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Se han encontrado 12 poemas con la palabra comen

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Alfonsina Storni

Dolor

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.

Poema Dolor de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

Dolor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grandes olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo se rompen las olas azules
Contra los granitos y no parpadear

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;

Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.

Poema Dolor (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Octavio Paz

en uxmal

-- de Octavio Paz --

1
la piedra de los días
el sol es tiempo;
el tiempo, sol de piedra;
la piedra, sangre.
2
Mediodía
la luz no parpadea,
el tiempo se vacía de minutos,
se ha detenido un pájaro en el aire.
3
Más tarde
se despeña la luz,
despiertan las columnas
y, sin moverse, bailan.
4
Pleno sol
la hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
5
Relieves
la lluvia, pie danzante y largo pelo,
el tobillo mordido por el rayo,
desciende acompañada de tambores:
abre los ojos el maíz, y crece.
6
Serpiente labrada sobre un muro
el muro al sol respira, vibra, ondula,
trozo de cielo vivo y tatuado:
el hombre bebe sol, es agua, es tierra.
Y sobre tanta vida la serpiente
que lleva una cabeza entre las fauces:
los dioses beben sangre, comen hombres.

Poema en uxmal de Octavio Paz con fondo de libro

Oliverio Girondo

alta noche

-- de Oliverio Girondo --

Alta noche
de vértices quemados
de subsueño de cauces de preausencia de huracanados rostrosque trasmigran
de complejos de niebla de gris sangre
de soterráneas ráfagas de ratas de trasfiebre invadida
con su animal doliente cabellera de líbido
su satélite angora
y sus ramos de sombras y su aliento que entrecorre las algas del pulsode lo inmóvil
desde otra arena oscura y otro ahora en los huesos
mientras las piedras comen su moho de anestesia y los dedos se apagany arrojan su ceniza
desde otra orilla prófuga y otras costas refluye a otro silencio
a otras huecas arterias
a otra grisura
refluye
y se desqueja



Pablo Neruda

soneto lxxvii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxvii
hoy es hoy con el peso de todo el tiempo ido,
con las alas de todo lo que será mañana,
hoy es el sur del mar, la vieja edad del agua
y la composición de un nuevo día.
A tu boca elevada a la luz o a la luna
se agregaron los pétalos de un día consumido,
y ayer viene trotando por su calle sombría
para que recordemos su rostro que se ha muerto.
Hoy, ayer y mañana se comen caminando,
consumimos un día como una vaca ardiente,
nuestro ganado espera con sus días contados,
pero en tu corazón el tiempo echó su harina,
mi amor construyó un horno con barro de temuco:
tú eres el pan de cada día para mi alma.



Pedro Antonio de Alarcón

Al vino «Abolengo» de las bodegas de Misa (Jerez)

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

¡Deténte Pasajero! Aquí reposa
el Adán de los vinos jerezanos,
padre de tantos ínclitos ancianos
como duermen en torno de su fosa.

¡Enterrado está el sol bajo esta losa!
Pero no se lo comen los gusanos,
sino que vida y alma los humanos
aun piden a su llama generosa.

«Abolengo» se llama aqueste vino,
y en cada gota concentrado encierra
de mil generaciones el destino...

Si las cuitas del mundo te hacen guerra,
cátalo media vez, ¡oh peregrino!
y jurarás que el cielo está en la tierra.



Mario Benedetti

ésta es mi casa

-- de Mario Benedetti --

No cabe duda. Esta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Esta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Esta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.
Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 52

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Lunes antes del alba començé mi camino,
fallé çerca el cornejo, do tajava un pino,
una serrana lerda, direvos que me avino,
coydos' casar conmigo como con su vesino.
Preguntome muchas cosas: coydos' que era pastor,
por oír de mal recabdo dexos' de su labor,
coydós' que me traía rodando en derredor.
Olvidose la fabla del buen consejador.
Que dise a su amigo, queriéndol' consejar:
non dexes lo ganado por lo que as de ganar:
si dexas lo que tienes por mintroso coydar,
non avrás lo que quieres, poderte has engañar.
De quanto que pasó fise un cantar serrano,
este de yuso escrito, que tienes so la mano:
façía tiempo muy fuerte, pero era verano,
pasé por la mañana el puerto por sosegar templano.
Lt;lt;lt;
índice de la obra
gt;gt;gt;



Julio Herrera Reissig

La siega

-- de Julio Herrera Reissig --

La mocedad que acude, briosa, de las campañas,
a los mutuos apremios, puja a las maravillas:
ellos, los mocetones torvos, con las guadañas,
y ellas con las tijeras fáciles, en cuclillas...

Unos apilan mieses, otros atan gavillas,
muchos juegan o comen tortas en las cabañas,
mientras el vecindario pobre de las orillas
espigaen los rastrojos mustios y entre las cañas.

Hacia la era, inválidos, bajo una gloria de oro,
vacilan los vehículos en su viaje sonoro...
Cien rapazuelos llueven ágiles sus guijarros,

en medio de estridentes júbilos de ludibrio,
y al fin, restableciendo todos el equilibrio,
fáciles sabandijas, cuélganse de los carros.



Julio Herrera Reissig

el almuerzo

-- de Julio Herrera Reissig --

Llovió. Trisca a lo lejos un sol convaleciente,
haciendo entre las piedras brotar una alimaña
y al son de los compactos resuellos del torrente,
con áspera sonrisa palpita la campaña...

Rumia en el precipicio una cabra pendiente;
una ternera rubia salta entre la maraña,
y el cielo campesino contempla ingenuamente
la arruga pensativa que tiene la montaña.

Sobre el tronco enastado de un abeto de nieve,
ha rato que se aman damócaris y hebe;
uno con su cayado reanima las pavesas,

otro distrae el ocio con pláticas sencillas...
Y de la misma hortera comen higos y fresas,
manjares que la dicha sazona en sus rodillas.



Julio Herrera Reissig

el guardabosque

-- de Julio Herrera Reissig --

La mesnada que aúlle o la sierpe se enrosque,
vela impávido, y sólo que un mal sueño lo exija,
suspicaz corno un gato, duérmese el guardabosque
con su brazo de almohada y el buen sol por cobija...

Él se mira en su selva como un padre en su hija.
Y aunque cruja la nieve y aunque el cielo se enfosque
la primera instantánea del oriente lo fija
como a un genio hierático, sacerdote del bosque.

Los domingos visita la cocina del noble,
y al entrar, en la puerta deja el palo de roble.
De jamón y pan duro y de lástimas toscas,

cuelga al hombro un surtido y echa a andar taciturno;
del cual comen, durante la semana, por turno
él, los gatos y el perro, la consorte y las moscas...



José Martí

isla famosa

-- de José Martí --

Isla famosa
aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
los vapores del mar la roca ciñen:
sacra angustia y horror mis ojos comen:
a qué, naturaleza embravecida,
a qué la estéril soledad en torno
¿de quién de ansia de amor rebosa y muere?
¿dónde, cristo sin cruz, los ojos pones?
¿dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
digna por fin de recibir mi frente?
¿en pro de quién derramaré mi vida?
rasgóse el velo; por un tajo ameno
de claro azul, como en sus lienzos abre
entre mazos de sombra díaz famoso,
el hombre triste de la roca mira
en lindo campo tropical, galanes
blancos, y venus negras, de unas flores
fétidas y fangosas coronados:
¡danzando van: a cada giro nuevo
bajo los muelles pies la tierra cede!
y cuando en ancho beso los gastados
labios sin lustre ya, trémulos juntan,
sáltanles de los labios agoreras
aves tintas en hiel, aves de muerte.



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