Buscar Poemas con Café


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Se han encontrado 34 poemas con la palabra café

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Manuel del Cabral

camina

-- de Manuel del Cabral --

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.
Y una voz que no se ve,
grita al oído:
-mire, jefe, que hay un hombre
que allí está herido.

-Lo sé.

Camina el jefe del pueblo
después de beber café.

Y vuelve la voz y dice:
-jefe, que un hombre no ve;
tiene llanto entre los ojos,
y tiene plomo en los pies.

-Lo sé.

Sigue caminando el jefe
después de beber café.
Y la misma voz le grita:

-murió un hombre allí de sed.
¿Qué haremos, ahora, jefe?

-que haga pronto el hoyo usted.

Y el jefe sigue su rumbo,
pero también
el jefe sigue pensando ...

Piensa sólo a qué hora es
la otra taza
dc café...

Poema camina de Manuel del Cabral con fondo de libro

Federico García Lorca

El café de chinitas

-- de Federico García Lorca --

1

En el café de Chinitas
dijo Paquiro a su hermano:
«Soy más valiente que tú,
más torero y más gitano».

2

En el café de Chinitas
dijo Paquiro a Frascuelo:
«Soy más valiente que tú,
más gitano y más torero».

3

Sacó Paquiro el reló
y dijo de esta manera:
«Este toro ha de morir
antes de las cuatro y media».

4

Al dar las cuatro en la calle
se salieron del café
y era Paquiro en la calle
un torero de cartel.

Poema El café de chinitas de Federico García Lorca con fondo de libro

Santiago Montobbio

toda historia

-- de Santiago Montobbio --

Toda historia
toda historia es simple y se me olvida.
Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba
y me perdí entre jardines de piernas esmaltadas
que fueron juncos trenzados de palabras
y después retama que mi lengua de trapo
había hecho trizas. Quizá fue el amor,
quizá el café, tal vez la noche. El recinto
sin madrugadas, con sangre y lunas rotas,
el recinto, el barranco de dientes oxidados
o el valle de hojas de afeitar dulcísimas
no hería o no existía. Quizá fue el café
o fueron sus piernas, o quizá la amaba.
Toda historia es simple y se me olvida
en las axilas de mi ciudad tristísima.
Sabedlo ya: mis ojos no se acuerdan de qué miran.

Poema toda historia de Santiago Montobbio con fondo de libro

Juan Gelman

ancho en parís

-- de Juan Gelman --

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el bois de boulogne,
me contaba sus aventuras en rhodesía del sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del
sahara.
De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces
de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía los idiotas hacen hijos .
Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
las cosas que hace uno para vivir reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.
Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.
Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
ten cuidado, hijo mío, con el parís nocturno .
Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de carlitos gardel.



Luis Cañizal de la Fuente

tocan el clave con el carrick puesto

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Y parados en pie. Tocan el clave
como el que elige con sonrisa y manos entre
la vasta gama de la pesebrera.
Lo que escogen es prisma de anisados,
lascivo desperezo
de humo azul en pijama,
niebla constituida
y olor de lumbre abril.
Mientras tanto, ya el clave
rompe a trotar haciendo trenzas de agua,
remolinos minúsculos,
cantos ensimismados, como si no fueran
los hombres de estremoz los que consiguen
que se ponga talar hasta las barbas,
a semejanza de ellos
y de ciertos envueltos de tabaco
para insistir revolcándose en los graves.
Salen transfigurados del café:
campaneando como cruz alzada
y embarrancados en la culpa, al tiempo
que redimidos de ella. No sé si me explico.
Todo por obra y gracia
de unas hidroterapias al clave bien tostado.
Salen al implacable frío de las placetonas
anegadas de niebla,
y no saben si han muerto en una de ésas
y andan vagando por el trascastillo
como por el alfoz helado de la muerte.
Todo por obra y gracia
de un café al autoclave tomado en estremoz
un lunes de pasión.
Segunda feira,
onze de abril de mil e novecentos
e setenta e seis.



Jaime Sabines

si hubiera de morir

-- de Jaime Sabines --

Palabras: árbol del pan y de la miel, ruibarbo, cocacola, zonite,cruz gamada. Y me echaría a llorar.
Uno puede llorar hasta con la palabra «excusado» si tiene ganas de llorar.
Y esto es lo que hoy me pasa. Estoy dispuesto a perder hasta las uñas,a sacarme los ojos y exprimirlos como limones sobre la taza de café.(«Te convido a una taza de café con cascaritas de ojo, corazónmío»).
Antes de que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio, antes de quese raje mi garganta y mi corazón se desplome como una bolsa de cuero,quiero decirte, vida mía, lo agradecido que estoy, por este hígadoestupendo que me dejó comer todas tus rosas, el día que entréa tu jardín oculto sin que nadie me viera.
Lo recuerdo. Me llené el corazón de diamantes que sonestrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra y lo anduvesonando como una sonaja mientras reía. No tengo otro rencor queel que tengo, y eso porque pude nacer antes y no lo hiciste.
No pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto.



César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



Ernesto Cardenal

epigrama VI

-- de Ernesto Cardenal --

En costa rica
cantan los carreteros
caminan con
mandolinas en los caminos
y las carreteras
van pintadas como lapas,
y los bueyes van
con cintas de colores
y campanitas
y flores en los cuernos.
Cuando es el corte
del café en costa rica,
y las carretas van
cargadas de café.
Y hay bandas
en las plazas de los pueblos,
y en san josé
los balcones y ventanas
están llenos de muchachas y de flores
y las muchachas
dan vueltas en el parque.
Y el presidente
camina a pie



Evaristo Carriego

En el café

-- de Evaristo Carriego --

Desde hace una semana falta ese parroquiano
que tiene una mirada tan llena de tristeza
y, que todas las noches, sentado junto al piano
bebe, invariablemente, su vaso de cerveza

y fuma su cigarro... Que silenciosamente
contempla a la pianista que agota un repertorio
plebeyo, agradeciendo con aire indiferente
la admiración ruidosa del modesto auditorio.

Hace ya cinco noches que no ocupa su mesa
y en el café su ausencia se nota con sorpresa.
¡Es raro, cinco noches... Y sin aparecer!

Entre los habituales hay algún indiscreto
que asegura a los otros, en tono de secreto,
que hoy está la pianista más pálida que ayer.



Manuel del Palacio

El néctar de los dioses

-- de Manuel del Palacio --

Mezcla en un vaso de cristal de roca
Y á ser posible, de oro y pedrería,
Tres dracmas de placer, dos de poesía,
Y cuatro ó cinco de soberbia loca.

Del horno del amor ponle á la boca,
Y cuando no haya hervido todavía,
Añádele onza y media de alegría
Y seis gotitas de café de Moka.

Si advirtieras que forma mucha espuma,
En un trozo de blonda catalana
Colarlo debes con presteza suma.

Déjalo reposar por la mañana,
Y removido bien con una pluma
Ya lo puedes tirar por la ventana.



Manuel Gutiérrez Nájera

Las novias pasadas son copas vacías

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ella pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos...Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas...Sí queda una gota,
¡Que beba el lacato las heces del amor!



Manuel Gutiérrez Nájera

Para un menú

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos... Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
Borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino de Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas... Si queda una gota,
¡que beba el lacayo las heces de amor!



Joaquín Nicolás Aramburu

La mañana en el sitio

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Ya la primera luz de la mañana
baña el altivo monte y la colina
y, cual níveo celaje, la neblina
se reconcentra y flota en la sabana.

Por el techo, de verde palma cana,
se filtra el humo azul de la cocina;
pica, con sus polluelos, la gallina
el maíz que un muchacho le desgrana.

Relincha el potro; zumba la colmena
que sale en pos del néctar de las flores;
cerca del surco, de impaciencia llena,

la yunta está de toros bramadores
y el guajiro a la puerta de la choza,
bebiendo a sorbos el café, se goza.



Jorge Luis Borges

camden, 1892

-- de Jorge Luis Borges --

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui walt whitman.



César Vallejo

Trilce: XXVIII

-- de César Vallejo --

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.



César Vallejo

Trilce: XXXIX

-- de César Vallejo --

Quién ha encendido fósforo!
Mésome. Sonrío
a columpio por motivo.
Sonrío aún más, si llegan todos
a ver las guías sin color
y a mí siempre en punto. Qué me importa.

Ni ese bueno del Sol que, al morirse de gusto,
lo desposta todo para distribuirlo
entre las sombras, el pródigo,
ni él me esperaría a la otra banda.
Ni los demás que paran solo
entrando y saliendo.

Llama con toque de retina
el gran panadero. Y pagamos en señas
curiosísimas el tibio valor innegable
horneado, trascendiente.
Y tomamos el café, ya tarde,
con deficiente azúcar que ha faltado,
y pan sin mantequilla. Qué se va a hacer.

Pero, eso sí, los aros receñidos, barreados.
La salud va en un pie. De frente: marchen!



César Vallejo

quién ha encendido fósforo!

-- de César Vallejo --

xxxix
quién ha encendido fósforo!
mésome. Sonrío
a columpio por motivo.
Sonrío aún más, si llegan todos
a ver las guías sin color
y a mí siempre en punto. Qué me importa.
Ni ese bueno del sol que, al morirse de gusto,
lo desposta todo para distribuirlo
entre las sombras, el pródigo,
ni él me esperaría a la otra banda.
Ni los demás que paran solo
entrando y saliendo.
Llama con toque de retina
el gran panadero. Y pagamos en señas
curiosísimas el tibio valor innegable
horneado, trascendiente.
Y tomamos el café, ya tarde,
con deficiente azúcar que ha faltado,
y pan sin mantequilla. Qué se va a hacer.
Pero, eso sí, los aros receñidos, barreados.
La salud va en un pie. De frente: marchen!



