Buscar Poemas con Corrientes


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra corrientes

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Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 17

-- de Francisco de Quevedo --

O ya descansas, guadiana, ociosas
tus corrientes en lagos que ennobleces,
o líquidas dilatas a tus peces
campañas en las lluvias procelosas;
o en las grutas sedientas tenebrosas
los raudales undosos despareces,
y de nacer a españa muchas veces
te alegras en las tumbas cavernosas;
émulos mis dos ojos a tus fuentes
ya corren, ya se esconden, ya se paran,
y nacen sin morir al llanto ardientes.
Ni mi prisión ni lágrimas se aclaran:
todo soy semejante a tus corrientes,
que de su propio túmulo se amparan.

Poema las tres musas últimas castellanas 17 de Francisco de Quevedo con fondo de libro

Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.

Poema Águila, cuyo pico soberano de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando digo a Lucinda que me mata

-- de Lope de Vega --

Cuando digo a Lucinda que me mata
y que me hiela y juntamente enciende,
libre responde que mi mal no entiende,
como quien ya de no pagarme trata.

¡Ay de mi amor satisfacción ingrata!
pues lo que un monte, un árbol comprende,
niega Lucinda, que mi mal pretende,
y la esperanza de mi bien dilata.

Montes que de mi mal testigos fuistes,
piedras donde lloré corrientes ríos,
que con mis tiernas lágrimas crecistes:

decidle mis confusos desvaríos,
declaradle mi mal, paredes tristes,
pues alma os dieron los suspiros míos.

Poema Cuando digo a Lucinda que me mata de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

La hipocresía

-- de Manuel del Palacio --

¿Qué hacer, si de un color andan vestidos
El vicio y la virtud? ¿Con qué mirada
Distinguirá la mente atribulada
De los puros afectos los fingidos?

Sonrisas de placer, ayes sentidos,
¿Sois lo que ser debeis, ó no sois nada?
¿Quién adivina la verdad ansiada
Cuando mienten del pecho los latidos?

Disfrázase de ingenio la osadía,
La astucia de valor, y entre las gentes
Muestra el crímen aspecto de hidalguía.

Tal del Índico mar en las corrientes
Arroyos mil desaguan á porfía
¡Que pareciendo arroyos son torrentes!



Octavio Paz

iii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Iii
mira el poder del mundo,
mira el poder del polvo, mira el agua.
Mira los fresnos en callado círculo,
toca su reino de silencio y savia,
toca su piel de sol y lluvia y tiempo,
mira sus verdes ramas cara al cielo,
oye cantar sus hojas como agua.
Mira después la nube,
anclada en el espacio sin mareas,
alta espuma visible
de celestes corrientes invisibles.
Mira el poder del mundo,
mira su forma tensa,
su hermosura inconsciente, luminosa.
Toca mi piel, de barro, de diamante,
oye mi voz en fuentes subterráneas,
mira mi boca en esa lluvia oscura,
mi sexo en esa brusca sacudida
con que desnuda el aire los jardines.
Toca tu desnudez en la del agua,
desnúdate de ti, llueve en ti misma,
mira tus piernas como dos arroyos,
mira tu cuerpo como un largo río,
son dos islas gemelas tus dos pechos,
en la noche tu sexo es una estrella,
alba, luz rosa entre dos mundos ciegos,
mar profundo que duerme entre dos mares.
Mira el poder del mundo:
reconócete ya, al reconocerme.



Pedro Soto de Rojas

Amistad de arroyo correspondida en llanto

-- de Pedro Soto de Rojas --

Ya de cristales de tu curso bello,
clara verdad de las vecinas flores,
murmuran sin recato mis amores
cuando más tiernamente me querello;

ya me descubren la coyunda al cuello
mis mejillas surcadas con dolores,
marchitas de sus campos las colores
y nevados los montes del cabello.

Bien claro, amigo arroyo, me has mostrado
-mas qué mucho- mi loco desvarío,
si doctrinas los troncos de aquel prado;

pues hoy harás emulación al río
con la paga que ofrezco a tu cuidado
en las corrientes de este llanto mío.



Pedro Soto de Rojas

Estando en la cumbre de Guadarrama

-- de Pedro Soto de Rojas --

Anciano risco, a quien la joven nieve
abraza y besa con callados labios.
Necias corrientes y remansos sabios,
¡cuán sabio el que a partirse no se atreve!

Robles, ruinas ya, do el cierzo aleve
manifiesta sus ásperos resabios.
Todos imagen sois de mis agravios,
hasta el cielo me imita cuando llueve.

Como la nieve, con el risco estuve;
divídenme los tiempos como al agua;
y roble soy, a quien ausencia ofende;

mis ojos son una copiosa nube:
si te parezco tanto, ¿cómo enciende,
oh Guadarrama, Amor en mí su fragua?



San Juan de la Cruz

Cantar del Alma

-- de San Juan de la Cruz --

UÉ bien sé yo la fuente que mana y corre.
Aunque es de noche.

Aquella eterna fiante está escondida...
Qué bien sé yo do tiene su manida,
Aunque es de noche.

Su origen no lo sé, pues no le tiene,
Mas sé que todo origen de ella viene,
Aunque es de noche.

Sé que no puede ser cosa tan bella,
Y que cielos y tierra beben de ella.
Aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla,
Y que ninguno puede vadealla.
Aunque es de noche.

Su claridad nunca es escurecida,
Y sé que toda luz de ella es venida,
Aunque es de noche.

De ser tan caudalosas sus corrientes,
Que infiernos, cielos riegan, y a las gentes,
Aunque es de noche.

Aquesta eterna fuente está escondida,
En este vivo pan, por damos vida,
Aunque es de noche.

Aquí se está llamando a las criaturas,
Porque de esta agua se harten, aunque a escuras,
Aunque es de noche.

Aquesta viva fuente, que deseo.
En este pan de vida yo la veo.
Aunque es de noche.



Rosalía de Castro

A la luna (Castro)

-- de Rosalía de Castro --

A LA LUNA

I

¡Con qué pura y serena transparencia
Brilla esta noche la luna!
A imagen de la candida inocencia,
No tiene mancha ninguna.

De su pálido rayo la luz pura
Como lluvia de oro cae
Sobre las largas cintas de verdura
Que la brisa lleva y trae.

Y el mármol de las tumbas ilumina
Con melancólica lumbre,
Y las corrientes de agua cristalina
Que bajan de la alta cumbre.

La lejana llanura, las praderas,
El mar de espuma cubierto,
Donde nacen las ondas plañideras,
El blanco arenal desierto.



Julia de Burgos

canción desnuda

-- de Julia de Burgos --

Despierta de caricias,
aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.
Estremecida y tenue sigo andando en tu imagen.
¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo!

de mi se huyeron horas de voluntad robusta,
y humilde de razones, mi sensación dejaron.
Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.
¡Yo fui la vida, amado!
la vida que pasaba por el canto del ave
y la arteria del árbol.

Otras notas más suaves pude haber descorrido,
pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:
me agarré a la hora loca,
y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

Me solté a la pureza de un amor sin ropajes
que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,
y hube de verme toda en un grito de lágrimas,
¡en recuerdo de pájaros!

yo no supe guardarme de invencibles corrientes
¡yo fui la vida, amado!
la vida que en ti mismo descarriaba su rumbo
para darse a mis brazos.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 62

-- de Francisco de Quevedo --

O dulces, frescas aguas, transparentes,
que vuestra claridad a celia hurtaste,
cuando otra vez mis glorias murmuraste,
haciéndote dicho entere las gentes.
Si acaso, río ufano, acaso sientes
mi mal, y vos, o flores escuchaste
mis quejas, y algún tiempo acompañaste
vergonzosas mi fe con las corrientes.
Decid, pues sois testigos, este río
a mí, y a celia todo en un momento
no representa con dibujo raro:
murmurando decís a favor mío,
que a ella se parece en movimiento,
y a mí tan solamente en el ser claro.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 8

-- de Francisco de Quevedo --

Fuente risueña y pura (que a ser río
de las dos urnas de mi vista aprendes,
pues que te precipitas y desciendes
de los ojos que en lágrimas te envío),
si en mentido cristal te prende el frío,
en mi llanto por lísida te enciendes,
y siempre ingrata a mi dolor atiendes,
siendo el caudal con que te aumentas mío;
tú de su imagen eres siempre avara,
yo prodigo de llanto a tus corrientes,
y a lísida de la alma y fe más rara.
Amargos, sordos, turbios, inclementes
juzgué los mares, no la amena y clara
agua risueña y dulce de las fuentes.



Francisco Sosa Escalante

A la invención del telégrafo eléctrico

-- de Francisco Sosa Escalante --

De las corrientes de la mar sonora,
Del rayo de la luz que baña el suelo,
Del águila caudal que eleva el vuelo
A los espacios do la nube mora;

Del eco del cañon que aterradora
Llama vomita derramando el duelo;
De cuanto el hombre concibió en su anhelo
De poder, eres tú la vencedora.

¡Quién igualarte puede, mensajera
Que cruzas el espacio, y el profundo
Abismo de la mar airada y tiera!

Prodigio entre prodigios sin segundo,
Consuelo das al que anhelante espera
Y eres lazo de amor que liga el mundo.



Francisco Sosa Escalante

Al mar (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tú en realidad tornaste los ardientes
Ensueños de Colon embriagadores,
Cuando del génio un dia á los fulgores
Sus naves entregaba á tus corrientes.

Tú eres lazo de unión: los Continentes
De fuerza y esplendor te son deudores,
Y la Ciencia por tí sus resplandores
En dos mundos derrama indeficientes.

Canten otros tus negras tempestades
Y teman tu furor: yo me extasío
Cruzando tus inmensas soledades.

Ya te ostentes en calma, ó ya bravío,
Grande ¡oh mar! á través de las edades
Te admira absorto el pensamiento mío.



José Martí

pomona

-- de José Martí --

Pomona
¡oh ritmo de la carne, oh melodía,
oh licor vigorante, oh filtro dulce
de la hechicera forma! ¡no hay milagro
en el cuento de lázaro, si cristo
llevó a su tumba una mujer hermosa!
¿qué soyquién es, sinomemnón en donde
toda la luz del universo canta,
y cauce humilde en el que van revueltas,
las eternas corrientes de la vida?
iba, como arroyuelo que cansado
de regar plantas ásperas fenece,
y, de amor por el noble sol, transido,
a su fuego con gozo se evapora:
iba,cual jarra que el licor ligero
hinche, sacude, en el fermento rompe.
Y en silenciosos hilos abandona:
iba,cual gladiador que sin combate
del incólume escudo ampara el rostro
y el cuerpo rinde en la ignorada arena.
... ¡Y súbito,las fuerzas juveniles
de un nuevo mar, el pecho rebosante
hinchan y embargan,el cansado brío
arde otra vez,y puebla el aire sano
música suave y blando olor de mieles!
porque a mis ojos los brazos olorosos
en armónico gesto alzó pomona.



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