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Se han encontrado 25 poemas con la palabra conoces

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Clemente Althaus

A Londres

-- de Clemente Althaus --

En vano, altiva Londres, a porfía
te enriqueces, te ensanchas y te pueblas,
si en una nueva atmósfera sombría
te envuelve el humo y tus eternas nieblas;
si no difiere lo que llamas día
de las nocturnas lóbregas tinieblas,
o, como triste pasajera tarde,
entre dos noches dilatadas arde.
¿Qué vale tu grandeza y poderío
y la corona azul del océano,
Si tiembla en ti junto al hogar el Frío
tendiendo al fuego la aterida mano,
si en tus vastos palacios el Hastío,
roído el pecho de tenaz gusano,
gime y suspira y sin cesar bosteza,
sin que el sueño le rinda la cabeza.
Tú no conoces esa indefinida
dulce tristeza, soñadora y vaga,
encanto y poesía de la vida
que en otro clima el corazón halaga;
sólo conoces el Esplín suicida
que todo bien con su veneno estraga
y que o corta la vida o la convierte
en una lenta prolongada muerte.

Poema A Londres de Clemente Althaus con fondo de libro

Alberto Lista

La envidia

-- de Alberto Lista --

Dulce es a la codicia cuanto alcanza
doblar el oro inútil, que ha escondido;
sin tener otro afán, ni por sentido,
meditar ya el placer, ya la esperanza.

Dulce es también a la feroz venganza,
que no obedece al tiempo ni al olvido,
los sedientos rencores que ha sufrido
apagar entre el fuego y la matanza.

A un bien aspira todo vicio humano;
teñida en sangre, la ambición impía
sueña en el mando y el laurel glorioso.

Sola tú, envidia horrenda, monstruo insano,
ni conoces ni esperas la alegría;
que ¿dónde irás que no haya un venturoso?

Poema La envidia de Alberto Lista con fondo de libro

Amado Nervo

las voces del agua

-- de Amado Nervo --

Mi gota busca entrañas de roca y las perfora.
En mi flota el aceite que en los santuarios vela.
Por mi raya el milagro de la locomotora
la pauta de los rieles. Yo pinto la acuarela.
Mi bruma y tus recuerdos son por extraño modo
gemelos; ¿no ves como lo divinizan todo?
yo presto vibraciones de flautas prodigiosas
al cristal de los vasos. Soy triaca y enfermera
en las modernas clínicas. Y yo, sobre las rosas
turiferario santo del alba en primavera.
Soy pródiga de fuerza motriz en mi caída.
Yo escarcho los ramajes. Yo en tiempos muy remotos
dí un canto a las sirenas. Yo, cuando estoy dormida,
sueño sueños azules, y esos sueños son lotos.
Poeta, que por gracia del cielo nos conoces,
¿no cantas con nosotras?
¡sí canto, hermanas voces!

Poema las voces del agua de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

día de san meder

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

San meder: un carretero
crucificado en efigie en su aguijada
y cuyo nombre cruje dulcemente
con el santificado tinieblario de carreta, bueyes
y sogueo de cuero para yugo de vacas.
Viene por el amanecer el tembloroso monumento
como si contuviese en su castillo andante
la luz delgada del amanecer,
y temiese verterla.
En ese cuello y pulsos trasparecen las venas:
digo en el cuerpo del va-a-ser-de-día.
*
Otoño es salir a pie de una ciudad
por el arrabal del olvido:
lo notas en la luz ensimismada,
lo conoces cuando empiezan las afueras granujas,
trascorrales del desconcierto cariacontecido
y calzadas juiciosas con garajes de racio-
cinio en pulsos.



Manuel del Palacio

Amor oculto

-- de Manuel del Palacio --

Ya de mi amor la confesión sincera
Oyeron tus calladas celosías,
Y fué testigo de las ánsias mias
La luna, de los tristes compañera.

Tu nombre dice el ave placentera
A quien visito yo todos los días,
Y alegran mis soñadas alegrías
El valle, el monte, la comarca entera.

Sólo tú mi secreto no conoces,
Por más que el alma con latido ardiente
Sin yo quererlo te lo diga á voces;

Y acaso has de ignorarlo eternamente,
Como las ondas de la mar veloces
La ofrenda ignoran que les da la fuente.



Manuel del Palacio

Amor oculto (Melodías íntimas)

-- de Manuel del Palacio --

Ya de mi amor la confesión sincera
Oyeron tus calladas celosías,
Y fué testigo de las ánsias mias
La luna, de los tristes compañera.

Tu nombre dice el ave placentera
Á quien visito yo todos los días,
Y alegran mis soñadas alegrías
El valle, el monte, la comarca entera.

Sólo tú mi secreto no conoces,
Por más que el alma con latido ardiente
Sin yo quererlo te lo diga á voces;

Y acaso has de ignorarlo eternamente,
Como las ondas de la mar veloces
La ofrenda ignoran que les da la fuente.



Manuel del Palacio

Semblanzas: IV

-- de Manuel del Palacio --

Parece que sirvió en carabineros
Y aun le queda afición al contrabando;
Pues vive desde antiguo comerciando
En pieles una vez y otras en cueros.

Mártir algunos años de usureros
Armóse, sin saber cómo ni cuándo,
Viniendo á ser cacique de ese bando
Que gobierna el Nestor de los boleros.

Si de su amor la historia no conoces,
Maridos hallarás de buena pasta
Cuyo silencio lo publica á voces.

Y ni él te ocultará cómo las gasta,
Que hablar es el primero de sus goces,
Fuera de que al hablar.... Con verlo basta.



Emilio Bobadilla

El capitán homicida

-- de Emilio Bobadilla --

Militar, incestuoso y homicida, conoces
—triste conocimiento que la vida te cuesta—
las sensaciones lívidas, los enervantes goces
que al vulgo sólo arrancan unánime protesta.

¿Quién mide lo insondable y oscuro de tu alma?
Tu silencio sombrío, tu voluntad de hierro
—cual náufragos que miran el peligro con calma—
no han flaqueado en tus horas de soledad y encierro.

En pintoresco siglo de intrépidas conquistas,
hubieran encontrado tus instintos diabólicos
galardones, aplausos sin fin y apologistas...

¡Cuán diferente hubiera quizás sido tu caso!
Hubieras sido en tiempo de los Reyes Católicos
tal vez otro Pizarro, otro Valdivia acaso...



Ernesto Cardenal

epigrama XXXII

-- de Ernesto Cardenal --

Hay un lugar junto
a la laguna de tiscapa
un barco debajo
de un árbol de quelite
que tu conoces
(aquella a quien escribo
estos versos, sabrá
que son para ella)
y tu recuerdas
aquel banco y
aquel quelite;
la luna reflejada
en la laguna de tiscapa,
las luces del palacio
del dictador
las ranas cantando
abajo en la laguna
todavía está aquel
árbol de quelite
todavía brillan
las mismas luces;
en la laguna de tiscapa
se refleja la luna;
pero aquel banco
esta noche estará vacío
o con otra pareja



Octavio Paz

jardín

-- de Octavio Paz --

A juan gil-albert
nubes a la deriva, continentes
sonámbulos, países sin substancia
ni peso, geografías dibujadas
por el sol y borradas por el viento.
Cuatro muros de adobe. Buganvillas:
en sus llamas pacíficas mis ojos
se bañan. Pasa el viento entre alabanzas
de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos
cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta:
el fresno y un meditabundo: el pino.
El jardín es pequeño, el cielo inmenso.
Verdor sobreviviente en mis escombros:
en mis ojos te miras y te tocas,
te conoces en mí y en mí te piensas,
en mí duras y en mí te desvaneces.



Pablo Neruda

poema 10 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
entre qué gentes?
diciendo qué palabras?
por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.



Manuel Reina

A su almohada

-- de Manuel Reina --

Eres feliz, nevada consejera:
conoces sus gracias virginales,
y en tu seno amoroso
se desata su rubia cabellera.
Tú, que de sus pupilas celestiales
bebes perlas tan claras como el día,
y el néctar delicioso
apuras de sus labios de ambrosía;
tú, que velas su pecho enamorado,
tú, que aspiras su aliento embalsamado,
y sabes su pesar y su alegría,
dime por qué ha apurado
en la pasada noche
el cáliz del dolor y la agonía.
Mas no, no me lo digas, consejera;
pues de dolor, tal vez, me moriría,
si yo la causa fuera.



Marilina Rébora

cuéntame un cuento, madre...

-- de Marilina Rébora --

Cuéntame un cuento, madre...
Madre: cuéntame un cuento de ésos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!
dime de caballeros que a princesas rescatan
del dominio de monstruos dragón, buitre, ballena;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.
Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir
escuchando tu voz, asido de tu mano;
como hansel y gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sombra andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.



Marilina Rébora

no le digas a cristo

-- de Marilina Rébora --

No le digas a cristo
no le digas a cristo:
he de ir, mas espera.
Me falta, todavía, algo que me he propuesto;
el mundo me reclama, complacerle quisiera.
Ten paciencia, he de ir. Un poco y ya me apresto.
No le digas a cristo:
he de ir, aunque espera
solamente a que acabe lo que tengo dispuesto;
me conoces devota y me sabes sincera.
He de ir. Sí; después que termine con esto.
No le digas a cristo:
espera, o bien: aguarda.
¿Hay algo más urgente que sus pasos seguir?
¿no es, el mismo, la fuerza que te conforta hoy?
(¡pobre alma confundida! sabiendo que retarda
el encuentro con el tan sólo por vivir,
decirle que se espere en lugar de ¡ya voy!)



Juan Gelman

preguntas

-- de Juan Gelman --

Ya que navegas por mi sangre y conoces mis límites y medespiertas en la mitad del día para acostarme en tu recuerdo yeres furia de mí paciencia para mí dime quédiablos hago por qué te necesito quién eres muda solarecorriéndome razón de mi pasión por quéquiero llenarte solamente de mí y abarcarte acabarte mezclarme atus huesitos y eres única patria contra las bestias el olvido



Juan Nicasio Gallego

Al autor del Anti-Quijote

-- de Juan Nicasio Gallego --

La voz sonora de un rocín gallego
que al Setabiense aclama noche y día
llegando al reino de la muerte fría
del buen Quijote perturbó el sosiego.

¡Hi de pu...!, Dijo el paladín manchego,
¿ese follón amengua mi valía?
¡Sús! ¡Alto! ¡A castigar su demasía!
Ensilla, Sancho, a Rocinante luego.

Señor, ¿a Rocinante? Si se enfada
mi rucio solo acallará sus voces,
dejándole tendido en la estacada.

Harto se echa de ver que no conoces,
Sancho amigo, su fuerza denodada:
capaz es de matarte el rucio a coces.



Julio Herrera Reissig

color de sueño

-- de Julio Herrera Reissig --

Anoche vino a mí, de terciopelo;
sangraba fuego de su herida abierta;
era su palidez de pobre muerta
y sus náufragos ojos sin consuelo...

Sobre su mustia frente descubierta
languidecía un fúnebre asfodelo.
Y un perro aullaba, en la amplitud de hielo,
al doble cuerno de una luna incierta...

Yacía el índice en su labio, fijo
como por gracia de hechicero encanto,
y luego que, movido por su llanto,

quién era, al fin, la interrogué, me dijo:
-ya ni siquiera me conoces, hijo:
¡si soy tu alma que ha sufrido tanto!..



Clemente Althaus

A Dios (1 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Tal vez a celebrarte
me arrastra ardiente irresistible afecto:
mas, vanos numen y arte,
remeda mi imperfecto,
canto el zumbido de volante insecto.
En corto labio humano
mal el loor de tus grandezas cabe;
en Sión y a ti cercano,
el serafín te alabe;
mas ni él loarte dignamente sabe.
Loores y armonías
dignas de ti no tiene lo creado;
solo de ti podrías
en suficiente grado,
pues en él te conoces, ser loado.
Mas de tu crïatura,
que en destierro que alivia la esperanza,
de tu santa luz pura
tenue vislumbre alcanza,
sea humilde silencio la alabanza.



Clemente Althaus

A una señora

-- de Clemente Althaus --

Mudanza tú no conoces,
joven siempre y siempre bella;
ni en ti la más leve huella
dejan los años veloces.
Como en mi infancia la vi,
contemplo tu beldad hoy,
cuando del tiempo ya estoy
mostrando la injuria en mí,
Que de beldad tan divina
aún el Tiempo se prendó,
y dijo: «No quiero yo
causar tu lenta rüina.
Condena la cruda suerte
todo lo que tiene ser
a que sienta mi poder
primero que el de la muerte.
Mas mi saña te perdona;
sólo en ti no la ejecuto,
y te eximo del tributo
que se debe mi corona.
Que venga la muerte dura
y fin a tu vida dé;
mas yo te respetaré,
¡Oh milagrosa hermosura!»



Ramón López Velarde

hermana, hazme llorar...

-- de Ramón López Velarde --

Hermana, hazme llorar...
Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.
Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán sobre la tierra juntos.
Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
El tiempo amargo de mi vida inútil.
Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo,
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...



Ramón López Velarde

Hermana, hazme llorar

-- de Ramón López Velarde --

Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.

Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán juntos.

Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
El tiempo amargo de mi vida inútil.

Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
Dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...



Roque Dalton García

referencia de pasos

-- de Roque Dalton García --

Se me murió el ayer de parto
y lo velo cantando
como a una guitarra sola
a quien se le quebrara la sonrisa circular y la música,
solo,
sin desbocados animales interiores,
hueso en actividad,
reciente hueso,
hacía como que caminaba entre los hombres casado con mi madre,
pueblerino feliz, poblado de olas.
Ah, estúpida frontera,
municipal y en paz con los estómagos:
cómo tenía que morderme los retratos
para poder reírme hasta de mí
con todo y tus pesares, tus costosísimos harapos,
la franca suciedad que te conoces!
cómo tenía sola y atrozmente
que bajarme los pasos de los hombros
y caminar!



Rubén Darío

rima ix

-- de Rubén Darío --

Tenía una cifra
tu blanco pañuelo,
roja cifra de un nombre que no era
el tuyo, mi dueño.
La fina batista
crujía en tus dedos,
-¡qué bien luce en la albura la sangre!...-
Te dije riendo.
Te pusiste pálida,
me tuviste miedo...
¿Qué miraste? ¿conoces acaso
la risa de otelo?



Rubén Darío

Leconte de Lisle

-- de Rubén Darío --

De las eternas musas el reino soberano
Recorres, bajo un soplo de vasta inspiración,
Como un rajá soberbio en su elefante indiano
Por sus dominios pasa de rudo viento al son.

Tú tienes en tu canto como ecos de Oceano;
Se ven en tu poesía la selva y el león;
Salvaje luz irradia la lira que en tu mano
Derrama su sonora, robusta vibración.

Tú el faquir conoces secretos y avatares;
A tu alma dio el Oriente misterios seculares,
Visiones legendarias y espíritu oriental.

Tu verso está nutrido con savia de la tierra;
Fulgor de Ramayanas tu viva estrofa encierra,
Y cantas en la lengua del bosque colosal.



Rubén Darío

Rima IX (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Tenía una cifra
tu blanco pañuelo,
roja cifra de un nombre que no era
el tuyo, mi dueño.
La fina batista
crujía en tus dedos,
-¡Qué bien luce en la albura la sangre!...-
Te dije riendo.
Te pusiste pálida,
Me tuviste miedo...
¿Qué miraste? ¿Conoces acaso
la risa de Otelo?



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