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Se han encontrado 90 poemas con la palabra aurora

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Delmira Agustini

Mi aurora

-- de Delmira Agustini --

Como un gran sol naciente iluminó mi vida
y mi alma abrió a beberlo como una flor de aurora;
¡Amor! ¡Amor! bendita la noche salvadora
en que llamó a mi puerta tu mamita florida.

Mi alma vibro en la sombra como arpa sorprendida,
las aguas del silencio ya abiertas, en la aurora
cantó su voz potente misteriosa y sonora.
¡Mi alma lóbrega era una estrella dormida!

Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que despierta
ebria de una alegría fuerte como el dolor;

y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.

Poema Mi aurora de Delmira Agustini con fondo de libro

Amado Nervo

Tan rubia es la niña que...

-- de Amado Nervo --

¡Tan rubia es la niña, que
cuando hay sol no se la ve!

Parece que se difunde
en el rayo matinal,
que con la luz se confunde
su silueta de cristal
tinta en rosas y parece
que en la claridad del día
se desvanece
la niña mía.

Si se asoma mi Damiana
a la ventana y colora
la aurora su tez lozana
de albérchigo y terciopelo,
no se sabe si la aurora
ha salido a la ventana
antes de salir al cielo.

Damiana en el arrebol
de la mañanita se
diluye y si sale el sol,
por rubia... ¡No se la ve!

Poema Tan rubia es la niña que... de Amado Nervo con fondo de libro

Góngora

Raya, dorado Sol, orna y colora

-- de Góngora --

Raya, dorado Sol, orna y colora
del alto monte la lozana cumbre,
sigue con agradable mansedumbre
el rojo paso de la blanca Aurora;

suelta las riendas a Favonio y Flora,
y usando al esparcir tu nueva lumbre
tu generoso oficio y real costumbre,
el mar argenta, las campañas dora,

para que de esta vega el campo raso
borde, saliendo Flérida, de flores;
mas si no hubiere de salir acaso,

ni el monte rayes, ornes ni colores,
ni sigas de la Aurora el rojo paso,
ni el mar argentes ni los campos dores.

Poema Raya, dorado Sol, orna y colora de Góngora con fondo de libro

Góngora

Tras la bermeja Aurora el Sol dorado

-- de Góngora --

Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
por las puertas salía, del oriente,
ella de flores la rosada frente,
él de encendidos rayos coronado;

sembraban su contento o su cuidado,
cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,
las tiernas aves con la luz presente,
en el fresco aire y en el verde prado,

cuando salió, bastante a dar, Leonora,
cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
cantando de su rico albergue, y luego,

ni oí las aves más, ni vi la Aurora,
porque al salir, o todo quedó en calma,
o yo, que es lo más cierto, sordo y ciego.



Olegario Víctor Andrade

El orto

-- de Olegario Víctor Andrade --

(imitación de Longfellow)

Surgió del hondo mar adormecido
un viento vagabundo,
diciendo a las tinieblas: ¡Recogeos,
que ya despierta el mundo!

Pasó sobre los buques que veleros
rompen la onda sonora
gritándoles: ¡arriba, marineros,
que ya viene la aurora!

Se internó por la selva obscura y fría
poblada de visiones,
¡despertad! — murmurando, — ¡viene el día
germinador de frutos y pasiones!

A los añosos troncos de ancha copa
y gigantesca talla:
"De verdes hojas desplegad al aire
el pendón de batalla!"

Al ave que dormita en la espesura
el ala entumecida:
"Batid el vuelo, que se acerca el alba,
el ave de la vida!"

Al gallo vigilante de la choza
perdida en la llanura:
"Cantad, cantad que avanza el enemigo
de la tiniebla obscura!"

A la espiga del campo doblegada
al peso de su grano:
"La aurora, vuestra hermana, se levanta
tras el monte lejano!"

Al viejo campanario de la aldea
con lengua de metal: "Cantad el día"
y a los muertos del triste cementerio:
"Dormid, dormid, no es tiempo todavía!"



Hernando de Acuña

Apenas el aurora había mostrado

-- de Hernando de Acuña --

Apenas el aurora había mostrado
las flores que en la noche había escondido,
cuando un pastor, de amor entristecido,
penoso estaba a un árbol arrimado.

Hablando con su hato y su cayado,
alzó con ronca voz un gran gemido,
diciendo: «¿Para qué dejas perdido
el cuerpo, pues el alma me has llevado,

pastora desleal? ¿En qué pusiste
el querer que con palabras me mostraste
en pago del amor que me ofreciste?

¿Por qué tan sin razón, di, me trocaste?
Pues otro mayor bien no pretendiste
que verme muerto aquí do me dejaste».



Antonio Machado

El cadalso

-- de Antonio Machado --

La aurora asomaba
lejana y siniestra.
El lienzo de Oriente
sangraba tragedias,
pintarrajeadas
con nubes grotescas.
...................

En la vieja plaza
de una vieja aldea,
erguía su horrible
pavura esquelética
el tosco patíbulo
de fresca madera...
La aurora asomaba
lejana y siniestra.



Medardo Ángel Silva

Soneto de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
Y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
Perdimos el sendero y la noche perdura
–¡la noche!– y aún no brilla tu luminar, ¡Dios mío!

Los años son guirnalda florecida
–pensamos– una fiesta es nuestra vida...
E hicimos una fiesta de toda ella...

Pero sonó el Destino inexorable su hora
y el brusco despertar nos anunció la aurora
verdadera, la aurora sin flor y sin estrella.



Juan Ramón Jiménez

el día bello

-- de Juan Ramón Jiménez --

Y en todo desnuda tú.
He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.
Y en todo desnuda tú.
Desnuda en la noche azul,
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.
Y en todo desnuda tú.



Federico García Lorca

Alba

-- de Federico García Lorca --

Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.



Fernando de Herrera

Cual rociada aurora en blanco velo

-- de Fernando de Herrera --

Cual rociada aurora en blanco velo
muestra la nueva luz al claro día,
cual sagrado lucero, del sol guía,
sus rayos abre y tiende al limpio cielo,

cual va Venus a honrar el fértil suelo
de Cipro, y va en hermosa compañía,
con ella Amor, las Gracias y Alegría,
que Céfiro las lleva en blando vuelo;

tal, o más pura, esclareciente y bella,
al día y cielo y suelo dando gloria,
saliste, aquistando mil despojos.

Tendió a aquel punto Amor su red y en ella
sus alas quemó, preso, y la victoria
entregó de mi alma a vuestros ojos.



José Martí

siempre que hundo la mente...

-- de José Martí --

Siempre que hundo la mente en libros graves
la saco con un haz de luz de aurora:
yo percibo los hilos, la juntura,
la flor del universo: yo pronuncio
pronta a nacer una inmortal poesía.
No de dioses de altar ni libros viejos
no de flores de grecia, repintadas
con menjurjes de moda, no con rastros
de rastros, no con lívidos despojos
se amansará de las edades muertas:
sino de las entrañas exploradas
del universo, surgirá radiante
con la luz y las gracias de la vida.
Para vencer, combatirá primero:
e inundará de luz, como la aurora.



Rubén Darío

Salutación a Leonardo

-- de Rubén Darío --

Maestro, Pomona levanta su cesto. Tu estirpe
saluda la aurora. Tu aurora! Que extirpe
de la indiferencia la mancha; que gaste
la dura cadena de siglos; que aplaste
al sapo la piedra de su honda.

Sonrisa más dulce no sabe Gioconda.
El verso su ala y el ritmo su onda
hermanan en una



Abraham Valdelomar

Blanca la novia

-- de Abraham Valdelomar --

-Amada, ya es hora,
ya se acerca la aurora
y el cura en la capilla nos espera.

-Más tarde, cuando muera
la primavera.

-Amada, ponte presto los azahares,
que ya las luces brillan en los altares
y canta el río.

-Luego, amor mío,
cuando muera el estío.

-Amada, nos esperan en la capilla,
ponte presto los azahares y la mantilla,
porque ya están las rosas en retoño.

-Espera, amado, espera,
cuando muera el otoño.

-Amada, ponte el velo de desposada,
que cantan las palomas en la enramada
su canto tierno.

-Imposible, no esperes;
ya ha llegado el invierno.



Adelardo López de Ayala

A Isabel

-- de Adelardo López de Ayala --

De Málaga la tierra encantadora
puso en tu frente cuantas rosas crías,
y el espléndido sol de Andalucía,
en tus ardientes ojos se atesora.

Cuando la risa endulza y aminora
el rayo audaz que tu mirada envía,
el alma se estremece de alegría,
bañada en luz de la primer aurora.

Un espejo te mando... -¡Error profundo!
Si al retratarte, el gozo te despierta
de admirar en tu rostro un paraíso,

mustio después encontrarás el mundo,
y temo que el espejo se convierta
en la encantada fuente de Narciso.



Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.



Alejandro Arango y Escandón

Rosaura (Escando)

-- de Alejandro Arango y Escandón --

Risueña, ufana, sobre el césped blanco,
de abril en tarde plácida y serena
está Rosaura en la floresta amena,
al son de alegre tamboril bailando.

Rosas, jazmines, a su paso echando,
aplaude el pueblo y la comarca atruena,
y va la vida de donaire llena,
rosas, jazmines, a su paso hollando.

Pero ¿y mañana? al despuntar la aurora
y no bien aparezca su lucero,
tendrá ya dueño que en el alma adora.

Y si dice su señor: «No quiero»,
por más que gima la gentil pastora,
será este su bailar postrero.



Alejandro Tapia y Rivera

A una dama (Tapia y Rivera)

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Con gozo mi pluma escribe
en tu libro de memorias
estos versos, que aunque humildes,
sinceros del alma brotan.
Mujer bendita del cielo
del cielo bendita esposa,
mujer que diste por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Tú has debido ser tan bella
como la espléndida aurora,
mecerse debió tu cuna
entre perfumes y aromas,
ser debió tu primavera,
como ninguna, señora,
puesto que has dado por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Las flores en tu himeneo
darte debieron coronas,
hicieron tu epitalamio
las dulces aves cantoras,
porque solo así pudieras
(tú la más bella entre todas)
dar a natura por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Que premie el cielo tu unión
con el esposo que adoras,
que te celebren los genios
cual bella madre de hermosas,
y natura agradecida
al ver que tú, bienhechora
con un ramo de primores
has ornado su corona,
proclame que das por hijas
en vez de mujeres, rosas.



Alejandro Tapia y Rivera

Una ausencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible
risueña me corona,
y si arrulla mi frente
con deleitoso y perfumado ambiente,
me contristo también, porque mi alma
no halla sin ella la apacible calma.

¡Si la noche serena,
de paz y encanto llena,
me halaga cariñosa,
si luz vierten radiosa
los astros que se encumbran,
en vano piden luz mis tristes ojos,
sus ojos no me alumbran!

¡Cuán dichosos aquellos que en la ausencia
del hado hallan clemencia
y ven do quiera la mujer querida;
en tanto que a mi queja dolorida
responde soledad muda y eterna!
Su imagen pura, su memoria tierna
son recuerdo no más, ilusión vana...
Deliciosa mañana,
encantadora tarde, noche fría,
¡oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!



Alfonsina Storni

Melancolía

-- de Alfonsina Storni --

Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.



Alfonsina Storni

Melancolía (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.



