Buscar Poemas con Considera


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 15 poemas con la palabra considera

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Ana Francisca Abarca de Bolea

Romance a una fuente

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Fuente que en círculo breve
presumes de gran caudal,
si tus principios observas
no te precipitarás.

Considera que,mendiga
en diverso mineral,con anhelos de grandiosa
te nos quieres ostentar.

Rica de bienes ajenos
todos nos dicen que estás,
que usurpas cual poderoso
a los pobres el caudal.

De ambiciosa te calumnian,
mas tú te puedes quejar,
pues a veces no te agradecemos
el gran gusto que nos das

Recién nacida se ofrece
a clausura tu humildad;
no son acciones de niña,
aunque sean en agraz.

Parecímonos los dos;
mas en proseguir está
la fineza,fuente amiga;
no des pasos hacia atrás.

Dicen que envidias te quieren
de esta huerta desterrar,
que hasta en raudales ofende
lo claro de la verdad.

Poema Romance a una fuente de Ana Francisca Abarca de Bolea con fondo de libro

Lope de Vega

Mis recatos, mis ojos, mis pasiones

-- de Lope de Vega --

Mis recatos, mis ojos, mis pasiones,
más encogidas que mi amor quisiera;
mi fe, que en vuestras partes considera
la cifra de tan altas perfecciones;

el justo limitar demostraciones,
el mudo padecer que persevera;
la voluntad, que en siendo verdadera,
libra para las obras las razones;

todos, señora, os dicen que esperando
están de vos lo que el Amor concede
a los que saben padecer callando.

Si el tiempo vuela y la fortuna puede,
no hay esperar como callar amando,
ni amor que calle que sin premio quede.

Poema Mis recatos, mis ojos, mis pasiones de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Sirvió Jacob los siete largos años

-- de Lope de Vega --

Sirvió Jacob los siete largos años,
breves, si el fin cual la aspereza fuera;
a Lía goza y a Raquel espera
otros siete después, llorando engaños.

Así guardan palabra los extraños,
pero en efecto vive, y considera
que la podrá gozar antes que muera,
y que tuvieron término sus daños.

Triste de mí, sin límite que mida
lo que un engaño al sufrimiento cuesta,
y sin remedio que el agravio pida.

¡Ay de aquel alma a padecer dispuesta,
que espera su Raquel en la otra vida,
y tiene a Lía para siempre en esta!

Poema Sirvió Jacob los siete largos años de Lope de Vega con fondo de libro

Manuel del Palacio

Semblanzas: III

-- de Manuel del Palacio --

Vivió haciendo sombreros en la Habana,
Donde, aún simple mortal, era muy vano,
Y en Santander apareció un verano
Con leviton y botas de campana.

Le vió después la gente cortesana
Á grandes y pequeños dar la mano;
Y rico al fin, por arte de Bonano,
Fué marqués de la noche á la mañana.

Hoy..... ¡Miradle! Su rostro rubicundo
Por nada se conmueve ni se altera;
Vil y pequeño le parece el mundo;

Sólo un libro, el de caja, considera;
Y guarda de su pecho en lo profundo
La voz oculta que le grita: ¡hortera!



Jorge Luis Borges

el alquimista

-- de Jorge Luis Borges --

Lento en el alba un joven que han gastado
la larga reflexión y las avaras
vigilias considera ensimismado
los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe que el oro, ese proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino;
sabe que está en el polvo del camino,
en el arco, en el brazo y en la flecha.
En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,
late aquel otro sueño de que todo
es agua, que vio tales de mileto.
Otra visión habrá; la de un eterno
dios cuya ubicua faz es cada cosa,
que explicará el geométrico spinoza
en un libro más arduo que el averno
en los vastos confines orientales
del azul palidecen los planetas,
el alquimista piensa en las secretas
leyes que unen planetas y metales.
Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la muerte,
dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.



Diego Hurtado de Mendoza

Gracias te pide, amor; no las merece

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Gracias te pide, amor; no las merece
Quien las pide, ni tanto bien espera,
Sea limosna ó sea piedad siquiera,
Y sea á la ocasion que ahora se ofrece.

Cualquiera beneficio mengua ó crece
Con el lugar, el tiempo y la manera;
Pero la diferencia verdadera
Es dar y socorrer á quien padece.

Lo que una vez la fuerza ó la destreza
No pueden acabar, aquella mismo
Acaba una palabra descuidada.

Señora, considera tu grandeza
Y el tiempo; que ahora puedes con nonada
Levantarme del hondo del abismo.



Juan de Arguijo

A la muerte de Cicerón

-- de Juan de Arguijo --

Deten un poco la cobarde espada,
Cruel Pompilio, ingrato, y considera
La injusta empresa que á tu brazo espera,
Y largos siglos ha de ser llorada.

¿Posible es que se ve tu mano armada
Contra el gran Tulio, á quien librar debiera
En igual recompensa de la fiera
Muerte, á tu ingratitud recomendada?

¡Oh, cuán poco aprovecha la memoria
Del recibido bien, que al obstinado
Ninguna cosa de su error le muda!

Desciende el golpe sobre la alta gloria
De la latina lengua; derribado
Deja el valor, y la elocuencia muda.



