Buscar Poemas con Carga


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Se han encontrado 38 poemas con la palabra carga

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Alfonsina Storni

La que comprende

-- de Alfonsina Storni --

Con la cabeza negra caída hacia adelante
Está la mujer bella, la de mediana edad,
Postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
Desde su duro leño la mira con piedad.

En los ojos la carga de una enorme tristeza,
En el seno la carga del hijo por nacer,
Al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!

Poema La que comprende de Alfonsina Storni con fondo de libro

Teófilo V. Méndez Ramos

Seguiré mi camino

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino,
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.

Mi juventud marchita dirá de la tristeza
de los años vividos... Y, compasiva e inquieta,
miraras al poeta
taciturno, que llora la sed de tu belleza;
Sin poder consolarle de secretas angustias,
rezarás tus plegarias al Señor, sabio y bueno;
sin embargo, el veneno
del amor, mis mejillas mantendrá siempre mustias.

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.

Poema Seguiré mi camino de Teófilo V. Méndez Ramos con fondo de libro

Lope de Vega

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre

-- de Lope de Vega --

Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre,
y en eclipse mortal las más hermosas
estrellas, nieve ya las puras rosas,
y el cielo tierra, en desigual costumbre.

Tierra, forzosamente pesadumbre,
y así, no Atlante, a las heladas losas
que esperan ya sus prendas lastimosas,
Sísifo sois, por otra incierta cumbre.

Suplícoos me digáis, si Amor se atreve
¿cuándo pesó con más pesar, Fernando,
o siendo fuego, o convertida en nieve?

Mas el fuego no pesa, que exhalando
la materia a su centro, es carga leve;
la nieve es agua, y pesará llorando.

Poema Al hombro el cielo, aunque su sol sin lumbre de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra

-- de Lope de Vega --

Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra,
y sobre piedra fuerte está fundada,
y con sangre por ella derramada
de tantos huesos su cimiento en piedra;
aunque con tantos Sacramentos medra,
en gracia y fe con Cristo desposada,
y tantas ramas de su Cruz sagrada
tienen sus muros firmes como yedra;
mientras que la persiguen militante,
a defenderla con sus rayos viene
la luz que al mismo fuego tuvo impreso.
Que aunque partido Cristo por Atlante
quedó la piedra que la tuvo y tiene,
carga en los hombros de Domingo el peso.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Pedro Antonio de Alarcón

El llanto del soltero

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Sin ti...¡Cuán negra y angustiosa y larga
pasé la noche toda, amada mía!
¡Sin ti me encuentra el implacable día;
sin ti y en honda soledad amarga!

Ya el sueño, que mis párpados embarga,
sin ti mis pasos hacia el lecho guía;
y pues no estás en él, en él querría
dejar por siempre del vivir la carga.

Pero ¿quién eres tú? ¿Luz postrimera
eres del bien perdido, o vaga sombra
de un nuevo bien que al porvenir demando?

No sé, no sé quién eres. «Compañera»
te llama el corazón cuando te nombra,
y las noches sin ti paso llorando.



Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.



Gabriela Mistral

la tierra

-- de Gabriela Mistral --

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...
Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
el tambor indio de la tierra.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.



Gabriela Mistral

manitas

-- de Gabriela Mistral --

Manitas de los niños,
manitas pedigüeñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.
Manitas de los niños
que al granado se tienden,
por vosotros las frutas
se encienden.
Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no entienden!
manitas blancas, hechas
como de suave harina,
la espiga por tocaros
se inclina.
Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡bendito!
benditos los que oyendo
que parecéis un grito,
os devuelvan al mundo:
¡benditos!



Gutierre de Cetina

de la pena de sísifo se cuenta

-- de Gutierre de Cetina --

Que sube un grave peso a una montaña
áspera, inhabitable, obscura, extraña,
do cuanto puede ver, más le atormenta.
Subido a la alta cima, antes que sienta
descanso alguno, el desear le engaña,
y soltando la carga que le daña,
de nuevo torna a la pasada afrenta.
Así, sube, señora, el alma mía
por ásperos caminos desusados
a la cumbre de la alta fantasía.
Mas no son unos males acabados,
cuando la obstinación de mi porfía
sigue los que le están aparejados.



Gutierre de Cetina

como al que grave mal tiene doliente

-- de Gutierre de Cetina --

Después de haber con la paciencia larga
faltado la virtud, que el mal se alarga,
la rabia y el dolor hace impaciente;
y como cuando afloja el accidente,
la lengua el pesar la culpa carga,
la conciencia se duele, el alma amarga,
y de cuanto ha hablado se arrepiente.
Así en la furia yo de aquel tormento
que me causáis, me quejo y me maldigo,
y ruego a dios que cual me veis os vea.
Después me reconozco y arrepiento,
mas no puedo hacer, por más que digo,
que lo que dije ya, dicho no sea.



