Buscar Poemas con Asesino


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra asesino

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Santiago Montobbio

ex libris

-- de Santiago Montobbio --

Ex-libris
no es bueno apretar el alma, por ver si sale tinta.
El papel sigue siendo el asesino el asesino de ti
y quizá es mejor que la sombra y que sus dagas
por antiguas voces descalzas vayan. Por antiguas voces,
muy lejos del número y sus cárceles, entre nieblas
olvidadas. Pero también pienso que con todo esto
tal vez puedas hacer algún día un cuadernillo;
que con todo esto rojos, nieblas y niños
que se dicen adiós por las esquinas quizá sí puedas
reunir unos ilegibles pedazos de diario
para con paciencia zurcirlos, tarde adentro,
hasta que torpemente formen un libro hecho de frío.
Y quizá sobre sus grises tapas de lluvia
puedas tú poner también mi nombre antiguo
y, justo debajo, las sabidas fechas
de mi nacimiento y muerte. Y entonces
mi nombre pequeño allí, mi nombre pobre
que no sé ya si da pena o si da risa
así grabado en unas tapas
ante las que puedas abrazar las evaporadas siluetas
de unos tristes fantasmas sentimentales que no soy
pero que los viejos papeles tercamente dicen que sí fui.

Poema ex libris de Santiago Montobbio con fondo de libro

Emilio Bobadilla

Ah, la Historia

-- de Emilio Bobadilla --

¡La Historia...! Abro la Historia: delirante desfile
de crímenes, de intrigas, de relatos de guerras;
heroico al que de un golpe más hombres aniquile
y viole más mujeres y se robe más tierras.

Al que la paz propone o a la concordia induce,
cuatro tiros o al palo por traidor y cobarde;
honores, lauros, oro, al que a matar azuce
o en patriótica fiebre de latrocinios arde.

Retórica opulenta, tribunicios arranques,
sofismas y denuncias del odio y de la envidia
que en lagunas de púrpura convierten los estanques...

El déspota triunfante, vencido el inocente
y ambos al fin vencidos por la misma perfidia:
¡Robespierre asesino y Jesús impotente!

Poema Ah, la Historia de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Pablo Neruda

el tigre

-- de Pablo Neruda --

El tigre
soy el tigre.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.
El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.
Desnuda te sumerges.
Espero.
Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.
Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.

Poema el tigre de Pablo Neruda con fondo de libro

Pedro Antonio de Alarcón

En la tumba de un asesinado

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

No lágrimas merece la memoria
del que justo vivió y honrado muere,
ni gritos de venganza el alma quiere,
si escucha ya los cánticos de gloria.

Quien al caer, cual víctima expiatoria,
perdona generoso al que le hiere,
cándidas flores del amor espere,
sacras, más que le laurel de la victoria.

Hoy esas flores tejen tu diadema
y adornan tu callada sepultura,
como ayer adornaban tu camino:

Ellas de tu virtud son el emblema...
¡Así dejaran su semilla pura
en el alma del bárbaro asesino!



Juan Bautista Arriaza

Soñaba yo

-- de Juan Bautista Arriaza --

Soñaba yo; y en lecho damasquino
una hermosa matrona vi dormida
y entre su misma prole acometida
por un tirano y pérfido Tarquino.

En vano intentan del fatal destino
sus hijos redimir a la afligida;
que ellos sin armas luchan por su vida,
y armado estaba el bárbaro asesino.

Ya el traidor casi su maldad corona;
cuando junto a las márgenes del Duero
se alza un hijo de Marte y de Belona:

Vuela, llega, derriba al monstruo fiero;
y era la Iberia la infeliz matrona,
y era Wellington el audaz guerrero.



Teófilo V. Méndez Ramos

Desolación (Méndez Ramos)

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

13 de Diciembre de 1941 (En alución al aluvión que afecto Huaraz)
131252

De Cojup, asoladora,
vino la muerte traidora.

Se vistió de gris el cielo
esa trágica mañana;
e impávida y soberana,
la parca sembraba el duelo.

De Cojup, asoladora,
vino la muerte traidora.

Pavor en hora temprana...
Como viene el asesino,
sañosa la muerte vino
esa trágica mañana.

Padres, hermanos, amigos,
dulces novias por siempre idos;
de amados seres perdidos.
Peñascos, mudos testigos.

De Cojup, asoladora
vino la muerte traidora.

Vergel convertido en yermo
por un destino implacable...
Ante el arcano insondable
Sólo quedo un pueblo enfermo.

De Cojup, asoladora
vino la muerte traidora.



Medardo Ángel Silva

Poema de la carne

-- de Medardo Ángel Silva --

¡Carne del asesino, maldita podredumbre
que pende de las horcas en fúnebres racimos
y muestra a las pupilas de ávida muchedumbre
la malévola herencia que todos recibimos...!

¡Oh, carne de los mártires, Gloria in excelsis Deo,
que de nuestro Rey Cristo son divinas cosechas!
¡Oh, labios siempre abiertos al consuelo de un Creo!
¡Divina vestidura traspasada de flechas..!

¡Oh, carne de las vírgenes que la inocencia armiña,
nieve, azucena, estrella, lirio, polar campiña
donde no puso Amor a la llama de su planta!

¡Hostia, carne de Dios para la cena mística,
y que, por el milagro de la gracia eucarística,
a nuestra carne inmunda une su carne santa!



Miguel Hernández

18

-- de Miguel Hernández --

18
ya de su creación, tal vez, alhaja
algún sereno aparte campesino
el algarrobo, el haya, el roble, el pino
que ha de dar la materia de mi caja.
Ya, tal vez, la combate y trabaja
el talador con ímpetu asesino
y, tal vez, por la cuesta del camino
sangrando subre y resonando baja.
Ya, tal vez, la reduce a geometría,
a pliegos aplanados quien apresta
el último refugio a todo vivo.
Y cierta y sin tal vez, la tierra umbría
desde la eternidad está dispuesta
a recibir mi adiós definitivo.



Evaristo Carriego

El alma del suburbio (poesía)

-- de Evaristo Carriego --

El griego musicante ya desafina
en la suave habanera provocadora,
cuando se anuncia a voces, desde la esquina
«el boletín — famoso — de última hora».

Entre la algarabía del conventillo,
esquivando empujones pasa ligero,
pues trae noticias, uno que otro chiquillo
divulgando las nuevas del pregonero.

En medio de la rueda de los marchantes,
el heraldo gangoso vende sus hojas...
Donde sangran los sueltos espeluznantes
de las acostumbradas crónicas rojas.

Las comadres del barrio, juntas, comentan
y hacen filosofía sobre el destino...
Mientras los testarudos hombres intentan
defender al amante que fué asesino.



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