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Se han encontrado 26 poemas con la palabra cabezas

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Abraham Valdelomar

Los pensadores vencidos

-- de Abraham Valdelomar --

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora...
Al coro
de monocordios de oro
van las cabezas hermosas
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas.

Por entre la multitud
va la esteta juventud
de pensadores vencidos
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos.

La suave diosa Harmonía
cuando pasan por el yugo les habla de poesía.

Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...

Las cabezas cabellosas
dejan, como frescas rosas
que pisaran los atletas,
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas...

Pasan sátiros, vestales
y entonan himnos triunfales
los labios que beben mieles,
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles
los donceles...

En la Puerta Nomentana y en el viejo Capitolio
el eco de un himno eolio,
deja una nota sonora.

...Por la Roma vencedora
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora...

Poema Los pensadores vencidos de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Alfonsina Storni

Siete vidas

-- de Alfonsina Storni --

A la Sra. María A. S. De Fontán

Siete vidas tengo, tengo siete vidas.
Siete vidas de oro; bellas y floridas.
Cabeza cortada, cabeza repuesta:
Mi espíritu-árbol retoña en la siesta.

Dragón purpurado de garras floridas,
siete vidas tengo, tengo siete vidas.
Gigantes y enanos: cortad mis cabezas,
crecerán porfiadas como las malezas.

Siete vidas tengo, tengo siete vidas,
siete vidas de oro bellas y floridas
que hierros fatigan y mellan espadas,
mas serán un día por siempre taladas.

Secará las siete cabezas floridas,
príncipe que espero. Sin abracadabras,
el dragón alado perderá las vidas
bajo el tenue filo de dulces palabras.

Poema Siete vidas de Alfonsina Storni con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Cosecha de cabezas

-- de Emilio Bobadilla --

Suena el clarín de guerra, y el labriego
por el fusil traidor trueca el arado,
y jura, por el odio exasperado,
la patria defender a sangre y fuego.

Pasan los trenes llenos de forraje,
de cañones, de víveres y balas,
y de su ardor la soldadesca en alas
ni siquiera se fija en el paisaje.

Huyen al bosque bueyes y caballos
revueltos con las locas muchedumbres;
hace callar la pólvora a los gallos;

hacínanse en los huertos las malezas,
y a la verde cosecha de legumbres
sucede la cosecha de cabezas...

Poema Cosecha de cabezas de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Alfonsina Storni

Alta mar

-- de Alfonsina Storni --

Fantasma negro,
cabeceando en el azul de la noche,
cruz del palo mayor:
vigila.

Tiburones escoltan
el buque
y asoman sus cabezas:
llama!

Está solo el cielo,
está solo el mar,
está solo el hombre...
Cruz del palo mayor:
¡grita!



Alfonsina Storni

Camp-fire

-- de Alfonsina Storni --

El tronco
se hizo llama
En la noche
de invierno.

Cien cabezas
humanas
tintadas
de rojo
anillaron
el fuego.

De una boca
cualquiera
brotó el hilo
del canto.



Alfonsina Storni

Voluntad

-- de Alfonsina Storni --

Mariposa ebria,
la tarde,
giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos
de nubes blancas
hacia el vértice áspero
de tu boca
que se abría frente al mar.

Cielo y tierra
morían,
en la música verde de las aguas
que no conocían caminos.



Leandro Fernández de Moratín

Julio Bruto

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Suena confuso y mísero lamento
por la ciudad; corre la plebe al foro,
y entre las faces que le dan decoro
ve al gran Senado en el sublime asiento.

Los cónsules allí. Ya el instrumento
de Marte llama la atención sonoro;
arde el incienso en los alteres de oro,
y leve el humo se difunde al viento.

Valerio alza la diestra; en ese instante
al uno y otro joven infelice
hiere el lictor, y sus cabezas toma.

Mudo terror al vulgo circunstante
ocupa. Bruto se levanta, y dice:
«Gracias, Jove inmortal; ya es libre Roma.»



Lope de Vega

Cuando del mundo universal las llaves

-- de Lope de Vega --

Cuando del mundo universal las llaves
tuviste, y sus cabezas humilladas,
rendido Mitridates, y alcanzadas
tantas victorias, y tres triunfos graves,

¿quién dijera, oh Pompeyo, que (las naves
en las peñas del Nilo quebrantadas)
quemaran tus reliquias, arrojadas
a los peces, y dellos a las aves?

Y a ti, César dichoso, que en Farsalia
por la toga trocaste el blanco acero,
todos los enemigos sosegados,

¿quién te dijera, gobernando a Italia,
tu amargo fin, a no saber primero
que no se pueden resistir los hados?



Lope de Vega

Rompe las conchas Hércules famoso

-- de Lope de Vega --

Rompe las conchas Hércules famoso
de la Hidra feroz, y el campo esmalta
de veneno y de sangre, el tronco salta
por la violencia del bastón ñudoso;

pero súbitamente el escamoso
cuello brota, en lugar de aquella falta,
siete cabezas de cerviz más alta,
temblando el eco al silbo temeroso.

Así yo, triste (que vencer deseo
esta sierpe cruel de mi fortuna
en tantas diferencias de batallas),

con mis desdichas sin cesar peleo;
mas donde quiero remediar alguna,
resultan tantas que es mejor dejallas.



Luis Muñoz Rivera

himno

-- de Luis Muñoz Rivera --

Aceptareis, patriotas, inerte vuestra mano
la esclavitud abyecta, la servidumbre vil?
¿no veis cómo el tirano
azota a nuestro pueblo juzgándole servil?

la patria estaba muda; la patria estaba muerta;
el déspota la hería con bárbara crueldad:
la patria se despierta
y a nuestros brazos fía su sacra dignidad.

¿Vivir bajo la punta del látigo extranjero?
¿llorar en el oprobio y en la abyección gemir?
no, no: vibre el acero;
volemos, ciudadanos, volemos a morir.

¡Al arma, hijos del plata! cabezas de verdugos
exige nuestra tierra: herid sin compasión.
Así se rompen yugos
y donde fue la tribu se forja la nación.



Enrique Lihn

revolución

-- de Enrique Lihn --

No toco la trompeta ni subo a la tribuna
de la revolución prefiero la necesidad de conversar entre amigos
aunque sea por las razones más débiles
hasta diletando; y soy, como se ve, un pequeño burgués novergonzante
que ya en loss años treinta y pico sospechaba que detrásdel amor a los pobres de los sagrados corazones
se escondía una monstruosa duplicidad
y que en el cielo habría una puerta de servicio
para hacer el reparto de las sobras entre los mismos mendigos que serestregaban aquí abajo contra los flancos de la iglesia
en ese barrio uncioso pero de cuello y corbata
frío de corazón ornamental
la revolución
es el nacimiento del espíritu critico y las perplejidades que leduelen al imago en los lugares en que se ha completado para una tareapor ahora incomprensible
y en nombre de la razón la cabeza vacila
y otras cabezas caen en un cesto
y uno se siente solitario y cruel
víctima de las incalculables injusticias que efectivamente no sehacen esperar y empiezan a sumarse en el horizonte de lo que era derigor llamar entonces la vida
y su famosa sonrisa.



Oliverio Girondo

croquis en la arena

-- de Oliverio Girondo --

La mañana se pasea en la playa empolvada de sol.
Brazos.
Piernas amputadas.
Cuerpos que se reintegran. Cabezas flotantes de caucho.
Al tornearles los cuerpos a las bañistas, las olas alargan susvirutas sobre el aserrín de la playa.
¡Todo es oro y azul!
la sombra de los toldos. Los ojos de las chicas que se inyectan novelasy horizontes. Mi alegría, de zapatos de goma, que me hacerebotar sobre la arena.
Por ochenta centavos, los fotógrafos venden los cuerpos de lasmujeres que se bañan.
Hay quioscos que explotan la dramaticidad de la rompiente. Sirvientascluecas. Sifones irascibles, con extracto de mar. Rocas con pechosalgosos de marinero y corazones pintados de esgrimista. Bandadas degaviotas, que fingen el vuelo destrozado de un pedazo blanco de papel.
¡Y ante todo está el mar!
¡el mar!... Ritmo de divagaciones. ¡El mar! con su baba ycon su epilepsia.
¡El mar!... Hasta gritar
¡basta!
como en el circo.



Pablo Neruda

soneto lxxvi cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxvi
diego rivera con la paciencia del oso
buscaba la esmeralda del bosque en la pintura
o el bermellón, la flor súbita de la sangre
recogía la luz del mundo en tu retrato.
Pintaba el imperioso traje de tu nariz,
la centella de tus pupilas desbocadas,
tus uñas que alimentan la envidia de la luna,
y en tu piel estival, tu boca de sandía.
Te puso dos cabezas de volcán encendidas
por fuego, por amor, por estirpe araucana,
y sobre los dos rostros dorados de la greda
te cubrió con el casco de un incendio bravío
y allí secretamente quedaron enredados
mis ojos en su torre total: tu cabellera.



José María Hinojosa

cuando nos miramos

-- de José María Hinojosa --

Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.
Nuestras cabezas acaban por perderse
envueltas en las nubes
la mía inclinada sobre el aire
la suya hecha amor por mis ojos.



Garcilaso de la Vega

SONETO XI

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Garcilaso de la Vega

Hermosas ninfas, que, en el río metidas

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Miguel Unamuno

La manifestación antiliberal

-- de Miguel Unamuno --

Válanos el Señor y nos socorra
ante esta energuménica avalancha,
y quién los ilumina y los engancha?
que ya no es la paloma, es una zorra.

Ni eso tampoco es cruz, Es cachiporra
que rompiendo cabezas las ensancha
y en bautismo de sangre así las mancha;
ni evangelio eso es, si no camorra.



Juan Gelman

una mujer y un hombre

-- de Juan Gelman --

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.



Federico García Lorca

Canción primaveral

-- de Federico García Lorca --

I

Salen los niños alegres
De la escuela,
Poniendo en el aire tibio
Del abril, canciones tiernas.
¡Que alegría tiene el hondo
Silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.

II

Voy camino de la tarde
Entre flores de la huerta,
Dejando sobre el camino
El agua de mi tristeza.
En el monte solitario
Un cementerio de aldea
Parece un campo sembrado
Con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
Como gigantes cabezas
Que con órbitas vacías
Y verdosas cabelleras
Pensativos y dolientes
El horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes
Cargado de sol y esencias
Llena con nidos de oro
Las floridas calaveras!



Federico García Lorca

Romance de la luna

-- de Federico García Lorca --

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.



José Asunción Silva

Las noches del hogar

-- de José Asunción Silva --

Regresar fatigado del trabajo
de la diaria faena
e ir a mirarse en lo hondo retratado
de sus pupilas negras
cerca del rico piano —mientras vaga
sobre las blancas teclas
su mano de marfil— soñar despierto
felicidad eterna.
A la luz de la lámpara brillante
ver las rubias cabezas
de los risueños niños— de infantiles
ilusiones llenos.
¡La mirada tender sobre la cuna
que cual flor entreabierta
entre sus hojas perfumadas guarda
una existencia nueva!
¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
cariñosa y risueña,
cuando en el paso por el falso mundo
ancha herida sangrienta,
el desengaño abrió, cuando sentimos
caer mustias y secas
de la primera juventud las rosas,
qué mortal no desea
dejar en tu silencio venturoso
deslizar la existencia
y guardar lo divino y delicado
que el alma herida encierra
en tu seno feliz —¡como la concha
lejos de las tormentas
guarda en el fondo del movible océano
las nacaradas perlas!



José Eustasio Rivera

atropellados...

-- de José Eustasio Rivera --

Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento,
y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.



José Lezama Lima

una oscura pradera me convida

-- de José Lezama Lima --

Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.



Ramón López Velarde

Domingos de provincia

-- de Ramón López Velarde --

En los claros domingos de mi pueblo es costumbre
Que en la plaza descubran las gentiles cabezas
Las mozas, y sus ojos reflejan dulcemente
Y la banda del kiosco toca lánguidas piezas.

Y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,
Los amantes se miran con la mejor mirada
Y la orquesta en sus flautas y violín atesora
Mil sonidos románticos en la noche enfiestada.

Los días de guardar en los pueblos provincianos
Regalan al viandante gratos amaneceres
En que frescos rostros, el Lavalle en las manos,

Camino de la iglesia van las mozas aprisa;
Que en los días festivos, entre aquellas mujeres
No hay una cara hermosa que se quede sin misa.



Ramón López Velarde

Rumbo al olvido

-- de Ramón López Velarde --

¡Oh pobres almas nuestras
que perdieron el nido
y que van arrastradas
en la falsa corriente
del olvido!

Y pensar que extraviamos
la senda milagrosa
en que se hubiera abierto
nuestra ilusión, como perenne rosa.

Pudieron deslizarse,
sin sentir, nuestras vidas
con el compás romántico
que hay en las músicas desfallecidas

Y pensar que pudimos
enlazar nuestras manos
y apurar en un beso
la comunión de fértiles veranos.

Y pensar que pudimos,
al acercarse el fin de la jornada,
alumbrar la vejez en una dulce
conjunción de existencias,
contemplando, en la noche ilusionada,
el cintilar perenne del zodíaco
sobre la sombra de nuestras conciencias...

Mas en vano deliro y te recuerdo,
oh virgen esperanza,
oh ilusión que te quedas
en no sé que lejanas arboledas
y en no sé qué remota venturanza.

Sigamos sumergiéndonos... Mas antes
que la sorda corriente
nos precipite a lo desconocido,
hagamos un esfuerzo de agonía
para salir a flote
y ver, la última vez, nuestras cabezas
sobre las aguas turbias del olvido.



Ricardo Güiraldes

Prisma

-- de Ricardo Güiraldes --

No busquéis aquí, verdad, razón o deducción alguna.

A otros la enseñanza. A esas enormes cabezas cuadradas, pensantes y rumi-pensantes que hacen de la verde yerba campera un bolo alimenticio.

Ellos dicen: «mucho de lo que crees hermoso, no es sino cieno».

No tengo aptitudes de máquina para transformar bellezas en utilidades, y si algo hay de verdad en mis escritos, culpa mía no es.

El prisma recibe luz e, inconsciente, rompe transparencia en siete colores.

Buenos Aires, 1914.



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