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Se han encontrado 46 poemas con la palabra asombro

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Rosalía de Castro

¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena

-- de Rosalía de Castro --

¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena
Al escucharlo, el alma refugióse
En sí misma y dudó...; Pero al fin, cuando
La amarga realidad, desnuda y triste,
Ante ella se abrió paso, en luto envuelta,
Presenció silenciosa la catástrofe,
Cual contempló Jerusalén sus muros
Para siempre entre el polvo sepultados.

¡Profanación sin nombre! Dondequiera
Que el alma humana, inteligente, rinde
Culto á lo grande, a lo pasado culto,
Esas selvas agrestes, esos bosques
Seculares y hermosos, cuyo espeso
Ramaje abrigo y cariñosa sombra
Dieron á nuestros padres, fueron siempre
De predilecto amor, lugares santos
Que todos respetaron.
¡No! En los viejos
Robledales umbrosos, que hacen grata
La más yerma región, y de los siglos

Poema ¡Jamás lo olvidaré!... De asombro llena de Rosalía de Castro con fondo de libro

Alfonso Reyes

a eugenio florit

-- de Alfonso Reyes --

Florit, la primavera se desborda
y vuelca flora el azafate henchido,
y la naturaleza en cada nido
lanza un temblor y hace la vista gorda,
¿qué pasa entonces, cuando el viento asorda
y el campo es todo asombro y todo ruido,
y aun el más recatado y retraído
toma el alma y la echa por la borda?
¿qué arcaico rito o gresca dionisíaca,
que endiablada, o mejor, paradisiaca
celebración de las celebraciones?
es que el poeta cumple el mandamiento:
hacer razones con el sentimiento
y dar en sentimiento las razones.

Poema a eugenio florit de Alfonso Reyes con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

A la capilla del Pilar de Zaragoza

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Estos que levantó de mármol duro
sacros altares la ciudad famosa,
a quien del Ebro la corriente undosa
baña los campos y el soberbio muro,

serán asombro en el girar futuro
de los siglos, basílica dichosa,
donde el Señor en majestad reposa,
y el culto admite reverendo y puro.

Don que la fe dictó, y erige, eterno,
religiosa nación a la divina
Madre que adora en simulacro santo:

por él, vencido el odio del Averno,
gloria inmortal el cielo la destina,
que tan alta piedad merece tanto.

Poema A la capilla del Pilar de Zaragoza de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Lope de Vega

Reliquias ya de navegante flota

-- de Lope de Vega --

Reliquias ya de navegante flota
entre los pies de un empinado risco,
burla del mar, colmena de marisco,
dorada tablazón, descansa rota.

Sin estayes, sin brújula y escota,
picada de un pequeño basilisco,
la que fue de las nubes obelisco
perdió del rumbo la feliz derrota.

En este, pues, deshecho anfiteatro
que entre las siete maravillas nombro,
triste voz repitió por partes cuatro:

«Yo soy aquella cómica de asombro,
reina de las acciones del teatro,
que hoy beso el pie de quien pisaba el hombro.»



Luis Cañizal de la Fuente

landre coma [a] landrú

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Landre coma landrú
quién esconde palabras, quién escatima honra,
quién calla como losa la condición del leño;
y por culpa de todos hay mendigos de almendra,
hay bocados de adán que
piden misericordia de un ladrido
a las luces en forma de bombilla en bodega.
Mas por detrás del mundo hay otras veces
en que ingresan miradas inocentes como manos de pez,
desplazan en dos golpes de aleta dos nadas laterales,
lo ignoran todo generosamente
con el gesto fraterno del jabón,
y así se desgañitan en continuum.
Por el camino manso de naturalidad
protenden su natura de ladrillo;
si el reloj de ataúd da manchas de fatiga,
ostentan más y más que son de arcilla
y de curiosidad truncada a medio asombro.
Por fin, contentos, se
vuelven atrás de su propósito,
hacen el águila imperial a levante y poniente,
suben el abrigado cuello de la indiferencia
y profieren joviales sin desplegar los labios:
landre, coma, landrú.
Yo soy todo inocente. Mira si lo eres tú.



Luis Rosales

memoria del tránsito

-- de Luis Rosales --

Herido de amor huido
f. García lorca
abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
Me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.



Manuel del Palacio

A Victor Hugo

-- de Manuel del Palacio --

Con el siglo nació, y el siglo llena;
los genios le arrullaron en su cuna,
y esclava de su voz fue la tribuna,
y sus héroes asombro de la escena.

Cuando su lira con amor resuena,
más dulce que su lira no hay ninguna;
cuando al poder maldice o la fortuna,
cual desbordado mar ruge y atruena.

¡Mártir y salvador, verdugo y reo,
diéronle, para honrar su ejecutoria,
Tasso el laurel, la roca Prometeo:

y del carro triunfal de la victoria
cayó, tocando en tierra como Anteo
para alzarse inmortal... Como su gloria!



Manuel del Palacio

Semblanzas: XVI

-- de Manuel del Palacio --

Fué galante en el tiempo de la Nana
Y galán en el tiempo de la Nena,
Y es, como actor, á la española escena
Lo que es al ritmo el punto de la Habana.

Ya vista de chambergo ó de sotana
Siempre le escucho con asombro y pena,
Que igual el verso entre sus labios suena
Que una canción en boca de una rana.

Supo como empresario hacer fortuna,
Y como director hay quien le abona
Y le pone en los cuernos de la luna.

De ser artista principal blasona,
Y cortando las frases una á una
Declama así: ¡ya... Ten... Gola... Co... Rona!



Adonis

-- de Ignacio Valdés y Machuca --

Rinde, bruto, a mis fuerzas invencibles
ese coraje altivo que te alienta;
rinde el furor indómito que animas,
rinde la vigorosa resistencia:

si asombro eres del monte y de los hombres,
yo lo soy de los campos y las fieras;
ese orgullo valiente, esa pujanza
humillaré a mi brío y a mi fuerza:

de mi ardor serás luego, infeliz bruto,
la miserable víctima funesta;
mas, ¡ay cielos divinos!, ya no puedo

resistir al destino pues decreta
que en los brazos de un bruto se divida
el estambre vital de mi existencia.



Jaime Sabines

me dueles

-- de Jaime Sabines --

Me dueles.
Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza, córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma búscame,
escúchame.
En algún sitio mi voz, sobreviviente, llama,
pide tu asombro,
tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.
¡Qué claridad tu rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!
amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.



Jorge Luis Borges

snorri sturluson (1179 1241)

-- de Jorge Luis Borges --

(1179-1241)
tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,
sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.
En la noche de islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces
el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.



Jorge Luis Borges

inscripción en cualquier sepulcro

-- de Jorge Luis Borges --

No arriesgue el mármol temerario
gárrulas transgresiones al todopoder del olvido,
enumerando con prolijidad
el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.
Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla
y el mármol no hable lo que callan los hombres.
Lo esencial de la vida fenecida
la trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor y el asombro del goce
siempre perdurará.
Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.



Jorge Luis Borges

camden, 1892

-- de Jorge Luis Borges --

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui walt whitman.



Jorge Riechmann

1

-- de Jorge Riechmann --

He vivido en la superficie de las cosas.
Mas viví también por fortuna
en las palabras. Ellas iban
incorporándome a la lentitud
penetrando las estaciones de mi piel
dilatando la malla amarga de los días
rastreando el frío y el calor en los seres
zambulléndose en el amor hasta salir al tedio
en el tedio hasta dar en la esperanza
en la esperanza hasta emerger en el asombro
sin yo quererlo o porque lo quería.
Las palabras
maravillosamente
incapaces de compromiso.
No soy un juglar de la descomposición. Acaso
amo sobre todas las cosas
el lugar del canto del pinzón
la aérea ebriedad de las mimosas
y el minuto con memoria del beso de los amantes.
Pero hay que ir hasta el fondo
correr el riesgo
de abrasarse en la resistencia de las cosas
para sacar acaso la cabeza
al otro lado del espejo
o en el frescor de un nuevo meridiano.



Dulce María Loynaz

yo te fui desnudando...

-- de Dulce María Loynaz --

Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los tús superpuestos que la vida
te había ceñido...

Te arranqué la corteza-entera y dura-
que se creía fruta, que tenía
la forma de la fruta.

Y ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aun velados
de tinieblas y asombros...

Surgiste de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda-intacto y desgarrado
en alma viva...-



Rafael de León

muerto de amor

-- de Rafael de León --

No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.

Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.

Y hoy que es corpus, señor, he paseado
mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.

La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste padrenuestro.



José Ángel Buesa

poema del regreso

-- de José Ángel Buesa --

Vengo del fondo oscuro de una noche implacable
y contemplo los astros con un gesto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable
y una paloma blanca se me posa en el hombro.
Mi corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.
Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
yo también he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.
Quizás tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto... ¡Porque estaba contigo!



Gabriela Mistral

el encuentro

-- de Gabriela Mistral --

A su sombra
le he encontrado en el sendero.
No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas;
abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!
llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!
siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas...
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!
esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!
iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!



Teófilo V. Méndez Ramos

Añoranzas (Méndez Ramos)

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

(Ofrenda) (Octubre 15 1920)

¿Recuerda amada mía?
Era al caer de la tarde...
Y al oído te decía
mientras la tarde moría:
;Mi corazón de amor arde;
Y en tu faz vi retratada
duda... Asombro... Alegrías...
Y una fugitiva mirada,
me hizo ver Aída, adorada,
que tú también me querías.

Mientras la fuente ritmaba
su canción en la pradera,
con cuanto amor te miraba,
con ternura te hablaba
de mi ideal, de mi quimera...

Por las montañas plateadas
surgió pálida la luna;
y en las sendas perfumadas
las manos entrelazadas
corrimos tras la fortuna.

En la quietud del ambiente
só1o la fronda cantaba
su canción triste y doliente.
Mientras tanto, dulcemente
con tu aliento me embriagaba.



Vicente Gallego

septiembre, 30

-- de Vicente Gallego --

No ha sido fácil comprender el mar,
las rocas, su volumen,
la concreción del tiempo en la materia
más real, la verdad del mundo en el vaivén
del viento y la marea, en la quietud
que el arrecife opone al oleaje,
en el fragor eterno del silencio,
que es una voz antigua e innumerable.
El mar que se resiste al adjetivo,
que en su enigma desprecia
definición o imagen más allá
de ese asombro que afirma en cualquier muerte
la vida que no acaba, esa vida del agua
que ha sido tantas vidas y que ahora
es también esta nuestra.
El mar,
y una noche sin luna ni tormenta,
el mar únicamente y yo, aquí,
este íntimo acuerdo con mis pasos:
tan sólo quien se busca en el camino
y al encontrarse al fin está desnudo.



Vicente Gallego

octubre, 16

-- de Vicente Gallego --

Despierto. Pesa el sol sobre mi rostro
y la arena ha tomado mi forma levemente.
Incorporo un momento la cabeza
y el cielo es todo mi horizonte,
un cielo de ningún color sino de cielo,
de cielo que yo veo en una vela,
la vela diminuta que recorta
y fija el universo en su contraste.
Y luego el mar,
el mar bajo la vela, ese mar que es inmenso
pues llega hasta mi vientre y no concluye.
Entre el cielo y el agua me detengo un instante,
y después me acomodo hasta quedar
sentado por completo.
El mar entonces me abandona, se retira,
y la arena se moja, avanza, se seca y se calienta
confluyendo en un punto y acercándose a mí,
pero un cangrejo cruza en ese instante
y mis ojos se van con el cangrejo,
y el cielo se hace rojo en su coraza,
y el mar se pierde y nada pesa.
Y al fijar la mirada atrapo el universo,
completo y detenido en su pasar efímero
a lomos de un cangrejo que lo arrastra,
sin saberlo, un segundo.
Y pienso que en las grandes creaciones
vida y arte no alientan en lo extenso,
sino en ese detalle que despierta
nuestro asombro.
El crustáceo se oculta
y nos apaga el mundo.



Vicente Gallego

septiembre, 2

-- de Vicente Gallego --

Es ahora la vida
esta extraña y frecuente sensación
de sopor y distancia,
y es también una luz que vela el mundo:
salir del caserón tras la comida,
recorrer bajo el sol la carretera
con los ojos ardientes de un verano
y sentarme en la roca frente al mar.
Abandonarme entonces
al sonido sin pausa de la tierra
mientras me vence el sueño algún instante
y me moja las sienes con su agua bendita.
Descubrir con asombro renovado
al pescador que vuelve cada tarde,
como vuelven las olas,
como vendrá la brisa con la noche.
Y esperar otra vez sobre la roca,
abrumado en el centro de la vida,
a que la sombra inunde
lentamente mi sombra.



Marilina Rébora

alfonsina storni

-- de Marilina Rébora --

Alfonsina storni
entre un romper de olas descubro el monumento
de la que fue poeta y ante todo mujer.
La luz va declinando en apagarse lento
y ya en el horizonte muere el atardecer.
Como dulce canción me llegan con el viento
las palabras de otrora, recuerdos del ayer,
y todo cobra vida, mágico, en un momento,
igual que si de nuevo hoy la volviera a ver.
Me encuentro allá en la infancia junto a ella sentada,
personaje irreal para mi ingenuo asombro,
que apenas a nombrarla me resuelvo: «¡alfonsina!»
a mi débil susurro responde embelesada,
acercando amorosa mi cabeza a su hombro:
«¡y tú eres marilina y serás marilina!»



Marilina Rébora

a mi hijo

-- de Marilina Rébora --

Alguien dijo que recuerdas
un niñito de murillo,
y en verdad que lo pareces
por tu gracia y por tus rizos.
Tienes cabellos castaños,
ensortijados y finos
con algo de oro en las sienes,
como si fuera rocío.
La tez pálida y morena,
negros ojos expresivos
que miran llenos de asombro,
como miran los del niño.
Estabas con tus juguetes,
de pie sobre el ancho piso,
cuando te vi de repente
junto al blanco corderillo;
y al mismo tiempo la imagen
que tuviera en el olvido
apareció viva y fuerte,
tan clara como un prodigio.
Sin perder un solo instante,
entré de un salto al recinto
y trepando como pude
saqué el cristo de su sitio,
colocándolo a tu lado
según era mi designio.
Y después, en un arranque
de ternura y de cariño,
orgullosa más que nunca
de mi hijo y de mi niño,
exclamé dándote un beso
en ese rostro tan lindo:
«¡eres el san juan bautista
más delicioso que he visto!»



Mario Benedetti

currículum

-- de Mario Benedetti --

El cuento es muy sencillo
usted nace en su tiempo
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
y el temerario insecto
que será pisoteado
por su zapato nuevo
usted sufre de veras
reclama por comida
y por deber ajeno
o acaso por rutina
llora limpio de culpas
benditas o malditas
hasta que llega el sueño
y lo descalifica
usted se transfigura
ama casi hasta el colmo
logra sentirse eterno
de tanto y tanto asombro
pero las esperanzas
no llegan al otoño
y el corazón profeta
se convierte en escombros
usted por fin aprende
y usa lo aprendido
para saber que el mundo
es como un laberinto
en sus momentos claves
infierno o paraíso
amor o desamparo
y siempre siempre un lío
usted madura y busca
las señas del presente
los ritos del pasado
y hasta el futuro en cierne
quizá se ha vuelto sabio
irremediablemente
y cuando nada falta
entonces usted muere



Rosalía de Castro

Desde los cuatro puntos cardinales

-- de Rosalía de Castro --

Desde los cuatro puntos cardinales
De nuestro buen planeta
— Joven, pese a sus múltiples arrugas —
Miles de inteligencias
Poderosas y activas,
Para ensanchar los campos de la ciencia,
Tan vastos ya que la razón se pierde
En sus frondas inmensas,
Acuden a la cita que el Progreso
Les da desde su templo de cien puertas.

Obreros incansables, ¡yo os saludo!
Llena de asombro y de respeto llena,
Viendo cómo la Fe que guió un día
Hacia el desierto al santo anacoreta,
Hoy con la misma venda transparente
Hasta el umbral de lo imposible os lleva.
¡Esperad y creed!, crea el que cree,
Y ama con doble ardor aquel que espera.



Rosalía de Castro

Quisiera, hermosa mía

-- de Rosalía de Castro --

I

Quisiera, hermosa mía,
A quien aún más que á Dios amo y venero,
Ciego creer que este tu amor primero,
Ser por mi dicha el último podría.
Mas...
— ¡Qué! ¡Gran Dios, lo duda todavía!

— ¡Oh!, virgen candorosa,
¿Por qué no he de dudarlo al ver que muero
Si aun viviendo también lo dudaría?

— Tu sospecha me ofende,
Y tanto me lastima y me sorprende
Oiría de tu labio,
Que pienso llegaría
A matarme lo injusto del agravio.

— ¡A matarla! ¡La hermosa criatura
Que apenas cuenta quince primaveras!...
¡Nunca!... ¡Vive, mi santa, y no te mueras!

— Mi corazón, de asombro y dolor llenas.



Rosalía de Castro

Viendo que, semejantes a las flores

-- de Rosalía de Castro --

Viendo que, semejantes a las flores
Que el huracán en su furor deshace,
Éstos, después de aquéllos,
Llenos de vida y de esperanzas caen
Al entrar en la lid donde con gloria
Por la patria combaten,

Tal como el pobre abuelo que contempla
Del nietezuelo amado los despojos,
Exclamó alzando la mirada al cielo
De angustia lleno y doloroso asombro:
— ¡Pero es verdad, Dios mío, que ellos mueren
Y quedamos nosotros!

En la Corona fúnebre de Andrés Muñíais, 1883.



Meira Delmar

huésped sin sombra

-- de Meira Delmar --

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos, renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
!--Img



Meira Delmar

cedros

-- de Meira Delmar --

Mis ojos niños vieron
ha mucho tiempo alzarse
hasta la nube un vuelo
de sucesivos verdes
que el aire en torno
embalsamaban
con tranquila insistencia.
El silencio se oía como una
música suspendida de repente,
y en mi pecho crecía
el asombro.
La voz del padre, entonces,
inclinóse a mi oído
para decirme, quedo:
son los cedros del líbano
hija mía.
Mil años hace, acaso
mil más, que medran
a las plantas de dios.
Guarda su imagen
en la frente y la sangre.
Nunca olvides
que miraste de cerca
la belleza.
Y desde aquella hora
tan lejana,
algo en mí se renueva
y estremece
cuando topo en las hojas
de algún libro
su memoriosa estampa.
!--Img



Meira Delmar

promesa

-- de Meira Delmar --

En alguna mañana azul y florecida
iremos dulcemente, con las manos unidas
a escuchar las historias que el arroyo murmura
ante el fácil asombro de las piedras desnudas...
No diremos, amado, una sola palabra:
hablarán nuestros ojos su lenguaje de magia,
y la brisa curiosa llegará muy callada
sin romper el embrujo de la hora encantada
después... Como un racimo de hermosas uvas nueva
tronchadas de la vid por manos tempraneras
yo dejaré en tu boca con un poco de miedo,
el sabor ignorado de mis besos primeros...
!--Img



Meira Delmar

narciso

-- de Meira Delmar --

Asomado a la fuente ve que el agua le mira
con el trémulo asombro de su propia belleza.
Los ojos ya no pueden rescatar la mirada
que ha olvidado en las redes hialinas del espejo.
Nunca nadie en la tierra
quedara como él, ensimismado
en el reflejo fiel de su hermosura,
nunca nadie perdiera
como él la certeza de las horas,
fijo en la verde orilla e inclinado
sobre el tiempo sin tiempo de su imagen.
Y cuando acerca el beso
a los labios que ascienden,
no sabe cómo cae, cómo huye por fin
su desbordado amor entre las ondas.
La flor que así lo cuenta
lleva su nombre gualda
entre las manos.
!--Img



Miguel Unamuno

Nihil novum sub sole

-- de Miguel Unamuno --

Pon tu mano, la que me diste, sobre mi hombro
y avanza tras de mí pues la senda se estrecha:
por entre ruinas caminamos, el escombro
hollando del que fué castillo cuya flecha

penetraba en las pardas nubes y era asombro
de caminantes. Avizora nos acecha
del roto torreón aquella que ni aun nombro
por miedo de atraérnosla. De tí desecha



Miguel Unamuno

Sombra de humo

-- de Miguel Unamuno --

¡Sombra de humo cruza el prado!
¡Y que se va tan de prisa!
¡No da tiempo a la pesquisa
de retener lo pasado!

