Buscar Poemas con Baja


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Se han encontrado 87 poemas con la palabra baja

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Hérib Campos Cervera

pequeña letanía en voz baja

-- de Hérib Campos Cervera --

Baja para el recuerdo de roque molinari
laurin.-Donde estuviere. Elegiré una piedra.Y un
árbol. Y una nube.Y gritaré tu nombrehasta que el aire
ciego que te llevame escuche.(En voz baja). Golpearé la
pequeña ventana del rocío;extenderé un cordaje de cáñamo y
resinas;levantaré tu lino marinerohasta el viento primero de tu
signo,para que el mar te nombre(en voz baja). Te lloran:
cuatro pájaros;un agobio de niños y de títeres;los jazmines nocturnos de
un patio paraguayo.Y una guitarra coplera.(En voz baja). Te
llaman:todo lo que es humilde bajo el cielo;la inocencia de un pedazo de
pan;el puñado de sal que se derrama sobre el mantel de un pobre;la
mirada sumisa de un caballo,y un perro abandonado.Y una carta.(En
voz baja). Yo también te he llamado,en mi noche de altura y de
azahares.(En voz baja). Sólo tu soledad de ahora y
siemprete llamará, en la noche y en el día.En voz alta.

Poema pequeña letanía en voz baja de Hérib Campos Cervera con fondo de libro

Manuel del Cabral

aire durando

-- de Manuel del Cabral --

¿quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿Por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?

¿quién ha matado estas manos?
¡no cabe en la muerte un hombre!

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

hay muertos como raíces
que hundidas... Dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..

Poema aire durando de Manuel del Cabral con fondo de libro

Juan Bautista Arriaza

Brindando a las damas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Venus Divina, madre de placeres
baja de tu mansión afortunada,
pues miras esta mesa coronada
de la brillante flor de las mujeres.

Baja gozosa y si dejar sintieres
el coro de quien eres festejada,
ninfa verás aquí más agraciada
que cuantas te acompañan en Citeres.

Y si de tu jardín entre las flores
al dejas y al amor dormidos
no los despiertes, ni su ausencia llores.

Baja, que aquí hallarás nuevos Cupidos
pues tienen estas damas mil amores
en sus hermosos ojos escondidos.

Poema Brindando a las damas de Juan Bautista Arriaza con fondo de libro

León Felipe

como aquella nube blanca

-- de León Felipe --

Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.
Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.
Mi amor tiene el ritornelo
del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.
El agua, aquel ritornelo,
de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



César Vallejo

oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de esta botella

-- de César Vallejo --

¡oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!
tarde cuando la aurora de la tarde
flameó funestamente en cinco espíritus.
Viudez sin pan ni mugre, rematando en horrendos metaloides
y en células orales acabando.
¡Oh siempre, nunca dar con el jamás de tántosiempre!
¡oh mis buenos amigos, cruel falacia,
parcial, penetrativa en nuestro trunco,
volátil, jugarino desconsuelo!
¡sublime, baja perfección del cerdo,
palpa mi general melancolía!
¡zuela sonante en sueños,
zuela
zafia, inferior, vendida, lícita, ladrona,
baja y palpa lo que eran mis ideas!
tú y él y ellos y todos,
sin embargo,
entraron a la vez en mi camisa,
en los hombros madera, entre los fémures, palillos;
tú particularmente,
habiéndome influido;
él, fútil, colorado, con dinero
y ellos, zánganos de ala de otro peso.
¡Oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!



Ernesto Cardenal

epigrama XIX

-- de Ernesto Cardenal --

De pronto suena
en la noche una sirena
de alarma, larga,
larga,
el aullido lúgubre
de la sirena
de incendio o de
la ambulancia
blanca de muerte,
como el grito
de la cegua
en la noche,
que se acerca y
se acerca sobre las calles
y las cosas
y sube, sube,
y baja
y crece, crece,
baja y se aleja
creciendo y bajando.
No es incendio ni muerte:
es somoza



José Pedroni

confidencia

-- de José Pedroni --

En fragante mudanza el limonero
destaca tu rubor.
Tú no sabes, amiga, pero hueles
a limonero en flor.
En un tronco caído una avecilla
le hizo casa al amor.
Tú no sabes, amiga, pero anidas
lo mismo en mi dolor.
Del arroyo una fría pedrezuela
me trajo el pescador.
Guardé la piedra en mi cerrada mano,
y sentí su frescor.
La harina del molino me empolva el alma
la harina de tu amor.
En el monte encontramos uva crespa
y una flor y otra flor;
cada flor con tu aroma y cada uva
con tu mismo sabor.
Con su fresco algodón venda la piedra
el musgo trepador.
También es como el musgo tu ternura
en mi piedra interior.
Por el camino baja suavemente
un lugareño son.
Así también, amiga, tu palabra
baja a mi corazón.



Gabriela Mistral

la casa

-- de Gabriela Mistral --

La mesa, hijo, está tendida
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Ésta es la sal, éste el aceite
y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de dios»(*)
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el pan y el hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio qechua nunca cerraba,
¡y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma!



Gerardo Diego

romance del duero

-- de Gerardo Diego --

Río duero, río duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río duero, río duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.



Vicente Aleixandre

cobra

-- de Vicente Aleixandre --

La cobra toda ojos,
bulto echado la tarde (baja, nube),
bulto entre hojas secas,
rodeada de corazones de súbito parados.
Relojes como pulsos
en los árboles quietos son pájaros cuyas gargantascuelgan,
besos amables a la cobra baja
cuya piel es sedosa o fría o estéril.
Cobra sobre cristal,
chirriante como navaja fresca que deshace a una virgen,
fruta de la mañana,
cuyo terciopelo aún está por el aire en forma de ave.
Niñas como lagunas,
ojos como esperanzas,
desnudos como hojas
cobra pasa lasciva mirando a su otro cielo.
Pasa y repasa el mundo,
cadena de cuerpos o sangres que se tocan,
cuando la piel entera ha huido como un águila
que oculta el sol. ¡Oh cobra, ama, ama!
ama bultos o naves o quejidos,
ama todo despacio, cuerpo a cuerpo,
estre muslos de frío o entre pechos
del tamaño de hielos apretados.
Labios, dientes o flores, nieves largas;
tierra debajo convulsa derivando.
Ama al fondo con sangre donde brilla
el carbunclo logrado.
El mundo vibra.



Juan Ramón Jiménez

sólo mi frente y el cielo.

-- de Juan Ramón Jiménez --

Los únicos universos.
Mi frente, sólo, y el cielo.
(Entre ellos, la brisa pura,
caricia fiel, mano única
para tales plenitudes.
La brisa, que baja y sube).
Arriba, todo el ser vivo,
todo el sueño en mi sentido,
rozando a aquel con las alas
que a su armonía él le baja.
Nada más.
(¿Acaso eres
tú la brisa que va y viene
del cielo, amor, a mi frente?)



Alfonsina Storni

Amor

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonsina Storni

Amor (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes asas
de mundos muertos, por sus arrabales.



Alfonso Reyes

apenas

-- de Alfonso Reyes --

A veces, hecho de nada,
sube un efluvio del suelo.
De repente, a la callada,
suspira de aroma el cedro.
Como somos la delgada
disolución de un secreto,
a poco que cede el alma
desborda la fuente de un sueño.
¡Mísera cosa la vaga
razón cuando, en el silencio,
una como resolana
me baja, de tu recuerdo!



Alfredo Espino

Los pericos pasan

-- de Alfredo Espino --

La tarde despierta de su sueño, cuando
La alígera nube despunta cantando
Una nube de alasuna alegre nube
Que baja, que sube
Son ellos. Se alejan entre llano y cielo.
Son las esmeraldas de un collar en vuelo
Bulliciosamente
trazan una verde curva en el ambiente.
¿ Van a los palmares de ondeante abanico?
Ellos van a donde les apunta el pico
Se alejan, se alejanpero van tan juntos,
que más bien parecen renglones de puntos
Y en un llano caen, así como cuando
como cuando un árbol se está deshojando



Amado Nervo

regnum tuum

-- de Amado Nervo --

Fuera, sonrisas y saludos,
vals, esnobismo de los clubs,
mundanidad oropelesca.
Pero al volver a casa, tú.
En el balcón, en la penumbra,
vueltos a los ojos al azul,
te voy buscando en cada estrella
del misterioso cielo augur.
¿Desde qué mundo me contemplas?
¿de qué callada excelsitud
baja tu espíritu a besarme?
¿cuál el astro cuya luz
viene a traerme tus miradas?
¡oh qué divina es la virtud
con que la noche penetra
bajo su maternal capuz!
hasta mañana, salas frívolas,
trajín, ruidos, inquietud,
mundanidad oropelesca,
poligononales fracs, abur.
Y tú, mi muerta, ¡buenas noches!
¿cómo te va? ¿me amas aún?
vuelvo al encanto misterioso,
a la inefable beatitud
de tus lejanos besos místicos.
¡Aquí no reinas más que tú!



Lope de Vega

Cuelgan racimos de ángeles que enrizan

-- de Lope de Vega --

Cuelgan racimos de ángeles, que enrizan
la pluma al sol en arcos soberanos,
humillan nubes promontorios canos,
y de aljófar la tierra fertilizan.
Desde el cielo a Toledo se entapizan
los aires de celestes cortesanos
con lirios y azucenas en las manos,
que la dorada senda aromatizan.
Baja la Virgen, que bajó del cielo
al mismo Dios; pero si a Dios María,
hoy a María de Ilefonso el celo.
Y como en pan angélico asistía
Dios en su iglesia, el cielo vio que el suelo
ventaja por entonces le tenía.



Luis Cañizal de la Fuente

definición

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Definición
también hay un silencio enamorado.
Existe entre las cosas. Existe entre nosotros.
En un patio con luz hipnotizada
(las dos del día) yendo hacia septiembre.
En el suspiro misericordioso
del pecho de un enfermo.
En lo que hablan en voz baja los amantes:
cuando callan
y no se oye ni pasar el viento,
silencio enamorado.
Silencio enamorado
el que dejan las horas del reloj
cuando verbera el toque entre suspiros.
Silencio enamorado el que azotan
las alas de un ave pinariega
si entre agüero y agüero de su canto agreste
penetran las aristas resinosas
de callar un perfume.
De callar... Y volver el aroma
como un dicho suertudo.
(Desde el río al pueblo, a pie. 29 De agosto 2001. Las doce



Luis Gonzaga Urbina

nuestras vidas son los ríos

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Yo tenía una sola ilusión: era un manso
pensamiento: el río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.

Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar.

Y tenía una sola ilusión, tan serena
que curaba mis males y alegraba mi pena
con el claro reflejo de una lumbre de hogar.

Y la vida me dijo: ¡alma ve turbia y sola,
sin un lirio en la margen ni una estrella en la ola,
a correr las llanuras y perderte en el mar!



Líber Falco

Días y noches: II

-- de Líber Falco --

Cuando voy por las calles
-sube y baja-
de esta Montevideo, madre creul,
cuando voy por sus calles,
algo me dice que estoy muerto.

Y muerto estoy.
¿Por qué si no, se rompen los espejos
cuando me miran,
cuando yo los miro?



Manuel del Palacio

Morir habemus

-- de Manuel del Palacio --

Ese pollo que ves en la cocina
Colgado de las patas y sin pluma,
Ese vaso de vino con espuma
Que te hace andar á ratos de bolina:

Esa apretada y roja tagarnina
Que ménos arde cuanto más se fuma,
Ese dolor de muelas que te abruma
Y esa baja de fondos que te arruina;

No son, como tú piensas, nimiedades,
Ni caprichos tampoco de la suerte
Que otros suelen llamar casualidades.

Ejemplos son con que el Señor te advierte
forma que cumple á sus bondades,
Que todo es ilusión, menos la muerte.



Manuel del Palacio

Semblanzas: VI

-- de Manuel del Palacio --

Le vió nacer un pobre lugarejo
Que Aragon en sus límites encaja,
É indigna hallando de él la gente baja
Por el mundo voló como un vencejo.

Vióse una vez por suerte, en un espejo,
Y al arte se lanzó con gran ventaja,
Aumentando muy pronto la baraja
De los que nunca admiten un consejo.

Mediano como actor, pero buen hijo,
Inspiró con su faz algun antojo
Y en su pueblo compró más de un cortijo.

Hoy le mira la corte de reojo;
Y donde otros ayer comieron mijo,
Dicen que se alimenta de gorgojo.



Manuel Gutiérrez Nájera

ultima necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡huyen los años como raudas naves!
¡rápidos huyen! infecunda parca
pálida espera. La salobre estigia
calla dormida.
¡Voladores años!
¡dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...
Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...
En mis brazos flojos
cintia descansa.
Manuel gutiérrez nájera



Manuel Gutiérrez Nájera

Última Necat

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¡Huyen los años como raudas naves!
¡Rápidos huyen! Infecunda Parca
pálida espera. La salobre Estygia
calla dormida.

¡Voladores años!

¡Dado me fuera detener convulso,
horas fugaces, vuestra blanca veste!
Pasan las dichas y temblando llegan
mudos inviernos...

Las fragantes rosas
mustias se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae de la mano. Pensativa el alba
baja del monte. Los placeres todos
duermen rendidos...

En mis brazos flojos
Cintia descansa.



Jaime Torres Bodet

soledad

-- de Jaime Torres Bodet --

...sent to be a moment's ornament...
Wordsworth
si das un paso más te quedas sola...
En el umbral de un tiempo
que no es el tuyo aún y no es ya el mío.
Sobre el primer peldaño
de una escalera rápida que nadie
podrá jamás decir si baja o sube.
En el principio de una primavera
que, para tu patético hemisferio,
nunca resultará
sino el reverso casto de un otoño...
Porque la frágil hora
en que tu pie se apoya es un espejo,
si das un paso más te quedas sola.



Jorge Riechmann

verwisch die spuren

-- de Jorge Riechmann --

Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de california
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
Pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.



César Vallejo

Trilce: XXXII

-- de César Vallejo --

999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...Chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1,000 Calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.

Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor ( Mejor
no digo nada.

Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

Trilce: LXIV

-- de César Vallejo --

Hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza
y fécha los amotinados nichos de la atmósfera.

Verde está el corazón de tánto esperar, y en el canal de Panamá
¡hablo con vosotras, mitades, bases, cúspides! retoñan los peldaños,
pasos que suben,
pasos que baja-
n.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.

Oh valle sin altura madre, donde todo duerme horrible mediatinta,
sin ríos frescos, sin entradas de amor. Oh voces y ciudades, que pasan
cabalgando en un dedo tendido que señala a calva Unidad. Mientras
pasan, de mucho en mucho, gañanes de gran costado sabio, detrás de las
tres tardas dimensiones.

Hoy Mañana Ayer
(No, hombre!)



César Vallejo

999 calorías

-- de César Vallejo --

xxxii
999 calorías
rumbbb... Trrraprrrr rrach... Chaz
serpentínica u del bizcochero
engirafada al tímpano.
Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.
1,000 Calorías
azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
Remeda al cuco; roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.
Aire, aire! hielo!
si al menos el calor (mejor
no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.
Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

bajo los álamos

-- de César Vallejo --

Bajo los álamos
para josé eulogio garrido
cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de belén en los oteros.
El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz, estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.
Labrado en orfandad baja al instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.
Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
traza su aullido pastoral un perro.



César Vallejo

hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso

-- de César Vallejo --

lxiv
hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza
y fecha los amotinados nichos de la atmósfera.
Verde está el corazón de tantoesperar; y en el canal de panamá
¡hablo con vosotros, mitades, bases,cúspides! retoñan los peldaños,
pasos que suben,
pasos que baja-
n.
Y yo que pervivo,
y yo que sé plantarme.
Oh valle sin altura madre, donde todo duermehorrible mediatinta, sin ríos frescos, sin entradas de amor.Oh voces y ciudades que pasan cabalgando en un dedo tendidoque señala a calva unidad. Mientras pasan, de mucho en mucho,gañanes de gran costado sabio, detrás de las tres tardasdimensiones.
Hoy mañana ayer
(no, hombre!)



César Vallejo

quisiera hoy ser feliz de buena gana

-- de César Vallejo --

Quisiera hoy ser feliz de buena gana,
ser feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir por temperamento de par en par mi cuarto, como loco,
y reclamar, en fin,
en mi confianza física acostado,
sólo por ver si quieren,
sólo por ver si quieren probar de mi espontáneaposición,
reclamar, voy diciendo,
por qué me dan así tánto en el alma.
Pues quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar sin bastón, laica humildad, ni burro negro.
Así las sensaciones de este mundo,
los cantos subjuntivos, .
El lápiz que perdí en mi cavidad
y mis amados órganos de llanto.
Hermano persuasible, camarada,
padre por la grandeza, hijo mortal,
amigo y contendor, inmenso documento de darwin:
¿a qué hora, pues, vendrán con mi retrato?
¿a los goces? ¿acaso sobre goce amortajado?
¿más temprano? ¿quién sabe, a lasporfías?
a las misericordias, camarada,
hombre mío en rechazo y observación, vecino
en cuyo cuello enorme sube y baja,
al natural, sin hilo, mi esperanza...



César Vallejo

oración del camino

-- de César Vallejo --

Oración del camino
ni sé para quién es esta amargura!
oh, sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.
Oyes? regaña una guitarra. Calla!
es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo... Largo...
Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!
queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!



César Vallejo

Bajo los alamos

-- de César Vallejo --

Para Jose Garrido

Cual hieráticos bardos prisioneros,
los álamos de sangre se han dormido.
Rumian arias de yerba al sol caído,
las greyes de Belén en los oteros.

El anciano pastor, a los postreros
martirios de la luz estremecido,
en sus pascuales ojos ha cogido
una casta manada de luceros.

Labrado en orfandad baja el instante
con rumores de entierro, al campo orante;
y se otoñan de sombra las esquilas.

Supervive el azul urdido en hierro,
y en él, amortajadas las pupilas,
tranza su aullido pastoral un perro.



César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



César Vallejo

Oracion del camino

-- de César Vallejo --

Ni sé para quién es esta amargura!
Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
mi bohemio dolor sobre su pecho.
El valle es de oro amargo;
y el viaje es triste, es largo.

Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
Es tu raza, la pobre viejecita
que al saber que eres huésped y que te odian,
se hinca la faz con una roncha lila.
El valle es de oro amargo,
y el trago es largo..., Largo...

Azulea el camino, ladra el río...
Baja esa frente sudorosa y fría,
fiera y deforme. Cae el pomo roto
de una espada humanicida!
Y en el mómico valle de oro santo,
la brasa de sudor se apaga en llanto!

Queda un olor de tiempo abonado de versos,
para brotes de mármoles consagrados que hereden
la aurífera canción
de la alondra que se pudre en mi corazón!



Delmira Agustini

Una viñeta

-- de Delmira Agustini --

Tarde sucia de invierno. El caserío,
como si fuera un croquis al creyón,
se hunde en la noche. El humo de un bohío,
que sube en forma de tirabuzón;

mancha el paisaje que produce frío,
y debajo de la genuflexión
de la arboleda, somormuja el río
su canción, su somnífera canción.

Los labradores, camellón abajo,
retornan fatigosos del trabajo,
como un problema sin definición.

Y el dueño del terruño, indiferente,
rápidamente, muy rápidamente,
baja en su coche por el camellón.



Julián del Casal

un torero

-- de Julián del Casal --

Tez morena encendida por la navaja,
pecho alzado de eunuco, talle que aprieta
verde faja de seda, bajo chaqueta
fulgurante de oro cual rica alhaja.
Como víbora negra que un muro baja
y a mitad del camino se enrosca quieta,
aparece en su nuca fina coleta
trenzada por los dedos de amante maja.
Mientras aguarda oculto tras un escaño
y cubierta la espada con rojo paño
que, mugiendo, a la arena se lance el toro,
sueña en trocar la plaza febricitante
en purpúreo torrente de sangre humeante
donde quiebre el ocaso sus flechas de oro.



Julián del Casal

paisaje de verano

-- de Julián del Casal --

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus ondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Octavio Paz

concorde

-- de Octavio Paz --

A carlos fuentes
arriba el agua
abajo el bosque
el viento por los caminos
quietud del pozo
el cubo es negro el agua firme
el agua baja hasta los árboles
el cielo sube hasta los labios



Octavio Paz

la llama, el habla

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada.
Conversar es humano.



Octavio Paz

conversar

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Conversar es humano.



Pablo Neruda

el monte y el río

-- de Pablo Neruda --

En mi patria hay un monte.
En mi patria hay un río.
Ven conmigo.
La noche al monte sube.
El hambre baja al río.
Ven conmigo.
Quiénes son los que sufren?
no sé, pero son míos.
Ven conmigo.
No sé, pero me llaman
y me dicen «sufrimos».
Ven conmigo.
Y me dicen: «tu pueblo,
tu pueblo desdichado,
entre el monte y el río,
con hambre y con dolores,
no quiere luchar solo,
te está esperando, amigo».
Oh tú, la que yo amo,
pequeña, grano rojo
de trigo,
será dura la lucha,
la vida será dura,
pero vendrás conmigo.



Pablo Neruda

soneto lv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lv
espinas, vidrios rotos, enfermedades, llanto
asedian día y noche la miel de los felices
y no sirve la torre, ni el viaje, ni los muros:
la desdicha atraviesa la paz de los dormidos,
el dolor sube y baja y acerca sus cucharas
y no hay hombre sin este movimiento,
no hay natalicio, no hay techo ni cercado:
hay que tomar en cuenta este atributo.
Y en el amor no valen tampoco ojos cerrados,
profundos lechos lejos del pestilente herido,
o del que paso a paso conquista su bandera.
Porque la vida pega como cólera o río
y abre un túnel sangriento por donde nos vigilan
los ojos de una inmensa familia de dolores.



Pablo Neruda

soneto lii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Soneto lii
cantas y a sol y a cielo con tu canto
tu voz desgrana el cereal del día,
hablan los pinos con su lengua verde:
trinan todas las aves del invierno.
El mar llena sus sótanos de pasos,
de campanas, cadenas y gemidos,
tintinean metales y utensilios,
suenan las ruedas de la caravana.
Pero sólo tu voz escucho y sube
tu voz con vuelo y precisión de flecha,
baja tu voz con gravedad de lluvia,
tu voz esparce altísimas espadas,
vuelve tu voz cargada de violetas
y luego me acompaña por el cielo.



Pablo Neruda

soneto lxxii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxii
amor mío, el invierno regresa a sus cuarteles,
establece la tierra sus dones amarillos
y pasamos la mano sobre un país remoto,
sobre la cabellera de la geografía.
Irnos! hoy! adelante, ruedas, naves, campanas,
aviones acerados por el diurno infinito
hacia el olor nupcial del archipiélago,
por longitudinales harinas de usufructo!
vamos, levántate, y endiadémate y sube
y baja y corre y trina con el aire y conmigo
vámonos a los trenes de arabia o tocopilla,
sin más que trasmigrar hacia el polen lejano,
a pueblos lancinantes de harapos y gardenias
gobernados por pobres monarcas sin zapatos.



Pablo Neruda

soneto xviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Por las montañas vas como viene la brisa
o la corriente brusca que baja de la nieve
o bien tu cabellera palpitante confirma
los altos ornamentos del sol en la espesura.
Toda la luz del cáucaso cae sobre tu cuerpo
como en una pequeña vasija interminable
en que el agua se cambia de vestido y de canto
a cada movimiento transparente del río.
Por los montes el viejo camino de guerreros
y abajo enfurecida brilla como una espada
el agua entre murallas de manos minerales,
hasta que tú recibes de los bosques de pronto
el ramo o el relámpago de unas flores azules
y la insólita flecha de un aroma salvaje.



Rafael Barrett

Decadente

-- de Rafael Barrett --

¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!
¡Oh rocío inocente
Que luce en la sonrisa de los ojos,
Ojos silvestres, ágiles y nuevos,
Los más dulces de todos!
¡Oh pies desnudos, caricia de la tierra,
Pies que besa el arroyo
Temblando! ¡Oh senos en capullo, dond,
El sol hace bailar sus manchas de oro
Debajo de las hojas! ¡Oh muchachas!
Jugad. Os reconozco,
Tropel de mis lejanas primaveras...
Dejadme contemplaros. Ya no corro
Con mi pasado a cuestas tras vosotras,
Y a la sombra que baja me abandono.
Huisteis, maliciosas, con las alas
De mi propia ilusión, dejando plomo
En mis plantas cansadas, y en mi vida
Amargura sin fondo...
¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!



José María Eguren

la tarda

-- de José María Eguren --

Despunta por la rambla amarillenta,
donde el puma se acobarda;
viene de lágrimas exenta
la tarda.

Ella del esqueleto madre
al puente baja inescuchada,
y antes que el rondín ladre
a la alborada
lanza ronca carcajada.

Y con sus epitalamios rojos,
sus vacíos ojos
y su extraña belleza,
pasa sin ver por la senda bravía,
sin ver que hoy me he muerto de tristeza
y de monotonía.

Va a la ciudad, que duerme parda,
por la muerta avenida,
sin ver el dolor, distraída,
la tarda.



José Tomás de Cuellar

El viento de la noche

-- de José Tomás de Cuellar --

OYES? Ya baja á nuestro espacio umbrío
De las etéreas salas
El viento de la noche rudo y frío
Rasgando nubes con sus negras alas.

Oyes? Como rumor de tristes voces....
Ecos de llanto, vuelos de suspiros....
Como tropel de ayes.... Como voces
De incomprensibles y volubles jiros....

Es que el viento recoje con empeño
Escorias de dolor, restos de llanto,
En la hora del sueño,
En que por bien de Dios se olvida tanto.

Es que el viento, divino mensajero
De la morada pía,
Barre el valle de lágrimas entero;
Pues si la aurora del risueño día
Viera tanta miseria.... No saldría.



José Tomás de Cuellar

La tierra y el cielo

-- de José Tomás de Cuellar --

ME siento alguna vez como la nube
De un celaje sombrío:
Calma en redor, bajo mis piés la tierra
Con algo que me aterra,
En su desierto páramo vacío.
Sobre mi frente el cielo que me llama
Con algo que me ama
En su infinito azul resplandeciente....
Y á mi pesar, como la nube misma,
Baja á la tierra lánguida mi mente
Y abandona ese cielo que la abisma.



José Ángel Buesa

la enredadera

-- de José Ángel Buesa --

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.
Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.
Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.



Juan Bautista Arriaza

A unos amigos

-- de Juan Bautista Arriaza --

Ceden del tiempo a la voraz corriente
recias pilastras y columnas duras,
las cúpulas rindiendo que seguras
se sustentaban en su excelsa frente.

Caduco desde el Líbano eminente
baja el añoso cedro a las llanuras,
ayer frondoso adorno en las alturas,
hoy triste cebo en el hogar ardiente.

Contra la destrucción tan poco abrigos
halló mi musa; que si busca ansiosa
versos que ya la esquivan enemigos,

sólo a ofrecer se atreve, afectuosa,
verdad, y no ilusión, a mis amigos;
caricias, no cantares, a mi esposa.



Juan de Arguijo

Lucrecia (de Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

Baña llorando el ofendido lecho
De Colatino la consorte amada,
Y en la tirana fuerza disculpada,
Si no la voluntad, castiga el hecho.

Rompe con hierro agudo el casto pecho,
Y abre camino al alma, que indignada
Baja á la obscura sombre, do vengada.
Aun duda si su agravio ha satisfecho.

Venció al paterno llanto endurecida,
Y de su esposo el ruego, que no basta,
Menospreció con un fatal desvío.

«Ceda al debido honor la dulce vida;
Que no es bien, dijo, que otra menos casta
Ose vivir con el ejemplo mio.»



Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



Gabriela Mistral

la tierra

-- de Gabriela Mistral --

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...
Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
el tambor indio de la tierra.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.



Gabriela Mistral

devuelto

-- de Gabriela Mistral --

A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...
Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.
Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.
Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!



Gabriela Mistral

miedo

-- de Gabriela Mistral --

Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La subirían al trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...
¡Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!



Gabriela Mistral

vergüenza

-- de Gabriela Mistral --

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano...
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!



Gabriela Mistral

mientras baja la nieve

-- de Gabriela Mistral --

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémoslacaer!
viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémoslallegar!
ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de dios nuestro señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no mássu amor.



Gabriela Mistral

coplas

-- de Gabriela Mistral --

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas;
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
¡boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!
¡carne de miseria,
gajo vergonzante, muerto de fatiga,
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trélmulo,
al impuro pezón de la vida!



Gutierre de Cetina

huyendo baja el monte aquella fiera

-- de Gutierre de Cetina --

Que de pequeños canes es seguida,
y apenas en lo llano es ya venida,
que no puede volver donde partiera,
en otros da mayores, do cualquiera
la aprieta y le podría quitar la vida,
de estos es peligrosa la salida
de otros sin peligro se saliera.
Así huyendo yo los viejos males,
pequeños en respecto a los de ahora,
en otros más crueles he caído,
y tanto en el peligro desiguales
cuanto, siendo por vos, estoy, señora,
cierto de no volver donde he salido.



Gutierre de Cetina

a una dama quedando viuda

-- de Gutierre de Cetina --

Como joya oriental rica y preciosa
entre vil tierra envuelta y encerrada,
descubre su valor de ella sacada
y se muestra más clara y más hermosa;
como parece el sol tras tenebrosa
nube, que su beldad tuvo ocupada;
cual va nave segura y descargada,
salida de tormenta peligrosa;
como queda mejor el peregrino
que en bosque obscuro y con peligro ha entrado,
cuando, salido del, halla el camino;
como oro de metal bajo apartado,
tal, señora, vuestro ánimo divino
queda, de sujeción baja librado.



Hernando de Acuña

En leyendo, señor, vuestro soneto

-- de Hernando de Acuña --

En leyendo, señor, vuestro soneto,
acabé de saber lo que creía
y afirmé la opinión en que os tenía
de honrado, virtuosos y de discreto;

mas he hallado en él sólo un defecto,
que no es por falta vuestra sino mía,
y es que a un alto decir se requería
igual con las palabras el sujeto;

mas tanto más ingenio en vos se muestra,
cuanto cosa más baja habéis alzado
con estilo delgado y elocuente;

y yo a la voluntad y virtud vuestra
quedo de corazón tan obligado
cuanto debo quedarlo justamente.



Hérib Campos Cervera

soledad sin recuerdo

-- de Hérib Campos Cervera --

Fuga ¡oh, voz de nube!¡oh, terciopelo!¿cómo nombrar tu
música de musgosin disipar las brumas que te velan? viene la
voz entre un aroma urgentede jazmines de luna y se derramasobre el
camino ciego de la noche. Baja por escaleras de tristeza,para
perderse entre remotos pinosy aliviarse de penas en los durosespejos de
la nieve desolada. Deja en el aire en llamas su cariciay al
recorrer los círculos del viento,un caracol incierto la recogey la
devuelve, al fin, yacente y pálida,muerta sobre un paisaje de
silencio. ¡Y no saber cómo nombrarte,para que vuelvas a llorar,
subiendolos senderos de luna y de jazmines!¡oh, voz de nube!¡oh,
inasible perfil de ausencia y lágrimas:verte moriry no saber cómo
nombrarte!¡oh, terciopelo!



Salvador Díaz Mirón

Gris perla

-- de Salvador Díaz Mirón --

Siempre aguijo el ingenio en la lírica;
y él en vano al misterio se asoma
a buscar a la flor del Deseo
vaso digno del puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!

Por desdén a la pista plebeya,
la Ilusión empinada en su loma
quiere asir, ante límpidas nubes,
virtud alta en sutil material;
Pero el Alma en el barro se yergue,
y el magnífico afán se desploma-,
y revuelca sus nobles armiños
en el negro y batido fangal.

La palabra en el metro resulta
baja y fútil pirueta en maroma;
un funámbulo erecto pontífice
lleva manto de pompa caudal;
y si el Gusto en sus ricas finezas
pide nuevo poder al idioma,
¡aseméjase al ángel rebelde
que concita en el reino del mal!
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Andrés Eloy Blanco

Coro de las provincias

-- de Andrés Eloy Blanco --

Violento de armonía, en el tono de la resaca,
llega el coro de las siete provincias,
siete rostros adolescentes
en las siete ventanas
de las estrellas de la Autonomía.
Cantan. Canta con ellas la niñez de la Patria,
que la primera leche de los labios destila,
baja de las estrellas el primer rubio
que cose en los maizales el botón de la espiga;
danza el coro de las provincias,
en el aula republicana.
Pero danzan sobre la yerba
azul de fantasía,
sobre el cielo de Miranda
horadado de mástiles mientras navega la escuadrilla.

La palabra Guayanesa
no está en el coro de las siete ninfas,
y en ellas invierten el camino del cielo
y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas;
y allí ven el milagro de la Tierra,
de un lado, el oro virgen da una franja amarilla,
hacia el Norte, del otro lado,
las Pampas de Oriente, rojas de Reconquista,
y en la mitad un río azul,
y allí se ven copiadas y en su centro se anidan.
Y así fue como el río su franja del cielo
que preside la danza de las siete provincias.



Andrés Eloy Blanco

La órbita del agua

-- de Andrés Eloy Blanco --

Vamos a embarcar, amigos,
para el viaje de la gota del agua.
Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.

Para nosotros no es sino un punto,
una semilla de luz,
una semilla de agua,
la mitad de lágrimas de una sonrisa,
pero le cabe el cielo
y sería el naufragio de una hormiga.

Vamos a seguir, amigos,
la órbita de la gota de agua:
De la cresta de una ola
salta, con el vapor de la mañana;
sube a la costa de una nube
insular en el cielo, blanca, como una playa;
viaja hacia el Occidente,
llueve en el pico de una montaña,
abrillanta las hojas,
esmalta los retoños,
rueda en una quebrada,
se sazona en el jugo de las frutas caídas,
brinca en las cataratas,
desemboca en el río, va corriendo hacia el Este,
corta en dos la sabana,
hace piruetas en los remolinos
y en los anchos remansos se dilata
como la pupila de un gato,
sigue hacia el Este en la marea baja,
llega al mar, a la cresta de su ola
y hemos llegado, amigos... Volveremos mañana.



Antonio Machado

¡Qué difícil es...

-- de Antonio Machado --

¡Qué dificil es
cuando todo baja
no bajar también!



Antonio-Plaza-Llamas

a inés nataly

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Quiso mostrarte la clemencia santa
y te infundió su soberano aliento,
puso en tus ojos luz de firmamento
y del ángel el trino en tu garganta.
Y admirándose al ver belleza tanta,
baja te dijo al valle del tormento,
y cuando el hombre en negro desaliento
clame: ¡no existe dios! mírale y ¡canta!
y tú, cisne del cielo, la armonía
nos revelas del cielo al escucharte;
yo, que olvidando al cielo ya tenía,
enviada del señor, quiero cantarte,
que aunque la fe del alma apagó el llanto,
donde dios se revela, allí le canto.
Antonio plaza llamas



Mario Benedetti

hasta mañana

-- de Mario Benedetti --

Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño
que a dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido
por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?
mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte.



Mario Benedetti

empero

-- de Mario Benedetti --

Cierro los ojos para disuadirme.
Ahora no es, no puede ser la muerte.
Está el escarabajo a tropezones,
mi sed de ti, la baja tarde inmóvil.
De veras está todo como antes:
el cielo tan inerme,
la misma soledad tan maciza,
la luz que se devora y no comprende.
Todo está como antes
de tu rostro sin nubes,
todo aguarda como antes la anunciada
estación en suspenso,
pero también estaba entonces este pánico
de no saber huir y no saber
alejarme del odio.
De veras todo está
destruido, indescifrable,
como verdad caída inesperadamente
del cielo o del olvido
y si alguien, algo, me golpea los párpados
es una lenta gota empecinada.
Ahora no es, no puede ser la muerte.
Abro los ojos para convencerme.



Medardo Ángel Silva

Velada

-- de Medardo Ángel Silva --

Tú —cuyo amor ha sido como un lecho de plumas
para mi corazón, en las difuntas horas
o como un sol de invierno que ha dorado mis brumas—
ángel anunciador de las nuevas auroras,

mientras la lluvia pone su vaho en las vidrieras,
hablemos en voz baja de los muertos queridos,
y se abrirán las rosas de las falsas primaveras
a la débil penumbra de los sueños huídos...

Es nuestra alma lo mismo que una estancia desierta,
de polvosas molduras, de raso desteñido
y de espejos que copian una imagen ya muerta;

por ella los recuerdos dejan sus sepulturas
y en la alcoba sin nadie, ¡sus blancas vestiduras
vierten un suave olor de ultratumba y olvido!



Meira Delmar

acuarela

-- de Meira Delmar --

Es la hora primera.
Del oriente
llega el sol.
La luna,
despojada de los oros
de la noche,
baja lenta hacia el poniente
que la espera tras la raya
del horizonte.
Sobre el bajo continuo
de la orilla,
las olas desenvuelven,
una a una,
la música que traen
desde tan lejos
como el tiempo
y es un son, y otro son
y mil más sones,
acompasadores, repetidos,
derramados en la arena.
Los pájaros marinos
inauguran
sus vuelos,
raudos algunos, otros
pausados,
caen al agua, certeros,
se levantan, se alejan,
los esfuma por fin
la resolana.
Poco a poco se oyen
voces, ecos, un canto.
La brisa, jardinera,
salpica de azahares
el vivo azul del mar.
(Enero, 2001)
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Miguel Hernández

18

-- de Miguel Hernández --

18
ya de su creación, tal vez, alhaja
algún sereno aparte campesino
el algarrobo, el haya, el roble, el pino
que ha de dar la materia de mi caja.
Ya, tal vez, la combate y trabaja
el talador con ímpetu asesino
y, tal vez, por la cuesta del camino
sangrando subre y resonando baja.
Ya, tal vez, la reduce a geometría,
a pliegos aplanados quien apresta
el último refugio a todo vivo.
Y cierta y sin tal vez, la tierra umbría
desde la eternidad está dispuesta
a recibir mi adiós definitivo.



Miguel Hernández

8

-- de Miguel Hernández --

8
por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.
A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.
Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.



Miguel Unamuno

Bajo eterna luna

-- de Miguel Unamuno --

Cayó este más al borde de la senda
escalando la cumbre á paso tardo,
y de la cruz al pié rendido el fardo
de su dolor dejó, piadosa ofrenda.

Veía en lo alto palpitar la tienda
en donde clava el sol su primer dardo
y el último y en donde el cielo pardo
baja en niebla sin lluvia que la ofenda.



Miguel Unamuno

Hipocresía de la hormiga

-- de Miguel Unamuno --

Para hipócrita no hay como la hormiga
queriendo hacernos ver como trabaja,
viene y va, vuelve, torna, sube y baja
arrastrando á las veces una miga.

Afán de logro dicen que la hostiga
y que do quiera busca sacar raja
y que deja cantando entre la paja
á la cigarra y que se va á la espiga.



Nicolás Guillén

piedra de horno

-- de Nicolás Guillén --

La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras calcinadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible, y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando no sé, me lo imagino, gimiendo
no sé, me lo figuro, quejándose no sé, supongo,creo
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
baja de tus cabellos,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.



A la circuncisión de Cristo Nuestro Señor

-- de Juan Díaz Rengifo --

¿Jesús circuncidado? ¿Dios herido?
La vida con prenuncios de la muerte?
de sangre el soberano Sol teñido?
Sagrado el sano enflaquecido el fuerte?

Subjeto el libre, el vencedor rendido?
Con suma dignidad tan baja suerte?
Herrado el Rey, el siervo esclarecido?
O Dios, porque así quieres deshacerte?

Sin duda humana fuerza no bastara
juntar en uno extremos tan distantes:
mas aquestas tan heroicas hazañas

descubren el ardor de tus entrañas,
que para amar mil mundos son bastantes,
y aun de ellas infinito amor sobrara.



Juan Gelman

el cuchillo

-- de Juan Gelman --

Mi mano sobre tus pechos la cocina
en reposo a esa hora el café
que hirvió el hablar en voz baja
para no molestar a la dulzura de nuestros
cuerpos
que temblaban o brillaban
con una especie de luz como el cuchillo que
usaste
mientras estaba en tu mano



Juan Gelman

la lejanía

-- de Juan Gelman --

Este aroma de vos¿sube?¿baja?
¿viene de vos?¿de mí?¿en qué otro
me debería convertir?¿qué otro
de mídebiera ser
para saberverlos pedazos
de mundo que en silencio juntas?
¿así quemás distancias?
¿me devolvés a mi animal?¿así
me das grandezao cuerpo
que invadís con tu ausencia?
¿con tu mirada que
a tu ojo no volveráya fiebre
sin otro dueño que el camino?
estás aquíes decirtodo está aquí
el vacío y la unióny vosy la
desordenada soledad
eliezer ben jonon



Juan Gelman

ruiseñores de nuevo

-- de Juan Gelman --

«en el gran cielo de la poesía,
mejor dicho
en la tierra o mundo de la poesía que incluye cielos
astros
dioses
mortales
está cantando el ruiseñor de keats
siempre
pasa rimbaud empuñando sus 17 años como la llama de amorviva de san juan
a la teresa se le dobla el dolor y su caballo triza el polvo enamoradofrancisco de quevedo y villegas
el dulce garcilaso arde en los infiernos de john donne
de césar vallejo caen caminos para que los pies de lapoesía caminen
pies que pisan callados como un burrito andino
baudelaire baja un albatros de su reino celeste
con el frac del albatros mallarméva a la fiesta de la nadaposible
suena el violín de verlaine en la fiesta de la nada posible
recuerda que la sangre es posible en medio de la nada
que girondo liublimará perrinunca lamora
y girarán los barquitos de tuñón contra el metalde espanto que abusó a apollinaire
oh lou que desamaste la eternidad de viaje
el palacio del exceso donde entró la sabiduría de blake
el paco urondo que forraba en lamé la felicidad para evitarlefríos de la época
mientras roque dalton trepaba por el palo mayor de su alma y gritaba».



Juan Meléndez Valdés

El pensamiento

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cual suele abeja inquieta, revolando
por florido pensil entre mil rosas,
hasta venir a hallar las más hermosas,
andar con dulce trompa susurrando;

mas luego que las ve, con vuelo blando
baja, y bate las alas vagorosas,
y en medio de sus hojas olorosas
el delicado aroma está gozando;

así, mi bien, el pensamiento mío
con dichosa zozobra, por hallarte,
vagaba, de amor libre, por el suelo;

pero te vi, rendime, y mi albedrío,
abrasado en tu luz, goza, al mirarte,
gracias que envidia de tu rostro el cielo.



Juan Ramón Jiménez

el pájaro del agua

-- de Juan Ramón Jiménez --

Pájaro del agua
¿qué cantas, qué encantas?
a la tarde nueva
das una nostaljia
de eternidad fresca,
de gloria mojada.
El sol se desnuda
sobre tu cantata.
¡Pájaro del agua!
desde los rosales
de mi jardín llama
a esas nubes bellas,
cargadas de lágrima.
Quisiera en las rosas
ver gotas de plata.
¡Pájaro del agua!
mi canto también
es canto de agua.
En mi primavera,
la nube gris baja
hasta los rosales
de mis esperanzas.
¡Pájaro del agua!
amo el son errante
y azul que desgranas
en las hojas verdes,
en la fuente blanca.
¡No te vayas tú,
corazón con alas!
pájaro del agua
¿qué encantas, qué cantas?



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