el fuego no pesa, que exhalando
la materia a su centro, es carga leve;
la nieve es agua, y pesará llorando.

Poema Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Clarinda, Amor se corre, y no consiente

-- de Lope de Vega --

Clarinda, Amor se corre, y no consiente
que Adonis llore y que se alegre Marte,
y que a Naturaleza venza el arte,
negando el rostro lo que el alma siente.

Quien ama y disimula, o sufre, o miente;
con nuevo gusto el alma se reparte;
pero la fe, si en ella tiene parte,
es carácter que dura eternamente.

Ya que es costumbre, y no razón mudarse,
quien oro ha de medir, lágrimas mida:
que con mayor valor pueden pesarse.

Venganza injusta fama infame pida,
que es dentro arderse y por de fuera helarse
bastardo efeto de verdad fingida.

Poema Clarinda, Amor se corre, y no consiente de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Dejadme un rato, pensamientos tristes

-- de Lope de Vega --

Dejadme un rato, pensamientos tristes,
que no me he de rendir a vuestra fuerza.
Si es gran contrario Amor, amor me esfuerza;
penad y amad, pues que la causa fuistes.

No permitáis, si de mi amor nacistes,
que la costumbre, que a volver me fuerza,
de mi firme propósito me tuerza,
pues en los desengaños me pusistes.

No queráis más que amar, amar es gloria;
no la manchéis con apetitos viles;
vencedme, y venceréis mayor victoria.

Si en Troya no hay traidor, ¿qué importa Aquiles?
Mas, ¡ay!, que es mujer flaca la memoria,
y vosotros cobardes y sutiles.



Lope de Vega

Don Félix, si al Amor le pintan ciego

-- de Lope de Vega --

Don Félix, si al Amor le pintan ciego,
lo que no viera yo jamás lo amara;
si con alas veloces, ¿cómo para?,
pues tengo entre mis lágrimas sosiego

Si no me ha consumido, ¿cómo es fuego,
no siendo fénix en el mundo rara?
Y si es desnudo Amor, ¿cómo repara
en que le vistan, o se cansa luego?

Pintarle como niño, importa poco;
Luzbel se amó, y así fue amor nacido
antes que viese Adán del sol la lumbre.

Mejor fuera pintarle como a loco,
haciéndole a colores el vestido,
y no llamarle Amor, sino costumbre.



Lope de Vega

En estos prados fértiles y sotos

-- de Lope de Vega --

En estos prados fértiles y sotos
de los deleites de la edad primera,
sentada en espantosa bestia fiera,
Babilonia me dio su mortal lotos.
Y mis sentidos, de aquel bien remotos,
que la inmortalidad del alma espera,
durmieron mi florida primavera
de la razón, los memoriales rotos.
No sólo del veneno la bebida
sueño solicitó, mas de mí tuvo
la mejor parte en bestia convertida.
Circe con sus encantos me detuvo,
hasta que con tu luz salió mi vida
de la costumbre, en que cautiva estuvo.



Lope de Vega

Fingido amigo, en las lisonjas tierno

-- de Lope de Vega --

Fingido amigo, en las lisonjas tierno,
no iguala al enemigo declarado;
si amor me tiene ciego y engañado,
yo sé que hay redención, aunque es infierno.

En tu breve placer mi daño eterno
bebiendo voy en dulce error cifrado,
ya por costumbre a tanto mal llegado
que por mi propio engaño me gobierno.

Para ser desdichado fui nacido,
y, con estarme bien, morir no quiero
por no perder un mal también sufrido.

Tales son unos ojos por quien muero
que en el tormento del dolor me olvido
y en quien me ha de matar vivir espero.



Góngora

Raya, dorado Sol, orna y colora

-- de Góngora --

Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedumbre
el rojo paso de la blanca Aurora;

suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,

para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,

ni el monte rayes, ornes ni colores,
ni sigas de la Aurora el rojo paso,
ni el mar argentes ni los campos dores.



Jaime Sabines

¡qué costumbre tan salvaje

-- de Jaime Sabines --

¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! es tratarlosalevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompanel ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?
por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la cajan, laintroducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletadatras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahíte quedas, de aquí ya no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados.Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por quéno lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos desu muerte? ¿o por qué no quemarlo, o darlo a los animales,o tirarlos a un río?
había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada,limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cadadía, se levantarían a vivir.



Jorge Luis Borges

1964

-- de Jorge Luis Borges --

i
ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
Ii
ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.



Jorge Luis Borges

la cifra

-- de Jorge Luis Borges --

La amistad silenciosa de la luna
(cito mal a virgilio) te acompaña
desde aquella perdida hoy en el tiempo
noche o atardecer en que tus vagos
ojos la descifraron para siempre
en un jardín o un patio que son polvo.
¿Para siempre? yo sé que alguien, un día,
podrá decirte verdaderamente:
no volverás a ver la clara luna,
has agotado ya la inalterable
suma de veces que te da el destino.
Inútil abrir todas las ventanas
del mundo. Es tarde. No darás con ella.
Vivimos descubriendo y olvidando
esa dulce costumbre de la noche.
Hay que mirarla bien. Puede ser la última.



César Vallejo

altura y pelos

-- de César Vallejo --

¿quién no tiene su vestido azul?
¿quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡yo que tan sólo he nacido!
¡yo que tan sólo he nacido!
¿quién no escribe una carta?
¿quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡yo que solamente he nacido!
¡yo que solamente he nacido!
¿quién no se llama carlos o cualquier otra cosa?
¿quién al gato no dice gato gato?
¡ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡ay!, ¡yo que sólo he nacido solamente!



Diego Hurtado de Mendoza

Gasto en males la vida, y amor crece

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Gasto en males la vida, y amor crece,
En males crece amor y allí se cría,
Esfuerza el alma, y á hacer se ofrece
De la pena costumbre y compañía.

No me espanto de vida que padece
Tan brava servidumbre y que porfía;
Mas espántome cómo no enloquece
Con el bien que ve en otros cada dia.

En dura ley, en conocido engaño,
Huelga el triste, Señora, de vivir,
Y tú, que le persigas la paciencia.

¡Oh cruda tema! Oh áspera sentencia!
Que por fuerza me fuerzas á sufrir
Los placeres ajenos y mi daño.



Enrique Lihn

un tal quevedo usaba del soneto

-- de Enrique Lihn --

Un tal quevedo usaba del soneto
para platonizar su mal de amores
sonsoneteando de uno y mil colores
a la llamada lésida; respeto
toda mala costumbre, era un terceto
de dos figuras: la que urdía flores
y la que compartía esos ardores
pero con otro a quien guardó en secreto
supongo, el vate o el tercero no era
nadie sino quizá la razón misma
de esa escritura que lo exasperaba,
de la palabra nunca verdadera
su sincera impotencia que le asigna
fatalidad de un hombre hecho de nada.



Octavio Paz

ii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Ii
tengo que hablaros de ella.
Suscita fuentes en el día,
puebla de mármoles la noche.
La huella de su pie
es el centro visible de la tierra,
la frontera del mundo,
sitio sutil, encadenado y libre;
discípula de pájaros y nubes
hace girar al cielo;
su voz, alba terrestre,
nos anuncia el rescate de las aguas,
el regreso del fuego,
la vuelta de la espiga,
las primeras palabras de los árboles,
la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo,
mas se enciende su sangre cada noche
con la sangre nocturna de las cosas
y en su latir reanuda
el son de las mareas
que alzan las orillas del planeta,
un pasado de agua y de silencio
y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella,
de su fresca costumbre
de ser simple tormenta, rama tierna.



Oliverio Girondo

las puertas

-- de Oliverio Girondo --

Las puertas
absorto tedio abierto
ante la fosanoche inululada
que en seca grieta abierta subsonríe su más agrísrecato
abierto insisto insomne a tantas muertesones de inciensosónrevuelo
hacia un destiempo inmóvil de tan ya amargas manos
abierto al eco cruento por costumbre de pulso no mal digo
pero mero nimio glóbulo abierto ante lo extraño
que en voraz queda herrumbre circunroe las parietales costas
abiertas al murmurio del masombra
mientras se abren las puertas



