Buscar Poemas con Baña


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Se han encontrado 67 poemas con la palabra baña

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Abraham Valdelomar

La danza de las horas

-- de Abraham Valdelomar --

Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;
hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
y el sol parece como que quisiera subir
corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
hoy quisiera reír...

Hoy, que la tarde está dorada y encendida;
en que cantan los campos una canción de vida,
bajo el cóncavo cielo que se copia en el mar,
hoy, la Muerte parece que estuviera dormida,
hoy quisiera besar...

Hoy, que la Luna tiene un color ceniciento;
hoy, que me dice cosas tan ambiguas el viento,
a cuyo paso eriza su cabellera el mar;
hoy, que las horas tienen un sonido más lento,
hoy quisiera llorar...

Hoy, que la noche tiene una trágica duda,
en que vaga en la sombra una pregunta muda;
en que se siente que algo siniestro va a venir,
que se baña en el pecho la Tristeza desnuda,
hoy quisiera morir...

Poema La danza de las horas de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...

Poema el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...

Poema Viejo estribillo de Amado Nervo con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

A la capilla del Pilar de Zaragoza

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Estos que levantó de mármol duro
sacros altares la ciudad famosa,
a quien del Ebro la corriente undosa
baña los campos y el soberbio muro,

serán asombro en el girar futuro
de los siglos, basílica dichosa,
donde el Señor en majestad reposa,
y el culto admite reverendo y puro.

Don que la fe dictó, y erige, eterno,
religiosa nación a la divina
Madre que adora en simulacro santo:

por él, vencido el odio del Averno,
gloria inmortal el cielo la destina,
que tan alta piedad merece tanto.



Leopoldo Lugones

Plegaria de carnaval

-- de Leopoldo Lugones --

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.



Lope de Vega

El cabello tendido por el manto

-- de Lope de Vega --

El cabello tendido por el manto,
que humilde el sol para corona estima,
María llega a que en su prima imprima,
amor los brazos, que ella baña en llanto.
«Bendito el fruto de tu vientre santo»,
dice Isabel a su querida prima,
y ella responde: «Mi humildad sublima
Dios, que por ella me engrandece tanto».
El monte se conmueve a su alabanza,
y los pastores tan alegremente,
que reventaba por hablar un mudo.
Juan de contento salta, baila y danza,
que el maestro que entonces tiene enfrente,
es el más primo que tocar le pudo.



Lope de Vega

La blanca en el valor, venida a España

-- de Lope de Vega --

La blanca en el valor, venida a España,
y en Francia y en el mundo, más preciosa,
vertiendo hielo marchitó la rosa
de las mejillas que llorando baña.

Del fuerte Pedro, armado en la campaña,
vencido de otro amor, está quejosa,
y aunque no la de oír con voz piadosa,
movió la lengua propia en lengua extraña:

«Amor, sangre conforme, estrella, trato,
faltando todo en mí, pudo hallar modo
que amase, y me olvidase Pedro ingrato».

«Amo, aborrece; pido, niega en todo;
su sombra adoro, y huye mi retrato;
yo tierna, él fuerte; yo francesa, él godo».



Lope de Vega

Para tomar de mi desdén venganza

-- de Lope de Vega --

Para tomar de mi desdén venganza,
quitóme Amor las niñas que tenía,
con que miraba yo, como solía,
todas las cosas en igual templanza.

A lo menos conozco la mudanza
en los antojos de la vista mía;
de un día en otro, no descanso un día;
del tiempo huye, lo que el tiempo alcanza.

Almas parecen de mis niñas puestas
en mis ojos, que baña tierno llanto,
¡Oh niñas, niño Amor, niños antojos,

niño deseo, que el vivir me cuestas!
Mas, ¿qué mucho también que llore tanto
quién tiene cuatro niñas en los ojos?



Lope de Vega

Rompa con dulces números el canto

-- de Lope de Vega --

Rompa con dulces números el canto
de alguno al son de la confusa guerra,
entre el rumor del escuadrón que cierra
el silencio a la voz y a Juno el manto.

Cante las armas de Fernando Santo,
o el de Aragón en la nevada sierra,
del Duque Albano en la flamenca tierra,
y del hijo de Carlos en Lepanto.

Otro cante a Cortés, que por España
levanta las banderas sobre el polo,
que cuando nace el sol de sombras baña.

Que yo, Lucinda, si me ayuda Apolo,
aunque vencerme tú fue humilde hazaña,
nací para cantar tu nombre solo.



Lope de Vega

Yace (a la sombra que la gran montaña

-- de Lope de Vega --

Yace (a la sombra que la gran montaña
las dos Castillas, árbitro de hielo,
divide altiva en el hisperio suelo)
florido un valle que Pisuerga baña.

