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Se han encontrado 23 poemas con la palabra apura

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Fernando de Herrera

Las luces do el amor su fuerza apura

-- de Fernando de Herrera --

Las luces do el amor su fuerza apura
con el sereno ardor de sus centellas;
el oro crespo, en mil sortijas bellas
de rayos coronado, y llama pura;

las palabras vestidas de dulzura,
que la armonía celestial en ellas
parece, el pecho duro a mis querellas,
la mano que a la nieve vuelve oscura,

son causa del tormento y dolor mío,
con muchas que callando siento y veo,
y no me valen en mi esquiva suerte.

En su dureza sólo el bien confío;
porque a vana esperanza y gran deseo
no se debe pedir sino la muerte.

Poema Las luces do el amor su fuerza apura de Fernando de Herrera con fondo de libro

Carolina Coronado

a la mariposa

-- de Carolina Coronado --

Bien hayan, mariposa,
las bellas alas como el aire leves,
que inquieta y vagarosa
entre las flores mueves,
ostentando tu púrpura preciosa.
De blanda primavera
bien haya la callada y fiel vecina,
la dulce compañera
del alba cristalina,
perdida entre la flor de la pradera.
Ligera y afanosa
el prado mide tu inseguro vuelo,
ya huyendo temblorosa,
ya con ansioso anhelo
en las flores vagando codiciosa.
Bien haya el purpurino,
el vaporoso polvo de tus alas,
que al aire de contino
puro y luciente exhalas
al abrirte en sus ámbitos camino.
¡Ay! goza, mariposa,
la pasajera vida de dulzura,
que vuela presurosa:
goza allá tu ventura,
revolando en la siesta silenciosa.
Apura de las flores
el empapado cáliz que te ofrecen,
y apura tus amores;
que ya en la noche acrecen
del otoño los vientos destructores.
Y eres frágil y bella,
y tu belleza el cierzo descolora.
Si sañudo atropella
tu gala seductora,
ni aun de tu forma quedará la huella.

Poema a la mariposa de Carolina Coronado con fondo de libro

Alfonso Reyes

¡a cuernavaca!

-- de Alfonso Reyes --

A cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.
A cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
Ni campo ni ciudad, cima ni hondura;
beata soledad, quietud que aplaca
o mansa compañía sin hartura.
Tibieza vegetal donde se hamaca
el ser en filosófica mesura...
¡A cuernavaca voy, a cuernavaca!

ii
no sé si con mi ánimo lo inspiro
o si el reposo se me da de intento.
Sea realidad o fingimiento,
¿a qué me lo pregunto, a qué deliro?
básteme ya saber, dulce retiro
que solazas mis sienes con tu aliento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.
El sosiego y la luz el alma apura
como vino cordial; trina la urraca
y el laurel. De los pájaros murmura;
vuela una nube; un astro se destaca,
y el tiempo mismo se suspende y dura...
¡A cuernavaca voy, a cuernavaca!

Poema ¡a cuernavaca! de Alfonso Reyes con fondo de libro

Amado Nervo

El metro de doce

-- de Amado Nervo --

El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa...

Eximia cuadriga de casco sonoro
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan...

¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa...



Leandro Fernández de Moratín

epigrama. a lesbia modista I

-- de Leandro Fernández de Moratín --

En la gala y compostura
que a nuestras jóvenes das,
lesbia, tu invención se apura;
si las dieras tu hermosura,
nunca te pidieran más.



A la locura mundana

-- de León de Arroyal --

¡O locura mundana, que te admiras
quando en estatua al Santo Bruno miras,
y vanamente tu saber se apura
por imitar en algo la escultura!

¿Por que, por que no acudes
á ver del prototipo las virtudes,
y con ellas te incitas
á seguir sus pisadas, y le imitas?



Manuel de Zequeira

Los pesares de la ausencia

-- de Manuel de Zequeira --

De dos tiernas amantes tortolillas,
cautivé con mis brazos una de ellas,
y la otra repitiendo sus querellas,
batió en mi seguimiento sus alillas;

cansada se volvió a las florecillas
donde antes disfrutaron horas bellas,
y acusando en su canto a las estrellas
no picaba la flor, ni las semillas.

Apiadado de verla en tal tristura
llevando su dolor de rama en rama,
a la otra desaté la ligadura:

Con que si de esta suerte, Nise, exclama
la tortolilla a quien ausencia apura,
¿qué hará sin verte el racional que te ama?



Manuel Gutiérrez Nájera

Las novias pasadas son copas vacías

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ella pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos...Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino del Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas...Sí queda una gota,
¡Que beba el lacato las heces del amor!



Manuel Gutiérrez Nájera

Para un menú

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Las novias pasadas son copas vacías;
en ellas pusimos un poco de amor;
el néctar tomamos... Huyeron los días...
¡Traed otras copas con nuevo licor!

Champán son las rubias de cutis de azalia;
Borgoña los labios de vivo carmín;
los ojos oscuros son vino de Italia,
los verdes y claros son vino de Rhin.

Las bocas de grana son húmedas fresas;
las negras pupilas escancian café;
son ojos azules las llamas traviesas
que trémulas corren como almas del té.

La copa se apura, la dicha se agota;
de un sorbo tomamos mujer y licor...
Dejemos las copas... Si queda una gota,
¡que beba el lacayo las heces de amor!



Javier del Granado

el valle

-- de Javier del Granado --

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.



Jorge Cuesta

hora que fue, feliz y aun incompleta

-- de Jorge Cuesta --

Hora que fue, feliz y aun incompleta,
nada tiene de mí más todavía,
sino los ojos que la ven vacía,
despojada de mí, de ella sujeta.

La vida no se ve ni se interpreta;
ciega asiste a tener lo que veía.
No es, ya pasada, suyo lo que cría
y ya no goza más lo que sujeta.

Es el eterno gozo quien apura
el ocio vivo y la pasión futura.
Sobreviviendo a su interior abismo,

el amor se obscurece y se suprime,
y mira que la muerte se aproxime
a la vana insistencia de mí mismo.



Diego de Torres Villarroel

A una dama (Torres Villarroel)

-- de Diego de Torres Villarroel --

Nace el sol derramando su hermosura,
pero pronto en el mar busca el reposo,
¡oh condición instable de lo hermoso,
que en el cielo también tan poco dura!

Llega el estío, y el cristal apura
del arroyo que corre presuroso;
mas, ¿qué mucho, si el tiempo, codicioso
de sí mismo, tampoco se asegura?

Que hoy eres sol, cristal, ángel, aurora,
ni lo disputo, niego, ni lo extraño;
mas poco ha de durarte, bella Flora;

que el tiempo, con su curso y con su engaño,
ha de trocar la luz que hoy te adora
en sombras, en horror y en desengaño.



Pedro Antonio de Alarcón

El cigarro

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Lío tabaco en un papel; agarro
lumbre y lo enciendo, arde ya medida
que arde, muere; muere y enseguida
tiro la punta, bárrenla... Y al carro!

Un alma envuelve Dios en frágil barro,
y la enciende en la lumbre de la vida,
chupa el tiempo y resulta en la partida
un cadáver. El hombre es un cigarro.

La ceniza que cae es su ventura;
el humo que se eleva su esperanza;
lo que arderá después su loco anhelo.

Cigarro tras cigarro el tiempo apura;
colilla tras colilla al hoyo lanza,
pero el aroma... ¡Piérdese en el cielo!



Pedro Bonifacio Palacios

Vera Violeta

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacío;

la más hermosa espiga del estío
no sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío.

Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:

¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!



Juan Bautista Aguirre

A una rosa (Aguirre)

-- de Juan Bautista Aguirre --

En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuanto en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz altiva.

De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.

Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor, que si autoriza,
aniquila también el sol, ¡oh rosas!

Naced y vivir lentas; no en la prisa
os confundáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.

II

De púrpura vestida ha madrugado
con presunción de sol la rosa bella,
siendo sólo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.

Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella,
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
que golfo de la luz inundó al prado.

¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;

y escarmienta la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.



Gaspar María de Nava Álvarez

A un oficial en campaña

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Entrégate al reposo ya en buen hora,
que cesaron del burro los roznidos,
y en dulce paz descansan tus oídos
de su música atroz altisonora.

Vendrá riendo la fragante Aurora,
los montes se verán del Sol heridos
y mostrarán tus miembros aún dormidos
que el placer tras la pena se mejora.

Juzguen otros feliz al que, cercado
de pompa, eleva su orgullosa frente
sobre un pueblo a sus plantas humillado,

o al que apura de Amor la copa ardiente,
que yo te juzgo a ti, pues has logrado
librarte de un borrico impertinente.



Juan Meléndez Valdés

La esquivez vencida

-- de Juan Meléndez Valdés --

No temas, simplecilla, del dichoso
galán pastor no tardes la ventura;
apenado a ti corre; su ternura
premio al fin halle y su anhelar, reposo.

De rosa en la coyunda el cuello hermoso
pon al yugo feliz; la copa apura
que amor te brinda, y de triunfar segura
entra en lides suaves con tu esposo.

¡La vista tornas! ¡Del nupcial abrazo
huyes tímida y culpas sus ardores
el rubor virginal la faz teñida!

Mas Venus... Venus... Su genial regazo
sobre el lecho feliz llueve mil flores
que Filis coge, y la esquivez olvida.



Juan Nicasio Gallego

Parabién al rey Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Al clamor de la pública alegría
en que el pecho español su aliento apura,
de cuyos ecos a su cueva oscura
huye bramando la Discordia impía,

gozad ¡oh Rey! en tan dichoso día,
nuncio veraz de siglos de ventura,
la flor de gentileza y hermosura
que la bella Parténope os envía.

Nunca el vivo placer, Fernando augusto,
que en vuestra frente generosa brilla,
altere de fortuna el ceño adusto;

y a tan plácida unión deba Castilla
un príncipe feliz, clemente, justo,
a quien doblen dos mundos la rodilla.



Julio Herrera Reissig

El espejo (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Se hunden en una sorda crisis meditabunda...
El Ocaso suaviza los últimos enojos,
y Neith enjuga el oro líquido de sus ojos,
triste como su hermana, la tarde moribunda...

Conspira en acres vahos la insinuación fecunda
de la Naturaleza, por siembras y rastrojos;
y ellos, que ora se brindan flores en vez de abrojos,
suman entrelazados una unidad profunda.

Largamente, idealmente, como un sacro beleño,
Bión la apura de un beso hasta el fondo del sueño...
Por no verla, en procura de un instante de calma,

cierra, luego, los ojos, declinando en el hombro
la armoniosa cabeza, y oh! dulcísimo asombro,
como en un claro espejo, la contempla en el alma.



Fernando de Herrera

De mi blanca sirena la luz pura

-- de Fernando de Herrera --

De mi blanca sirena la luz pura
de tierna y bella nieve se vestía,
y entre aquel frío dulce Amor traía
llamas en que mi alma ardiendo apura:

Al son suave, lleno de dulzura,
mi preso corazón con gloria mía
deja el cuerpo, y las alas, de alegría,
a perderse en sus ojos se apresura,

cuando el hielo se rompe y encendido
reluce, y el color de ardiente rosa
y el precio afina en su beldad serena;

y yo, con tanto bien enriquecido,
me renuevo con vida gloriosa
en la inmensa virtud de mi sirena.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 86

-- de Francisco de Quevedo --

Si de vos pasa el cáliz de amargura,
¿quién le podrá endulzar, para que sea
bebida alegre, que salud posea
contra la enfermedad antigua y dura?
bebed el cáliz vos, pues os apura
amor del alma por la culpa fea,
que en vos le beberá (después que os vea
líquido dios en sangre) la criatura.
Pase por vos, y así será triaca,
mas no pase de vos, pues, ofendido,
mi culpa sus castigos os achaca.
Bebiendo sanaréis lo que he comido:
bebed cáliz que tanta sed aplaca
de ser en cáliz inmortal bebido.



Francisco Sosa Escalante

Solo!

-- de Francisco Sosa Escalante --

En medio de la noche, cuando gime
El viento entre las hojas, y murmura
La mansa fuente cristalina y pura
Y duerme el orbe con quietud sublime,

¡Cómo la triste soledad imprime
En mi sér el dolor y su amargura!
El alma el cáliz del pesar apura
Y nadie del tormento la redime.

Si tú que dulce, cariñosa y buena
Halagas al que sufre y al que llora,
Me vieras en mis horas de agonía,

Dolida de mi mal, de fuego llena
Vendrias á mis brazos seductora,
Y fueras, Lélia, para siempre mía.



Francisco Villaespesa

autorretrato

-- de Francisco Villaespesa --

Por la espaciosa frente pálida y pensativa,
desciende la melena en dos rizos iguales.
Negros ojos miopes, gruesa nariz lasciva,
la faz oval y fina, los labios sensuales.
Sobre el flexible cuerpo, perturban la negrura
del enlutado traje que su dolor retrata,
el d'annunziano cuello con su nívea blancura
y con manchas sangrientas la flotante corbata.
Apura un cigarrillo kedive, reclinado
en un diván oscuro, y entre el humo azulado
del tabaco, sus ojos contemplan con amor
el azul de las venas sobre las manos finas,
dignas de rasgar velos de princesas latinas
y ceñir el anillo del santo pescador.



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