Pablo Neruda

ausencia de joaquín

-- de Pablo Neruda --

Desde ahora, como una partida verificada lejos,
en funerales estaciones de humo o solitarios malecones,
desde ahora lo veo precipitándose en su muerte,
y detrás de él siento cerrarse los días del tiempo.
Desde ahora, bruscamente, siento que parte,
precipitándose en las aguas, en ciertas aguas, en ciertoocéano,
y luego, al golpe suyo, gotas se levantan, y un ruido,
un determinado, sordo ruido siento producirse,
un golpe de agua azotada por su peso,
y de alguna parte, de alguna parte siento que saltan y salpican estasaguas,
sobre mí salpican estas aguas, y viven como ácidos.
Su costumbre de sueños y desmedidas noches,
su alma desobediente, su preparada palidez,
duermen con él por último, y él duerme,
porque al mar de los muertos su pasión desplómase,
violentamente hundiéndose, fríamente asociándose.



Pablo Neruda

soneto lviii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lviii
entre los espadones de fierro literario
paso yo como un marinero remoto
que no conoce las esquinas y que canta
porque sí, porque cómo si no fuera por eso.
De los atormentados archipiélagos traje
mi acordeón con borrascas, rachas de lluvia loca,
y una costumbre lenta de cosas naturales:
ellas determinaron mi corazón silvestre.
Así cuando los dientes de la literatura
trataron de morder mis honrados talones,
yo pasé, sin saber, cantando con el viento
hacia los almacenes lluviosos de mi infancia,
hacia los bosques fríos del sur indefinible,
hacia donde mi vida se llenó con tu aroma.



Rafael María Baralt

Contestando a una invitación

-- de Rafael María Baralt --

No niego la costumbre: menos niego
su fin estomacal, su origen santo,
ni el alto rito que con dulce encanto
nos convida de Pascua el grato juego.

Entre pavo y jamón; al vivo fuego
que enciende el vino, repitiendo el canto
del vate alegre, y de una hermosa en tanto
cumpliendo el gusto, adivinando el ruego.

Mas sin que pueda el que con fiebre yace,
dado al demonio, en maldecida cama
oler siquiera la exquisita cena.

Al Parnaso con ella. Cristo nace:
adoradle y comed. La mesa os llama:
sois cristiano de pro, y es Nochebuena.



José Ángel Buesa

celos

-- de José Ángel Buesa --

Ya sólo eres aquella
que tiene la costumbre de ser bella.
Ya pasó la embriaguez.
Pero no olvido aquel deslumbramiento,
aquella gloria del primer momento,
al ver tus ojos por primera vez.
Yo sé que, aunque quisiera,
no he de volverte a ver de esa manera.
Como aquel instante de embriaguez;
y siento celos al pensar que un día,
alguien, que no te ha visto todavía,
verá tus ojos por primera vez.



Juan de Tassis y Peralta

voime tras mi cuidado a rienda suelta

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Sin que baste a tenerme lo que veo:
ninguna parte soy con mi deseo,
ni él es alguna para dar la vuelta.
Nadie jamás de esta prisión se suelta;
tan ciego en ella estoy que no la veo,
y la viva pasión con que peleo
viene a ser obstinada y no resuelta.
¿A dónde iré a parar sin esperanza,
tras la mayor ventura sin alguna,
en lo que menos puedo más fiado?
lo que siempre es mudanza no es mudanza;
agravios es costumbre en mi fortuna;
y estoy tal, que quejarme nos probado.



Juan de Tassis y Peralta

después, amor, que mis cansados años

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Dieron materia a lástima y a risa,
cuando debiera ser cosa precisa
el costoso escarmiento en tus engaños;
y de los verdaderos desengaños
el padre volador también me avisa,
que aunque todo lo muda tan aprisa,
su costumbre común niega a mis daños;
cuando ya las razones y el instinto
pudieran de mí mismo defenderme
y por causa fundada en escarmiento;
en otro peligroso laberinto
me pone amor, y ayudan a perderme
memoria, voluntad y entendimiento.



Félix María Samaniego

La vieja y el gato

-- de Félix María Samaniego --

Tenía cierta vieja de costumbre,

al meterse en la cama,

arrimarse en cuclillas a la lumbre,

en camisa, las manos a la llama.

En este breve rato,

le hacía un manso gato

dos mil caricias tiernas:

pasaba y repasaba entre sus piernas.

Y como en tales casos la enarbola,

tocaba en cierta parte con la cola.

Y la vieja cuitada

muy contenta decía: -Peor es nada.



Gabriel Celaya

a veces me figuro que estoy enamorado

-- de Gabriel Celaya --

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.
Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.
Me ha enamorado adela, me ha enamorado marta,
y, alternativamente, susanita y carmen,
y, alternativamente, soy feliz y lloro.
No soy muy inteligente, como se comprende,
pero me complace saberme uno de tantos
y en ser vulgarcillo hallo cierto descanso.



Garcilaso de la Vega

SONETO VI

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y azucena

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Garcilaso de la Vega

Por ásperos caminos he llegado

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Hernando de Acuña

Siendo por Alejandro ya ordenado

-- de Hernando de Acuña --

Siendo por Alejandro ya ordenado
que Lausato ciudad se deshiciese,
como venir su buen maestro viese
a suplicar por ella apresurado,

en viéndole, juró determinado
de no le conceder lo que pidiese;
él pidió entonces que la destruyera,
por do el mísero pueblo fue librado.

Así, viendo por vos determinada
mi perdición, señora, conocida,
estilo mudaré por mudar suerte,

pidiéndoos contra la costumbre usada,
o que para morir me deis la vida
o que para vivir me deis la muerte.



Santiago Montobbio

collage

-- de Santiago Montobbio --

Collage
ligeras cruzan las edades, hay quien las cuenta en días,
y a través de su lluvia y su ceniza
cada vez más difícil resulta el resistirse
al perezoso vivir animal de la costumbre.
No sé por qué los versos que ahora escribo
parecen versos clásicos, y total para decir
que si después de tanto tiempo aún hoy
aprieto tu recuerdo entiendo que
estoy condenado
a naufragar todos los días
con la vejez que da el saber
que aunque me he equivocado en todo
esto es algo que especialmente he hecho
en lo que más quería.



Miguel Hernández

25

-- de Miguel Hernández --

25
al derramar tu voz su mansedumbre
de miel bocal, y al puro bamboleo,
en mis terrestres manos el deseo
sus rosas pone al fuego de costumbre.
Exasperado llego hasta la cumbre
de tu pecho de isla, y lo rodeo
de un ambicioso mar y un pataleo
de exasperados pétalos de lumbre.
Pero tú te defiendes con murallas
de mis alteraciones codiciosas
de sumergirse en tierras y océanos.
Por piedra pura, indiferente, callas:
callar de piedra, que otras y otras rosas
me pones y me pones en las manos.



Miguel Unamuno

de vuelta a casa. al salir de bilbao, lloviendo

-- de Miguel Unamuno --

Al salir de bilbao, lloviendo, el 20-ix-10
desde mi cielo a despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas
los robledos que visten las montañas
de mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas
montes y valles, los de mis entrañas,
y con tu bruma el horizonte empañas
de mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, a castilla enjuta,
donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos
de amor, compañero de la ruta.



Miguel Unamuno

¿Qué es tu vida, alma mía?

-- de Miguel Unamuno --

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡Lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
¡Viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡Sombra en la cueva!,
¡Lluvia en el lago!,
¡Viento en la cumbre!,
¡Sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
y es el viento sollozo sin partida,
pesar, la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.



Miguel Unamuno

Hasta que se me fue no he descubierto...

-- de Miguel Unamuno --

Hasta que se me fue no he descubierto
todo lo que la quise;
yo creía quererla; no sabía
lo que es de amor morirse.
Era como algo mío entonces, era
costumbre..., Que se dice...;
Pero hoy soy suyo yo, soy de la muerte
a quien nadie resiste.

Al irse nació en mí... ¡No!, que en torturas
en ella nací al írseme;
lo que creí yo sueño era la vela;
he nacido al morirme.

Por fin ya sé quién soy... No lo sabía...
¿Lo sé? ¿Quién sabe en este mundo triste?
¿Hay quién sepa lo que es saber y entienda
lo que la nada dice?

Mi madre nació en mí en aquel día
que se me fue Teresa... Madre, dime
de dónde vine, adónde voy perdido,
por qué al amor me diste...



Miguel Unamuno

Pasaron como pasan por la cumbre

-- de Miguel Unamuno --

Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío
sin dejar en los riscos el rocío
de sus pechos; pasaron, y la lumbre

del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fué; lejos el río
por la fronda velado, á mi desvío
cantando reclamaba á la costumbre.



Miguel Unamuno

Qué es tu vida

-- de Miguel Unamuno --

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
¡viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡sombra en la cueva!,
¡lluvia en el lago!,
¡viento en la cumbre!,
¡sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
y es el viento sollozo sin partida,
pesar, la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.



Francisco de Quevedo

parnaso español 39

-- de Francisco de Quevedo --

Descansa, mal perdido en alta cumbre,
donde a tantas alturas te prefieres;
si no es que acocear las nubes quieres,
y en la región del fuego beber lumbre.
Ya te padece, grave pesadumbre,
tu ambición propia; peso y carga eres
de la fortuna, en que viviendo mueres:
¡y esperas que podrá mudar costumbre!
el vuelo de las águilas que miras
debajo de las alas con que vuelas,
en tu caída cebarán tus iras.
Harto crédito has dado a las cautelas.
¿Cómo puedes lograr a lo que aspiras,
si, al tiempo de expirar, soberbio anhelas?



Claudio Rodríguez

salvación del peligro

-- de Claudio Rodríguez --

Esta iluminación de la materia,
con su costumbre y con su armonía,
con sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.
Salva mi amor este metal fundido,
este lino que siempre se devana
con agua miel,
y el cerro con palomas,
y la felicidad del cielo,
y la delicadeza de esta lluvia,
y la música del
cauce arenoso del arroyo seco,
y el tomillo rastrero en tierra ocre,
la sombra de la roca a mediodía,
la escayola, el cemento,
el zinc, el níquel,
la calidad del hierro, convertido, afinado
en acero,
los pliegues de la astucia, las avispas del odio,
los peldaños de la desconfianza,
y tu pelo tan dulce,
tu tobillo tan fino y tan bravío,
y el frunce del vestido,
y tu carne cobarde...
Peligrosa la huella, la promesa
entre el ofrecimiento de las cosas
y el de la vida.
Miserable el momento si no es canto.



Clemente Althaus

El temblor

-- de Clemente Althaus --

«Temblor» sonó; con subterráneo ruido
velocísimo llega de repente;
moverse el suelo, cual bajel, se siente,
y crujir techo y muro sacudido.

Con voladora planta sin sentido
la calle ocupa la espantada gente,
que se humilla confusa y se arrepiente
y a Dios clama en altísimo alarido.

Pasa el peligro y rápido se olvida;
al saludable espanto reemplaza
la viciosa costumbre de la vida.

Mas teme, oh Lima, teme a tu enemigo
que, si hoy sólo pasó cual amenaza,
vendrá tal vez mañana cual castigo.



Cristóbal de Castillejo

a un maestresala

-- de Cristóbal de Castillejo --

Maestresala, sentir pena
no debéis d'esta costumbre;
que siendo tan ruin la cena,
ruin ha de ser, y no buena,
la lumbre con que se alumbre;
pero puédese pensar,
de veros ir con linterna
acompañando al manjar,
que queréis con él entrar
a cenar en la taberna.



Ramón López Velarde

Domingos de provincia

-- de Ramón López Velarde --

En los claros domingos de mi pueblo es costumbre
Que en la plaza descubran las gentiles cabezas
Las mozas, y sus ojos reflejan dulcemente
Y la banda del kiosco toca lánguidas piezas.

Y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,
Los amantes se miran con la mejor mirada
Y la orquesta en sus flautas y violín atesora
Mil sonidos románticos en la noche enfiestada.

Los días de guardar en los pueblos provincianos
Regalan al viandante gratos amaneceres
En que frescos rostros, el Lavalle en las manos,

Camino de la iglesia van las mozas aprisa;
Que en los días festivos, entre aquellas mujeres
No hay una cara hermosa que se quede sin misa.



Ramón López Velarde

Mi prima Águeda

-- de Ramón López Velarde --

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto...

Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda, que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos...
(Creo que hasta la debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).

A la hora de comer, en la penumbra
quieta del refectorio,
me iba embelesando un quebradizo
sonar intermitente de vajilla
y el timbre caricioso
de la voz de mi prima.

Águeda era
(luto, pupilas verdes y mejillas
rubicundas) un cesto policromo
de manzanas y uvas
en el ébano de un armario añoso.

(De La sangre devota, 1916)



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