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Se han encontrado 42 poemas con la palabra combate

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Amado Nervo

perlas negras - yo también, cual los héroes medievales

-- de Amado Nervo --

Yo también, cual los héroes medievales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi dios, por mi patria y por mi dama!
hoy que dios ante mí su faz esconde,
que la patria me niega su ternura
de madre, y que a mi acento no responde
la voz angelical de la hermosura,
rendido bajo el peso del destino
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡quién me ame que me siga!
...Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese,
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad qu'en mi redor el ruido cese,
que la brisa noctívaga me bese
y el olvido me de su flor de loto...

Poema perlas negras - yo también, cual los héroes medievales de Amado Nervo con fondo de libro

Juan Nicasio Gallego

A Quintana por su oda al combate de Trafalgar

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Es la liar de Píndaro valiente
la que en mi oído atónito resuena,
a cuyo son sublime, que enajena,
las glorias canta de la griega gente?

No, que es del gran Quintana el plectro ardiente
que del nombre español el mundo llena:
a su voz brama el mar, el bronce truena
y el combate inmortal se ve patente.

Goza a par de los héroes que ensalzaste,
Píndaro nuevo, el lauro peregrino
con que sus sienes y la tuya ornaste;

pues al alto lugar que os da el destino,
si tú por sus hazañas le ganaste,
suben hoy por tu cántico divino.

Poema A Quintana por su oda al combate de Trafalgar de Juan Nicasio Gallego con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

La plegaria de una virgen

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Elena

Solitaria y temerosa
pobre nave desvalida,
vago en el mar de la vida
en combate desigual.
¿Porqué, oh cielo, me robaste
el dulce materno amparo?
¿Qué seré sin su amor caro
ante el recio vendaval?

Huérfana triste del mundo
en el piélago desierto,
¿quién en bonanza hacia el puerto
generoso me guiará?
¿Qué piloto entre las rocas
que oculta la mar traidora,
de su sana malhechora,
ay de mí, me salvará?

Si tú, cielo bondadoso,
me niegas la luz del día,
y ocultas en noche umbría
la estrella de salvación;
del desastroso naufragio
¿podré libertarme, ay triste,
cuando el escollo que existe
es mi propio corazón?

Oh destino, sé piadoso
con la pobre abandonada
que sin apoyo, confiada
se entrega a merced de ti.
De la tormenta bravía,
del escollo misterioso,
líbrame, cielo amoroso,
líbrame, cielo, de mí.

Poema La plegaria de una virgen de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Amado Nervo

a felipe ii

-- de Amado Nervo --

Para rafael delgado.
Ignoro qué corriente de ascetismo,
qué relación, qué afinidad impura
enlazó tu tristura y mi tristura
y adunó tu idealismo y mi idealismo.
Más sé por intuición que un astro mismo
ha presidido nuestra noche oscura,
y que en mí como en ti libra la altura
un combate fatal con el abismo.
¡Oh, rey; eres mi rey! hosco y sañudo
también soy; en un mar de arcano duelo
mí luminoso espíritu se pierde,
y escondo como tú, soberbio y mudo,
bajo el negro jubón de terciopelo,
el cáncer implacable que me muerde.



Jorge Riechmann

16

-- de Jorge Riechmann --

Los esclavos
según el muy sabio estagirita
herramientas que hablan
pero la historia no transcribe
ni una sola palabra
de su fuego mellado.
¿De qué color el grito de espartaco
el de euno de sicilia?
¿y cómo se llamaban aquéllas
de las que ni siquiera se conserva el nombre?
gladiador el combate está amañado
lo están todos los combates
salvo la vida o muerte
contra el poder de roma.



César Vallejo

Capitulación

-- de César Vallejo --

Anoche, unos abriles granas capitularon
ante mis mayos desarmados de juventud;
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.
Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.



Emilio Bobadilla

Combatiente empedernido

-- de Emilio Bobadilla --

Somos de pulpa y hueso, componentes bien frágiles,
y en atómico polvo al fin nos convertimos:
somos como los tigres, carnívoros y ágiles,
y nos vencen a ratos el amor y los mimos.

Y el hombre contra el hombre, su hermano, inventa medios
de destrucción: cañones, dinamita, fusiles...
Con que pone a su vida y su riqueza asedios,
a rendirse obligándole en condiciones viles.

Los placeres olvida; lo que su ingenio un día
creó de grande y noble, destruye convulsivo
en sus horas frenéticas de fiebre y anarquía.

¡Y su carne resiste sangrando y no se abate
y hasta en el mismo campo —su odio siempre vivo—
le sorprenden los siglos en el mismo combate!



Emilio Bobadilla

Después de la batalla (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

La batalla ha cesado; la noche hospitalaria
al través de la lluvia isócrona se alonga,
sobre la inmensa mancha de tierra visionaria
que el fúnebre silencio con su ritmo prolonga.

La luna va saliendo y en la ruta desierta
traza sobre los charcos trémulos arabescos
y como estatuas rotas, en un jardín, abierta
la boca, vénse mútilos cadáveres grotescos.

Los árboles proyectan siluetas inquietantes;
el camino se alarga reluciente, aguanoso,
con reflejos sutiles; lucecillas distantes,

y a lo lejos —muy lejos— resuena todavía,
escondido en el bosque el cañón fragoroso,
—estertor del combate en su horrenda agonía—.



Emilio Bobadilla

El combate de Ostende

-- de Emilio Bobadilla --

Tras de las dunas truenan los cañones teutones;
desde la mar la flota británica contesta;
vuelan hechos pedazos los pesados cañones
y el pueblo a defenderse hasta morir se apresta.

Llueven bombas del cielo, que lo destruyen todo;
la bulla de las armas y de los gritos rueda
sobre charcos de sangre, entre muertos y lodo,
en un aire mefíticio de asfixiante humareda.

La ciudad arde en llamas, los obuses retumban
y los diques se rompen y se anega la gente;
con horrísono estruendo las casas se derrumban,

las aguas por las calles hierven desaforadas
y corren por los campos, en éxodo doliente,
en busca de refugio, las turbas espantadas...



Emilio Bobadilla

La rendición de la flota

-- de Emilio Bobadilla --

Ante el inglés su formidable flota
desfila humildemente, sin enseña:
¡ni una protesta de sus labios brota,
ni una arruga en sus frentes se diseña!

De luchar hasta el fin ¿dónde está el voto?
Sombra de Nelson, sombra de Churruca,
¿concebís de rodillas al piloto
ni aún al rendirse, la razón caduca?

¡Oh vil caricatura del guerrero,
que por salvarse del honor prescinde
y a todo se doblega pordiosero!

Ya no armará con su marina cisco;
no es flota de combate que se rinde:
¡son carneros entrando en el aprisco!



Emilio Bobadilla

Milicias anónimas

-- de Emilio Bobadilla --

Anónimos soldados que moristeis
por odios y ambiciones batallando
y del hogar de súbito salisteis
vuestra familia en la orfandad dejando.

Del arma blanca al punjitivo ataque
sucumbisteis, cual corta las espigas
la hoz sin que la heroica muerte achaque
fuese a aplacar las furias enemigas.

¿Qué galardón la patria daros pudo
por vuestro arrojo, anónimas milicias,
en el combate horrísono y sañudo?

¿Qué fuisteis sino abono —esa es la guerra—,
abono de dolores e injusticias,
que nueva savia dieron a la tierra?



Octavio Paz

relámpago en reposo

-- de Octavio Paz --

Tendida,
piedra hecha de mediodía,
ojos entrecerrados donde el blanco azulea,
entornada sonrisa.
Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león.
Luego te tiendes,
delgada estría de lava en la roca,
rayo dormido.
Mientras duermes te acaricio y te pulo,
hacha esbelta,
flecha con que incendio la noche.
El mar combate allá lejos con espadas y plumas.



Pablo Neruda

casa

-- de Pablo Neruda --

Tal vez ésta es la casa en que viví
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.



