Buscar Poemas con Bocas


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 47 poemas con la palabra bocas

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Alfonsina Storni

Mañana gris

-- de Alfonsina Storni --

Se abren bocas grises
en la plancha
redonda del mar.

Tragan nubes grises
las bocas
silenciosas del mar.

Dormidos los peces,
en el fondo,
están.

Poema Mañana gris de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

Nácar marino

-- de Alfonsina Storni --

Columnas de plata sostienen el cielo;
varas de jacinto se levantan del mar;
trepan a la bóveda
guirnaldas de flores de sal.

Escamas de sirenas de nácar
envuelven las serpientes
espejantes del mar.

Detrás del firmamento
rueda su bola fría
un sol blanco de cristal.

Su luz esmerilada
llama a todos los peces del mar.

Verticales,
asomando las bocas rosadas,
todos los peces están.



Amado Nervo

le trou noir

-- de Amado Nervo --

Y todos los modernos sobreentienden,
quienes más, quienes menos,
esa inmortalidad del otro lado
del agujero negro.
Flaubert: correspondence
¡para el que sufre como yo he sufrido,
para el cansado corazón ya huérfano,
para el triste ya inerme ante la vida,
bendito agujero negro!
¡para el que pierde lo que yo he perdido
(luz de su luz y hueso de sus huesos),
para el que ni recobra ya ni olvida,
bendito agujero negro!
¡agujero sin límites, gigante
y medroso agujero,
cómo intriga a los tontos y a los sabios
la insondabilidad de tu misterio!
¡mas si hay alma, he de hallar la suya errante;
si no, en la misma nada fundiremos
nuestras áridas bocas, ya sin labios,
en tu regazo, fúnebre agujero!



Amado Nervo

¡qué bien están los muertos!

-- de Amado Nervo --

¡qué bien están los muertos,
ya sin calor ni frío,
ya sin tedio ni hastío!
por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...
¡Qué bien están los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!
¡con los ojos abiertos,
para ver el arcano
que yo persigo en vano!
¡qué bien estás, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,
del verdugo dolor...;
Inmortalmente joven,
dejando que te troven
su trova cotidiana
los pájaros poetas
que moran en las quietas
tumbas, y en la mañana,
donde la muerte anida,
saludan a la vida!



Amado Nervo

delicta carnis

-- de Amado Nervo --

Carne, carne maldita que me apartas del cielo;
carne tibia y rosada que me impeles al vicio;
ya rasgué mis espaldas con cilicio y flagelo
por vencer tus impulsos, y es en vano, ¡te anhelo
a pesar del flagelo y a pesar del cilicio!
crucifico mi cuerpo con sagrados enojos,
y se abraza a mis plantas afrodita la impura;
me sumerjo en la nieve, mas la templan sus ojos;
me revuelco en un tálamo de punzantes abrojos,
y sus labios lo truecan en deleite y ventura.
Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo,
y en mis noches, pobladas de febriles quimeras,
me persigue la imagen de la venus de milo,
con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo
y las combas triunfales de sus amplias caderas.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. ..
¡Oh señor jesucristo, guíame por los rectos
derroteros del justo; ya no turben con locas
avideces la calma de mis puros afectos
ni el caliente alabastro de los senos erectos,
ni el marfil de los hombros, ni el coral de las bocas!



Lope de Vega

Sangrienta la quijada, que por ellas

-- de Lope de Vega --

Sangrienta la quijada, que por ellas
Adán comenzó a ser inobediente,
Caín deja mil bocas en la frente
del tierno Abel, para formar querellas.

Tiran del manto de Josef las bellas
manos de una mujer, y, de impaciente,
por adúltero prende al inocente
que cegó con la capa las estrellas.

Allí los padres muerto al mártir vieron;
allí al vendido, en carro de oro, el año
estéril, los hermanos piden trigo.