Alfonso Reyes

para un mordisco

-- de Alfonso Reyes --

Propio camaleón de otros cielos mejores,
a cada nueva aurora mudaba de colores.
Así es que prefiriera a su rubor primero
el tizne que el oficio deja en el carbonero.
Quiero decir (me explico): la mudanza fue tal,
que iba del rojo al negro lo mismo que stendhal.
Luego, un temblor de púrpura casi cardenalicio
(que viene a ser también el tizne de otro oficio)
se quebró en malva y oro con bandas boreales,
que ni el disco de newton exhibe otras iguales.
Es muy de juan ramón esto de malvas y oros,
o del traje de luces de un matador de toros.
Y no sé si atreverme, en cosa tan sencilla,
a decir que hubo una primavera amarilla ,
con unas vetas verdes, con unos jaspes grises
en olas circunflejas como en el mar de ulises.
¡Ulises yo, que apenas de caribdis a escila
de un vértice a un escollo saciaba la pupila!
porque como es efímero todo lo que es anhelo,
el color se evapora y otra vez sube al cielo,
y ya sabemos que poco a poco se va
aun la marca de fuego de la infidelidá.
Y se acabó la historia tal era la mordida
que lucía en el anca mi querida.



A Nuestra Señora de la Aurora

-- de Alfonso Verdugo Castilla --

Ya del eterno Sol, divina Aurora,
a tu Albor matutino, un nuevo día,
renace el pueblo y de la noche fría
huye el horror y el cielo se colora.

Ya te saluda en tu primera hora
tanta ave dulce, dulce Ave María,
compitiendo en tu agrado la armonía
del que himnos canta y del que culpas llora.

Salude alba tan pura húmedo cielo
con fecundo rocío y tu semblante
vivifique uno y otro campo adusto.

Vuelve, Señora, a ser nuestro consuelo;
danos nube de lluvias abundante,
como antes diste de tu seno al «Justo».



Amado Nervo

éxtasis

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!
cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
para mí, en rededor, todo es belleza;
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome, al brillar: «aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama».



Amado Nervo

la bruma

-- de Amado Nervo --

La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la bruma!
la bruma es el ensueño del agua, y en su empeño
de inmaterializarse lo vuelve todo ensueño.
A través de su velo mirífico, parece
como que la materia brutal se desvanece:
la torre es un fantasma de vaguedad que pasma,
todo, en su blonda envuelto, se convierte en fantasma,
y el mismo hombre que cruza por su zona quieta
se convierte en fantasma, es decir, en silueta.
La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma
en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la bruma,
de la bruma que sueña con la aurora lejana!
y yo dije: ¡ensalcemos a dios, oh bruma hermana!



Amado Nervo

Éxtasis (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
y aun me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."



Amós de Escalante

A Elena (Escalante)

-- de Amós de Escalante --

Cuando en silencio duerme el bosque umbrío
y el astro virgen de la noche oscura
vierte su lumbre misteriosa y pura
sobre las ondas trémulas del río;

húmeda el ala tenue del rocío,
recorriendo la brisa la espesura,
vuelve a la flor la vida y la frescura
que el sol robóla del ardiente estío.

Tal vez un alma en juvenil aurora,
pálida flor que marchitó el verano,
triste las muertas esperanzas llora;

mas si acaricia a su dolor temprano
aura de amor, alegre se colora
y reverdece el corazón humano.



Leopoldo Lugones

¿por qué, señor

-- de Leopoldo Lugones --

Señor, si llenas cada hora
de fresca vida renovada;
si vistes de rosa la aurora
y de púrpura la granada;

y en estéril vida senil
dejas la savia que florezca;
que aliente el tigre en su cubil
y en su red la araña se mezca:

¿por qué no diste la ventura
a su pecho lleno de amor?
¿por qué la divina escultura
tan presto se rompe, señor?
¿era ella menos tu criatura
que la más diminuta flor?



Lope de Vega

Al doctor Francisco de Quintana

-- de Lope de Vega --

Nacieron en Madrid el docto Herrera;
Velasco, Eclesiastés; Márquez, Cirilo;
Francisco Sánchez, que, fecundo Nilo,
inunda el coro de la sacra esfera;

Montero, luz en monte, primavera;
Soria, Basilio; y, en florido estilo,
Hortensio Fénix, que al eterno asilo
huyó los ojos de la invidia fiera.

Entre estas luces coronada sale,
Quintana, de esplendor tu nueva aurora,
porque si no los vence, los iguale.

Que ya tu ingenio que las cumbres dora,
y por el sol más encendido vale,
honra la patria y la virtud decora.



Lope de Vega

Caiga el hermoso como cedro y palma

-- de Lope de Vega --

Caiga el hermoso como cedro y palma,
caiga el Querub, que fue su nacimiento
con el aurora, y tuvo atrevimiento
donde todo poder se humilla y calma.
Caiga, perdiendo la vitoria y palma,
del monte del excelso Testamento,
y suba la humildad al mismo asiento,
a vos, Francisco humilde, en cuerpo y alma.
Si al crucifijo Serafín divino,
volvéis los rayos, sois espejo claro
tan parecido, cuando en vos se mira,
que ya sois serafín, y al justo vino,
subiendo a ser del que cayó reparo,
ángel no es mucho, mas llagado admira.



Lope de Vega

Desde que viene la rosada Aurora

-- de Lope de Vega --

Desde que viene la rosada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconde el día
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol, que otras montañas dora;
y desde que del caos, adonde mora,
sale la noche perezosa y fría,
hasta que a Venus otra vez envía,
vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.
Así que ni la noche me socorre,
ni el día me sosiega y entretiene,
ni hallo medio en extremos tan extraños.
Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.



Lope de Vega

Entre las soledades, don Francisco

-- de Lope de Vega --

Entre las soledades, don Francisco,
donde el último Nilo se derrama,
ni vive fiera en campo, ni ave en rama,
ni gitano pastor conduce aprisco.

Apenas nace al sol verde lentisco
cuando es ceniza de su ardiente llarna
aquí llorando me llamó una dama
desde la punta de un excelso risco.

Enternecido yo (piedad humana),
mas si queréis que os cuente alguna cosa
sabed que lo soñaba esta mañana,

cuando el rocío del aurora hermosa
en copa de cristal teñida en grana
con brindis al jazmín, bebió la rosa.



Lope de Vega

Hermoso desaliño, en quien se fía

-- de Lope de Vega --

Hermoso desaliño, en quien se fía
cuanto después abrasa y enamora,
cual suele amanecer turbada aurora,
para matar de sol al mediodía.

Solimán natural, que desconfía
el resplandor con que los cielos dora;
dejad la arquilla, no os toquéis señora,
tóquese la vejez de vuestra tía.

Mejor luce el jazrnín, mejor la rosa
por el revuelto pelo en la nevada
coluna de marfil, garganta hermosa.

Para la noche estáis mejor tocada:
que no anocheceréis tan aliñosa
como hoy amanecéis desaliñada.



Lope de Vega

Las dos luces del mundo en mortal velo

-- de Lope de Vega --

Las dos luces del mundo en mortal velo,
que España en forma de Latona cría,
solían dividir la noche y día,
nuestro polo español y el austro cielo.

Mas ya que un mismo amor y un justo celo
juntó sus almas, donde más podía,
por las esferas de su monarquía
caminan en un mismo paralelo.

Y así, pasando por tu signo agora,
como en Oriente, de Castilla nacen,
Valladolid famosa y excelente.

Ya tienes de su cielo, sol y aurora;
da luz, da perlas, pues los dos te hacen,
Filipo, cielo; Margarita, Oriente.



Lope de Vega

Mis pasos engañados hasta agora

-- de Lope de Vega --

Mis pasos engañados hasta agora
por jardines hibleos y pensiles,
por pensamientos y esperanzas viles,
infancia noche, juventud aurora;

razón esclava, voluntad señora,
vistiendo mi virtud como a otro Aquiles,
me han traído, callados y sutiles,
adonde el alma sus engaños llora.

¡Oh pasos ciegos de mi edad perdida!
Que en polvo, en humo, en sombra se convierte,
entrada triste y mísera salida.

El primero que di (¡qué triste suerte!),
ese me descontaron de la vida,
y le puso en sus límites la muerte.



Lope de Vega

Más eres sol que sastre (¡extraño caso!)

-- de Lope de Vega --

Más eres sol que sastre (¡extraño caso!),
Jaime, pues sólo el sol dicen que ha sido
quien a la aurora le cortó vestido
con randas de oro, en turquesado raso.

Tú le mides el pecho, aunque de paso,
y yo en mis versos mis desdichas mido,
cortando galas en papel perdido,
a manera de sastre del Parnaso.

Este soneto, Jaime, cosa es clara,
que si dijese aquí lastre o arrastre
el consonante dice en lo que para.

Mas si envidiar un sastre no es desastre,
cuando te acerques a su hermosa cara,
sé tú el poeta y déjame ser sastre.



Lope de Vega

Qué estrella saturnal, tirana hermosa

-- de Lope de Vega --

¿Qué estrella saturnal, tirana hermosa,
se opuso, en vez de Venus, a la luna,
que me respondes grave y importuna,
siendo con todos fácil y amorosa?

Cerrásteme la puerta rigurosa,
donde me viste sin piedad alguna,
hasta que a Febo en su dorada cuna
llamó la aurora en la primera rosa.

¿Qué fuerza imaginó tu desatino,
aunque fueras de vidro de Venecia,
tan fácil, delicado y cristalino?

O me tienes por loco o eres necia:
que ni soberbio soy para Tarquino,
ni tu romana para ser Lucrecia.



Lope de Vega

Tanto mañana, y nunca ser mañana!

-- de Lope de Vega --

¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!
Amor se ha vuelto cuervo, o se me antoja.
¿En qué región el sol su carro aloja
desta imposible aurora tramontana?
Sígueme inútil la esperanza vana,
como nave zorrera o mula coja,
porque no me tratara Barbarroja
de la manera que me tratas, Juana.
Juntos Amor y yo buscando vamos
esta mañana. ¡Oh dulces desvaríos!
Siempre mañana, y nunca mañanamos.
Pues si vencer no puedo tus desvíos,
sáquente cuervos destos verdes ramos
los ojos. Pero no, ¡que son los míos!



Lope de Vega

Yace (a la sombra que la gran montaña

-- de Lope de Vega --

Yace (a la sombra que la gran montaña
las dos Castillas, árbitro de hielo,
divide altiva en el hisperio suelo)
florido un valle que Pisuerga baña.

Aquí tu aurora espíritu acompaña,
Grabiel tan vivo que, mudando cielo,
pudo su pluma, con inmenso vuelo,
del sol de Italia ser Faetón de España.

Si el carro de oro no conduces solo
no te aguarde el Erídano Occidente;
por su eclíptica vas de polo a polo.

Sigue sus paralelos felizmente,
sol castellano del latino Apolo,
que a su lado tendrás eterno Oriente.



Lope de Vega

De la abrasada eclíptica que ignora

-- de Lope de Vega --

De la abrasada eclíptica que ignora
intrépido corrió las líneas de oro
mozo infeliz, a quien el verde coro
vió sol, rayo tembló, difunto llora.

Centellas, perlas no, vertió el aurora,
llamas el pez austral, bombas el toro,
etnas la nieve del Atlante moro,
la mar incendios y cenizas Flora.

Así me levanté, y a la presencia
llegué de un sol; así también me asombra
cayendo en noche eterna de su ausencia.

Así a los dos el Po Faetontes nombra,
pero muertos con esta diferencia,
que él quiso ser el sol y yo la sombra.



Luis Cernuda

donde habite el olvido

-- de Luis Cernuda --

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueñoa imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.



Góngora

la dulce boca

-- de Góngora --

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a júpiter ministra el garzón de ida,
¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que al aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.
Manzanas son de tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del amor queda el veneno.



Góngora

De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler

-- de Góngora --

Prisión del nácar era articulado
de mi firmeza un émulo luciente,
un dïamante, ingenïosamente
en oro también él aprisionado.

Clori, pues que a su dedo apremïado
de metal, aun precioso, no consiente,
gallarda un día, sobre impacïente,
lo redimió del vínculo dorado.

Mas ¡ay!, que insidïoso latón breve
en los cristales de su bella mano
sacrílego divina sangre bebe:

púrpura ilustró menos indïano
marfil, invidïosa sobre nieve
claveles deshojó la Aurora en vano.



Góngora

Si Amor entre las plumas de su nido

-- de Góngora --

Si Amor entre las plumas de su nido
prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
que en tus ojos, dulcísima señora,
armado vuela, ya que no vestido?

Entre las vïoletas fui herido
del áspid que hoy entre los lilios mora;
igual fuerza tenías siendo aurora,
que ya como sol tienes bien nacido.

Saludaré tu luz con voz doliente,
cual tierno ruiseñor en prisión dura
despide quejas, pero dulcemente.

Diré como de rayos vi tu frente
coronada, y que hace tu hermosura
cantar las aves, y llorar la gente.



Góngora

La dulce boca que a gustar convida

-- de Góngora --

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.

Manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del Amor queda el veneno.



Luis Rosales

larga es la ausencia

-- de Luis Rosales --

La sombra siempre y luz sin la luz mía
herrera
tu soledad, abril, todo lo llena.
Colma de luz la espuma y la corriente.
Aurora niña con su sol reciente.
Toro en golpe de mar como mi pena.
La soledad del corazón resuena
desierto ya como un reloj viviente,
como un reloj que late porque siente
la marcha de tu pie sobre la arena.
Y así vas caminando sangre adentro,
sangre hacia arriba, hacia el primer encuentro,
sangre hacia ayer en la memoria mía;
¡ay, corazón, donde me pisas tanto!,
¡qué soledad sin ti, cierva de llanto!
qué soledad de luz buscando el día.



Líber Falco

Canto a la invisible amante

-- de Líber Falco --

Dónde te escondes tú?
Acaso, en esta ciudad enorme
cuando posan las noches
que incuban a mis sueños?

En las calles sin rumbos
que descubre mi anhelo,
se ha curvado mi pecho de ternura
llamando sin palabras por tu nombre

............................

Ya los gallos eslabonan
un collar de cantos a la aurora.
Dónde te escondes tú?
No te veré en la luz...
Sólo en la Noche alientas.



Manuel Acuña

la brisa

-- de Manuel Acuña --

A mi querido amigo j.C. Fernandez.
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:
dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿o vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿o vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?
recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Acuña

La brisa (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Bretón de los Herreros

A la pereza

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave en la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

arrastro bostezando: y en tal modo
tu apacible modorra a entrar me empieza
que no acabo el soneto... De per... (Eza)



Manuel del Palacio

A la libertad

-- de Manuel del Palacio --

Brotaste como Vénus de la espuma,
Y el gaditano mar te dio su arrullo;
Cual flor que abre á la aurora su capullo
Así te ví nacer entre la bruma.

Águila excelsa de rizada pluma
Ya el firmamento cruzas con orgullo,
Y de miles de labios el murmullo
Tu gloria canta y tus milagros suma.

¿En vez de las encinas y las palmas
En nido oscuro que labró tu anhelo
Tu dicha escondes y tus penas calmas?

Despierta, libertad; alza tu vuelo;
Nido mejor te ofrecen nuestras almas
Y has de subir con ellas hasta el cielo.



Manuel del Palacio

Al despertar

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Quién eres, ángel, que ante mí apareces,
Como en nublado cielo blanca aurora,
Y al corazón, que desengaños llora,
Paz y consuelo y esperanza ofreces?

Yo te he visto en mis sueños muchas veces
Juguete de ilusión fascinadora,
Y vive en mi tu imágen seductora,
Y con tu puro aliento me estremeces.

¿Eres quizá la silfíde hechicera
Que amada de las nubes y las brisas
Llevarme quieres á su azul esfera?

Flores hollando vas por donde pisas...
— ¿Quién eres? — Soy, señor, la lavandera,
Y vengo á que me pague las camisas.



Manuel del Palacio

Enviando unos versos

-- de Manuel del Palacio --

¿Me pides unos versos? En buen hora:
Allá van, á escoger, dulces ó graves;
Que aun de mi inspiración guardo las llaves
Y desairar no debo á una Señora.

Según de humor te encuentren, rie ó llora,
Si es que en tu pura sencillez no sabes
Que cantan los poetas y las aves
Lo mismo á las tinieblas que á la aurora.

Verás en ellos sátiras y amores;
Ni unas te alarmen, ni en los otros creas,
Sueños son de la infancia seductores:

En mar de frases soledad de ideas:
Los que dicen A tí son los mejores....
Pero es casi mejor que no los leas.



Manuel del Palacio

Idilio

-- de Manuel del Palacio --

Ayer cuando la aurora amanecia
Me salí por la Cuesta de la Vega,
Y al arenal que Manzanares riega
Fuí buscando deleite y poesía.

En sus riberas plácidas dormía
La hermosa Tisbe, que de amores ciega,
Por su galán Alfinto no sosiega,
A quien vió en el cuartel de artillería.

Sola estaba la pobre, y descuidada
Ver me dejó bajo su manta rota
Un pié, más que el mayor una pulgada.

Alzóse en esto, se apretó la bota,
Y á los cielos lanzando una mirada,
Soltó la manta y se quedó en pelota.



Manuel del Palacio

La guerra de dos pueblos

-- de Manuel del Palacio --

Eran ayer hermanos: de la ciencia
Los dos propagadores se llamaban,
Y la industria y el arte cultivaban
Felices en la paz y la opulencia.
Un hombre, en hora de fatal demencia
Irritó sus pasiones que callaban,
Y hoy con mares de sangre quizá lavan
El impuro borron de su conciencia.
¡Madres! Mañana al despuntar la aurora
No busqueis del hogar en los confines
Al que vuestras venturas atesora.
¿El eco no escuchais de los clarines?
¡Tras ellos va la furia asoladora
De esta maldita raza de Caínes!



Ignacio María de Acosta

Mustia la rosa

-- de Ignacio María de Acosta --

Mustia la rosa, lánguida y marchita
al soplo de la brisa de deshoja;
publicando del bosque la congoja,
la rama seca que al pasar visita:

Apenada la dulce tortolita
de su seno el dolor cantando arroja,
a par que el alba la pradera moja
de tierno llanto que al pesar imita.

Porqué tanta aflicción, tal desconsuelo
el valle todo lúgubre deplora
con muestras tales de tan triste duelo...?

El campo y flor, la tóttola y la aurora,
si levantan sus quejas hasta el cielo,
es porque Iselia en su retiro llora.



Jaime Torres Bodet

orquídea

-- de Jaime Torres Bodet --

Flor que promete al tacto una caricia
más que el otoño de un perfume, suave
y que, pensada en flor, termina en ave
porque su muerte es vuelo que se inicia.
Párpado con que el trópico precave
de su luz interior la ardua delicia,
música inmóvil, flámula en primicia,
aurora vegetal, estrella grave.
Remordimiento de la primavera,
conciencia del color, pausa del clima,
gracia que en desmentirse persevera,
¿por qué te pido un alma verdadera
si la sola fragancia que te anima
es, orquídea, el temor de ser sincera?



Jaime Torres Bodet

regreso

-- de Jaime Torres Bodet --

I
vuelvo sin mí; pero al partir llevaba
en mí no sólo cuanto entonces era
sino también, recóndita y ligera,
esa patria interior que en nadie acaba.
Oigo gemir la aurora que te alaba,
músico litoral, viento en palmera,
y me asedia la enjuta primavera
que la razón, no el tiempo, presagiaba.
Entre el capullo que dejé y la impura
corola que hoy en cada rama advierto
pasaron lustros sin que abrieran rosas.
Viví sin ser... Y sólo me asegura,
entre tanta abstención, de que no he muerto
la fatiga de mí que hallo en las cosas.



Jaime Torres Bodet

continuidad vii

-- de Jaime Torres Bodet --

Y sin embargo, entre la noche inmensa
con que me ciñe el luto en que te imploro,
aflora ya una luz en cuyo azoro
una ilusión de aurora se condensa.
No es el olvido. Es una paz más tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo -tal vez- como una voz que piensa
y que se aísla en la unidad de un coro.
Y esa voz es mi voz. No la que oíste,
viva, cuando te hablé, ni la que al fino
metal del eco ajustará en su engaste,
sino la voz de un ser que aún no existe
y al que habré de llegar por el camino
que con morir tan sólo me enseñaste.



Jaime Torres Bodet

en abril. sinceridad

-- de Jaime Torres Bodet --

Transparencia del alma.
Transparencia del ser que la rodea.
Para verla hasta el fondo, basta una sola lágrima sincera.
Riendo te pareces a todas las que ríen,
mas, llorando, eres tú... Nada es posible
comparar a tu alma, cuando lloras...
Sí, hay algo tal vez: entre la aurora,
el canto fino, blanco, de la alondra...



Jaime Torres Bodet

túnel

-- de Jaime Torres Bodet --

Una antorcha enemiga
alumbra mientras duermes el profundo
túnel que de mi amor a tu alma lleva.
Con invisibles puños
¿qué taciturno guardia la sustenta?
quiero avanzar... Y me detiene un muro
de colérico sol. Pretendo entonces
retroceder y siento que una puerta
se cierra tras de mí siempre que dudo...
En plena luz me quedo
trémulo, terco, ciego imaginando
no más el golpe brusco
con que, al cortar tu sueño,
me arrojará a la aurora, sin antorchas,
otro invisible centinela mudo.



Jaime Torres Bodet

voz

-- de Jaime Torres Bodet --

Tú me llamaste al íntimo rebaño
única voz que manda cuando implora
mientras la burla despreciaba el daño
y florecía, en el cardal, la aurora.
Era la intacta juventud del año.
Principiaban el mes, el día, la hora...
Y el corazón, intrépido y huraño,
te oía sin creerte, como ahora.
Ay, porque desde entonces ya disperso
sobre la vanidad del universo,
a cada paso, infiel, te abandonaba
y con cada promesa te mentía
y con cada recuerdo te olvidaba
¡y con cada victoria te perdía!



Jaime Torres Bodet

canción de las voces serenas

-- de Jaime Torres Bodet --

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...



Javier del Granado

el lago

-- de Javier del Granado --

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

Sofrena el sol su cuadriga en el lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.

Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.



Jorge Luis Borges

arte poética

-- de Jorge Luis Borges --

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su itaca
verde y humilde. El arte es esa itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.



Jorge Luis Borges

elegía de la patria

-- de Jorge Luis Borges --

De hierro, no de oro, fue la aurora.
La forjaron un puerto y un desierto,
unos cuantos señores y el abierto
ámbito elemental de ayer y ahora.
Vino después la guerra con el godo.
Siempre el valor y siempre la victoria.
El brasil y el tirano. Aquella historia
desenfrenada. El todo por el todo.
Cifras rojas de los aniversarios,
pompas del mármol, arduos monumentos,
pompas de la palabra, parlamentos,
centenarios y sesquicentenarios,
son la ceniza apenas, la soflama
de los vestigios de esa antigua llama.



Jorge Luis Borges

elegía*

-- de Jorge Luis Borges --

Tres antiguas caras me desvelan:
una el océano, que habló con claudio,
otra el norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de scyld sceaving
que reinó en dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.
* Scyld es el rey de dinamarca cuyo destino canta el exordio de la gesta de beowulf. El dios hermoso y muertoes baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las eddas



Jorge Luis Borges

el ingenuo

-- de Jorge Luis Borges --

Cada aurora (nos dicen) maquina maravillas
capaces de torcer la más terca fortuna;
hay pisadas humanas que han medido la luna
y el insomnio devasta los años y las millas.
En el azul acechan públicas pesadillas
que entenebran el día. No hay en el orbe una
cosa que no sea otra, o contraria, o ninguna.
A mí sólo me inquietan las sorpresas sencillas.
Me asombra que una llave pueda abrir una puerta,
me asombra que mi mano sea una cosa cierta,
me asombra que del griego la eleática saeta
instantánea no alcance la inalcanzable meta,
me asombra que la espada cruel pueda ser hermosa,
y que la rosa tenga el olor de la rosa.



Jorge Luis Borges

al hijo

-- de Jorge Luis Borges --

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde adán y los desiertos
de caín y de abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitología,
y llegan, sangre y médula, a este día
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
y, entre nosotros, tú y los venideros
hijos que has de engendrar. Los postrimeros
y los del rojo adán. Soy esos otros,
también. La eternidad está en las cosas
del tiempo, que son formas presurosas.



Jorge Luis Borges

al vino

-- de Jorge Luis Borges --

En el bronce de homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.
Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.
En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.
Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,
vino que como un éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.
En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de cristo.
En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.
Que otros en tu leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.
Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.
Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.



Jorge Luis Borges

edipo y el enigma

-- de Jorge Luis Borges --

Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día
y con tres pies errando por en vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante hermano,
el hombre, y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino.
Somos edipo y de un eterno modo
la larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser; piadosamente
dios nos depara sucesión y olvido.



Jorge Luis Borges

hilario ascasubi (1807 1875)

-- de Jorge Luis Borges --

(1807-1875)
alguna vez hubo una dicha. El hombre
aceptaba el amor y la batalla
con igual regocijo. La canalla
sentimental no había usurpado el nombre
del pueblo. En esa aurora, hoy ultrajada,
vivió ascasubi y se batió, cantando
entre los gauchos de la patria cuando
los llamó una divisa a la patriada.
Fue muchos hombres. Fue el cantor y el coro;
por el río del tiempo fue proteo.
Fue soldado en la azul montevideo
y en california, buscador de oro.
Fue suya la alegría de una espada
en la mañana. Hoy somos noche y nada.



Josefina Pla

concepción

-- de Josefina Pla --

Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.

De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer creerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,

a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.

Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.
1939



Josefina Pla

tan sólo

-- de Josefina Pla --

...tan sólo una mirada,
una pupila sólo para todas las cosas.
Para la aurora y el ocaso,
para el amor y el odio,
para el amante y el verdugo,
la paloma y la víbora,
la estrella y la luciérnaga.

Solamente unas manos
para el cáliz y el látigo,
para la rosa y para el cacto.
Solamente unas manos
para la arena y el rocío,
para mecer la cuna,
y acariciar la sien del esperado,
y abrir el último agujero.

Una boca tan sólo
para el beso y el grito
y para la oración y la blasfemia.
Para el suspiro y la mentira,
para el perdón
y la condena.

Y tan sólo una sangre
para escuchar el tiempo,
para regar los sueños,
para comprar la herida y la agonía,
y destilar las lágrimas.

Ah, tan sólo una sangre
una boca, unas manos,
una mirada solo.



César Vallejo

Amor(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral

Amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

amor

-- de César Vallejo --

Amor
amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.
Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral
amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.
Amor, ven sin carne, de un icor que asombre;
y que yo, a manera de dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de esta botella

-- de César Vallejo --

¡oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!
tarde cuando la aurora de la tarde
flameó funestamente en cinco espíritus.
Viudez sin pan ni mugre, rematando en horrendos metaloides
y en células orales acabando.
¡Oh siempre, nunca dar con el jamás de tántosiempre!
¡oh mis buenos amigos, cruel falacia,
parcial, penetrativa en nuestro trunco,
volátil, jugarino desconsuelo!
¡sublime, baja perfección del cerdo,
palpa mi general melancolía!
¡zuela sonante en sueños,
zuela
zafia, inferior, vendida, lícita, ladrona,
baja y palpa lo que eran mis ideas!
tú y él y ellos y todos,
sin embargo,
entraron a la vez en mi camisa,
en los hombros madera, entre los fémures, palillos;
tú particularmente,
habiéndome influido;
él, fútil, colorado, con dinero
y ellos, zánganos de ala de otro peso.
¡Oh botella sin vino! ¡oh vino que enviudó de estabotella!



César Vallejo

Amor (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de auroral

Amor, no te quíero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!



César Vallejo

Capitulación

-- de César Vallejo --

Anoche, unos abriles granas capitularon
ante mis mayos desarmados de juventud;
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.
Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.



César Vallejo

El tálamo eterno

-- de César Vallejo --

Sólo al dejar de ser, Amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.

Y los labios se encrespan para el beso,
como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
cada boca renuncia para la otra
una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.



César Vallejo

Medialuz

-- de César Vallejo --

He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes dispersos en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.

He soñado una fuga. Un “para siempre”
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.

A lo largo de un muelle......
Y a lo largo de un cuello que se ahoga!



César Vallejo

Sauce

-- de César Vallejo --

Lirismo de invierno, rumor de crespones,
cuando ya se acerca la pronta partida;
agoreras voces de tristes canciones
que en la tarde rezan una despedida.

Visión del entierro de mis ilusiones
en la propia tumba de mortal herida.
Caridad verónica de ignotas regiones,
donde a precio de éter se pierde la vida.

Cerca de la aurora partiré llorando;
y mientras mis años se vayan curvando,
curvará guadañas mi ruta veloz.

Y ante fríos óleos de luna muriente,
con timbres de aceros en tierra indolente,
cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!



Delmira Agustini

Desde lejos

-- de Delmira Agustini --

En el silencio siento pasar hora tras hora,
como un cortejo lento, acompasado y frío...
¡Ah! Cuando tú estás lejos, mi vida toda llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.

Yo sé que volverás. Que brillará otra aurora
en mi horizonte, grave como un ceño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino
¡y nada de más grande jamás han de ofrecerte!

Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, tal la sombra de un vuelo,
¡la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!



Diego de Torres Villarroel

A una dama (Torres Villarroel)

-- de Diego de Torres Villarroel --

Nace el sol derramando su hermosura,
pero pronto en el mar busca el reposo,
¡oh condición instable de lo hermoso,
que en el cielo también tan poco dura!

Llega el estío, y el cristal apura
del arroyo que corre presuroso;
mas, ¿qué mucho, si el tiempo, codicioso
de sí mismo, tampoco se asegura?

Que hoy eres sol, cristal, ángel, aurora,
ni lo disputo, niego, ni lo extraño;
mas poco ha de durarte, bella Flora;

que el tiempo, con su curso y con su engaño,
ha de trocar la luz que hoy te adora
en sombras, en horror y en desengaño.



Diego de Torres Villarroel

a francisca de castro, cómica y cantora

-- de Diego de Torres Villarroel --

Bella madre de amor dádiva hermosa
que hizo a la tierra jove soberano
embeleso del chiste cortesano
y reina del donaire poderoso
¡oh! mil veces felice la dichosa
hora en que el cielo dio con larga mano
para deleite del linaje humano
al mundo tu belleza prodigiosa
¡oh! si fuese la voz de mi instrumento
émula de los cantos más gloriosos
y no desagradable ronca y triste
pasara yo mi vida y que contento
celebrando com himnos armoniosos
la fortunada aurora en que naciste.



Canta blanco palomo

-- de Dionisio de Solís --

Canta blanco palomo, y de la aurora
el róseo carro con ti acento llama;
que atenta escucha en la mullida cama
la esposa a quien tu cántico enamora.

Canta y anuncia la estación de Flora
y el delicioso incendio que te inflama,
mientras sentado en la frontera rama
otro palomo solitario llora.

¡Felice tú que puedes con tu canto
al alma penetrar por el oído
del ave amante en que tu bien se funda!

Y ¡mísero de mí, que la triste llanto
en que a solas me miras consumido,
sin fruto el rostro y sin cesar me inunda!



Dulce María Loynaz

vuelvo a nacer en ti

-- de Dulce María Loynaz --

Vuelvo a nacer en ti:
pequeña y blanca soy... La otra
-la obscura-que era yo, se quedó atrás
como cáscara rota,
como cuerpo sin alma,
como ropa
sin cuerpo que se cae...

¡Vuelvo a nacer!... -Milagro de la aurora
repetida y distinta siempre...-
Soy la recién nacida de esta hora
pura. Y como los niños buenos,
no sé de dónde vine.

Silenciosa
he mirado la luz-tu luz...-
¡Mi luz!
y lloré de alegría ante una rosa.



Dulce María Loynaz

el perdedor

-- de Dulce María Loynaz --

Has perdido jugando una canción:

yo te la iré a buscar junto a la fuente
donde el agua es más honda y el sopor
más largo...
Hoy la devolveré a tu pecho ardiente
hecha sombra... ¡O hecha sol!

has perdido jugando tu mejor
perla, la que era un coágulo de aurora,
la llamada alba triste:
no llores por tu perla, perdedor...
Yo te la buscaré hora tras hora,
guijarro tras guijarro y flor tras flor...

Has perdido-jugando...-El resplandor
de una estrella: ¡has perdido hasta una estrella!
y hasta una estrella he de encontrarte yo...

Tanto puedo por ti, tanto... Voy a seguir la huella
sobre el mar de una estrella
que se perdió...

Has perdido jugando un gran amor...



Efraín Huerta

absoluto amor

-- de Efraín Huerta --

Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.

Amada inmensa
como una violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.

Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.

Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.

Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.

Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.



Emilio Bobadilla

Sarcófagos y cunas

-- de Emilio Bobadilla --

Embermejan el aire las fábricas de guerra;
el hierro por el hierro martirizado grita
en las fraguas y tiembla hecha polvo la tierra
en que ayer espontánea brotó la margarita.

Monótonos osarios se han vuelto las campiñas;
los hogares sin lumbre, sin muebles las alcobas,
sin aves los corrales dejaron las rapiñas
y andan sin rumbo fijo las gentes, como bobas.

El bosque roto, negro, decapitado llora
la pérdida violenta de sus hojosas ramas
y ya no tiene pájaros que canten a la aurora...

Las urbes se despueblan comuna por comuna,
por la epidemia extintas, el asedio y las llamas...
¡Por cada cien sarcófagos se fabrica una cuna!



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