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Alfonso Reyes

¡a cuernavaca!

-- de Alfonso Reyes --

A cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.
A cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
Ni campo ni ciudad, cima ni hondura;
beata soledad, quietud que aplaca
o mansa compañía sin hartura.
Tibieza vegetal donde se hamaca
el ser en filosófica mesura...
¡A cuernavaca voy, a cuernavaca!

ii
no sé si con mi ánimo lo inspiro
o si el reposo se me da de intento.
Sea realidad o fingimiento,
¿a qué me lo pregunto, a qué deliro?
básteme ya saber, dulce retiro
que solazas mis sienes con tu aliento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
El sosiego y la luz el alma apura
como vino cordial; trina la urraca
y el laurel. De los pájaros murmura;
vuela una nube; un astro se destaca,
y el tiempo mismo se suspende y dura...
¡A cuernavaca voy, a cuernavaca!

Poema ¡a cuernavaca! de Alfonso Reyes con fondo de libro

Lope de Vega

A la primera luz que al viento mueve

-- de Lope de Vega --

A la primera luz que al viento mueve,
trágico ruiseñor en la ribera,
joven almendro erró la primavera,
y, anticipado, a florecer se atreve.

Pero trocando en átomos de nieve
el blando soplo al céfiro, la fiera
mano del austro, en turbulenta esfera,
las flores desmayó fímera breve.

Así mozo infeliz, cuando le advierte
el valle, el prado en flor anticipada,
desmaya ramas y pimpollos vierte.

Siendo de aquella fábrica dorada
tan breve el fin, que aun ignoró la Muerte
si fue con la desdicha o con la espada.

Poema A la primera luz que al viento mueve de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

¡Oh engaño de los hombres, vida breve

-- de Lope de Vega --

¡Oh engaño de los hombres, vida breve,
loca ambición al aire vago asida!,
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.
¡Oh, flor al hielo, oh rama al viento leve,
lejos del tronco!, si en llamarte vida
tú misma estás diciendo, que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una, que te derriba al bajo suelo,
y otra, que de la tierra te destierra.
Tú juzga de las dos el mejor celo:
si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
el alma quiere ser cielo en el cielo.

Poema ¡Oh engaño de los hombres, vida breve de Lope de Vega con fondo de libro

Góngora

Hurtas mi vulto y cuanto más le debe

-- de Góngora --

Hurtas mi vulto y cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en los colores que sediento bebe,

vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro le imagino,
a quien (ya etéreo fuese, ya divino)
vida le fió muda esplendor leve.

Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.

Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.



José Ángel Buesa

poema del amor pequeño

-- de José Ángel Buesa --

Fue breve aquella noche. Fue breve, pero bella.
Poca cosa es el tiempo, que es también poca cosa,
porque nadie ha sabido lo que dura una estrella
aunque todos sepamos lo que dura una cosa.
Nuestro amor de una noche fue un gran amor pequeño
que rodó por la sombra como un dado sin suerte,
pero nadie ha sabido lo que dura un ensueño
aunque todos sepamos lo que dura la muerte.
Una noche es eterna para el que no la olvida,
y el tiempo nada importa para el sueño y la flor,
y, como nadie sabe lo que dura la vida,
nadie sabe tampoco lo que dura el amor.



Juan Bautista Arriaza

La flor temprana

-- de Juan Bautista Arriaza --

Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores.

Mas, ay, que en breve vuelve a sus furores
el cierzo frío, y con funesto vuelo
del ufano arbolillo arroja al suelo
las delicadas hojas y verdores.

Si tú lo vieras, Silvia, «¡oh pobre arbusto
-dijeras con piedad-, la suerte impía
no te deja gozar ni un breve gusto!»

Pues repítelo, ingrata, cada día;
que el cierzo frío es tu rigor injusto,
y el triste almendro, la esperanza mía.



Miguel Unamuno

Horas serenas del ocaso breve

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Fernando de Herrera

Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido

-- de Fernando de Herrera --

Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido,
por ventura atendiendo la victoria,
quejarme, y de mi afán mostrar la historia
a quien me trae en ciego error perdido.

Ahora, o con más lástima ofendido,
o cierto de la falta de mi gloria,
no hago de mis males más memoria
que si yacieran solos en olvido.

Pero el silencio al fin no puede tanto,
que en soledad no rompa, y lo que impide
su vista escribo, del dolor forzado.

Comienza el día, y doy principio al canto
y llanto que en la noche amor despide,
y llanto y canto avivan mi cuidado.



Alejandro Sux

Feliz tú, hermano mío

-- de Alejandro Sux --

Al espíritu fraternal de Arturo Borja

Poeta, hermano mío,
que como yo sufriste,
el frío del vacío
y la grandeza triste
de saberte una nube en prisión de rocío;

tu buen hermano en lira,
en rosa, azul y luna
que inspira la mentira
de la verde laguna,
sabe envidiar tu suerte porque tu suerte admira.

Lloro tu vida breve
por lo que dado hubieras,
pero la leve nieve
de tus quimeras
en nube se transforma y desde lo alto llueve.

Poeta, hermano mío,
ya no estarás más triste,
ni el frío del vacío
sentirás que sentiste...
Ya no eres una nube encerrada en rocío;
después de que partiste
tu lluvia se hizo un río
que da savia a tu rosa y a tu bulbul alpiste...
¡Feliz tú, hermano mío!



Alejandro Tapia y Rivera

Un rayo del cielo

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Tus ojos me miraron
y en bello oriente,
un astro me mostraron
resplandeciente.
Pagó tu labio bello
mi amor sumiso,
y el astro fue destello
del paraíso.
Más en vano encendiste
mi grato anhelo,
y a la tierra trajiste
la luz del cielo,
si en breve has apagado
mi sol querido
y en sombras me ha dejado
tu yerto olvido.



Alfonso Reyes

ausencias

-- de Alfonso Reyes --

De los amigos que yo más quería
y en breve trecho me han abandonado,
se deslizan las sombras a mi lado,
escaso alivio a mi melancolía.
Se confunden sus voces con la mía
y me veo suspenso y desvelado
en el empeño de cruzar el vado
que me separa de su compañía.
Cedo a la invitación embriagadora,
y discurro que el tiempo se convierte
y acendra un infinito cada hora.
Y desbordo los límites, de suerte
que mi sentir la inmensidad explora
y me familiarizo con la muerte.



Amado Nervo

la santidad de la muerte

-- de Amado Nervo --

La santidad de la muerte
llenó de paz tu semblante,
y yo no puedo ya verte
de mi memoria delante,
sino en el sosiego inerte
y glacial de aquel instante.
En el ataúd exiguo,
de ceras a la luz fatua,
tenía tu rostro ambiguo
qiuetud augusta de estatua
en un sarcófago antiguo.
Quietud con yo no sé qué
de dulce y meditativo;
majestad de lo que fue;
reposo definitivo
de quién ya sabe el porqué.
Placidez, honda, sumisa
a la ley; y en la gentil
boca breve, una sonrisa
enigmática, sutil,
iluminando indecisa
la tez color de marfil.
A pesar de tanta pena
como desde entonces siento,
aquella visión me llena
de blando recogimiento
y unción..., Como cuando suena
la esquila de algún convento
en una tarde serena...



Amós de Escalante

La casona

-- de Amós de Escalante --

La ponderosa torre fulminada
se yergue al cabo del sendero rudo,
y el firme estribo y hazañoso escudo
dentro de la sonora portalada;

brocal roto, capilla destejada,
altar sin santo, campanario mudo,
y el tronco de un ciprés negro y desnudo,
guardián de aquella ruina desolada.

¿Dónde están, oh solar, los que surgieron
del oscuro linaje y te fundaron
y ser y nombre y majestad te dieron?

Luz de breve crepúsculo pasaron,
como niebla montés se deshicieron,
como ruido en el aire se apagaron.



Ana Francisca Abarca de Bolea

Romance a una fuente

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Fuente que en círculo breve
presumes de gran caudal,
si tus principios observas
no te precipitarás.

Considera que,mendiga
en diverso mineral,con anhelos de grandiosa
te nos quieres ostentar.

Rica de bienes ajenos
todos nos dicen que estás,
que usurpas cual poderoso
a los pobres el caudal.

De ambiciosa te calumnian,
mas tú te puedes quejar,
pues a veces no te agradecemos
el gran gusto que nos das

Recién nacida se ofrece
a clausura tu humildad;
no son acciones de niña,
aunque sean en agraz.

Parecímonos los dos;
mas en proseguir está
la fineza,fuente amiga;
no des pasos hacia atrás.

Dicen que envidias te quieren
de esta huerta desterrar,
que hasta en raudales ofende
lo claro de la verdad.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori histrionisa, en coche simón

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ésa que veis llegar máquina lenta,
de fatigados brutos arrastrada,
que en vano de rigor la diestra armada
vinoso auriga acelerar intenta:
no menos va dichosa y opulenta,
que la de cisnes cándidos tirada
concha de venus, cuando en la morada
celeste al padre ufana se presenta.
Clori es esta: mirad las poderosas
luces, el seno de alabastro, el breve
labio que aromas del oriente espira.
Flores al viento esparcen las hermosas
gracias, y el virgen coro de las nueve
y entorno de ella amor vuela, y suspira.



Lope de Vega

con imperfectos círculos enlazan

-- de Lope de Vega --

Con imperfectos círculos enlazan
rayos el aire, que en discurso breve
sepulta guadarrama en densa nieve,
cuyo blanco parece que amenazan.
Los vientos, campos y naves despedazan;
el arco, el mar con los extremos bebe,
súbele al polo, y otra vez le llueve,
con que la tierra, el mar y el cielo abrazan.
Mezcló en un punto la disforme cara
la variedad con que se adorna el suelo
perdiendo febo de su curso el modo.
Y cuando ya parece que se para
el armonía del eterno cielo,
salió lucinda, y serenose todo.



Lope de Vega

¿qué es esto , dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿qué es esto?», dijo el israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy cristo les responde en sacramento:
«éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo dios sustento.



Lope de Vega

Amor, no pienses que te pintan tierno

-- de Lope de Vega --

Amor, no pienses que te pintan tierno,
porque lo mismo que pareces eres,
ni así desnudo, porque ardiendo mueres,
que no hay Scitia cruel como tu invierno.

Tu pecho es roble, tu interés eterno,
loco tu ardor, prestados tus placeres;
fingida y breve gloria, cuando quieres;
cuando aborreces, verdadero infierno.

Si dios, siendo tan malo, te llamaron,
no ha sido porque tú lo merecieses,
mas porque tantos necios te adoraron.

Y viendo que era fuerza que debieses
a cuantos sus haciendas te fiaron,
las alas te pusieron porque huyeses.



Lope de Vega

Aquí cuelgo la lira que desamo

-- de Lope de Vega --

Aquí cuelgo la lira que desamo,
con que canté la verde primavera
de mis floridos años, y quisiera
romperla al tronco, y no colgarla en ramo.
Culpo mi error, y la ocasión infamo,
por quien canté lo que llorar debiera,
que el vano estudio vano premio espera,
ladrón del tiempo con disfraz le llamo.
En otra lira, a cuyo son recuerdas
dormida Musa, en este breve plazo
canta segura de que el tiempo pierdas.
Templóla amor con poderoso brazo,
que en tres clavijas le subió las cuerdas,
y le labró de una lanzada el lazo.



Lope de Vega

¿Cómo puede, Señor, justificarse

-- de Lope de Vega --

¿Cómo puede, Señor, justificarse
con Vos el hombre, habiéndoos ofendido,
parecer limpio de mujer nacido,
ni el polvo al que es eterno compararse?
¿Cómo puede la nada levantarse,
pues el más estimado y preferido
se ve en tan breve término caído,
que puede hasta la envidia lastimarse?
El bálsamo en los huesos no compone
segunda vez del hombre la armonía,
por más oro que el túmulo corone.
Si no es limpio con Vos el sol, el día,
¿qué será el hombre vil, que a Dios se opone,
resuelto en polvo y en ceniza fría?



Lope de Vega

Cuando lo que he de ser me considero

-- de Lope de Vega --

Cuando lo que he de ser me considero,
¿cómo de mi bajeza me levanto?
Y si de imaginarme tal me espanto,
¿por qué me desvanezco y me prefiero?
¿Qué solicito, qué pretendo y quiero,
siendo guerra el vivir y el nacer llanto?
¿Por qué este polvo vil estimo en tanto,
si dél tan presto dividirme espero?
Si en casa que se deja, nadie gasta,
pues pierde lo que en ella se reparte,
¿qué loco engaño mi quietud contrasta?
Vida breve y mortal, dejad el arte:
que a quien se ha de partir tan presto, basta
lo necesario, en tanto que se parte.



Lope de Vega

El sucesor del gótico arrogante

-- de Lope de Vega --

El sucesor del gótico arrogante,
que fulminó dos veces Carlos Quinto,
en blanco armado, aunque de sangre tinto,
del Sacro Imperio presumióse Atlante.

Estaba el mundo en acto circunstante,
si bien el voto universal distinto,
cuando cayó de tanto laberinto,
con breve plomo, el ínclito gigante.

Mesuróse el león de España, el ave
del imperio paró las sacras plumas,
y el gran Melquisedec doró la llave.

Que suelen de olas infinitas sumas,
pensando, altivas, contrastar la nave,
nacer montañas y morir espumas.



Lope de Vega

Fingido amigo, en las lisonjas tierno

-- de Lope de Vega --

Fingido amigo, en las lisonjas tierno,
no iguala al enemigo declarado;
si amor me tiene ciego y engañado,
yo sé que hay redención, aunque es infierno.

En tu breve placer mi daño eterno
bebiendo voy en dulce error cifrado,
ya por costumbre a tanto mal llegado
que por mi propio engaño me gobierno.

Para ser desdichado fui nacido,
y, con estarme bien, morir no quiero
por no perder un mal también sufrido.

Tales son unos ojos por quien muero
que en el tormento del dolor me olvido
y en quien me ha de matar vivir espero.



Lope de Vega

Inmenso monte, cuya blanca nieve

-- de Lope de Vega --

Inmenso monte, cuya blanca nieve
te muestra antes de tiempo encanecido,
en ti quiero vivir, por ver si ha sido
fuego este amor, pues acabar se debe.

Pero si está en el alma, aunque más pruebe
hacer de nieve a su memoria olvido,
será trabajo eterno del sentido
y de mi largo error engaño breve.

Nieve por nieve al fin, puerto por puerto,
blancura y condición, Lucinda helada,
a mi fuego darán remedio cierto.

¡Oh duro puerto una mujer airada!
pero pásele yo quedando muerto,
que a quien cansa el vivir, la muerte agrada.



Lope de Vega

Oh quién muriera por tu amor ardiendo

-- de Lope de Vega --

¡Oh quién muriera por tu amor, ardiendo
en vivas llamas, dulce Jesús mío,
y que las aumentara aquel rocío
que viene de los ojos procediendo!
¡Oh quien se hiciera un Etna despidiendo
vivas centellas deste centro frío,
o fuera de su sangre el hierro impío
de un africano bárbaro cubriendo!
Este deseo, que a morir se atreve,
recibe Tú, pues la ocasión venida,
bien sabes que no fuera intento aleve
¿Y qué mucho que amor la muerte pida?
Pues no era muerte, sino puente breve
que me pasara a ti, mi eterna vida



Lope de Vega

Padre de los humanos, Amor ciego

-- de Lope de Vega --

Padre de los humanos, Amor ciego,
de quien nació la vida de dos vidas,
y por quien tantas fueron consumidas,
destierro de la paz y del sosiego.

Amor, que a un tiempo eres troyano y griego,
breve placer, tesoro del rey Midas,
divino ensalmador de tus heridas,
luna, que porque crece, mengua luego,

¿por qué te llaman padre, si no eres
como Saturno que sus hijos come?
Que, en efeto, aborreces lo que quieres.

Amor, pues no hay quien residencia tome
a la poca verdad de tus placeres,
mi muerte será Alcides que te dome.



Lope de Vega

Picó atrevido un átomo viviente

-- de Lope de Vega --

Picó atrevido un átomo viviente
los blancos pechos de Leonor hermosa,
granate en perlas, arador en rosa,
breve lunar del invisible diente.
Ella dos puntas de marfil luciente,
con súbita inquietud bañó quejosa,
y torciendo su vida bulliciosa,
en un castigo dos venganzas siente.
Al expirar la pulga, dijo: "¡Ay, triste,
por tan pequeño mal dolor tan fuerte!"
"¡Oh pulga!", dije yo, "¡dichosa fuiste...!
Detén el alma, y a Leonor advierte
que me deje picar donde estuviste,
y trocaré mi vida con tu muerte".



Lope de Vega

¿Qué es esto?, dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿Qué es esto?», dijo el Israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy Cristo les responde en sacramento:
«Éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo Dios sustento.



Lope de Vega

Si de la sombra de tu cuerpo santo

-- de Lope de Vega --

Si de la sombra de tu cuerpo santo
puesto en la cruz un bárbaro homicida
recibe luz para pedirte vida,
y vida eterna por tan breve llanto;
si la divina fimbria de tu manto
salud concede a quien la tiene asida,
más es tenerte en celestial comida.
¡Dichosa el alma que merece tanto!
No sombra de tu cuerpo, o fimbria tuya,
sino tu cuerpo mismo, ¿cuál efeto
hará en el alma que a tu mesa llega?
¡Qué reino pedirá? ¿Qué salud suya,
que tú la niegues, si con dulce efeto
tan cerca te ama, abraza, goza y ruega?



Lope de Vega

Tomé la pluma, Fabio, al gallicinio

-- de Lope de Vega --

Tomé la pluma, Fabio, al gallicinio,
pasada la intempesta nocturnancia,
y no para buscar pueblos en Francia
que no tengo historiógrafo desinio.

Y haciendo de las cosas escrutinio
deste mundo visible mi ignorancia,
en todo hallé disgusto y repugnancia
con tanto descompuesto latrocinio.

Intenté comenzar por desengaños,
del mar de nuestra vida breve espuma,
que a tantos necios consumió los años;

pero al mirar la inumerable suma
de inveciones, de máquinas, de engaños,
dejé los libros y arrojé la pluma.



Góngora

De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler

-- de Góngora --

Prisión del nácar era articulado
de mi firmeza un émulo luciente,
un dïamante, ingenïosamente
en oro también él aprisionado.

Clori, pues que a su dedo apremïado
de metal, aun precioso, no consiente,
gallarda un día, sobre impacïente,
lo redimió del vínculo dorado.

Mas ¡ay!, que insidïoso latón breve
en los cristales de su bella mano
sacrílego divina sangre bebe:

púrpura ilustró menos indïano
marfil, invidïosa sobre nieve
claveles deshojó la Aurora en vano.



Góngora

Dilatándose una pensión que pretendía

-- de Góngora --

Camina mi pensión con pies de plomo,
el mío, como dicen, en la huesa;
a ojos yo cerrados, tenue o gruesa,
por dar más luz al mediodía la tomo.

Merced de la tijera a punta o lomo
nos conhorta aun de murtas una mesa;
«Ollay» la mejor voz es portuguesa,
y la mejor ciudad de Francia, Como.

No más, no, borceguí; mi chimenea,
basten los años que ni aun breve raja
de encina la perfuma, o de aceituno.

¡Oh cuánto tarda lo que se desea!
Llegue; que no es pequeña la ventaja
del comer tarde al acostarse ayuno.



Luis Lloréns Torres

el drama del olvido

-- de Luis Lloréns Torres --

El- la historia de nuestro amor,
que aún sahúma tu memoria,
fue breve como la historia
de la abeja con la flor.

Prisionera de la flor,
la abeja sabe libar
en su cárcel de azahar.

Y cuando liba la esencia,
recobra su independencia
y se vuelve al colmenar.

Ella- te di el libro de mi vida,
para que tú lo leyeras,
y en sus páginas primeras
te deslumbraste en seguida.

Tu curiosidad herida
quiso el final conocer.

Y hoy lo cierras sin saber
que entre sus hojas extremas
hay los más bellos poemas
que dejaste sin leer.



Manuel del Palacio

Mensaje

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Sabes, niña gentil, lo que murmura
El cefirillo que las hojas mueve,
Cuando á besar en tu jardín se atreve
De la violeta la corola pura?

¿Sabes lo que del campo en la espesura
Persigue el ruiseñor con vuelo leve,
Y lo que anuncia con su canto breve
El rey alado de la noche oscura?

Pues lo mismo las brisas que las aves
Himnos modulan en que Dios revela
Su alto poder y sus designios graves;

Sueño que el alma descifrar anhela,
¿Lo sabes, niña, dí? Pues si lo sabes,
Puedes ir á contárselo á tu abuela.



Manuel del Palacio

Poesía y prosa

-- de Manuel del Palacio --

¿La veis? Blanca es su tez como la nieve,
Negros sus ojos, sus mejillas rosa;
Como la palma del desierto airosa
Se columpia al andar su talle breve.

Siempre que hácia el jardín su planta mueve
En ella va á libar la mariposa,
Pues niña tan gentil y tan hermosa
Ni ha existido jamás, ni existir debe.

Pródiga en ella unió naturaleza
Los cien tesoros que guardaba en vano,
Ingenio, juventud, gracia y riqueza.

¿La veis? pues maldecid al hado insano;
Que esa mujer, portento de belleza,
Se suena las narices con la mano.



Jaime Sabines

vieja la noche...

-- de Jaime Sabines --

Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.

¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!

la noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.

Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.

No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.



Jaime Torres Bodet

madrigal

-- de Jaime Torres Bodet --

Eres, como la luz, un breve pacto
que de colores fragua su blancura;
y en iris como a ella te figura
de la nieve menor el prisma abstracto.
Dejas, como la luz, un sordo impacto
de sombra en la retina y, por la oscura
huella que de su tránsito perdura,
recuerdo el esplendor de tu contacto.
El cristal te deshace, no el acero;
aunque, más que el cristal, la geometría,
pues transparencias sin aristas nunca
lograron traducir tu ser ligero.
Y, por eso tal vez, el alma mía
te descompone cuando no te trunca.



Joaquín Nicolás Aramburu

Sol sin fuego

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Hizo Dios tu poblada cabellera
de un jirón de la noche tenebrosa,
y tu pequeña boca primorosa
de una tarde gentil de primavera.

Del astro de más brillo de la esfera
tomó la luz de tu mirar la diosa,
y de un alba de Abril, la pudorosa
mejilla que al clavel envidia diera.

Hizo tu planta breve, de la brisa
que se pasea en el vergel ameno,
de un rayo de la luna tu sonrisa,

de un diáfano celaje tu albo seno;
mas, ¡ay! formó tu corazón, tan solo
del blanco hielo que condensa el Polo.



Jorge Luis Borges

texas

-- de Jorge Luis Borges --

Aquí también. Aquí, como en el otro
confín del continente, el infinito
campo en que muere solitario el grito;
aquí también el indio, el lazo, el potro.
Aquí también el pájaro secreto
que sobre los fragores de la historia
canta para una tarde y su memoria;
aquí también el místico alfabeto
de los astros, que hoy dictan a mi cálamo
nombres que el incesante laberinto
de los días no arrastra: san jacinto
y esas otras termópilas, el álamo.
Aquí también esa desconocida
y ansiosa y breve cosa que es la vida.



Jorge Luis Borges

en memoria de angélica

-- de Jorge Luis Borges --

¡cuántas posibles vidas se habrán ido
en esta pobre y diminuta muerte,
cuántas posibles vidas que la suerte
daría a la memoria o al olvido!
cuando yo muera morirá un pasado;
con esta flor un porvenir ha muerto
en las aguas que ignoran, un abierto
porvenir por los astros arrasado.
Yo, como ella, muero de infinitos
destinos que el azar no me depara;
busca mi sombra los gastados mitos
de una patria que siempre dio la cara.
Un breve mármol cuida su memoria;
sobre nosotros crece, atroz, la historia.



César Vallejo

va corriendo, andando, huyendo

-- de César Vallejo --

Va corriendo, andando, huyendo
de sus pies...
Va con dos nubes en su nube,
sentado apócrifo, en la mano insertos
sus tristes paras, sus entonces fúnebres.
Corre de todo, andando
entre protestas incoloras; huye
subiendo, huye
bajando, huye
a paso de sotana, huye
alzando al mal en brazos,
huye
directamente a sollozar a solas.
Adonde vaya,
lejos de sus fragosos, cáusticos talones,
lejos del aire, lejos de su viaje,
a fin de huir, huir y huir y huir
de sus pies hombre en dos pies, parado
de tánto huir habrá sed de correr.
¡Y ni el árbol, si endosa hierro de oro!
¡y ni el hierro, si cubre su hojarasca!
nada, sino sus pies,
nada sino su breve calofrío,
sus paras vivos, sus entonces vivos...



Dulce María Loynaz

deseo

-- de Dulce María Loynaz --

Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra...

Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve y único horizonte de carne:
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...



Dulce María Loynaz

conjuro

-- de Dulce María Loynaz --

Cuando revuelvo el brazo
no estrecho, rompo el lazo.

Ya sólo un camino breve
busco: el que de ti me lleve.

¡Con qué agua te apagaré!...
¡Con qué llama te quemaré!...

Para cortar tu nudo..., ¿Qué espada?
para talarte, ¿qué hacha afilada?

un muro busco, un muro de granito
donde se estrelle el mar de tu infinito...

Racimo de octubre, dame un no bebido...
Vino que me haga olvidar su olvido...

¡Oh lámpara, apágate si has de alumbrarlo!...
¡Rómpete, oh labio, en tierra antes que llamarlo!

he llegado hasta donde nadie pudo llegar.
Si aun vuelvo la cabeza..., ¡Dios me vuelva de sal!