Juan de Arguijo

La constancia

-- de Juan de Arguijo --

Aunque en soberbias olas se revuelva
El mar, y conmovida en sus cimientos
Gima la tierra, y los contrarios vientos
Talen la cumbre en la robusta selva;

Aunque la ciega confusion envuelva
En discordia mortal los elementos,
Y con nuevas señales y portentos
La máquina estrellada se disuelva,

No desfallece ni se ve oprimido
Del varon justo el ánimo constante,
Que su mal como ajeno considera;

Y en la mayor adversidad sufrido,
La airada suerte con igual semblante
Mira seguro y alentado espera.



Hernando de Acuña

Estas palabras de su Silvia cruda

-- de Hernando de Acuña --

Estas palabras de su Silvia cruda
puso Silvano en esta haya umbrosa:
«Silvia, do vemos de cruel y hermosa
tales extremos que el mayor se duda,

conociendo mi mal y que su ayuda
es sola en mi remedio poderosa,
mírame y de cruel en piadosa
muestra querer mudarse, y no se muda.

Con tales muestras me sostiene en vida,
hasta que muerte o más dichoso hado
me aparten del Tesín y su ribera.

Y si esto puede una piedad fingida,
considera, pastor enamorado,
lo que podría hacer la verdadera».



Manuel María de Arjona

Al amor (Arjona)

-- de Manuel María de Arjona --

Sufre las nieves, sin temor al frío,
el labrador que ocioso no pudiera
de la dorada mies cubrir su era
a la llegada del ardiente estío.

No recela el furor del Noto impío,
ni la saña del Ponto considera
el mercader que en la ocasión espera
descanso lisonjero, aunque tardío.

Mujer, hijos y hogar deja y cubierto
el soldado de sangre, en suelo extraño
el honor de su afán contempla cierto.

Solo yo, crudo amor, busco mi daño,
sin esperar más fruto, honor ni puesto
que un costoso y estéril desengaño.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 11

-- de Francisco de Quevedo --

¿ves gemir tus afrentas al vencido
toro, y que tiene, ausente y afrentado,
menos pacido el soto que escarbado,
y de sus celos todo el mundo herido?
¿vesle ensayar venganzas con bramido,
y en el viento gastar ímpetu armado?
¿ves que sabe sentir ser desdeñado,
y que su vaca tenga otro marido?
pues considera, flor, la pena mía,
cuando por coridón, pastor ausente,
desprecias en mi amor mi compañía.
Ofreciose la vaca al más valiente,
y con razón premió la valentía:
tú me desprecias, flor, injustamente.



Clemente Althaus

España (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Juntó la Muerte ante su trono un día
a los ministros do su furia aciaga,
por dar la palma al que, de todos, haga
mas fiero el cargo que a su saña fía.

Fue la sangrienta Guerra a la porfía,
el Terremoto que ciudades traga,
Incendio y Hambre y Peste, y cuanta plaga
sirve del mundo a la señora impía.

El premio horrendo cada cual espera,
indecisa la negra Soberana
sus méritos iguales considera;

mas viene España, y los laureles gana,
que es ella de las plagas la más fiera
y el gran azote de la estirpe humana.



Clemente Althaus

A un joven

-- de Clemente Althaus --

Tú, cuyo pecho sin cesar se afana
con desvelo tan puro y tan ardiente
por el progreso y la ventura humana,
no el lauro esperes a tu noble frente.
El premio considera que tributa
a la virtud de Arístides Atenas;
de Sócrates recuerda la cicuta
y de Colón divino las cadenas.
Mira a Dante proscrito como reo,
preso al Taso entre insanos; ve el tormento
los miembros lacerar de Galileo,
atrevido Colón del firmamento.
Entre hórridas congojas dar la vida
mira del mundo al Redentor, y dime
qué pueblo no es igual al deicida,
que crucifica a aquel que le redime.
Cual culpa sin perdón, el mundo falso
castiga el beneficio recibido;
a éste da la prisión, a otro el cadalso;
su castigo menor es el olvido.
Mas, aunque sepas que a la tierra vino
a solamente padecer el bueno,
cumple, oh joven, la ley de tu destino,
de vil temor y abatimiento ajeno.
No pienses en humana recompensa,
cuya esperanza el mérito minora;
en los deleites que te brinda piensa
la virtud, de sí misma premiadora.



Clemente Althaus

Adela a Carlos

-- de Clemente Althaus --

Apenas el billete
recibas, Carlos, de tu amante Adela,
incansable jinete,
clava la aguda espuela
a tu caballo y a mis brazos vuela.
Siglos me son las horas,
de tu lado distante; considera
que, si venir demoras,
de congoja tan fiera
es fuerza, es fuerza que tu Adela muera.
Que enferma estoy de muerte,
y mi remedio el físico no sabe;
mi remedio es el verte,
y tu beso süave
será el elixir que mi mal acabe.
Ni un punto a tu violento
curso descanso des, brutos desboca;
sus alas roba al viento;
a mi impaciencia loca
mira que toda rapidez es poca.



Rosario Castellanos

dos meditaciones

-- de Rosario Castellanos --

Considera, alma mía, esta textura
áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

Ii

hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿castrar al potro dios?
pero dios rompe el freno y continua engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba