Buscar Poemas con Arrabal


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Se han encontrado 10 poemas con la palabra arrabal

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Amado Nervo

Vaguedades

-- de Amado Nervo --

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

El té canta en la tetera;
fuego dentro, hielo fuera,
que resbala por la vidriera.

Paso llegan o sonoras,
resonando turbadoras,
las procesiones de las horas.

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

-¿Por qué llora ese piano
bajo el nácar de tu mano?
-Llora en él mi dolor, hermano

-¡Eh! ¡quién va! ¿quién gime o reza
en la sombra de la pieza?
-Es mi madrina la Tristeza.

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

-¿Y qué libro lees ahora
a la luz vaciladora
de la pálida veladora?

¿Alguna bella conseja
de flamante moraleja?
-Es una historia ya muy vieja...

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

Poema Vaguedades de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

día de san meder

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

San meder: un carretero
crucificado en efigie en su aguijada
y cuyo nombre cruje dulcemente
con el santificado tinieblario de carreta, bueyes
y sogueo de cuero para yugo de vacas.
Viene por el amanecer el tembloroso monumento
como si contuviese en su castillo andante
la luz delgada del amanecer,
y temiese verterla.
En ese cuello y pulsos trasparecen las venas:
digo en el cuerpo del va-a-ser-de-día.
*
Otoño es salir a pie de una ciudad
por el arrabal del olvido:
lo notas en la luz ensimismada,
lo conoces cuando empiezan las afueras granujas,
trascorrales del desconcierto cariacontecido
y calzadas juiciosas con garajes de racio-
cinio en pulsos.

Poema día de san meder de Luis Cañizal de la Fuente con fondo de libro

Líber Falco

Alba

-- de Líber Falco --

Yo he visto a esta mujer. Yo la conozco.
La he sentido latir entre mi sangre.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer
como a mi madre misma.

Mujer, ¿quién levantó tu carne desde dentro,
para hacerte tan tierna la mejilla,
tan como lirio bueno,
como flor de ternura?

Yo he visto a esta mujer,
a esta mi madre.
En aquel rancho de arrabal en que nací,
calentaba el frío de los vientos.
Hoy va al frente de la columna en marcha.
Miseria, bondad, mirada de la ausencia.
Amor.

Pliegue de la bandera.
Frente de harina. Pan sin nombre.
Yo he visto a esta mujer.
Como a mi madre misma,
la he sentido latir entre mi sangre.

Poema Alba de Líber Falco con fondo de libro

Jorge Guillén

muerte a lo lejos

-- de Jorge Guillén --

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.
Valéry
alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza
la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? no, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.
...Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente
poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 8

-- de Jorge Manrique --

Decidme: la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
↑ Díganme (español latinoamericano)
↑ habilidad
↑ vejez



Pablo Neruda

barrio sin luz

-- de Pablo Neruda --

Barrio sin luz
¿se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
ayer mirando el último crepúsculo
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.
Las ciudades hollines y venganzas,
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.
Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
podre de hastíos y de lágrimas.
Un río abraza el arrabal
como una mano helada que tienta en las tinieblas:
sobre sus aguas se avergüenzan
de verse las estrellas.
Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.
Lejos... La bruma de las olvidanzas
humos espesos, tajamares rotos,
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.
Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.



José Ángel Buesa

poema de una calle

-- de José Ángel Buesa --

Amo esta calle, y amo sus tristes casas
en las que se entristecen cumpleaños y bodas,
porque esta calle triste, se alegra cuando pasas
tú, mujer preferida entre todas.
Amo esta calle acaso porque en ella subsiste
no sé qué somnolencia de arrabal provinciano.
Pero a veces la odio, porque aunque siempre es triste
me parece más triste cuando te espero en vano.
Y yo bien sé que esta calle nunca podrá ser bella
con sus fachadas sucias y sus portales viejos.
Pero sé que es distinta cuando pasas por ella
y te miro pasar... Desde lejos.
Por eso amo esta calle de soledad y hastío
que ensancha sus aceras para alejar las casas.
Mientras te espera en vano mi corazón vacío,
¡que es una calle triste por donde nunca pasas!



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Medardo Ángel Silva

Y es una tristeza más en mi tristeza

-- de Medardo Ángel Silva --

A Jacinto Benavente

El lento son de la garúa,
en la calle del arrabal,
en mi corazón acentúa
la dolencia sentimental.

Simula, con su intermitente
lagrimeo, la lluvia clara,
la voz de algún adolescente
lloroso, que silabeara.

Tiene también la vida oscura
su encanto, y la poesía
que pone en la diaria amargura
la divina melancolía.

¡Sed de ideales y de cielo!
¡Oh lírica fiebre armoniosa!
¡Bien vales, infinito anhelo,
la pena que en mi alma rebosa!

Yo digo: ¡Sufro, luego existo!...
El dolor afirma la vida;
mas, todo caso está previsto,
¡y hay venda para toda herida!

Del abismo de lo que ha sido
al abismo de lo que ha de ser,
está el puente de lo vivido
y la actualidad del querer.

¡Está la linda boca fresca,
la dulce manzana carnal,
y nuestra vida funambulesca
tan líricamente anormal!



Evaristo Carriego

A Juan Más y Pi

-- de Evaristo Carriego --

En la gran copa negra de la sombra que avanza
quiero probar del vino propicio a la añoranza.

Quiero beber del vino que bebiéramos juntos,
y estos ratos, de aquéllos, serán nobles trasuntos.

(No sé por qué esta hora, sombría y silenciaria,
me ha invadido el cerebro de fiebre visionaria.)

En la acera de enfrente, su clara risa suena
una muchacha alegre como una Nochebuena.

El arrabal, desierto, conmueve un organillo,
y bailan las marquesas del sucio conventillo;

y vienen las memorias, conturbadas e inciertas
como un vago regreso de ensoñaciones muertas...



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