Gutierre de Cetina

por una alta montaña, trabajando

-- de Gutierre de Cetina --

Por llegar a la cima deseada,
una piedra muy grande y muy pesada
sube sísifo a cuestas suspirando.
Mas no tan presto arriba llega cuando
rodar la deja abajo, y no es llegada,
que subilla otra vez y otra le agrada,
de un trabajo otro nuevo comenzando.
Así sube, señora, el alma mía
con la carga mortal de mis cuidados
la montaña de la alta fantasía.
Y aún no son unos males acabados,
cuando la obstinación de mi porfía
sigue los que me están aparejados.



Gutierre de Cetina

si no socorre amor la frágil nave

-- de Gutierre de Cetina --

Combatida de vientos orgullosos,
que entre bravos peñascos peligrosos
la hizo entrar un fresco aire suave,
tal carga de dolor lleva y tan grave
de pensamientos tristes, congojosos,
que no pueden durar tan enojosos
días sin que el morir me desagrave.
Desdén rige el timón, furor la vela,
trabajo el mástil y la escota el celo;
lágrimas hacen mar, suspiros viento.
Nublado escuro de soberbia cela
el norte mío, y sólo veo en el cielo
pena, dolor, afán, rabia y tormento.



Gutierre de Cetina

un año hizo ayer, ya es hoy pasado

-- de Gutierre de Cetina --

¡ay, dios!, ¿por qué lo traigo a la memoria?
que pudiera acabar la triste historia
que hora de nuevo amor ha comenzado.
Tal día como ayer pudo un cuidado
los despojos gozar de su victoria;
pude y no quise asegurar mi gloria
porque pensaba ser asegurado.
Pensé, digo, y fue justo que pensase
quien tales muestras vio, que eran, señora,
afectos, no ficción disimulada.
Tal fue un dar lugar que descansase
esta alma a quien llevar hacéis agora
menos honrosa carga y más pesada.



Sor Juana Inés de la Cruz

La sentencia de Justo

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.



Vicente Gallego

el olivo

-- de Vicente Gallego --

En su hábito oscuro, con los brazos abiertos,
como un monje que al cielo le dirige
su plegaria obstinada por la vida del alma,
el olivo difunto permanece de pie
mientras la tarde dobla sus rodillas.
Enhebrado en la luz que se adelgaza,
su severo perfil
cose el cielo a la tierra,
vertebra el espinazo de la tarde.
Y un saber de lo nuestro
en su reserva humilde sospechamos.
Encallecida mano codiciosa
cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
un pellizco de vuelo,
algo extraño nos hurta el viejo olivo:
un secreto inminente, temperatura extrema
de un decirse que clama en su lenguaje mudo.
Y el hombre le dirige su pregunta.
Con su carga de hormigas y de soles,
con el misterio a cuestas
que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
este tronco orgulloso es sólo eso:
sugestión arraigada de las cosas
que quedarán aquí cuando partamos,
contundente respuesta
que a la luz de la luna nos aturde el oído
con su seco zarpazo de silencio.



Manuel María de Arjona

A Albino

-- de Manuel María de Arjona --

Hallar piedad con llantos lastimeros
entre los hombres Arión intenta,
y le es más fácil que un delfín la sienta,
que no los despiadados marineros.

Pues rendido a sus trinos lisonjeros
Benigno el pez al joven se presenta,
y en su espalda la noble carga ostenta
que arrojaron sus necios compañeros.

¡Ay, Albino! Conócelo algún día,
ni más el plectro con gemidos vanos
intente ya domar la turba impía.

No se vencen así pechos humanos:
busquemos en los tigres compañía,
y verás que nos son menos tiranos.



Marilina Rébora

la hormiga

-- de Marilina Rébora --

La hormiga
sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
columpiase oscilante sin impedir que siga.
Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.
¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿será acaso la brisa? ¿o tal vez el aroma?
¿quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?



Marilina Rébora

clotilde, en la mujer pobre de león bloy

-- de Marilina Rébora --

Clotilde, en la mujer pobre de león bloy
«la única tristeza» insinúa clotilde
«es la de no ser santo», añadiendo, «aquí abajo».
¿Pues no basta, me digo, un corazón humilde
ni el espíritu hecho a piadoso trabajo?
¿tampoco es suficiente tolerar la injusticia,
eludir el halago con natural modestia,
desconocer a un tiempo altivez y codicia
o cumplir los deberes sin acusar molestia?
no; que el ser sobrehumano, aquel que a sí renuncia,
el mismo que se niega y carga con su cruz,
el que calla dolores y alegrías anuncia
para alentar al prójimo con el amor debido,
es el que alcanza único áureo nimbo de luz,
el santo que clotilde lamenta no haber sido.



Rosalía de Castro

Los que a través de sus lágrimas

-- de Rosalía de Castro --

I

Los que a través de sus lágrimas,
Sin esfuerzo ni violencia,
Abren paso en el alma afligida
Al nuevo placer que llega;

Los que tras de las fatigas
De una existencia azarosa,
Al dar término al rudo combate
Cogen larga cosecha de gloria;

Y, en fin, todos los dichosos,
Cuyo reino es de este mundo,
Y dudando ó creyendo en el otro
De la tierra se llevan los frutos;

¡Con qué tedio oyen el grito
Del que en vano ha querido y no pudo
Arrojar de sus hombros la carga
Pesada del infortunio!

— Cada cual en silencio devore
Sus penas y sus afanes
— Dicen — , que es de animosos y fuertes
El callar, y es la queja cobarde.



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Miguel Unamuno

Redención (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Dios te conserve fría la cabeza,
caliente el corazón, la mano larga,
corta la lengua, el oído con adarga,
y los piés sin premura y sin pereza.

Cuando en la senda del vivir tropieza
el hombre del dolor bajo la carga
su propio peso es el que más le embarga
para alzarse del suelo. La tristeza



Julio Flórez

De viaje

-- de Julio Flórez --

Poem

Siempre aturdido entre el tumulto ignaro voy con mi carga de dolor a cuestas, olas salvando y empinadas crestas en tierra, sin bordón, y en mar sin faro.

Aquí y en todas partes sin amparo, con los labios repletos de protestas, tras horas desoladas y funestas, a bajar la pendiente me preparo.

Ruinas no más, desolación y luto dejo en mi senda lúgubre; a mi vista se abre la eternidad y no me inmuto.

¡Sólo seguir viviendo me contrista, pues tengo para el último minuto el alma pronta y la materia lista!



Julio Herrera Reissig

El burgo

-- de Julio Herrera Reissig --

Junto al cielo en la cumbre de una sierra lampiña,
tal como descansando de la marcha, se sienta
el burgo, con su iglesia, su molino y su venta,
en medio a un estridente mosaico de campiña.

Regálase de oxígeno, de nuez sana y de piña...
Rige chillonamente gitana vestimenta:
chales de siembra, rosas y una carga opulenta
de ágatas, lapislázulis y collares de viña.

Naturaleza pródiga lo embriaga de altruismo;
el campo es su filósofo, su ley el catecismo.
Fieramente embutido en sus costumbres hoscas,

por vanidad ni gloria mundanas se encapricha;
tan cerca está del cielo que goza de su dicha,
y se duerme al narcótico zumbido de las moscas...



Julio Herrera Reissig

El dintel de la vida

-- de Julio Herrera Reissig --

Oh, la brega que jacta de viruta y de pieles!...
Las espesas comadres mascan livianas prosas;
Y en proverbiales éxodos, promiscuan las jocosas
Diligencias, su carga, bajo los cascabeles...

Ah, dicha analfabeta sin resabios, ni hieles!
El rudo pan del Cielo sabe a tomillo y rosas.
Ah, bañarse en la atónita desnudez de las cosas
Y morir en los brazos de la buena Cibeles!

Oh, mañana inefable de la Vida! Oh, la franca
Risa como de leche de la conciencia blanca!
Ante el alba inocente -no bien la noche fuga-

Se abre, entre la yerba viciosa de sus calles,
La dulce aldea: blanca violeta de los valles,
Siempre dichosa y siempre buena porque madruga.



Fernando de Herrera

Alzo el cansado paso, y a la cumbre

-- de Fernando de Herrera --

Alzo el cansado paso, y a la cumbre,
sufriendo encima esta pesada carga,
pruebo llegar; mas la distancia larga
me ofende, y más la grave pesadumbre.

Bien que me esfuerza una pequeña lumbre
que veo lejos; pero no descarga
esto mi afán penoso, antes alarga
de mi prolijo error la incertidumbre.

Con el peso abrazado desfallezco;
que mi obstinada afrenta no consiente
que desampare ya esta empresa mía.

Luchando con el mal, pruebo, y me ofrezco
al peligro, esperando ver presente
alegre en tantos tristes algún día.



Fernando de Herrera

Subo con tan gran peso quebrantado

-- de Fernando de Herrera --

Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda sierra,
que aun no llego a la cumbre cuando yerra
el pie y trabuco al fondo despeñado.

Del golpe y de la carga maltratado,
me alzo a pena y a mi antigua guerra
vuelvo ¿mas qué me vale? Que la tierra
mesma me falta al curso acostumbrado.

Pero aunque en el peligro desfallesco
no desamparo el paso; que antes torno
mil veces a cansarme en este engaño.

Crece el temor y en la porfía cresco,
y sin cesar, cual rueda vuelve en torno,
así revuelvo a despeñarme al daño.



Francisco de Quevedo

parnaso español 39

-- de Francisco de Quevedo --

Descansa, mal perdido en alta cumbre,
donde a tantas alturas te prefieres;
si no es que acocear las nubes quieres,
y en la región del fuego beber lumbre.
Ya te padece, grave pesadumbre,
tu ambición propia; peso y carga eres
de la fortuna, en que viviendo mueres:
¡y esperas que podrá mudar costumbre!
el vuelo de las águilas que miras
debajo de las alas con que vuelas,
en tu caída cebarán tus iras.
Harto crédito has dado a las cautelas.
¿Cómo puedes lograr a lo que aspiras,
si, al tiempo de expirar, soberbio anhelas?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 90

-- de Francisco de Quevedo --

Atlante, que en la cruz sustentas cielo,
hércules que descansas sumo atlante,
alivia con tu fuerza el tierno amante
que, humilde, mide con la boca el suelo.
Mas no le des ayuda, que recelo
que das prisa a su muerte vigilante;
mas dásela, simón, que es importante
para la redención de todo el suelo.
Pero si con tus brazos se aligera
la carga, con tu culpa, del manzano,
también añades peso a su madera.
Llevar parte del leño soberano
es a la redención, que los espera,
llevarte tus pecados con tu mano.



José Asunción Silva

egalité...

-- de José Asunción Silva --

Juan lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al emperador de la china:
los dos son el mismo animal.
Juan lanas cubre su pelaje
con nuestra manta nacional;
el gran magnate lleva un traje
de seda verde excepcional.
Del uno cuidan cien dragones
de porcelana y de cristal;
juan lanas carga maldiciones
y gruesos fardos por un real,
pero si alguna mandarina
siguiendo el instinto sexual
al emperador se avecina
en el traje tradicional
que tenía nuestra madre eva
en aquella tarde fatal
en que se comieron la breva
del árbol del bien y del mal,
y si al mismo juan una juana
se entrega por modo brutal
y palpita la bestia humana
en un solo espasmo sexual,
juan lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al emperador de la china:
los dos son el mismo animal.



José Asunción Silva

Egalité

-- de José Asunción Silva --

Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.
Juan Lanas cubre su pelaje
con nuestra manta nacional;
el gran magnate lleva un traje
de seda verde excepcional.
Del uno cuidan cien dragones
de porcelana y de cristal;
Juan Lanas carga maldiciones
y gruesos fardos por un real,
pero si alguna mandarina
siguiendo el instinto sexual
al Emperador se avecina
en el traje tradicional
que tenía nuestra madre Eva
en aquella tarde fatal
en que se comieron la breva
del árbol del Bien y del Mal,
y si al mismo Juan una Juana
se entrega por modo brutal
y palpita la bestia humana
en un solo espasmo sexual,
Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.



José Martí

al extranjero

-- de José Martí --

i
hoja tras hoja de papel consumo:
rasgos, consejos, iras, letras fieras
que parecen espadas: lo que escribo,
por compasión lo borro, porque el crimen,
el crimen es al fin de mis hermanos.
Huyo de mí, tiemblo del sol; quisiera
saber dónde hace el topo su guarida,
dónde oculta su escama la serpiente,
dónde sueltan la carga los traidores,
y dónde no hay honor, sino ceniza:
¡allí, mas sólo allí, decir pudiera
lo que dicen y viven!, ¡que mi patria
piensa en unirse al bárbaro extranjero!
ii
yo callaré, yo callaré: que nadie
sepa que vivo: que mi patria nunca
sepa que en soledad muero por ella:
si me llaman, iré: yo sólo vivo
porque espero a servirla: así, muriendo,
la sirvo yo mejor que husmeando el modo
de ponerla a los pies del extranjero.



Baltasar del Alcázar

A un giboso de delante

-- de Baltasar del Alcázar --

Un socarrón mesonero
dijo a un giboso al revés:
- No me neguéis esta vez
que cargasteis delantero.
El gibado, a estas razones
replicó: - Es muy importante
llevar la carga delante
quien se halla entre ladrones.



Clemente Althaus

Al sueño (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Ven: de la odiada realidad amarga
róbame al doloroso sentimiento,
y de mi vida la insufrible carga
ten, oh Sueño, en tus brazos un momento.

¡Ay! que en senda tan áspera y tan larga
más grave al hombro cada vez la siento,
y más la cuesta la subida embarga
al pie cansado, cada vez más lento.

El peso horrible de la vida humana
Alíviame esta noche fugitiva,
y a recibirle tornaré mañana;

hasta que al fin, doliente y compasiva,
venga, implorada, tu inmortal hermana
y en su seno piadoso me reciba.



Clemente Althaus

Al sábado

-- de Clemente Althaus --

Questo è de sette el più gradito giorno

pien di speme e di gioia:

diman tristezza e noia

recheran l'ore, ed al travaglio usato

ciascuno in suo pensier farà ritorno.

LEOPARDI.

Víspera dulce del festivo día,
aún más que él dulce para el alma humana,
oh hijo, el más feliz de la Semana,
lleno estás de esperanza y alegría!
Tú al hombre, a quien abruma de la larga
semana el vario afán y los negocios,
en los festivos, anhelados ocios
la tregua ofreces de su grave carga.
¡Cuán dulce y lisonjera tu promesa
sonaba un tiempo a mi infantil oído,
a la hora en que el estudio maldecido
entre mil gritos de algazara cesa!
¡Qué placeres tan vivos me pintaba!
¡Cuán ledo me mostraba y halagüeño
el solo día de que yo era dueño,
único libre en mi semana esclava!
Mas ¡ay! apenas el mortal alcanza
el bien que más ansió, de él no se cuida,
y el único placer de nuestra vida
es el vano placer de la esperanza.



Ramón López Velarde

Gavota

-- de Ramón López Velarde --

Señor, Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.

Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.

No me hieras ningún costado,
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y junto a los vertebrales
espejos de la belleza.

Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.

Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.

No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco,
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.

Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.

Para que me encomiende a Dios,
en la hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós,
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los peroles cristalinos.
Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.



Ricardo Güiraldes

Leyenda (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

El río dijo al sauce: «Yo soy la vida y, en mi incesante correr, renuevo emociones».

El sauce dijo al río: «Yo soy el poeta, ¿no ves como te embellezco, rezando sobre ti las estrofas de mis ramas?»

Dijo el río: «Pues ven conmigo, tú me darás la belleza de tu canto, yo el encanto de nuevas bellezas».

Y aceptó el sauce; pero en la primer caída, la frágil armazón de verdura se desgarró sobre las toscas.

Y dijo el sauce: «Déjame, que si bien soy un momento de alegría en tu carrera, no puedo, sin romperme, seguirte todo el tiempo».

Y el río, para quien el sauce empezaba a ser carga, le depositó en un rincón sereno.

El sauce ha reverdecido y sus hojas besan el agua.

El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.

Un encanto fatal, envuelve aquel sitio dormido. La doncella que pasa, no debe ceder al llamado tranquilo.

«La Porteña», 1913.



Ricardo Güiraldes

Siete verdades y una belleza

-- de Ricardo Güiraldes --

Es un camino. Debe ser en Grecia vieja.

Para un lado, va el valle enriqueciendo su flora, para el otro, la tierra, árida, se enferma. Son el lado del campo; el lado del pueblo.

Algo: dos sombras, dos almas, corren en dirección opuesta.

Con pequeño esfuerzo vese mejor.

El que viene del campo, es un viejo; va despacio y parece llevar una carga. El que sale al campo es joven, va rápidamente y algo parece aletear entre sus brazos.

Al encontrarse el muchacho, impaciente, habla primero:

-¿Qué llevas, viejo, que tanto te encorva?

-Siete verdades llevo, que he arrancado a mi alma para dar al mundo.

Y a su vez pregunta:

-Y tú ¿qué llevas que caminas tan alado?

-Una belleza llevo, que he arrancado al mundo, para dar a mi alma.

Ambos siguen sus caminos diferentes; el viejo, los ojos bajos, el paso lento; el muchacho, la frente alta, el correr ligero. Uno pensando, el otro sintiendo.

Más el viejo, cansado, descarga sus verdades, y un momento se vuelve para mirar al muchacho, cuya mancha vivaz va empequeñeciéndose hacia el horizonte.

Buenos Aires, 1918.



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