Buscar Poemas con Cazador


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Se han encontrado 18 poemas con la palabra cazador

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Medardo Ángel Silva

El cazador

-- de Medardo Ángel Silva --

Satán es cazador furtivo en la celeste
selva donde divaga el místico redil
y, como un joven sátiro, en la dulzura agreste,
suena la tentación de su flauta sutil.

¡Ay, del que oyera el canto del Malo!, quien oyera
la perversa sirena del Pecado Mortal,
ni rasgando su carne poseída pudiera
extirpar la ponzoña del hechizo fatal.

¡Y bien lo sabes tú, melodiosa alma mía,
alondra cantarina en la clara harmonía
del bosque donde pulsan los Coros sus laúdes,

tú, que del cazador en las manos lascivas,
en las velludas manos, viste llevar cautivas
a las siete palomas de tus siete virtudes!

Poema El cazador de Medardo Ángel Silva con fondo de libro

Ignacio María de Acosta

Hay una alondra

-- de Ignacio María de Acosta --

Hay una Alondra en nuestro hermoso valle
que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
al coro manda volador que calle.

Y calla, y se suspende el escuchalle...
Que de la Alondra al divinal concento
plega sus alas de placer el viento,
y no hay ave ni flor que no avasalle.

Triunfante su expresión desde su nido
el valle todo con su voz encanta,
y está el amor ante sus pies rendido.

Nada turba el trinar de su garganta,
y si suena en el bosque algún gemido
es de la voz del cazador que canta.

Poema Hay una alondra de Ignacio María de Acosta con fondo de libro

José María Eguren

peregrín cazador de figuras

-- de José María Eguren --

En el mirador de la fantasía,
al brillar del perfume
tembloroso de armonía;

en la noche que llamas consume;
cuando duerme el ánade implume,

los órficos insectos se abruman
y luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones, entorcho
y vuelan mariposas de corcho
o los rubios vampiros cecean,
o las firmes jorobas campean;
por la noche de los matices,
de ojos muertos y largas narices;
en el mirador distante,
por las llanuras;

peregrín cazador de figuras
con ojos de diamante
mira desde las ciegas alturas.

Poema peregrín cazador de figuras de José María Eguren con fondo de libro

José Ángel Buesa

soneto (de luis de camões)

-- de José Ángel Buesa --

Entre el ramaje en flor del limonero
está un ave dulcísima escondida,
rimando un blando verso sin medida
que fluye de su pico lastimero.
Pero un cruel cazador, desde el sendero,
eleva su ballesta distendida,
y el ave cae, mortalmente herida,
ensartada en el dardo traicionero.
Así, mi corazón, que libre andaba,
se sintió, donde menos lo esperaba
y donde menos lo temía, herido;
que el ciego cazador por mí temido,
para tomarme por sorpresa, estaba
en vuestros claros ojos escondido.



Vicente Gerbasi

bosque de música

-- de Vicente Gerbasi --

Mi ser fluye en tu música,
bosque dormido en el tiempo,
rendido a la nostalgia de los lagos del cielo.
¿Cómo olvidar que soy oculta melodía
y tu adusta penumbra voz de los misterios?
he interrogado los aires que besan la sombra,
he oído en el silencio tristes fuentes perdidas,
y todo eleva mis sueños a músicas celestes.
Voy con las primaveras que te visitan de noche,
que dan vida a las flores en tus sombras azules
y me revelan el vago sufrir de tus secretos.
Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía
que gira en mi susurro de follaje en el viento
y alas da a los suspiros de las almas que escondes.
¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas,
el cazador nostálgico por tu magia embriagado?
oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades
¿adonde va en la noche el hondo suspirar?



Ramón de Campoamor

El gran festín

-- de Ramón de Campoamor --

De un junco desprendido a una corriente
un gusano cayó,
y una trucha, saltando de repente,
voraz se lo tragó.
Un martín-pescador cogió a la trucha
con carnívoro afán;
y al pájaro después, tras fiera lucha,
lo apresó un gavilán.
Vengando esta cruel carnicería,
un diestro cazador
dio un tiro al gavilán que se comía
al martín-pescador.
Pero,¡ay!, al cazador desventurado
que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia y en vedado,
un guarda le mató.
A otros nuevos gusanos dará vida
del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
a empezar otra vez.
¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
del Universo en el atroz festín?...



Alfonsina Storni

El cazador de paisajes

-- de Alfonsina Storni --

Levantado
sobre tu dos piernas,
como la torre
en la llanura,
tu cabeza perfecta
cazaba paisajes.

Ya el sol,
último pez del horizonte.
Ya las colinas,
pequeños senos
cubiertos de vello
dorado.



Santa Teresa de Jesús

Yo toda me entregué y dí

-- de Santa Teresa de Jesús --

Ya toda me entregué y dí,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.



Antonio Machado

Amanecer de otoño

-- de Antonio Machado --

Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor.
A la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.



Federico García Lorca

Anda jaleo

-- de Federico García Lorca --

Yo me arrimé a un pino verde
por ver si la divisaba,
y sólo divisé el polvo
del coche que la llevaba.
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.

No salgas, paloma, al campo,
mira que soy cazador,
y si te tiro y te mato
para mí será el dolor,
para mí será el quebranto,
Anda, jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.

En la calle de los Muros
han matado una paloma.
Yo cortaré con mis manos
las flores de su corona.
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.



Fernando de Herrera

Pura, bella, suave Estrella mía

-- de Fernando de Herrera --

Pura, bella, suave Estrella mía,
que sin temor de oscuridad profana,
vestís de luz serena la mañana,
y la tierra encendéis desnuda y fría;

pues vos, a quien mi alma triste envía
mil suspiros, movéis la soberana
vuestra empresa, cual ínclita Diana,
contra Venus y Amor con osadía,

yo seré como aquel que su belleza
con hierro amancilló, y el casto hecho
lo mostró con más gloria y hermosura;

pero, si luna sois, tendré en la alteza
latmia del cazador el triste pecho,
y no del que honró Arcadia la figura.



Francisco Sosa Escalante

A un cazador

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si con ansia mortal miraste un día
De tu mansion bajo el dorado techo,
Al hijo idolatrado que en el lecho
Te dió su adios postrero en su agonía;

Si de entónces tenaz melancolía
Tu frente anubla y despedaza el pecho,
Y en vano la amistad á tu despecho
Consuelo ofrece, bondadosa y pía:

¿Cómo puedes mirar indiferente
A la madre del tierno cervatillo
Que allí en el bosque cautivaste artero?

¿Nada te dice su gemir doliente
Cuando le hiere el deslumbrante brillo
De tu desnudo matador acero?



Francisco Sosa Escalante

A un niño (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Mezcla indefinible de tristeza
Y de íntimo placer, al verte, siento
Cuando sigues feliz el movimiento
De ave pintada que á volar empieza.

Si de la flor en la gentil belleza,
¡0h niño! encuentras plácido contento,
Henchido de temor mi pensamiento
Al porvenir oscuro se endereza

En el ave y la flor encantadora
La fiel imagen de tu vida miro
Hoy que disfrutas de la edad temprana:

Artero cazador, mano traidora
La muerte les dará; y á ti en su giro
Las tristes penas de la vida humana.



José Cadalso

sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto

-- de José Cadalso --

El héroe joven en la atroz milicia;
supúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.
Hace prisión su lúgrube aposento
el sabio por saber; y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.
Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.
Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, filis mía.



José Cadalso

Sobre el anhelo

-- de José Cadalso --

Pierde tras el laurel su noble aliento
el héroe joven en la atroz milicia;
sepúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.

Hace prisión su lúgubre aposento
el sabio, por saber, y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.

Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.

Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, Filis mía.



Ramón López Velarde

la mancha de púrpura

-- de Ramón López Velarde --

La mancha de púrpura
me impongo la costosa penitencia
de no mirarte en días y días, porque mis ojos
cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia
como si naufragasen en un golfo de púrpura,
de melodía y de vehemencia.
Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro
tu eclipse, ¡oh creatura solar!, mas en mi duelo
el afán de mirarte se dilata
como una profecía; se descorre cual velo
paulatino; se acendra como miel; se aquilata
como la entraña de las piedras finas;
y se aguza como el llavín
de la celda de amor de un monasterio en ruinas.
Tú no sabes la dicha refinada
que hay en huirte, que hay en el furtivo gozo
de adorarte furtivamente, de cortejarte
más allá de la sombra, de bajarse el embozo
una vez por semana, y exponer las pupilas,
en un minuto fraudulento,
a la mancha de púrpura de tu deslumbramiento.
En el bosque de amor, soy cazador furtivo;
te acecho entre dormidos y tupidos follajes,
como se acecha un ave fúlgida; y de estos viajes
por la espesura, traigo a mi aislamiento
el más fúlgido de los plumajes:
el plumaje de púrpura de tu deslumbramiento.



Ramón López Velarde

La mancha púrpura

-- de Ramón López Velarde --

Me impongo la costosa penitencia
de no mirarte en días y días, porque mis ojos,
cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia
como si naufragasen en un golfo de púrpura,
de melodía y de vehemencia.

Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro
tu eclipse ¡oh criatura solar! mas en mi duelo
el afán de mirarte se dilata
como una profecía; se descorre cual velo
paulatino; se acendra como miel; se aquilata
como la entraña de las piedras finas;
y se aguza como el llavín
de la celda de amor de un monasterio en ruinas.

Tú no sabes la dicha refinada
que hay en huirte, que hay en el furtivo gozo
de adorarte furtivamente, de cortejarte
más allá de la sombra, de bajarse el embozo
una vez por semana, y exponer las pupilas,
en un minuto fraudulento,
a la mancha de púrpura de tu deslumbramiento.

En el bosque de amor, soy cazador furtivo;
te acecho entre dormidos y tupidos follajes,
como se acecha un ave fúlgida; y de estos viajes
por la espesura, traigo a mi aislamiento
el más fúlgido de los plumajes:
el plumaje de púrpura de tu deslumbramiento.



Rubén Darío

A Roosevelt

-- de Rubén Darío --

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aun reza a Jesucristo y aun habla en español.



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