Buscar Poemas con Cortés


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 20 poemas con la palabra cortés

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Lope de Vega

Rompa con dulces números el canto

-- de Lope de Vega --

Rompa con dulces números el canto
de alguno al son de la confusa guerra,
entre el rumor del escuadrón que cierra
el silencio a la voz y a Juno el manto.

Cante las armas de Fernando Santo,
o el de Aragón en la nevada sierra,
del Duque Albano en la flamenca tierra,
y del hijo de Carlos en Lepanto.

Otro cante a Cortés, que por España
levanta las banderas sobre el polo,
que cuando nace el sol de sombras baña.

Que yo, Lucinda, si me ayuda Apolo,
aunque vencerme tú fue humilde hazaña,
nací para cantar tu nombre solo.

Poema Rompa con dulces números el canto de Lope de Vega con fondo de libro

Pedro Soto de Rojas

Ojos de Fénix, si matadores, deseados

-- de Pedro Soto de Rojas --

Indicios claros de la luz, espías
del luminoso general del cielo,
cuyo valor ardiente, cuyo celo
años le rinde y le conquista días;

apacibles tiranos, que alegrías
dais y quitáis al más cortés desvelo;
deidad tonante, que fulmina yelo
sobre el volcán de las entrañas mías;

volved a mí, volved, aunque de fiero
basilisco seáis: vuestra hermosura
más que la vida en vuestra ausencia quiero,

si ya no sube a tanto mi ventura
que os puedo -¡oh cuán difícil!- ver primero,
y es cada cual difunto y sepultura.

Poema Ojos de Fénix, si matadores, deseados de Pedro Soto de Rojas con fondo de libro

Juan Bautista Arriaza

A la entrada victoriosa

-- de Juan Bautista Arriaza --

Pisa Ricardo la ciudad tomada
y entre el tropel de la vencida gente
Febo divino, Marte armipotente,
sale también a celebrar su entrada.

Febo le toma la invencible espada,
y con laurel eterno alegremente
ciñe y enjuga la gloriosa frente
de espeso polvo y de sudor bañada.

Contempla Marte al ademán bizarro,
y al ver que resplandece en su semblante
la gloria de Cortés y de Pizarro.

Alargole la diestra fulminante,
e hizo montar en su soberbio carro
al domador del Rosellón triunfante.

Poema A la entrada victoriosa de Juan Bautista Arriaza con fondo de libro

Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



Gutierre de Cetina

dórida, hermosísima pastora

-- de Gutierre de Cetina --

Cortés, sabia, gentil, blanda y piadosa,
¿cuál suerte desigual, fiera, rabiosa,
pone a mi libertad nueva señora?
el corazón que te ama y que te adora,
¿quién lo puede forzar que ame otra cosa?
¿amarílida es más sabia o hermosa
que tú? no sé. Contempla esta alma ahora.
¿Fue jamás de amarílida tratado
tan bien como de ti, tan sin fiereza?
¿no me acordabas tú si yo te amaba?
pues sin mudarme yo, ¿quién me ha mudado?
respondió el eco: «yo, que en tanta alteza
mucho tiempo tan dulce ser duraba».



Antonio Machado

A un viejo y distinguido señor

-- de Antonio Machado --

Te he visto, por el parque ceniciento
que los poetas aman
para llorar, como una noble sombra
vagar, envuelto en tu levita larga.
El talante cortés, ha tantos años
compuesto de una fiesta en la antesala,
¡qué bien tus pobres huesos
ceremoniosos guardan!
Yo te he visto, aspirando distraído,
con el aliento que la tierra exhala
-hoy, tibia tarde en que las mustias hojas
húmedo viento arranca-
del eucalipto verde
el frescor de las hojas perfumadas.
Y te he visto llevar la seca mano
a la perla que brilla en tu corbata.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 47

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

El mes era de março, salido el verano
vínome ver una vieja, díxome luego de mano:
«moço malo, moço malo, más val' enfermo que sano.»
Yo trabé luego d'ella, et fablele en seso vano.
Con su pesar la vieja díxome muchas veses:
«arçipreste, más es el roído que las nueses.»
Dixe yo: «¡diome el diablo estas viejas raheses,
»desque an bebido el vino, disen mal de las feses!»
de toda la laseria et de todo este cojijo
fis' cantares caçurros de quanto mal me dixo;
non fuyan d'ello las dueñas, nin los tengo por lijo,
ca nunca los oyó dueña, que d'ellos mucho non rijo.
A vos, dueñas señoras, por vuestra cortesía
demando vos perdón, que sabed que non querría
aver saña de vos: ca de pesar morría,
consentid entre los sesos una tal bavoquía.
Por me lo otorgar, señoras, escrebirvos he grand saçón
de dicho e de fecho e de todo coraçón,
non puede ser que non yerre omen en grand raçón,
el oidor cortés tenga presto el perdón.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Julio Flórez

El bogotano

-- de Julio Flórez --

Poem

Correcto en el vestido; por su semblante nunca pasa una sombra de duelo insano: Así va por las calles el bogotano, siempre fino y alegre, siempre elegante.

Entre amigos y damas luce el chispeante ingenio, que derrocha cortés y llano; y como es un modelo de cortesano, ama asía la ligera: por ser galante.

Al hundirse en el lecho tras el quebranto de una noche de danzas y de emociones, se apodera de su alma cruel desencanto,

y mira, entristecido, por los rincones del oscuro cerebro, vagar, en tanto, deshojadas y mustias sus ilusiones.



Evaristo Carriego

De la tregua

-- de Evaristo Carriego --

Un instante no más. Vengo a cantarte
la canción del laurel ¡Alza la frente
que es la única digna del presente
que, en mi salutación, voy a dejarte!

Tendrá el orgullo de tu sentimiento,
hoy, otra vez, el soñador cansado
que se acerca a buscar aquí, a tu lado,
el generoso olvido de un momento.

Y en la tregua fugaz, mientras se asoma
tu sol a mi pesar indefinido,
consentirá el león, agradecido,
que peine su melena una paloma.

Una ausencia gentil de mi fiereza,
cortés claudicación admirativa,
te dejará anunciarme, imperativa,
la altivez inmortal de tu belleza.



Fernando de Herrera

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho

-- de Fernando de Herrera --

Yo vi en sazón alegre un tierno pecho
ufano dulcemente con mi pena,
y que anudarnos pudo en su cadena
el ya cortés amor con lazo estrecho.

Yo veo el bien que tuve ya deshecho,
y mi segura fe de cuitas llena,
y que el ingrato en impío afán condena
a quien halla en su agravio satisfecho.

Yo vi que no fui indigno de la gloria
que en su rigor me usurpa la mudanza,
y en sombra del olvido ya me veo.

Entristézcome siempre en la memoria,
desfallezco medroso en la esperanza,
y al fin pierdo la vida en el deseo.



Francisco de Aldana

Galanio, tú sabrás que esotro día

-- de Francisco de Aldana --

Galanio, tú sabrás que esotro día,
bien lejos de la choza y el ganado,
en pacífico sueño transportado
quedé junto a una haya alta y sombría

cuando —¿quién tal pensó?— Flérida mía
traída allí de amigo y cortés hado
llegose y un abrazo enamorado
me dio, cual otro agora tomaría.

No desperté, que el respirado aliento
della en mi boca entró, süave y puro,
y allá en el alma dio del caso aviso,

la cual, sin su corpóreo impedimento
por aquel paso en que me vi te juro
que el bien casi sintió del Paraíso.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 5

-- de Francisco de Quevedo --

Ya que huyes de mí, lísida hermosa,
imita las costumbres de esta fuente,
que huye de la orilla eternamente,
y siempre la fecunda generosa.
Huye de mí cortés, y, desdeñosa,
sígate de mis ojos la corriente;
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una yerba y una rosa.
Pues mi pena ocasionas, pues te ríes
del congojoso llanto que derramo
en sacrificio al claustro de rubíes,
perdona lo que soy por lo que amo;
y cuando, desdeñosa, te desvíes,
llévate allá la voz con que te llamo.



Francisco de Quevedo

parnaso español 4

-- de Francisco de Quevedo --

Las selvas hizo navegar, y el viento
al cáñamo en sus velas respetaba,
cuando, cortés, anhélito tasaba
con la necesidad del movimiento.
Dilató su victoria el vencimiento
por las riberas que el danubio lava;
cayó áfrica ardiente; gimió esclava
la falsa religión en fin sangriento.
Vio roma en la desorden de su gente,
si no piadosa, alegre valentía,
y de españa el rumor sosegó ausente.
Retiró a solimán, temor de hungría,
y por ser retirada más valiente,
se retiró a sí misma el postrer día.



Francisco de Quevedo

parnaso español 22

-- de Francisco de Quevedo --

Amagos generosos de la guerra
en esa mano diestra esclarecidos
militan, y estremecen referidos,
y el ademán ejércitos encierra.
El pino, que fue greña de la sierra
y copete de cerros atrevidos,
fulminando con hierros sacudidos,
rígida era amenaza de la tierra.
La caña descansó el temor al día
en que tu lanza aseguró campañas
que ardor disimulado prometía;
figurando, en la entrada de estas cañas,
cortés y religiosa profecía,
la de jerusalén a tus hazañas.



