Buscar Poemas con Cerviz


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra cerviz

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Lope de Vega

¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth

-- de Lope de Vega --

¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth
de tu santo David seré Abisac?
¿Cuándo Rebeca de tu humilde Isaac?
¿Cuándo de tu Josef limpia Aseneth?
De las aguas salí como Jafet,
de la llama voraz como Sidrac,
y de las maldiciones de Balac
por la que fue bendita en Nazareth.
Viva en Jerusalén como otro Hasub,
y no me quede en la ciudad de Lot,
sabiduría eterna, inmenso Alef.
Que tú, que pisas el mayor querub,
y la cerviz enlazas de Behemoth,
sacarás de la cárcel a Josef.

Poema ¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Pasando el mar el engañoso toro

-- de Lope de Vega --

Pasando el mar el engañoso toro,
volviendo la cerviz, el pie besaba
de la llorosa ninfa, que miraba
perdido de las ropas el decoro.
Entre las aguas y las hebras de oro,
ondas el fresco viento levantaba,
a quien, con los suspiros ayudaba
del mal guardado virginal tesoro.
Cayéronsele a Europa de las faldas
las rosas al decirle el toro amores
y ella con el dolor de sus guirnaldas,
dicen que lleno el rostro de colores,
en perlas convirtió sus esmeraldas,
y dijo: «¡Ay triste yo!, ¡perdí las flores!»

Poema Pasando el mar el engañoso toro de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Rompe las conchas Hércules famoso

-- de Lope de Vega --

Rompe las conchas Hércules famoso
de la Hidra feroz, y el campo esmalta
de veneno y de sangre, el tronco salta
por la violencia del bastón ñudoso;

pero súbitamente el escamoso
cuello brota, en lugar de aquella falta,
siete cabezas de cerviz más alta,
temblando el eco al silbo temeroso.

Así yo, triste (que vencer deseo
esta sierpe cruel de mi fortuna
en tantas diferencias de batallas),

con mis desdichas sin cesar peleo;
mas donde quiero remediar alguna,
resultan tantas que es mejor dejallas.

Poema Rompe las conchas Hércules famoso de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Gonzaga Urbina

¡ave césat!

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Herido voy, herido; no me alienta
la muchedumbre que en el circo clama,
y entona canto a la verde rama
que allí en la sien del vencedor se ostenta.

La misma multitud es la que afrenta
al que en la lucha desigual, se inflama,
y al fin sucumbe, sin honor ni fama,
la espada rota y la cerviz sangrienta.

Yo entré a la lid intrépido y gozoso.
Los muertos te saludan, dije al mundo.
Miré a las fieras; me sentí coloso:

luché; me hirió la duda en lo profundo,
y entre el polvo del carro victorioso,
ya ruedo por la arena, moribundo.



Javier del Granado

el valle

-- de Javier del Granado --

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.



Olegario Víctor Andrade

La flor de mi esperanza (Andrade)

-- de Olegario Víctor Andrade --

Yo diviso rodando marchita
sin aroma la cándida flor
que furioso huracán precipita
resonando con triste fragor.

De mi seno se lleva la calma,
mis ensueños de gloria, de paz,
y en lugar de la dicha del alma,
solo queda un recuerdo fugaz.

En un tiempo que huyó presuroso
como el eco de triste canción,
levantando su cáliz precioso
parecía celeste visión.

Era hermosa cual nítida estrella,
que refleja su plácida luz,
cuando sola la luna descuella
de la noche en el negro capuz.

Su fragancia divina brindaba
conmovida por mágico ambiente,
y al mirarla un suspiro lanzaba
con mi llanto regando su frente.

Pero pronto el impulso violento
del terrible fatal aquilón,
sin piedad destrozó en un momento
de mi sueños la dulce ilusión.

Y nos sigue un conforme destino:
yo doblego mi altiva cerviz,
ella pierde su aroma divina,
su precioso, variado matiz.

¡Cuán sensible es el ver marchitarse
de ferviente esperanza la flor,
y en la vida fugaz deslizarse
por abismos de luto y horror!

(Uruguay, 13 de octubre de 1855)



Rafael María Baralt

A Cristóbal Colón

-- de Rafael María Baralt --

¿Quién La fiereza insulta de mis olas?
¿Quién del rumbo apartado y de la orilla,
entre cielos y abismos hunde la quilla
de tristes naves, náufragas y solas?

Las banderas triunfantes que enarbolas,
en la mojada arena con mancilla
miedo al mundo serán, no maravilla
y el casco de tus naves española.

Rugiendo el mar clamó; pero sonora
¡Colón! dijo una voz, y al fuerte acento
inclina la cerviz, besa la prora.

Cruje el timón, la lona se hincha al viento
y, Dios guiando, el nauta sin segundo
a los pies de Isabel arroja un mundo.



José Tomás de Cuellar

El carnaval (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA viene el Carnaval con sus hechizos,
Derramando vivísimos placeres,
Ya viene el Carnaval con sus mujeres
De ardiente, enamorado corazón.
Mirad ese fantasma que se ostenta
Orlada la cerviz de mil colores,
Y vierte aromas por do quier y flores
Y trae la copa con que brinda amor.

Sobre carro de púrpura y de oro
Viene asentando la voluble planta,
Y en medio de las músicas levanta
Con hondo grito su sonora voz.



José Zorrilla

con el hirviente resoplido moja

-- de José Zorrilla --

Con el hirviente resoplido moja
el ronco toro la tostada arena,
la vista en el jinete ata y serena,
ancho espacio buscando el asta roja.
Su arranque audaz a recibir se arroja,
pálida de valor la faz morena,
e hincha en la frente la robusta vena
el picador, a quien el tiempo enoja.
Duda la fiera, el español la llama;
sacude el toro la enastada frente,
la tierra escarba, sopla y desparrama;
le obliga el hombre, parte de repente,
y herido en la cerviz, húyele y brama,
y en grito universal rompe la gente.



Juan Bautista Arriaza

Tres años de proezas singulares

-- de Juan Bautista Arriaza --

¡Tres años de proezas singulares,
sitios, asaltos, lides carniceras,
en que del corso las legiones fieras
el acero español siega a millares!

¡Hallarse, Iberia, yermos tus hogares,
o en ellos luto y quejas lastimeras;
de tus hijos por todas las riberas
bajando sangre a enrojecer los mares!

¡Ver la flor de Aragón y de Castilla
que al cautiverio la cerviz prosterna,
primero que al tirano la rodilla!

¿Y a tanto honor con frases de taberna
la gacetera chusma aún amancilla?
¡Raza de Juan Frerón serás eterna!



Gaspar María de Nava Álvarez

Pintura del cruel estado de un celoso

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

enhiesta la cerviz, el polvoroso
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta
y vive con sospechas alarmado.

Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.



Juan Ramón Molina

A un periodista

-- de Juan Ramón Molina --

Que una tizona en tus valientes manos,
la noble pluma con que escribes sea,
para entrar indignado a la pelea,
a herir traidores y a matar tiranos.

Haz que muerdan el polvo los villanos;
áulicos y serviles pisotea,
infunde a aquel que tus escritos lea
fuerza de acción y alientos soberanos.

Que tu rotunda y magistral palabra
tocando cráneos en la plebe estoica
agujeros de luz en ellos abra;

y de allí surja hermosa y fulgurante
la Libertad, como Minerva heroica
de la cerviz de Júpiter Tonante.



Fernando de Herrera

A Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano,
y el espantoso a todos otomano
la altiva frente inclina quebrantada.

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano
y del francés osado el pecho ufano
al yugo rinde la cerviz cansada.

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte
despojos y coronas de victoria;

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria
ni resta más honor al fiero Marte.



Fernando de Herrera

A la derrota del duque de Sajonia por Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Do el suelo horrido el Albis frío baña
al sajón, que oprimió con muerta gente
y rebosó espumoso su corriente
en la esparcida sangre de Alemaña;

al celo del excelso rey de España,
al seguro consejo y pecho ardiente,
inclina el duro orgullo de su frente,
medroso, y su pujanza, a tal hazaña.

La desleal cerviz cayó, que pudo
sus ondas con semblante sobrar fiero
y sus bosques romper con osadía,

Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
«¡Oh gran Emperador, gran caballero!
¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!»



Fernando de Herrera

Razón es ya que la cansada vida

-- de Fernando de Herrera --

Razón es ya que la cansada vida,
tanto tiempo sujeta al amor vano,
huya el fiero poder de este tirano,
y ya deslace mi cerviz caída.

Perezca la esperanza aborrecida,
el deseo abatido y mi liviano
intento; que mi bien ya está en mi mano,
ya tengo mi fortuna conocida.

Seguro podré ver de hoy más la suerte
del mísero amador, el vil denuesto,
el congojoso miedo, el celo frío;

que no podrá respeto de mi muerte
hacer que mude el curso al fin propuesto;
tal ejemplo es el grave dolor mío.



José Eustasio Rivera

atropellados...

-- de José Eustasio Rivera --

Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento,
y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.



José Joaquín de Mora

Álzase Marco Tulio de su asiento

-- de José Joaquín de Mora --

Álzase Marco Tulio de su asiento
con grave pompa y majestad divina;
tiembla de espanto y rabia Catilina,
inmóvil el Senado escucha atento.

Brota el raudal sonoro y al momento
sálvase Roma de fatal ruina,
el pueblo al Cónsul la cerviz inclina,
y padre clama en jubiloso acento.

Ahora si me preguntas en qué autores
adquirió Cicerón el privilegio
de arrancar tan magníficos honores,

yo ye responderé, que ese hombre egregio,
modelo de abogados y oradores,
ni estudió a Vinio, ni pisó el colegio.



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