Buscar Poemas con Candente


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Se han encontrado 5 poemas con la palabra candente

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Luis Gonzaga Urbina

en el cielo

-- de Luis Gonzaga Urbina --

El cielo y yo quedamos frente a frente.
Y era como un tropel de informes canes
persiguiendo una fuga de titanes
las nuebes milagrosas del poniente.

En el fondo de púrpura candente,
los forzados y altivos ademanes
erguíase en coléricos afanes
y vaguedad de sueño... De repente
se iluminó de sol el friso oscuro,
y el oro interno, sideral y puro,
rompió en deslumbramientos de escarlata,
resplandeció con palidez la luna,
y lentamente se deshizo en una
apacible visión de ópalo y plata.

Poema en el cielo de Luis Gonzaga Urbina con fondo de libro

Luis Palés Matos

matinal

-- de Luis Palés Matos --

(para carmelo obén)

el letargo padece despertamientos;
palpita entre las frondas rumor de oleaje,
y una llovizna sueña desgreñamientos
de cristales sutiles, sobre el ramaje.

Como un orientalismo de ensoñamientos
la neblina recoge su tul de encaje.
¿Qué efervescencia pone sacudimientos
en la pereza rústica del paisaje?

un trino cristalino lejano suena,
y polimnia desflora su cantilena
en el glú-glú risueño de la fontana:

febo guiña indeciso detrás del monte,
y explota en llamaradas el horizonte
al ósculo candente de la mañana.

Poema matinal de Luis Palés Matos con fondo de libro

Antonio Ros de Olano

El simoún

-- de Antonio Ros de Olano --

La soledad lo aborta sin destino
sobre el páramo inmenso del desierto;
a su presencia duélese el mar muerto
y gime triste el campo palestino.

Con polvorosa crin borra el camino,
y a su bochorno el caminante incierto,
el cuerpo tiende, el hábito cubierto
del raudo y abrasante remolino.

¡Pasó!... Y el tigre bota en la candente
arena, en que el león ruge erizado
y silba y se retuerce la serpiente...

¡Pasó!... Y en la quietud del despoblado
la ciudad solitaria del Oriente
llora con el Profeta su pecado.

Poema El simoún de Antonio Ros de Olano con fondo de libro

José Martí

quiero, a la sombra de un ala,

-- de José Martí --

ix
quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirio los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda.
... Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
... Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida,
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
... Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!



José Martí

La niña de Guatemala

-- de José Martí --

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡ la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.



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