Aquí tu aurora espíritu acompaña,
Grabiel tan vivo que, mudando cielo,
pudo su pluma, con inmenso vuelo,
del sol de Italia ser Faetón de España.

Si el carro de oro no conduces solo
no te aguarde el Erídano Occidente;
por su eclíptica vas de polo a polo.

Sigue sus paralelos felizmente,
sol castellano del latino Apolo,
que a su lado tendrás eterno Oriente.



Bien que sagrado incienso, bien que puede

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

«Bien que sagrado incienso, bien que puede
vencer ardiente víctima tu saña
esta corriente que tus basas baña,
lloroso soy, que en calidad le excede.

Este tierno pesar tu reino herede,
por culpa, ¡oh tiempo!, contra ti tamaña:
baste, pues, ya mi mal me desengaña
a que de él limpio y de su culpa quede».

Esto, tierno, lloré, y mi tierno acento
apenas alcanzó el divino oído,
cuando en brazos oí del manso viento:

«El poder restaurarte, ¡oh ya vencido,
Fabio, del tiempo, y de mi tiempo exento!,
será no perder más que lo perdido».



Góngora

A Córdoba

-- de Góngora --

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran rio, gran rey de Andalucia,
de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquella ruinas y despojos
que enriquece Genil y Darro baña
tu memoria no fue alimento mío,

¡nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tus muros, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!



Luis Palés Matos

guayamesa

-- de Luis Palés Matos --

Suave como los tallos del papiro,
con una vaga irradiación de fresa
es tu talle de egipcia, en el que admiro
toda la majestad de una princesa.

El ensueño y el mar, en el zafiro
de tus ojos, se tiñen guayamesa;
y como turquesino es el suspiro,
en tus ojos se baña de turquesa.

Cabellera auroral y frente blanca
donde el pudor alguna vez se estanca...
Cuando tu cabellera rizos llueve.

Al caer en tu frente ese tesoro,
urde un desborde de flamante oro
sobre un albino témpano de nieve.



Lupercio Leonardo de Argensola

La vida en el campo (Argensola)

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Lleva tras sí los pámpanos otubre,
y con las grandes lluvias, insolente,
no sufre Ibero márgenes ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.

Moncayo, como suele, ya descubre
coronada la nieve la alta frente,
y el sol apenas vemos en Oriente
cuando la opaca tierra nos lo encubre.

Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
gente en el puerto y gente en la cabaña.

Y Fabio, en el umbral de Tais tendido,
con vergonzosas lágrimas lo baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.



Manuel Acuña

A ch...

-- de Manuel Acuña --

Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".



Manuel del Palacio

Al leer la sentencia de muerte

-- de Manuel del Palacio --

¿Y qué? Por mucho que la inicua saña
De la estúpida grey que nos desdora
Se atreva á discurrir, ¿podrá en mal hora
El crimen cometer, baldón de España?

Antes el mar que nuestras costas baña
Su sangre teñirá vil y traidora,
Antes el hierro que en su centro mora
Vomitará en puñales la montaña.

Víctimas pide el irritado cielo.
Mas no son las que el bando parricida
Prepara de su furia en el desvelo;

Cuando un pueblo se apresta á nueva vida
¿Sabéis qué sangre le reclama el suelo?...
¡Del déspota la sangre corrompida!



Joaquín Nicolás Aramburu

La mañana en el sitio

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Ya la primera luz de la mañana
baña el altivo monte y la colina
y, cual níveo celaje, la neblina
se reconcentra y flota en la sabana.

Por el techo, de verde palma cana,
se filtra el humo azul de la cocina;
pica, con sus polluelos, la gallina
el maíz que un muchacho le desgrana.

Relincha el potro; zumba la colmena
que sale en pos del néctar de las flores;
cerca del surco, de impaciencia llena,

la yunta está de toros bramadores
y el guajiro a la puerta de la choza,
bebiendo a sorbos el café, se goza.



Jorge Isaacs

La tumba del soldado

-- de Jorge Isaacs --

El vencedor ejército la cumbre
Salvó de la montaña,
Y en el ya solitario campamento
Que de lívida luz la tarde baña,
Del negro terranova,
Compañero jovial del regimiento
Resuenan los aullidos
Por los ecos del valle repetidos.

Llora sobre la tumba del soldado,
Y bajo aquella cruz de tosco leño
Lame el césped aún ensangrentado
Y aguarda el fin de tan profundo sueño.

Meses después, los buitres de la sierra
Rondaban todavía
El valle, campo de batalla un día.
Las cruces de las tumbas ya por tierra
Ni un recuerdo ni un nombre...
¡Oh!, no: sobre la tumba del soldado,
Del negro terranova
Cesaron los aullidos,
Mas del noble animal allí han quedado
Los huesos sobre el césped esparcidos.
1874



Emilio Bobadilla

Mi patria intelectual

-- de Emilio Bobadilla --

Campos de soledad, torvos poblados,
en otro tiempo, alegres y feraces,
y hoy mustios por la guerra y devorados
por bandadas de pájaros rapaces.

Baña el sol tus llanuras de cereales
que al soplo de la brisa se menean
y lejos, entre breñas y zarzales,
los pérfidos cañones centellean.

¡Oh Francia voluptuosa, culta y bella,
de la latina tradición baluarte,
tu suelo el invasor osado huella!

Soy del furor sanguífero enemigo;
amo las ciencias y venero el arte.
¡Mi patria intelectual, lloro contigo!



Julián del Casal

hércules y las estinfálides

-- de Julián del Casal --

Rosada claridad de luz febea
baña el cielo de arcadia. Entre gigantes
rocas negras de picos fulgurantes,
el dormido estinfalo centellea.
Desde abrupto peñasco que azulea,
hércules, con miradas fulminantes,
el níveo casco de álamos humeantes
y la piel del león de la nemea,
apoya el arco en el robusto pecho,
y las candentes flechas desprendidas
rápidas vuelan a las verdes frondas,
hasta que mira en su viril despecho
caer las estinfálides heridas,
goteando sangre en las plateadas ondas.



Julián del Casal

la nube

-- de Julián del Casal --

de teófilo gautier
en la fuente cristalina
de su jardín solitario,
se baña la fiel sultana
de hermoso cuerpo rosáceo.
Ya no ocultan finas telas
de su seno los encantos,
ni la red de hilos de oro
sus cabellos destrenzados.
El sultán que la contempla,
tras los vidrios del serrallo,
dice: «el eunuco vigila,
yo solo la veo en el baño».
«Yo también, dice una nube
que cruza el azul espacio,
veo su cuerpo desnudo
de mil perlas inundado».
Pálido achmed, cual la luna,
toma el puñal en su mano
y mata a la favorita...
Cuando la nube ha volado.



Octavio Paz

raíz del hombre. iii

-- de Octavio Paz --

Ésta es tu sangre,
desconocida y honda,
que penetra tu cuerpo
y baña orillas ciegas,
de ti misma ignoradas.
Inocente, remota,
en su denso insistir, en su carrera,
detiene la carrera de mi sangre.
Una pequeña herida
y conoce a la luz,
al aire que la ignora, a mis miradas.
Ésta es tu sangre, y éste
el húmedo rumor que la delata.
Y se agolpan los tiempos
y vuelven al origen de los días,
como tu pelo eléctrico si vibra
la escondida raíz en que se ahonda,
porque la vida gira en ese instante,
y el tiempo es una muerte de los tiempos
y se olvidan los nombres y las formas.
Ésta es tu sangre, digo,
y el alma se suspende en el vacío
ante la viva nada de tu sangre.



Rafael Obligado

Pensamiento

-- de Rafael Obligado --

A bañarse en la gota de rocío
Que halló en las flores vacilante cuna,
En las noches de estío
Desciende el rayo de la blanca luna.
Así, en las horas de celeste calma
Y dulce desvarío,
Hay en mi alma una gota de tu alma
Donde se baña el pensamiento mío.



José María Hinojosa

mi alegría

-- de José María Hinojosa --

Vino a mí en espiral,
con vuelo de mañana,
su voz hecha sonrisa
de lucero del alba.
Mi sangre baña el río
en aleteo de agallas;
queda el cuerpo sin sangre
y oye la voz del alba.
Está mi cuerpo frío
ya tendido en la playa,
y huyendo de la luz
desaparece el alba.
Su voz hecha sonrisa
vino a mí en espiral;
mi gesto sin aristas
fue a ella en espiral.



La durmiente (Somoza)

-- de José Somoza --

La Luna, mientras duermes, te acompaña;
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña,
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la Luna refulgente
dichoso he de seguir, o Amor me engaña.

He de entrar, cual la Luna, en tu aposento;
cual ella, al lecho en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme.

Cual ella, respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



La luna mientras duermes te acompaña

-- de José Somoza --

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.



José Tomás de Cuellar

Los ojos azules

-- de José Tomás de Cuellar --

TIENE el azul divino de tu ojos
El diáfano color
De las flotantes gasas de los aires
Bajo la luz del sol.

Tienen la transparencia del zafiro
Que deja percibir de tu alma ardiente
El fuego del amor.

Tienen ese matíz del mar en calma
Cuando lo baña el argentado lampo
Del matutino albor.
Son aire, luz y mar; amor y cielo
Más hermosos que el mar y que el amor,
Más hermosos que el cielo.... El cielo es uno
Y tus ojos son dos.



Juan Bautista Arriaza

El desconsuelo

-- de Juan Bautista Arriaza --

Crecido con las lluvias de repente
rompe el río las márgenes que baña,
e inundando sus aguas la campaña,
arrasa frutos, árboles y gente.

El pastor, que asustado y diligente
se subió por librarse a la montaña,
ve desde allí el ganado y la cabaña
envueltos en el rápido torrente.

Y aquel vivo dolor con que afligido
mira ahogadas las tímidas ovejas
para siempre llorándose perdido,

no equivale a la angustia en que me dejas,
Silvia, cuando tu labio endurecido
responde con desdenes a mis quejas.



Juan Bautista Arriaza

La crueldad de la muerte

-- de Juan Bautista Arriaza --

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.



Juan de Arguijo

Lucrecia (de Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Baña llorando el ofendido lecho
De Colatino la consorte amada,
Y en la tirana fuerza disculpada,
Si no la voluntad, castiga el hecho.

Rompe con hierro agudo el casto pecho,
Y abre camino al alma, que indignada
Baja á la obscura sombre, do vengada.
Aun duda si su agravio ha satisfecho.

Venció al paterno llanto endurecida,
Y de su esposo el ruego, que no basta,
Menospreció con un fatal desvío.

«Ceda al debido honor la dulce vida;
Que no es bien, dijo, que otra menos casta
Ose vivir con el ejemplo mio.»



Gabriela Mistral

devuelto

-- de Gabriela Mistral --

A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...
Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.
Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.
Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!



Gertrudis Gómez de Avellaneda

A una joven madre en la pérdida de su hijo

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¿Por qué lloras ¡oh Emilia! con dolor tanto?
— ¡Ay! he perdido el ángel que era mi encanto...
Ni aun leves huellas
Dejaron en el mundo sus plantas bellas.

— Te engañas, jóven madre; templa tu duelo.
Que ese ángel —aunque libre remonta el vuelo-
Te sigue amante
Do quiera que dirijas tu paso errante.

¿No admiras, cuando baña la tibia esfera
Del alba sonrosada la luz primera,
Con qué armonía
Cielo y tierra saludan al nuevo dia?

Pues sabe, jóven madre, que cada aurora
Por las manos de un ángel su faz colora,
y aquel concento
Se lo enseña á natura su dulce acento.

Cuando del sol el rayo postrero espira,
¿No escuchas un suspiro que en torno gira?
Y un soplo leve
¿No acaricia tu rostro, tus rizos mueve?...



Gutierre de Cetina

al pie de un monte que divide a españa

-- de Gutierre de Cetina --

De francia, do más alto el cuello asoma,
en las faldas de aquél que el nombre toma
del ladrón más subtil, de mayor maña,
en un valle hermoso a do la extraña
alteza el blanco monte abaja y doma,
no lejos de la fuente por quien roma
dio nombre a la región que en torno baña,
cerca de do perdió el francés famoso
la gloria de que aún hoy soberbio viene,
allí nació la causa del mal mío;
después la crió el tajo, y de invidioso
pisuerga la robó, betis la tiene:
intendami chi può, ch'i' m'intend'io.



Vicente Ruiz Llamas

Al amanecer

-- de Vicente Ruiz Llamas --

Salta cantando alegre en la enramada
el tierno pajarillo sus amores,
pasa besando las sencillas flores
la juguetona brisa enamorada.

Se retira la noche avergonzada
de tanta luz, encantos y colores
y baña con sus tibios resplandores
naciente rayo la órbita azulada.

Se despierta cantando la mañana
la venida feliz del nuevo día,
cúbrese el cielo de color de grana.

Todo es amor, doquier todo armonía,
que hasta un borrico atado a mi ventana,
rebuzna deleitable sinfonía.



Vicente Wenceslao Querol

A un árbol

-- de Vicente Wenceslao Querol --

El día en que yo vi la luz primera,
plantó mi padre en su risueño huerto
ese árbol que admiráis en primavera,
de tiernas hojas y de flor cubierto.

Yo entré en la sociedad, donde hoy batallo,
con la esperanza audaz de los mancebos,
cuando él ennoblecía el fuerte tallo
cada nueva estación con ramos nuevos.

Yo abandoné, buscando horas felices,
mi pobre hogar por la mansión extraña,
y él, inmutable, ahondaba sus raíces
junto al arroyo que sus plantas baña.

Hoy, rugosa la frente y seca el alma,
cuando hasta el eco de mi voz me asombra,
vengo a encontrar la apetecida calma
del tronco amigo a la propicia sombra.

Y evoco las memorias indecisas
de la edad juvenil, sueños perdidos,
mientras juegan sus ramas con las brisas
y al alegre rumor cantan los nidos.

Mi vida agosta ese dolor interno
con que los ojos y la frente enluto:
él abre en mayo su capullo tierno
y da en octubre el aromado fruto.



Andrés Héctor Lerena Acevedo

El monje

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Vive alegre su vida, humilde el corazón,
bajo la albura intacta de un santo escapulario,
sintiendo el goce místico de la maceración,
en el convento en ruinas, viejo y estacionario.

En la quietud beatífica duerme la hora impávida
cantada por el bronce de un campanil sonante.
El cielo es lapiz-lázuli. Y una atmósfera grávida
de sol y de sahumerio baña el claustro fragante.

Salmodia el enclaustrado su fervor en el huerto,
plegando las dos manos, rígido como un muerto.
La esquila conventual apaga su bullicio.

Es la hora de sexta. Y tramonta la tarde;
y, mientras reza el monje, divinamente, arde
una lámpara de oro bajo el tosco cilicio.



Antonio Ros de Olano

Progresión

-- de Antonio Ros de Olano --

Del fértil seno de la madre España
nace el altivo Tajo en breve cuna;
y, creciendo con rápida fortuna,
ceden los pinos a su adulta saña.

Si rompe cerros, si florestas baña,
río es el Tajo; su corriente es una,
sea en la vega, anchísima laguna,
sea sierpe que enrosca la montaña.

Miradle de Aranjuez en los vergeles,
vedle desde la cántara extremeña;
contempladle al llegar al Océano...

Y así del alma, en cálidos rieles,
la idea brota, y rauda se despeña,
río caudal del pensamiento humano.



Anónimo

Romance de don Tristán

-- de Anónimo --

Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada;
diérasela el rey, su tío,
con una lanza herbolada.
El hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.
Tan malo está don Tristán
que a Dios quiere dar el alma
Valo a ver la reina Iseo
la su linda enamorada,
cubierta de paño negro
que de luto se llamaba.
Viéndole tan mal parado,
dice así la triste dama:
-Quin os hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabias,
y que no halle maestro
que sopiese de sanarlas.
Tanto están de boca en boca
como una misa rezada:
llora el uno, llora el otro,
toda la cama se baña;
el agua que de ellos sale
una azucena regaba:
toda mujer que la bebe,
luego se siente preñada.
Así hice yo, mezquina,
por la mi ventura mala.



Manuel Machado

La manzanilla

-- de Manuel Machado --

La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.

Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...

El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.



Manuel María Flores

ausencia

-- de Manuel María Flores --

¡quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas... Besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡quién me diera sentir sobre mi pecho
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como enantes, tus suspiros,
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso que dejara en ellos!

¡quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego
con qué alumbrar la soledad del alma!

oh! quién me diera ser tu misma sombra
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña.

Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores.

Pero en su triste soledad el alma
es sombra y nada mas, sombra y enojos...
¿Cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos?...



Manuel Reina

María Stuart

-- de Manuel Reina --

Pálida la color, en la alba frente,
un surco que revela el desconsuelo,
la azul pupila dirigida al cielo,
el paso firme, el ademán prudente,

baña su hermosa faz el llanto ardiente.
Marcado en su semblante está el desvelo,
y un vestido de negro terciopelo
aprisiona sus formas ricamente.

Así María Stuart camina lenta,
el pudoroso pecho destrozado,
a la picota lúgubre y sangrienta;

y al rodar su cabeza en el tablado,
rodó en el suelo, para eterna afrenta,
el nombre de su prima deshonrado.



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

Agüero de luto

-- de Miguel Unamuno --

Cubre mi frente ya la espesa bruma
de la tarde que lanzan los regajos
de la vida; vapor es de trabajos
del sufrimiento. Al corazón abruma

con hebras de agua helada que rezuma
de su seno; con ellas los cascajos
baña de la ilusión y espumarajos
fragua donde esperanza se me esfuma.



Miguel Unamuno

Junto al caserío Jugo

-- de Miguel Unamuno --

Aquí, en la austeridad de la montaña
con el viento del cielo que entre robles
se cierne redondearon pechos nobles
mis abuelos; después la dura saña

banderiza el verdor fresco que baña
Ibaizábal con férreos mandobles
enrojeció, y en los cerrados dobles
del corazón dejó gusto de hazaña



Miguel Unamuno

La mar ciñe

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la obscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.



Juan Nicasio Gallego

A la misma

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando mi bien el campo hermoseaba
que del Órbigo baña la corriente,
yo de su vista celestial ausente
solitario y lloroso me quejaba.

Hoy, que la veo al fin; hoy que esperaba
el dulce premio de mi amor ardiente,
hállola sin piedad, dura, inclemente,
y más mi angustia y mi dolor se agrava.

Pues bien, Pradina: si al afecto mío
perpetuo llanto y desamor le espera,
culpa de ausencia o del olvido impío;

goce yo tu sonrisa placentera,
y más que en fuerza de tu infiel desvío
gimiendo viva, y suspirando muera.



Juan Nicasio Gallego

A Zaragoza

-- de Juan Nicasio Gallego --

Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

y juró cruel venganza, y de repente
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora
fiebre salieron y el contagio inmundo.

Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!



Julio Zaldumbide Gangotena

El llanto (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Cuando yo considero que en la vida
no he cogido de amor ninguna rosa;
cuando no miro en duda tenebrosa
surgir lejana una ilusión querida;

cuando de hiel colmada la medida
de mi dolor el cálice rebosa;
cuando el alma en su lucha tormentosa
se postra al fin sin fuerzas abatida,

la frente inclino; en abundante vena
desátase mi llanto, y baña el suelo,
y mi alma poco a poco se serena.

De la tormenta así el nubloso velo,
revuelto en confusión, se rompe, truena,
desciende en lluvia, y resplandece el cielo.



Fernando de Herrera

A la derrota del duque de Sajonia por Carlos V

-- de Fernando de Herrera --

Do el suelo horrido el Albis frío baña
al sajón, que oprimió con muerta gente
y rebosó espumoso su corriente
en la esparcida sangre de Alemaña;

al celo del excelso rey de España,
al seguro consejo y pecho ardiente,
inclina el duro orgullo de su frente,
medroso, y su pujanza, a tal hazaña.

La desleal cerviz cayó, que pudo
sus ondas con semblante sobrar fiero
y sus bosques romper con osadía,

Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
«¡Oh gran Emperador, gran caballero!
¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!»



Fernando de Herrera

Oh, fuera yo el olimpo, que con vuelo

-- de Fernando de Herrera --

¡Oh, fuera yo el olimpo, que con vuelo
de eterna luz girando resplandece
cuando mengua Timbreo y Cintia crece
en el medroso horror del negro velo!

En lo mejor del noble hesperio suelo,
que cerca baña el Betis, y enriquece,
viera la alma belleza que florece
y esparce lumbre y puro ardor del cielo;

y en su candor clarísimo encendido,
volviera todo en llama, como espira
en fuego cuanto asciende al alta etra.

Tal vigor en sus rayos escondido
yace, que si con fuerza alguno mira
en ella, con más fuerza en él penetra.



Fernando de Herrera

Si el fuego idalio el tierno canto inspira

-- de Fernando de Herrera --

Si el fuego idalio el tierno canto inspira,
y en tu pecho, Amalteo, algún cuidado
la estrella infunde ya que en mar turbado
te guía, osa herir tu culta lira.

Por ti Betis humilde al Tebro admira,
Tebro, mayor que el Arno celebrado,
y entre lucientes astros colocado,
envidioso Erídano lo mira.

Contigo calla el coro de Elicona,
que baña el cuerpo en su cristal corriente,
y pierde el dulce niño los despojos;

que del materno mirto la corona
teje para ceñir tu sabia frente,
o canta o cierre siempre Amor sus ojos.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 30

-- de Francisco de Quevedo --

Hay en sicilia una famosa fuente
que en piedra torna cuanto moja y baña,
de donde huye la ligera caña
el vil rigor del natural corriente.
Y desde el pie gallardo hasta la frente,
anaxar(e)te, de dureza extraña,
convertida fue en piedra, y en españa
pudiera dar ejemplo más patente.
Mas donde vos estáis es excusado
buscar ejemplo en todas las criaturas,
pues mis quejas jamás os ablandaron.
Y al fin estoy a creer determinado
que algún monte os parió de entrañas duras,
o que en aquesta fuente os bautizaron.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 60

-- de Francisco de Quevedo --

Llevó tras sí los pámpanos octubre,
y con las muchas lluvias insolente
no sufre ibero márgenes, ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.
Moncayo, como suele, ya descubre
coronada de nieve la alta frente,
y al sol apenas vemos en oriente,
cuando la dura tierra nos le encubre.
Del monte baja ya con nueva saña
el aquilón, y cierra su bramido
gente en el mar, y gente en la montaña.
Y fabio en el umbral de tais tendido
con vergonzosas lágrimas le baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 93

-- de Francisco de Quevedo --

Dice que tiene sed, siendo bebida,
con voz de amor y de misterios llena;
ayer bebida se ofreció en la cena,
hoy tiene sed de muerte quien es vida.
La mano a su dolor descomedida,
no sólo esponja con vinagre ordena,
antes con hiel la esponja le envenena,
en caña ya en el cetro escarnecida.
La paloma sin hiel, que le acompaña,
a su hijo en la boca vio con ella,
y sangre y llanto al uno y otro baña.
Perlas que llora en una y otra estrella
le ofrece, en recompensa de la caña,
cuando gustó la hiel que bebió ella.



Francisco de Quevedo

parnaso español 44

-- de Francisco de Quevedo --

Dichoso tú, que, alegre en tu cabaña,
mozo y viejo espiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura
de paja el techo, el suelo de espadaña.
En esa soledad, que, libre, baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más despacio dura,
y la hora, sin voz, te desengaña.
No cuentes por los cónsules los años;
hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.



Francisco Sosa Escalante

A la felicidad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Sombra eres que persigue delirante
El hombre, y forma su mejor anhelo,
Desde que un rayo de la luz del cielo
Su frente baña con cariño amante.

Amor, riqueza, gloria deslumbrante,
Omnímodo poder, paz y consuelo,
Todo lo llevas tú que en raudo vuelo
El orbe cruzas con fulgor radiante.

Mas ay! no escuchas el clamor sentido
Con que ferviente el corazón te invoca;
Sorda á los ruegos, sin piedad pareces.

Como Ulises, te cubres el oido
Y el éter hiendes, y voluble y loca
Prometiendo volver, te desvaneces.



Francisco Sosa Escalante

A la invención del telégrafo eléctrico

-- de Francisco Sosa Escalante --

De las corrientes de la mar sonora,
Del rayo de la luz que baña el suelo,
Del águila caudal que eleva el vuelo
A los espacios do la nube mora;

Del eco del cañon que aterradora
Llama vomita derramando el duelo;
De cuanto el hombre concibió en su anhelo
De poder, eres tú la vencedora.

¡Quién igualarte puede, mensajera
Que cruzas el espacio, y el profundo
Abismo de la mar airada y tiera!

Prodigio entre prodigios sin segundo,
Consuelo das al que anhelante espera
Y eres lazo de amor que liga el mundo.



Francisco Sosa Escalante

En un álbum (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Formó tu tez purísima la nieve
Que el sol de Enero esplendoroso baña
En la cima del áspera montaña
Que solo el cóndor á escalar se atreve.

Rosa es tu labio; tu cintura breve
Tan flexible y gentil como la caña;
De seda tu negrísima pestaña;
Tu voz tan dulce cual el aura leve.

Eva al nacer en el Eden divino,
Ménos hermosa fué, no fué tan pura
Ni encanto poseyó tan peregrino.

Que los cielos bendigan tu hermosura
Alejando al dolor de tu camino,
Y amor eterno forme tu ventura.



Francisco Sosa Escalante

La mañana (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del sol la luz esplendorosa baña
Del monte altivo la argentada nieve;
La rubia espiga del trigal se mueve
Los vientos al llegar de la montaña;

El ágil labrador de su cabaña
Al campo sale tras descanso breve
Que no ha turbado torcedor aleve:
Pues que nada ambiciona y nada extraña;

La verde grama que tapiza el suelo
Ostenta, con orgullo, del rocío
Las blancas perlas que lloró la noche;

Se eleva el ave hasta el azul del cielo,
Gozoso corre murmurando el río
Y la rosa gentil abre su broche.



José Asunción Silva

Edenia

-- de José Asunción Silva --

Melancólica y dulce cual la huella
que un sol poniente deja en el azul
cuando baña a lo lejos los espacios
con los últimos rayos de su luz
mientras tiende la noche por los cielos
de la penumbra el misterioso tul.

Süave como el canto que el poeta
en un suspiro involuntario da,
pura como las flores entreabiertas
de la selva en la agreste oscuridad
do detenido en las musgosas ramas
no filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
como mi alma la llegó a soñar,
¿en sus sueños de cándida ternura
así la encontrará?



José Asunción Silva

Humo

-- de José Asunción Silva --

Bajo los árboles viejos
cuya sombra el suelo baña
miro perdida a lo lejos
una pequeña cabaña.
Todo en quietud allí vese,
la ventana no está abierta
y el musgo grisoso crece
sobre el umbral de la puerta.
Cual tibio aliento aromado
que el frío condensa en nube
humo tenue y azulado
en espiral de ella sube.
Del alma que allí reposa
noticias a Dios le lleva
el humo que de la choza
en espirales se eleva.

20 De Abril de 1883.



José Martí

¿cómo me has de querer

-- de José Martí --

¿cómo me has de querer? como el animal
que lleva en sí a sus hijos,
como al santo en el ara envuelve las lenguas de humo.
La lengua de humo oloroso del incienso,
como la luz del sol baña la tierra llana.
¿Que no puedes? yo lo sé. De estrellas
añorándome está la novia muda;
yo en mis entrañas tallaré una rosa,
y como quien engarza en plata una
mi corazón engarzaré en su seno:
caeré a sus pies, inerme, como cae
suelto el león a los pies de la hermosa
y con mi cuerpo abrigaré sus plantas
como olmo fecundo, que aprieta
la raíz de un mal; mi planta humana
mime en plata, mi mujer de estrella,
hacia mí tenderá las ramas pías
y me alzará, como cadáver indio,
me tendrá expuesto al sol, y de sus brazos
me iré perdiendo en el azul del cielo,
¡pues así muero yo de ser amado!



José Martí

para aragón, en españa

-- de José Martí --

vii
para aragón, en españa,
tengo yo en mi corazón
un lugar todo aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise a una mujer.
Allá, en la vega florida,
la de la heroica defensa,
por mantener lo que piensa
juega la gente la vida.
Y si un alcalde lo aprieta
o lo enoja un rey cazurro,
calza la manta el baturro
y muere con su escopeta.
Quiero a la tierra amarilla
que baña el ebro lodoso:
quiero el pilar azuloso
de lanuza y de padilla.
Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano:
lo estimo, si es un cubano;
lo estimo, si aragonés.
Amo a los patios sombríos
con escaleras bordadas;
amo las naves calladas
y los conventos vacíos.
Amo la tierra florida,
musulmana o española,
donde rompió su corola
la poca flor de mi vida.



Clemente Althaus

A Dios (4 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Templa, Señor, tu rigorosa saña,
y a nosotros los ojos ya convierte
de tu dulce piedad; mira a la Muerte
embotar en nosotros su guadaña.

Nuevo sepulcro cada aurora baña
el llanto nuestro, y sin cesar se vierte;
ve a la peruana esposa, al joven fuerte
morir, y a la vïuda en tierra extraña.

Morir en apartado suelo ajeno,
desventura mayor que otra ninguna,
excusa a los que viven: oh Dios bueno,

tu piedad a los nuestros nos reúna,
y nos dé tumba en su materno seno
la dulce tierra que nos dio la cuna.



Clemente Zenea

En un álbum (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

Tú vas hacia una orilla
de donde triste vengo,
lo que tú buscas ahora
es ¡ay! lo que yo dejo!

Tú vas a ver un alba
que baña de oro el cielo,
y yo a ver un sol mustio
que ya se está poniendo.

Tú vas a sembrar flores
en fértiles terrenos,
yo voy a alzar mi tienda
en áridos desiertos.

Vas a lanzar tu barca
sobre un océano inmenso,
vas a aplicar al labio
la copa de los sueños.

¡Que duerma entre las velas
la cólera del viento,
que amor rompa las ondas
al golpe de sus remos!

¡Que como yo, no tengas
que suplicar al cielo,
que encuentres ¡ay! almíbar
donde yo hallé veneno!



Ramón López Velarde

Me despierta una alondra

-- de Ramón López Velarde --

Hasta el ángulo en sombra en que, al soñar los leves
sueños de la mañana,
funjo interinamente de árabe sin hurí,
llega la dulce voz de una dulce paisana.
La alondra me despierta
con un tímido ensayo de canción balbuciente
y un titubeo de sol en el ala inexperta.

¡Gracias, Padre del día,
oh buen Pastor de estrellas cantando por Banville!
Gracias por el saludo en que esta embajadora
del alba, me ha traído un mensaje de abril;
gracias porque el temblor de su canto se funde
con las madrugadoras esquilas de mi tierra,
y porque el sol que tiembla en sus alas no es otro
que el que baña la casa en que nací, y el valle
azul, y la azul sierra.

¡Gracias porque en el trino
de la alondra, me llega,
por primer don del día, este don femenino!



Ricardo Jaimes Freyre

peregrina paloma imaginaria

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria
peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...



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