Dulce María Loynaz

si fuera nada más...

-- de Dulce María Loynaz --

Si fuera nada más que una
sombra sin sombras; que una intima
tiniebla de dentro para fuera...

Si fuera-nada más-la misma
tiniebla de hoy... O la de ayer,
o la de todos los días...

Y ninguna cosa más honda
ni más ardiente ni más fría.

Si fuera como el retorno de un viaje
cansado..., Un encontrar la antigua
casa, la olvidada almohada
que más blanda parecería...

Si ni siquiera fuera almohada
ni casa ni sombra ni vía
de retorno o de fuga, ni
miel que recoger, ni acíbar...

Si sólo fuera-al fin...-Un breve
reintegrarse a la nada tibia...



Efraín Huerta

órdenes de amor VI

-- de Efraín Huerta --

Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.

Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.



Julián del Casal

el anhelo de una rosa

-- de Julián del Casal --

A manuel de la cruz
yo era la rosa que, en el prado ameno,
abrí mi cáliz de encendida grana,
donde vertió sus perlas la mañana,
como en un cofre de perfumes lleno.
Del lago azul en el cristal sereno
vi mi corola retratarse ufana,
como ante fina luna veneciana
ve una hermosura su marmóreo seno.
Teniendo que morir, porque el destino
hizo que breve mi existencia fuera,
arrojándome al polvo del camino;
anhelo estar en mi hora postrimera,
prendida en algún seno alabastrino
o en los rizos de oscura cabellera.



Octavio Paz

intervalo

-- de Octavio Paz --

Arquitecturas instantáneas
sobre una pausa suspendidas,
apariciones no llamadas
ni pensadas, formas de viento,
insubstanciales como tiempo
y como tiempo disipadas.
Hechas de tiempo, no son tiempo;
son la hendedura, el intersticio,
el breve vértigo del entredonde se abre la flor diáfana:
alta en el tallo de un reflejo
se desvanece mientras gira.
Nunca tocadas, claridades
con los ojos cerrados vistas:
el nacimiento transparente
y la caída cristalina
en este instante de este instante,
interminable todavía.
Tras la ventana: desoladas
azoteas y nubes rápidas.
El día se apaga, se enciende
la ciudad, próxima y remota.
Hora sin peso. Yo respiro
el instante vacío, eterno.



Octavio Paz

cosante

-- de Octavio Paz --

Con la lengua cortada
y los ojos abiertos
el ruiseñor en la muralla
ojos de pena acumulada
y plumaje de sangre
el ruiseñor en la muralla
plumas de sangre y breve llamarada
agua recién nacida en la garganta
el ruiseñor en la muralla
agua que corre enamorada
agua con alas
el ruiseñor en la muralla
entre las piedras negras la voz blanca
del agua enamorada
el ruiseñor en la muralla
con la lengua cortada canta
sangre sobre la piedra
el ruiseñor en la muralla



Pablo Neruda

soneto xliii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Un signo tuyo busco en todas las otras,
en el brusco, ondulante río de las mujeres,
trenzas, ojos apenas sumergidos,
pies claros que resbalan navegando en la espuma.
De pronto me parece que diviso tus uñas
oblongas, fugitivas, sobrinas de un cerezo,
y otra vez es tu pelo que pasa y me parece
ver arder en el agua tu retrato de hoguera.
Miré, pero ninguna llevaba tu latido,
tu luz, la greda oscura que trajiste del bosque,
ninguna tuvo tus diminutas orejas.
Tú eres total y breve, de todas eres una,
y así contigo voy recorriendo y amando
un ancho mississippi de estuario femenino.



Pedro Julio Mir

ni un paso atrás

-- de Pedro Julio Mir --

Árbol de luna que obedece al clima
un sistema de nocturnidad,
no permitas que el murciélago te oprima.
Ni un paso atrás.

No permitas que el largo regimiento
de los años de crimen pertinaz,
te toque el hombro con el pensamiento.
Ni un paso atrás.

Que la alta flor que de tus ramas brota
en este chapuzón de libertad,
no pierda en miel ni la más breve gota.
Ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, soldados y civiles
hermanados de pronto en la verdad.
La vida es una sobre los fusiles,
que no hay trincheras para los reptiles,
de malos nuestros a extranjeros viles.
Ni un paso atrás.

La libertad como un antiguo espejo
roto en la luz, se multiplica más,
y cada vez que un trozo da un reflejo
el tiempo nuevo le repite al viejo:
ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, ni un paso atrás,
ni un paso de retorno al ayer, ni la mitad
de un paso en el sentido del ocaso,
ni un paso atrás.

Que en la lucha del pueblo se confirme,
-sangre y sudor- la nacionalidad.
Y pecho al plomo y la conciencia en firme.
Y en cada corazón... Ni un paso atrás.



Rafael de León

centinela de amor

-- de Rafael de León --

Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

un día me dijiste: -no te quiero...
Y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.



José Tomás de Cuellar

Te acuerdas...?

-- de José Tomás de Cuellar --

Te acuerdas...? Asomada á tu ventana
Que daba hacia el jardín....
Aquella noche.... ¡Cual pasó! ¡tan breve...!
— Ay en mi vida me sentí más grande
Y en mi vida mujer ó sombra leve
Me ha conmovido así.

La blanca luna en tus pupilas negras
Brillaba: para mí
Tenía tu mirada de los cielos
Toda la luz; y me bañaba el alma
Aniquilando penas y desvelos....
¡Era yo tan feliz!

Tus blancas ropas — blancas cual la nieve -
A tu cuerpo gentil
Como espuma en el mar á la onda rauda
Ceñían, cayendo cual cascada luego



José Ángel Buesa

soneto lloviendo

-- de José Ángel Buesa --

No hace falta que llueva como llueve este día,
y, sin embargo, llueve desde el amanecer.
Si hay rosas y retoños, ¿para qué llovería?
si ya todo florece, ¿qué más va a florecer?
llueve obstinadamente y en la calle vacía
las gotas de la lluvia son pasos de mujer.
Pero cierro los ojos y llueve todavía,
y al abrirlos de nuevo no deja de llover.
Yo sé que no hace falta que llueva, pero llueve.
Y recuerdo una tarde maravillosa y breve,
que fue maravillosa porque llovía así...
Y es tan triste, tan triste, la lluvia en mi ventana,
que casi me pregunto, dulce amiga lejana,
si no estará lloviendo para que piense en ti.



Juan de Arguijo

Del tiempo

-- de Juan de Arguijo --

Mira con cuánta priesa se desvia
De nosotros el sol, al mar vecino,
Y aprovecha, Fernando, en tu camino
La luz pequeña de este breve dia.

Antes que en tenebroso noche fria
Pierdas la senda, y de buscarla el tino,
Y aventurado en manos del destino,
Vagues errando por incierta via.

Háganse ajenos casos enseñado,
Y el miserable fin de tantos pueda
Con fuerte ejemplo apercibir tu olvido.

Larga carrera, plazo limitado
Tienes, veloz el tiempo corre, y queda
Solo el dolor de haberlo mal perdido.



Juan de Arguijo

Troya

-- de Juan de Arguijo --

El que soberbio á no temer se atreve
La fuerza oculta del violento hado,
Y en alegre fortuna confiado,
De lo dioses creyó el aplauso leve,

Ejemplo tome de mi gloria breve,
En cuyo fin dejó el egipcio armado
El turbio Nilo, y vino el scita osado
Que el puro Tánais y el Oronta bebe.

Troya fuí, de los dioses obra ilustre,
Honor del Asia, hermosa, rica y fuerte,
Madre de reinos, y del mundo espanto.

Cayó mi gloria, y de su antiguo lustre
Solo han quedado ¡oh miserable suerte!
Cenizas viles y afrentoso llanto.



A una dama que tiró un güevo de azahar

-- de Juan de Moncayo --

En prisión breve azahares deposita
tu mano bella, siempre rigurosa,
pues con el agua quiere, cautelosa,
el fuego disfrazar, que precipita.

En el tirar de amor el golpe incita,
fiando al aire acciones de briosa;
nunca la vio la selva más hermosa,
cuando de Venus la deidad imita.

Rendido el corazón a su luz pura
y abrasando en las perlas que derrama,
a mi cuidado acrecentó desvelos.

Divina suspensión de la hermosura,
¿cómo en agua reduces tanta llama?,
¿cómo desatas tanto ardor en hielos?



Fray Luis de León

oda xviii en la ascensión

-- de Fray Luis de León --

¿y dejas, pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero, airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



Félix María Samaniego

La vieja y el gato

-- de Félix María Samaniego --

Tenía cierta vieja de costumbre,

al meterse en la cama,

arrimarse en cuclillas a la lumbre,

en camisa, las manos a la llama.

En este breve rato,

le hacía un manso gato

dos mil caricias tiernas:

pasaba y repasaba entre sus piernas.

Y como en tales casos la enarbola,

tocaba en cierta parte con la cola.

Y la vieja cuitada

muy contenta decía: -Peor es nada.



Gabriela Mistral

palabras serenas

-- de Gabriela Mistral --

Ya en la mitad de mis días espigo
esta verdad con frescura de flor:
la vida es oro y dulzura de trigo,
es breve el odio e inmenso el amor.
Mudemos ya por el verso sonriente
aquel listado de sangre con hiel.
Abren violetas divinas, y el viento
desprende al valle un aliento de miel.
Ahora no sólo comprendo al que reza;
ahora comprendo al que rompe a cantar.
La sed es larga, la cuesta es aviesa;
pero en un lirio se enreda el mirar.
Grávidos van nuestros ojos de llanto
y un arroyuelo nos hace sonreír;
por una alondra que erige su canto
nos olvidamos que es duro morir.
No hay nada ya que mis carnes taladre.
Con el amor acabóse el hervir.
Aún me apacienta el mirar de mi madre.
¡Siento que dios me va haciendo dormir!



Garcilaso de la Vega

SONETO VI

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Garcilaso de la Vega

Por ásperos caminos he llegado

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
que empuja al mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé,
ni aun mirarla me volví, y no obstante
algo en mi oído murmuró “esa es”.
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos y ... “Fue”.



Gutierre de Cetina

como la obscura noche al claro día

-- de Gutierre de Cetina --

Sigue con inefable movimiento,
así sigue al contento el descontento
de amor y la tristeza al alegría;
sigue al breve gozar luenga porfía,
al dulce imaginar sigue el tormento,
y al alcanzado bien el sentimiento
del perdido favor que lo desvía.
De contrarios está su fuerza hecha;
sus tormentas he visto y sus bonanzas,
y nada puedo ver que me castigue.
Ya sé qué es lo que daña y aprovecha;
mas ¿cómo excusará tantas mudanzas
quien ciego tras un ciego a ciegas sigue?



Gutierre de Cetina

cuando a contemplar vengo el curso breve

-- de Gutierre de Cetina --

De esta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquél que morir debe,
viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.
Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,
que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.



Hernando de Acuña

Al Marqués de Pescara

-- de Hernando de Acuña --

Señor, en quien nos vive y ha quedado
el gran nombre del Vasto y, su memoria,
después que de esta breve y transitoria
a al vida inmortal mudó su estado,

donde desprecia nuestro bajo grado
y goza para siempre inmensa gloria,
quedando en todo verso, en toda historia,
del mundo eternamente celebrado;

mirad cuán ancha y espaciosa vía
os muestran sus hazañas inmortales
de haceros inmortal entre la gente,

y seguid su valor, que con tal guía
los más famosos no os serán iguales
del siglo ya pasado o del presente.



Salvador Novo

breve romance de la ausencia

-- de Salvador Novo --

Único amor, ya tan mío
que va sazonando el tiempo:
¡qué bien nos sabe la ausencia
cuando nos estorba el cuerpo!

mis manos te han olvidado
pero mis ojos te vieron
y cuando es amargo el mundo
para mirarte los cierro.

No quiero encontrarte nunca,
que estás conmigo y no quiero
que despedace tu vida
lo que fabrica mi sueño.

Como un día me la diste
viva tu imagen poseo,
que a diario lavan mis ojos
con lágrimas tu recuerdo.

Otro se fue, que no tú,
amor que clama el silencio
si mis brazos y tu boca
con las palabras partieron.

Otro es éste, que no yo,
mudo, conforme y eterno
como este amor, ya tan mío
que irá conmigo muriendo.



El despecho (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

Ya que no puedo, por desdicha mía,
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,
anudando tu talle con el lazo
que teje amor en su feliz porfía,

quieran los cielos, por oculta vía,
en árbol trasformarme a breve plazo
convirtiendo en corteza mi regazo,
y mi cabello en verde lozanía.

Y múdeme también en yedra amante
que ensortije mi tronco de contino,
confundiendo tus hojas con mi rama:

que así mi amor, por fiel y por constante,
al fin conseguirá contra el destino
templar en ti lo ardiente de su llama.



Ventura Ruiz Aguilera

La Patria

-- de Ventura Ruiz Aguilera --

Queriendo yo un dia
Saber qué es la Pátria,
Me dijo un anciano
Que mucho la amaba:

«La Patria se siente;
No tienen palabras
Que claro la expliquen
Las lenguas humanas.

»Allí, donde todas
Las cosas nos hablan
Con voz que hasta el fondo
Penetra del alma;

»Allí, donde empieza
La breve jornada
Que al hombre en el mundo
Los cielos señalan;

»Allí, donde el canto
Materno arrullaba
La cuna que el Ángel
Veló de la guarda;



El sueño de la enredadera

-- de Vicenta Castro Cambón --

A Dolores Caeiro de Castro,

filialmente.

¡OH tierra que alimentas mis raíces!
alejarme de ti es mi vivo anhelo;
por eso, aunque muy débiles, mis ramas
suben y suben, cual buscando el cielo.

Varas enjutas que formáis mi zarzo,
aunque no alcance yo la ansiada altura
os ceñiré con fraternales brazos
y luciréis alegre vestidura.

Nadie en breve podré reconoceros
cubiertas por mis hojas y mis flores,
y a nuestra fresca sombra muchos seres
vendrán a refugiarse en los calores.

Y vendrán, confundiendo sus encantos,
picaflores y lindas mariposas
a buscar el sustento de su vida
en la miel de mis flores olorosas.

¡Cuán alegre seré la vida, entonces,
cuando pueda ofrecer mi seno amigo
a vivientes tan bellos e inocentes,
dulce alimento y protector abrigo!

¡Oh tierra que alimentas mis raíces!
alejarme de ti es mi vivo anhelo.
Elevarme, dar flores, muchas flores:
es esa mi misión y ese es mi cielo.

Y lo mismo que muere sin temores
el hombre que fué activo, honrado y bueno,
cumplida mi misión, oh madre tierra,
trocada en polvo volveré a tu seno.



Vicente Aleixandre

adolescencia

-- de Vicente Aleixandre --

vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
El pie breve,
la luz vencida alegre.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.



Vicente Aleixandre

posesión

-- de Vicente Aleixandre --

Negros de sombra. Caudales
de lentitud. Impaciente
se esfuerza en armar la luna
sobre la sombra sus puentes.
(¿De plata? son levadizos
cuando, bizarro, de frente,
de sus puertos despegado
cruzar el día se siente.)
Ahora los rayos desgarran
la sombra espesa. Reciente,
todo el paisaje se muestra
abierto y mudo, evidente.
Húmedos pinceles tocan
las superficies, se mueven
ágiles, brillantes; tensos
brotan a flor los relieves.
Extendido ya el paisaje
está. Su mantel, no breve,
flores y frutos de noche,
en dulce peso, sostiene.
La noche, madura toda,
gravita sobre la nieve
hilada. ¿Qué zumos densos
dará en mi mano caliente?
su pompa rompe la cárcel
exacta, y la pulpa ardiente,
constelada de pepitas
iluminadas, se vierte.
Mis rojos labios la sorben.
Hundo en su yema mis dientes.
Toda mi boca se llena
de amor, de fuegos presentes.
Ebrio de luces, de noche,
de brillos, mi cuerpo extiende
sus miembros, ¿pisando estrellas?,
temblor pisando celeste.
La noche en mí. Yo la noche.
Mis ojos ardiendo. Tenue,
sobre mi lengua naciendo
un sabor a alba creciente.



Vicente Gallego

una historia vulgar

-- de Vicente Gallego --

Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
y ése ha sido el regalo más grande de la vida
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.



Vicente Gallego

alguien trajo una rosa

-- de Vicente Gallego --

A carlos aleixandre
alguien trajo una rosa
hace ya algunos días, y con ella
trajo también algo de luz;
yo la puse en un vaso y poco a poco
se ha apagado la luz y se apagó la rosa.
Y ahora miro esa flor
igual que la miraron los poetas barrocos,
cifrando una metáfora en su destino breve:
tomé la vida por un vaso
que había que beber
y había que llenar al mismo tiempo,
guardando provisión para días oscuros;
y si ese vaso fue la vida,
fue la rosa mi empeño para el vaso.
Y he buscado en la sombra de esta tarde
esa luz de aquel día, y en el polvo
que es ahora la flor, su antiguo aroma,
y en la sombra y el polvo ya no estaba
la sombra de la mano que la trajo.
Y hoy veo que la dicha, y que la luz,
y todas esas cosas que quisiéramos
conservar en el vaso,
son igual que las rosas: han sabido los días
traerme algunas, pero
¿qué quedó de esas rosas en mi vida
o en el fondo del vaso?



Vicente Gallego

descabalada ciencia

-- de Vicente Gallego --

Descabalada ciencia misteriosa
nuestra felicidad:
esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu,
breve tregua del alma con los cielos azules
que fomentan acaso el inmortal anhelo
de una alada conciencia más allá de la muerte.
Dulce engaño del cuerpo que ha gozado
su alto vuelo de sal sobre otro cuerpo,
y ligero se siente, y sus alas procuran
espantar un instante su condición orgánica
para soñarse un día
corrompida la fruta
sabor agradecido, aroma al menos,
ingrávida memoria de la dicha
que es ahora en la tarde.
Parece hoy suficiente salvación
albergar la esperanza
de una muerte que sea duermevela,
cansancio vespertino en el verano
satisfecho y redondo de haber sido,
contemplativo exilio, amortiguado eco
lejano y cadencioso de nosotros.
Firmamento irisado de los días felices,
quién pudiera salvarte,
como imagen cumplida del trayecto,
en la hueca retina del no ser,
o siquiera preñar el negativo
estricto de la nada que seremos
con el polen de luz de esta alegría.



Vicente García de la Huerta

En la ausencia

-- de Vicente García de la Huerta --

Si es muerte, si es infierno, Lisi mía,
el punto que me roba a tu presencia,
del vulgo la mordaz impertinencia
o de mi hado infeliz la tiranía,

¡cuánta habrá sido, Lisi, mi agonía,
mi confusión, mi pena, mi dolencia,
considerada bien la eterna ausencia
de las eternas horas de este día!

¡Ay, dulce prenda mía, si el no verte
un breve tiempo tiene tanta parte
de sentimiento, que me da la muerte!

¡cuánta será mi pena al contemplarte
capaz, por mi desdicha, de perderte,
incapaz por mi mal, de recobrarte!



Vicente Wenceslao Querol

Anacreóntica

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Cuando en un breve instante
del desdén al cariño
tú pasas inconstante,
sé por qué Amor es niño.

Cuando de infiel te acusa
mi entendimiento, y luego
mi corazón te excusa,
sé por qué Amor es ciego.

Cuando tras pasión nueva
de mí huyes veleidosa,
sé por qué el Amor lleva
alas de mariposa.

Y cuando mi esperanza
muere y en celos ardo,
sé por qué el Amor lanza
su ponzoñoso dardo.



Andrés Bello

Y posible será que destinado

-- de Andrés Bello --

¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo
do a la primera luz abrí los ojos?

Cuántas, ¡ah!, cuántas veces dando
auque breve a mi dolor consuelo,
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía.

Orillas del Anauco placenteras,
escenas de la edad encantadora,
que ya de mí, huyeron por mezquino,

huyó con presta irrevocable huida;
y toda en contemplarnos embebida
se goza el alma, a par que pena y llora.



Antonio Ros de Olano

En el nacimiento del Ebro

-- de Antonio Ros de Olano --

Aquí do nacen del íbero río,
en breve cuna, claras las primeras
ondas que allá tan turbias y altaneras
mueren bebidas por el mar bravío:

¡Arpa del triste sentimiento mío!
Si desterrada como yo no fueras,
negaras a estas plácidas riberas
el grave acento en que mis penas fío.

¡Ay! que los dos lloramos adorando,
arpa, la gloria y la ambición frustradas,
y en tanto van las ondas caminando...

Mas míralas, que corren afanadas
al mar, que es tumba y fin de su fortuna,
cual lo es de mi ambición su pobre cuna.



Antonio Ros de Olano

Progresión

-- de Antonio Ros de Olano --

Del fértil seno de la madre España
nace el altivo Tajo en breve cuna;
y, creciendo con rápida fortuna,
ceden los pinos a su adulta saña.

Si rompe cerros, si florestas baña,
río es el Tajo; su corriente es una,
sea en la vega, anchísima laguna,
sea sierpe que enrosca la montaña.

Miradle de Aranjuez en los vergeles,
vedle desde la cántara extremeña;
contempladle al llegar al Océano...

Y así del alma, en cálidos rieles,
la idea brota, y rauda se despeña,
río caudal del pensamiento humano.



Mariano José de Larra

A una hermosa que dio en hacer buenos versos

-- de Mariano José de Larra --

¿No te bastan los rayos de tus ojos,
de tu mejilla la purpúrea rosa,
la planta breve, la cintura airosa,
ni el suave encanto de tus labios rojos?

¿Ni el seno que a Ciprina diera enojos,
ni esa tu esquiva condición de esposa,
que también nuestras armas, Nise hermosa,
coges para rendir nuevos despojos?

¿A celebrar de tantos amadores
ingrata el fin acerbo te previenes
que a manos morirán de tus rigores?

Ya que en tus redes nuestras almas tienes,
la lira déjanos, ya que no amores,
para cantar al menos tus desdenes.



Marilina Rébora

dios existe

-- de Marilina Rébora --

Dios existe
dos de la madrugada. En trémula zozobra;
los silencios, vivientes; la oscuridad sin borde;
cuando la fuerza falta y la tristeza sobra,
en soledad infinita para estar más acorde.
De improviso resuena el son de un benteveo
con tono tan alegre que regocija el alma,
y es tal la donosura de su simple gorjeo
que sonrío, infantil, renacida la calma.
Y digo: dios existe; es el quien me conversa
como a niña medrosa perdida en la espesura,
para que no me queje sintiéndome en olvido.
La breve melodía, al viento se dispersa.
Y me quedo pensando por tierna conjetura:
¿en qué rincón de cielo habrá colgado un nido?



Rosalía de Castro

Con ese orgullo de la honrada y triste

-- de Rosalía de Castro --

Con ese orgullo de la honrada y triste
Miseria resignada a sus tormentos,
La virgen pobre su canción entona
En el mísero y lóbrego aposento,
Y mientras ella suspira murmura a sus oídos
Otra voz: «No seas tonta;

Entre plumas y rosas descansemos,
Que hallo mejor anticipar los goces
De la gloria en la tierra, y que impaciente
Por ti aguarde el infierno;
El infierno a quien vence el que ha pecado
Con su arrepentimiento.
¡Bien hayas tú, la que el placer apuras,
Y tú pobre y ascética mal hayas!
La vida es breve, el porvenir obscuro,
Cierta la muerte, y venturosa aquella
Que en vez de sueños realidades ama.»

Ella, triste, de súbito suspira
Interrumpiendo su cantar, y bañan,



Rosalía de Castro

En su cárcel de espinos y rosas

-- de Rosalía de Castro --

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

Y despiertan soñando, y dormidos
Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.



Medardo Ángel Silva

Un cuento

-- de Medardo Ángel Silva --

Está Lisete, la Infantina,
cerca del mar,
escuchando la sonatina
crepuscular.

Y una azafata dice: Dueña
te contaré
una leyenda, alba risueña,
que yo me sé.

Responde la niña con leve,
dulce mohín,
y ya impaciente mueve el breve,
rojo chapín.

—El viejo Rey de la Isla de Oro
poseía
un rubio y cándido tesoro
—luz y ambrosía—.

Y ese divino tesoro era
una hija linda;
celosa estaba la Primavera
de la Princesa Rosalinda.

Mil Príncipes iban a verla
y enloquecían
apenas su faz color de perla
rosa veían...

Pero la niña era curiosa
y, cierta vez, quiso mirar
la espuma que el Alba sonrosa
del viejo mar.

Y sola fuese hasta la orilla...
Mejor no fuera,
porque al mirar tal maravilla
en la ribera,
robósela un monstruo marino
y Poseidón
guardó a la niña en submarino
terreón.

¡Y cuando la negra mar delira,
se pone a llorar,
como una vaga y dulce lira
crepuscular!



Meira Delmar

breve

-- de Meira Delmar --

Llegas cuando menos
te recuerdo, cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas que se inventa
el viento
un día inmensamente azul.
Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.
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Meira Delmar

reminiscencia

-- de Meira Delmar --

Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.
Y supe de repente
no sé si tú también
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.
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Meira Delmar

breve encuentro

-- de Meira Delmar --

No sé nada de ti. De mí
no sabes nada.
Sólo que
al encontrarse nuestros ojos
un día,
tuvimos la certeza
de haber hallado al fin
lo que por tantos
años la vida, esta
vida y aun otra anterior perseguimos
en vano.
Y fue como un relámpago
en medio de la sombra.
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