Francisco de Quevedo

parnaso español 41

-- de Francisco de Quevedo --

Más escarmientos dan al ponto fiero
(si atiendes) la bonanza y el olvido,
que el peligro y naufragio prevenido
y el enojo del euro más severo.
Ansí, cuando, cortés y lisonjero,
noto tus velas mueva adormecido,
y sirva, por tus gavias extendido,
de líquido y sonoro marinero,
entonces, ¡oh mirtilo!, desvelados
en la milicia de la calma ociosa,
tus sentidos irán y tus cuidados.
Menos dulce es la paz que peligrosa;
no salgas, no, a recibir los hados;
tarda, con advertencia peligrosa.



Francisco Sosa Escalante

13 de agosto de 1521

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del bello Anáhuac la gentil señora,
La gran Tenoxtitlan que en oro y flores
La frente reclinaba á los fulgores
Del sol radiante que sus cumbres dora,

Ya es presa de Cortés; ya la invasora
Hueste que siembra por doquier horrores,
Los templos profanó, y en sus furores
Nada respeta, ni a mujer que llora.

Cayó el imperio que Tenoch un dia
Fundó á la orilla del sereno lago,
Y Cuauthemoc heroico defendía.

Callad! no importa! pues el aire vago
Difunde la tremenda profecía:
.



Francisco Sosa Escalante

Cuitlahuac

-- de Francisco Sosa Escalante --

Brilla en su frente la imperial corona
Cuando de Anáhuac el sagrado suelo
Profana Hernán Cortés, y allí en el cielo
La tempestad sus nubes amontona.

Noble y altivo su valor pregona,
Funda en la muerte su mejor anhelo,
Y al ver que Anahuac entre sangre y duelo
Con horrendo fragor se desmorona,

Lanza sus huestes á la lid; resiste
Al hierro y al corcel del castellano
Que con empuje formidable embiste ....

¡Victoria! su denuedo sobrehumano
Grabó en la historia con la Noche Triste
La fama del heróico mexicano.



Francisco Sosa Escalante

El tormento

-- de Francisco Sosa Escalante --

La miserable chusma vocifera
Al ver burlada su voraz codicia,
Y pide á Hernán Cortés que la justicia
En aras viole de pasion rastrera.

El duro vencedor teme á la fiera
Desbordada altivez de su milicia,
Y criminal y torpe la acaricia
Y al grande Cuauhtemoc manda á la hoguera.

Ibero capitán! tú no comprendes
La negra mancha y el eterno daño
Que sobre el nombre de tu patria tiendes.

Contempla á Cuauhtemoc al miedo extraño
Cuando la hoguera sin piedad enciendes,
Como si fuera de deleite un baño.



Blanca Andreu

y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones

-- de Blanca Andreu --

i
pues la encina, ¿qué sabría
de la muerte sin mí?
claudio rodríguez
y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones
mientras aullaban los príncipes sapos y los armiños se escondían entre el trigo
y corría la sangre como una estatua rota en el oro del musgo y de la nieve
y potros como pajes delgadísimos se quemaban sobre la tierra espesa
y el unicornio joven hablaba de arte y prefería a tiépolo y todo era pálido y cortés
y corría la sangre más niña sobre cabalgaduras encendidas
y los dulces lebreles inventaban el fuego pulsando caza calcinada, ardor y soledad.
Se tiñeron los muros de cárdeno cruel, las murallas del mundo de un rojo que no existe,
y caían mis manos como presas y víctimas,
sollozaban por ellas los topos en mística ceguera y los lagartos.
Y fue la sangre pureza potencial,
dolor, ciencia y heráldica violenta
mientras las águilas dormían la primavera lejana.



Clemente Althaus

Recorriendo las campiñas de Baden

-- de Clemente Althaus --

Volar parece nuestro leve coche,
y huir veloces al opuesto lado
montes, árboles, quintas; y el plateado
luminar de la noche
presuroso nos sigue por el cielo:
¡oh! ¡qué placer! mi descubierta frente
azota el aura fresca blandamente
en su contrario vuelo.
¿Dónde vamos? no sé, mas imagino
que a una encantada celestial morada
a donde nos espera cortés hada
va a dar nuestro camino.
En vuestra tan querida compañía,
con vuestra dulce plática sabrosa,
y en noche recorriendo tan hermosa,
clara rival del día,
esta amena región, Edén segundo,
quisiera que este viaje eterno fuera,
y nos llevara tan veloz carrera
al término del mundo.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba