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Se han encontrado 41 poemas con la palabra asiento

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José Joaquín de Mora

Álzase Marco Tulio de su asiento

-- de José Joaquín de Mora --

Álzase Marco Tulio de su asiento
con grave pompa y majestad divina;
tiembla de espanto y rabia Catilina,
inmóvil el Senado escucha atento.

Brota el raudal sonoro y al momento
sálvase Roma de fatal ruina,
el pueblo al Cónsul la cerviz inclina,
y padre clama en jubiloso acento.

Ahora si me preguntas en qué autores
adquirió Cicerón el privilegio
de arrancar tan magníficos honores,

yo ye responderé, que ese hombre egregio,
modelo de abogados y oradores,
ni estudió a Vinio, ni pisó el colegio.

Poema Álzase Marco Tulio de su asiento de José Joaquín de Mora con fondo de libro

Leandro Fernández de Moratín

Julio Bruto

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Suena confuso y mísero lamento
por la ciudad; corre la plebe al foro,
y entre las faces que le dan decoro
ve al gran Senado en el sublime asiento.

Los cónsules allí. Ya el instrumento
de Marte llama la atención sonoro;
arde el incienso en los alteres de oro,
y leve el humo se difunde al viento.

Valerio alza la diestra; en ese instante
al uno y otro joven infelice
hiere el lictor, y sus cabezas toma.

Mudo terror al vulgo circunstante
ocupa. Bruto se levanta, y dice:
«Gracias, Jove inmortal; ya es libre Roma.»

Poema Julio Bruto de Leandro Fernández de Moratín con fondo de libro

Lope de Vega

Caiga el hermoso como cedro y palma

-- de Lope de Vega --

Caiga el hermoso como cedro y palma,
caiga el Querub, que fue su nacimiento
con el aurora, y tuvo atrevimiento
donde todo poder se humilla y calma.
Caiga, perdiendo la vitoria y palma,
del monte del excelso Testamento,
y suba la humildad al mismo asiento,
a vos, Francisco humilde, en cuerpo y alma.
Si al crucifijo Serafín divino,
volvéis los rayos, sois espejo claro
tan parecido, cuando en vos se mira,
que ya sois serafín, y al justo vino,
subiendo a ser del que cayó reparo,
ángel no es mucho, mas llagado admira.

Poema Caiga el hermoso como cedro y palma de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cuando pensé que mi tormento esquivo

-- de Lope de Vega --

Cuando pensé que mi tormento esquivo
hiciera fin, comienza mi tormento,
y allí donde pensé tener contento,
allí sin él, desesperado vivo.

Donde enviaba por el verde olivo,
me trujo sangre el triste pensamiento;
los bienes que pensé gozar de asiento
huyeron más que el aire fugitivo.

Cuitado yo, que la enemiga mía,
ya de tibieza en hielo se deshace,
ya de mi fuego se consume y arde.

Yo he de morir, y ya se acerca el día:
que el mal en mi salud su curso hace,
y, cuando llega el bien, es poco y tarde.



Mientras que bebe el regalado aliento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mientras que bebe el regalado aliento
de tu divina boca, ¡oh Laura mía!;
mientras asiste al Sol que roba al día,
por más hermosa luz, luz y contento,

tu dueño; o ya repose —¡oh blando asiento!—
su cuello en ése que a la nieve fría
prestar color, prestar beldad podría,
vuelve, si no la vista, el pensamiento.

¡Ay, si acaso, ay de mí, lucha amorosa
la lengua oprime! ¡Oh bien dichoso amante,
si no más, si oprimiere desdeñosa!

No olvides a tu ausente, a tu constante,
que es ave el pensamiento, ¡oh Laura hermosa!
y llegará a tu Fabio en un instante.



Usurpa ufano ya el tirano viento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Usurpa ufano ya el tirano viento
a las velas los senos extendidos.
¡Adiós, playas, ya os pierdo! ¡Adiós, erguidos
montes a quien venció mi pensamiento!

Ya es mar también el uno y otro asiento
en mis ojos, de lágrimas ceñidos,
por perderos, oh montes, más perdidos:
tal pierdo, triste tal, así tal siento.

Ya esconde el ancho mar, en sí orgulloso,
las frentes de los cerros levantados,
en sus soberbias olas caudaloso.

Así divide ausencia mis cuidados;
mas no podrá jamás, ¡oh dueño hermoso!,
de ti, mis pensamientos abrasados.



Manuel de Zequeira

El destino

-- de Manuel de Zequeira --

Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,
haciendo venturoso al delincuente;

y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.



Manuel del Palacio

Alla Egregia Artista

-- de Manuel del Palacio --

¡Sí, te conozco! De la patria vienes
Donde el arte inmortal hizo su asiento,
Y ternura, y pasión, y sentimiento
En el alma y la voz y el rostro tienes.

Ora finjas halagos ó desdenes,
Ora expreses placer, ora tormento,
¿Qué corazón no inundas de contento?
¿Qué ojos hay que de lágrimas no llenes?

¡De nuestro amor has hecho la conquista;
Por eso, si laureles ambicionas
Y pueblo que á tu yugo no resista,

No olvides que en la tierra que abandonas,
Siempre habrá para tí, sublime artista,
Llanto, aplausos, recuerdos y coronas!



César Vallejo

al cavilar en la vida, al cavilar

-- de César Vallejo --

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(acritud oficial, la de mi izquierda;
viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
a juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolación
de la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.



Cristóbal Suárez de Figueroa

Felicidad de la vida

-- de Cristóbal Suárez de Figueroa --

¡O bien feliz el que la vida pasa
Sin ver del que gobierna el aposento,
Y mas quien deja el cortesano asiento
Por la humildad de la pajiza casa!

Que nunca teme una fortuna escasa,
De agena envidia el ponzoñoso aliento;
A la planta mayor persigue el viento,
A la torre mas alta el rayo abrasa.

Contento estoy de mi mediana suerte;
El poderoso en su deidad resida;
Mayor felicidad yo no procuro,

Pues la quietud sagrada al hombre advierte
Ser para el corto espacio de la vida
El mas humilde estado mas seguro.



Pedro Soto de Rojas

A Fénix, habiendo cantado

-- de Pedro Soto de Rojas --

Al dulce son de vuestro blando acento
vi las aves sin dueño ya cautivas,
suspensas vi las aguas fugitivas
del Dauro en su orgulloso movimiento,

vi el rumor de los árboles atento,
vi del aire cesar las lenguas vivas,
vi humanarse las fieras más esquivas
y moverse las piedras de su asiento.

Vime también de vuestro canto asido,
Fénix bella, y al céfiro, a las aves,
piedras, árboles, fieras y corriente

dije: «Pues este canto os da sentido,
sentid, testigos de este bien suaves,
que ya mi alma de sentir no siente».



Pedro Soto de Rojas

Al pensamiento

-- de Pedro Soto de Rojas --

¿Dónde vuelas, soberbio pensamiento?
Ícaro mozo, mi consejo espera:
mira que al polvo humilde y blanda cera
ni el sol perdona, ni respeta el viento.

Fénix es sol, y su divino aliento
la procelosa de Aquilón esfera;
de cera y polvo tú porción ligera;
teme, vuelve a la tierra, que es tu asiento.

Pero sube, camina, no repares,
rompa tu fuerza los contrarios vientos
hasta ver de tu sol su luz a solas;

que, si muerto cual Ícaro bajares,
nombre darás al mar de mis tormentos
y eterno vivirás entre sus olas.



Pedro Soto de Rojas

Mirando un incendio

-- de Pedro Soto de Rojas --

Subes, oh llama, con veloz carrera
de estos cansados leños desatada,
solicitando en humos transformada
el distante reposo de tu esfera;

pero al subir por la región ligera
te vuelve el viento burlador en nada;
¡ay de ti, cuanto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!

Así disuelta sube el alma mía
del corazón solicitando asiento
a la esfera veloz de su alegría,

y nunca llega a conseguir su intento:
que es humo mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.



José Tomás de Cuellar

En la caverna de Cacahuamilpa

-- de José Tomás de Cuellar --

¡ESPLÉNDIDA mansión, recinto umbroso
De silencio y de paz augusto templo:
De tu imponente majestad ansioso,
Extático y absorto te contemplo!

Asiento ya mi planta en tus umbrales,
Ávido de gozar, negra caverna;
Y huyendo las visiones mundanales,
Medito solo en tu tíniebla eterna....

La mente se consagra enajenada
De tu esencia al misterio sorprendente;
Tu sublime quietud, tu calma helada
Imprimen el terror sobre mi frente.



Juan de Arguijo

A Baco

-- de Juan de Arguijo --

A tí, de alegres vides coronado,
Baco, gran padre domador de Oriente,
He de cantar; á tí, que blandamente
Tiemplas la fuerza del mayor cuidado;

Ora castigues á Licurgo aírado,
O á Penteo en tus aras insolente,
Ora te mire la festiva gente
En sus convites dulce y regalado,

O ya de tu Ariadna al alto asiento
Subas ufano la mortal corona
Vén fácil, vén humano al canto mio;

Que si no desmerece el sacro aliento,
Mi voz penetrará la opuesta zona,
Y al Tibre envidiará el Hispalio rio.



Gaspar María de Nava Álvarez

Dando la enhorabuena a un amigo

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Cual suele con las ramas enlazadas
dos árboles unirse, que ni el viento
puede arrancarles de su firme asiento,
ni quebrantar sus copas levantadas,

pues antes entre sí bien apretadas
parecen elevarse al firmamento,
dándoles hermosura y ornamento
las frutas, que producen sazonadas,

así, querido amigo, te deseo
un lazo delicioso, un lazo fuerte
por medio del dulcísimo Himeneo.

Y que esta unión se forme de tal suerte
que, colmado de paz y de recreo,
seas siempre feliz hasta la muerte.



Gutierre de Cetina

qué alteración es ésta, amor, que siento

-- de Gutierre de Cetina --

¿de dónde viene en mí tan gran mudanza?
si muero de temor, esta esperanza
que tengo, ¿sobre qué funda su asiento?
si no quiero mi mal ni lo consiento,
¿por qué tengo del bien desconfianza?
si el uso de razón el seso alcanza,
¿cómo se ciega así el entendimiento?
y si una mutación tan repentina
natura la aborrece, ¿cómo vivo?;
un sujeto tan flaco, ¿en qué se esfuerza?
mas, ¡ay!, que pues tormenta tan contina
no se amansa, es señal que el hado esquivo
quiere mostrar en mí toda su fuerza.



Gutierre de Cetina

de aquella voluntad que a mi tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Pudo entregarme así, tan de su grado,
no puedo en nada ya ser ayudado,
ni en mi favor ni como mía la siento.
Perdió razón su acostumbrado asiento,
que el nuevo mal nueva razón me ha dado;
y en tanta confusión solo ha quedado
por verdugo del alma el pensamiento.
Tampoco me quedó libre el deseo,
que entre vida y morir busca y no acierta
de cuál se agrada más, cuál me conviene.
Pensad cuál debo estar, ved cuál me veo,
que el morir, por entrar, corre a la puerta,
y el vivir, por salir, se lo detiene.



Gutierre de Cetina

notorio es en el mundo aquel tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Que en el infierno tántalo padece,
do el agua y el manjar le desfallece,
teniendo entre los dos perpetuo asiento.
Yo en el infierno acá que el sentimiento
a un alma triste, enamorada, ofrece,
de un fiero desear, que le parece,
infernalmente atormentar me siento.
Mas, ¡ay!, ¿qué digo yo? ¡quédesvarío!:
que su tormento es pena de pecado
y el mío injusto mal no merecido.
Y de tanto es más grave el daño mío,
que él desea el manjar que no ha probado
y yo el que solía gozar y he ya perdido.



Santiago Montobbio

mujer de poeta (mascarilla)

-- de Santiago Montobbio --

Mujer de poeta (mascarilla)
para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento;
pero eso se comprueba luego, y así primero fueron
los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido
de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todasdel inicio
de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía
de un extraño entusiasmo por las cosas
y también de las mordidas
lagunas de la sombra. Y aunque nunca
entendiste esas cosas con exceso
estuviste cerca, silenciosa columna
fuiste del sigilo y para navegar
por esas aguas de tu corazón
día a día hiciste pan muy blanco.
Pero para tu escondido quehacer diario
al cabo de los años resulta muy poco
y muy pobre el contrapeso del regalo aburrido
además de ocasional de algunos libros,
como recalentados ya los dedicados versos
y aún menos tolerable te parece el valor
de unos pretendidamente dolorosos
insomnios a destiempo. Y así dichoso,
de verdad dichoso será el día
en que comprendas todo eso y te decidas
a dejar ya para siempre abandonado
a tan miserable y estúpido sujeto.



La ingratitud

-- de El Solitario --

La blanca rosa que embalsama el viento,
inclinando su corola divina,
tributo paga al agua cristalina
que fértil le regó su verde asiento.

Trisca en la jaula el colorín contento,
y en armónico son gozoso trina,
si así agradar más fácil imagina
al que le presta pródiga el sustento.

Premia al besar la cándida paloma
el ardor cariñoso de su amante,
y el altivo desdén a su afán doma:

Mas tú a mi amor más dura que diamante
desoyes de mi labio el tierno idioma,
siempre esquivando mi pasión constante.



A Jesús

-- de Vicenta Castro Cambón --

SEÑOR, aquel día llamaste a mi puerta;
descanso pedías con tierno clamor...
Había en mi casa un asiento vacío...
Mas, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Sefior, y aquel día venías hambriento...
Sediento venías; mas aunque licor
había en mi mesa y manjares había,
yo, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Señor, y aquel día venías herido...
Herido de pena ¡de pena de amor!
Buscabas un alma. Yo un alma tenía...
Mas, sin comprenderte, no escuché tu voz.

Señor, y te fuiste por esos caminos...!
Señor, tus caminos se llaman Dolor.
¡Mírame en tu busca por esos caminos!
Señor, ¡Tú comprendes... Escucha mi voz!



Vicente Huidobro

Fatiga

-- de Vicente Huidobro --

Marcho día y noche
como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos;
miro el cielo y su hierba que aprende a cantar;
miro el campo herido a grandes gritos,
y el sol en medio del viento.

Acaricio mi sombrero lleno de luz especial;
paso la mano sobre el lomo del viento;
los vientos, que pasan como las semanas;
los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como los meses;
cuando la noche se apoya sobre las casas,
y el perfume de los claveles gira en torno de su eje.

Tomo asiento, como el canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre la luz.

Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós.

Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la luz;
caigo de la paloma sobre el viento.



Antonio-Plaza-Llamas

a una actriz

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A una actriz
intérprete feliz del pensamiento.
Ángel que brillas en la gloria humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del talento.
Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.
Sigue de gloria con tu sueño santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo entretanto,
al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al viejo mundo.
Antonio plaza llamas



Nicolás Fernández de Moratín

Dorisa en traje magnífico

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

¡Qué lazos de oro desordena el viento,
entre garzotas altas y volantes!
¡Qué riqueza oriental y qué cambiantes
de luz que envidia el sacro firmamento!

¡Qué pecho hermoso do el Amor su asiento
puso, y de allí fulmina a los amantes,
absortos al mirar sus elegantes
formas, su delicioso movimiento!

¡Qué vestidura arrastra, de preciado
múrice tinta y recamada en torno
de perlas que produjo el centro frío!

¡Qué extremo de beldad, al mundo dado
para que fuese de él gloria y adorno!
¡Qué heroico y noble pensamiento el mío!



Juana de Ibarbourou

el pozo

-- de Juana de Ibarbourou --

Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.

¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!

-vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-tonta! ¡si de noche la besa una estrella!



Fernando de Herrera

Betis, que en este tiempo solo y frío

-- de Fernando de Herrera --

Betis, que en este tiempo solo y frío
escuchas mi dolor, del hondo asiento,
acoge en tu quieto movimiento
los últimos suspiros que yo envío;

y, si tiene valor tu sacro río,
dame que en árbol verde mi tormento
lamente transformado, que ya siento
débil la voz, cual cisne, al canto mío;

porque con nuevas ramas tu corriente
cercaré coronando, y destilado
iré en tu luengo curso y extendido;

que mi luz ceñirá su bella frente
de mis hojas, o en llanto desatado,
seré en sus blancas manos recogido.



Fernando de Herrera

Duro es este peñasco levantado

-- de Fernando de Herrera --

Duro es este peñasco levantado,
que no teme el favor del bravo viento,
fría esta nieve, que el soberbio aliento
del Aquilón arroja apresurado;

más duro es vuestro pecho y más helado,
en quien la piedad no ha hecho asiento,
ni el fuego de amoroso sentimiento
en él jamás, por culpa vuestra, ha entrado.

Sordas las ondas son de aqueste río,
pero más sorda vos a mis clamores,
que aún poco os pareció ser dura y fría.