Muere Abel, Josef triunfa, porque fueron
Caín hermano y faraón extraño,
y no hay cuchillo como el propio amigo.



Lope de Vega

Silvio en el monte vio con lazo estrecho

-- de Lope de Vega --

Silvio en el monte vio con lazo estrecho
un nudo de dos áspides asidas,
que así enlazadas a furor movidas
se mordían las bocas, cuello y pecho.

«Así -dijo el pastor-, que están, sospecho,
en el casado yugo aborrecidas
dos enlazadas diferentes vidas,
rotas las paces, el amor deshecho».

Por dividir los intrincados lazos,
hasta la muerte de descanso ajenos,
alzó el cayado y prosiguió diciendo:

«Siendo enemigos, ¿para qué en los brazos?
¿Para qué os regaláis, y os dáis venenos?
Dulce morir, por no vivir muriendo».



Lope de Vega

La primera vez que vio la mar

-- de Lope de Vega --

¡Válate Dios, el charco, el que provocas
con verte a helar el alma de las venas,
Adán de tirubones y ballenas,
almejas viles y estupendas focas!

Cerúleo sorbedor por tantas bocas
de más naves que vio tu centro arenas;
teatro en quien oyó trágicas scenas,
sentada la Fortuna entre estas rocas.

Tú, que enseñaste al Draque, a Magallanes
lo más estrecho de tu campo oblico,
a pesar de sirenas y caimanes,

en España nací con solo el pico,
cansado estoy de trajinar desvanes,
dime, ¿por dónde van a Puerto Rico?



Góngora

Grandes, más que elefantes y que abadas

-- de Góngora --

Grandes, más que elefantes y que abadas,
títulos liberales como rocas,
gentiles hombres, sólo de sus bocas,
illustri cavaglier, llaves doradas;

hábitos, capas digo remendadas,
damas de haz y envés, viudas sin tocas,
carrozas de ocho bestias, y aun son pocas
con las que tiran y que son tiradas;

catarriberas, ánimas en pena,
con Bártulos y Abades la milicia,
y los derechos con espada y daga;

casas y pechos todo a la malicia;
lodos con perejil y yerbabuena:
esto es la Corte. ¡Buena pro le haga!



Luis Lloréns Torres

el negro

-- de Luis Lloréns Torres --

Niño, de noche lanzábame a la selva,
acompañado del negro viejo de la hacienda,
y cruzábamos juntos la manigua espesa.
Yo sentía el silencioso pisar de las fieras

y el aliento tibio de sus bocas abiertas.
Pero el negro a mi lado era una fuerza
que con sus brazos desgajaba las ceibas
y con sus ojos se tragaba las tinieblas.

Ya hombre, también a la selva del mundo fui
y entre hombres y mujeres de todas las razas viví.
Y también su pisar silencioso sentí.

Y tuve miedo, como de niño... Pero no huí...
Porque en mi propia sombra siempre vi
al negro viejo siempre cerca de mí.



Manuel Gutiérrez Nájera

Las novias pasadas son copas vacías

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ella pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos...Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas...Sí queda una gota,
¡Que beba el lacato las heces del amor!



Manuel Gutiérrez Nájera

Para un menú

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos... Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
Borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino de Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas... Si queda una gota,
¡que beba el lacayo las heces de amor!



Jaime Sabines

mi corazón emprende...

-- de Jaime Sabines --

Mi corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes,
quiero esa tensa humedad que te palpita ,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.



Jaime Sabines

tlaltelolco - habría que quitarles los ojos a los que vimos

-- de Jaime Sabines --

Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.

La bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.



César Vallejo

Trilce: XXI

-- de César Vallejo --

En un auto arteriado de círculos viciosos
torna diciembre qué cambiado,
con su oro en desgracia. Quién le viera:
diciembre con sus 31 pieles rotas,
el pobre diablo.

Yo le recuerdo. Hubimos de esplendor,
bocas ensortijadas de mal engreimiento,
todas arrastrando recelos infinitos.
Cómo no voy a recordarle
al magro señor Doce.

Yo le recuerdo. Y hoy diciembre torna
qué cambiado, el aliento a infortunio,
helado, moqueando humillación.

Y a la temurosa avestruz
como que la ha querido, corno que la ha adorado.
Pero ella se ha calzado todas sus diferencias.



César Vallejo

en un auto arteriado de círculos viciosos

-- de César Vallejo --

xxi
en un auto arteriado de círculos viciosos
torna diciembre qué cambiado,
con su oro en desgracia. Quién le viera:
diciembre con sus 31 pieles rotas,
el pobre diablo.
Yo le recuerdo. Hubimos de esplendor,
bocas ensortijadas de mal engreimiento,
todas arrastrando recelos infinitos.
Cómo no voy a recordarle
al magro señor doce.
Yo le recuerdo. Y hoy diciembre torna
qué cambiado, el aliento a infortunio,
helado, moqueando humillación.
Y a la temurosa avestruz
como que la ha querido, corno que la ha adorado.
Pero ella se ha calzado todas sus diferencias.



César Vallejo

miré el cadáver, su raudo orden visible

-- de César Vallejo --

Miré el cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
le gritaron su bala: ¡también muerta!
y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
lloráronle al oído, ¡y también fechas!



César Vallejo

deshora

-- de César Vallejo --

Deshora
pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. Pureza absurda!
yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,
cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra.
Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpados ciegos en purpúreas bordas.
Oh, pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro
ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.
Alejáos de mi, buenas maldades,
dulces bocas picantes...
Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!
pues de la vida en la perenne tarde,
nació muy poco pero mucho muere!



César Vallejo

Miré el cadáver ...

-- de César Vallejo --

Miré el cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!"

Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
lloránrole al oído, ¡y también fechas!

(3 septiembre 1937)

Regresar a España, aparta de mí este cáliz (1939)


Anterior

Siguiente



Delmira Agustini

Fue al pasar

-- de Delmira Agustini --

Yo creí que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu rostro profundo

como dos manantiales graves y venenosos...
Fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... Tan hondas
que no sé desde dónde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.

¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...

¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!



Delmira Agustini

El vampiro (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
¡Sentirte el corazón! Palideciste
hasta la voz, tus párpados de cera.

Bajaron...Y callaste...Pareciste
oír pasar la muerte...Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente;
por la cruel daga rara y exquisita
de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!
y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?



Pablo Neruda

soneto xcv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Quiénes se amaron como nosotros? busquemos
las antiguas cenizas del corazón quemado
y allí que caigan uno por uno nuestros besos
hasta que resucite la flor deshabitada.
Amemos el amor que consumió su fruto
y descendió a la tierra con rostro y poderío:
tú y yo somos la luz que continúa,
su inquebrantable espiga delicada.
Al amor sepultado por tanto tiempo frío,
por nieve y primavera, por olvido y otoño,
acerquemos la luz de una nueva manzana,
de la frescura abierta por una nueva herida,
como el amor antiguo que camina en silencio
por una eternidad de bocas enterradas.



Pablo Neruda

el amor

-- de Pablo Neruda --

El amor
qué tienes, qué tenemos,
qué nos pasa?
ay, nuestro amor es una cuerda dura
que nos amarra hiriéndonos
y si queremos
salir de nuestra herida,
separarnos,
nos hace un nuevo nudo y nos condena
a desangramos y quemarnos juntos.
Qué tienes? yo te miro
y no hallo nada en ti sino dos ojos
como todos los ojos, una boca
perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,
un cuerpo igual a los que resbalaron
bajo mi cuerpo sin dejar memoria.
Y qué vacía por el mundo ibas
como una jarra de color de trigo
sin aire, sin sonido, sin substancia!
yo busqué en vano en ti
profundidad para mis brazos
que excavan, sin cesar, bajo la tierra:
bajo tu piel, bajo tus ojos
nada,
bajo tu doble pecho levantado
apenas
una corriente de orden cristalino
que no sabe por qué corre cantando.
Por qué, por qué, por qué,
amor mío, por qué?



Pablo Neruda

poema 5 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 5
para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.



Pedro Salinas

la voz a ti debida - ayer te besé en los labios.

-- de Pedro Salinas --

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
¿adónde se me ha escapado?.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.



Pedro Salinas

versos 201 a 236

-- de Pedro Salinas --

Versos 201 a 236
«mañana». La palabra
iba suelta, vacante,
ingrávida, en el aire,
tan sin alma y sin cuerpo,
tan sin color ni beso,
que la dejé pasar
por mi lado, en mi hoy.
Pero de pronto tú
dijiste: «yo, mañana...»
Y todo se pobló
de carne y de banderas.
Se me precipitaban
encima las promesas
de seiscientos colores,
con vestidos de moda,
desnudas, pero todas
cargadas de caricias.
En trenes o en gacelas
me llegaban agudas,
sones de violines
esperanzas delgadas
de bocas virginales.
O veloces y grandes
como buques, de lejos,
como ballenas
desde mares distantes,
inmensas esperanzas
de un amor sin final.
¡Mañana! qué palabra
toda vibrante, tensa
de alma y carne rosada,
cuerda del arco donde
tú pusiste, agudísima,
arma de veinte años,
la flecha más segura
cuando dijiste: «yo...»



Rafael de León

encuentro

-- de Rafael de León --

Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera
y yo te di las sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.



José María Hinojosa

ya no me besas

-- de José María Hinojosa --

Un viento inesperado hizo vibrar las puertas
y nuestros labios eran de cristal en la noche
empapados en sangre dejada por los besos
de las bocas perdidas en medio de los bosques.
El fuego calcinaba nuestros labios de piedra
y su ceniza roja cegaba nuestros ojos
llenos de indiferencia entre cuatro murallas
amasadas con cráneos y arena de los trópicos.
Aquella fue la última vez que nos encontramos,
llevabas la cabeza de pájaros florida
y de flores de almendro las sienes recubiertas
entre lenguas de fuego y voces doloridas.
El rumbo de los barcos era desconocido
y el de las caravanas que van por el desierto
dejando sólo un rastro sobre el agua y la arena
de mástiles heridos y de huesos sangrientos.
Aquella fue la última noche que nuestros labios
de cristal y de sangre unieron nuestro aliento
mientras la libertad desplegaba sus alas
de nuestra nuca herida por el último beso.



Salvador Rueda

sonetos VI

-- de Salvador Rueda --

Quietud, pereza, languidez, sosiego...;
Un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
queda el que a fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

Y sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín rïente
en sus rasgadas bocas las sandías.

6



Medardo Ángel Silva

Las alas rotas

-- de Medardo Ángel Silva --

En antiguas orgías cuerpos y almas servimos
a los siete lobeznos de los siete pecados;
la vid de la Locura de sus negros racimos;
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.

Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas...

¡Y acabadado el festín –al ensayar el vuelo
hacia el puro Ideal– como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz y con las alas rotas!



Evaristo Carriego

Reid muchos, hermanitas

-- de Evaristo Carriego --

Reid mucho, hermanitas
Reid mucho, hermanitas, reid con esa risa
tan fresca y tan sonora, con esa risa fuerte
que llena nuestra casa de salud. La sonrisa
no es para vosotras todavía: ¡qué suerte!

Que vuestra risa sea como una fuente, y vierta
su chorro alegre sobre nuestra melancolía:
sea como una caja de música que abierta
perennemente suena desde que empieza el día.

Hermanas: reid de una vez toda vuestra sana
alegría de dueñas del patio, que mañana
— ¡ah, mañana!— quién sabe si os habremos de oir.

¡Ay, hermanas, hermanas juguetonas! ¡ay, locas
rabietas de la abuela! ¿cuál de esas lindas bocas
será la que primero dejará de reir?



Evaristo Carriego

Visiones del crepúsculo

-- de Evaristo Carriego --

Ya la tarde libra el combate postrero,
en las flechas de oro que lanza el ocaso,
y se va — como un príncipe, caballero
en el rojo corcel del Ocaso. —

Se ahonda el misterio de las lejanías,
misterio sombreado de tinte mortuorio,
y el barrio se puebla de las letanías
que llegan del negro, cercano velorio.

Empieza a caer la nieve... Dulcemente,
un rumor de canciones resuena
en el patio del conventillo de enfrente,
que, en ritmos alegres, oculta una pena...

Las mozas, dicen sus ansias juveniles...
— La salud se hizo canto en sus bocas,
como en una lira de cuerdas viriles
que guarda un deseo de imágenes locas:



Evaristo Carriego

Ya sobre los hastíos

-- de Evaristo Carriego --

Ya sobre los hastíos de tus meditaciones,
como en fugas radiantes escucharás canciones
de músicas heráldicas, de las músicas locas
que enardecen las ansias y enrojecen las bocas

en besos fecundantes, cual rocíos de mieles
que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles.
Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas,
las nerviosas amadas tristes de los poetas,

y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos,
cuando al disipar todos tus más graves mutismos
mis estrofas de hierro torturen tu garganta,
has de pensar, acaso, si es un hierro que canta!



Federico García Lorca

noche del amor insomne

-- de Federico García Lorca --

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.
Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Francisco de Quevedo

Madrigal (Pinta ejecuciones de amantes)

-- de Francisco de Quevedo --

Los brazos de Damón y Galatea
nueva Troya, torciéndose, formaban
(que yo lo vi, viniendo de la aldea);
sus bocas se abrazaban
y las lenguas trocaban.
En besos a las tórtolas vencían;
las palabras y aliento se bebían
y en suspiros las almas retozaban.
Mas él, estremeciéndose, decía:
“¡Ay, muero, vida mía!”
Y ella, vueltos los ojos, le mostraba
en su color lo mesmo que le daba.
Fue tan dulce este trance y de tal suerte
que quiso parte del la misma Muerte,
pues quedando sin fuerza y sin aliento,
entrambos despidieron el contento.
Y las niñas hermosas,
que, al fin, de vergonzosas se escondieron,
ya tristes, de envidiosas,
a los divinos ojos se volvieron,
dando armas a Damón con que venciese
al arrepentimiento, si viniese.

(Poema número 413 de la edición de J. M. Blecua.)



Francisco Villaespesa

ofelia

-- de Francisco Villaespesa --

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.



Francisco Villaespesa

soneto

-- de Francisco Villaespesa --

Quedó en mis manos un jirón de encaje;
te escapaste de mí como una sombra,
mas al huir, se te enredó el ropaje
y rodaste de espaldas por la alfombra.
Te curvé bajo el yugo de mis brazos,
y de mis dientes la caricia ruda
rasgó cendales y deshizo lazos,
hasta dejar tu castidad desnuda.
Y allí, sobre la alfombra, entrelazados,
las sombras como hiedras agitadas,
nuestras bocas rampantes y lascivas.
Confundidos en un bárbaro grito,
resucitamos el antiguo mito
del amor, en las selvas primitivas.



José Martí

con letras de astros

-- de José Martí --

Con letras de astros
con letras de astros el horror que he visto
en el espacio azul grabar querría
en la llanura, muchedumbre: en lo alto
mientras que los de abajo andan y ruedan
y sube olor de frutas estrujadas,
olor de danza, olor de lecho, en lo alto
de pie entre negras nubes, y en los hombros
cual principio de alas se descuelgan,
como un monarca sobre un trono, surge
un joven bello, pálido y sombrío.
Como estrella apagada, en el izquierdo
lado del pecho vésele abertura
honda y boqueante, bien como la tierra
cuando de cuajo un árbol se le arranca
abalánzanse, apriétanse, recógense,
ante él, en negra tropa, toda suerte
de fieras, anca al viento, y bocas juntas
en una inmensa boca, y en bordado
plato de oro bruñido y perlas finas
su corazón el bardo les ofrece.



Ramón María del Valle Inclán

rosa del caminante

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Álamos fríos en un claro cielo azul,
con timideces de cristal
sobre el río la bruma como un velo,
y las dos torres de la catedral.

Los hombres secos y reconcentrados
las mujeres deshechas de parir,
rostros obscuros llenos de cuidados,
todas las bocas clásico el decir.

La fuente se seca, en torno el vocerío,
los odres a la puerta del mesón,
y las recuas que bajan hacia el río....

Y las niñas que acuden al sermón.
¡Mejillas sonrosadas por el frío,
de astorga, de zamora, de león!



Roberto Juarroz

el amor empieza cuando se rompen los dedos

-- de Roberto Juarroz --

El amor empieza cuando se rompen los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o alta,
se agacha hasta la sangre.
El amor empieza cuando dios termina
y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier parte.
El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.



Rubén Bonifaz Nuño

desde su nudo a ciegas

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Desde su nudo a ciegas, desde
su ramazón violeta, suena
encogida en su hervor la sola
fuente del conjuro que te llama.
Tú, palabra antigua, bajo el lirio
del vientre de la noche sabes
lo que no soy; desde lejanos
nombres como ciudades, vienes;
como pueblos de alas retenidas
vienes; como bocas no saciadas.

Mañana espacial entre despojos
nupciales; lecho reviviente
del amor de ramas libertadas
sobre la herrumbe de otras hojas;
juicio universal de cada instante.
Del tiempo matinal emerges
con terrestre peso de estaciones
al sol; en mi cuerpo te alimentas;
orden de vida restableces
en mi corazón desengranado.



Rubén Darío

rima ii

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡yo la recuerdo! la niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



Rubén Darío

Catulle Mendés

-- de Rubén Darío --

Puede ajustarse al pecho coraza férrea y dura;
Puede regir la lanza, la rienda del corcel;
Sus músculos de atleta soportan la armadura...
Pero él busca en las bocas rosadas leche y miel.

Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura,
La carne femenina prefiere su pincel,
Y en el recinto oculto de tibia alcoba oscura,
Agrega mirto y rosas a su triunfal laurel.

Canta de los oarystis el delicioso instante,
Los besos y el delirio de la mujer amante;
Y en sus palabras tiene perfume, alma, color.

Su ave es la venusina, la tímida paloma.
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma.
En todos los combates del arte o del amor.



Rubén Darío

Elogio de la seguidilla

-- de Rubén Darío --

ETRO mágico y rico que al alma expresas
Llameantes alegrías, penas arcanas,
Desde en los suaves labios de las princesas
Hasta en las bocas rojas de las gitanas.



Rubén Darío

Rima II (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Amada, la noche llega;
las ramas que se columpian
hablan de las hojas secas
y de las flores difuntas.
Abre tus labios de ninfa,
dime en tu lengua de musa:
¿recuerdas la dulce historia
de las pasadas aventuras?
¡Yo la recuerdo! La niña
de la cabellera bruna
está en la cita temblando
llena de amor y de angustia.
Los efluvios otoñales
van en el aura nocturna,
que hace estremecerse el nido
en que una tórtola arrulla.
Entre las ansias ardientes
y las caricias profundas,
ha sentido el galán celos
que el corazón le torturan.
Ella llora, él la maldice,
pero las bocas se juntan...
En tanto los aires vuelan
y los aromas ondulan;
se inclinan las ramas trémulas
y parece que murmuran
algo de las hojas secas
y de las flores difuntas.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba