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-- de Julio Flórez --
Jamás con mi recuerdo estarás sola:
viviré sin cesar en tu presencia,
mientras el lago aquél tenga una ola;
mientras el bosque aquél... Guarde una esencia.
Mientras que de tu pecho en los ardores
des a mi imagen cariñoso abrigo;
mientras reces por mí, mientras me implores,
mientras me quieras, estaré contigo.
¿Sabes cuándo, en la vida, estarás sola?
¿cuándo no me verás en tu presencia?
cuando en el lago aquél no haya una ola.
Cuando el bosque aquél no haya una esencia.
¡Ay...! Cuando de tu pecho en los ardores
a mi imagen no des cálido abrigo,
cuando por mí no reces, ni me implores,
ni me quieras, tú, sí estarás conmigo.
Julio flórez
Poema "entonces" de Julio Flórez
-- de Lope de Vega --
Canta la edad primera los amores;
nave sin lastre es el ingenio tierno,
flámulas, velas, jarcias sin gobierno,
campo sin fruto y con viciosas flores.
Mis juveniles lágrimas y ardores
pasaron con el sol, que al curso eterno
llevó la primavera, y al invierno
vuelve los pasos de mi edad mejores.
Yo seguiré tus armas, y la pluma
osaré levantar hasta tu espada,
aunque como otro Dédalo presuma;
y verá la región, a España, helada,
y el mar, que en sangre teñirá su espuma,
de oro y laurel tu frente coronada.
Poema "Canta la edad primera los amores" de Lope de Vega
-- de Lope de Vega --
Espíritus sanguíneos vaporosos
suben del corazón. A la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasan a los que miran, amorosos.
El corazón, opuesto, los fogosos
rayos sintiendo en la sutil belleza,
como de ajena son naturaleza,
inquiétase en ardores congojosos.
Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.
Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.
Poema "Espíritus sanguíneos vaporosos" de Lope de Vega
-- de Luis Palés Matos --
Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.
¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...
Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;
mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.
Poema "sabado de gloria" de Luis Palés Matos
-- de Manuel de Zequeira --
Huye, Climene, deja los encantos
del amor, que no son sino dolores;
es una oculta sierpe entre las flores
cuyos silbos parecen dulces cantos:
es un néctar que quema y da quebrantos,
es Vesubio que esconde sus ardores,
es delicia mezclada con rigores
es jardín que se riega con los llantos:
Es del entendimiento laberinto
de entrada fácil y salida estrecha,
donde el más racional pierde su instinto:
Jamás mira su llama satisfecha,
y en fingiendo que está su ardor extinto,
es cuando más estrago hace su flecha.
Poema "Contra el amor" de Manuel de Zequeira
-- de Emilio Bobadilla --
Emporio voluptuoso de fiestas y placeres,
de artísticos torneos, de decadentes vicios;
para la carne, ardores de exquisitas mujeres,
y para el pensamiento complejos artificios.
La germánica ira tu esplendor amenaza
y en tu cara de pronto la risa se congela;
en el aire sereno siniestros giros traza
el avión traicionero que en torno tuyo vuela.
La orgía —ola de lujo, de músicas y besos—,
el pavor paraliza en medio de la noche.
¡Adiós, horas febriles de lúbricos excesos!
Huyen de ti, empujados por militares leyes,
millonarios y pobres, en tren, a pie o en coche,
y hoy pacen en tu bosque de Bolonia los bueyes...
Poema "París en la guerra" de Emilio Bobadilla
-- de Enrique Lihn --
Un tal quevedo usaba del soneto
para platonizar su mal de amores
sonsoneteando de uno y mil colores
a la llamada lésida; respeto
toda mala costumbre, era un terceto
de dos figuras: la que urdía flores
y la que compartía esos ardores
pero con otro a quien guardó en secreto
supongo, el vate o el tercero no era
nadie sino quizá la razón misma
de esa escritura que lo exasperaba,
de la palabra nunca verdadera
su sincera impotencia que le asigna
fatalidad de un hombre hecho de nada.
Poema "un tal quevedo usaba del soneto" de Enrique Lihn
-- de Pedro Calderón de la Barca --
Este soneto forma parte de la obra el príncipe constante.
Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.
Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.
De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.
¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?
Poema "la noche" de Pedro Calderón de la Barca
-- de Pedro Calderón de la Barca --
Este soneto forma parte de la obra El Príncipe constante.
Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.
Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.
De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.
¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?
Poema "La noche (Calderón de la Barca)" de Pedro Calderón de la Barca
-- de Rafael María Baralt --
Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.
Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.
¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?
Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.
POETA:
El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.
CUPIDO:
Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?
POETA:
De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?
CUPIDO:
Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.
Poema "A la señorita venezolana Teresa G." de Rafael María Baralt
-- de Rafael María Baralt --
Deja los juegos ya; deja de amores
la liviana canción que te adormía
con blando arrullo en la ribera umbría
del Betis claro, entre galanas flores.
Ya probaste del arte los ardores
y al ronco son de bélica armonía
lidiar supiste en temeroso día,
ganar laureles, merecer loores.
Ciñe pues, a tu frente la corona
de inmarcesible lauro con que el cielo
de potente y de justo en ti blasona.
Y ya libre del yugo el patrio suelo
por tu esfuerzo feliz, lleva a Helicona
de más noble cantar el raudo vuelo.
Poema "A Sevilla" de Rafael María Baralt
-- de Rafael María Baralt --
Mares de luz, ¡oh sol!, en la alta esfera
derrama triunfador tu carro de oro
y la vencida luna con desdoro
su antorcha apaga ante su inmensa hoguera.
Y el águila de rayos altanera
hasta el cielo a buscar va su tesoro;
y esparce al viento su cantar sonoro
del umbroso pensil ave parlera.
Y la tierra y el mar y el claro cielo
penetrados por ti hierven de amores
cual de su esposo al fecundante anhelo.
¿Quién la lumbre te da? ¿Quién los ardores?
El ser a quien tu luz, que nos asombra,
es fuego sin calor, es mancha, es sombra.
Poema "Al sol (1-Baralt)" de Rafael María Baralt
-- de Rafael María Baralt --
Mares de luz por la sonante esfera,
triunfador de la noche, el carro de oro
lanza del sol, y su perenne lloro
suspende el mundo y su aflicción severa.
Dichosa al firmamento va ligera,
cual despedida flecha audaz condoro,
y esparce al viento su cantar sonoro
del umbroso pensil ave parlera.
Y la tierra y el mar y el claro cielo
en alegre bullir hierven de amores,
cuando fecundo el luminar su vuelo.
¿Quién la lumbre te da? ¿Quién los ardores?
El ser a quien tu luz, que nos asombra,
es fuego sin calor, es mancha, es sombra.
Poema "Al sol (2-Baralt)" de Rafael María Baralt
-- de Juan de Arguijo --
Vierte alegre la copia en que atesora
Bienes la primavera, da colores
Al campo y esperanza á los pastores
Del premi ode su fe la bella Flora;
Pasa ligero el sol adonde mora
El cancro abrasador, que en sus ardores
Destruye campos y marchita flores,
Y el orbe de su lustre descolora;
Sigue el húmedo otoño, cuya puerta
Adornar Baco de sus dones quiere;
Luego el invierno en su rigor se extrema.
¡Oh variedad comun, mudanza cierta!
¿Quién habrá que en sus males no te espere?
Quién habrá que en sus bienes no te tema?
Poema "Las estaciones (Arguijo)" de Juan de Arguijo
-- de Gaspar Melchor de Jovellanos --
Ven, ceñida de rayos y de flores
la rósea frente, ¡oh plácida mañana!
ve; ven, y ahuyenta con tu faz galana
la perezosa noche y sus horrores.
Ven, y vuelve a los cielos sus ardores,
su frescura a la tierra, y su temprana
gloria a mi pecho, en clori soberana;
en clori mi delicia y mis amores.
Ven, ven, que si piadosa me escuchares,
yo te alzaré un altar sobre el florido
suelo que honrare clori con su planta.
Y en él, después te ofreceré a millares
las víctimas mi pecho agradecido,
y los devotos himnos mi garganta.
Poema "a la mañana" de Gaspar Melchor de Jovellanos
-- de Gutierre de Cetina --
Jamás pudo moverte entre pastores,
si del rabioso mal de los amores
el corazón salvaje has hecho humano,
ruega al numen celeste que la mano
de su piedad extienda a los clamores
que dórida le hace, en los ardores
de una fiebre crüel, llorando en vano.
Si alcanzo de los dos tanta ventura,
vuestra gloria será más verdadera,
y más para sufrir mi desventura.
Y cuando lo contrario el hado quiera,
no perezca, señor, tal hermosura:
menor mal es que yo en su lugar muera.
Poema "si el justo desear, padre silvano" de Gutierre de Cetina
-- de Gutierre de Cetina --
Entre halcones puesta y rodeada,
que siendo de los unos remontada,
de los otros seguirse deja a vuelo,
viendo su muerte acá bajo en el suelo,
por oculta virtud manifestada,
no tan presto será del aquejada
que a voces mostrará su desconsuelo.
Las pasadas locuras, los ardores
que por otras sentí, fueron, señora,
para me levantar, remontadores;
pero viéndoos a vos, mi matadora,
el alma dio señal en sus temores
de la muerte que paso cada hora.
Poema "como garza real alta en el cielo" de Gutierre de Cetina
-- de Vicente García de la Huerta --
Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas.
Antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidias al merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;
antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera
y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera
cuanto menos que falte, el amor mío.
Poema "El verdadero amor" de Vicente García de la Huerta
-- de Vicente García de la Huerta --
Antes al cielo faltarán estrellas,
al mar peligros, pájaros al viento,
al sol su resplandor y movimiento,
y al fuego abrasador vivas centellas;
antes al campo producciones bellas,
al monte horror, al llano esparcimiento,
torpes envidia sal merecimiento,
y al no admitido amor tristes querellas;
antes sus flores a la primavera,
ardores inclementes al estío,
al otoño abundancia lisonjera,
y al aterido invierno hielo y frío,
que ceda un punto de su fe primera,
cuanto menos que falte el amor mío.
Poema "Explicación de la firmeza" de Vicente García de la Huerta
-- de Vicente García de la Huerta --
Parte a dorar con luces celestiales
de los floridos sotos los primores,
a dar nuevos alientos a las flores
y veneno mortal a los zagales.
Yo quedo en el infierno de mis males,
víctima del volcán de mis ardores,
lastimoso ejemplar a los pastores
que alcancen mis martirios infernales.
De nuevas flores tu belleza vista
esas florestas, mientras mi quebranto
fúnebres flores a mi muerte alista.
Y no te cause mi expresión espanto;
pues si tú las produces con tu vista,
yo también con el riego de mi llanto.
Poema "Sentimientos en las disposiciones" de Vicente García de la Huerta
-- de Vicente Wenceslao Querol --
¡Huye el tiempo veloz! Rápido avanza
llevando en raudo vuelo
la ilusión, la hermosura y la esperanza,
el grato afán, y el incansable anhelo.
¡Huye el tiempo veloz! ¿Quién su carrera
podrá atajar? ¡Ni el ruego, ni el suspiro
del amor o el dolor! La primavera
llega, y en veloz giro
pasa ya, y los ardores del verano
huyen con el retoño
del árbol tierno, cuando anuncia cano
al triste invierno, el moribundo otoño.
Poema "Al tiempo que pasa" de Vicente Wenceslao Querol
-- de Manuel José Quintana --
No con vana lisonja y blando acento
Me quieras engañar, huésped del prado;
Yo no soy lo que fui: rigor del hado
Me condena por siempre al escarmiento.
Nunca lozana a su primer contento
La planta vuelve que truncó el arado,
Por más que al cielo le merezca agrado
Y que amoroso la acaricie el viento.
Anda, pasa adelante; en otras flores
Más ricas de fragancia y más felices
Pon tu dulce cuidado y tus amores:
Que es ya en mí por demás cuanto predices,
Pues el aire del sol con sus ardores
Quemó hasta la esperanza en mis raíces.
Poema "A un amigo (Quintana)" de Manuel José Quintana
-- de Juan Meléndez Valdés --
No temas, simplecilla, del dichoso
galán pastor no tardes la ventura;
apenado a ti corre; su ternura
premio al fin halle y su anhelar, reposo.
De rosa en la coyunda el cuello hermoso
pon al yugo feliz; la copa apura
que amor te brinda, y de triunfar segura
entra en lides suaves con tu esposo.
¡La vista tornas! ¡Del nupcial abrazo
huyes tímida y culpas sus ardores
el rubor virginal la faz teñida!
Mas Venus... Venus... Su genial regazo
sobre el lecho feliz llueve mil flores
que Filis coge, y la esquivez olvida.
Poema "La esquivez vencida" de Juan Meléndez Valdés
-- de Julio Herrera Reissig --
Se adoran. Timo atiende solícita al gobierno
de su casuca blanca. Bion, a sus pocas reses.
Y bajo la tutela de días sin reveses,
amor retoza y medra como un cabrito tierno.
Con casta dicha, timo, en el claustro materno,
siente latir un nuevo corazón de tres meses...
Y sueña, en sus oscuros arrobos montañeses,
que la penetra un rayo del dinamismo eterno.
Ante el amante, presa de ardores purpurinos,
se turba y el secreto tiembla en sus labios rojos:
huye, torna, sonríe, se oculta entre los pinos...
Bion calla, pero apenas descifra sus sonrojos
la estrecha, y en un beso pone el alma en sus ojos
donde laten los últimos ópalos vespertinos.
Poema "el secreto" de Julio Herrera Reissig
-- de Francisco de Quevedo --
Pura, sedienta y mal alimentada,
medrosa luz, que, en trémulos ardores,
hace apenas visible los horrores
en religiosa noche derramada,
arde ante ti, que un tiempo, de la nada,
encendiste a la aurora resplandores,
y pobre y dios, en templo de pastores,
barata y fácil devoción te agrada.
Piadosas almas, no ruego logrero,
aprecia tu justicia con metales,
que falta aliento contra ti al dinero.
Crezcan en tu pobreza los raudales,
que den alegre luz a dios severo,
y se verá en tu afecto cuanto vales.
Poema "las tres musas últimas castellanas 97" de Francisco de Quevedo
-- de Ramón López Velarde --
Tú no eres en mi huerto la pagana
Rosa de los ardores juveniles;
Te quise como a una dulce hermana
Y gozoso dejé mis quince abriles.
Cual un ramo de flores de pureza
Entre tus manos blancas y gentiles.
Humilde te ha rezado mi tristeza,
Como en los pobres templos parroquiales
El campesino ante la virgen reza.
Antífona es su voz, y en los corales
De tu mística boca he descubierto
El sabor de los besos maternales.
Tus ojos tristes, de mirar incierto,
Recuérdanme dos lámparas prendidas
En la penumbra de un altar desierto.
Las palmas de tus manos son ungidas
Por mi, que provocando tus asombros
Las beso en las ingratas despedidas.
Soy débil, y al marchar por entre escombros
Me dirige la fuerza de tu planta
Y reclino las sienes en tus hombros.
Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
Que en tus brazos beatíficos me duermo
Como sobre los senos de una Santa.
¡Quien me otorgara en mi retiro yermo
Tener, Fuensanta, la condescendencia
De tus bondades a mi amor enfermo
Como plenaria y última indulgencia!
Poema "Elogio a Fuensanta" de Ramón López Velarde