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Se han encontrado 17 poemas con la palabra comprender

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Amado Nervo

el que más ama...

-- de Amado Nervo --

Si no te supe yo comprender,
si una lágrima te hice verter,
bien sé que al cabo perdonarás
con toda tu alma... ¡Qué vas a hacer!
¡el que más ama perdona más!

Poema el que más ama... de Amado Nervo con fondo de libro

Ignacio María de Acosta

La sonrisa

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa sonrisa hermosa
que entre tus labios juega
como el ligero soplo
del aura en la flor bella,
aquí, en el alma causa
una impresión secreta,
que a comprender no alcanza
mi pobre inteligencia.
Me burlan mis amigos,
y Clori la discreta
con sus malignos ojos
también me burla, Iselia,
si mústio, pensativo,
absorto en mis quimeras,
sorprñendenme en la choza
o bien en la pradera.
Ignoran mi secreto
y a mi aflicción extrema
ni aun el consuelo triste
de compasión le queda.
Pregúntanme la causa:
mas ¡cielos! quién creyera
que es tu sonrisa hermosa,
Encantadora Iselia...?

Poema La sonrisa de Ignacio María de Acosta con fondo de libro

César Vallejo

viniere el malo, con un trono al hombro

-- de César Vallejo --

Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren «sí» el sermón, «no» la plegaria
y cortare el camino en dos la roca...
Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos...
Sobrare nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves...
Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro...
Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme...
Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?
no olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido
y de tánto pensar, no tengo boca.

Poema viniere el malo, con un trono al hombro de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

panteón

-- de César Vallejo --

He visto ayer sonidos generales,
mortuoriamente,
puntualmente alejarse,
cuando oí desprenderse del ocaso
tristemente,
exactamente un arco, un arcoíris.
Vi el tiempo generoso del minuto,
infinitamente
atado locamente al tiempo grande,
pues que estaba la hora
suavemente,
premiosamente henchida de dos horas.
Dejóse comprender, llamar, la tierra
terrenalmente;
negóse brutalmente, así a mi historia,
y si vi, que me escuchen, pues, en bloque,
si toqué esta mecánica, que vean
lentamente,
despacio, vorazmente, mis tinieblas.
Y si vi en la lesión de la respuesta,
claramente,
la lesión mentalmente de la incógnita,
si escuché, si pensé en mis ventanillas
nasales, funerales, temporales,
fraternalmente,
piadosamente echadme a los filósofos.
Mas no más inflexión precipitada
en canto llano, y no más
el hueso colorado, el son del alma
tristemente
erguida ecuestremente en mi espinazo,
ya que, en suma, la vida es
implacablemente,
imparcialmente horrible, estoy seguro.



Enrique Lihn

a roque dalton

-- de Enrique Lihn --

Soy un poco poeta del chambergo flotante,
de los quevedos flotantes, de la melena y la capa española;
un viejo actor de provincia bajo una tempestad artificial
entre los truenos y relámpagos que chapucea el utilero.
Si mal no recuerdo, monólogo, me esmero
en llenar el vacío en que moldeo mi voz,
y la palabra brilla por su ausencia
y el drame me es impenetrable.
Envejezco al margen de mi tiempo
en el recuerdo de unos juegos florales
porque no puedo comprender exactamente la historia.



José Ángel Buesa

poema del espejo

-- de José Ángel Buesa --

i
déjame ser tu espejo... Te supliqué aquel día.
Recuerdo que tu mano se estremeció en la mía.
Yo, que envidio tu espejo, quiero saber qué sientes
al copiar en la alcoba tu cuerpo adolescente...
(Detrás de los almendros, casi del fondo
del mar surgió la luna, con su espejo redondo...)
Ii
te vi de pie en la sombra. Junto al lecho vacío
se oyó un rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí, solo contigo, reflejé tu hermosura.
Fue un instante, en la sombra. No sé bien todavía,
si eras tú, si fue un sueño o una flor que seabría.
Iii
muchacha de la noche de un día diferente:
yo no envidio tu espejo, ya sé que nada siente.
Ya sé que te duplica sin comprender siquiera
que eres mujer hermosa como la primavera;
pues, si lo comprendiera, saltaría en pedazos,
por el ansia imposible de tenderte los brazos.



José Ángel Buesa

canción de la búsqueda

-- de José Ángel Buesa --

Todavía te busco, mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
de lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: «¡es ella!» como diría ahora
seguiré mi camino, murmurando: «era ella...»