César Vallejo

nervazón de angustia

-- de César Vallejo --

Nervazón de angustia
dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos!:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas fieras de longinos!
desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía,
sinfonía de olivos, escancia tu llorar!
y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
pasas..., Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de la mañana de un crema brujo...
Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél
y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café...!



César Vallejo

El pan nuestro

-- de César Vallejo --

Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!

Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!



César Vallejo

Nervazon de angustia

-- de César Vallejo --

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....
Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café....!



Duque de Ribas

Receta segura

-- de Duque de Ribas --

Estudia poco o nada, y la carrera
acaba de abogado en estudiante,
vete, imberbe, a Madrid, y, petulante,
charla sin dique, estafa sin barrera.

Escribe en un periódico cualquiera;
de opiniones extremas sé el Atlante
y ensaya tu elocuencia relevante
en el café o en junta patriotera.

Primero concejal, y diputado
procura luego ser, que se consigue
tocando con destreza un buen registro;

no tengas fe ninguna, y ponte al lado
que esperanza mejor de éxito abrigue,
y pronto te verás primer ministro.



Oliverio Girondo

café concierto

-- de Oliverio Girondo --

Las notas del pistón describen trayectorias de cohete, vacilanen el aire, se apagan antes de darse contra el suelo.
Salen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por eldulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escenario.
La mirada del público tiene más densidad y máscalorías que cualquier otra, es una mirada corrosiva queatraviesa las mallas y apergamina la piel de las artistas.
Hay un grupo de marineros encandilados ante el faro que un maquereautiene en el dedo meñique, una reunión de prostitutas conun relente a puerto, un inglés que fabrica niebla con suspupilas y su pipa.
La camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semi-desnudos...Unos senos que me llevaría para calentarme los pies cuando meacueste.
El telón, al cerrarse, simula un telón entreabierto.



Oliverio Girondo

apunte callejero

-- de Oliverio Girondo --

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senosbizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de losautomóviles destiñe las hojas de los árboles. Enun quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, lostranseúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tanlleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejaralgún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto,se arroja entre las ruedas de un tranvía.



Oliverio Girondo

río de janeiro

-- de Oliverio Girondo --

La ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido.
Caravanas de montañas acampan en los alrededores.
El pan de azúcar basta para almibarar toda la bahía...
El pan de azúcar y su alambre carril, que perderá elequilibrio por no usar una sombrilla de papel.
Con sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos encima de otrosy cuando están arriba, ponen el lomo, para que las palmeras lesden un golpe de plumero en la azotea.
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las perasde la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones deópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.
¡Siete veces al día, se riegan las calles con agua dejazmín!
hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; yviejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco enlos paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme en la vereda;negros que tienen cutis de tabaco, las palmas de las manos hechas decoral, y sonrisas desfachatadas de sandía.
Sólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, queperfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.



José Ángel Buesa

ya era muy viejecita

-- de José Ángel Buesa --

Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola con su sonrisa de que nada hace daño,
sola como una hermana mayor en su jardín.
Se fue quedando sola con los brazos abiertos,
que es como crucifican los hijos que se van,
con su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme recordarla con su vals en el piano,
como yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué pesadumbre se mira la mano
cuando le tintineaba su taza de café.
Se fue quedando sola, sola... Sola en su mesa,
en su casita blanca y en su lento sillón;
y si alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel «hasta pronto» que fue un adiós final,
aprendí que unas manos pueden ser mariposas,
dos mariposas tristes volando en su portal.
Sé que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie estaba con ella, nadie, cuando murió:
ni su hijo guillermo, ni su hijo fernando,
ni el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.



Humberto Megget

Tengo ganas de risas Raquel

-- de Humberto Megget --

Tengo ganas de risas raquel
ganas de ir al cine a ver aquella película
ganas de ver las rosas y no ver las rosas
tengo ganás de tomar el café con leche
y beber
beber
beber
beber aquello y esto
y lo que tú das
y lo que yo ofrezco
ganas de ir y no ver aquella película
tengo ganas de ti y de aquél
pero más que de ti y de aquél
tengo ganas de coca y de raquel



Idea Vilariño

carta ii

-- de Idea Vilariño --

Estás lejos y al sur
allí no son las cuatro.

Recostado en tu silla
apoyado en la mesa del café
de tu cuarto
tirado en una cama
la tuya o la de alguien
que quisiera borrar
-estoy pensando en ti no en quienes buscan
a tu lado lo mismo que yo quiero-.
Estoy pensando en ti ya hace una hora
tal vez media
no sé.

Cuando la luz se acabe
sabré que son las nueve
estiraré la colcha
me pondré el traje negro
y me pasaré el peine.

Iré a cenar
es claro.

Pero en algún momento
me volveré a este cuarto
me tiraré en la cama
y entonces tu recuerdo
qué digo
mi deseo de verte
que me mires
tu presencia de hombre que me falta en la vida
se pondrán
como ahora te pones en la tarde
que ya es la noche
a ser
la sola única cosa
que me importa en el mundo.



Vicente Gerbasi

en el fondo forestal del día

-- de Vicente Gerbasi --

El acto simple de la araña que teje una estrella
en la penumbra,
el paso elástico del gato hacia la mariposa,
la mano que resbala por la espalda tibia del caballo,
el olor sideral de la flor del café,
el sabor azul de la vainilla,
me detienen en el fondo del día.
Hay un resplandor cóncavo de helechos,
una resonancia de insectos,
una presencia cambiante del agua en los rincones pétreos.
Reconozco aquí mi edad hecha de sonidos silvestres,
de lumbre de orquídea,
de cálido espacio forestal,
donde el pájaro carpintero hace sonar el tiempo.
Aquí el atardecer inventa una roja pedrería,
una constelación de luciérnagas,
una caída de hojas lúcidas hacia los sentidos,
hacia el fondo del día,
donde se encantan mis huesos agrestes.



Juan Gelman

el cuchillo

-- de Juan Gelman --

Mi mano sobre tus pechos la cocina
en reposo a esa hora el café
que hirvió el hablar en voz baja
para no molestar a la dulzura de nuestros
cuerpos
que temblaban o brillaban
con una especie de luz como el cuchillo que
usaste
mientras estaba en tu mano



Evaristo Carriego

De sobremesa (Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

Anoche, terminada ya la cena
y mientras saboreaba el café amargo,
me puse a meditar un rato largo:
el alma como nunca de serena.

Bien lo sé que la copa no está llena
de todo lo mejor, y, sin embargo,
por pereza quizás, ni un solo cargo
le hago a la suerte, que no ha sido buena.

Pero, como por una virtud rara
no le muestro a la vida mala cara
ni en las horas que son más fastidiosas,

nunca nadie podrá tener derecho
a exigirme una mueca... ¡Tantas cosas
se pueden ocultar bien en el pecho!



Evaristo Ribera Chevremont

a una cubana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Cubana de caña de azúcar,
cubana de rosa y clavel,
cubana de río y palmera,
con sol y salina en la piel.

Especias que pican y encienden
son menos que tú en el danzón,
cubana de dientes preciosos,
precioso y febril corazón.

Cubana, guajira y meneo
con rítmico y rápido pie,
la falda incendiada de sexo,
la boca olorosa a café.

El seno apretado y mordiente,
de brusco y carnoso temblor,
cortado de beso y mordisco,
quemado de sangre y sudor.

Cubana caliente y bonita,
bonita y caliente eres tú,
suave de hierbas y erguida
en tallo de fino bambú.

Y el dejo en la voz cariciosa,
untada de tórtolas
y sedosa de plumas y espumas
al darme los mimos a mí.

Cubana en la espesa manigua
con negro, mosquito y calor,
sonidos de huecas maracas
y truenos de congo tambor.

Cubana, guajira y refresco
de piña y de coco, y el son
batido, el tabaco veguero
y el vaso amarillo de ron.



José Lezama Lima

la mujer y la casa

-- de José Lezama Lima --

Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.



Blanca Andreu

débil llama del enebro, de qué está hecha

-- de Blanca Andreu --

Débil llama del enebro, de qué está hecha,
blanca como la sangre de mi madre, certera
como llegar a puerto en medio de la oscuridad,
cuando el café en las bodegas se hincha
y cruje la madera con sus viejos huesos,
cuando el agua tantea pérdidas y ganancias,
cuando el velamen
pendenciero, entre juramentos
contra el viento levanta su alma.



Ramón López Velarde

El ancla

-- de Ramón López Velarde --

Antes de echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.

Para desembarcar en mi país,
hacerme niño y trazar con mi gis,
en la pizarra del colegio anciano,
un rostro de perfil guadalupano.

Besar al Indostán y a la Oceanía,
a las fieras rayadas y rodadas,
y echar el ancla a una paisana mía
de oreja breve y grandes arracadas.

Y decir al Amor: "De mis pecados,
los mas negros están enamorados;
un miserere se alza en mis cartujas
y va hacia ti con pasos de bebé.
Como el cándido islote de burbujas
navega por la taza de café.
Porque mis cinco sentidos vehementes
penetraron los cinco Continentes,
bien puedo, Amor final, poner la mano
sobre tu corazón guadalupano..."



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Ariiba