Buscar Poemas con Conde


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Se han encontrado 21 poemas con la palabra conde

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Anónimo

Romance del conde Lombardo

-- de Anónimo --

En aquellas peñas pardas,
en las sierras de Moncayo
fue do el rey mandó prender
al conde Grifos Lombardo,
porque forzó una doncella
camino de Santiago,
la cual era hija de un duque,
sobrina del Padre Santo.
Quejábase ella del fuerzo,
quéjase el conde del grado;
allá van a tener pleito
delante de Carlo Magno,
y mientras el pleito dura
al conde han encarcelado
con grillones a los pies,
sus esposas en las manos,
una gran cadena al cuello
con eslabones doblados;
la cadena era muy larga,
rodea todo el palacio,
allá se abre y se cierra
en la sala del rey Carlos.
Siete condes la guardaban,
todos se han juramentado
que si el conde se revuelve,
todos serán a matarlo.
Ellos estando en aquesto,
cartas habían llegado
para que casen la infanta
con el conde encarcelado.

Poema Romance del conde Lombardo de Anónimo con fondo de libro

Anónimo

Bodas hacían en Francia...

-- de Anónimo --

Bodas se hacían en Francia,
allá dentro de París
¡Cuán bien que guía la danza
esta doña Beatriz!
¡Cuán bien que se la miraba
el buen conde don Martín!
-¿Qué miráis aquí, buen conde?
conde, ¿qué miráis aquí?
Decid si miráis la danza
o si me miráis vos a mí.
-Que no miro yo a la danza,
porque muchas danzas vi,
miro yo vuestra lindeza
que me hace penar a mí.
-Si bien os parezco, conde,
conde, saquéisme de aquí,
que el marido la tengo viejo
y no puede ir tras de mí.

Poema Bodas hacían en Francia... de Anónimo con fondo de libro

Anónimo

Romance del conde Alemán

-- de Anónimo --

A tan alta va la luna
como el sol a mediodía,
cuando el buen conde Alemán
con esa dama dormía.
No lo sabe hombre nacido
de cuantos en la corte había,
si no sólo era la infanta,
aquesa infanta su hija.
Así su madre le hablaba,
desta manera decía:
-Cuanto viéredes tú, infanta,
cuanto vierdes, encobridlo;
daros ha el conde Alemán
un manto de oro fino.
-¡Mal fuego queme, madre,
ese manto de oro fino,
cuando en vida de mi padre
tuviese padrastro vivo!
De allí se fuera llorando;
el rey su padre la ha visto:
-¿Por qué lloráis, la infanta?
decid ¿quién llorar os hizo?
-Yo me estaba aquí comiendo,
comiendo sopas en vino,
entró el conde Alemán,
y echólas por el vestido.
-Calléis, mi hija, calléis,
no toméis de eso pesar,
que el conde es niño y muchacho,
hacerlo ha por burlar.
-¡Mal fuego quemase, padre,
tal reír y tal burlar!
Cuando me tomó en sus brazos,
conmigo quiso holgar.
-Si él os tomó en sus brazos
y con vos quiso holgar,
en antes que el sol salga
yo lo mandaré matar.

Poema Romance del conde Alemán de Anónimo con fondo de libro

Anónimo

Buen Conde Fernán González...

-- de Anónimo --

-Buen conde Fernán González,
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde,
daros han buen galardón:
daros ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las nueve villas,
con ellas a Carrión,
daros ha a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde, si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
poblélos de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey
dábale otro, que eran dos,
al que casaba su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían por el rey,
que no lo merece, non,
él les puso muchos pechos
y quitáraselos yo.



Félix María Samaniego

La fregona

-- de Félix María Samaniego --

Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con donaire y brío
y mil necios trayendo al retortero.

Un cierto conde alegre y placentero
la pregunta por gracia: —¿Tienes frío?
Respondió la fregona: —Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero.

El conde, que era astuto y supo dónde,
la dijo, haciendo rueda como un pavo,
que le encendiera un cirio que traía.

Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el cabo:
—Pues sople ese tizón Vueseñoría.



Anónimo

El conde Arnaldos

-- de Anónimo --

¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de seda
la ejarcia de oro tozal.

Marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar,
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-"Por tu vida el marinero
dígasme ora ese cantar".
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va".



Anónimo

El nacimiento de Bernardo

-- de Anónimo --

En los reinos de León
el casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía,
doña Jimena se llama;
enamorárase de ella
ese conde de Saldaña,
mas no vivía engañado,
porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos,
que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron
la infanta quedó preñada.
La infanta parió a Bernardo,
y luego monja se entraba.
Mandó el rey prender al conde
y ponerle muy gran guarda.



Anónimo

Romance de la muerte del conde de Niebla

-- de Anónimo --

-Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me querais dar
de aquese conde de Niebla,
don Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros,
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre,
o don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
-Ningún grande ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
Mas es muerto un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes a los moros
en cuán poco vos ternán,
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír sólo su nombre,
por se oír sólo llamar.
Tornó en un batel pequeño
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor, los brocados,
no querades más solaz.
El rey oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó traer su hijo,
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fue a titular.



Lope de Vega

Como es la patria celestial colonia

-- de Lope de Vega --

Como es la patria celestial colonia,
bien que el camino a los mortales agro,
ilustrísimo Conde, a quien consagro
los árboles de Apolo y de Tritonia,

fuiste contra la fiera Babilonia,
aunque cordero tierno por milagro,
nuevo, divino, heroico Meleagro
de la escocesa silva Caledonia.

Ya muerto, otro Mercurio te contemplo,
que tomando las arnas y la espada,
despojos de tu noble mausoleo,

en defensa de Cristo, y de su templo,
Julián y Babilonia derribada,
confiesen que ha vencido el Galileo.



Lope de Vega

Don Juan, el hilo de oro de tu intento

-- de Lope de Vega --

Don Juan, el hilo de oro de tu intento
que por el laberinto de esta vida
llevaba el alma a la esperanza asida,
cortole el tiempo y esparciole el viento.

Al alto vuelo estaba el mundo atento
cuando la general fiera homicida,
de envidia armada, de traición vestida,
precipitó del sol tu pensamiento.

Ahora ¿quién habrá que el llanto enfrene
al Duero y a mis ojos, que a su vega
y a mí de dueño eternamente priva?

Conde, quien va subiendo, como tiene
un pie en vacío, si la muerte llega,
¡ay Dios! qué fácilmente le derriba.



Lope de Vega

La antigua edad juzgó por imposibles

-- de Lope de Vega --

La antigua edad juzgó por imposibles
tres cosas celebradas en el mundo,
o hallar jamás artífice segundo
a quien segunda vez fuesen posibles:

la clava, con que Alcides tan horribles
mostros venció en la tierra y el profundo,
de Júpiter el rayo furibundo
y los versos de Homero inaccesibles.

Otras tres hay en nuestra edad presente:
las hazañas de Carlos soberano;
del nuevo Salomón, el nuevo templo;

y vuestros versos, Conde, en cuya fuente
resplandece el laurel ingrato en vano:
que no teniendo igual, sirven de ejemplo.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XI

-- de Manuel del Palacio --

La patria de Pelayo y de Favila
Fué la patria también de este sugeto;
Vino á Madrid, y hablando á lo paleto
En la gente de Astúrias se hizo fila.

Según en cierto círculo se estila
Buscó de una influencia el amuleto,
Y un Conde, cuya historia yo respeto,
Le bautizó de sabio siendo un lila.

Ministro y diplomático famoso
Fué luego en ocasiones diferentes,
Y en casi todas ellas hizo el oso.

Jamás para reir mostró sus dientes;
Pasa por hábil, y aunque no es gracioso
Se repiten sus dichos por las gentes.



Gutierre de Cetina

al conde de feria

-- de Gutierre de Cetina --

Mientra el franco furor fiero se muestra
en uno con el bárbaro tremiendo,
mientra el consorcio protestante, horrendo,
turbar piensa la fe y la patria nuestra,
marte os arma, señor, la mano diestra,
a la cual la victoria está atendiendo,
a aquel vestigio de valor siguiendo
que a la inmortalidad virtud adiestra.
Ya me paresce ver de vuestra gloria
el alto resplandor ilustrar tanto
que al paterno poder hará la vista.
Sólo tengo temor que tanta historia
puesta no quedará en eterno canto
si vos de vos no sois el coronista.



Tomás de Iriarte

Vióse un guerrero

-- de Tomás de Iriarte --

Viose un guerrero en lides y rüinas,
páganle en fama, voz que lleva el viento.
Desvelose un autor, y está contento
sólo con ver su nombre en las esquinas.

Cede un indiano el fruto de las minas
por que le den de conde el tratamiento.
Surca un viajero el pérfido elemento
para decir: «Estuve en Filipinas».

Sacrifica en palacio un cortesano
su salud, libertad, descanso y rentas,
sólo porque le mire el soberano.

Así yo sufro amor, celos, afrentas;
sirvo, pretendo, y tú, dueño tirano,
con sola una mirada me contentas.



Antonio Ros de Olano

El conde don Julián

-- de Antonio Ros de Olano --

Dentro el alcázar de doblado muro,
frontero al campo de Tarik, leía
en letra de Florinda, y repetía,
aún de sus mismos ojos mal seguro:

«Cerró mi boca con su labio impuro...
¡Hembra débil, su fuerza me oprimía!
Por vos fiada a quien su guarda os fía,
mi afrenta acusa al forzador perjuro...»

Y, al sacudir la gótica melena,
león que yerra el salto carnicero,
subió al adarbe, descolló en la almena;

Padre ofendido, desciñó el acero;
tendió la puente; y la cristiana arena
manchó la planta del traidor primero.



Anónimo

Bien se pensaba la reina...

-- de Anónimo --

Bien se pensaba la reina
que buena hija tenía.
Que del conde don Galván
tres veces parido había,
que no lo sabía ninguno
de los que en la corte había,
si no fuese una doncella
que en su cámara dormía,
por un enojo que hubiera
a la reina lo decía.
La reina se la llamaba
y en su cámara la metía,
y estando en este cuidado
de palabras la castiga:
-Ay, hija, si virgen estáis,
reina seréis de Castilla;
hija, si virgen no estáis,
de mal fuego seáis ardida.
-Madre, tan virgen estoy
como el día que fui nacida;
por Dios os ruego, mi madre,
que no me dedes marido,
doliente soy de mi cuerpo,
que no soy para servirlo.



Anónimo

Romance de Bovalías el infante

-- de Anónimo --

Durmiendo está el rey Almanzor
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete moros
que las habían de armar,
que amores de la condesa
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño que duermo
luego me has de recordar.
Ya le dan las escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los siete mulos
que las habían de llevar,
ya le dan los siete moros
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.



Anónimo

Romance de la buena hija

-- de Anónimo --

Paseábase el buen conde
todo lleno de pesar,
cuentas negras en sus manos
do suele siempre rezar,
palabras tristes diciendo,
palabras para llorar:
-Véoos, hija, crecida,
y en edad para casar;
el mayor dolor que siento
es no tener que os dar.
-Calledes, padre, calledes,
no debéis tener pesar,
que quien buena hija tiene
rico se debe llamar,
y el que mala la tenía
viva la puede enterrar,
pues amengua su linaje
que no debiera amenguar,
y yo, si no me casare,
en religión puedo entrar.



Miguel de Cervantes

Soneto a la entrada del duque de Medina en Cádiz

-- de Miguel de Cervantes --

Vimos en julio otra semana santa,
atestada de ciertas cofradías
que los soldados llaman compañías,
de quien el vulgo, y no el inglés, se espanta.

Hubo de plumas muchedumbre tanta,
que, en menos de catorce o quince días,
volaron sus pigmeos y Golias,
y cayó su edificio por la planta.

Bramó el becerro y pusolos en sarta,
trono la tierra, escureciose el cielo,
amenazando una total ruina,

y al cabo, en Cádiz, con mesura harta,
ido ya el conde, sin ningún recelo,
triunfando entró el gran Duque de Medina.



Juan Nicasio Gallego

A Lord Wellington

-- de Juan Nicasio Gallego --

A par del grito universal que llena
de gozo y gratitud la esfera hispana,
y del manso, y ya libre, Guadiana
al caudaloso Támesis resuena;

tu gloria ¡oh Conde! a la región serena
de la inmortalidad sube, y ufana
se goza en ella la nación britana;
tiembla y se humilla el vándalo del Sena.

Sigue; y despierte el adormido polo
al golpe de su espada; en la pelea
te envidie Marte y te corone Apolo;

y si al triple pendón que al aire ondea
osa Alecto amagar, tu nombre solo
prenda de unión, como de triunfo, sea.



José Martí

tiene el leopardo un abrigo

-- de José Martí --

xliv
tiene el leopardo un abrigo
en su monte seco y pardo:
yo tengo más que el leopardo,
porque tengo un buen amigo.
Duerme, como un juguete,
la mushma en su cojinete
de arce del japón: yo digo:
«no hay cojín como un amigo.»
Tiene el conde su abolengo:
tiene la aurora el mendigo:
tiene ala el ave: ¡yo tengo
allá en méxico un amigo!



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