Terrible sombra de mito
que de mi propio me arranca,
¿es acaso una palanca
para hundirse en lo infinito?

Espejo que me deshace
mientras en él me estoy viendo,
el hombre empieza muriendo
desde el momento en que nace.

El haz del alma te ahuma
del humo al irse a la sombra,
con su secreto te asombra
y con su asombro te abruma.



Juan Gelman

himno de la victoria (en ciertas circunstancias)

-- de Juan Gelman --

(en ciertas circunstancias)
en madrugada en pleno su esplendor
quién sino yo como ginebras destruyendo a sus víctimas
amadas
para dar luz a la indecisa claridad de sus mesas
quién sino yo con papelitos lujosas descripciones hechas
para callar
o la palabra mesa las mentiras
los metros de mentiras para vestir los codos del borracho
los sastres están tristes pero se cose y canta
se miente en cantidad hermanos míos resulta bella la
fealdad
amorosas las pústulas gran dignidad la infamia
al pájaro al cantor al distraído le han crecido reptiles
con asombro contempla su gran barbaridad
hurrah por fin ninguno es inocente
caballeros brindemos las vírgenes no virgan
los obispos no obispos los funcionarios no funcionan
todo lo que se pudre en ternura dará
miro mi corazón hinchado de desgracias
tanto lugar como tendría para las bellas aventuras



Julio Herrera Reissig

El espejo (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Se hunden en una sorda crisis meditabunda...
El Ocaso suaviza los últimos enojos,
y Neith enjuga el oro líquido de sus ojos,
triste como su hermana, la tarde moribunda...

Conspira en acres vahos la insinuación fecunda
de la Naturaleza, por siembras y rastrojos;
y ellos, que ora se brindan flores en vez de abrojos,
suman entrelazados una unidad profunda.

Largamente, idealmente, como un sacro beleño,
Bión la apura de un beso hasta el fondo del sueño...
Por no verla, en procura de un instante de calma,

cierra, luego, los ojos, declinando en el hombro
la armoniosa cabeza, y oh! dulcísimo asombro,
como en un claro espejo, la contempla en el alma.



Julio Herrera Reissig

la reconciliación

-- de Julio Herrera Reissig --

Alucinando los silencios míos,
al asombro de un cielo de extrañeza;
la flébil devoción de tu cabeza
aletargó los últimos desvíos.

Con violetas antiguas, los tardíos
perdones de tus ojos mi aspereza
mitigaron. Y entonces la tristeza
se alegró como un llanto de rocíos.

Una profética efluxión de miedos,
entre el menudo aprisco de tus dedos,
como un david, el piano interpretaba.

En tanto, desde el místico occidente,
la media luna, al ver que te besaba,
entró al jardín y se durmió en tu frente.



Julio Herrera Reissig

consagración

-- de Julio Herrera Reissig --

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al caso
mi alma quien oprimía tu cintura...

De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso,
¡hasta las heces, como un vino sacro!



Evaristo Carriego

Que sera de ti?

-- de Evaristo Carriego --

¿Qué será de ti? ¡Hace tanto
que te fuiste! Ya ni sé
cuanto tiempo.
¿De nosotros
te acuerdas alguna vez?
¿Verdad que sí? Tu cariño
de lejos nos seguirá...
Lejos de nosotros, ¡pobre,
qué sola te sentirás!
Si se habla de ti, en seguida
pensamos: ¿será feliz?
Y a veces te recordamos
con un vago asombro: así
como si estuvieras muerta.
¿Después de aquel largo adiós,
ahora que no eres nuestra,
quién escuchará tu voz?



Evaristo Carriego

Una sorpresa

-- de Evaristo Carriego --

Hoy recibí tu carta. La he leído
con asombro, pues dices que regresas,
y aún de la sorpresa no he salido...
¡Hace tanto que vivo sin sorpresas!

«Que por fin vas a verme .... Que tan larga
fué la separación ... Te lo aconsejo,
no vengas, sufrirías una amarga
desilusión: me encontrarías viejo.

Y como un viejo, ahora, me he llamado
a quietud, y a excepción —¡siempre el pasado! —
de uno que otro recuerdo que en la frente

me pone alguna arruga de tristeza
no me puedo quejar: tranquilamente
fumo mi pipa y bebo mi cerveza.



Claudio Rodríguez

nuevo día

-- de Claudio Rodríguez --

Después de tantos días sin camino y sin casa
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.
Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva levadura
esta mañana...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.
Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires el mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
dos horas antes de la media noche
del tercer oleaje, que es el mío.



Clemente Althaus

A un ateo

-- de Clemente Althaus --

En vano esperas que la oscura nada,
que invocas como madre compasiva,
entero en el sepulcro te reciba,
cuando termines la mortal jornada.

Te alienta alma inmortal que, de la helada
carne donde reside fugitiva,
maravillada de sentirse viva,
de ignoto mundo arrostrará la entrada.

Ya su asombro y espantos imagino,
cuando, el fallo aguardando que la hiera,
se encuentre al pie del tribunal divino,

y mirando del Dios la faz severa
a quien negó su ciego desatino,
exclame estremecida: Verdad era!



Clemente Althaus

Al mismo (Colón)

-- de Clemente Althaus --

Gloria suprema del linaje humano,
que al griego excedes y al valor latino,
Oh tú en quien plugo al Hacedor divino
juntar sus dones con profusa mano:

¡Oh grande vencedor del océano,
y vencedor más grande del destino,
descubridor de un mundo y adivino,
tipo ideal del héroe y del cristiano!

Sin duda el mundo ante grandezas tantas
absorto, y grato a tan heroicas penas,
del orbe el cetro colocó a tus plantas...

Mas ¡ay! de asombro y de dolor me llenas,
cuando indignadas tus cenizas santas
agitan en la tumba tus cadenas!



Clemente Althaus

La transfiguración

-- de Clemente Althaus --

Ya la gloriosa cumbre del Tabor
atrás dejaron los divinos pies;
nieve la veste, un astro la faz es
que del sol avergüenza el resplandor.

Así, del alto cielo oh morador,
a la diestra del Padre arder lo ves;
y en los aires Elías y Moisés
ciñen un lado y otro del Señor;

Mientras yacen por tierra, en ademán
de asombro, de pavor y adoración,
Pedro, Santiago y el amado Juan:

¡Cuándo, oh Señor, en la celeste Sión
sin velo así mis ojos te verán,
si de verte mis ojos dignos son!



Clemente Althaus

Castigo (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«¿No oyes? la aguda cántiga temprana
del ave conocida en la ventana,
oh amado, nos avisa
que torna la mañana
con importuna desusada prisa.
»¡Ay! ya de tu partir llegó la hora:
¡Cuán presurosa fue de la traidora
breve noche la fuga!
La diligente aurora
Hoy ¡qué temprano en nuestro mal madruga!
»Mas deja el lecho, y tus disfraces viste;
y, aunque me miras congojada y triste,
parte ya, dulce amigo,
secreto cual viniste:
nadie de tu salir sea testigo.
»Mas ni hablas, ni respiras» ¡ay! que nada,
nada responde el joven; espantada,
ella le toca y mueve,
e inmoble inanimada
masa siente, más fría que la nieve.
¡Ay! ¡qué gritos arroja de hondo espanto!
¡Qué alaridos! ¡qué voces! ¡y qué llanto!
La familia despierta
y acude a rumor tanto,
y es de todos su infamia descubierta.
Y la culpada que a sus padres mira
llenos de asombro y de vergüenza y de ira,
y al que amaba difunto,
solo a morir aspira,
que honra, dicha y amor perdió en un punto.



Ricardo Güiraldes

El principio

-- de Ricardo Güiraldes --

Era el caos. Decir no y pensar cero.

En el eterno negar, fue brevemente la voluntad de ser. Origen del Sol.

El sol, en asombro de su luz, fue goce de existir; tanto amó su mirada, que pulularon las condensaciones de obscuridad; los astros.

Y los astros giraron de amor ante la gran pupila quieta.

Es el canto eterno en el caos sordo.

La tierra rueda, envuelta en hilachas de oro. Es esclava y amante. Su piel sensible tiene un escalofrío, pulsado por noches y días.

Y nosotros pasamos, como sobre un cutis que ama al contacto de una caricia, corre un tropel de mil vidas sensitivas, que nacen, gozan, sufren y mueren.

«La Porteña», 1914.



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