Buscar Poemas con Ciencia


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Amado Nervo

¡quién sabe por qué!

-- de Amado Nervo --

Perdí tu presencia,
pero la hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.
Tú fuiste en mi senda
la única prenda
que nunca busqué;
llegaste a mi tienda
con tu noble ofrenda,
¡quén sabe por qué!
¡ay!, por cuánta y cuánta
quimera he anhelado
que jamás logré...,
Y en cambio, a ti, santa,
dulce bien amado,
te encontré a mi lado,
¡quién sabe por qué!
viniste, me amaste;
diez años me amaste;
diez años llenaste
mi vida de fe,
de luz y de aroma;
en mi alma arrullaste
como una paloma,
¡quién sabe por qué!
y un día te fuiste:
¡ay triste!, ¡ay triste!;
pero te hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.

Poema ¡quién sabe por qué! de Amado Nervo con fondo de libro

Manuel del Palacio

El candidato

-- de Manuel del Palacio --

¡Miradle! De un jumento sobre el lomo
De recorrer acaba su distrito,
Donde al verle llegar, un solo grito
Ha rasgado los aires: — ¡ecce homo!

De un título conoce al mayordomo
Y le apoya el Gobierno por escrito;
Toda su ciencia es ciencia de garito
Con algunas nociones de hipodromo.

Mañana le vereis en la tribuna
Discutiendo las leyes ó el catastro,
Y aplaudireis su plática importuna.

Del cielo del poder vendrá á ser astro...
Y quizá si le ayuda la fortuna
Llegue á vender cerillas en el Rastro.

Poema El candidato de Manuel del Palacio con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Ahora en la dulce ciencia embebecido

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Ahora en la dulce ciencia embebecido
Ora en el uso de la ardiente espada,
Ahora esté la mano y el sentido
Puesto en seguir la caza levantada;

Ora el pesado cuerpo esté dormido,
Ahora el alma atenta y desvelada,
Siempre mi corazon tendrá esculpido
Tu sér y hermosura entretallada.

Entre gentes extrañas, do se encierra
El sol fuera del mundo y se desvia,
Viviré y moriré siempre desta arte.

En el mar y en el cielo y en la tierra
Contemplaré la gloria de aquel dia
Que mi vista te vió, y en toda parte.

Poema Ahora en la dulce ciencia embebecido de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Sombras románticas

-- de Emilio Bobadilla --

La metralla tudesca con deleite derriba
vetustas catedrales de histórica prosapia
y en su odio secreto, que la impotencia aviva,
—odio al sol porque brilla— no deja en pie una tapia.

Del fondo de tu ciencia aturdidora y burda,
famélicos parece que salen tus instintos,
y sin que nada —¡nada, ni el dolor!— les aturda,
a tu ciencia retornan en sangre humana tintos.

Ni el resplandor del arte con sus siglos de gloria
ataja la embestida de tu terrible ariete.
No hay lirismo, ni lágrimas, ni tradición, ni historia,

que a su empuje respeten tus falanges atlánticas...
¡Oh sombras venerables de Schiller y de Goethe,
llorad en vuestras viejas sepulturas románticas!



Gabriela Mistral

amo amor

-- de Gabriela Mistral --

anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrásque escuchar!
habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrásque hospedar!
gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrásque hospedar!
tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrásque creer!
te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso paraen morir!



Vicente Gallego

descabalada ciencia

-- de Vicente Gallego --

Descabalada ciencia misteriosa
nuestra felicidad:
esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu,
breve tregua del alma con los cielos azules
que fomentan acaso el inmortal anhelo
de una alada conciencia más allá de la muerte.
Dulce engaño del cuerpo que ha gozado
su alto vuelo de sal sobre otro cuerpo,
y ligero se siente, y sus alas procuran
espantar un instante su condición orgánica
para soñarse un día
corrompida la fruta
sabor agradecido, aroma al menos,
ingrávida memoria de la dicha
que es ahora en la tarde.
Parece hoy suficiente salvación
albergar la esperanza
de una muerte que sea duermevela,
cansancio vespertino en el verano
satisfecho y redondo de haber sido,
contemplativo exilio, amortiguado eco
lejano y cadencioso de nosotros.
Firmamento irisado de los días felices,
quién pudiera salvarte,
como imagen cumplida del trayecto,
en la hueca retina del no ser,
o siquiera preñar el negativo
estricto de la nada que seremos
con el polen de luz de esta alegría.



Manuel Reina

La Diana

-- de Manuel Reina --

(DE HEINE.)

Toca, toca el tambor y pierde el miedo,
y abraza a la preciosa cantinera;
éste es el gran sentido de los libros,
ésta es la ciencia.

¡Que tu tambor al mundo adormecido
de su sueño despierte!
¡Joven, toca con fuerza la diana!
¡Siempre adelante y a tambor batiente!

Ésta es de Hegel la profunda ciencia,
éste es el gran sentido de los libros.
Yo los he comprendido a maravilla;
soy buen tambor y aprovechado chico.



Francisco Sosa Escalante

A la ciencia (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo no te admiro, no, cuando la prora
Del hermoso bajel los mares hiende,
Ni cuando altiva y poderosa asciende
Las cumbres la veloz locomotora.

No ensalzo tu poder porque señora,
Eres del rayo que á tu voz desciende,
Ni me asombra saber cómo sorprende
Secretos, tu mirada indagadora.

Mas si del torpe error y la mentira
Tu luz al hombre por su bien redime
Y en la razon y en la verdad le inspira,

Entónces tu grandeza en mí se imprime,
Y el alma, ¡oh Ciencia! con fervor admira
Tu excelsa gloria y tu poder sublime.



Amado Nervo

metafisiqueos

-- de Amado Nervo --

¡de qué sirve al triste la filosofía!
kant o schopenhauer o nietzche o bergson...
¡Metafisiqueos!
entanto, ana mía,
te me has muerto, y yo no sé todavía
dónde ha de buscarte mi pobre razón.
¡Metafisiqueos, pura teoría!
¡nadie sabe nada de nada: mejor
que esa pobre ciencia confusa y vacía,
nos alumbra el alma, como luz del día,
el secreto instinto del eterno amor!
no ha de haber abismo que ese amor no ahonde,
y he de hallarte. ¿Dónde? ¡no me importadónde!
¿cuándo? no me importa..., ¡Pero te hallaré!
si pregunto a un sabio, ¡qué sé yo! , responde.
Si pregunto a mi alma, me dice: ¡yo sé!



Amado Nervo

restitución

-- de Amado Nervo --

¿encontrará la ciencia las almas de los muertos
un día, y a la angustia y el llanto que los van
buscando, del enigma por los limbos inciertos,
responderá la boca del abismo: aquí están ?
¿descubriremos ondas etéreas que transmitan
a los desaparecidos la voz de nuestro amor,
y habrá para lo que ellos decirnos necesitan
algún maravilloso y oculto receptor?
¡oh milagro, tu sola perspectiva nos pasma!
pero ¿qué hay imposible para la voluntad
del hombre, que a su antojo tenaz todo lo plasma?
¡ante el imperativo del genio, mi fantasma
tendrás que devolverme por fuerza, eternidad!



Amado Nervo

¡cuántos desiertos interiores!

-- de Amado Nervo --

¡cuántos desiertos interiores!
heme aquí joven, fuerte aún,
y con mi heredad ya sin flores.
Némesis sopló en mis alcores
con bocanadas de simún.
De un gran querer, noble y fecundo,
sólo una trenza me quedó...
¡Y un hueco más grande que el mundo!
obra fue todo de un segundo.
¿Volveré a amar? ¡pienso que no!
sólo una vez se ama en la vida
a una mujer como yo amé;
y si la lloramos perdida
queda el alma tan malherida
que dice a todo: ¡para qué!
su muerte fue mi premoriencia,
pues que su vida era razón
de ser de toda mi existencia.
Pensarla es ya mi sola ciencia...
¡Resignación! ¡resignación!



Amado Nervo

esperanza

-- de Amado Nervo --

¿y por qué no ha de ser verdad el alma?
¿qué trabajo le cuesta al dios que hila
el tul fosfóreo de las nebulosas
y que traza las tenues pinceladas
de luz de los cometas incansables
dar al espíritu inmortalidad?
¿es más incomprensible por ventura
renacer que nacer? ¿es más absurdo
seguir viviendo que el haber vivido,
ser invisible y subsistir, tal como
en redor nuestro laten y subsisten
innumerables formas, que la ciencia
sorprende a cada instante
con sus ojos de lince?
esperanza, pan nuestro cotidiano;
esperanza nodriza de los tristes;
murmúrame esas íntimas palabras
que en el silencio de la noche fingen,
en lo más escondido de mi mente,
cuchicheo de blancos serafines...
¿Verdad que he de encontrarme con mi muerta?
si lo sabes, ¿por qué no me lo dices?



Amós de Escalante

Medir mi pobre espíritu no sabe

-- de Amós de Escalante --

Medir mi pobre espíritu no sabe
la vasta inmensidad del cristal frío,
ni en el menguado pensamiento mío
¡oh mar! la suma de tus leyes cabe.

Ciencia no alcanzo que en mi mente grabe
de pueblos, nautas en tu azul bravío,
el nombre, historia, lengua y poderío,
su henchida vela y carenada trabe.

Ansia de contemplarte no vencida,
en lid sañuda o reposo inerte,
tráeme a tu ribera entristecida;

y halagan mi ilusión sin comprenderte
tus hondas voces, aye de la vida,
tu augusta paz, silencio de la muerte.



Lope de Vega

De vos se queja la pobreza humana

-- de Lope de Vega --

De vos se queja la pobreza humana,
Francisco, aunque conoce el santo celo,
que, desde que os subistes al Carmelo,
lloran por vos las puertas de Altozana.
Si de la vida activa, humilde y llana
a la contemplativa alzáis el vuelo,
vivid en Alcalá, mas quiere el Cielo
infundiros su ciencia soberana.
No son simpleza e ignorancia agravios,
para vuestras costumbres, de importancia,
si el Cielo purifica vuestros labios.
Pues sois de aquellos, para más ganancia,
por quien dijo Augustín que a los más sabios
le quita de las manos la ignorancia.



Lope de Vega

La santa Virgen, que en la sacra idea

-- de Lope de Vega --

La santa Virgen, que en la sacra idea
de Dios fue fabricada antes que el cielo,
del Verbo en carne original modelo,
que su estudio santísimo hermosea,
naciendo en la dichosa Galilea
fue cuadro celestial, en cuyo velo
de tela humana y de divino celo
Dios los pinceles de su ciencia emplea.
Lucas, gloria y honor de la pintura,
fue sólo digno de copiar un día,
con envidia del cielo su hermosura
¡Oh soberano Apeles de María,
pues retrató la virginal figura,
adonde Dios mostró lo que sabía.!



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Manuel del Palacio

A un crítico

-- de Manuel del Palacio --

Tu carta recibí, sabe Dios cuándo,
Y á entenderla llegué, sabe Dios cómo;
Me has dado un palizon de tomo y lomo
De esos que al más cerril dejan temblando.

¡Cuánto lo habrás venido meditando!
¡Qué estudiar en un tomo y otro tomo!
¡Qué fino aquello de llamarme romo,
Hipócrita, gandul y hasta nefando!

Sigue por esa senda; luce el brío;
Procura que la ciencia no te empache,
Y sángrala como se sangra un río.

¡No he de ser yo quien tus renglones tache;
Pero para otra vez, amigo mio,
No me escribas oróscopo sin hache!



Manuel del Palacio

La guerra de dos pueblos

-- de Manuel del Palacio --

Eran ayer hermanos: de la ciencia
Los dos propagadores se llamaban,
Y la industria y el arte cultivaban
Felices en la paz y la opulencia.
Un hombre, en hora de fatal demencia
Irritó sus pasiones que callaban,
Y hoy con mares de sangre quizá lavan
El impuro borron de su conciencia.
¡Madres! Mañana al despuntar la aurora
No busqueis del hogar en los confines
Al que vuestras venturas atesora.
¿El eco no escuchais de los clarines?
¡Tras ellos va la furia asoladora
De esta maldita raza de Caínes!



César Vallejo

encajes de fiebres

-- de César Vallejo --

Encajes de fiebre
por los cuadros de santos en el muro colgados
mis pupilas, arrastran un layl de anochecer;
y en un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
mi ser recibe vaga visita del noser:
una mosca llorona en los muebles cansados
yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
una ilusión de orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.
En un sillón antiguo sentado está mi padre.
Como una dolorosa, entra y sale mi madre:
y al verlos siento un algo que no, quiere partir...
Porque antes. De la oblea que es hostia, hecha de ciencia,
está la hostia, oblea hecha de providencia...
Y la visita nace, me ayuda a bienvivir...



César Vallejo

Encajes de fiebre

-- de César Vallejo --

Por los cuadros de santos en el muro colgados
mis pupilas, arrastran un ¡ay! de anochecer;
y én un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
mi ser recibe vaga visita del Noser:

Una mosca llorona en los muebles cansados
yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
una ilusión de Orientes que fugan asaltados;
un nido azul de alondras que mueren al nacer.
En un sillón antiguo sentado está mi padre.
Como una Dolorosa, entra y sale mi madre:
Y al verlos siento un algo que no quiere partir.

Porque antes. De la oblea que es hostia, hecha de Ciencia,
está la hostia, oblea hecha de Providencia.
Y la.Visita nace, me ayuda a bien vivir...



Diego de Torres Villarroel

ciencia de los cortesanos de este siglo

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bañarse con harina la melena,
ir enseñando a todos la camisa,
espada que no asuste y que dé risa,
su anillo, su reloj y su cadena;
hablar a todos con la faz serena,
besar los pies a misa doña luisa,
y asistir como cosa muy precisa
al pésame, al placer y enhorabuena;
estar enamorado de sí mismo,
mascullar una arieta en italiano
y bailar en francés tuerto o derecho;
con esto, y olvidar el catecismo,
cátate hecho y derecho cortesano,
mas llevárate el diablo dicho y hecho.



Diego de Torres Villarroel

pago que da el mundo a los poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

Dícese de quevedo que fue claro
y que en algunas coplas está obsceno;
góngora puede ser que fuese bueno,
pero ya sus comentos le hacen raro.
El calderón, que nos lo venden caro,
sólo de lo amatorio fue muy lleno
y nos dejó en lo cómico un veneno
que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de juan pérez fue abatida,
de solís intrincada. ¡Infeliz suerte,
oh ciencia pobre, facultad perdida!
¡mundo borracho, que al varón más fuerte
después de ajarlo miserable en vida
predicas estas honras en su muerte!



Emilio Bobadilla

Ciencias mal aplicadas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Vesánicos armados, perseguidos de orgullo,
de furia aniquilante, de afán de predominio;
que en compactas falanges, en infernal barullo,
sembráis con homicida fruición el exterminio!

¡A vuestro paso horrendo de llamas y de truenos,
desquícianse los templos y los bosques se incendian,
hordas que a los vencidos —ya en pedazos los frenos,—
en su inerme abandono, sin piedad vilipendian!

¡La química, la física, la náutica, los plomos,
los gases ahogativos... Segando en flor la vida,
han llenado los campos, los pueblos de eccehomos,

y los cielos azules, de siniestras auroras...!
¡Oh, ciencia prematura que has dado sin medida,
al hombre metafísico tus armas destructoras...!



Emilio Bobadilla

La poesía de la destrucción

-- de Emilio Bobadilla --

En el mar, bajo el mar, en los aires, por tierra,
los hombres se persiguen con leopardeña saña;
en el dolor unánime que derrama la guerra,
es hermano el alcázar de la humilde cabaña.

En el aire, aeroplanos; fuertes en la montaña;
trincheras en las lomas; cañones en la sierra;
en la vega, entre flores, la pérfida artimaña.
¡Todo lo que demuele y todo lo que aterra!

Cuanto forjó la industria, cuanto inquirió la ciencia
en el laboratorio merced a estudios sabios,
lo destruyen los hombres en su brutal demencia.

¡Y en los campos dolientes, de la cal de los huesos
brotarán nuevas rosas que mañana otros labios
colmarán, negligentes, de juveniles besos...!



Enrique González Martínez

porque ya mis tristezas...

-- de Enrique González Martínez --

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como enantes el pájaro y la estrella
(el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió),

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca. . .



Enrique Lihn

de todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

-- de Enrique Lihn --

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y ladesesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
recuerdo a un amigo de otros años él huía de nochede su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenadoen el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor porellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra delamanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.



Enrique Álvarez Henao

Gota de agua

-- de Enrique Álvarez Henao --

Penetra el viejo sabio al gabinete
a recordar su ciencia micrográfica,
y sobre el transparente porta-objeto
coloca una brillante gota de agua.

La somete al examen microscópico
y la escudriña con febril mirada,
y torna a ver lo que en antiguos tiempos:
monstruos enormes de figuras raras.

Y remira esa hambrienta turbamulta
de infusorios de formas tan fantásticas,
y ve que unos a otros se devoran
como en los mares de la especie humana.

Abandona de pronto el microsopio
y murmura, calándose las gafas:
¡ cuántos monstruos se irán también matando
ocultos en el fondo de una lágrima!...



Julián del Casal

paisaje espiritual

-- de Julián del Casal --

Perdió mi corazón el entusiasmo
al penetrar en la mundana liza,
cual la chispa al caer en la ceniza
pierde el ardor en fugitivo espasmo.
Sumergido en estúpido marasmo
mi pensamiento atónito agoniza
o, al revivir, mis fuerzas paraliza
mostrándome en la acción un vil sarcasmo.
Y aunque no endulcen mi infernal tormento
ni la pasión, ni el arte, ni la ciencia,
soporto los ultrajes de la suerte,
porque en mi alma desolada siento,
el hastío glacial de la existencia
y el horror infinito de la muerte.



Octavio Paz

la palabra dicha

-- de Octavio Paz --

La palabra se levanta
de la página escrita.
La palabra,
labrada estalactita,
grabada columna,
una a una letra a letra.
El eco se congela
en la página pétrea.
Ánima,
blanca como la página,
se levanta la palabra.
Anda
sobre un hilo tendido
del silencio al grito,
sobre el filo
del decir estricto.
El oído: nido
o laberinto del sonido.
Lo que dice no dice
lo que dice: ¿cómo se dice
lo que no dice?
di
tal vez es bestial la vestal.
Un grito
en un cráter extinto:
en otra galaxia
¿cómo se dice ataraxia?
lo que se dice se dice
al derecho y al revés.
Lamenta la mente
de menta demente:
cementerio es sementero,
simiente no miente.
Laberinto del oído,
lo que dices se desdice
del silencio al grito
desoído.
Inocencia y no ciencia:
para hablar aprende a callar.



Rafael Obligado

Basta y sobra

-- de Rafael Obligado --

¿Tú piensas que te quiero por hermosa,
Por tu dulce mirar,
Por tus mejillas de color de rosa?
Sí, por eso y por buena, nada más.

¿Que entregada á la música y las flores,
No aprendes á danzar?
Pues me alegra que lo ignores;
Yo te quiero por buena, nada más.

¿Que tu ignorancia raya en lo sublime,
De Atila y Gengis-Khan?
¡Qué muchacha tan ciega!... Pero, dime:
¿Si lo supieras, te querría más?

Bien se están con su ciencia los doctores:
La tuya es el hogar;
Los niños y la música y las flores,
Bastan y sobra para amarte más.



Pablo Neruda

el joven monarca

-- de Pablo Neruda --

Como continuación de lo leído y precedente de lapágina que sigue debo encaminar mi estrella al territorioamoroso.
Patria limitada por dos largos brazos cálidos, de largapasión paralela, y un sitio de oros defendidos por sistema ymatemática ciencia guerrera. Sí, quiero casarme con lamás bella de mandalay, quiero encomendar mi envoltura terrestrea ese ruido de la mujer cocinando, a ese aleteo de falda y pie desnudoque se mueven y mezclan como viento y hojas.
Amor de niña de pie pequeño y gran cigarro, flores deámbar en el puro y cilíndrico peinado, y de andar enpeligro, como un lirio de pesada cabeza, de gruesa consistencia.
Y mi esposa a mi orilla, al lado de mi rumor tan venido de lejos, miesposa birmana, hija del rey.
Su enrollado cabello negro entonces beso, y su pie dulce y perpetuo: yacercada ya la noche, desencadenado su molino, escucho a mi tigre ylloro a mi ausente.



Pedro Calderón de la Barca

Del rey

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Viendo estoy mis imperios dilatados,
mi majestad mi gloria, mi grandeza,
en cuya variedad naturaleza
perfeccionó de espacios sus cuidados.

Alcázares poseo levantados,
mi vasalla ha nacido la belleza.
La humildad de unos, de otros la riqueza,
triunfo son al arbitrio de los hados.

Para regir tan desigual, tan fuerte
monstruo de muchos cuellos, me concedan
los cielos atenciones más felices.

Ciencia me den con que a regir acierte,
que es imposible que domarse puedan
con un yugo no más tantas cervices.



José María Gabriel y Galán

A un sabio

-- de José María Gabriel y Galán --

Tú de la ciencia a la región te alzaste
y sus hondos arcanos descubriste:
te contemplaste grande y te engreíste;
viste más grande a Dios... ¡Y lo negaste!

Dios las alas te dio con que volaste
y otro Dios, cual Luzbel, tú le creíste...
Para ser de Luzbel ¡cuánto ganaste!
Mas para ser de Dios ¡cuánto perdiste!

Dime ioh sabio! que buscas con desvelo
la necia palma de la humana gloria
en la mísera vida de este suelo:

¿Cuál será de las dos mayor victoria,
Conquistar un aplauso de la Historia
O conquistar la eternidad del Cielo?



Juan Bautista Arriaza

mis deseos

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.
Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?
yo sólo pido al todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:
un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones.



Juan Bautista Arriaza

Mis deseos (Arriaza)

-- de Juan Bautista Arriaza --

Si Dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.

Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿Mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?

Yo sólo pido al Todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:

un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones.



Juan Boscán

Como el triste que a muerte está juzgado

-- de Juan Boscán --

SONETO CVIII

Como el triste que a muerte está juzgado,
y de esto es sabidor de cierta ciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndose al morir determinado.

Tras esto dícenle que es perdonado,
y estando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:

así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento

me da seguridad de algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.



Fray Luis de León

Al salir de la prisión

-- de Fray Luis de León --

De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.



Fray Luis de León

Preguntas de amor

-- de Fray Luis de León --

Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura,
sin que comiendo dél se nos acabe?
Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe?
¿Cómo de sólo pan tiene figura?

Si pan, ¿cómo le adora la criatura?
Si Dios, ¿cómo en tan chico espacio cabe?
Si pan, ¿cómo por ciencia no se sabe?
Si Dios, ¿cómo le come su hechura?

Si pan, ¿cómo nos harta siendo poco?
Si Dios, ¿cómo puede ser partido?
Si pan, ¿cómo en el alma hace tanto?

Si Dios, ¿cómo le miro y le toco?
Si pan, ¿cómo del cielo ha descendido?
Si Dios, ¿cómo no muero yo de espanto?



Gaspar María de Nava Álvarez

Situación inalterable del justo

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Al ambicioso aterran los cuidados
de ser entre los hombres el primero.
Al avaro la sed del vil dinero,
cercado de temor por todos lados.

Al jugador la suerte de los dados,
de los dañosos naipes y el tablero.
Al soberbio le ahoga su ardor fiero.
Al lascivo deseos no arreglados.

A éstos destruye la voraz conciencia,
poniendo los delitos por delante,
y dándoles pesar con su presencia.

Mas el justo, sereno su semblante,
sabe la grande indubitable ciencia
de no temer a nadie ni un instante.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima iv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!



Idea Vilariño

ya en la desnudez total

-- de Idea Vilariño --

Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.

La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.

Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.

Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.

Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.



Tomás de Iriarte

El que de su quietud tanto se olvida

-- de Tomás de Iriarte --

El que de su quietud tanto se olvida,
que entrega a bravo mar frágil navío;
el que en la guerra, por mostrar su brío,
pone contra mil balas una vida;

quien todo su caudal de un lance envida;
quien no esgrime, y se arriesga a un desafío;
quien se opone al capricho, o al desvío
de una mujer hermosa y presumida;

el que sube a una cátedra sin ciencia,
y el que al púlpito saca sus sermones,
fundando en su memoria su elocuencia,

todos ellos de ti tomen lecciones
en materia de arrojo y de imprudencia;
pues al Teatro das composiciones.



Tomás de Iriarte

Lamiendo reconoce el beneficio

-- de Tomás de Iriarte --

Lamiendo reconoce el beneficio
el can más fiero al hombre que le halaga.
Yo, escritor, me desvelo por quien paga
o tarde, o mal, o nunca el buen servicio.

La envidia, la calumnia, el artificio,
cuya influencia vil todo lo estraga,
con más rabiosos dientes abren llaga
en quien abraza el literato oficio.

Así la fuerza corporal padece,
falta paciencia, el ánimo decae;
poca es la gloria, mucha la modestia.

El libro vive, y el autor perece.
Y ¿amar la ciencia tal provecho trae?
Pues doy gusto a Forner, y me hago bestia.



Vicente Wenceslao Querol

El genio (Querol)

-- de Vicente Wenceslao Querol --

«Quien coja audaz el fruto de la ciencia
perderá el Paraíso.»
Tal fue del cielo eterna la sentencia.
¡Ay!, ¡infeliz de aquel a quien consume
la llama de su genio! ¡Ay de quien quiso
ceñir laurel amargo y sin perfume!
Que hoy no evita la frente que lo lleva,
cual otro tiempo, el rayo; hoy es la fama
un crimen: ¡ay del que a su altar se atreva!
Quien roba el fuego a Dios, gime protervo
atado a estéril roca: en él se ceba,
buitre voraz, el infortunio acerbo.
¡Funesto don! ¡Llorad los que en el alma
ansia sentís de tan fugaz victoria!
Cuerdos los hombres dieron igual palma,
que al martirio, a la gloria.



Antonio Machado

Glosa

-- de Antonio Machado --

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir. ¡Gran cantar!
Entre los poetas míos
tiene Manrique un altar.
Dulce goce de vivir:
mala ciencia del pasar,
ciego huir a la mar.
Tras el pavor de morir
está el placer de llegar.
¡Gran placer!
Mas ¿y el horror de volver?
¡Gran pesar!



Antonio Machado

La noria

-- de Antonio Machado --

La tarde caía
triste y polvorienta.
El agua cantaba
su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
Soñaba la mula,
¡pobre mula vieja!,
al compás de la sombra
que en el agua suena.
La tarde caía
triste y polvorienta.
Yo no sé qué noble,
divino poeta,
unió a la amargura
de la eterna rueda
la dulce armonía
del agua que sueña,
y vendó tus ojos,
¡pobre mula vieja!...
Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia.



Marilina Rébora

espejos

-- de Marilina Rébora --

Espejos
mírate en el espejo que tu imagen proyecta,
esperando un instante a que se muestre clara;
verás, a pesar tuyo, la figura imperfecta
y las desarmonías patentes de la cara.
Sin contemplarte pues como estampa dilecta,
en tus propios defectos, exhaustiva, repara,
para reconocer por fin lo que te afecta
como quien llanamente una verdad declara.
A lo real concorde y en idéntico modo
habrás de examinar prolija tu conciencia:
sentimientos, virtudes, pasiones sobre todo;
comprobarás errores y lagunas de olvidos,
mas para tu consuelo que es también una ciencia
piensa que dios se vale de los arrepentidos.



Rosalía de Castro

Desde los cuatro puntos cardinales

-- de Rosalía de Castro --

Desde los cuatro puntos cardinales
De nuestro buen planeta
— Joven, pese a sus múltiples arrugas —
Miles de inteligencias
Poderosas y activas,
Para ensanchar los campos de la ciencia,
Tan vastos ya que la razón se pierde
En sus frondas inmensas,
Acuden a la cita que el Progreso
Les da desde su templo de cien puertas.

Obreros incansables, ¡yo os saludo!
Llena de asombro y de respeto llena,
Viendo cómo la Fe que guió un día
Hacia el desierto al santo anacoreta,
Hoy con la misma venda transparente
Hasta el umbral de lo imposible os lleva.
¡Esperad y creed!, crea el que cree,
Y ama con doble ardor aquel que espera.



Rosalía de Castro

Tú para mí, yo para ti, bien mío

-- de Rosalía de Castro --

I

Tú para mí, yo para ti, bien mío
— Murmurabais los dos —;
«Es el amor la esencia de la vida,
No hay vida sin amor.»

¡Qué tiempo aquel de alegres armonías!..
¡Qué albos rayos de sol!...
¡Qué tibias noches de susurros llenas,
Qué horas de bendición!

¡Qué aroma, qué perfumes, qué belleza
En cuanto Dios crió,
Y cómo entre sonrisas murmurabais:
«No hay vida sin amor.»

II

Después, cual lampo fugitivo y leve,
Como soplo veloz,
Pasó el amor..., La ciencia de la vida...
Mas... Aun vivís los dos.



Mauricio Bacarisse

Junio

-- de Mauricio Bacarisse --

¡Bajo el cangrejo de estrellas se extasiarán las llanuras!
Hacen fecundas promesas a las campiñas los soles;
en los sidéreos trigales lucen espigas maduras
y en el agro hay una roja constelación de ababoles.

El guadañil que hace siega en matemáticas puras,
como Copérnico o Newton igual que dos girasoles
dirigirá sus pupilas hacia algebraicas lecturas
en los cielos recamados que giran cual facistoles.

Todo el misterio de Eleusis ondula en los amarillos
campos humildes al son de albogues y caramillos;
modulaciones gozosas de un hierofante jocundo.

Una oración balbucean los tartamudos cuclillos
y anaxagóricamente la glosan múltiples grillos...
¡Pasa un deleite de ciencia por la vagina del mundo!



Medardo Ángel Silva

El viajero y la sombra

-- de Medardo Ángel Silva --

A los que hemos mirado –en una noche horrenda–
a nuestra cabecera la faz de la Ignorancia,
puesto que comprendimos, se nos cayó la venda
y tenemos la ciencia de la sonrisa helada.

Y vimos –presentimos más– la cosa estupenda
y la tiniebla en que se hundirá nuestra nada
y la noche absoluta en la perdida senda
sin amores, sin albas, sin fin de la jornada.

No obstante, cautelosos, en nuestra ceguedad,
vamos hacia la fuente de Piedad y Verdad...
¡Pero el mayor suplicio es ignorar el puerto

y, en la tormenta hostil que nuestro sueño enluta,
al ser como un navío, cuyo piloto muerto
y aferrado al timón, no puede darle ruta!



Meira Delmar

regresos

-- de Meira Delmar --

Quiero volver a la que un día
llamamos todos nuestra casa.
Subir las viejas escaleras,
abrir las puertas, las ventanas.
Quiero quedarme un rato, un rato
oyendo aquella misma lluvia
que nunca supe a ciencia cierta
si era de agua o si era música.
Quiero salir a los balcones
donde una niña se asomaba
a ver llegar las golondrinas
que con diciembre regresaban.
Tal vez la encuentre todavía
fijos los ojos en el tiempo,
con una llama de distancias
en la pequeña frente ardiendo.
Quiero cruzar el patio tibio
de sol y rosas y cigarras.
Tocar los muros encalados,
el eco ausente de las jaulas.
Acaso aún estén volando
en torno suyo las palomas,
y me señalen el camino
que va borrándose en la sombra.
Quiero saber si lo que busco
queda en el sueño o en la infancia.
Que voy perdido y he de hallarme
en otro sitio, rostro y alma.
!--Img



Miguel Unamuno

Aprensiones

-- de Miguel Unamuno --

— Me duele el corazón!

— Pero le tienes?

— Sólo sé que me duele...

— Por carencia.

— Puede ser, mas le siento...

— Si, en las sienes!

— Bien, sufriré en silencio y con paciencia!

— Mira, pues que á razones no te avienes,
ni caso haces alguno de la ciencia,



Miguel Unamuno

Don Juan de las ideas

-- de Miguel Unamuno --

Don Juan de las ideas que cortejas
todas las teorías, libertino
del pensamiento, eterno peregrino
del ansia de saber, sé que te quejas

de hastío de inquirir y que aconsejas
á los mozos que dejen el camino
de la ciencia y encierren su destino
de la santa ignorancia tras las rejas.



Miguel Unamuno

Felix culpa

-- de Miguel Unamuno --

De fruta henchido el árbol de la vida
yérguese enfrente al árbol de la ciencia
lleno de flores de aromosa esencia
por Dios á nuestros padres prohibida.

Mas el provecho por el goce olvida
la mujer, y abusando de inocencia
al hombre da —feliz desobediencia!—
flor de saber que á más saber convida.



Miguel Unamuno

Razón y fe

-- de Miguel Unamuno --

Levanta de la fé el blanco estandarte
sobre el polvo que cubre la batalla
mientras la ciencia parlotea, y calla
y oye sabiduría y obra el arte.

Hay que vivir y fuerza es esforzarte
á pelear contra la vil canalla
que se anima al restalle de la tralla
y ¡hay que morir! exclama. Pon tu parte



Miguel Unamuno

Tus ojos son los de tu madre

-- de Miguel Unamuno --

Tus ojos son los de tu madre, claros,
antes de concebirte, sin el fuego
de la ciencia del mal, en el sosiego
del virgíneo candor; ojos no avaros

de su luz dulce, dos mellizos faros
que nos regalan su mirar cual riego
de paz, y á los que el alma entrego
sin recelar tropiezo. Son ya raros



Julio Arboleda

Infeliz del que busca

-- de Julio Arboleda --

El infeliz del que busca en la apariencia
la dicha y en la efímera alabanza,
y muda de opinión con la mudanza
de la versátil pública conciencia!

El presente es su sola providencia;
cede al soplo del viento que le lanza
al bien sin fe y al mal sin esperanza;
que en errar con el mundo está su ciencia.

¡Y feliz el varón independiente
que, libre de mundana servidumbre,
aspira entre dolor y pesadumbre

A la eterna verdad, no a la presente,
conociendo que el mundo y sus verdades
son sólo vanidad de vanidades!



Julio Arboleda

Resto del bosque inmemorial

-- de Julio Arboleda --

Resto del bosque inmemorial; testigo
de mil y unicazos que la ciencia ignora,
roble imperial de bóveda sonora,
tiende en la plaza su ondulante abrigo.

En rumorosas pláticas consigo
sus muertas hojarascas rememora:
¡cuánta fugaz generación canora
labró colonias en su techo amigo!

Pasaron esos nidos y esas aves;
vinieron otras aves y otros nidos
y otras hojas y cantigas suaves;

y en los gajos del céfiro mecidos,
vagar parecen con cadencias graves
ecos dolientes de los tiempos idos.



Julio Herrera Reissig

La escuela (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo su banderola pertinente, la escuela
bate con aleluyas de gorrión lugareño;
y chatos de modorra, endosados a un leño,
unos tristes jamelgos dicen de la clientela...

Desde el pupitre, rígido el preceptor recela
por el decoro unánime... Mas, estéril empeño,
amasando el «morrongo» cabecea su sueño,
lo que escurre conatos sordos de francachela.

Entona su didáctica de espesas digestiones,
a cada rato un riego enorme de oraciones...
Aunque, a decir lo justo, su ciencia es harto exigua;

la palmeta y la barba le hacen expeditivo...
Y entre la grey atónita, dómine equitativo,
rebaña su mirada llena de luz antigua.



Julio Herrera Reissig

panteo

-- de Julio Herrera Reissig --

Sobre el césped mullido que prodiga su alfombra,
job, el mago de acento bronco y de ciencia grave,
vincula a las eternas maravillas su clave,
interroga a los astros y en voz alta les nombra...

Él discurre sus signos... Él exulta y se asombra
al sentir en la frente como el beso de un ave,
pues los astros le inspiran con su aliento suave,
y en perplejas quietudes se hipnotiza de sombra.

Todo lo insufla. Todo lo desvanece: el hondo
silencio azul, el bosque, la inmensidad sin fondo...
Transubstanciado él siente como que no es el mismo,

y se abraza a la tierra con arrobo profundo...
Cuando un grito, de pronto, estremece el abismo:
¡y es que job ha escuchado el latido del mundo!



Julio Herrera Reissig

la escuela

-- de Julio Herrera Reissig --

Bajo su banderola pertinente, la escuela
bate con aleluyas de gorrión lugareño;
y chatos de modorra, endosados a un leño,
unos tristes jamelgos dicen de la clientela...

Desde el pupitre, rígido el preceptor recela
por el decoro unánime... Mas, estéril empeño,
amasando el «morrongo» cabecea su sueño,
lo que escurre conatos sordos de francachela.

Entona su didáctica de espesas digestiones,
a cada rato un riego enorme de oraciones...
Aunque, a decir lo justo, su ciencia es harto exigua;

la palmeta y la barba le hacen expeditivo...
Y entre la grey atónita, dómine equitativo,
rebaña su mirada llena de luz antigua.



Julio Herrera Reissig

la cátedra

-- de Julio Herrera Reissig --

De pie, entre sus discípulos y las torvas montañas,
el astrónomo enuncia todo un óleo erudito.
Él explica el pentagrama del arcano infinito,
el amor de los mundos y las fuerzas extrañas...

Con preguntas que inspiran las nocturnas campañas,
lo sumerge en hipótesis el pastor favorito.
El misterio, y de nuevo, en un gesto inaudito,
lo absoluto discurre por sus barbas hurañas.

De pronto, suda y tiembla, pálido ante el enigma...
El eco que traduce una burla de estigma,
le sugiere la estéril vanidad de su ciencia.

Su voz, como una piedra, tumba en la inmensa hora..
Arrodíllase, y sobre su contrita insolencia
guiña la eterna y muda comba interrogadora.



Federico García Lorca

llagas de amor

-- de Federico García Lorca --

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.
Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.
Y aunque busco la cumbre de prudencia,
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

Casida de la rosa

-- de Federico García Lorca --

La rosa
no buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño
buscaba otra cosa.

La rosa
no buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo
¡buscaba otra cosa!



Francisco Sosa Escalante

Al mar (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Tú en realidad tornaste los ardientes
Ensueños de Colon embriagadores,
Cuando del génio un dia á los fulgores
Sus naves entregaba á tus corrientes.

Tú eres lazo de unión: los Continentes
De fuerza y esplendor te son deudores,
Y la Ciencia por tí sus resplandores
En dos mundos derrama indeficientes.

Canten otros tus negras tempestades
Y teman tu furor: yo me extasío
Cruzando tus inmensas soledades.

Ya te ostentes en calma, ó ya bravío,
Grande ¡oh mar! á través de las edades
Te admira absorto el pensamiento mío.



Francisco Sosa Escalante

El niño enfermo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh santa, maternal Naturaleza!
Cuál pregonas doquier, que desde el cielo
Sus leyes dicta Dios, y que es el suelo
Revelacion no más de su grandeza!

¿Quién, sino tú, concede fortaleza
En negras horas de incesante anhelo,
A la madre infeliz que al pequeñuelo
Postrado mira con mortal tristeza?

Oh! no es la ciencia, no, la vencedora
De la fiebre voraz que al niño aqueja
Y su cándida frente descolora:

Es Dios que escucha con piedad la queja
De madre tierna que con fé le implora
Y es solo Dios el que á la Parca aleja.



Francisco Sosa Escalante

En la muerte de Francisco Gómez del Palacio

-- de Francisco Sosa Escalante --

De sacra libertad en los altares,
Constante y fuerte consagró su vida
De su patria al honor, que fué su egida
En las horas de dicha, en los pesares.

Patria y Ciencia por dioses tutelares
Tuvo su heróica fé, siempre encendida
En ese santo amor que no se olvida
A despecho del tiempo y sus azares.

El, de las leyes el recinto augusto
Con noble acento varonil llenaba,
En defensa del débil, de lo justo;

Y si la lira de marfil pulsaba
¡Qué tierno su cantar! ¡qué excelso gusto
En su verso magnifico mostraba!



Francisco Sosa Escalante

La escuela (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Oid! en dulce y argentino coro
Parece que se elevan á la altura
Palabras mil y mil que el onda pura
Lleva en sus alas con rumor sonoro.

Los niños allí están; allí el tesoro
Se encierra ¡oh patria! que en edad futura
Formará tu grandeza y tu ventura
Y la prenda será de tu decoro,

¡Bendito el templo do la Ciencia ofrece
Al niño, con amor, sus ricos dones,
Y la razón sublime resplandece!

Funda en la Escuela, Anáhuac, tus blasones,
Que solo al pueblo do el saber florece
Contemplan con respeto las naciones.



José Martí

es verdad...

-- de José Martí --

Es verdad. Si la máscara discreta
oculta su tormento al corazón:
nadie sabe el abismo que el poeta
en los dinteles de la vida vio.
De verde fue, magnifico y sencillo
a un suave amor su cuerpo sacudir,
y tenderse, cruzado pajecillo,
como en un nido fresco un colibrí.
De verle fue, con férvida elocuencia,
ruiseñor vocinglero, arrebatar
y luego, junto al libro de la ciencia,
¡perdonar, sonreír, aletear!
fue la pública fama su riqueza,
un martirio celeste su blasón,
y más que oro brillaba su pureza
a la luz de aquel sol que es más que sol.
Dicen que la malvada baila en fiestas
y en calma escucha el sueño de macbeth;
dicen que rompe al son de las orquestas
su corona primera de mujer:
crece a la par de la gentil doncella
el árbol puro del primer amor:
pero, sépalo al fin la infame aquella:
la pureza no da más que una flor.
El pobre mozo, los heroicos labios
pliega, como quien quiere sonreír
y en pie, volviendo a sus infolios sabios
¡adiós! llorando dice al mes de abril.



Blanca Andreu

y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones

-- de Blanca Andreu --

i
pues la encina, ¿qué sabría
de la muerte sin mí?
claudio rodríguez
y corría la sangre como una estatua rota por las habitaciones
mientras aullaban los príncipes sapos y los armiños se escondían entre el trigo
y corría la sangre como una estatua rota en el oro del musgo y de la nieve
y potros como pajes delgadísimos se quemaban sobre la tierra espesa
y el unicornio joven hablaba de arte y prefería a tiépolo y todo era pálido y cortés
y corría la sangre más niña sobre cabalgaduras encendidas
y los dulces lebreles inventaban el fuego pulsando caza calcinada, ardor y soledad.
Se tiñeron los muros de cárdeno cruel, las murallas del mundo de un rojo que no existe,
y caían mis manos como presas y víctimas,
sollozaban por ellas los topos en mística ceguera y los lagartos.
Y fue la sangre pureza potencial,
dolor, ciencia y heráldica violenta
mientras las águilas dormían la primavera lejana.



Carlos Pellicer

recinto III

-- de Carlos Pellicer --

xiv
cuando mis fuertes brazos te reciban,
las voces de la ausencia, dulcemente
contarán nuestros ocios dos caminos
sin nadie, con los dos el nunca y siempre.
Y la pareja de palabras lía
a profunda unidad. Y tanta cifra
se reduce a la orilla del encuentro
con azoro de ser la poesía.
Ya no sé caminar sino hacia ti.
La rosa de caminos de tu ausencia
alerta en mí el aroma del retorno
y la palabra oculta de su ciencia.
Oigo mi nombre en ti, soy tu presencia.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad vii

-- de Claudio Rodríguez --

vii
¡sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!
ritual arador en plena madre
y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabías?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otros dones
que remover, la grama por debajo
cuando no una cosecha malograda.
¡Arboles de ribera lavapájaros!
en la ropa tendida de la nieve
queda pureza por lavar. ¡Ovarios
trémulos! yo no alcanzo lo que basta,
lo indispensable para mis dos manos.
Antes irá su lunación ardiendo,
humilde como el heno en un establo.
Si nos oyeran...Pero ya es lo mismo.
¿Quién ha escogido a este arador, clavado
por ebria sembradura, pan caliente
de citas, surco a surco y grano a grano?
abandonado así a complicidades
de primavera y horno, a un legendario
don, y la altanería de mi caza
librando esgrima en pura señal de astros...
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!



Clemente Althaus

A la naturaleza

-- de Clemente Althaus --

Que fiel logre mi verso retratarte
consiénteme, inmortal Naturaleza,
tú que de la verdad y la belleza
eres madre en la ciencia y en el arte.

Por poco que el mortal de ti se aparte,
en su profunda ceguedad tropieza;
mas, nunca escarmentada su flaqueza,
no cesa en todo tiempo de dejarte.

¡Cuántos vanos errores a porfía
reinar ves en tus locas criaturas,
muertos y renacientes cada día!

Pasan ellos: tú sola eterna duras,
siempre brindando al Arte y a Sofía
de belleza y verdad las fuentes puras.



Clemente Zenea

Experiencia

-- de Clemente Zenea --

Poem

Experiencia

Pasaron ¡ay! pasaron las épocas del verso; y la Deidad del canto se remontó a los cielos.

No ya por producirse mis locos pensamientos, del arte y de la ciencia quebrantan los preceptos;

no ya como otros días a toda vela llevo, por ignorados mares mi débil barquichuelo;

no ya tras una sombra me lanzo aventurero, ya sé lo que es naufragio y el ancla eché en el puerto.



Ramón María del Valle Inclán

asterisco

-- de Ramón María del Valle Inclán --

1qué linda es la dueña! ¡qué hermoso gracejo!
¡cómo se divierte, sola, ante el espejo!
la mosca que vuela, busca en el reflejo
del cristal, la mano puesta en circunflejo.

Atentos los verdes ojos de adivina,
suspensa en el aire la mano felina,
lo que atrás le queda, delante imagina.
Viéndola, se entiende mejor la doctrina

de platón. La bella busca en las figuras
falsas de la luz, claridades puras.
Ciencia cabalística dicta sus posturas.

Quieta y sibilina, mirando al cristal,
la mano suspensa para obrar el mal,
sobre la consola invoca a belial.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de mi abril

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Fui por el mar de las sirenas
como antaño rudel de blaya,
y ellas me echaron las cadenas
sonoras de la ciencia gaya.

¡Divina tristeza, fragante
de amor y dolor! ¡dulce espina!
¡soneto que hace el estudiante
a los ojos de una vecina!

la vecina que en su ventana
suspiraba de amor. Aquella
dulce niña, que la manzana
ofrecía como una estrella.

¡Ojos cándidos y halagüeños,
boca perfumada dc risas,
alma blanca llena de sueños
como un jardín lleno de brisas!

era el abril, cuando la llama
de su laurel adolescente,
daba el sol como un oriflama,
en el navío de mi frente.

¡Clara mañana de estudiante
con tristezas de amor ungida,
y aquella furia de gigante
por llenar de triunfos la vida!

en mi pecho daba su canto
el ave azul de la quimera,
y me coronaba de acanto
una lírica primavera.

Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.

¡Clara mañana de mi historia
de amor, tu rosa deshojada,
en los limbos de mi memoria
perfuma una ermita dorada!



Ramón María del Valle Inclán

rosa de alejandría

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Docta en los secretos de la abracadabra,
dispersó en el aire, tus letras, mi mano,
y al caer, formóse aquella palabra,
cifra de tu enigma y luz de tu arcano.

¿Por qué ley se juntan en nueva escritura
los signos dispersos? ¿qué azar hizo el juego?
¿qué ciencia de magos alzó la figura
y leyó el enigma? sierpe, rosa, fuego.

¡Sierpe! ¡rosa! ¡fuego! tal es tu armonía:
gracia de tres formas es tu gracia inquieta,
tu esencia de monstruo en la alegoría

se descubre. Antonio el anacoreta
huyó de tu sombra por alejandría.
¡Antonio era santo! ¿si fuese poeta?...



Ramón María del Valle Inclán

rosa de oriente

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
enlabia con moriscos embelecos
su boca obscura cuentos de aladino.

Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.

Cortó su mano en un jardín de oriente
la manzana del árbol prohibido,
y enroscada a sus senos, la serpiente
decora la lujuria de un sentido
sagrado. En la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz es un silbido.



Ramón María del Valle Inclán

rosa del sol

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Por el sol se enciende mi verso retórico,
que hace geometría con el español,
y en la ardiente selva de un mundo alegórico,
mi flauta preludia: do-re-mi-fa-sol.

¡Áurea matemática! ¡numen categórico!
¡logos de las formas! ¡teologal crisol!
¡salve sacro neuma! canta el pitagórico
yámbico, dorado número del sol.

El sol es la ardiente fuente que provoca
las ideas eternas en vaso mortal.
Por el encendido canto de su boca,

es la geometría ciencia teologal.
Sacro verbo métrico redime a la roca
del mundo. Su estrella trasciende al cristal.



Rubén Darío

Alaba los ojos negros de Julia

-- de Rubén Darío --

Era rubia? No. Con negros ojos
Vio la manzana del jardín: con labios
Rojos probó su miel; con labios rojos
Que saben hoy más ciencia que los sabios.



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