José Ángel Buesa

el resucitado

-- de José Ángel Buesa --

i
no, nunca fue lo oscuro tan oscuro.
Y está acostado pero no en su lecho.
Quiere moverse y se lo impide un muro.
Un muro en derredor, largo y estrecho.
Llama, y su voz resuena extrañamente,
sin que acudan su madre ni su hijo.
Y un súbito sudor hiela su frente,
al palpar en su pecho un crucifijo.
No, no hay duda: esa sombra que lo aterra
es sombra de ataúd bajo la tierra,
y no es soñando, porque está despierto.
Y lo aturde un pavor definitivo
al comprender que se le dio por muerto
y al comprobar que fue enterrado vivo
ii
pero un día, al abrir la sepultura,
se sabría su muerte verdadera.
Si el ataúd mostrara la hendidura,
de un golpe de su mano en la madera.
Y al pensar de repente en el mañana,
piensa también enloquecidamente
en el espanto de la madre anciana
y en el horror del hijo adolescente.
Y allí, en la sombra, sin quejarse en vano
sin dar un grito, sin alzar la mano,
con una abnegación casi suicida
cierra los ojos y se queda quieto
porque así, solo así, será un secreto
su horrible muerte de enterrado en vida.



Vicente Gallego

septiembre, 30

-- de Vicente Gallego --

No ha sido fácil comprender el mar,
las rocas, su volumen,
la concreción del tiempo en la materia
más real, la verdad del mundo en el vaivén
del viento y la marea, en la quietud
que el arrecife opone al oleaje,
en el fragor eterno del silencio,
que es una voz antigua e innumerable.
El mar que se resiste al adjetivo,
que en su enigma desprecia
definición o imagen más allá
de ese asombro que afirma en cualquier muerte
la vida que no acaba, esa vida del agua
que ha sido tantas vidas y que ahora
es también esta nuestra.
El mar,
y una noche sin luna ni tormenta,
el mar únicamente y yo, aquí,
este íntimo acuerdo con mis pasos:
tan sólo quien se busca en el camino
y al encontrarse al fin está desnudo.



Antonio Machado

Es una tarde cenicienta y mustia

-- de Antonio Machado --

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
*
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres la nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.



Federico García Lorca

Casida de la mujer tendida

-- de Federico García Lorca --

Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.



Carolina Coronado

la alegría del poeta escribiendo en un álbum

-- de Carolina Coronado --

Levanta lira caída;
ven, que el dolor te convida
con mil tonos acordados
tengan también en la vida
su fiesta los desdichados.
No temas ¡oh!que en tu acento
vaya el mundo a sorprender
vuestro ignorado tormento...
Lo mismo ha de comprender
tu canción que mi lamento.
¿Qué sabe si son gemidos,
canto risa, imprecaciones
lo que en mis trovas he oído?
la turba escucha el sonido
sin sentir sus vibraciones.
Y si al fin para ella iguales
son mis dichas y mis males,
alégrala con gemidos,
y broten en cien raudales
mis pesares comprimidos.
El mundo, arpa mía, en tanto
torpe nos envidiará
el ignorado quebranto:
¡y en cambio de nuestro canto
sus aplausos nos dará!
así el ciego musiquillo
discorde violín pulsando,
con monótono estribillo,
marcha su infantil corrillo
por las calles alegrando.
Canta, y su voz tembladora
el pecho anciano quebranta;
el niño que aplaude, ignora
que es más grande que el que llora
¡el infortunio que canta!



Carolina Coronado

en el álbum de una señora muy simpática

-- de Carolina Coronado --

Tiene a veces el alma un sentimiento
que sabe comprender, mas no explicar,
no es amor, no es pasión y es este afecto
más que interés y menos que amistad;
es vaga inclinación que nos inspira
entre otros mil determinado ser,
es dulce, indefinible simpatía
que nace y muere sin razón, tal vez.
Es lo que siento yo por vos señora,
más que interés y menos que amistad
falta para amistad vuestro cariño,
sobra para interés que os quiero ya.



Carolina Coronado

Nada resta de ti

-- de Carolina Coronado --

Nada resta de ti... Te hundió el abismo...
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.
Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
¡¡Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
es la maldad más grande de la suerte!!

Cádiz, 1848



Clemente Althaus

Idea de Dios

-- de Clemente Althaus --

Cual del náufrago el ánimo desmaya,
que en vano mueve la mirada y mano
en medio del vastísimo océano,
lejos del puerto y de la dulce playa;

Como el que imprime el pie del Himalaya
en la más alta cima, o Ande cano,
que sólo mira en torno el aire vano,
por más que lejos con la vista vaya;

o como aquel que al cielo remontado
navega el aire en volador navío,
que mira por do quier espacio inmenso;

así todo me abismo y anonado,
sin que te alcance a comprender, Dios mío,
cuando en tus altas perfecciones pienso.



Roque Dalton García

arte poética 1974

-- de Roque Dalton García --

Poesía
perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras.



Roque Dalton García

el cínico

-- de Roque Dalton García --

claro es que no tengo en las manos
el derecho a morirme
ni siquiera en las abandonadas tardes de los domingos.
Por otra parte se debe comprender que la muerte
es una manufactura inoficiosa
y que los suicidas
siempre tuvieron una mortal pereza
de sufrir.
Además, debo
la cuenta de la luz



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