Buscar Poemas con Bulto


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Se han encontrado 7 poemas con la palabra bulto

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Vicente Aleixandre

cobra

-- de Vicente Aleixandre --

La cobra toda ojos,
bulto echado la tarde (baja, nube),
bulto entre hojas secas,
rodeada de corazones de súbito parados.
Relojes como pulsos
en los árboles quietos son pájaros cuyas gargantascuelgan,
besos amables a la cobra baja
cuya piel es sedosa o fría o estéril.
Cobra sobre cristal,
chirriante como navaja fresca que deshace a una virgen,
fruta de la mañana,
cuyo terciopelo aún está por el aire en forma de ave.
Niñas como lagunas,
ojos como esperanzas,
desnudos como hojas
cobra pasa lasciva mirando a su otro cielo.
Pasa y repasa el mundo,
cadena de cuerpos o sangres que se tocan,
cuando la piel entera ha huido como un águila
que oculta el sol. ¡Oh cobra, ama, ama!
ama bultos o naves o quejidos,
ama todo despacio, cuerpo a cuerpo,
estre muslos de frío o entre pechos
del tamaño de hielos apretados.
Labios, dientes o flores, nieves largas;
tierra debajo convulsa derivando.
Ama al fondo con sangre donde brilla
el carbunclo logrado.
El mundo vibra.

Poema cobra de Vicente Aleixandre con fondo de libro

Soneto satírico

-- de Alfonso Verdugo Castilla --

Si en la hebrea hermosura que desdora
la memoria de Alfonso, esclarecido
de España, el hado infausto vio vertido
el encantado cesto de Pandora.

Si al copiar la beldad que lo enamora,
Ulloa, a mis desgracias ofrecido,
vio inanimado el bulto apetecido
que con celeste ardor se informa ahora.

Ya, mejor, Prometeo, a su hermosura,
da, con fuego apolíneo, ser segundo,
en luz, robada no, sino influida

de numen tal, que a su eficacia pura
deben belleza, acierto, aplauso, vida,
Raquel la copia, Altamirano el mundo.

Poema Soneto satírico de Alfonso Verdugo Castilla con fondo de libro

Góngora

A un sueño

-- de Góngora --

Varia imaginación que, en mil intentos,
a pesar gastas de tu triste amor
la dulce munición del blando sueño,
alimentando vanos pensamientos,

pues traes los espíritus despiertos
sólo a representarme el grave ceño
del rostro dulcemente zahareño
(gloriosa suspensión de mis tormentos),

el sueño (autor de representaciones),
en su teatro, sobre el viento armado,
sombras suele vestir de bulto hermoso.

Síguelo; mostraráte el rostro amado,
y engañarán un rato tus pasiones
dos bienes, que serán dormir y cuello.

Poema A un sueño de Góngora con fondo de libro

Octavio Paz

la cara y el viento

-- de Octavio Paz --

Bajo un sol inflexible
llanos ocres, colinas leonadas.
Trepé por un breñal una cuesta de cabras
hacia un lugar de escombros:
pilastras desgajadas, dioses decapitados.
A veces, centelleos subrepticios:
una culebra, alguna lagartija.
Agazapados en las piedras,
color de tinta ponzoñosa,
pueblos de bichos quebradizos.
Un patio circular, un muro hendido.
Agarrada a la tierra nudo ciego,
árbol todo raíces la higuera religiosa.
Lluvia de luz. Un bulto gris: el buda.
Una masa borrosa sus facciones,
por las escarpaduras de su cara
subían y bajaban las hormigas.
Intacta todavía,
todavía sonrisa, la sonrisa:
golfo de claridad pacífica.
Y fui por un instante diáfano
viento que se detiene,
gira sobre sí mismo y se disipa.



Pedro Salinas

versos 1946 a 1981

-- de Pedro Salinas --

Versos 1946 a 1981
me estoy labrando tu sombra.
La tengo ya sin los labios,
rojos y duros: ardían.
Te los habría besado
aún mucho más.
Luego te paro los brazos,
rápidos, largos, nerviosos.
Me ofrecían el camino
para que yo te estrechara.
Te arranco el color, el bulto.
Te mato el paso. Venías
derecha a mí. Lo que más
pena me ha dado, al callártela,
es tu voz. Densa, tan cálida,
más palpable que tu cuerpo.
Pero ya iba a traicionarnos.
Así
mi amor está libre, suelto,
con tu sombra descarnada.
Y puedo vivir en ti
sin temor
a lo que yo más deseo,
a tu beso, a tus abrazos.
Estar ya siempre pensando
en los labios, en la voz,
en el cuerpo,
que yo mismo te arranqué
para poder, ya sin ellos,
quererte.
¡Yo que los quería tanto!
y estrechar sin fin, sin pena
mientras se va inasidera,
con mi gran amor detrás,
la carne por su camino
tu solo cuerpo posible:
tu dulce cuerpo pensado.



Vicente Aleixandre

los besos

-- de Vicente Aleixandre --

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?
entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas!
luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan. Revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.



Francisco de Quevedo

parnaso español 1

-- de Francisco de Quevedo --

¡oh cuánta majestad! ¡oh cuánto numen,
en el tercer filipo, invicto y santo,
presume el bronce que le imita! ¡oh cuánto
estos semblantes en su luz presumen!
los siglos reverencian, no consumen,
bulto que igual adoración y espanto
mereció amigo y enemigo, en tanto
que de su vida dilató el volumen.
Osó imitar artífice toscano
al que a dios imitó de tal manera,
que es, por rey y por santo, soberano.
El bronce, por su imagen verdadera,
se introduce en reliquia, y éste, llano,
en majestad augusta reverbera.



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