Pablo Neruda

oda para planchar

-- de Pablo Neruda --

La poesía es blanca:
sale del agua envuelta en gotas,
se arruga, y se amontona,
hay que extender la piel de este planeta,
hay que planchar el mar de su blancura
y van y van las manos,
se alisan las sagradas superficies
y así se hacen las cosas:
las manos hacen cada día el mundo,
se une el fuego al acero,
llegan el lino, el lienzo y el tocuyo
del combate de las lavanderías
y nace de la luz una paloma:
la castidad regresa de la espuma.



Pablo Neruda

soneto xii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,
espeso aroma de algas, lodo y luz machacados,
qué oscura claridad se abre entre tus columnas?
qué antigua noche el hombre toca con sus sentidos?
ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.



Pablo Neruda

el daño

-- de Pablo Neruda --

Te he hecho daño, alma mía,
he desgarrado tu alma.
Entiéndeme.
Todos saben quién soy,
pero ese soy
es además un hombre
para ti.
En ti vacilo, caigo
y me levanto ardiendo.
Tú entre todos los seres
tienes derecho
a verme débil.
Y tu pequeña mano
de pan y de guitarra
debe tocar mi pecho
cuando sale al combate.
Por eso busco en ti la firme piedra.
Ásperas manos en tu sangre clavo
buscando tu firmeza
y la profundidad que necesito,
y si no encuentro
sino tu risa de metal, si no hallo
nada en qué sostener mis duros pasos,
adorada, recibe
mi tristeza y mi cólera,
mis manos enemigas
destruyéndote un poco
para que te levantes de la arcilla,
hecha de nuevo para mis combates.



Pablo Neruda

soneto lxxiv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxiv
el camino mojado por el agua de agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.



Juan Antonio Viedma

La fe

-- de Juan Antonio Viedma --

—Adios, el Rey á pelear me envía
Al África abrasada,
Si tu amor se opusiera, rompería
En tu reja mi espada.

—Vé á lidiar, pero lleva en el combate,
Como escudo sagrado
Del corazon leal que por mí late,
La cruz que yo he bordado.

—Por ella de los árabes infieles.
Como nupciales arras,
Yo te traeré marlotas y alquiceles
Y rotas cimitarras.

Adios, dijo la dama en triste queja,
Y adios el caballero;
Y bañando en sus lágrimas la reja.
Partir le vió ligero.



Gabriel Celaya

consejo mortal

-- de Gabriel Celaya --

Levanta tu edificio. Planta un árbol.
Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre!
mas no olvides al fin construir con tus triunfos
lo que más necesitas: una tumba, un refugio.
Gabriel celaya



Hernando de Acuña

Amor y un gran desdén, que le guerrea

-- de Hernando de Acuña --

Amor y un gran desdén, que le guerrea,
han ya venido a singular combate;
no hay quien entre ellos de concierto trate,
por do fuerza será que el fin se vea.

Mas mi razón vencida, que desea
que el fiero vencedor se desbarate,
para que tanto mal no se dilate,
de nuevo armada, en mi favor pelea.

Ya Amor con dos contrarios se congoja,
y en su poder, do tanto confiaba,
no se asegura ya ni se confía.

Del arco tiene ya la cuerda floja,
ya vuelve las saetas a su aljaba,
ya de mi libertad se acerca el día.



Hernando de Acuña

Con la razón en su verdad envuelta

-- de Hernando de Acuña --

Con la razón en su verdad envuelta
combate de atrevido mi querer,
armado de esperanza, y sin temer
que Amor le engañe o pueda dar la vuelta.

Acomete animoso a rienda suelta,
mi razón, débil contra tal poder,
resiste, mas en fin viene a perder,
y a parar en mi daño esta revuelta.

Que entonces sin sospecha, este cruel
de mí triunfa y sin temor se extiende,
viendo tan suya toda parte mía;

mas no me acaba, porque está con él
memoria de un gran bien, y me defiende
quien otras mil partes me ofendía.



Marilina Rébora

la música

-- de Marilina Rébora --

La música
dan ritmo a la faena los trozos musicales;
combate la tristeza la suave melodía;
cuando preocupaciones asedian, habituales,
cantares apaciguan la mente, todavía.
La música es así, remedio de los males,
inagotable fuente a escanciar cada día;
sosiego de palacios, templanza de arrabales,
y placidez del alma, armonizante guía.
Si acaso preguntaras, qué en la hora postrera
ansío oír de nuevo, mi gusto no vacila:
aurora, de panizza canción a la bandera,
y la muerte de isolda, el aria de dalila,
también de mefistófeles el dantesco monólogo
o el coro de los angeles, divinizando el prólogo.



