Buscar Poemas con Blancura


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 58 poemas con la palabra blancura

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Miguel Hernández

8

-- de Miguel Hernández --

8
por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.
A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.
Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.

Poema 8 de Miguel Hernández con fondo de libro

Francisco Villaespesa

pureza de jazmines

-- de Francisco Villaespesa --

¡jazminero, tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...
Tu pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
Con su blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;
y, también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.

Poema pureza de jazmines de Francisco Villaespesa con fondo de libro

Abraham Valdelomar

El hermano ausente en la cena de pascua

-- de Abraham Valdelomar --

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría y el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre, que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...

Poema El hermano ausente en la cena de pascua de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Abraham Valdelomar

El hermano ausente en la cena pascual

-- de Abraham Valdelomar --

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría y el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre, que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...



Alfonsina Storni

Calle

-- de Alfonsina Storni --

Entre altos paredones grises.
A cada momento
la boca oscura de las puertas,
los tubos de los zaguanes,
trampas conductoras
a las catacumbas humanas.
¿No hay un calofrío
en los zaguanes?
¿Un poco de terror
en la blancura ascendente
de una escalera?
Paso con premura.
Todo ojo que me mira
me multiplica y dispersa
por la ciudad.



Amado Nervo

7 de noviembre (1912)

-- de Amado Nervo --

La noche en que estaba tendida hoy hace diez meses era la nocheúltima que iba a pasar en su casa, bajo nuestro techo acogedor.¡En su casa, donde siempre había sido el alma, y la luz, ytodo! ¡en su casa, donde la adorábamos con la másvieja, noble y merecida ternura; donde cuanto la rodeaba era suyo,afectuosamente suyo!
¡y habría que echarla fuera al día siguiente!fuera, como a una intrusa... Fuera el pleno invierno, entre eltrágico sollozar de los cierzos. Y habría que alejarla denosotros como a una cosa impura, nefanda; ¡que esconderla en uncajón enlutado y hermético!, y llevarla lejos, por elcampo llovido, por los barrizales infectos, para meterla en un agujerosucio y glacial. ¡A ella, que había disfrutado pormás de diez años la blancura tibia de la mitad de milecho! ¡a ella, que había tenido mi hombro viril y segurocomo almohada de su cabecita luminosa! ¡a ella, que vio misolicitud tutelar encendida siempre como una lámpara sobre suexistencia!
¡oh, dios , dime si sabes de una más despiadada angustia,y si no merezco ya que brille para mí tu misericordia!...



Amado Nervo

el granizo

-- de Amado Nervo --

¡tin, tin, tin, tin! yo caigo del cielo, en insensato
redoble, al campo y todos los céspedes maltrato.
¡Tin, tin! ¡muy buenas tardes, mi hermana la pradera!
poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera!
soy diáfano y geométrico, tengo esmalte y blancura
tan finos y suaves como una dentadura,
y en un derroche de ópalos blancos me multiplico.
¡La linfa canta, el copo cruje, yo... Yo repico!
tin, tin, tin, tin, mi torre es la nube ideal:
¡oye mis campanitas de límpido cristal!
la nieve es triste, el agua turbulenta; yo sin
ventura, soy un loco de atar, ¡tin, tin, tin, tin!
...¿Cenduras? no por cierto, no merezco censuras;
las tardes calurosas por mí tienen frescuras,
yo lucho con el hálito del verano
yo soy bello...
¡Loemos a dios, granizo hermano!



Leopoldo Lugones

Oceánida

-- de Leopoldo Lugones --

El mar, lleno de urgencias masculinas,
Bramaba alrededor de tu cintura,
Y como un brazo colosal, la oscura
Ribera te amparaba. En tus retinas,

Y en tus cabellos, y en tu astral blancura,
Rieló con decadencias opalinas
Esa luz de las tardes mortecinas
Que en el agua pacífica perdura.

Palpitando a los ritmos de tu seno,
Hinchóse en una ola el mar sereno;
Para hundirte en sus vértigos felinos

Su voz te dijo una caricia vaga,
Y al penetrar entre tus muslos finos,
La onda se aguzó como una daga.



Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.



