Buscar Poemas con Caía


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra caía

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Antonio Machado

La noria

-- de Antonio Machado --

La tarde caía
triste y polvorienta.
El agua cantaba
su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
Soñaba la mula,
¡pobre mula vieja!,
al compás de la sombra
que en el agua suena.
La tarde caía
triste y polvorienta.
Yo no sé qué noble,
divino poeta,
unió a la amargura
de la eterna rueda
la dulce armonía
del agua que sueña,
y vendó tus ojos,
¡pobre mula vieja!...
Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia.

Poema La noria de Antonio Machado con fondo de libro

Evaristo Carriego

En la sombra

-- de Evaristo Carriego --

Llegaba la noche con tono violento.
Llorando de miedo la tarde caía,
y, en hondas y abiertas prisiones, se oía
correr desbocados los potros del viento

Tomaba infinito contorno sangriento
el áspero traje que todo cubría.
Misterio en un símbolo negro reía,
mostrando en su risa terrible contento.

El Mal, desataba los monstruos del Vicio.
Marchaba un apóstol hacia el sacrificio...
Cantando sus grandes, sus fuertes ideales,

sus fuertes ideales cantando muy quedo...
Y, allá, amenazada por sombras fatales,
la tarde caía llorando de miedo...

Poema En la sombra de Evaristo Carriego con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

en abril. el puente

-- de Jaime Torres Bodet --

¿cómo se rompió, de pronto,
el puente que nos unía
al deseo, por un lado
y por el otro a la dicha?
¿y cómo en la mitad del puente
que a pedazos se caía
tu alma rodó al torrente
y al cielo subió la mía?

Poema en abril. el puente de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

el puente

-- de Jaime Torres Bodet --

¿cómo se rompió, de pronto,
el puente que nos unía
al deseo por un lado
y por el otro a la dicha?

¿y cómo -en la mitad del puente
que a pedazos se caía-
tu alma rodó al torrente
y al cielo subió la mía?



Delmira Agustini

Añoranza

-- de Delmira Agustini --

Íbamos en la tarde que caía
rápidamente sobre los caminos.
Su belleza, algo exótica, ponía
aspavientos en ojos campesinos.

-Gozaremos el libro- me decía
de tus epigramáticos y finos
versos. En el crepúsculo moría
un desfile de pájaros marinos...

Debajo de nosotros, la espesura
aprisionaba en forma de herradura
la población. Y de un charco amarillo

surgió la luna de color de argento,
y a lo lejos, con un recogimiento
sentimental, lloraba un caramillo...



Dulce María Loynaz

cyrina

-- de Dulce María Loynaz --

I

la muerte la dobló sobre las rosas.
Una lumbre de luna mitigada en la niebla
cayó toda la noche sobre el túmulo
de rosas ahuecado para la niña muerta.

El pelo suelto y húmedo
del último sudor, la cabellera
que nadie peinaba ya más nunca,
caía con las flores y las hojas revuelta...

En los ojos abiertos y asombrados
se le cuajaban dos estrellas negras.

Ii

por la ventana abierta entraba el sol
y el olor de los campos sobre la niña muerta.
La caja tapizada parecía
un estuche de esencia.

Allá dentro la masa de cabellos
aplastaba las margaritas frescas.

Murió de madrugada y era dulce
como todas las niñas...

El olor del campo
se mezclaba al de la cera
derretida; sobre el cristal zumbaba
obstinada una abeja...

En los ojos abiertos bajo el vidrio
le cabía la muerte... ¡Toda entera!...



Pablo Neruda

ciudad

-- de Pablo Neruda --

Ciudad desde los cerros entre la noche de hojas
mancha amarilla su rostro abre la sombra
mientras tendido sobre el pasto deletreo
ahí pasan ardiendo sólo yo vivo
tendido sobre el pasto mi corazón está triste
la luna azul araña trepa inunda
emisario ibas alegre en la tarde que caía
el crepúsculo rodaba apagando flores
tendido sobre el pasto hecho de tréboles negros
y tambalea sólo su pasión delirante
recoge una mariposa húmeda como un collar
anúdame tu cinturón de estrellas esforzadas



Pablo Neruda

poema 10 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
entre qué gentes?
diciendo qué palabras?
por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.



Pablo Neruda

ángela adónica

-- de Pablo Neruda --

Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca
en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.



Vicente Huidobro

noche

-- de Vicente Huidobro --

Sobre la nieve se oye resbalar la noche
la canción caía de los árboles
y tras la niebla daban voces

de una mirada encendí mi cigarro

cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío

en el puerto
los mástiles están llenos de nidos
y el viento

gime entre las alas de los pájaros

las olas mecen el navío muerto

yo en la orilla silbando

miro la estrella que humea entre mis dedos



Vicente Huidobro

Noche (Huidobro)

-- de Vicente Huidobro --

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.

La canción caía de los árboles,
y tras la niebla daban voces.

De una mirada encendí mi cigarro.

Cada vez que abro los labios
inundo de nubes el vacío.
En el puerto,
los mástiles están llenos de nidos,
y el viento
gime entre las alas de los pájaros.



Manuel María Flores

frío

-- de Manuel María Flores --

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
que marcha a su lado
le dice: - no sienten
la nieve tus pies?

mis pies nada sienten
responde con calma
el frío que yo siento
lo llevo en el alma;
y el frío de la nieve
más duro no es .

Y dice el pequeño
que helado tirita:
- ¡más frío que el de nieve!...
¿Cuál es, hermanita?
¡no hay otro que pueda
decirse mayor!...

- Aquel que de muerte
las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor .



Juan Gelman

fotografías

-- de Juan Gelman --

Mirando en viejas fotos mi rostro en que no estás,
la mejilla en que estás como dolor, olvido,
pienso qué harán en china ahora
con tanta tristeza como se me caía,
o crecerá como otro otoño humano
lleno de oros, de dulzura,
con un fuego en el medio como tu nombre, o sea
crepitarás entre los lotos de hangchaw bajo
setiembre
como cuando encontré la justicia en el mundo
y era como tu rostro,
mejor dicho: te amo.



Fernando de Herrera

Incendio de Troya

-- de Fernando de Herrera --

El bravo fuego sobre el alto muro
del soberbio Ilión crecía airado,
y todo por mil partes derramado,
se envolvía confuso en humo oscuro.

Caía traspasado por el duro
hierro, y ardía en llamas abrasado,
y se rendía al ímpetu del hado
del Frige osado al corazón seguro.

Solo el rey de Asia, muerto en la ribera,
grande tronco ¡ay cruel dolor! yacía,
y su cuerpo bañaba el ponto ciego.

¡Oh fuerza oculta de la suerte fiera!
Que cuando Troya en fuego perecía,
falte a Priamo tierra y falte fuego.



Blanca Andreu

ursa maior

-- de Blanca Andreu --

Cierra tus puertas, muerte de los sueños,
fueras el hombre que en turbión de centeno
y hierba seca sobre el mar amarillo
cae cuando se desbocan los caballos
y despierta la cólera del padre.
Aquí y allá caía sobre el mar
sin perder su sonrisa torcida,
anunciaba sus derechos escudo en alto,
y en la sombra que legisla la usura y los muertos
encendió para ti su elocuencia.
Sal de los malecones, señor de los sueños,
muestra tu condición, levanta estatuas
con los barcos perdidos en el dorso.
Vuelve a nosotros ese tu rostro
coronado de algas y espinas.



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