Rosalía de Castro

Los que a través de sus lágrimas

-- de Rosalía de Castro --

I

Los que a través de sus lágrimas,
Sin esfuerzo ni violencia,
Abren paso en el alma afligida
Al nuevo placer que llega;

Los que tras de las fatigas
De una existencia azarosa,
Al dar término al rudo combate
Cogen larga cosecha de gloria;

Y, en fin, todos los dichosos,
Cuyo reino es de este mundo,
Y dudando ó creyendo en el otro
De la tierra se llevan los frutos;

¡Con qué tedio oyen el grito
Del que en vano ha querido y no pudo
Arrojar de sus hombros la carga
Pesada del infortunio!

— Cada cual en silencio devore
Sus penas y sus afanes
— Dicen — , que es de animosos y fuertes
El callar, y es la queja cobarde.



Miguel Hernández

18

-- de Miguel Hernández --

18
ya de su creación, tal vez, alhaja
algún sereno aparte campesino
el algarrobo, el haya, el roble, el pino
que ha de dar la materia de mi caja.
Ya, tal vez, la combate y trabaja
el talador con ímpetu asesino
y, tal vez, por la cuesta del camino
sangrando subre y resonando baja.
Ya, tal vez, la reduce a geometría,
a pliegos aplanados quien apresta
el último refugio a todo vivo.
Y cierta y sin tal vez, la tierra umbría
desde la eternidad está dispuesta
a recibir mi adiós definitivo.



Miguel Unamuno

Puesta de sol (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

¿Sabéis cuál es el más fiero tormento?
Es el de un orador volverse mudo;
el de un pintor, supremo en el desnudo,
temblón de mano; perder el talento

ante los necios, y es en el momento
en que el combate trábase más rudo,
solo hallarse sin lanza y sin escudo,
llenando al enemigo de contento.



Miguel Unamuno

Victoria!

-- de Miguel Unamuno --

«Adelante! que es vuestra la victoria!»
clamaba en el combate el buen caudillo
fingiendo la confianza obligatoria
mientras su pecho el ponderoso trillo

del tedio laceraba y á la gloria
sin creer en ella les llevó; el castillo
rindióse ante su empuje, y su memoria
brilla hoy de tal hazaña con el brillo.



Juan Gelman

nota xii

-- de Juan Gelman --

A manuel scorza
los sueños rotos por la realidad
los compañeros rotos por la realidad
los sueños de los compañeros rotos
¿están verdaderamente rotos perdidos nada
se pudren bajo tierra? ¿su rota luz
diseminada a pedacitos bajo tierra? ¿alguna vez
los pedacitos se van a juntar?
¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen?
y los pedacitos de los compañeros ¿alguna vez sejuntarán?
¿caminan bajo tierra para juntarse un día como dicemanuel? ¿se
juntarán un día?
de esos amados pedacitos está hecha nuestra concreta soledad
per dimos la suavidad de paco la tristeza de haroldo lalucidea de
rodolfo el coraje de tantos
ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país
hojitas caídas del fervor la esperanza la fe
pedacitos que fueron alegría combate confianza
en sueños sueños sueños sueños
y los pedacitos rotos del sueño ¿se juntaránalguna vez?
¿se juntarán algún día pedacitos?
¿están diciendo que los enganchemos al tejido delsueño general?
¿están diciendo que soñemos mejor?



Evaristo Carriego

Visiones del crepúsculo

-- de Evaristo Carriego --

Ya la tarde libra el combate postrero,
en las flechas de oro que lanza el ocaso,
y se va — como un príncipe, caballero
en el rojo corcel del Ocaso. —

Se ahonda el misterio de las lejanías,
misterio sombreado de tinte mortuorio,
y el barrio se puebla de las letanías
que llegan del negro, cercano velorio.

Empieza a caer la nieve... Dulcemente,
un rumor de canciones resuena
en el patio del conventillo de enfrente,
que, en ritmos alegres, oculta una pena...

Las mozas, dicen sus ansias juveniles...
— La salud se hizo canto en sus bocas,
como en una lira de cuerdas viriles
que guarda un deseo de imágenes locas:



Francisco de Quevedo

signifícase la propia brevedad de la vida

-- de Francisco de Quevedo --

Fue sueño ayer; mañana será tierra.
Poco antes, nada; y poco después, humo.
Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra.
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.



Francisco Sosa Escalante

Al Popocatepetl

-- de Francisco Sosa Escalante --

No te quiero pedir tu lava ardiente
Para inundar con ella la campiña,
Ni que tu aliento abrasador constriña
Al invasor á doblegar la frente.

Baste al Anáhuac el amor ferviente
De sus hijos mejores, cuando riña
En combate feral; su frente ciña
Del vencedor el lauro refulgente.

Gran Popocatepetl! si fiero estalla
De la guerra implacable el ronco estruendo,
Ilumina con tu lumbre la batalla;

Anuncie al mundo tu bramar horrendo
Que nadie al mexicano le avasalla,
Que su honra sabe defender muriendo.



Francisco Sosa Escalante

Cacama

-- de Francisco Sosa Escalante --

De Grecia y Roma los caudillos fieros
Que del tiempo á través admira el mundo,
Émulo en tí hallaron sin segundo,
De Anáhuac honra, y flor de sus guerreros.

Tu voz, aliento daba á los flecheros
En la sangrienta lid, y con profundo
Rencor, lanzaban al aliado inmundo
El dardo que embotaban los aceros.

Cautivo al verte tras feral combate,
Y atado sin piedad á la cadena,
No tu denuedo varonil se abate:

Desprecias el puñal, y con serena
Mirada, ves la muerte; ¡tu rescate!
¡Sola esperanza que tu pecho llena!



Francisco Sosa Escalante

Coanacoch

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh rey alcohuacano sin ventura,
Del infame Ixtlixochitl prisionero!
¿Por qué en las horas del combate fiero
Así te respetó la muerte dura?

Tu noble cuerpo, de infernal tortura
Libre quedara entónce hasta el postrero
Instante del vivir, y altivo, entero,
Defendieras la patria con bravura.

Heróicos hechos de eternal memoria
Hubieran señalado tu camino,
El libro enriqueciendo de tu historia!

No así lo quiso tu fatal destino;
Mas nada amengua tu brillante gloria
Y eterno luce tu blasón divino.



Francisco Sosa Escalante

Tetlepanquetzal

-- de Francisco Sosa Escalante --

Monarca de Tlacópam! no perdido
Quede tu nombre que esplendente brilla
De Anáhuac en los fastos, sin mancilla;
Salve tu gloria el implacable olvido.

Los hados fieros, por tu mal, vencido
Te dieron al soldado de Castilla;
Mas nada importa; sucumbir no humilla
Cual cae el roble por el rayo herido.

Al ver el suelo de la patria hollado,
Latió tu noble corazón ardiente
Y al combate corriste denodado.

Ciñó el martirio tu radiosa frente
Y tu nombre inmortal quedó grabado
De México en la historia refulgente.



Francisco Villaespesa

lucha

-- de Francisco Villaespesa --

A emilio fernández vaamonde
de la vida me lanzo en el combate
sin que me selle filiación alguna,
y atrás no he de volver, hasta que ate
a mi triunfante carro la fortuna!
contra mis enemigos, terco y rudo,
esgrimiré en la lid, que no me apoca,
por lanza mi razón y como escudo
mi carácter más firme que una roca!
ni el desengaño pertinaz me arredra,
ni ante los golpes del dolor me humillo:
¡la estatua surge de la tosca piedra
a fuerza de cincel y de martillo!
¡combatir es vivir!... La luz sublime
entre las sombras de la noche crece:
¡espada que en la lucha no se esgrime,
colgada en la panoplia se enmohece!
mi razón en peligros no repara.
O subir a la cúspide consigo,
o muero, sin volver atrás la cara,
despreciando, al caer, a mi enemigo!
ni la derrota en mi valor rehuyo...
Mas, antes de rendirme fatigado,
me encerraré en la torre de mi orgullo,
y en sus escombros moriré aplastado!...



José Lezama Lima

una batalla china

-- de José Lezama Lima --

Separados por la colina ondulante,
dos ejércitos enmascarados
lanzan interminables aleluyas de combate.
El jefe, en su tienda de campaña,
interpreta las ancestrales furias de su pueblo.
El otro, fijándose en la línea del río,
ve su sombra en otro cuerpo, desconociéndose.
Las músicas creciendo con la sangre
precipitan la marcha hacia la muerte.
Los dos ejércitos, como envueltos por las nubes,
se adormecen borrando los escarceos temporales.
Los dos jefes se han quedado como petrificados.
Después cuentan las sombras que huyeron del cuerpo,
cuentan los cuerpos que huyeron por el río.
Uno de los ejércitos logró mantener
unida su sombra con su cuerpo,
su cuerpo con la fugacidad del río.
El otro fue vencido por un inmenso desierto somnoliento.
Su jefe rinde su espada con orgullo.



José Martí

pomona

-- de José Martí --

Pomona
¡oh ritmo de la carne, oh melodía,
oh licor vigorante, oh filtro dulce
de la hechicera forma! ¡no hay milagro
en el cuento de lázaro, si cristo
llevó a su tumba una mujer hermosa!
¿qué soyquién es, sinomemnón en donde
toda la luz del universo canta,
y cauce humilde en el que van revueltas,
las eternas corrientes de la vida?
iba, como arroyuelo que cansado
de regar plantas ásperas fenece,
y, de amor por el noble sol, transido,
a su fuego con gozo se evapora:
iba,cual jarra que el licor ligero
hinche, sacude, en el fermento rompe.
Y en silenciosos hilos abandona:
iba,cual gladiador que sin combate
del incólume escudo ampara el rostro
y el cuerpo rinde en la ignorada arena.
... ¡Y súbito,las fuerzas juveniles
de un nuevo mar, el pecho rebosante
hinchan y embargan,el cansado brío
arde otra vez,y puebla el aire sano
música suave y blando olor de mieles!
porque a mis ojos los brazos olorosos
en armónico gesto alzó pomona.



Carlos Guido y Spano

Soneto at home

-- de Carlos Guido y Spano --

¡Hijos queridos! En la paz bendita
del heredado hogar hallad defensa
contra el violento entorno que nos tensa
contra el combate cruel que nos agita.

Como en vuestros abuelos se condensa
reconoced caballeresca cita
con la conciencia que a lo heroico invita
y rechazad vivir en la vergüenza.

Ejemplo es vuestra madre de la entrega.
Servid a los demás. Es su camino.
Intransitado y viejo al cielo llega.

Esto de mi docencia me imagino
que de un padre a sus hijos se trasiega:
que cada cual sea fiel a su destino.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Ramón López Velarde

A una pálida

-- de Ramón López Velarde --

Vos una claridad y yo una sombra

E. ROSTAND

Dama de las eternas palideces,
con tu mirar tranquilo me pareces,
irradiando destellos de pureza
el hada del país de la tristeza.

Eres la imagen del dolor que implora,
y por eso mi pecho que te adora,
al mirar tu expresión contemplativa
te juzga una madona pensativa.

Tú despertaste mi pasión temprana,
y de mi juventud en la mañana
como un ensueño bondadoso fuiste
regando flores en mi senda triste.

Únjame la caricia de tu mano
y tus ojos que buscan el arcano
báñenme con tu luz, mientras me abismo
en sueños de inefable misticismo.

Pero ¡ay! que no podrá mi idolatría
tener la suerte de llamarte mía,
y seguiré tu amor a los reflejos
de una esperanza que me mira lejos.

Mas nunca te daré la despedida,
que en el rudo combate de la vida
me quedará, si tu cariño pierdo,
la amorosa penumbra del recuerdo.



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



Ramón María del Valle Inclán

la trae un cuervo

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡tengo rota la vida! en el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que la obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?
¿dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?



Ramón María del Valle Inclán

rosa de llamas

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.

¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!

lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.



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