Lope de Vega

Belleza singular, ingenio raro

-- de Lope de Vega --

Belleza singular, ingenio raro,
fuera del natural curso del cielo,
Etna de amor, que de tu mismo hielo
despides llamas entre mármol puro;
sol de hermosura, entendimiento claro,
alma dichosa en cristalino velo,
norte del mar, admiración del suelo,
émula el sol como a la luna el faro.
Milagro del autor de cielo y tierra,
bien de naturaleza el más perfeto,
Lucinda hermosa en quien mi luz se encierra;
nieve en blancura y fuego en el efeto,
paz de los ojos y del alma guerra:
dame a escribir como a penar sujeto.



Lope de Vega

Con inmortal valor y gentileza

-- de Lope de Vega --

Con inmortal valor y gentileza,
mármol hermoso, para siempre quedes,
pues quiere amor que de mi prenda heredes
la gracia, la blancura y la dureza.

Que al fin, si te excedió naturaleza
en dar alma a sus cuerpos, tú la excedes
en que sin almas nuestras almas puedes
mover con arte y con mayor belleza.

Lleva del tiempo y de la muerte palma,
del límite mortal milagro indigno,
pues no podrán sin alma deshacerte.

No sienta quien te ve que estás sin alma,
porque tan bello cuerpo no era digno
de estar sujeto al tiempo ni a la muerte.



Lope de Vega

Inmenso monte, cuya blanca nieve

-- de Lope de Vega --

Inmenso monte, cuya blanca nieve
te muestra antes de tiempo encanecido,
en ti quiero vivir, por ver si ha sido
fuego este amor, pues acabar se debe.

Pero si está en el alma, aunque más pruebe
hacer de nieve a su memoria olvido,
será trabajo eterno del sentido
y de mi largo error engaño breve.

Nieve por nieve al fin, puerto por puerto,
blancura y condición, Lucinda helada,
a mi fuego darán remedio cierto.

¡Oh duro puerto una mujer airada!
pero pásele yo quedando muerto,
que a quien cansa el vivir, la muerte agrada.



Luis Gonzaga Urbina

mañana de sol

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Palpitan como alas de pájaros en fuga
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.

De la dorada costa la palidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rosotro parece que me enjuga
las lágrimas pueriles el beso maternal.

Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y la marcha del inviolado zafir de la extensión.

Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen a lo lejos dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón...



Luis Rosales

memoria del tránsito

-- de Luis Rosales --

Herido de amor huido
f. García lorca
abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
Me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.



Jaime Torres Bodet

madrigal

-- de Jaime Torres Bodet --

Eres, como la luz, un breve pacto
que de colores fragua su blancura;
y en iris como a ella te figura
de la nieve menor el prisma abstracto.
Dejas, como la luz, un sordo impacto
de sombra en la retina y, por la oscura
huella que de su tránsito perdura,
recuerdo el esplendor de tu contacto.
El cristal te deshace, no el acero;
aunque, más que el cristal, la geometría,
pues transparencias sin aristas nunca
lograron traducir tu ser ligero.
Y, por eso tal vez, el alma mía
te descompone cuando no te trunca.



Jaime Torres Bodet

palimpsesto

-- de Jaime Torres Bodet --

A través de las frases
que dices adivino las que callas
como, bajo los versos
de un pergamino antiguo, mal borradas
por la mano del monje
que para un jefe gótico miniara
en su blancura el trance de un martirio
aparecen de pronto, reanimadas
por una terca tinta rencorosa,
a contraluz de un sueño
las líneas de un colérico epigrama.



Jorge Cuesta

dibujo

-- de Jorge Cuesta --

Suaviza el sol que toca su blancura,
disminuye la sombra y la confina
y no tuerce ni quiebra su figura
el ademán tranquilo que la inclina.

Resbala por la piel llena y madura
sin arrugarla, la sonrisa fina
y modela su voz blanda y segura
el suave gesto con que se combina.

Sólo al color y la exterior fragancia
su carácter acuerda su constancia
y su lenguaje semejanza pide;

como a su cuerpo no dibuja y cuida
sino la música feliz que mide
el dulce movimiento de su vida.



Jorge Luis Borges

la cierva blanca*

-- de Jorge Luis Borges --

¿de qué agreste balada de la verde inglaterra,
de qué lámina persa, de qué región arcana
de las noches y días que nuestro ayer encierra,
vino la cierva blanca que soñé esta mañana?
duraría un segundo. La vi cruzar el prado
y perderse en el oro de una tarde ilusoria,
leve criatura hecha de un poco de memoria
y de un poco de olvido, cierva de un solo lado.
Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo
te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.
* Los devotos de una métrica rigurosa pueden leer de este modo el último verso:
un tiempo más que el sueño del prado y lablancura.
Debo esta variación a alicia jurado.



Jorge Luis Borges

los enigmas

-- de Jorge Luis Borges --

Yo que soy el que ahora está cantando
seré mañana el misterioso, el muerto,
el morador de un mágico y desierto
orbe sin antes ni después ni cuándo.
Así afirma la mística. Me creo
indigno del infierno o de la gloria,
pero nada predigo. Nuestra historia
cambia como las formas de proteo.
¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
quiero beber su cristalino olvido,
ser para siempre; pero no haber sido.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 8

-- de Jorge Manrique --

Decidme: la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
↑ Díganme (español latinoamericano)
↑ habilidad
↑ vejez



Delmira Agustini

El intruso

-- de Delmira Agustini --

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu sombra fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

Y hoy río si tu ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas.
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
¡y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!



Dulce María Loynaz

el niño quiere jugar...

-- de Dulce María Loynaz --

Para que el niño de los ojos mansos juegue
arranqué del jardín mis rosas blancas.
Y mis rosas rojas...

Para que juegue con sus hojas
el niño de los ojos mansos
-obscuros remansos
donde el alma sueña
que se ve otra vez
diáfana y risueña...-

Para que juegue el niño
de cuello de encaje, de capa de armiño...
Como todos los niños
que se ven en los cuadros:
¡inocente y cruel como todos los niños !...

En esta mañana de luz y fragancia
corté para el juego del niño que amo
las más frescas rosas, las rosas de francia.
Para que el niño juegue, las rosas mas blancas...
- ¡Última blancura! -:
la rosa más pura.

Para que juegue el niño
en esta brillante mañana olorosa,
la rosa más roja...

(¡Aun tengo sangre para teñir una rosa!...)



Arturo Borja

Aria galante

-- de Arturo Borja --

Para ti mi pensamiento,
para ti mi corazón;
para ti, flor de tormento,
mi pasión.

Y que dos cercos violados
que a tus ojos hechizados
aureolan de suplicios,
viertan en mí, alucinados
maleficios.

Porcelana de ilusiones
tu palidez...
Me da claustrales visiones
tu languidez...
Y tu labio purpurado
que has mojado
en sangre de corazones,
es una flor de pecado
de un jardín de tentaciones.

¡Princesa de mis quimeras,
que tus moradas ojeras,
que tu inviolada blancura
y la llama de tu boca,
sean blasón de mi loca
desventura!

Y recuérdalo, Princesa,
que mi amor te canta y reza:
para ti mi pensamiento,
para ti mi corazón;
para ti, flor de tormento,
mi pasión.



Octavio Paz

sonetos i

-- de Octavio Paz --

Sonetos - i
inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.
Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.
Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado
tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra oscura.



Octavio Paz

primavera y muchacha

-- de Octavio Paz --

En su tallo de calor se balancea
la estación indecisa
abajo
un gran deseo de viaje remueve
las entrañas heladas del lago
cacerías de reflejos allá arriba
la ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
la luz bebe luz en tu boca
tu cuerpo se abre como una mirada
como una flor al sol de una mirada
te abres
belleza sin apoyo
basta un parpadeo
todo se precipita en un ojo sin fondo
basta un parpadeo
todo reaparece en el mismo ojo
brilla el mundo
tú resplandeces al filo del agua y de la luz
eres la hermosa máscara del día
aunque la nieve caiga en racimos maduros
nadie sacude ramas allá arriba
el árbol de la luz no da frutos de nieve
aunque la nieve se disperse en polen
no hay semillas de nieve
no hay naranjas de nieve no hay claveles
no hay cometas ni soles de nieve
aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
en la palma del sol brilla un instante y cae
apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
con su peso de luz con su nombre sin sombra



Pablo Neruda

soneto ix cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.
Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.
Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,
porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.



Pablo Neruda

oda para planchar

-- de Pablo Neruda --

La poesía es blanca:
sale del agua envuelta en gotas,
se arruga, y se amontona,
hay que extender la piel de este planeta,
hay que planchar el mar de su blancura
y van y van las manos,
se alisan las sagradas superficies
y así se hacen las cosas:
las manos hacen cada día el mundo,
se une el fuego al acero,
llegan el lino, el lienzo y el tocuyo
del combate de las lavanderías
y nace de la luz una paloma:
la castidad regresa de la espuma.



Pedro Salinas

35 bujías

-- de Pedro Salinas --

35 bujías
sí. Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
cien mil lanzas los rayos
cien mil rayos del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
guiñadoras espías las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
afuera
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.



José Tomás de Cuellar

El ángel de la inocencia

-- de José Tomás de Cuellar --

ANGEL de blancas alas,
De plácidos ensueños mensajero,
Que abandonando las etéreas salas
Desciendes á la tierra
Á velar cabe el lecho de la virgen,
En cuyo seno encierra,
Como en vaso de oro,
La virtud su purísimo tesoro.

Tiende tu manto de sin par blancura,
Que derrame tu labio
Tu aliento alhagador, blando, apacible,
Sobre la casta frente
De la niña sensible
Que tu influencia mística presiente.



Juan Bautista Arriaza

Ofreciendo a una belleza

-- de Juan Bautista Arriaza --

Cuando del mar las ondas cristalinas
vieron nacer de Venus la hermosura,
no adornaban su frente o su cintura
mirtos de amor ni rosas purpurinas;

pero el agua le dio galas marinas,
perlas de su garganta a la blancura,
y, por guirnaldas, a su frente pura
caracoles y conchas peregrinas;

esa gracia y beldad que en ti descuella
junto a la mar nació, pues no repares
en dar marino adorno a tu sien bella,

para que en todo a Venus te compares,
y todos digan al mirarte: «Es ella,
en el momento en que nació en los mares.»



Gabriela Mistral

la noche

-- de Gabriela Mistral --

Por que duermas, hijo mío,
el ocaso no arde más:
no hay más brillo que el rocío,
más blancura que mi faz.
Por que duermas, hijo mío,
el camino enmudeció:
nadie gime sino el río;
nada existe sino yo.
Se anegó de niebla el llano.
Se encongió el suspiro azul.
Se ha posado como mano
sobre el mundo la quietud.
Yo no sólo fui meciendo
a mi niño en mi cantar:
a la tierra iba durmiendo
el vaivén del acunar...



Gabriela Mistral

la casa

-- de Gabriela Mistral --

La mesa, hijo, está tendida
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Ésta es la sal, éste el aceite
y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de dios»(*)
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el pan y el hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio qechua nunca cerraba,
¡y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma!



Idea Vilariño

mediodía

-- de Idea Vilariño --

Transparentes los aires, transparentes
la hoz de la mañana,
los blancos montes tibios, los gestos de las olas,
todo ese mar, todo ese mar que cumple
su profunda tarea,
el mar ensimismado,
el mar, a esa hora de miel en que el instinto
zumba como una abeja somnolienta...
Sol, amor, azucenas dilatadas, marinas,
ramas rubias sensibles y tiernas como cuerpos,
vastas arenas pálidas.

Transparentes los aires, transparentes
las voces, el silencio.
A orillas del amor, del mar, de la mañana,
en la arena caliente, temblante de blancura,
cada uno es un fruto madurando su muerte.



Vicente Aleixandre

desierto

-- de Vicente Aleixandre --

Lumen, lumen. Me llega cuandonacen
luces o sombras, revelación. Viva.
Ese camino, esa ilusión es neta.
Presión que sueña que la muerte miente.
Muerte, oh vida, te adoro por espanto,
porque existes en forma de culata.
Donde no se respira. El frío sueña
con estampido eternidad. La vida
es un instante
justo para decir maría. Silencio.
Una blancura, un rojo que no nace,
ese roce de besos bajo el agua.
Una orilla impasible donde rompen
cuerpo u ondas, mares, o la frente.



Antonio-Plaza-Llamas

¡déjala!

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.

Admítelas, amor de mis amores,
admítelas, mi encanto;
las cristalinas gotas de mi llanto,
tibio llanto que brota
del alma de una madre que en ti piensa,
y por eso hallarás en cada gota
emblema santo de ternura inmensa.

Una tarde de abril, así decía,
mi esposa sollozante, mi esposa infortunada,
a mi hija indiferente que dormía
en su lecho de tablas reclinada;
y como herminia, ¡nada!;
nada en su egoísmo respondía
a esa voz que me estaba asesinando.
La madre entonces se alejó llorando,
y ella en la tumba continuó durmiendo.
Déjala dije, -tu dolor comprendo. . .



Medardo Ángel Silva

Aparición (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Lloraba perlas la fonta harmónica
las dalias descubrían sus sonrojos,
cuando pasó triunfal y salomónica
la Emperetriz de los celestes ojos.

Tornaba en mi divino clavileño
de una excursión solar hollando abrojos;
y me sonrió en un éxtasis de ensueño,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Rimaba un grillo su sonata abstrusa,
agria a la luz de los ponientes rojos.
Y era Diosa y Esfinge, Lira y Musa,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Iba hacia su blancura de alabastro
cuando me victimaron sus enojos...
Y se desvaneció en la luz del astro
la Emperatriz de los celestes ojos.



Medardo Ángel Silva

El reloj (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Tu juventud de música, de fragancia y de trino,
huele a magnolias húmedas, a mojada reseda...
Es un olor carnal y espiritual, un fino
olor que llevo en mí sin que olvidarlo pueda.

De tu blancura me habla el lucero divino,
el ruiseñor conoce tu voz y la remeda,
y la divagación del viento vespertino
trae el recuerdo de tus cabellos de seda.

Del luto de la ausencia mi corazón se viste,
y, porque te recuerdo, mi noche es menos triste...
Pero resuena en mi alma, siniestro y agresivo,

este reloj que cuenta las horas de no verte,
y lo escucho lo mismo que un enterrado vivo
oyera un imposible comentario a su muerte.



Medardo Ángel Silva

Las florestas de oro

-- de Medardo Ángel Silva --

Contemplaron los silfos su escultura
tras el sedoso vuelo del ramaje,
en la quietud solemne del paisaje
de rara, mitológica hermosura.

En su concha de plata, en la espesura
escanció el dulce néctar del salvaje
manantial, y dormida en el boscaje
Selene la encontró radiante y pura...

A las luces miríficas del astro
un erótico ensueño parecía
en su blancura tersa de alabastro;

y ceñida la frente con los lauros
de Diana, huyó por la floresta umbría
en la grupa de helénicos centauros!



Meira Delmar

soneto para decir adiós al mar

-- de Meira Delmar --

Undívago país, ancha y dorada
frente en vivo ejercicio de poesía,
comarca donde piensa luz el día
y la noche sirenas olvidadas.
Sabe a sal la blancura derramada
de tu voz, donde crece la alegría,
y en tu orilla de agua y melodía
se detiene la tierra, enamorada.
Yo grabé tu paisaje de veleros
y tus frágiles cantos repetidos
en mi altísimo escudo marinero.
Y aunque ya tus perfiles he perdido,
hoy te siento en mi sangre, verdadero
capitán de mi sueño desmedido.
!--Img



Meira Delmar

soneto marinero

-- de Meira Delmar --

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
!--Img



Meira Delmar

la tarde

-- de Meira Delmar --

Te contaré la tarde, amigo mío.
La tarde de campanas y violetas
que suben lentamente a su pequeño
firmamento de aroma.
La tarde en que no estás.
El tiempo, detenido, se desborda
como un dorado río,
y deja ver en su lejano fondo
no sé qué cosas olvidadas.
El día vuelve aún en una ráfaga
de sol,
y fija mariposas de oro
en el cristal del aire.
Hay una flauta en el silencio, una
melancólica boca enamorada,
y en la torre teñida de crepúsculo
repiten su blancura las palomas.
La tarde en que no estás la tarde
en que te quiero.
Alguien, que no conozco,
abre secretamente los jazmines
y cierra una a una las palabras.
!--Img



Juana de Ibarbourou

te doy mi alma desnuda

-- de Juana de Ibarbourou --

Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda con el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;
de todas esas cosas que tienen la infinita
serenidad de eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas,
que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
¡que tuviera una intensa blancura de azucena!

desnuda, y toda abierta de par en par
¡por el ansia del amar!



Federico García Lorca

soneto gongorino en que el poeta manda a su amor una paloma

-- de Federico García Lorca --

Este pichón del turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.
Pasa la mano sobre su blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.
Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora sin verte su melancolía.
Regresar a sonetos del amor oscuro



Federico García Lorca

Soneto Gongorino en el que...

-- de Federico García Lorca --

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy pasando.

Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.

Pasa la mano sobre tu blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.

Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora, sin verte, su melancolía.



Fernando de Herrera

El suave color que dulcemente

-- de Fernando de Herrera --

El suave color que dulcemente
espira, el tierno ardor de rosa pura,
la viva luz de eterna hermosura,
el sereno candor y alegre frente;

el semblante do yace amor presente,
la mano que a la nieve de blancura
orna, pueden volver la noche oscura
en día y claridad resplandeciente.

En vos el sol se ilustra, y se colora
el blanco cerco, y ledas las estrellas
fulguran, y las puntas de Diana.

Tal vos contemplo, que la roja aurora
y de Venus la lumbre soberana,
en vuestra faz ardiendo son más bellas.



Francisco Sosa Escalante

Júpiter y Leda

-- de Francisco Sosa Escalante --

De Leda, ninfa de hechicero encanto,
Quiso el rey de los dioses, cierto dia,
Alcanzar el amor; mas ella, fría
Oyó del dios el amoroso canto.

Ni los ruegos de Júpiter, ni el llanto,
Vencer lograron á la ninfa impía
Que, fuerte, su pureza defendía
Y no dejaba del pudor el manto.

De cisne entonces Júpiter vestido
A la ninfa llegó; de su blancura
Prendóse Leda y le abrigó en su seno...

¡Oh niña encantadora! no en olvido
Pongas, que infame el seductor procura
Llegar á la beldad con manto ajeno.



Francisco Villaespesa

sara es viciosa...

-- de Francisco Villaespesa --

Sara es viciosa. Su pupila oscura
de incitantes promesas es venero...
Bebe como un tudesco, y fuma y jura
con el canalla argot de un marinero.
Su placer es violento. Besa, muerde
y grita, y al final de la batalla,
muere su voz y hasta la vista pierde
y en nerviosos ataques se desmaya.
¡Oh, jilguero embriagado de alegría,
nadie te vio llorar!... ¡Tan sólo un día
furtivo llanto se asomó a tus ojos
y tu mirada se perdió en el cielo,
viendo dos hilos de tu sangre rojos
temblando en la blancura de un pañuelo!...



Francisco Villaespesa

autorretrato

-- de Francisco Villaespesa --

Por la espaciosa frente pálida y pensativa,
desciende la melena en dos rizos iguales.
Negros ojos miopes, gruesa nariz lasciva,
la faz oval y fina, los labios sensuales.
Sobre el flexible cuerpo, perturban la negrura
del enlutado traje que su dolor retrata,
el d'annunziano cuello con su nívea blancura
y con manchas sangrientas la flotante corbata.
Apura un cigarrillo kedive, reclinado
en un diván oscuro, y entre el humo azulado
del tabaco, sus ojos contemplan con amor
el azul de las venas sobre las manos finas,
dignas de rasgar velos de princesas latinas
y ceñir el anillo del santo pescador.



Francisco Villaespesa

misa del alba

-- de Francisco Villaespesa --

En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve.
La geórgica blancura de un molino
como en una oración sus aspas mueve
se apaga el astro y se despierta el trino,
y una paz celestial de todo llueve.
¡Oh, sentir, entre sueños, el sonoro
clamor de la campana cristalina
llamando a misa con su voz de oro!...
¡Y mirar florecer en tu ventana,
en el pico de alguna golondrina,
la campanilla azul de la mañana!



Francisco Villaespesa

en la penumbra

-- de Francisco Villaespesa --

¡la hora confidencial!... Entre banales
palabras, toda entera, te respiro
como un perfume, y en tus ojos miro
desnudarse tu espíritu... Hay fatales
silencios... Se oscurecen los cristales;
y se esfuma la luz en un suspiro,
temblando sobre el pálido zafiro
que azula entre tus manos imperiales.
Las tinieblas palpitan... Andan miedos
descalzos por las sedas de la alfombra,
mientras que, presintiendo tus hechizos,
naufraga la blancura de mis dedos
en la profunda y ondulante sombra
del mar tempestuoso de tus rizos.



Bartolomé de Argensola

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve

-- de Bartolomé de Argensola --

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.

Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?



Carolina Coronado

La rosa blanca

-- de Carolina Coronado --

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.



Ramón López Velarde

un lacónico grito...

-- de Ramón López Velarde --

Un lacónico grito...
Yo te digo: «alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males».
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.
Mi corazón te dice: «rosa intacta,
vas dibujada en mí con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo».
Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.
Siempre que inicio un vuelo
por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.
Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Ramón López Velarde

Un lacónito grito

-- de Ramón López Velarde --

Yo te digo: "Alma mía, tú saliste
con vestido nupcial de la plomiza
eternidad, como saldría una ala
del nimbus que se eriza
de rayos; y una mañana has de volver
al metálico nimbus,
llevando, entre tus velos virginales,
mi ánima impoluta
y mi cuerpo sin males."
Mas mi labio, que osa
decir palabras de inmortalidad,
se ha de pudrir en la húmeda
tiniebla de la fosa.

Mi corazón te dice: "Rosa intacta,
vas dibujada en mi con un dibujo
incólume, e irradias en mi sombra
como un diamante en un raso de lujo."

Mi corazón olvida
que engendrará al gusano
mayor, en una asfixia corrompida.

Siempre que inicio un vuelo por encima de todo,
un demonio sarcástico maúlla
y me devuelve al lodo.

Tú misma, blanca ala que te elevas
en mi horizonte, con la compostura
beata de las palomas de los púlpitos,
y que has compendiado en tu blancura
un anhelo infinito,
sólo serás en breve
un lacónico grito
y un desastre de plumas, cual rizada
y dispersada nieve.



Ricardo Güiraldes

Xanto

-- de Ricardo Güiraldes --

Xanto era difícil. En vano los adoradores volcaban copas de amor sobre la frígida blancura de su belleza.

Nadie supo tocarla, ninguno fue capaz de romper el desprecio que escondía en corteses indiferencias.

En vano hicieron prodigios de ingenio, nunca la emoción irisó su cutis de pétalo.

Xanto fue adorada con un pedestal de respetos, y los deseos, tal hiedras impotentes, jamás llegaron a sus pies deificados.

Xanto, por mirar abajo, se olvidó de sí. Creyéndose de mármol eterno, transformose en su religión y contemplaba su persona, en los reflejos de las miradas, como un episodio de ánfora sagrada.

Buenos Aires, 1914.



Rubén Darío

Bouquet

-- de Rubén Darío --

Un poeta egregio del país de Francia,
Que con versos áureos alabó el amor,
Formó un ramo armónico, lleno de elegancia,
En su Sinfonía en Blanco Mayor.

Yo por ti formara, Blanca deliciosa,
El regalo lírico de un blanco bouquet,
Con la blanca estrella, con la blanca rosa
Que en los bellos parques del azul se vé.

Hoy que tú celebras tus bodas de nieve,
(Tus bodas de virgen con el sueño son)
Todas sus blancuras, Primavera, llueve
Sobre la blancura de tu corazón.



Rubén Darío

El canto errante

-- de Rubén Darío --

El cantor va por todo el mundo
sonriente o meditabundo.

El cantor va sobre la tierra
en blanca paz o en roja guerra.

Sobre el lomo del elefante
por la enorme India alucinante.

En palanquín de seda fina
por el corazón de la China;

en automóvil en Lutecia;
en negra góndola en Venecia;

sobre las pampas y los llanos
en los potros americanos;

por el río va en la canoa,
o se le ve sobre la proa

de un steamer sobre el vasto mar,
o en un vagón de sleeping-car.

El dromedario del desierto,
barco vivo, le lleva a un puerto.

Sobre el raudo trineo trepa
en la blancura de la estepa.

O en el silencio de cristal
que ama la aurora boreal.

El cantor va a pie por los prados,
entre las siembras y ganados.

Y entra en su Londres en el tren,
y en asno a su Jerusalén.

Con estafetas y con malas,
va el cantor por la humanidad.

En canto vuela, con sus alas:
Armonía y Eternidad.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba