Buscar Poemas con Borrasca


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Se han encontrado 17 poemas con la palabra borrasca

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Jorge Luis Borges

snorri sturluson (1179 1241)

-- de Jorge Luis Borges --

(1179-1241)
tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,
sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.
En la noche de islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces
el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.

Poema snorri sturluson (1179 1241) de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Diego Hurtado de Mendoza

Alcé los ojos, de llorar cansados

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Alcé los ojos, de llorar cansados,
Por tornar al descanso que solia;
Y como no lo vi donde solía,
Abajélos con lágrimas bañados.

Si algun bien yo hallaba en mis cuidados,
Cuando por mas contento me tenia,
Pues que ya le perdí por culpa mia,
Razon es que los llore ahora doblados.

Tendí todas las velas en bonanza,
Sin recelar humano entendimiento;
Alzóse una borrasca de mudanza,

Como si tierra y mar y fuego y viento
No me fueran en contra mi esperanza,
Y castigaron solo el sufrimiento.

Poema Alcé los ojos, de llorar cansados de Diego Hurtado de Mendoza con fondo de libro

Emilio Bobadilla

El emperador: 1

-- de Emilio Bobadilla --

Como un histrión, en multiformes trajes,
imitando a Nerón, se pavonea,
y en sus continuos y pomposos viajes
de su poder omnímodo alardea.

Sobre Europa, de pronto, la borrasca
desata de sus iras imperiales
y pueblos heteróclitos enfrasca
en contiendas terrestres y navales.

De victoria en victoria, va al fracaso,
—paradoja que puede traducirse:
es ley que el sol camine hacia el ocaso—;

huye perdida, al cabo, la entereza,
y a la patada que le dan al irse,
¡en vez de sangre vomitó... Cerveza!

Poema El emperador: 1 de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Julián del Casal

en un hospital

-- de Julián del Casal --

Tabernáculo abierto de dolores
que ansía echar el mundo de su seno,
como la nube al estruendoso trueno
que la puebla de lóbregos rumores;
plácenme tus sombríos corredores
con su ambiente impregnado del veneno
que dilatan en su ámbito sereno
los males de tus tristes moradores.
Hoy que el dolor mi juventud agosta
y que mi enfermo espíritu intranquilo
ve su ensueño trocarse en hojarasca,
pienso que tú serás la firme costa
donde podré encontrar seguro asilo
en la hora fatal de la borrasca.



José María Eguren

la dama i

-- de José María Eguren --

En la niebla del lago,
canto las finas trovas,

va en su góndola encantada
de papel a la misa
verde de la mañana.

Y en su ruta va cogiendo
las dormidas umbelas
y los papiros muertos.

Los sueños rubios de aroma
despiertan blandamente
su sardana en las hojas.

Y parte dulce, adormida,
a la borrasca iglesia
de la luz amarilla.



José Tomás de Cuellar

El poeta y la mujer

-- de José Tomás de Cuellar --

CON visiones risueñas en la mente
Y con robusta voz en la garganta,
Alta y serena la espaciosa frente,
Lo que el poeta siente,
Lleno de fé con entusiasmo canta.

Acaso dura ley irresistible
Con su lira no más y sus dolores
Lanzole enmedio de borrasca horrible,
Y el corazón sensible
Espinas encontró buscando flores.

Enmedio de sus sueños infantiles
Un edén le mostró su mente loca;
Pero pasaron presto los abriles



José Ángel Buesa

poema del árbol

-- de José Ángel Buesa --

La gracia de tu rama verdecida
antonio machado
árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde...



Vicente Huidobro

poemas póstumos 7

-- de Vicente Huidobro --

Tierra que te alimentas de mi tristeza
que gozas de beber mi sangre
y cada herida de mi pecho te enriquece
eres hermosa como una gran borrasca
cómo te gusta mi soledad
eres terrible como un alma grandiosa
que se defiende sola contra todas las ansias
te esperaré escondido
en un encrucijada donde menos lo pienses
y lucharemos cuerpo a cuerpo
tierra que te alimentas de mi tristeza
nací con siglos de amargura
pero vamos a ver quién ríe ahora



Juan Nicasio Gallego

A San Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Desciende de las fúlgidas mansiones,
ilustre leonés, santo guerrero;
muévate a compasión el trono ibero
que en el Betis plantaron tus legiones.

No tiene ya Corteses ni Colones
que rindan a sus pies otro hemisferio:
el que era envidia ayer del orbe entero
ludibrio es hoy de reyes y naciones.

Mira a tu nieta, cándida, inocente,
que en infantiles juegos divertida
ni aun el rumor de la borrasca siente.

Guarda y protege su preciosa vida,
y esa corona trémula en su frente
de mi contrarios vientos combatida.



Julio Flórez

xxvi

-- de Julio Flórez --

¡oh, bosques seculares,
refugio del silencio y de la sombra,
que el cielo y los eternos luminares
por techumbre tenéis, y por alfombra,
de hojas marchitas rumorosos mares!
dadme un eterno asilo
en vuestros hondos laberintos frescos;
ay, donde pueda reposar tranquilo...
Donde no sienta el penetrante filo
de mi dolor... ¡Oh, bosques gigantescos!
y cuando al fin termine la borrasca
de mi vida, y en mí se acabe todo,
mi cadáver cubrid con la hojarasca
de vuestros viejos árboles... De modo
que no sienta del ábrego los besos,
que no nazca una flor sobre mi lodo,
ni nadie pueda descubrir mis huesos.
Julio flórez



Julio Flórez

a mi hijo, león julio

-- de Julio Flórez --

¿ves ese roble que abatir no pudo
ayer el huracán que asoló el monte
y que finge en el monte un alto y rudo
centinela que mira el horizonte?
el rayo apenas lo agrietó; sereno
sobre su vieja alfombra de hojarasca
se yergue aún como retando al trueno
que la furia azuzó de la borrasca.
Se tú como ese roble: que la herida
que abra en tu pecho el dardo de la suerte
sin causarte escozor sane enseguida.
Labora y triunfa como sano y fuerte
para que el lauro que te da la vida
flote sobre el remanso de la muerte.
Julio flórez



Julio Flórez

Fue en tiempo de borrascas...

-- de Julio Flórez --

Poem

Fuë en tiempo de borrascas, en una selva oscura bajo una vieja acacia, somnífera y hojosa; tus grandes ojos verdes sufrían la tortura quemante de los besos de mi boca golosa: Tus ojos, impregnados de miedo y de ternura, tus ojos, esmeraldas que me robó la fosa!

Se ennegrecía el cielo; ¡cómo olvidar las horas que pasaron entonces, cuando en mis brazos presa, al morderte los labios —no másque me devoras!— decías, y agregabas: —me has hecho sangre!besa más pasito!— y sangraban como picadas moras tus labios, ¡ay!...Rubíes que me robó la huesa.

Después, lloraste muchoLa borrasca rugía; de pronto vibró un trueno y —¿oyes cómo retumba la voz de Dios? —dijiste, y agregaste: —¡alma mía! es que el cielo indignado sobre mí se derrumba! ¡Perdón! ¡Perdón! —yo en tanto tus lágrimas bebía, tus lágrimas, diamantes que me robó la tumba!



Julio Flórez

Fulminado

-- de Julio Flórez --

¡Vibras, rayo! La muerte va contigo:
tronchas el árbol y huye tu reflejo;
las aves lloran al frondoso amigo;
¿cómo no han de llorar al árbol viejo
que les dió sombra y bienestar amigo?

Salta el rayo en la nube! Alfanje de oro,
raja el ámbito negro y atraviesa
el abismo; desciende á la dehesa
y húndese en el testuz del viejo toro.

Tras el brusco esplendor del meteoro,
del verde llano á la montaña espesa
el trueno pasa retumbando!.... Y cesa
de la borrasca el fecundante lloro.

El huracán, terrible y altanero,
cierra sus fauces lúgubres; ya nada
se mueve. En el cenit brilla un lucero.

Y desde la llanura dilatada,
sube como un reproche lastimero,
la gran lamentación de la vacada!



Francisco de Quevedo

parnaso español 43

-- de Francisco de Quevedo --

Si son nuestros corsarios nuestros puertos;
si usurpa primavera belicosa
al invierno, estación facinerosa
con cielo armado y con escollos yertos;
si caudal sumergidos y hombres muertos,
la voz que gime el ponto procelosa,
no acuerdan la conciencia perezosa,
más estamos difuntos que despiertos.
Tú, señor, ligas en tu diestra mano
tempestades sonoras, ondas frías,
fabricando en azote el océano.
Por cobradores tuyos nos envías
hoy la borrasca, ayer el luterano,
y ejecutores son horas y días.



Francisco de Quevedo

parnaso español 50

-- de Francisco de Quevedo --

Con más vergüenza viven euro y noto,
licas, que en nuestra edad los usureros:
sosiéganse tal vez los vientos fieros,
y, ocioso, el mar no gime su alboroto.
No siempre el ponto en sus orillas roto
ejercita los roncos marineros:
ocio tienen los golfos más severos;
ocio goza el bajel, ocio el piloto.
Cesa de la borrasca la milicia:
nunca cesa el despojo ni la usura,
ni sabe estar ociosa su codicia.
No tiene paz; no sabe hallar hartura;
oso llamar a su maldad justicia;
arbitrio, al robo; a la dolencia, cura.



Francisco Sosa Escalante

Campeche

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cual se reclina perezosa una hada
En su lecho, al fulgor de los luceros,
Está Campeche así, por lisonjeros
Arrullos de la mar acariciada.

Le da sus besos brisa regalada,
Perfume grato verdes limoneros,
Fresca sombra gentiles cocoteros.
Canoras aves música acordada.

Allí mi cuna se meció; el destino
Me arrebató de mi natal ribera,
Trazóme por mi mal otro camino;

Mas de la vida en la borrasca fiera
Del patrio cielo el resplandor divino
Será del alma la ilusion postrera.



Ricardo Güiraldes

Proa

-- de Ricardo Güiraldes --

Hace mar fuerte... ¿Fuerte?... Los egocultores decimos así a lo que nos vence y no es el caso.

El mar arrea cordilleras renovadas, que columpian al vapor en cuya proa frenetizo de borrasca.

Busco una metáfora pluriforme e inmensa; algo como fijar el alma caótica, que se empenacha de pedrería.

¿Cómo decir?... Mar... Mar... Y mientras insuflo el cráneo de espacio para cantarle mi visión, el insolente me escupió la cara.

«Regina Elena», 1914.



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