·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.
Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí
-- de Julián del Casal --
Rosada claridad de luz febea
baña el cielo de arcadia. Entre gigantes
rocas negras de picos fulgurantes,
el dormido estinfalo centellea.
Desde abrupto peñasco que azulea,
hércules, con miradas fulminantes,
el níveo casco de álamos humeantes
y la piel del león de la nemea,
apoya el arco en el robusto pecho,
y las candentes flechas desprendidas
rápidas vuelan a las verdes frondas,
hasta que mira en su viril despecho
caer las estinfálides heridas,
goteando sangre en las plateadas ondas.
Poema "hércules y las estinfálides" de Julián del Casal
-- de Gutierre de Cetina --
Esta guirnalda de silvestres flores,
de simple mano rústica compuesta
en los bosques de arcadia, aquí fue puesta
en honra del cantar de los pastores,
a los cuales, si amor en sus amores
quiera jamás negar demanda honesta,
ruego, si bien el don tan bajo cuesta,
pueda este olmo gozar de mis sudores.
Que si algún tiempo con más docta mano
las acierto a tejer como maestro,
guardando a los pasados el decoro,
espero, y mi esperar no será en vano,
que el nombre pastoral del siglo nuestro
será tal cual fue ya en la edad del oro.
-- de Medardo Ángel Silva --
Vaga el olor por la antigua vereda,
donde marmóreo Sileno retoza,
del dieciochesco vestido de seda
en la ducal y dorada carroza.
Erán Trianón y la Arcadia —artificio
que hizo más suaves las ásperas horas—
el pastorial y bucólico vicio
de las divinas marquesas pastoras.
Eran los iris, las joyas temblantes
y las espumas de los surtidores:
la sombra azul en los kioskos galantes
y el sonreír de los lindos Amores.
Eran los mórbidos brazos de lira,
inclinaciones de blancas pelucas
y Pompadour y la cruel Lindamira
y los lunares en las rubias nucas.
Ardiente roce de la mano cauta
y acariciante boca diminuta...
Era el idilio al sonar de la flauta
del verde fauno de la barba hirsuta...
¡Oh, siglo lindo! —amarilla viñeta,
rasos, perfumes, risas, terciopelos,—
que tuvo un viejo y galante poeta:
Pablo Verlaine que se encuentra en los cielos.
Poema "Reminiscencia siglo XVIII" de Medardo Ángel Silva
-- de Julio Herrera Reissig --
La tarde paga en oro divino las faenas...
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja en los umbrales.
Zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas serenas.
Un suspiro de arcadia peina los matorrales...
Cae un silencio austero... Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales lampos,
las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas...
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.
Poema "la vuelta de los campos" de Julio Herrera Reissig
-- de Fernando de Herrera --
Pura, bella, suave Estrella mía,
que sin temor de oscuridad profana,
vestís de luz serena la mañana,
y la tierra encendéis desnuda y fría;
pues vos, a quien mi alma triste envía
mil suspiros, movéis la soberana
vuestra empresa, cual ínclita Diana,
contra Venus y Amor con osadía,
yo seré como aquel que su belleza
con hierro amancilló, y el casto hecho
lo mostró con más gloria y hermosura;
pero, si luna sois, tendré en la alteza
latmia del cazador el triste pecho,
y no del que honró Arcadia la figura.
Poema "Pura, bella, suave Estrella mía" de Fernando de Herrera
-- de Ramón María del Valle Inclán --
Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.
Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.
Me daba epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de arcadia, miel de sus colmenas.
Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de melancolía.
Poema "rosa de melancolía" de Ramón María del Valle Inclán