Buscar Poemas con Cosecha


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra cosecha

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Emilio Bobadilla

Cosecha de cabezas

-- de Emilio Bobadilla --

Suena el clarín de guerra, y el labriego
por el fusil traidor trueca el arado,
y jura, por el odio exasperado,
la patria defender a sangre y fuego.

Pasan los trenes llenos de forraje,
de cañones, de víveres y balas,
y de su ardor la soldadesca en alas
ni siquiera se fija en el paisaje.

Huyen al bosque bueyes y caballos
revueltos con las locas muchedumbres;
hace callar la pólvora a los gallos;

hacínanse en los huertos las malezas,
y a la verde cosecha de legumbres
sucede la cosecha de cabezas...

Poema Cosecha de cabezas de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Gabino Alejandro Carriedo

castilla

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

Castilla
casta astilla
amarilla
amor de arcilla
castilla
llana dura
andadura
honda y dura
llanura
castilla
mar de arcilla
amarilla
si hembra
siembra
si cosecha
cosa hecha
mar de arcilla
castilla
casta astilla
amarilla
honda y dura
llanura
llana y dura
andadura
amor de arcilla
si hembra
siembra
castilla
si siega dura
cosecha
cosa hecha
asegura

Poema castilla de Gabino Alejandro Carriedo con fondo de libro

Lope de Vega

Estas postreras lágrimas te ofrezco

-- de Lope de Vega --

Estas postreras lágrimas te ofrezco,
ídolo de metal, imagen dura,
por diezmo de mis penas y locura,
si recibirlas tu piedad merezco.

Con este don tus aras enriquezco
de la cosecha de mi desventura,
que en sacrificio de mi sangre pura,
como en el falso dios, indio parezco.

Responde como Oráculo, enemiga,
pues eres piedra, y diosa, y adorada,
¿dime si es bien que esta jornada siga?

Mas, ¿que responderás estando airada,
si fuiste cuando más, mi dulce amiga,
alma de fuego en una piedra helada?

Poema Estas postreras lágrimas te ofrezco de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Cabral

niño muerto en un patio

-- de Manuel del Cabral --

Tal vea no diga nada, ni siquiera del patio.

Todo está en aquel sitio.
Su caída levanta todas mis cualidades,
porque sé que estas cosas
son las que bien me obligan a no desperdiciarme.

Tal vez no hable con nadie sobre este niño muerto.

Yo llegaré a mi casa como todos los días;
me sentaré a la mesa, tomaré mi jengibre,
quizás acaricie el pelo de seda de mi gato,
y tal vez dos palabras conmigo o con mi hermano
sobre la lluvia o sobre la cosecha.

Tal vez no hable con nadie...

¿Qué puede hacer la edad de la palabra
donde la eternidad parece un niño?



Pedro Calderón de la Barca

Soneto a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Los campos de Madrid, Isidro santo,
emulación divina son del cielo,
pues humildes los ángeles su suelo
tanto celebran y veneran tanto.

Celestes labradores, en cuanto
son amorosa voz, con santo celo
vos enviáis en angélico consuelo
dulce oración, que fertiliza el llanto.

Dichoso agricultor, en quien se encierra
cosecha de tan fértiles despojos,
que divino y humano os da tributo,

no receléis el fruto de la tierra,
pues cogerán del cielo vuestros ojos,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Tirso de Molina

en la prisión de unos hierros

-- de Tirso de Molina --

En la prisión de unos hierros,
lloraba la tortolilla...
Reciprocando requiebros
en el nido de una viña,
fertilidad le promete
de amor su cosecha opima.
Nunca nacieran los celos
que amores esterilizan,
corazones desenlazan
y esperanzas descaminan.
Perdió la tórtola amante
a manos de la malicia,
epitalamios consortes.
¡Ay, de quién los desperdicia!
como era el águila reina
(mejor la llamara arpía),
cuando ejecute crueldades,
¿quién osará resistirlas?
¿qué importan las amenazas
del águila ejecutiva,
si ya el león coronado
venganzas contra ella intima?
humillará su soberbia,
caerá el águila atrevida,
siendo presa a los voraces
lebreles que la dividan.
(De los cigarrales de toledo )



Rosalía de Castro

Los que a través de sus lágrimas

-- de Rosalía de Castro --

I

Los que a través de sus lágrimas,
Sin esfuerzo ni violencia,
Abren paso en el alma afligida
Al nuevo placer que llega;

Los que tras de las fatigas
De una existencia azarosa,
Al dar término al rudo combate
Cogen larga cosecha de gloria;

Y, en fin, todos los dichosos,
Cuyo reino es de este mundo,
Y dudando ó creyendo en el otro
De la tierra se llevan los frutos;

¡Con qué tedio oyen el grito
Del que en vano ha querido y no pudo
Arrojar de sus hombros la carga
Pesada del infortunio!

— Cada cual en silencio devore
Sus penas y sus afanes
— Dicen — , que es de animosos y fuertes
El callar, y es la queja cobarde.



Miguel Hernández

rosario, dinamitera

-- de Miguel Hernández --

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.
Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, rosario.
Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!
rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.



Juan Pablo Forner

El año de 1793

-- de Juan Pablo Forner --

Cruje feroz el carro furibundo
del implacable Marte, y desquiciada
la tierra, en sangre y en sudor bañada,
puebla de horror los ámbitos del mundo.

Impía la Parca con aspecto inmundo,
no en los campos de Marte fatigada,
destroza en prado y monte, encarnizada,
greyes sin fin con ímpetu iracundo.

Cadáveres son hoy de hombres y brutos
cosecha horrenda de la tierra, males
con que esta edad su mérito señala.

Niéganse al hombre hasta los rudos frutos;
¡ay! según lo merecen los mortales,
así el cielo, Teodoro, los regala.



Julio Herrera Reissig

el labrador

-- de Julio Herrera Reissig --

Cual si pluguiese al diablo -vaya un decir- engorda
el granero vecino con la triple cosecha...
Y aunque él jura y zuequea, esta arcilla maltrecha
sigue siendo madrastra o que realmente es sorda...

Mas con todo: ¡«aires rubios!» -tesonero barbecha-,
y bien que el medro esquivo no es una vaca gorda,
a dios gracias la era patrimonial desborda...
Cuanto para ir capeando la estación contrahecha.

Y mientras el probable rendimiento calcula,
con un pan de la víspera entretiene su gula...
Sabe un gusto a consorte en la masa harto linda,

por lo cual en domésticas bendiciones se arroba...
Y con ojos de humilde lázaro, el terranova
atisba las migajas que a intervalos le brinda.



José Cadalso

sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto

-- de José Cadalso --

El héroe joven en la atroz milicia;
supúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.
Hace prisión su lúgrube aposento
el sabio por saber; y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.
Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.
Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, filis mía.



José Cadalso

Sobre el anhelo

-- de José Cadalso --

Pierde tras el laurel su noble aliento
el héroe joven en la atroz milicia;
sepúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.

Hace prisión su lúgubre aposento
el sabio, por saber, y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.

Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.

Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, Filis mía.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad vii

-- de Claudio Rodríguez --

vii
¡sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!
ritual arador en plena madre
y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabías?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otros dones
que remover, la grama por debajo
cuando no una cosecha malograda.
¡Arboles de ribera lavapájaros!
en la ropa tendida de la nieve
queda pureza por lavar. ¡Ovarios
trémulos! yo no alcanzo lo que basta,
lo indispensable para mis dos manos.
Antes irá su lunación ardiendo,
humilde como el heno en un establo.
Si nos oyeran...Pero ya es lo mismo.
¿Quién ha escogido a este arador, clavado
por ebria sembradura, pan caliente
de citas, surco a surco y grano a grano?
abandonado así a complicidades
de primavera y horno, a un legendario
don, y la altanería de mi caza
librando esgrima en pura señal de astros...
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!



Claudio Rodríguez

hilando (la hilandera de espaldas, del cuadro de velázquez)

-- de Claudio Rodríguez --

( la hilandera de espaldas , del cuadro de velázquez)
tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.
Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.



Ramón López Velarde

transmútase mi alma...

-- de Ramón López Velarde --

Transmútase mi alma...
Transmútase mi alma en tu presencia
como un florecimiento,
que se vuelve cosecha.
Los amados espectros de mi rito
para siempre me dejan;
mi alma se desazona
como pobre chicuela
a quien prohíben en el mes de mayo
que vaya a ofrecer flores en la iglesia.
Mas contemplo en tu rostro
la redecilla de medrosas venas,
como una azul sospecha
de pasión, y camino en tu presencia
como en campo de trigo en que latiese
una misantropía de violetas.
Mis lirios van muriendo, y me dan pena;
pero tu mano pródiga acumula
sobre mí sus bondades veraniegas,
y te respiro como a un ambiente
frutal; como en la fiesta
del corpus respiraba hasta embriagarme
la fruta del mercado de mi tierra.
Yo desdoblé mi facultad de amor
en liviana aspereza
y suave suspirar de monaguillo;
pero tú me revelas
el apetito indivisible, y cruzas
con tu antorcha inefable
incendiando mi pingüe sementera.



Ramón López Velarde

Trasmútase mi alma

-- de Ramón López Velarde --

Trasmútase mi alma en tu presencia
como un florecimiento,
que se vuelve cosecha.

Los amados espectros de mi rito
para siempre me dejan;
mi alma desazona
como pobre chicuela
a quien prohiben en el mes de mayo
que vaya a ofrecer flores en la iglesia.

Mas contemplo en tu rostro
la redecilla de medrosas venas,
como un azul sospecha
de pasión, y camino en tu presencia
como en campo de trigo en que latiese
una misantropía de violetas.

Mis lirios van muriendo, y me dan pena;
pero tu mano pródiga acumula
sobre mí sus bondades veraniegas,
y te respiro como a un ambiente
frutal; como en la fiesta
del Corpus respiraba hasta embriagarme
la fruta del mercado de mi tierra.

Yo desdoblé mi facultad de amor
en liviana aspereza
y suave suspirar de monaguillo;
pero tú me revelas
el apetito indivisible, y cruzas
con tu antorcha inefable
incendiando mi pingüe sementera.



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