Mas todo este dolor del pecho mío
no causa tantas penas y dolores
cuanto la soledad del alma mía.



Fernando de Herrera

El suave esplendor de la belleza

-- de Fernando de Herrera --

El suave esplendor de la belleza,
que alegre en vos espira dulcemente,
y la serena luz do Amor presente
templa los puros rayos de terneza,

en el más claro asiento de la alteza
vos hacen entre tantas diferente,
que por vos glorioso el Occidente
su nombre sólo ensalza con grandeza.

Mas el valor, el noble entendimiento,
el espíritu, el intento generoso,
asciende a la región de luz serena;

y fuera del humano sentimiento
de envidia, sin temor llamaros oso
¡oh sola en nuestra edad, bella sirena!



Fernando de Herrera

Mi pura Luz, si olvida el fértil suelo

-- de Fernando de Herrera --

Mi pura Luz, si olvida el fértil suelo
que Betis enriquece en Occidente,
y abre las frías nubes con ardiente
rayo, esparciendo en torno el rico velo,

el asiento más digno será el cielo
al sacro esplendor suyo reluciente,
y de allí con las llamas de su frente
romperá el rigor duro al torpe hielo;

o ya que aun no se debe a la belleza
sin el riesgo de ausencia, será el grado
propio el pecho do yace obedecida;

que a tal valor del mundo la grandeza,
o la alma en sus centellas encendida
es de esta excelsa Luz lugar sagrado.



Fernando de Herrera

Tú gozas la luz bella en claro día

-- de Fernando de Herrera --

Tú gozas la luz bella en claro día,
dichoso Endimión, de tu Diana;
mi Luz yo veo con la luz temprana,
y deseando pierdo mi alegría.

Tú duermes blando sueño en noche fría,
hasta que sale la alba roja y cana;
yo velo con herida nunca sana
la sombra siempre y luz sin la Luz mía.

En tu rosada frente y dulces ojos
Delia suspira, y tu robado aliento
de su pasado afán le aquesta gloria;

yo mi Luz sin dolor de mis enojos
veo con rayos de oro en alto asiento,
ingrata al que padece en su memoria.



Francisco de Quevedo

al rey felipe iii

-- de Francisco de Quevedo --

Escondida debajo de tu armada,
gime la mar, la vela llama al viento,
y a las lunas del turco el firmamento
eclipse les promete en tu jornada.
Quiere en las venas del inglés tu espada
matar la sed al español sediento,
y en tus armas el sol desde su asiento
mira su lumbre en rayos aumentada.
Por ventura la tierra de envidiosa
contra ti arma ejércitos triunfantes,
en sus monstruos soberbios poderosa;
que viendo armar de rayos fulminantes,
o júpiter, tu diestra valerosa,
pienso que han vuelto al mundo los gigantes.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

parnaso español 26

-- de Francisco de Quevedo --

Quitar codicia, no añadir dinero,
hace ricos los hombres, casimiro:
puedes arder en púrpura de tiro
y no alcanzar descanso verdadero.
Señor te llamas; yo te considero,
cuando el hombre interior que vives miro,
esclavo de las ansias y el suspiro,
y de tus propias culpas prisionero.
Al asiento del alma suba el oro;
no al sepulcro del oro l'alme baje,
ni le compita a dios su precio al lodo.
Descifra las mentiras del tesoro;
pues falta (y es del cielo este lenguaje)
al pobre, mucho; y al avaro, todo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 63

-- de Francisco de Quevedo --

Si dios eres, amor, ¿cuál es tu cielo?
si señor, ¿de qué renta y de qué estados?
¿adónde están tus siervos y criados?
¿dónde tienes tu asiento en este suelo?
si te disfraza nuestro mortal velo,
¿cuáles son tus desiertos y apartados?
si rico, ¿do tus bienes vinculados?
¿cómo te veo desnudo al sol y al yelo?
¿sabes que me parece, amor, de aquesto?
que el pintarte con alas y vendado,
es que de ti el pintor y el mundo juega.
Y yo también, pues sólo el rostro honesto
de mi lisis así te ha acobardado,
que pareces, amor, gallina ciega.



Francisco de Quevedo

salmo vii quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

¿dónde pondré, señor, mis tristes ojos
que no vea tu poder divino y santo?
si al cielo los levanto,
del sol en los ardientes rayos rojos
te miro hacer asiento;
si al manto de la noche soñoliento,
leyes te veo poner a las estrellas;
si los bajo a las tiernas plantas bellas,
te veo pintar las flores;
si los vuelvo a mirar los pecadores
que tan sin rienda viven como vivo,
con amor excesivo,
allí hallo tus brazos ocupados
más en sufrir que en castigar pecados.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



José Joaquín de Olmedo

El árbol

-- de José Joaquín de Olmedo --

La sombra de este
árbol venerable

donde se quiebra y calma,
la furia de los vientos formidable
y cuya ancianidad inspira á mi alma
un respeto sagrado y misterioso;
cuyo tronco desnudo y escabroso
un buen asiento rústico me ofrece;
y que de hojosa magestad cubierto



José Martí

como fiera enjaulada

-- de José Martí --

Como fiera enjaulada
mi asiento dejoempujo la entornada
puerta, vuelvo a mi libro,
los anchos ojos en sus letras clavo,
como cuerdas heridas, tiemblo y vibro,
y ruge, y muerde el alma atormentada,
como en cuerpo de mármol encerrada.



José Martí

áraba

-- de José Martí --

Sin pompa falsa ¡oh árabe! saludo
tú libertad, tu tienda y tu caballo.
Como se ven desde la mar las cumbres
de la tierra, tal miro en mi memoria
mis instantes felices: sólo han sido
aquellos en que, a solas, a caballo
vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte,
y al volver, como tú, fiero y dichoso
solté las bridas, y apuré sediento
una escudilla de fragante leche.
Los hombres, moro mío,
valen menos que el árbol que cobija
igual a rico y pobre, menos valen
que el lomo imperial de tu caballo.
Sombra da el árbol, y el caballo asiento:
el hombre, como el guao,
padre a los que se acogen a su sombra.
Oh, ya no viene el verso cual solía
corno un collar de rosas, o a manera
de caballero de la buena espada
toda de luz vestida la figura:
viene ya corno un buey, cansado y viejo
de halar de la pértiga en tierra seca.



Carolina Coronado

a una estrella

-- de Carolina Coronado --

Chispa de luz que fija en lo infinito
absorbes mi asombrado pensamiento,
tu origen, tu existencia, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.
Si eres ardiente, inamovible hoguera,
¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
si eres globo de luz, ¿cómo en la cumbre
no giras tú de la insondable esfera?
¿por qué la tierra sin descanso rueda?
¿por qué la luna el globo majestoso
mueve, mientras tu carro misterioso
inmóvil, fijo en el espacio queda?
¿es que mi vista de mortal no alcanza
a percibir desde su oscuro asiento
allá en la altura suma el movimiento
de tu carroza que en lo inmenso avanza?
¡ah, sí! que por espíritu movida
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida.
Tú giras, sí: tus alas soberanas
sulcan el mundo y sus confines tocan...
Mas ¿cómo en tu carrera no se chocan
tus millares sin número de hermanas?
más allá de su límite prescrito
sediento avanza, audaz el pensamiento,
y tu origen, tu vida, tu elemento
menos alcanzo cuanto más medito.



Carolina Coronado

La rosa blanca

-- de Carolina Coronado --

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.



Clemente Althaus

A Elena (4 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

I

Contemplando callaba embelesado,
feliz visitador, a dos doncellas,
tan puras y graciosas como bellas,
y bellas ambas en el mismo grado:
mas, apenas llegaste, y el estrado
alto asiento te diera en medio de ellas,
como ante el sol se apagan las estrellas,
así se oscurecieron a tu lado.
Que, como el mismo sol humanas teas,
así tú, Elena, a las demás mujeres
cubres con tu luz fúlgida y afeas.
Cesan contigo varios pareceres,
y aunque la sola en ignorarlo seas,
tú la beldad de las beldades eres!

II

Cuando contemplo el delicado velo
que a tu alma bella da digna morada,
y pienso que beldad tan extremada,
de ideal perfección tipo y modelo,
ha de sentir de la vejez el hielo,
y que la Muerte con su mano airada
ha de sumirla en espantosa nada,
de ley tan dura con horror me duelo.
Mas ¿qué diciendo está mi Musa impía?
¿Alta revelación no me asegura
que, gloriosa y mas bella todavía,
la de mí tan amada vestidura
ha de resucitar el postrer día
para unirse de nuevo a tu alma pura?



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Ariiba